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Saciando mi ninfomanía (4ª parte y final).

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SACIANDO MI NINFOMANÍA (4ª parte y final).

 

 

 

No necesité mucho tiempo para aceptar la propuesta de Mariano, como así me dijo que se llamaba. Aunque llevaba toda la noche dale que te pego, lo cierto es que había salido en busca de aventuras y lo que me ofrecía aquel tipo era justo lo que necesitaba para poner colofón a la velada. Primero, en casa, había atendido junto a Susi a tres ejecutivos que nos había enviado Nati. A continuación, había hecho lo propio con dos italianos de turismo por Madrid con ganas de hembra española, y que también me habían enviado desde la agencia de contactos. Hubiera sido una noche más, una de tantas, en las que me iba a dormir después de haberme follado a cinco tíos, de no ser por el e-mail de mi sobrina Bárbara donde me contaba con qué ilusión seguía a su madre por media Europa rodando escenas porno. Aquello terminó de excitarme y salí de casa a las tantas de la madrugada en busca de pollas con que saciar mi infinita calentura. Así fue cómo terminé en el sex-shop de un amigo homosexual, Joaquín, follando uno a uno con todos los clientes que había por allí. Fue el último de ellos, ya casi a las seis de la madrugada, el que me reconoció como la actriz porno que un día fui, proponiendo mi contratación para, junto a su esposa, emular escenas del cine X. No había nada que me pudiese apetecer más en ese momento.

 

Lo que me proponía aquel tipo era justo lo que necesitaba para redondear la noche, saciar mis ansias de sexo con nuevas y excitantes fantasías y, al propio tiempo, colmando las suyas. Por otra parte, ni los clientes que había atendido por la noche en mi casa ni los que me había follado en la cabina del sex-shop habían logrado aplacar mi ninfomanía, a pesar de haberme corrido un par de veces. Quería más, antes de regresar a casa y meterme en la cama a descansar. Sentía que si me iba en ese momento, me quedaba a medias.

 

Así pues, y previo paso por el aseo para una limpieza rápida de bajos después de tanto folleteo, me subí en su coche, un lujoso todoterreno Audi Q7, y me dispuse a afrontar una nueva y excitante aventura.

 

  • Espero que no seas un psicópata asesino de esos que engatusan a jóvenes ingenuas para luego violarlas y torturarlas … - insinué en tono de broma, apenas si me hube acomodado en el asiento.

  • No eres una joven ingenua – respondió sonriendo al tiempo que arrancaba el coche.

  • Eso es cierto – añadí esbozando una ligera sonrisa. No temía que pudiera hacerme nada malo. De hecho, me había subido en cientos de coches de absolutos desconocidos durante mi etapa de puta callejera, donde era mucho más joven e inexperta.

  • No estás obligada a nada, aunque la propuesta que te he hecho sigue en pié – me explicó mientras iniciaba la marcha – El simple hecho de que mi mujer te conozca, merece la pena. Le hará mucha ilusión. Pero … no nos engañemos: lo que queremos es que participes en nuestras fantasías.

  • Sí, sí … entiendo – asentí, pensando ya en cuánto le cobraría por montar una escenita con ellos.

  • ¿Te importa que llame a mi mujer? – me preguntó – Estará durmiendo aún – añadió mirando su carísimo reloj de oro.

  • No, no … adelante – dije mientras trataba de valorar la capacidad económica de aquel tipo. “Un Audi Q7, un Breitling de oro en la muñeca, … este cabrón está forrado”, pensé al ver cómo tomaba la variante de la M-30 hacia las lujosas urbanizaciones de la zona norte de Madrid.

  • ¿Mariano? – respondió la voz de una mujer tras varios tonos de llamada que hizo con el manos libres conectado. No parecía importarle que escuchara su conversación. Eso me gustó. Era una muestra de transparencia y sinceridad - ¿Qué quieres? ¿Qué hora es? – dijo aún adormilada.

  • Cariño, perdona que te despierte … pero quería felicitarte cuanto antes. ¡Muchas felicidades! –añadió.

  • Gracias … pero, ¿no podías esperar a llegar a casa? ¿Qué horas es?

  • Las seis.

  • ¿Tan tarde? ¿Dónde te has metido? ¿Vienes ya para casa? – preguntó con voz entrecortada tratando de ubicarse al ser despertada de forma inesperada.

