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Saciando mi ninfomanía (3ª parte).

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Saciando mi ninfomanía (3ª parte).

 

Después de usar mi boca para limpiar su polla de restos de semen, se la coloqué dentro de sus calzoncillo de ridículos dibujitos, le subí los patalones y aborché la bragueta

  • ¡Ya estás listo para volver a casa con tu mujer! – exclamé con tono provocativo. Como le había prometido cuando estábamos dale que te pego, le entregué una tarjeta con mi número, por si quería volver a contratarme. “Nunca se sabe donde puedes encontrar un cliente fiel que te proporciones ingresos regulares”, me dije a mí misma sacando a la puta calculadora que soy cuando no estoy cegada por mi insaciable sed de sexo.

Una vez que el tipo salió de la cabina, dejé pasar un par de minutos para que le diese tiempo a contar al resto de la clientela lo que había ocurrido, en la idea de que alguno más se animaría a invertir algunos Euros para pasar un rato conmigo haciendo apuestas sobre mis habilidades sexuales. Me coloqué la ropa,  me atusé ligeramente la melena y salí. La pareja de jóvenes que hablaba con Joaquín cuando llegué al sex-shop ya no estaba, pero había otros tres hombres. Ya no buscaban entre las vitrinas y estanterías DVD´s o artículos de placer. Ahora estaban todos ellos juntos, frente al mostrador de Joaquín. Supuse que éste les habría hablado de mí durante el tiempo que había estado en la cabina, lo que me facilitaría el trabajo de follármelos a todos ellos, ya fuese uno a uno, en grupo, o como fuese surgiendo.

Me acerqué hasta donde estaban, exagerando el movimiento de mis caderas y colocándome la melena a un lado para dejar visible mi cuello. Sabía hacerlo sin que pareciese un gesto forzado. Es de esas cosas que aprendes cuando tienes que alternar en la barra del bar de un burdel para atraer las miradas de los clientes y que se fijen en tí antes que en cualquier otra puta. 

  • Joaquín, cariño – le dije al tiempo que sentía sobre mí las descaradas miradas de aquellos tres hombres – Necesito que me dejes pasar a tu aseo privado. Tengo que arreglarme un poco porque … - hice una breve parada para girarme y mirar a aquellos tres hombres que me contemplaban embelesados - … porque espero que alguno de estos hombretones quiera pasar un rato conmigo en una de tus cabinas – concluí mirándoles con gesto pícaro y esperando su reacción.

  • ¡Yo quiero! – se apresuró uno.

  • ¡Yo también! – añadido otro.

  • ¿Tú no quieres, nene? – le pregunté extrañada al único de los tres que no había dicho nada. Parecía algo distinto al resto. Estaba cachondo con la situación, pero no como los otros dos o el que acaba de follarme en la cabina. Me miraba fijamente a los ojos, como si tratase de ver algo en mi, algo más que una simple oportunidad para follarse a una puta con ganas de rabo.

  • Sí, claro que quiero – dijo con más calma que el resto.

  • ¡Ah, vale! – dije con picardía al tiempo que le guiñaba un ojo – Por un momento pensé que no te gustaba – añadí sin darle más importancia al tema – Os diré cómo lo haremos, ¿vale? Voy a ir un momento con Joaquín al baño; decidid el turno en que vais a pasar a la cabina; y luego iremos viendo qué apuesta hacemos. ¿De acuerdo?

  • ¡Sí! – asintieron todos.

  • No os quiero engañar: al tipo que acaba de salir le he ganado la apuesta y le ha costado 80 Euros – les advertí – Si no tenéis pasta no apostéis o Joaquín llamará a unos amigos muy brutos  – les amenacé a pesar de que era más que evidente que no llamaríamos a nadie; pero quería acojonarlos un poco y que vinieran con la pasta por delante.

Le hice un gesto a Joaquín, que abrió con una llave una puerta tras el mostrador. Era una especie de almacén que disponía de un pequeño aseo. Joaquín pasó conmigo, mientras bebía un poco de agua y me refrescaba. 

  • ¡Qué espectáculo, Carol! – exclamó - ¡Me encanta que vengas por aquí! ¡Eres una Diosa! Los tienes a todos empalmados sólo con mover la melena – añadió con gesto exagerado.

