miprimita.com

Carolina, la nueva puta del colegio (4)

en Orgías

CAROLINA, LA NUEVA PUTA DEL COLEGIO (4ª Parte).

Al abrir la puerta, apareció ante mí el rostro de una compañera de mi misma clase: Susana. Aunque todos la llamábamos Susi. Había entrado nueva aquel curso y apenas si había tenido relación con ella. Era un chica solitaria, sin amigos, que parecía no haber encajado muy bien en el colegio. Además, no caía muy bien a casi nadie. Siempre estaba retrasando al resto de la clase, preguntando obviedades que era incapaz de comprender y entreteniendo a los profesores, que tenían que explicarla una y otra vez las cosas más sencillas. No era una lumbrera, desde luego, y todos la habían cogido manía, considerando que era ... medio boba. Pero, bien mirada, no era del todo fea. Tenía la cara redonda, con los ojos marrones y una nariz pequeña y algo respingona. Media melena, hasta los hombros, negra, fina y lisa. Casi lacia. En cuanto a su cuerpo, y teniendo en cuenta que apenas superaba el metro y medio, podría decirse que estaba "entradita en carnes". A pesar de vestir siempre ropa holgada (pantalones anchos, faldas hasta los tobillos, jerseys de cuello alto, ...), saltaba a la vista que era de constitución ancha y podía intuirse que bajo aquellas amplias y recatadas prendas se escondían dos buenas tetas y un potente trasero.

Aquel día llevaba un suéter verde de cuello redondo y muy amplio. Una falda color crema que le llegaba casi hasta los pies, con mucho vuelo, y unas sandalias planas. - ¡Qué poco sentido de la estética! Esta chica, arregladita, tendría un pase. Pero con estas pintas de niña cursi y remilgada ... ¿a qué aspira? – pensé. Cerré la puerta mientras ella me miraba fijamente. Lo cierto es que no sabía muy bien cómo comportarme y decidí tantearla a ver si realmente había ido allí a lo que yo pensaba.

Bien ... Tu dirás ... – comenté.

Veras, Carolina, he oído en clase que tú hacías "favores" a los chicos a cambio de dinero y pensé que ... – se detuvo - ... pensé que ... quizás tú ... podrías ayudarme.

Entonces ... eres lesbiana, ¿no? – pregunté.

Bueno, en realidad, no – me dijo para mi asombro. Al ver mi cara de sorpresa, se apresuró a explicármelo – Verás, ya he tenido sexo con chicos, pero creo que ... que también me gustan las chicas. Por eso te dije en mi sms que soy virgen. Lo que quería decir es que aún no he estado con una chica y, por eso, quería saber si tú podrías ayudarme a descubrir si realmente soy ... bisexual.

Me quedé aún más sorprendida que antes de que me ofreciese sus explicaciones. Así que la niña no era virgen de verdad. ¡Joder con la niña! ¡Y parecía tonta!

Verás, Susi, en realidad yo no tenía pensado hacer esto con chicas. Realmente sólo he estado un par de veces con tías – dije pensando en mis dos únicas experiencias lésbicas con mi hermana y con mi propia madre.

Por un momento, dudé. Lo reconozco. Aquella nueva prueba que el destino había puesto en camino, me había hecho dudar. Pero, casi al momento, recuperé mi actitud de puta dispuesta a todo y pensé: - ¡Qué coño! ¡Soy toda una puta hecha y derecha! ¡Seguro que puedo hacer que esta tía insulsa y bobalicona se corra de gusto!

Bien, nena. Hoy es tu día de suerte – dije pensando que mi forma de hablar clara y directa la intimidaría - ¡Siéntate en el retrete que voy a comerte el coño!

¡Vale! – me contestó.