  • Sí, cariño … ya voy para casa – añadió Mariano con voz tranquilizadora. Llegaré en diez minutos. Te llamo porque te llevo una sorpresa para tu cumpleaños y quería que te levantases para dártela ya – explicó.

  • Gracias, mi amor … pero … ¿no puede esperar hasta las diez o las once de la mañana?

  • No, tiene que ser ahora – sentenció Mariano – Levántate ya y prepara café.

  • Vale, … pero espero que merezca la pena. No son horas para sorpresas – concluyó, colgando el auricular.

  • Joder, que si merece la pena … – me dijo Mariano mirándome de reojo – No creo que pueda desear mejor regalo que este.

    Efectivamente, y como supuse, nos dirigimos a una urbanización de las afueras de Madrid, en la zona norte. Traspasamos una garita donde un conserje uniformado nos abrió la barrera de acceso una vez que Mariano bajó la ventanilla para identificarse. Se trataba de una urbanización de amplios chalets independientes. Nada que ver con los típicos adosados o pareados que han proliferado en las localidades del extrarradio madrileño. Esto era otra cosa. Amplios viales con cámaras de seguridad en las esquinas y en las puertas de acceso a las casas y a los garajes. Algunas eran auténticas mansiones. Nunca había estado allí, a pesar de que había visto imágenes en programas de televisión con reporteros persiguiendo micrófono en mano a actores, cantantes y deportistas de élite. “Con la cantidad de tíos con pasta que me he follado y nunca he estado en La Moraleja”, me dije a mi misma”. Siempre hay una primera vez para todo.

  • Es aquí – dijo Mariano deteniendo el coche y activando la puerta de entrada a uno de los chalets. Vallado de piedra con un seto por encima y dos cámaras de seguridad a cada extremo. La casa estaba a unos veinte metros. A pesar de las horas que eran ya comenzaba a clarear y pude distinguir a la izquierda un gran jardín con césped y varios caminos de piedra – Ya hemos llegado – dijo bajándose del coche.

  • Vives en un sitio precioso – le halagué, pensando en que mi caché no debería bajar de mil euros por escena.

  • Gracias – añadió mientras subíamos unos escalones que daban acceso al porche de entrada. La casa era impresionante. De esas modernas que denominan “supercasas”, muy funcionales y amplias - ¡Cariño, ya he llegado! – gritó, mientras avanzábamos por el recibidor - ¡Va a flipar! – me dijo en voz baja y en tono de complicidad por la sorpresa que esperaba dar a su mujer.

  • ¡Qué bien! – se oyó una voz desde otra estancia – Ya está hecho el café – añadió, al tiempo que apareció saliendo por una puerta lateral y sujetando una cafetera. Llevaba un albornoz de color rosa y unas sandalias de estar por casa. El pelo suelto y algo enmarañado, tras una coleta mal hecha. Lo tenía castaño y largo. Aparentaba unos treinta y tantos años, pero seguro que tenía más. Enseguida me dio la sensación de haber pasado por quirófano para retocarse los pómulos, los labios y los párpados, para rejuvenecer su expresión. Era guapa. Levantó la cabeza y, tras acercarse unos pasos, se detuvo mirándome fijamente.

  • Como verás, vengo acompañado – dijo Mariano muy sonriente, disfrutando con la reacción de sorpresa de su mujer. Mientras, ella no dejaba de mirarme de arriba abajo, como si tratase de reconocerme o de cerciorarse de si realmente era quien ella había pensado. Yo también sonreí ligeramente al ver su evidente sorpresa.

  • Mariano … - dijo con voz temblorosa y emocionada - … ¿es quien yo creo que es?

  • ¡En carne y hueso! – exclamó – Es mi regalo de cumpleaños - añadió acercándose y dándole un beso en la mejilla - ¡Felicidades! – exclamó, mientras ella seguía mirándome estupefacta, sin terminar de dar crédito a lo que estaba viendo. Que me trataran como un regalo me hizo sentir como un trozo de carne, casi como un objeto. Cualquier mujer se hubiera sentido degradada y ultrajada. En cambio, a mí me encantó. Me hacía sentir muy puta.

  • Pero … pero … ¿cómo? … ¿dónde? … - balbució tan impresionada como nerviosa. Era el momento de actuar.