  • Pues casi pierdo la apuesta – dije – Me he apostado con el fulano ese que mientras me follaba encontraría algún canal con una escena mía … ¡y casi pierdo!

  • ¡Ay, pues sí que tengo puestas varias tuyas! – dijo disculpándose – Y de tu hermana. Lo que pasa es que no saldría tu escena en ese momento.

  • Voy a apostarme con éstos lo mismo, así que mira a ver si puedes meter cuatro o cinco pelis mías. ¿Tendrás?

  • A ver … creo que las de Metro las tengo todas, contando con varias recopilaciones – explicó.

  • Sí, esas están bien. Mételas en los canales que acaben en 1, para saber dónde buscar e ir sobre seguro – le expliqué amañando el juego de la apuesta que iba a hacer con ellos. Estaba claro que no estaba allí por dinero, sino porque follar con mi clientela habitual no era suficiente y quería  una dosis extra de rabos. Quería más. Quería chupar pollas y follar durante toda la noche. Quería sentirme más puta que nunca. Pero no quería regalar mis servicios.

  • OK, Carol … como tú digas.

  • A este le he sacado 80 pavos. Espero que a estos tres pueda sacarles mínimo 50 por cabeza. Serían más de 200 Euros – dije calculando por encima cuáles podían ser las ganancias medias si todo salía más o menos como esperaba – Vamos a medias ¿vale?

  • Como tú digas, preciosa – añadió con su habitual gesto de locaza exagerada – Voy echando el cierre, que ya son las cuatro y media de la madrugada. A ver si va a pasar una patrulla, van a ver esto abierto y me sancionan – explicó – Y con las ganas que nos tienen a los gays esos cabronzazos de los policías … - añadió.

Desde el almacén podía oír cómo los tres tipos charlaban, discutiendo seguramente sobre el orden para pasar conmigo a la cabina. Cuando salimos del almacén, se quedaron en silencio limitándose a contemplarme. Los bultos de su entrepierna eran evidentes y me anunciaban que no tendría que trabajar en conseguir su erección. Ya estaban bien empalmados sólo con imaginarse follándome. 

  • Bueno, señores … ¿quién va a ser el primero? – pregunté.

  • ¡Yo! – exclamó uno de ellos. Era un tipo de unos cuarenta y tantos años; de mediana estatura; vestido de manera informal; con el pelo algo canoso y entradito en kilos. En definitiva, un tipo del montón.

  • Entonces, ¡sígueme! – le dije cogiéndolo de la mano y conduciéndolo hasta la cabina número 5, la misma donde había estado antes con el tipo anterior – Siéntate y dime si has pensado en alguna apuesta para hacer conmigo – le dije una vez dentro de la cabina. Tenía que dar tiempo a que Joaquín programase las películas que le había pedido.

  • Eh … pues … no sé … - balbució dubitativamente - … ¿alguna sugerencia?

  • ¿Qué te parece 20 Euros si consigo que te empalmes sin tocarte la polla? – sugerí a sabiendas que no me costaría ni medio minuto. Había notado el bulto en sus pantalones. Venía lo suficientemente caliente como para que no tuviera más que bajarle la bragueta para ganar la apuesta.

  • ¡Vale! – exclamó a pesar de saber que ya estaba medio empalmado. En esos momentos de calentura los tíos no pueden pensar con mucha claridad y creo que hubiera aceptado hasta que le birlase el dinero sin hacer nada.

  • ¡Perfecto! ¡Manos a la obra! – exclamé.

El tipo se bajó los pantalones y los calzoncillos hasta los tobillos. Una polla de tamaño medio apareció ante mí. No estaba empalmada del todo, pero noté cómo temblaba intentando coger vigor. Podría haber empleado mil trucos lentos fruto de mi experiencia como puta, pero pensé en los otros tipos que me esperaban impacientes para pasar un rato conmigo. Me sentí feliz al pensarlo. Me sentí como en el colegio cuando comencé a prostituirme. De hecho, aquello era lo más parecido que había hecho a mi etapa colegial desde entonces. Encerrada en una cabina no más grande que los aseos del colegio, con un tío al que iba a cobrarle por follar conmigo y otro par haciendo cola fuera para pasar cuando éste terminase. ¡Era excitante volver a sentirme así!