Para mi sorpresa, ella se comportaba con bastante naturalidad y sin demostrar excesiva vergüenza. Mucho más suelta que los chicos que habían pasado por aquellos servicios durante todo el día. Se sentó sobre la tapa del retrete y subió su falda hasta la cintura, mostrándome sus braguitas blancas de algodón. Me puse en cuclillas entre sus piernas y palpé sus muslos. Tersos, suaves y pulcramente depilados. Eso me gustó. Acaricié su entrepierna mientras observaba su reacción. Cuando sintió mis manos, sus piernas se contrajeron en un gesto de placer. A continuación, agarré sus bragas y tiré de ellas hacia abajo. Su conejo apareció ante mí. Tenía el pubis poblado de vello, pero cuidado. En cambio, la entrada de su coño no mostraba pelo alguno. Separé sus labios vaginales y acaricié su botoncito rosado. Volvió a contraerse.

¿Te gusta? – pregunté.

De momento sí. Sigue, por favor – respondió. Continué un rato jugando con su chumino. Acariciándolo y frotándolo con mis dedos. Aquello me estaba gustando también a mí. Recordé cómo el día anterior había estado comiéndole el coño a mi madre mientras me follaban el culo. Poco a poco, empecé a calentarme, hasta el punto de que, finalmente, acerqué mi boca a su conejo y comencé a darle lametones - ¡Me gusta mucho, Carolina!

Los lametones se convirtieron en auténticos morreos con su coño. Ella había colocado sus manos sobre mi cabeza y podía notar cómo me empujaba ligeramente contra su chocho, que empezó a soltar jugos que yo absorvía con rapidez. ¡Joder! ¡Qué buenos estaban aquellos puñeteros flujos! La excitación y el morbo se estaban apoderando de mi. Quizás aquella experiencia no sirviese sólo para que Susi descubriese su bisexualidad. Quizás sirviese también para confirmar la mía.

Yo ya estaba descontrolada, presa de la lujuria y quería descubrir más de aquella chica. Me puse en pié con los labios mojados por sus jugos y la planté un beso en la boca. Ella no sólo me lo devolvió, sino que abrió su boca en busca de la lengua que acaba de salir de su coño. Sobé sus tetas, por encima del suéter, advirtiendo que, efectivamente, estaba bien dotada.

¡Quítate esto! – exclamé levantando su jersey. Ella subió los brazos y yo tiré hacia arriba, sacándolo por su cabeza. Observé sus melones, bajo el sujetador, apreciando el tamaño enorme que éstos tenían, y me lancé contra ellos. Metí mi cara entre aquel par de montañas de carne. Eran muy grandes. Incluso mayores que las de mi hermana. Calculé que sería una 110, mientras la arrancaba el sostén, y mamé sus pezones, grandes y erectos, como si de un bebé lactante se tratara.

¡Carolina! ¡Quiero probar tu coño! – me dijo.

Estoy deseando que lo hagas – respondí. Me hubiera gustado poder hacer un 69 con ella y que las dos disfrutáramos a tope de nuestros respectivos chuminos. Pero, por desgracia, allí no había espacio para adoptar esa postura. Cambiamos de posición y me despatarré sobre el retrete, ofreciéndola mi coño húmedo y caliente. Comenzó a lamerlo sin reparo. Arriba y abajo - ¡Espera! – la ordené. Separé mis labios vaginales con mis manos, abriendo mi cavidad todo lo que pude – Y ahora, ¡fóllame con la lengua!

¡Uhmm! – exclamó al introducir su lengua en mi coño. Una vez que la tuvo en mi interior, la movió circularmente, mientras pellizcaba suavemente mi clítoris. Hizo esto durante unos minutos. Después comenzó a dar envestidas con su lengua, metiéndola y sacándola de mi raja.

¡Sí! ¡Follame con tu lengua! ¡Qué bueno!– exclamé al borde del éxtasis. Noté que el orgasmo estaba cerca y, sopesando que mi misión allí era hacer que se corriese, tuve la suficiente sangre fría como para mandarla parar, a pesar de que me estaba provocando un intenso placer - ¡Para! ¡Detente!