  • ¡Hola! Me llamo Carolina – exclamé acercándome a ella – Tu marido me ha contado que sois admiradores de mi trabajo en el porno – expliqué con gesto descarado en la idea de que así relajaría un poco la tensión – Es un placer conocerte – añadí dándole dos besos, uno por mejilla. Sentí su excitación y su nerviosismo ante mi presencia. Mariano no me había mentido cuando me había dicho que ambos eran admiradores míos.

  • Ven, cariño … siéntate – se apresuró a decir Mariano, arrebatando la cafetera de las manos de su esposa, al comprobar su estado de estupefacción – Después de la cena de negocios me iba a volver para casa, pero entré en un sex-shop para comprarte algún regalo – explicó – Mi sorpresa fue que ella estaba allí.

  • Sí, así fue – asentí.

  • Y … pero … y … ¿qué hacías en un sex-shop? – preguntó tímidamente - Hablas español perfectamente – comentó, extrañada.

  • Es que soy española.

  • No lo sabía … en Internet no hay mucha información sobre ti – explicó.

  • Y en el sex-shop estaba … cómo te diría yo … - dije pensativa para elegir la palabra adecuada - … redondeando la noche.

  • ¿Eh? – exclamó la señora sin entender nada. Su marido sonrió.

  • Sí, verás … es que hemos tenido tanta suerte que … casi ni me lo creo – explicó – Dejó el porno pero sigue dedicándose al mundo del sexo.

  • Dejémonos de rodeos: soy puta.

  • Y se me ocurrió contratarla para ti – añadió Mariano – Bueno, para los dos. ¿Qué te parece la idea de recrear alguna escena porno participando los tres? – preguntó ilusionado – Ya sabes, un trío de alguna peli de las que nos gustan tanto …

  • A ver … un momento … que me aclare yo – dijo la mujer, echándose hacia atrás algunos de los mechones su coleta no era capaz de recoger, como si despejándose la frente pudiera comprenderlo con más claridad – Me estás diciendo que esta ex actriz porno de quien hemos visto todas sus escenas y con la que hemos fantaseado miles de veces … ahora es prostituta y la has contratado para hacer un trío con nosotros. ¿Es eso?

  • ¡Exacto! – exclamó su marido, mirándome de reojo.

  • ¿Que qué me parece? – preguntó mirándonos a los dos alternativamente - ¿Que qué me parece? – repitió mientras se ponía en pié y se quitaba lentamente el albornoz, que cayó al suelo quedándose completamente desnuda y mostrando ante mí un par de pechos redondos y turgentes, un vientre plano, unas piernas torneadas con muslos potentes y unas generosas caderas – Me parece que ya estamos tardando en que te abras de piernas y te coma ese chochazo con el que tanto he soñado.

  • ¡Jajaja! – rió Mariano – Te lo dije, Carolina … mi mujer te adora.

  • Pues vamos a la faena, entonces – dije halagada por la admiración que ambos sentían por mí. Me recosté sobre el butacón en que estaba sentada, me subí la faldita por encima de las caderas me abrí de piernas y coloqué los tobillos sobre los brazos del butacón – Así que dices que has soñado muchas veces con mi coño … ¡pues aquí lo tienes! ¡Todo tuyo!

  • Gracias, Mariano – exclamó al ver cómo su regalo de cumpleaños se abría de piernas ante ella. Sin más, se arrodillo frente a mí y comenzó a comerme el coño con auténtica devoción.

  • Mariano, no me has dicho cómo se llama tu mujer – le dije al tiempo que empujaba con mis manos sobre su cabeza para que se acoplase perfectamente en mi entrepierna.

  • Se llama Natalia.

  • Mira, Mariano – dijo Natalia - Mira qué coño más bonito – añadió separando la boca de él por un momento y separando mis labios con las manos – ¡Joderrrrr, qué preciosidad! De todas las actrices porno, siempre hemos coincidido en que tenías el coño más bonito de todos.

  • Eso es cierto – asintió Mariano, feliz por ver que el regalo le estaba gustando tanto a su esposa.

  • Bueno, Mariano … ¿te vas a unir a la fiesta o qué? – le pregunté.

  • Eso, cariño – dijo Natalia – Sácate la polla ya que quiero ver cómo te la chupa. Quiero ver cómo te la follas … y quiero chuparte la polla cuando se la saques del coño … quiero que la des por el culo y que me la metas en la boca directamente desde su trasero … quiero que me coma el coño … - exclamó muy acelerada por la excitación.

