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Orgía de Carolina con los lectores de todorelatos

en Orgías

LA ORGÍA DE CAROLINA CON LOS LECTORES DE TODORELATOS.

Cuando comencé a narrar mis aventuras, nunca imaginé que éstas podrían alcanzar semejante éxito. Las diferentes entregas de mi iniciación en el sexo y en el mundo de la prostitución han sido acogidas por los lectores de forma muy positiva: buenos comentarios y magníficas valoraciones. De este modo, varios de mis relatos se han colocado en el top 100 de la página y, dentro de la categoría de "orgías", ocupan los primeros puestos. Ello por no hablar de los más de 100 e-mails que he recibido en apenas unas semanas. Todos ellos alabando mi trabajo y mostrando su admiración hacia Carolina, lo que me hace sentir doblemente orgullosa, ya que además de escribir los relatos, soy la protagonista de los mismos.

A mis 28 primaveras recién cumplidas, nunca pensé que las historias de mi adolescencia llegasen a gustar tanto. Ha pasado mucho tiempo desde mis inicios en el sexo y en la prostitución, y con mis relatos he querido haceros cómplices de lo feliz que he llegado a ser gracias a mi insaciable ninfomanía. Puedo avanzaros que hoy en día soy una de las putas mejor pagadas de Madrid, y que a pesar de que siempre he pensado que tengo una vida maravillosa y llena de satisfacciones, mi cuerpo y mi mente necesitaban recordar aquellos tiempos en los que todo esto tuvo su origen. Por eso, comencé a narrar mi vida, empezando por la época en que tan sólo era una adolescente de 16 años, como un ejercicio personal. Para mi propio disfrute. Evocando aquellos tiempos en que descubrí lo que más tarde se convertiría en el centro de mi vida, mi única obsesión y el objeto de mi amada profesión: el sexo.

Pero vosotros, los lectores, con vuestras muestras de apoyo y admiración, me habéis hecho descubrir una nueva fuente de placer y satisfacción. ¡Cuántas veces habré imaginado que os masturbabáis mientras leíais mis aventuras en el colegio o junto a mi madre y mi hermana! He imaginado que vosotros, chicos, os empalmabais con los primeros párrafos y que a la mitad del relato teníais la polla fuera de los pantalones y os la meneabais enérgicamente, recreando mentalmente mi cara, mi cuerpo, mi descaro y mi insaciable ninfomanía. Y os he imaginado derramando vuestra leche caliente en cara de la puta e hija de puta que soy. ¡Y qué decir de vosotras, queridas lectoras y amigas mías! Os he imaginado con los pezones erectos y el chumino encharcado presa de la excitación y la lujuria. Casi podía saborear vuestros jugos resbalando lentamente por mis labios, después de regalaros una sabrosa comida de coño. ¡Ahhh! ¡Cuántas veces me habré metido los dedos en mi cálida raja y me habré masturbado pensando en todos vosotros!

¡Os debo tanto, queridos amigos! A pesar de que he procurado contestar vuestros e-mails para daros las gracias por todo, siento que, aún así, he contraído una deuda con vosotros. Que mis palabras no son suficiente recompensa para lo que habéis provocado en mí. Por eso, hace unos días me di cuenta de que quizás pudiera hacer algo que realmente os demostrase mi eterna gratitud. A través del correo electrónico, muchos de vosotros y vosotras, manifestabais el deseo de conocerme en persona. Fue entonces, hace unos diez días, cuando en mi calenturienta mente comenzó a fraguarse una idea: quedar con mis lectores y agradecerles personalmente sus muestras de apoyo y admiración. Cuando hablo de agradecimiento personal, no me estoy refiriendo a darles una palmadita en la espalda, sino a ofrecerles lo mejor de mí: mi cuerpo y mis habilidades. Cuando esta idea se me cruzó por la mente, me puse cachonda como una perra en celo.

¡Follar con mis lectores! ¡Qué idea más excitante! – exclamé mientras releía uno de vuestros e-mails.

La cuestión era cómo llevar a cabo aquella magnífica idea. Pensé en ir citándome en persona con los lectores. Uno a uno. Y así poderles dedicar toda la atención que se merecen. Desgraciadamente, tuve que desechar esa idea. Tengo una agenda bastante apretada porque, como ya he dicho, en la actualidad soy una de las putas más solicitadas de la ciudad. Además, mi trabajo en casa con mamá y Alicia me tiene bastante atada, ya que es raro el día que recibamos a menos de 10 clientes. Eso sin contar el día en que hay un grupo. Ya sabéis, despedidas de solteros y fiestas privadas. Así, decidí que lo mejor sería reservar un solo día para juntar a un grupo de lectores.