 

Las dos nos incorporamos, poniéndonos en pié. Pude ver cómo por su cara chorreaban los flujos de mi coño. La empujé contra una de las paredes de la cabina y la indiqué que apoyase un pié sobre el retrete. Ella sujetaba su falda con las manos, para que su conejo quedase al aire y ligeramente abierto por la postura que mantenía. Lamí sus labios, su barbilla y sus mejillas, capturando mis propios jugos vaginales, e introduje un par de dedos en su mojado chochete.

¡Voy a follarte con mis dedos hasta que te corras! – le dije con lascivia.

¡Hazme lo que quieras! – exclamó muy excitada.

Empecé a darla caña con mis dedos, follándola con ímpetu. Mientras, con la otra mano sobaba sus carnosas tetazas. Todo ello, sin dejar de besarnos y morrearnos. Tras un par de minutos, empecé a notar cómo sus jugos resbalaban por mi mano. La saqué de su coño y la ofrecí mis dedos completamente bañados de aquellos líquidos. Ella se apresuró a lamerlos y chuparlos con glotonería. Después, volví a introducirlos en su coño. Apenas si la había dado un par de sacudidas más en el chumino, cuando alcanzó el orgasmo.

¡Ya! ¡Me corro! – exclamó con los ojos entreabiertos - ¡Me viene! – dijo acelerando el vaivén de sus caderas - ¡Me corroooo! ¡Qué gustoooo!

¡Eso es, Susi! ¡Córrete! – la dije al ver que se retorcía de placer. Después, se quedo inmóvil, mientras yo sacaba mis dedos de su conejo y los llevaba a mi boca, a fin de limpiarlos de sus jugos. Chupé mis dedos y observé cómo aún respiraba con cierta excitación. Nos miramos fijamente.

Creo que sí, Carolina – me dijo – Definitivamente, creo que soy bisexual. Me has servido de mucha ayuda. Gracias.

Me ha gustado poder ayudarte, pero ... es hora de que me pagues, ¿no crees? – dije aparcando toda emoción y sacando a relucir mi carácter de zorra calculadora.

¡Ah! ¡Sí! – exclamó como si se hubiera olvidado de ello – ¡Lo siento! Aquí tienes – dijo dándome 15 Euros que sacó de un bolsillo lateral de su falda.

Si has quedado satisfecha, puedes volver cuando quieras – le dije mientras volvía a ponerse el suéter.

Vale – aceptó sonriente – Nos vemos en clase. Hasta luego.

Adiós, Susi – dije abriendo la puerta y dejándola salir de allí.

Me senté sobre el retrete intentando asimilar todo lo ocurrido. El cuerpo de Susi me había encandilado. Era atractiva, aunque lo disimulase con aquellas ropas y esa actitud de adolescente simplona. Pero, a la hora de la verdad, en plena acción, se había portado como una campeona. Desde luego, el concepto que tenía de ella hasta entonces había cambiado radicalmente. Fue en ese momento cuando empezó a fraguarse en mi mente una idea sobre ella. Más que una idea, era un plan. Un plan morboso y excitante que más tarde desarrollaría. Ahora estaba demasiado cansada. Miré el reloj. Las dos y media. Aún tenía tiempo para salir de allí sin ser vista por nadie, ya que las clases no empezaban hasta las tres. Decidí hacer "pellas" aquella tarde e irme de compras al centro. Me lo había ganado a pulso, después de tanta "marcha". Me quité la bota donde había estado echando todo el dinero a lo largo del día. Quería ver mis ganancias. Fui sacando billetes al tiempo que los contaba. ¡80 Euros! ¡Menuda recaudación! Me puse el tanga y me coloqué la ropa. Ya en los lavabos, intenté asearme como pude y salí de allí, después de comprobar que el patio aún seguía desierto y nadie podría verme.

Caminé con paso firme y ligero hasta una de las puertas del patio, situada en una de las vallas exteriores del colegio y que comunicaba directamente con la calle. Creía haber alcanzado ya la puerta cuando una voz sonó a mi espalda.