  • Tranquila, Natalia – traté de calmarla – Haremos todo eso y mucho más. Para eso estoy aquí, para hacer tus fantasías realidad.

  • Zzzzí, joderrrr, zzzzzí – exclamó mientras me daba lametones en el coño - ¡Slurrrrrrp! Qué chocho más rico, por Dios!

    Entretanto, Mariano se había desnudado por completo y acercó su polla a mi boca. Sin más dilaciones, comencé a chupársela. Natalia, con la cara hundida entre mis piernas, no se había percatado aún de que se la estaba mamando a su marido.

  • ¡Muuaaaaaack! ¡Muaaaaaack! ¡Muack, muack, muack! – exclamó, besándome con frenesí la parte interna de los mulos, el pubis, el clítoris y los labios vaginales - ¡Qué coño más bonito, Mariano! ¡Míralo, qué preciosidad! – exclamó muy excitada sin dejar de besarme por toda la entrepierna – He soñado con tu coño tantas veces … he querido traspasar la pantalla para meterme en tus escenas y poder tenerte ante mí justo como ahora estás, abierta de piernas para poder comerte este … joderrr – se interrumpió a sí misma por la emoción, como si no pudiese dar crédito a lo que estaba sucediendo - … ¡para poder comerme este puto coño tan jodidamente bonito que tienes! – termino de exclamar.

  • Relájate, Natalia – le dijo su marido con la polla metida en mi boca – Harás que nos corramos todos sólo por las cosas que dices. Vamos a disfrutar del momento, cariño.

  • ¡Sluuuuurp, sluuuurp, sluuurp! – exclamó dando lametones de abajo a arriba sobre mi coño – Sí, llevas razón – añadió poniéndose en pie y levantado mi camiseta de licra hasta las axilas para ver mis tetas - ¡Joderrrr, joderrr, joderrrr! ¡Qué tetas, por Diossss! – exclamó emocionada para, sin más dilaciones, estrujarlas fuertemente entre sus manos – En algunas de tus escenas llevabas piercings en los pezones …

  • En escena quedan de puta madre, pero no son prácticos para el día a día de una puta – expliqué soltando la polla de su marido por un instante. La emoción de Natalia le había impedido darse cuenta hasta ese momento de que le estaba comiendo la polla a su marido.

  • ¿Te chupa bien, cariño? – le preguntó, sin dejar de magrear mis tetas.

  • De lujo – aseguró Mariano – Chupa mejor de lo que me había imaginado.

  • ¡Dame! – ordenó Natalia cogiendo la polla de su marido por los huevos – Quiero compartir la mamada contigo – añadió justo antes de arrebatármela y metérsela en la boca. Le dio un par de chupetones y volvió a ofrecérmela - ¡Qué bien sabe con tu saliva en su capullo!

    Durante los siguientes minutos, Natalia y yo compartimos la polla de Mariano, intercambiándola en nuestras bocas, meneándola y sobando sus testículos. Ella no paraba de alabar mi manera de chupar, el sabor de mi saliva sobre la polla de su marido, la forma de mis labios, la delicadeza de mis manos cuando pajeaba el rabo de Mariano, mis largas uñas de porcelana cuando acariciaba sus cojones, mi cuidada melena, … ¡todo! ¡Me elogiaba por todo! Aquella mujer era realmente una gran admiradora de mi etapa en el porno. Me idolatraba. Podía habérseme caído un moco de la nariz y se lo hubiera comido de inmediato exclamado que estaba riquísimo. Tomé conciencia, en medio de la doble mamada que le estábamos haciendo a Mariano, que aquel entusiasmo de Natalia me otorgaba un gran poder sobre la situación. Podía hacer con ellos lo que quisiese y cobrarles cuanto quisiese. Por primera vez en la toda la noche, después de follar con ocho tíos, entre los clientes de la noche en casa y los que pesqué en el sex-shop de Joaquín, sentí que había encontrado lo que buscaba. Aquel matrimonio haría lo que yo desease. Podía pedirles cualquier cosa, que lo harían encantados, emocionados y, para colmo, agradecidos. Eso, sin contar, que con cada gesto de extrema excitación que mostraba Natalia, hacía que mi caché aumentase como el contador de un taxi.

  • ¡Quiero tu boca! – exclamó en un momento en que era yo quien chupaba la polla de su marido - ¡Quiero tu lengua, Carolina!