Domingo 11 de Septiembre. Ese era el día elegido. Quizás fuese un poco precipitado, pero no podía esperar a poner aquel excitante plan en marcha. Lo primero que hice fue no conceder ni una sola cita para ese fecha. A parir de ahí, tenía que proponérselo a los lectores. Por cuestiones de practicidad, me vi en la obligación de eliminar a los lectores del otro lado del Atlántico. Quería conocerlos a todos, pero estaba claro que desde México, Colombia, Uruguay, Argentina, Chile, Venezuela, etc ... no podrían acudir a una cita con tanta premura. Del mismo modo, me apetecía que algunas de mis asiduas y queridas lectoras hubieran participado en la orgía, pero creí oportuno no comentarles nada. No sabía si la cosa iba a funcionar como había planeado, y tampoco quería rizar el rizo, y que el plan se fuese al traste. Por eso, decidí centrarme sólo en los hombres residentes en España.

Eso reducía la lista a 30. Tenía que hacer una pequeña selección ya que, aunque me sobro y me basto para dejar secos a 30 tíos en una tarde, pensé que los lectores se merecían algo más "íntimo". Les envié un e-mail a todos ellos proponiéndoles mi idea. Algunos se echaron para atrás y otros manifestaron su imposibilidad de estar en Madrid el Domingo 11. Sólo quedaba la mitad. Pero quince aún eran demasiados para lo que yo había planeado. Finalmente, decidí que cinco era un número aceptable para podernos conocer a fondo y follar como Dios manda. De entre los quince que estaban dispuestos, tuve que elegir a cinco. Pensé en pedirles que me enviaran una foto y elegir a los más atractivos. En seguida, me di cuenta de mi error y deseché ese injusto criterio de selección, ya que el aspecto físico de ellos no era lo que me había hecho organizar aquello. Quería agradecerles su apoyo y su lealtad hacia mis relatos, y su belleza no había influido en ello, sino sus palabras de sincera admiración. Además, ya sabéis que yo disfruto con cualquier polla, tanto si es la de un adonis, como si es la del Jorobado de Notre-Dame. Así que ... los elegí al azar. Escogí a cinco sin ningún criterio. Cinco cualquiera. Redacté un e-mail que me sirviera para todos ellos y se los fui enviando. Decían así:

Hola, amigo. Finalmente te he elegido a ti, junto a otros cuatro lectores, para montar una orgía conmigo. Siempre has manifestado tu deseo de conocerme ... pues ... ¡esta es tu oportunidad! Estoy deseando que llegue el Domingo para pasar una tarde de sexo sin límites.

Te espero junto a la estatua de Alonso Martínez, en la plaza del mismo nombre. A las seis en punto de la tarde. Lleva un periódico en la mano, así podré reconocerte. ¡No me falles!

Besos.

Carolina.

El Viernes 9 recibí la confirmación de todos ellos. Ya sólo quedaba esperar al Domingo. No obstante, para conocerles mejor, hice una pequeña lista con los datos que ellos mismos me habían ofrecido en su correos:

Julián, de Zaragoza. 45 años. 1,75. Moreno.

Alex, de Bilbao. 23 años. 1,85. Rubio.

Fernando, de Madrid. 37 años. 1,80.

Iván, de Valencia. 24 años. 1,85. Moreno.

Javi, de Madrid. 27 años. 1,80. Moreno.

Obvié otros datos, como la profesión, el estado civil o si tenían hijos o no. Ese tipo de información, poco me importaba. En realidad, lo que quería era identificarles llegado el momento. Durante el Sábado, crucé con ellos varios e-mails, en los que todos se mostraban ansiosos por conocerme. Lo cierto es que yo estaba más impaciente aún que ellos. No podía esperar a que llegase el Domingo para agradecerles su apoyo hacia mis relatos y hacia mí, como escritora de los mismos. Sabía que tenían una imagen preconcebida de mí, que yo misma les había hecho formarse con las aventuras de la putita colegial que tanto les habían gustado. No quería decepcionarles, así que debía mostrar todas mis habilidades para que se fueran satisfechos y orgullosos de haber podido follar con la escritora de relatos más puta de todo Internet.

Por fin llegó el gran día: Domingo 11 de Septiembre. ¡Joder! ¡Qué despiste! ¡No había caído! Era el 4º aniversario de los atentados sobre las torres gemelas y el Pentágono. No es que fuese una fecha para celebrar, ni mucho menos. Pero supuse que a partir de entonces el 11-S tendría para mí un doble significado porque, lo cierto es que estaba dispuesta a hacer que aquella fecha quedase grabada para siempre, no sólo en mi memoria, sino también en la de cinco de mis más fieles lectores. Y no sería de infausto recuerdo, como el del 2.001, sino que sería la experiencia sexual más salvaje, enriquecedora y placentera de sus vidas.