¡Señorita Fernández! – exclamó alguien desde la caseta del portero. Por cierto, aún no he comentado que ese es mi apellido: Fernández. Tiempo después descubriría que, en realidad, aquel era el segundo apellido de mi madre. Mientras que su primero, yo lo llevaba por segundo. Según pude saber años más tarde, esa es la costumbre habitual a la hora de inscribir un nacimiento cuando el padre es desconocido. Y con la profesión de mi madre, ¡como para saber quien la había dejado preñada!

¡Qué! – contesté mientras me giraba para comprobar que era el portero del colegio quien me había llamado. Era un tipo bajito y cincuentón, siempre ataviado de forma impecable con el típico traje que suelen llevar los ordenanzas y los bedeles.

Señorita Fernández, el director quiere hablar con usted – me dijo con educación intachable. Siempre llamaba a los alumnos por su apellido y con tratamiento de usted.

¿Para qué? – pregunté sorprendida, mientras me acercaba a la caseta.

Eso no lo sé – me contestó al tiempo que descolgaba un teléfono - ¿La hago subir? – preguntó. Tras un breve silencio, volvió a decir: - Sí, señor director. Va para allá – dijo colgando el auricular – Acompáñeme, señorita.

A continuación, salió de la caseta y me condujo hasta una pequeña puerta de servicio en la que nunca antes había reparado. Sacó un manojo de llaves y abrió. Tras la puerta se apareció ante nosotros una estrecha escalera cuya existencia desconocía. Supuse que formaba parte de un ala del edificio al que sólo tenían acceso profesores y empleados.

Suba por esta escalera hasta la última planta – me indicó – Después, siga el pasillo hasta el final. Allí hay un vestíbulo que da acceso al despacho del señor director.

Atravesé la puerta y él la cerró tras de mí. Comencé a subir las escaleras mientras trataba de imaginar qué podía querer el director. Y precisamente ese día. Nunca antes había estado en su despacho, al que sólo llevaban a los alumnos problemáticos, rebeldes y con malas notas. Por un momento pensé que quizás hubiera descubierto mis prácticas durante aquel día. Pero ... ¿cómo? Era imposible. Nadie me había visto entrar o salir de los servicios de los chicos. Había tomado todas las precauciones para no levantar sospechas ni en los profesores ni en los empleados. - ¡No! Será otra cosa – pensé mientras continuaba subiendo las escaleras.

Subí los cinco pisos que conducían al pasillo que me había indicado el portero, y caminé hasta el final del mismo. Allí se encontraba la puerta del despacho del director. Respiré hondo, me abroché la blusa hasta el cuello y bajé todo lo que pude mi minifalda. No quería que el director me viesa enseñando tanta carne. La puerta estaba entreabierta. Toqué con los nudillos.

Pasa – dijo el director – Te estaba esperando.

Buenas tarde, señor director – dije entrando en el despacho. Él estaba de pié, dándome la espalda, y situado frente a un amplio ventanal desde el que podían contemplarse el patio y los campos de fútbol y baloncesto. Don Alfredo, que así se llamaba, era un tipo de unos cuarenta y tanto años, con una calva incipiente, alto y corpulento.

Puedes sentarte – me dijo sin volverse. Obedecí mientras echaba un vistazo a aquella estancia, hasta entones desconocida para mí. Estaba decorada impecablemente con muebles de madera color cerezo. Había varias estanterías plagadas de libros, un sofá de piel marrón y la típica mesa de despacho, amplia y llena de carpetas y papeles.

¿Para qué quería verme? – pregunté tímidamente y con cierta expectación.

Veras, Carolina ... – me dijo mientras se giraba y se acercaba a la mesa – Parece ser que has tenido una mañana algo ajetreada.

Sí ... verá ... es que no me encontraba bien. Creo que estoy enferma – expliqué – De hecho, me iba a casa ... cuando me ha llamado el portero.