  • Espera un momento, que voy a hacer algo que seguro que os gustará – anuncié para que me dejase trabajar el rabo de Mariano a mi antojo durante unos segundos. Podía sentir su atenta mirada y su expectación ante lo que iba a hacer. Aumenté el ritmo de la mamada, deslizando mis labios por su polla, cabeceando adelante y atrás, procurando que mi dorada melena se meciese con cada avance y retroceso sobre la polla de Mariano. Con cada chupada ganaba un centímetro de profundidad de su polla en mi cavidad bucal. Desde el capullo hasta que, diez segundos después, mi labio inferior topó con sus huevos y mi nariz se clavó en su pubis. Sentí su capullo en mi garganta y aguanté la respiración unos segundos más, mirando de reojo a Natalia, para que me viera cómo engullía la polla de su marido. Succioné para exprimir su rabo en mi boca. Quería sacarle todo el líquido preseminal que pudiese y, al propio tiempo, generar el máximo de saliva para que cuando la polla saliese de mi boca,  chorrease. Era un truco que había hecho mil veces y que, por tanto, dominaba a la perfección.

  • ¡Joderrrr, Mariano, cómo se la traga! – exclamó Natalia - ¡Qué buena es! ¿Te gusta?

  • ¡Ufffffff! Es increíble … - dijo en un susurro, visiblemente complacido por mi talento en el arte de chupar polla - ¡Sácatela de la boca o me correré!

  • ¡No, Mariano! – exclamó de inmediato – No te corras, que nos tienes que follar.

  • ¡Arrrrrrgggggg! – exclamé sacando la polla de mi boca. Como había planeado, el rabo chorreaba la mezcla de saliva y líquido preseminal; lubricación perfecta para que comenzásemos a follar. Me separé de la polla medio metro, tratando llevándome entre mis labios un hilillo de esa mezcla, de forma que mi boca y su polla quedasen conectados por ese pequeño hilo – Ahora puedes venir a mi boca – le dije a Natalia con cuidado de no deshacer el hilillo que conectaba mis labios con la polla de su marido.

  • Pero … pero … pero … ¡qué artista! – exclamó emocionada Natalia. Miró a su marido - ¡Gracias, Mariano! – le dijo una vez más, y ya llevaba unas cuantas desde que habíamos entrado en su casa.

    A continuación, se lanzó sobre el capullo de su marido con el fin de rescatar el ya mencionado hilillo de pringoso líquido. Lo lamió hasta capturarlo con su lengua y, acto seguido, se lanzó sobre mi boca, jugando con la pastosa mezcla entre nuestros labios. Frotamos nuestras lenguas, me besó y me lamió. Nos morreamos intensamente durante al menos cinco minutos.

    Entretanto, su marido se colocó entre mis piernas. Yo continuaba en la misma postura que desde el principio: abierta de patas y recostada en el butacón. Enseguida sentí su aliento en mi entrepierna. Comenzó a comerme el coño, mientras Natalia seguía besándome y jugando con el líquido preseminal de su marido en nuestras bocas. La cogí por la nuca y la apreté contra mí, para intensificar el morreo. Lamí con intensidad su lengua para quedarme con toda la mezcla en mi boca y la separé unos centímetros.

  • ¡Abddde da boca! – ordené como pude por la cantidad de mezcla que habíamos generado. Ella obedeció sabiendo lo que iba a ocurrir. Su cara reflejaba excitación y felicidad. Escupí en su boca todo el contenido de la mía – Y ahora, ¡traga!

  • ¡Gluuuuup! – exclamó con gesto complacido.

  • Y ahora vamos a follar, que me estáis poniendo muy bruta – añadí antes de que ella pudiera decir nada – Me ha contado tu marido – expliqué mientras éste seguía con la cara entre mis piernas – que te apetecería mucho comerle su polla recién salida de mi trasero …

  • ¡Sí, sí! – asintió de inmediato – Con las chicas que lo hemos probado siempre salía mal … o no querían o no les gustaba lo suficiente …

  • Pues, ¡venga! – exclamé empujando a Mariano para deshacer la postura. Me puse a cuatro patas sobre el suelo y separé ligeramente las piernas, alzando el culo para mostrar mi entrada trasera - ¡Dame por culo, Mariano!

  • ¡Sí, cariño … métesela en el culo! – exclamó Natalia, emocionada - ¡Fóllatela!