El sábado por la noche había "trabajado" hasta altas horas de la madrugada y me levanté casi a las dos de la tarde. Después de comer, empecé con las rutinas propias de toda puta que se precie: un enema, una larga y reparadora ducha y maquillaje para la ocasión. Cepillé mi larga melena rubia y me dispuse a elegir la ropa con la que aparecería ante mis queridos lectores. ¿Qué mejor que aquellas ceñidas y escasas prendas que siempre llevaba en mis relatos? Me decidí por una minifalda blanca de poco más de un palmo de larga, una camiseta de tirantes roja con el número 69 dibujado en el frontal, y un práctico y diminuto tanga rojo. Como la faldita era algo transparente, el tanga podía intuirse bajo la tela. ¿Sujetador? ¿Para qué? No tendría puesta aquella camiseta ni media hora en toda la tarde. Así que decidí suprimir el sostén. Quería impactarles desde el principio y sabía por experiencia que la primera impresión es la más importante. Combiné aquel conjuntito con unos zapatos de plataforma con tacón de aguja de 12 centímetros, de color cristalino, casi transparentes. Sólo mido 1,57 pero con aquellos taconazos casi alcanzaba el metro setenta. Me miré al espejo y me gusté. Me gusté porque cualquiera que me viera vestida así, en seguida pensaría que era una golfa. Eso es exactamente lo que era (y que soy) y exactamente lo que quería que mis cinco lectores pensasen nada más verme.

Como habréis supuesto, sigo viviendo con mi madre y mi hermana Alicia. No quiero desvelar mucho sobre esta situación, ya que de lo contrario estaría destripando los próximos relatos de las series "Tres putas en casa" y "Carolina, la nueva puta del colegio". Relatos que sólo he abandonado momentáneamente para haceros partícipes de esta aventura con cinco lectores de Todorelatos. Pero sí puedo avanzar que hace años que mi madre vio cumplido su sueño de convertir nuestra casa en un burdel, con ella misma y sus dos hijas trabajando juntas.

En un primer momento había pensado llevar a los cinco elegidos a mi casa. Pero, lo cierto es que mamá y Alicia tenían trabajo aquella tarde de Domingo. De ahí que los hubiera citado en la céntrica plaza de Alonso Martínez, en la confluencia de las calles Sagasta, Génova y Santa Engracia, del madrileño barrio de Chamberí. La razón de citarlos allí no era otra que unos años antes mi hermana y yo habíamos adquirido un pequeño piso a tan sólo unas manzanas de distancia de nuestro lugar de encuentro. Ya os he dicho que Alicia y yo nos habíamos convertido en dos de las más solicitadas putas de alto-standing de la ciudad y, la verdad, habíamos ganado bastante dinero. Aquel piso era sólo una inversión, ya que seguíamos viviendo en la casa-burdel-puticlub de mamá, aunque también lo teníamos equipado para recibir clientes cuando las circunstancias lo exigían.

Tomé un taxi desde mi casa hasta nuestro lugar de encuentro, mientras trataba de tranquilizar mis nervios. Tenía que estar a la altura que ellos esperaban de mí. A mi favor jugaban una serie de factores como el hecho de que desde que tenía 16 años, había adquirido mucha experiencia. Ahora tenía muchas más tablas y profesionalidad que en la época de las aventuras de mis relatos de puta adolescente. Había probado cientos de experiencias, posturas increíbles y excesos sexuales que rayaban en la aberración. Por eso, a pesar de mis nervios por gustarles y dejarles satisfechos, en el fondo sabía perfectamente que era difícil no lograr mis propósitos. Era algo así como el miedo escénico de los actores justo antes de que se abra el telón: aunque saben que todo va a ir sobre ruedas, siempre les queda ese "gusanillo" en el estómago.

Miré el reloj. Las seis y diez. Llegaba unos minutos tarde. Indiqué al taxista que parase unos metros antes de la plaza. Le pagué y bajé del taxi mientras intentaba distinguir si mis cinco lectores habían acudido a la cita. Forcé la vista y vi a un grupo de hombres que charlaban entre sí, pero desde allí no podía distinguir si llevaban los periódicos en la mano. Me acerqué lentamente sin dejar de mirar hacia la estatua del creador de nuestro Código Civil. Cuando atravesaba el paso de peatones de Santa Engracia, conseguí distinguirlos. ¡Sí! ¡Allí estaban! ¡Con sus periódicos en la mano, tal y como les había indicado! Aunque llevaba años ejerciendo la prostitución y había logrado controlar y manejar parte de mis instintos naturales, como retardar el orgasmo, no pude evitar sentir un especial morbo ante aquella situación. De repente, los nervios me traicionaron, y noté que de mi coño manaban abundantes flujos. El corazón se me aceleró por momentos y tuve que respirar profundamente para lograr calmarme.