Ya ... – dijo añadiendo suspense al asunto. Supuse que los profesores le habrían contado que me había saltado una clase y que me había ausentado de otras dos - ¿De verdad crees que tus actividades iban a pasar inadvertidas para mí? – Me preguntó mirándome a los ojos y con gesto serio.

No sé a qué se refiere – se me ocurrió decir. Negarlo fue mi primera reacción. Pero, era evidente que me había descubierto. Cuando creía que ya nada podría avergonzarme, descubrí que mi rostro se estaba enrojeciendo por momentos. Me había ruborizado al ser descubierta, en evidente prueba de mi culpabilidad.

Vamos, Carolina. ¿Me tomas por tonto? – dijo sin dejar de mirarme fijamente – Te has pasado horas en los servicios del patio mientras entraban y salían chicos de allí. Bueno, en realidad, no sólo chicos ... ¿Acaso vas a negar que has tenido relaciones sexuales con todos ellos?

Ahora todo encajaba. Me había pillado con las manos en la masa y había mandado llamarme para ponerme de patitas en la calle. En realidad, era lo que me merecía. Había estado jugando con fuego y me había quemado. Bajé la mirada y guardé silencio esperando el inevitable veredicto: la expulsión.

¿No vas a decir nada? – me preguntó. Permanecí en silencio. ¿Qué podía decir? ¿Cómo justificar aquello? No se me ocurría nada – Verás, Carolina, este centro vive de su prestigio. Si la gente se entera de que una alumna de 16 años se está prostituyendo en el colegio, podría armarse una buena y nuestra reputación caería en picado – me explicó pacientemente y con tono suave – Ello por no hablar de los problemas con la Justicia. Sería un desastre para este colegio. Y también para mí ... ¿no crees?

Sí ... supongo que sí – dije confirmando todo cuanto iba diciendo – ¡No lo volveré hacer! – intenté a la desesperada - ¡Nadie se enterará de lo que ha pasado! ¡Se lo juro! Pero ... no me expulse ... por favor – supliqué.

¿He dicho yo que vaya a expulsarte? – me dijo mostrando por primera vez una leve sonrisa – Lo único que pretendo es proteger el colegio y su prestigio. Mira, Carolina, lo que no puedes hacer es tirarte a medio colegio en los servicios del patio, y pensar que vas a pasar desapercibida. Podrías ser descubierta en cualquier momento y eso dispararía las alarmas.

Aquello sí que me había descolocado por completo. No sólo no me había expulsado inmediatamente sino que, además, me daba consejos. ¿Qué estaba pasando? Siempre le había tenido por un educador prudente y conservador. Le miré estupefacta por lo que me estaba diciendo. Él abrió un cajón de su mesa y sacó un pequeño objeto que colocó sobre la mesa. Era una llave. A continuación, la empujó lentamente con un dedo hasta el otro extremo, dejándola frente a mí. ¿Qué pretendía con aquello? ¿Qué significaba? Ahora sí que no entendía nada.

Esto es para ti – me dijo – Su anterior propietaria, tu hermana, me la ha devuelto esta mañana, cuando me ha dicho que abandonaba el colegio para "trabajar" con vuestra madre – me explicó. Cuando pronunció la palabra trabajar, hizo un inequívoco gesto con sus manos indicando las comillas.

¿Cómo? No entiendo ... – dije sorprendida.

Además – prosiguió - me ha dicho que tú ibas a ser su continuadora. Mira, cuando descubrí lo de tu hermana no me pareció del todo bien, pero soy consciente de que el colegio está lleno de adolescentes cargados de testosterona. Y tener a alguien como tu hermana, o como tú ahora, puede resultar muy positivo – me explicó – Los chicos necesitan desahogarse y vosotras les ofrecéis lo que ellos buscan: sexo fácil, rápido y sin compromisos. Eso no sólo les sirve para desfogarse sino que contribuye a que estén más centrados y tranquilos. Las primeras semanas, habrá un revuelo alrededor tuyo. Igual que pasó con tu hermana. Pero, luego, todos se acostumbrarán a tus servicios y lo verán como algo normal. Algo de lo que pueden servirse para pasar un buen rato. ¡Joder! ¡Pero si hasta he comprobado que ha subido la nota media de todos ellos!