Como digo, podría haber utilizado varios trucos para ralentizar su erección, pero decidí ir por la vía rápida. Me puse entre sus piernas, me subí la falda por encima de las caderas y me bajé el tanga hasta los tobillos. Entonces, me giré mostrándole mi redondo y carnoso trasero.

  • ¿Te gusta mi culo? – pregunté con picardía.

  • ¡Sí! ¡Me encanta! – exclamó visiblemente excitado.

  • A lo mejor quieres meter tu polla en mi agujerito trasero … - insinué simulando la voz de una niña buena e inocente.

  • ¡Sí, sí, sí! – exclamó muy nervioso. Giré la cabeza y miré su polla. Estaba totalmente empalmada.

  • Podrás hacerlo si estás dispuesto a aceptar otra apuesta – añadí al tiempo que me giraba y me ponía de rodillas entre sus piernas – Porque la primera la acabas de perder.

  • ¡Lo sé! – dijo mirándose la polla.

  • ¡Dame los 20 pavos y seguimos! – le ordené  mientras el tipo sacaba un billete de 20 Euros del bolsillo delantero de su camisa – La segunda apuesta, si te parece bien, podría ser que mientras me follas busquemos un canal. Te dejo que elijas el agujero que quieras. Coño, culo o, incluso, te la puedo chupar mientras buscamos en los canales – le expliqué – Si antes de que te corras, y que creo que no tardarás mucho, encontramos un canal en el que salga yo, me das 50 pavos. Si no lo encontramos, te devuelvo los 20 que acabas de perder y el polvo te sale gratis. ¿Aceptas?

  • Sí, claro … - añadió algo extrañado por la apuesta. Estaba claro que el tipo anterior, antes de abandonar el sex-shop, no les había contado que me había visto en uno de los canales y que la apuesta consistía en eso. Seguro que les habló de que me había follado y de cómo las bolas chinas habían desparecido en mi culo.

  • ¡Empecemos! – ordené - ¿Qué agujero has elegido?

  • El culo, quiero follarte el culo – se apresuró a decir.

  • Mete cinco pavos en la máquina. Con eso tendrás 5 minutos para darme por culo – expliqué, no sin antes calcular el tiempo que había pasado desde que le pedí a Joaquín que metiera películas mías en los canales acabados en 1. Recordé que para Metro hice 5 escenas, más varias recopilaciones que habían ido sacando con el paso de los años, pero que no sabía exactamente cuántas eran. Si Joaquín ponía las películas desde el principio, el problema es que no daría tiempo a que llegase mi escena, ya que casi siempre mis escenas eran colocadas en última posición, para acabar el DVD en lo más alto.

  • ¡Ya está! – exclamó cuando en la pantalla apareció la primera escena. Era el canal 89, el último seleccionado con el tipo anterior; pero mi doble penetración con los dos "alumnos" había terminado y ya se había sucedido la siguiente escena.

  • ¡Ahora encúlame! – le ordené poniéndome a cuatro patas para que él me la metiera por detrás. Coloqué mi pié derecho sobre la butaca, para que la postura me permitiese separar un poco las nalgas y facilitar la enculada. Parecía que el tipo tenía miedo a hacerme daño, ya que apuntó su capullo sobre la entrada de mi culo pero no terminaba de empujar con fuerza para que su polla se deslizase por mi recto - ¡Sin miedo, cabrón! – le animé – Que me han follado pollas como bates de béisbol. No me harías daño aunque quisieras.

  • ¡Vale, vale! – exclamó – ¡Allá voy! – añadió con un golpe de caderas para que su polla se incrustase en mi ano.