Cuando estaba a unos veinte metros del monumento, pude distinguir cómo charlaban entre ellos, mientras giraban sus cabezas a un lado y a otro en espera de mi llegada. Uno de ellos hizo un gesto de decepción por mi tardanza. Seguro que a más de uno se le estaba pasando por la cabeza la idea de que todo fuera una broma. Un engaño que truncaría sus esperanzas de conocerme y disfrutar de mis encantos.

De pronto, uno de ellos me vio. En seguida advirtió a los otros de mi presencia, señalándome periódico en mano. Todos me miraron con una sonrisa en la cara mientras me acercaba caminando sobre los infinitos tacones de mi zapatos. Empezaba la función.

Hola chicos – les dije sonriendo – Veo que habéis traído los periódicos tal y como os dije.

Sí – asintieron varios.

Bueno ... ¿no vais a presentaros? – les dije con picardía a sabiendas de que mis coqueteos les calentarían más aún de lo que ya lo estaban con mi sola presencia.

Yo soy Alex – se anticipó el rubio. Era un tipo grandullón, como me había dicho, y bien parecido.

Encantado, Alex – dije acercándome y dándole un beso en cada mejilla. Aproveché el acercamiento para tocarle un brazo con mi mano y que mi vientre se topase contra su paquete – Este tiene buena polla – pensé.

De inmediato, los otros cuatro se presentaron dándome también dos besos cada uno. Julián y Fernando estaban entraditos en años y algo fondones. Iván, el valenciano, llevaba el pelo muy corto, casi rapado, y se le veía fuerte y atlético. Alex y Javi eran los más atractivos, aunque, en líneas generales, ninguno había mentido sobre su edad y su aspecto físico. Bueno ... Fernando, uno de los de Madrid, había guardado silencio sobre su incipiente calvicie. Pero todos parecían tipos bastante normales.

Les expliqué que tenía un piso cerca de allí y que sería un buen lugar para charlar y ... lo que fuera surgiendo. Según caminábamos hacia mi apartamento, comencé a sentirme más tranquila y segura de mí misma. Era evidente que les había impresionado con mi aspecto, así que todo marchaba sobre ruedas. Me sentía el centro de atención, ya que me observaban con detenimiento, eufóricos por conocerme en persona, e impacientes por llegar a nuestro lugar de destino y que la fiesta diese comienzo.

Tus relatos son muy buenos – comentó Julián rompiendo el forzado silencio.

Muchas gracias, Julián – dije flirteando – Espero que digas eso porque te has hecho unas cuantas pajas leyéndolos.

¡Pues sí! – dijo mientras todos nos echábamos a reír – La verdad es que me he hecho bastantes.

¡Yo también! – dijo Javi.

¡Y yo! – añadió Fernando.

Agradezco mucho que os gusten pero, ... la verdad .... espero gustaros más yo – les dije frunciendo el ceño y apretando mis dientes en un gesto de vicio y lujuria.

¡Joder! – exclamó Alex – Eres tan ardiente como en tus relatos.

¡Más aún! – contesté mientras llegábamos al portal. Saqué la llave y abrí - ¡Preparaos para follar con una puta ninfómana como yo! Vais a acordaros de este día el resto de vuestras vidas – sentencié cruzando el portal y alcanzando las escaleras. Pude sentir sus miradas en mi trasero. Exageré el contoneo de mis caderas con cada peldaño que ascendía. Quería que cuando entrásemos en el piso, todos estuvieran bien empalmados. Abrí la puerta y los dejé pasar, invitándoles a entrar en el salón-comedor.

Aquel céntrico piso era pequeño. No llegaba a los 60 metros cuadrados y sólo tenía un dormitorio. Pero el salón era lo suficientemente espacioso como para que seis personas pudiesen montar una orgía desenfrenada sin excesivos problemas. Como digo, la decoración y mobiliario de aquel piso era escasa, ya que no estaba destinada a que viviésemos allí. En el salón tan sólo había un sofá de tres plazas y dos butacones, sobre una alfombra rectangular, y un par de sillas en un rincón. En el tresillo se sentaron Javi, Iván y Fernando. Y en los sillones, Alex y Julián.

¿Vives aquí? – me preguntó Javi mientras echaba un vistazo a la estancia.

No. Es mío y de mi hermana – contesté – Pero sólo lo utilizamos en ocasiones especiales como ésta.