¿Quiere decir que no le parece mal que siga con ... con ... esto? – le pregunté aún sin saber muy bien si aquello era real o lo estaba soñando.

Por supuesto que me parece bien – me dijo – Es más, te pido que sigas adelante. Tal como has hecho hoy. Espero que seas tan buena como tu hermana y puedas tener contentos a todos – sentenció. En ese momento, puse la mirada sobre la llave que continuaba en la mesa.

¿Y la llave? – pregunté - ¿Para qué es?

¡Ah, sí! ¡La llave! – continuó – Esta llave abre un cuarto que hay al final de los vestuarios de los campos de fútbol. En él se almacenan balones, equipaciones, banderines ... Ya sabes, para los entrenamientos – me explicó – Sólo se utiliza por las tardes, a partir de las seis. No es muy grande, pero sí lo suficiente como para que puedas atender a todos los alumnos allí, sin llamar la atención de nadie, ni tener que estar jugando al gato y al ratón con todo el mundo. Tiene hasta una ducha que puedes utilizar después de ... de ... ya sabes – me dijo como si le diese reparo utilizar expresiones como follar o chupar pollas - Ah, por cierto, a partir de ahora puedes faltar a clase siempre que quieras. Ya me ocuparé yo de cubrirte las espaldas ante los profesores.

¿En serio? – pregunté sin salir de mi asombro. Lo que me estaba ofreciendo era un chollo. Un cuarto a mi disposición para atender a la clientela. ¡Era increíble! Y mi hermana había estado utilizando aquel sitio durante todo este tiempo. Y no me había dicho nada.

¡Claro! – exclamó – Pero ... para disfrutar de estos privilegios antes deberás comprometerte a un par de cosas ... Verás, Carolina, creo que lo que te estoy ofreciendo es muy interesante para ti. Pero, necesito algo a cambio ... – me insinuó.

En seguida creí entender a lo que se refería: quería que le hiciese un "trabajito". Seguro que mi hermana se lo había camelado así. - ¡Joder! ¡Qué cabrón! ¡Lo que quiere es aprovecharse de mí! – pensé. En fin ... si esa era la única forma de salir airosa de aquella situación ... Ya me había mentalizado de que lo quería era disfrutar de mi cuerpo, cuando volvió a sorprenderme con sus explicaciones

Como sabrás, a menudo tengo que organizar encuentros y reuniones con directores de otros centros. Incluso con rectores y decanos de Universidades, Facultades y Escuelas Universitarias de todo el país – me explicó – Tengo también contactos políticos con personalidades del Ministerio. Bueno, en resumen, ... a veces estas reuniones se convierten en fiestas de otro tipo ... Tú ya me entiendes, ¿verdad? – me preguntó – Es frecuente que se soliciten ciertos servicios profesionales de jovencitas dispuestas a todo. Se te pagará, por supuesto. Estas personalidades y alto cargos pueden ser muy generosos ... siempre que queden satisfechos. Tu hermana aceptó mi proposición y pudo así disfrutar de los privilegios que le ofrecía. ¿Y tú? ¿Aceptas?

¡Sí! – contesté rotundamente y sin duda alguna. Extendí mi brazo, recogí la llave y la guardé en mi bolso. Aquella proposición no había ni que pensársela. Suponía la oportunidad de moverme con libertad por el colegio, disfrutando de privilegios que nadie más tenía y facilitando mi nueva condición de puta "oficial". Y además, me ofrecía una trabajo de puta en toda regla, con tipos adinerados y de categoría. Era demasiado tentador para rechazarlo.

¡Chica lista! – exclamó cuando vio que aceptaba sin dudarlo – Pero, aún hay otra cosa ... – me dijo sonriente – Tendrás que estar disponible para mí siempre que te lo pida.