    Mariano se colocó detrás de mí y apuntó su chorreante capullo hacia mi ano. Parecía tener reparo en empujar fuerte en la creencia de que podía hacerme daño. Le invité a que lo hiciera sin miedo, ante la atenta mirada de su mujer que sonreía complacida por la escena. Sentí cómo su polla avanzaba en mi recto, indicándole que no parase hasta tenerla toda dentro de mí. Me separé las nalgas con las manos para que pudiera penetrarme lo más profundamente posible.

  • Hasta los huevos, Mariano – le indiqué – No pares de empujar hasta que tus pelotas toquen en mi coño.

  • ¿Así? – preguntó cuando toda su verga estuvo dentro de mi culo.

  • ¡Aprieta bien! – ordené – Quiero sentir tu polla lo más adentro posible y que tu mujer vea cómo me perforas el culo. Y ahora … ¡fóllame! – indiqué una vez sentí que la polla ya no podía avanzar más, con su pubis contra mi pandero y sus cojones tocando la entrada de mi húmedo chumino. Mariano comenzó a follarme, retrocediendo hasta que sentía que su capullo estaba a punto de salirse de mi culo y empujando nuevamente hasta atravesarme por completo el trasero.

  • ¡Uffffff! – exclamó - ¡Qué bien entra, Natalia! – le dijo a su mujer - ¡Qué culo, por Dios!

  • ¡Aumenta el ritmo, Mariano! – le indicó Natalia - ¡Fóllatela bien!

  • ¡Eso es! ¡Haz caso a tu mujer! – exclamé – Que quiere comerte el rabo cuando me la saques del culo, pero quiere que te lleves el sabor de mi trasero en tu polla.

  • ¡Sí, sí, sí! ¡Dámela ya! – exclamó Natalia, impaciente.

  • Unos empujones más y me la sacas para que te la chupe, ¿vale? – dije, sintiendo cómo Mariano aumentaba el ritmo de la follada - ¡Vamos! – le ordené facilitando con un ágil movimiento de caderas que su polla abandonase mi culo - ¡A por ella, Natalia!

  • ¡Sluuuurp, sluuurp! – exclamó engullendo la polla de su marido y succionándola - ¡Qué rica! – exclamó.

  • ¿Te gusta, cariño? - preguntó Mariano.

  • Mucho. Es deliciosa. ¡Me encanta! – dijo entre chupada y chupada, recreándose en succionarla y capturar todo el sabor de la mezcla de mi culo y la pastosa lubricación de saliva y líquido preseminal con que habíamos conseguido embadurnar aquel rabo - ¡Glup! – tragó.

  • Ahora quiero que me la metas en el coño, Mariano – le ordené – Vamos a hacer un juego muy divertido – expliqué – Me follas el coño unos segundos y me la sacas para que Natalia te la chupe. Después me follas el culo y me la sacas para que ella te la vuelva a chupar. Culo-boca-coño-boca-culo-boca, … y así sucesivamente. ¿Entendido?

    No hicieron falta más explicaciones. Estaba claro lo que proponía y ellos estaban encantados de hacer cuanto les pidiese. Y así estuvimos un buen rato, alternando mi culo y mi coño con la boca de Natalia, quien no paraba de elogiarme ante cualquier cosa que dijese o hiciese. Me aseguré de que ella probaba repetidamente la polla de su marido recién salida de mis agujeros y comencé a idear cuál sería la siguiente postura cuando ocurrió algo inesperado.

  • Chicas, me voy a correr – dijo con un poso de tristeza en su voz, como si aquello fuese a poner fin a su intervención en el trío. Lo dijo con voz serena, cosa que significaba que llevaba un buen rato conteniéndose. No era para menos. Realmente no se aguantaba más y tuve que improvisar ante la inminencia de su corrida.

  • ¡Hazlo dentro de mi culo! – le ordené - ¡Méteme sólo el capullo y suelta tu leche dentro!

  • ¡Ahhhh! ¡Ayyyyy! ¡Ahhhhh! – exclamó regándome el ano con su leche, ante la atenta mirada de su mujer. Sentí en mi recto la fuerza de su corrida, en varios y potentes chorros.

  • ¡Goza, Mariano, goza! – le gritó – Que te estás follando a una diosa … - añadió, demostrando una vez más el concepto que tenía de mí.