Entonces, ¿es cierto que tienes una hermana? Alicia, ¿no? – preguntó Iván.

Veo que has prestado atención a mis relatos – le dije.

¿Y es verdad que eres ... prostituta? – preguntó Fernando.

Pues claro que sí. Ya lo he contado en mis relatos, ¿no? – respondí. Estaba viendo que si no paraba aquel interrogatorio cuanto antes me iba a pasar toda la tarde contestando preguntitas. Así que decidí tomar el toro por los cuernos y pasar a la acción – Pero ... ¿a qué habéis venido aquí? - les pregunté con descaro - ¿A follar o a mantener un debate?

Pues ... a lo que tú digas, Carolina – dijo Alex, mientras notaba como los otros empezaban a acalorarse por momentos ante mis insinuaciones.

Antes de empezar quiero deciros algo – dije con cierto aire solemne. Miré a los cinco y comencé un pequeño discurso que había preparado mentalmente para la ocasión: - Veréis ... os he convocado a vosotros cinco como una muestra representativa de los lectores de mis relatos. Creo que estoy en deuda con vosotros y con ellos, pero sólo era posible que una pequeña selección de todos que llegase hasta aquí. Esto lo hago por agradecimiento hacia las cosas que me habéis hecho experimentar, y por descubrirme una nueva fuente de placer y de satisfacción. No sabéis que buenos ratos he pasado imaginando que os la cascabais con frenesí al leer mis relatos. Por eso, os he querido agradecer todo esto de la única manera que sé: follando – dije mirándolos muy seria – Por eso, durante las próximas horas deseo que hagáis lo que queráis conmigo. Quiero que me folléis todos los agujeros; que os corrías donde más os apetezca; que llevéis a cabo vuestras más oscuras fantasías con mi cuerpo; que practiquéis sin ningún pudor todas las obscenidades que se os ocurran. Hacedlo en nombre de todos los lectores de Todorelatos que han sabido apreciar mis historias y de todos aquellos que se han excitado pensando en mí. Durante esta tarde soy vuestra esclava sexual. Haced conmigo lo que os plazca. Sin límites.

Desde luego, aquel discursito que me había marcado les había impactado. Se miraron entre ellos pero nadie dijo nada. Quizás los había acojonado un poco con mis palabras. Ante su pasividad, decidí pasar a la acción.

¡Venga, chicos! ¡Animaos, coño! – les grité - ¿Vais a pasaros toda la tarde así? ¡Vamos! ¡Todos en pelotas!

Me acerqué a Alex y le ofrecí mis tetas, después de sacarme la camiseta. Él las palpó y las sobó ante la atenta mirada de los otros cuatro.

¡Vamos! ¡Venid aquí y meterme mano por todos los sitios! – les animé - ¡Barra libre!

En seguida, me vi rodeada por los cinco. Sus manos empezaron a sobarme con suavidad, al principio. Después, se agarraron con fuerza a mis nalgas, mi vientre, mis tetas y mi entrepierna. Los cinco me manoseaban frenéticamente, mientras Alex, lamía mis pezones y los mordisqueaba ligeramente. Al recapacitar sobre todo aquello, me sentí inmensamente feliz por hacer realidad los sueños de mis lectores. Por fin iban a saber de verdad quién era Carolina. Una puta como no había otra. Una zorra sin parangón. Iba a proporcionarles más placer del que jamás hubiesen imaginado. Presa de la más profunda lujuria, dejé caer mi cuerpo hacia el suelo, hasta quedar de rodillas, rodeado por todos ellos. Le bajé los pantalones a uno de ellos. No sé ni quien era de los cinco. Cogí su polla, dura como el acero, y me la metí hasta la garganta de un golpe seco. Sentí el glande en mi campanilla, y mi labio inferior acariciando la pelambrera de sus testículos. En aquella posición, hice un gesto para que los demás empezasen a sacar su rabos. Cogí uno con cada mano y comencé a menearlos con fuerza. Los otros dos no paraban de sobarme las tetas y el culo.

¡Aghhhh! – exclamé al sacar la polla de mi boca. Un hilillo de líquido preseminal colgaba de su capullo y me apresuré a interceptarlo con mi lengua evitando así que llegase al suelo. Mamé su capullo absorviendo esos sabrosos líquidos y me dispuse a mamar otra polla.

Durante los siguientes diez minutos, chupé y pajeé las pollas de todos ellos. Buenos instrumentos, por cierto. Nada que envidiar a muchos de los actores porno con los que había trabajado hacía años. ¡Ooops! ¡Lo siento! Acabo de desvelar parte mi pasado oculto. En fin ... olvidad lo que acabo de decir, porque esa es una historia que quizás algún día me decida a contar.