Lejos de sorprenderme, ya me había hecho a la idea de que no saldría de allí sin echar un polvo. Una vez superados los peores temores que anunciaban mi inmediata expulsión, supuse que mis visitas a aquel despacho serían frecuentes a partir de ese momento. Casi instintivamente, volví a recuperar mi recién estrenada personalidad de puta descarada.

No hay problema – respondí – Pero, ¿va a ofrecerme todo esto sin comprobar si soy buena? – le pregunté mientras me ponía en pié – Creo que antes debería probar la "mercancía", ¿no?

¡Buena idea, Carolina! – exclamó con entusiasmo mientras se desabrochaba el cinturón. Me acerqué a él rodeando la mesa. Él continuaba sentado sobre su sillón. Era uno de esos que tienen ruedas y que son giratorios. Tenía las piernas ligeramente separadas, circunstancia que aproveché para colocarme entre ellas situando mi pecho a escasos centímetros de su cara, al tiempo que desbrochaba mi blusa - ¡Vaya par de tetitas! – exclamó al contemplarlas.

Si tanto le gustan, ¿a qué espera para comérmelas?

¡Ñam! ¡Ñam! – exclamó mordisqueando mis pezones una vez que hubo bajado el sujetador. Sus manos palparon mi culo, aferrándose con fuerza a mis carnosas nalgas. Mi faldita ya estaba otra vez subida hasta arriba, casi en mi vientre, y una de sus manos frotó mi clítoris. Apartó el tanga hacia un lado e introdujo su dedo corazón en mi interior. Después, comenzó a meter y sacar su dedo de mi coño, como si pretendiera masturbarme. Todo ello sin dejar de devorar mis tetas.

¡Señor director! – exclamé al sentir cómo jugaba con mi conejo - ¡Qué bien lo hace! Si sigue así, conseguirá que me corra – le dije. Entonces me aparté de él medio metro. Él me miró, con un gesto de lujuria que nunca antes hubiera imaginado en aquel respetado educador – Es hora de que le coma la polla, ¿no cree? – le pregunté adoptando el gesto más desvergonzado y pícaro que pude.

¡Sí! – exclamó. Sin levantarse de su asiento, se bajó los pantalones y los calzoncillos hasta los tobillos, dejándome ver su polla, aún algo flácida. Me puse en cuclillas y cogí su verga, mientras él respiraba de forma acelerada.

¡Bonita polla, señor director! Seguro que mi hermana la conoce muy bien, ¿verdad? – le dije. Al momento, acerqué su capullo a mi boca y comencé a lamerlo. Casi al instante su polla empezó a ganar vigor, y para cuando quise metérmela dentro ya estaba tan dura como el acero. La mamé durante unos minutos, mientras él jugaba con mi cabello, enredado entre sus dedos. Podía sentir su respiración acelerada mientras se deslizaba entre mis labios. Entonces, dio un respingo en su asiento y se puso en pié. Yo seguía en cuclillas con la polla en mi boca.

¡Ponte de rodillas! – me ordenó.

Obedecí sin sacar su polla de mi boca. Cuando me hube colocado como él quería, tomó mi melena con fuerza, recogiéndola con una mano, justo por detrás de mi cabeza, como si de una coleta se tratara. Y entonces empezó a mover su pelvis y sus caderas lentamente, haciendo que su rabo entrara y saliera de mi boca con cada envestida. Al sujetar con fuerza mi cabeza ya no era yo quien llevaba el control de cuanta polla quería meter o sacar de la boca. Él seguía aumentado el ritmo, y cada vez las envestidas eran más violentas y profundas. Cuando su cipote entraba dentro, podía sentir el glande chocando contra mi garganta y los testículos golpeando mi barbilla. Y cuando retrocedía, su capullo salía unos centímetros de mi boca. Me di cuenta de que ya no estaba haciéndole una mamada. Aquello era otra cosa. Algo que aún no había experimentado antes. El señor director me estaba ... ¡follando la boca!