  • ¡Eso es! – le animé - ¡Toda dentro de mi culito! – le indiqué, mientras resoplaba con su glande dentro de mí – Natalia, exprime su polla. Que no quede ni una gota – ordené.

  • ¡Claro! – exclamó, obediente. Tomó la polla de su marido, aún con el capullo dentro de mi ojete, y la meneó ágilmente desde la base, al tiempo que acariciaba los huevos con la otra mano.

  • ¡Eso es, nena! ¡Muy bien! – exclamé al ver que supo entender lo que le pedía - ¡Exprímela, que todo vaya a mi culo!

  • ¡Joderrrr, chicas! – exclamó Mariano – Me vais a matar de gusto entre las dos … - susurró sacando el capullo de mi trasero.

  • ¡Chúpasela! – ordené – Limpia bien esa polla de lefa y saborea en ella mi puto culo. Natalia se la metió en la boca de inmediato y la mamó con glotonería, al tiempo que su marido gemía de gusto.

  • Cuando termines con su polla – dije permaneciendo a cuatro patas – quiero mi dosis de lefa.

  • ¿Cómo? – preguntó - ¿A que te refieres? – preguntó sacando la polla de su boca y relamiéndose de gusto.

  • Natalia, no pensarás que voy a desperdiciar esa leche calentita que tu marido acaba de echarme en el culo, ¿verdad?

  • Ahhh … ya entiendo … - dijo sonriente – Eres más guarra en la realidad que en tus escenas – añadió, complacida por lo que acaba de proponer.

  • Yo misma me lamería el culo para catar esa lefa, pero no tengo la lengua tan larga – bromeé con tono sarcástico.

  • Ya te la acerco yo – dijo Natalia, lanzándose a comerme el culo. Metió su lengua dentro, buscando la lefa de su marido. La postura no favorecía que rescatase de mi recto algún grumo de semen para llevármelo a la boca. Lo intentó una y otra vez, sin éxito. Separaba mis nalgas con las manos y metía la cabeza entre ellas, una y otra vez, alojando su lengua dentro de mí. Buscaba con desesperación, moviendo circularmente su lengua dentro de mi ano y metiéndomela todo lo dentro que podía. Yo disfrutaba con su pasión y desenfreno y, al propio tiempo, con su incapacidad para recuperar el semen de su marido en mi culo.

  • Espera, que te lo voy a facilitar – dije, cambiando mi postura y poniéndome en cuclillas – ¡Mete tu cabeza debajo de mí y abre bien la boca! – ordené.

    Natalia me obedeció, mientras su marido se recostaba sobre uno de los sofás, sin perder detalle de nuestros jueguecitos. Se tumbó en el suelo boca arriba y dejé caer el peso de mi entrepierna sobre su cara, colocando mi ano justo sobre su boca. Me lo lamió como lo había hechos un momento antes, pero esta vez sí consiguió su propósito porque la postura facilitaba que los grumos de la lefa de su marido se deslizasen por mi recto, hasta que la pastosa mezcla asomó por mi ano.

  • ¡Ahí la tienes, Natalia! – avisé - ¡No pierdas ni una gota!

  • ¡Agggghhhh!, sluuuurp, sluuurp! – exclamó, recibiendo en su boca los grumos de semen.

  • Puedes tragar un poco si quieres, pero deja algo para mí, ¡puta golosa! – dije para calentarla aún más si cabe. Sentía su excitación  en su aliento entrecortado mientras me lamía el culo y dejaba que la corrida pasase de mi ano a su boca. Me incliné hacia delante, poniéndome de rodillas, con su cara aún entre mis piernas y acaricié su coño. De inmediato, dio un respingo y todo su cuerpo se contrajo. Era el momento de trabajarla el conejo – Ahora, ¡dámelo! ¡Comparte esa lefa conmigo! – dije deshaciendo la postura y abriendo la boca para que derramase sobre ella el semen de su marido, previo paso por mi culo y por su boca. Ella me obedeció y situó su boca sobre la mía, entreabriendo los labios y dejando escapar un hilillo sobre mi boca. Después, soltó sobre mí el resto. Lo saboreé por un momento y lo tragué - ¡Glurrrp! – exclamé deslizando la pringosa mezcla por mi garganta - ¡Qué rico, joder! – añadí, sabiendo que mis comentarios la excitarían aún más – No te importa que me la trague yo, ¿verdad? – pregunté con gesto pícaro – Que seguro que tú te habrás tragado litros de la lefa de tu marido, ¿eh, putita? – dije, guiñándola un ojo y relamiéndome los labios de los últimos restos de semen.