¡Me encantan vuestras pollas, cabrones! – exclamé totalmente descontrolada por la excitación.

¡Eres más puta de lo que jamás habría imaginado! – exclamó alguien.

¡Vamos a follar! – exclamé poniéndome en pié - ¡Quiero vuestras pollas en todos mis agujeros!

¡Espera! – dijo Julián – Has dicho que te podíamos hacer lo que quisiéramos, ¿verdad?

¡Claro! – respondí – Pide por esa boquita y te lo haré sin ningún problema.

Desde que leí el relato aquel en el que el director de tu colegio te follaba la boca por vez primera, he tenido la fantasía de ... de ... de probarlo – explicó. Sin mediar palabra, volví a arrodillarme frente a Julián.

¡Vamos! ¡Aquí me tienes! – le dije con la cara iluminada por el vicio y la excitación - ¡Sujeta con fuerza mi cabeza y fóllame cuanto quieras!

Julián obedeció mis instrucciones y empezó el mete saca en mi boca. Lo hizo pausadamente, al principio. Pero, progresivamente, fue aumentando el ritmo. Desde aquella primera vez con Don Alfredo, había hecho aquello miles de veces y tenía bien entrenada mi boca para no atragantarme con las envestidas. Lo cierto es que siempre fue una de mis especialidades, y mis folladas por la boca eran la envidia de todas las putas de la ciudad. Nadie aguantaba durante tanto tiempo el martilleo de una polla en la garganta como yo. Ni siquiera mi hermana. Para muchas rameras, el que les follasen la boca, era un suplicio y siempre acababan soltando unas lagrimillas por el esfuerzo. Pero para mí siempre fue distinto. Sabía disfrutar de un rabo envistiendo casi en mi esófago.

¡Aghhh! ¡Aghhh! ¡Aghhh! – exclamaba mientras la polla de Julián bombeaba sobre mi garganta. Cuando te están follando la boca es como si todo lo que está a tu alrededor perdiese nitidez hasta desaparecer. Es como si en ese momento, mientras recibes las violentas envestidas de una polla, no hubiese nada más en el mundo. Tu boca y la polla. Durante unos instantes, nada más existe. Por eso, a pesar de que escuchaba cierta algarabía entre el resto (quizás comentando mi talento y mi habilidad), en realidad, no podía distinguir una sola palabara. Todos mis sentidos estaban puestos en aquella polla que me follaba la boca con brutalidad. De pronto, Julián se detuvo, y sacó su tranca de entre mis labios. La imagen de la habitación y de los otros cuatro tipos volvió a esclarecerse ante mis ojos.

¡Ahhh! ¡Ahhh! ¡Ahhh! – respiraba Julián de forma acelerada.

¿Por qué paras? – dije mientras varios hilos de su líquido preseminal resbalaban por las comisuras de mis labios.

Estaba a punto de correrme – dijo con la respiración entrecortada – Si no paro, me hubiese corrido.

Y supongo que antes de soltar tu leche ... querrás follarme, ¿no? – le pregunté poniéndome en pié. Él asintió mientras se tocaba la polla, encharcada de su líquido preseminal y de mi saliva. Los demás, contemplaban la escena al tiempo que se la meneaban - ¡A follar se ha dicho!

Me coloqué sobre el sofá, separando mis piernas y dejando mi coño abierto de par en par. El más rápido fue Iván, el valenciano, que casi al momento se colocó de rodillas entre mis muslos, metió su tranca en mi interior. Su picha se deslizó entre mis labios vaginales hasta que sus huevos se toparon contra mis nalgas. Su polla era fina, pero larga y ligeramente curvada hacia arriba. Siempre me gustaron este tipo de pollas. Cómo plátanos apuntado hacia el cielo. Al ver la facilidad con la que me había penetrado, comenzó a follarme con ritmo ágil. Otros dos se ubicaron cada uno a un lado, de forma que sus pollas rozaban mis mejillas, a derecha e izquierda. Las chupé alternativamente con el mayor vigor del que fui capaz. Otro de ellos, frotaba enérgicamente su capullo contra mis pezones. El último, sobaba como podía mi cuerpo, buscando aquellas partes que no estaban ocupadas por una polla.

¡Qué gozada! – exclamé como pude, sacando uno de los cipotes de mi boca.

¡Ahhh! ¡Uhmm! ¡Uahhh! – exclamaban todos ellos.

¡Cambiemos! – ordené - ¡Que me folle otro!

¡Me toca! – dijo Fernando. Iván salió de mi interior, y Fernando ocupó su lugar. Esta polla era más gruesa, pero también más corta. Cuando me penetró, noté cómo su cuerpo se contraía de placer. Dejó su tranca unos segundos en mi interior. Inmóvil. Al momento comenzó con sus envestidas.