¡Glurp! ¡Glurp! ¡Glurp! – era el ruido que mi garganta producía. Él permanecía en silencio, limitándose a bombear sobre mi boca. Una mezcla de saliva y líquido preseminal descendía por las comisuras de mis labios, sin poder hacer nada para evitarlo. Aquello, lejos de desagradarme, era muy morboso y placentero. Continuó follándome la boca hasta que, de repente, frenó en secó sus envestidas apoyando su capullo en mi lengua. Se llevó una mano a los huevos, después de soltar mi melena y empezó a eyacular dentro de mi boca. Varios fueron los disparos que pude sentir en mi campanilla. Tragué, como siempre, apreciando el dulce sabor de su leche y, después, lamí su capullo en agradecimiento por aquella nueva experiencia que me había regalado. Pensé que, después de todo, sí era el gran educador que siempre había creído. Al menos a mí me acaba de enseñar una cosa nueva: a follar por la boca.

¡Señor director! ¡Se ha corrido sin probar mis otros agujeros! – le dije pensando que quería examinar toda la "mercancía". Él se había desplomado sobre el sillón y su polla volvía a estar flácida.

¡Ya tendré tiempo de probarlos! – me contestó mientras respiraba profundamente y entre jadeos – Ahora, ¡vete! – me ordenó – Y cumple tu parte del trato.

No se preocupe. Cumpliré – aseguré al tiempo que recolocaba mi ropa y salía a toda prisa de su despacho.

 

Ya en las escaleras, quise gritar de alegría, pero me contenté con lanzar una sonora carcajada. Bajé las escaleras a toda prisa con una sonrisa en los labios. Aquel primer día como puta "oficial" del colegio había sido un éxito. Todo había salido a pedir de boca. ¡Mejor imposible!

 

Continuará ...

Mas de agosto10

Buscando mi récord en un día (pollas 24 a 28).

Mi sobrina (8 - El dilema de Mamen).

Buscando mi récord en un día (pollas 21 a 23).

Buscando mi récord en un día (pollas 14 a 20).

Buscando mi récord en un día (pollas 8 a 11)

Buscando mi récord en un día (pollas 12 y 13)

Buscando mi récord en un día (pollas 1 a 7).

Buscando mi récord de pollas en un día (Prólogo).

Saciando mi ninfomanía (4ª parte y final).

Saciando mi ninfomanía (3ª parte).

Un trabajito muy especial (3).

PUTA LA MADRE, PUTA LA HIJA (6ª parte).

Puta la madre, puta la hija (5ª parte)

Mi sobrina (8).

Puta la madre, puta la hija (4ª parte).

Puta la madre, puta la hija (2ª parte)

Puta la madre, puta la hija (3ª parte).

Puta la madre, puta la hija (1ª parte).

Mi sobrina (7).

Saciando mi ninfomanía (2ª parte).

Saciando mi ninfomanía (1ª parte).

MI SOBRINA (6ª parte).

Mi sobrina (5).

Mi sobrina (4)

Mi sobrina (3)

Mi sobrina (2)

MI SOBRINA (1ª parte).

Así comencé en el porno (2)

Así comencé en el porno (1)

Putas callejeras (1)

Caroina y Susi: el reencuentro (2)

Un trabajito muy especial (2)

Un trabajito muy especial (1)

La entrevista a carolina: soy puta, pero no tonta

Carolina y Susi: el reencuentro (1)

Carolina, la nueva puta del colegio (7 y epílogo)

Carolina, la nueva puta del colegio (6)

Orgía de Carolina con los lectores de todorelatos

Carolina, la nueva puta del colegio (5)

Carolina, la nueva puta del colegio (3)

Carolina, la nueva puta del colegio (1)

Carolina, la nueva puta del colegio (2)

Tres putas en casa (6)

Tres putas en casa (5)

Tres putas en casa (4)

Tres putas en casa (3)

Tres putas en casa (2)

Tres putas en casa (1)