  • ¿Estás viendo esto, Mariano? – preguntó visiblemente excitada Natalia - ¡Es increíble! ¡Es una puta diosa!

  • Me alegra que te guste mi regalo – dijo Mariano.

  • ¡Me encanta! – exclamó - ¡Muchas gracias, mi vida!

  • Perdonad que os interrumpa – dije en tono cómico – pero ha llegado el momento de trabajarte el coño, Natalia – expliqué – Porque, querrás que te de un buen repaso ahí abajo, supongo …

  • ¡Sí, sí, sí! – dijo emocionada.

  • Vamos a hacer un sesenta y nueve. ¿Te apetece?

    No hizo falta que me respondiese. Apenas si había terminado la frase y ya me había empujado sobre el sofá para montar la nueva postura. Me tumbé boca arriba y ella encima de mí, colocando nuestras cabezas en nuestras respectivas entrepiernas. Sin más, nos lanzamos a la tarea de devorarnos mutuamente el coño. Natalia tenía un chocho muy cuidado, depilado a la perfección, con labios rosados y clítoris abultado. Era un coño de esos que siempre apetece comer. Lo lamí y lo chupé con la intensidad que me caracteriza, succionando su clítoris y frotándolo con los dedos al tiempo que lamía sus labios vaginales. Después, la follé con la lengua. Hurgué en su interior, sin dejar de pellizcar y acariciar su botón rosado. Ella hacía lo propio conmigo, como si intentase imitarme. Lo hacía bien y me estaba dando bastante placer, cosa que no todas las mujeres saben hacer con una puta tan experimentada, viciosa y exigente como yo. Por un momento, me olvidé de su marido, de que estaba allí para emular escenas del cine porno (y que no estábamos haciendo) y del precio que les cobraría por aquello. Sentí cómo sus caderas aumentaron el ritmo del vaivén con que intentaba facilitarme la comida de coño. Conocía bien qué significaba aquello, más aún si apretaba los muslos encerrando mi cara entre ellos. Se corría. Y me dejé llevar también. La tensión acumulada de toda la noche estalló. Sin dejar de lamernos y follarnos el coño con nuestras lenguas, nos corrimos. Esta vez no hubo palabras, sólo gemidos de placer. Nos quedamos en la misma postura durante unos minutos, sin decir nada. Sólo contemplando nuestros coños, compartiendo en silencio el placer de nuestros orgasmos.

  • Ha sido genial – dijo Natalia, rompiendo el silencio y deshaciendo la postura. Nos sentamos sobre el sofá, junto a su marido - ¿Quieres café, Carolina?

  • Sí, por favor – respondí educadamente, mientras me servía una taza de la cafetera que había dejado sobre la mesa un rato antes. Me acercó un azucarero y una cucharilla que sacó de un cajón lateral – Gracias – respondí.

  • Bueno … - dijo pausadamente - … y ahora hablemos de las escenas que vamos a emular y de la pasta que nos va a costar.

    Y hablamos. Vaya que si hablamos. Largo y tendido. De todas las escenas, posturas, fantasías y fetichismos que ambos querían practicar conmigo. Después de aquello fui contratada en innumerables ocasiones por el matrimonio formado por Natalia y Mariano. Pacté con ellos una escena semanal, reservando cuatro horas por sesión, a razón de 250 Euros por hora. Si la sesión se alargaba, el “taxímetro” corría. Si querían sacarse fotos en acción, 20 Euros la unidad. Si querían grabarlo en vídeo, otros 250 pavos. Ellos se encargaban de la ropa y de elegir la escena porno que querían imitar, que visionábamos juntos primero y recreábamos a continuación.

     Aquella madrugada del mes de Abril de 2.012 logré un doble objetivo: saciar mi ninfomanía, al menos durante unas horas, y conseguir un nuevo y excitante proyecto en que ocupar las lagunas de mi agenda.

    La inmensa mayoría de las escenas que he imitado en estos años con Natalia y Mariano han sido tan excitantes como satisfactorias; y me han hecho sentirme muy feliz de ser tan puta. Algunas merecen un relato para que sepáis los detalles de cómo fueron. Historias sobre las que quizás algún día me anime a escribir.

    FIN

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