¡Eso es, Fernandito! ¡Fóllame, cabrón! – le animé mientras regresaba a mi tarea de comer pollas.

Uno a uno fueron follándome todos. Mi coño agradecía sus magnificadas folladas soltando abundantes cantidades de flujos. Cuando todos hubieron catado mi coño con sus pollas, decidí que era el momento de que probaran otro de mis orificios de placer: mi culo.

¡Ahora quiero que me folléis por el culo! – ordené en la misma postra que estaba, pero moviendo mi trasero hacia arriba y ofreciéndoles mi ojete, al tiempo que separaba mis nalgas con las manos para mostrarles el grado de dilatación que después de tantos años como puta profesional había logrado.

¡Sí! – exclamaron al unísono todo ellos.

Alex fue el primero en ensartar mi trasero. Como ya sabréis, queridos lectores, desde muy joven he de desarrollado una habilidad muy práctica para una putón verbenero como yo: follar por el culo con la misma facilidad que por el coño. Por eso, y a pesar de que en mis relatos ya poseía ese talento, Alex se mostró sorprendido de la nula resistencia de mi ano a la entrada de su polla.

¡Qué gusto! – exclamó – Ha entrado sin oposición – les dijo a los otros cuatro. Que advirtiera mi maestría, me alagó.

Y ahora ... ¡fóllame con fuerza! ¡Rómpeme el culo! – le ordené sintiendo su capullo en mis intestinos.

Él obedeció comenzando a bombear con energía. Los demás, repitieron la escena anterior y se repartieron mi cuerpo como buenamente pudieron, acercando sus pollas a mi cara, restregándose contra mis tetas y frotando con sus dedos mi chorreante conejo. Al igual que antes, uno a uno fueron follándome por el culo. Sólo durante un par de minutos cada uno. De lo contrario, existía el riesgo de correrse antes de tiempo. Y todavía quedaba mucho por hacer.

Cuando todos supieron lo que era follarme el agujero trasero, decidí que era hora de que conociesen todo lo que una puta como yo era capaz de hacer. El más mayor, Julián, había dado muestras de cansancio. Y sus folladas a mi coño y a mi culo había perdido el vigor y la energía que había demostrado cuando me folló la boca. Los demás, en cambio, habían ido de menos a más. Poco a poco habían ido soltándose y empezaban a tratarme como se merece una furcia como yo. Así que, para la siguiente postura, decidí que Julián tuviese que "trabajar" poco. Le ordené que se tumbase boca arriba sobre la alfombra para, a horcajadas, colocarme sobre él, introduciendo su picha en mi coño. Eché el cuerpo hacia delante, de manera que mis tetas se aplastaran contra su cara, y separé mis nalgas dispuesta a recibir otra polla en mi culo. Javi que la metió por detrás y, al sentirme doblemente ensartada, enloquecí.

¡Que gusto! ¡Cabrones! – grité - ¡Folladme! ¡No paréis! – exclamé cuando Javi empezó el mete-saca en mi ano. Yo movía mis caderas al ritmo que marcaba la follada de Javi para que la otra polla, la de Julián, se deslizase en el interior de mi coño. Los otros tres, acercaron sus pollas a mi cara para que las atendiese con mi boca o con mis manos. Alex, que parecía el más lanzado, me golpeaba en la cara con su tranca cuando su polla no estaba en mi boca – ¡Ahhh! ¡Qué pollas tenéis, cabronazos! – exclamé entre jadeos.

¡Come polla, zorra! – se animó a decirme Iván.

Como sabéis, me encanta que me digan guarradas cuando estoy en plena acción. Por eso, sus palabras acabaron por desquiciarme y llevarme hasta el éxtasis. Que mi cuerpo estuviese siendo follado por cinco de mis más fieles lectores, me hizo estremecer de lujuria. Pero, como ya he dicho antes, era como si, en realidad, me estuviesen follando todos mis lectores y no sólo aquellos cinco elegidos por el azar y la fortuna.

¡Folladme! ¡Folladme! ¡Folladme! – les grité fuera de mí mientras mi cuerpo era recorrido por intensas oleadas de excitación. Todas mis terminaciones nerviosas se estremecieron y, por un momento, creí entrar en trance. Era como si mi mente, descontrolada por tal cúmulo de sensaciones, abandonara mi cuerpo y se elevase por encima de todos nosotros para contemplar aquella maravillosa estampa. En realidad, aquello era el anuncio de que el orgasmo era inminente,

¡Toma, zorra! ¡Toma! – exclamó Javi sin para de follar mi agujero trasero.

¡Ahhhhhh! - exclamé al sentir cómo el orgasmo me sumía en el más intenso de los placeres - ¡Me corrooooo!

¡Sí! ¡Córrete! – me gritaron varios de ellos. Mi cuerpo quedó sin fuerzas durante unos segundos. Mi larga trayectoria como puta me había hecho aprender a reponerme en tan sólo unos segundos. Pero, durante unos momentos, mi cuerpo quedó como si de una muñeca de trapo se tratara. La lucidez se apoderó de mi cerebro y entendí que aquellos tipos no tardarían mucho en correrse. Me apresuré a deshacer la postura de la doble penetración que mantenía y me colqué de rodillas sobre la alfombra. Necesitaba su semen en mi boca. No quería desperdiciar ni una gota.

¡Vamos! ¡Poneos a mi alrededor! – les ordené - ¡Quiero vuestra leche en mi cara!

¡Te vamos a poner fina, zorra! – me dijo Fernando.

Los cinco se colocaron alrededor mío, con sus pollas cerca de mi cara. Empecé a mamarlas alternativamente al tiempo que estimulaba sus testículos con mis manos. Mientras, ellos no paraban de meneársela y de restregar sus capullos contra cualquier parte de mi cuerpo que encontrasen a mano: mi mejillas, mis orejas, mi cabeza, mi cuello, ...

Unos segundo más tarde, el primer chorro de leche caliente se estrelló contra mi cara, esparciéndose por toda ella. Casi al momento, otro de ellos se corrió en el interior de mi boca. Tragué rápidamente mientras no paraba de chupar su capullo. Al poco, sentí dos nuevas corridas en mi cara, a izquierda y a derecha. Intenté recoger cuanto pude con mi boca pero, al provenir los chorros de posiciones opuestas, me fue imposible. Lamí sus capullos capturando los restos de semen que, inmediatamente, tragaba con glotonería. Sólo quedaba Álex por correrse. Decidí ocuparme en exclusiva de su polla para poder recibir en mi garganta su preciado néctar. Mamé su cipote con energía, sintiendo como los conductos de su tranca se convulsionaban anunciando el orgasmo. Los cuatro restantes, a pesar de haberse corrido y de que sus respectivos rabos perdían vigor, no se apartaban de mí, y continuaban restregándose contra mi cara. Por fin, advertí los primeros disparos de la polla de Alex en mi paladar. Saboreé su cálido semen y tragué mientras apuraba los últimos restos de lefa de su glande.

¡Gracias! ¡Muchas gracias! – acerté a decir con la cara chorreando de semen y limpiando como podía sus respectivos capullos con mi lengua. Recogí con mis manos toda la lefa que pude y la llevé a mi boca, chupándome los dedos y relamiéndome de gusto.

¡Traga, puta golosa! – exclamó Julián acercando su capullo a mi boca para que le regalase los últimos lengüetazos.

Uno a uno se fueron retirando al sofá y a los sillones, desplomándose sobre ellos y resoplando sonoramente.

¡Increíble! – dijo Iván - ¡Ha sido increíble!

Eres mucho mejor que en tus relatos – me dijo Fernando – Nunca pensé que realmente fueras tan puta.

Ya os lo dije, chicos ... ¡la realidad supera la ficción! – concluí mientras me ponía en pié y me dirigía al cuarto de baño, con la satisfacción de haber realizado un magnífico "trabajo" con mis lectores.

Media hora más tarde, todos ellos se habían marchado de allí, no sin antes colmarme de alabanzas y elogios. Mientras me duchaba, recordé cada excitante momento de aquella tarde. Sentía que por fin había quedado en paz con mis lectores. Que había cumplido con mi intención de satisfacerles, y de haber hecho que aquel día permaneciese en su recuerdo para siempre. Pero aquello sólo habían podido disfrutarlo cinco de todos vosotros. Por eso, aún podía hacer algo más para demostraros mi eterna gratitud, queridos y amados lectores: escribir este relato para haceros cómplices y partícipes de esta nueva aventura con cinco de mis lectores escogidos al azar.

 

 

P.D.: Antes de escribir este relato, pedí permiso a los cinco lectores que participaron en él: Julián, Alex, Javi, Iván y Fernando. Todos ellos quedaron encantados con la idea de que narrase lo vivido en la tarde del Domingo 11 de Septiembre de 2.005. Así pues, este relato va dedicado especialmente a vosotros cinco, aunque también a todos los lectores que con sus felicitaciones y muestras de apoyo han conseguido que una puta como yo dedique parte de su tiempo a plasmar sobre el papel el recuerdo de una maravillosa y excitante vida.

Gracias a todos.

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