  • ¡Así, nene! ¡Eso es! – exclamé - ¡Hasta el fondo! No empieces a follarme hasta que tus huevos toquen mi coño – El tipo obedeció y deslizó toda su polla en mi interior. Cuando sentí la pelambrera de su pubis en mis nalgas, le animé a empezar el mete-saca. No fue hasta ese momento en que me di cuenta de que no le había puesto condón, como había hecho con el anterior fulano que me había enculado en aquella misma cabina. Estaba tan acostumbrada a hacerlo sin protección, que cuando la necesitaba lo olvidaba por completo. Ya daba igual. Me había tragado la lefa del anterior, tenía la polla de este dentro del culo y lo cierto es que, a pesar de los riesgos evidentes, me apetecía que estallase dentro de mi ojete.

  • ¡Diossssss, qué culo! – exclamó cogiéndome con fuerza por las caderas.

  • Vamos a pasar canales, que te recuerdo que hay una apuesta en juego – dije al sentir las primeras embestidas. El tipo se inclinó hacia adelante para buscar mis tetas con sus manos. Le facilité la labor subiéndome la camiseta de tirantes hasta las axilas y dejando que mis tetas se meciesen rítmicamente con cada empujón. Yo manejaba el control de los canales. Comencé a pasarlos, sin encontrarme; hasta que el contador dio la vuelta, empezando nuevamente desde cero la reproducción de todos los canales.

  •  ¡Ufff, uffff, uffff! – exclamaba con cada empujón. Podía sentir su aliento entrecortado en mi nuca y su excitación en cómo me sobaba las tetas y me pellizcaba los pezones. No prestaba ninguna atención a las escenas que se iban sucediendo en pantalla - ¡Qué buena estás, joderrrrr!

Mientras el tipo me daba por el culo, pasé impaciente los canales.  No es que no me gustase su polla en mi culo y cómo me sobaba las tetas. Follar siempre me da placer. Pero quería ganar la apuesta. No estaba dispuesta a no cobrar por el alquiler de mi cuerpo. Así que fui pasando cada vez más rápido los canales, buscando siempre los acabados en 1. En el 11, nada. Era una escena de Metro, pero no una mía. La actriz Julie Night chupándosela a un negro mientras otro la follaba por el coño. En el 21, la inglesa Angel Long chupando una polla. En el 31, una europea del Este, cuyo nombre no recuerdo, haciendo una doble penetración. Sentía la excitación del fulano que me daba por el culo y sabía que no tenía mucho tiempo si quería ganar la apuesta. En el 41, mi amiga Ashley Blue demostraba su talento para tragarse pollas hasta la garganta. Por fin, en el canal 51 aparecí en pantalla. Era una escena rodada en 2.003 en la que hacía de niña inocente, con dos coletas y ropa de animadora de instituto, que iba a una casa abandonada con cualquier absurda excusa. Allí aparecían dos tipejos desaliñados y me obligaban a follar con ellos. Como suele pasar en este tipo de escenas, al principio debía mostrarme reacia y hacer ascos a sus proposiciones, pero en cuanto me metía una de sus trancas en la boca, me volvía una puta experimentada e insaciable. El momento exacto que salía en pantalla estaba abierta de piernas sobre un mugriento sofá. Uno de los actores me comía el coño, mientras al otro le chupaba la polla.

  • ¡Mírame, cabrón! – exclamé - ¡Esa zorra soy yo!

  • ¿Eh? – preguntó despistado. Estaba concentrado en follarme y ni había mirado a la pantalla en todo el rato – ¿De verdad eres tú?

  • ¿No lo ves? – pregunté extrañada – A ver si me enfocan de cerca mientras chupo esa polla, para que puedas reconocerme mejor – añadí, mientras el tipo seguía a lo suyo, follándome el culo y magreándome las tetas. La escena de la película se mantenía en una posición fija para que se viera cómo me comían el coño despatarrada al tiempo al tiempo que engullía  la polla del otro. De pronto, apareció un primer plano de mi conejo. Podía verse cómo el actor me daba lametones en la raja y me metía un par de dedos dentro. Después, me comía el clítoris mientras me acariciaba el ano, preparándomelo para follármelo después.

  • ¡Me corrooooo! – exclamó el tipo acelerando los empujones sobre mi trasero y estrujando con fuerza mis tetas. Había vuelto a ganar la apuesta, aunque al tipo no parecía haberle quedado claro que la de la pantalla era yo. Sentí cómo su polla estallaba dentro de mi culo, regándome con su esperma caliente. Dejó su polla metida dentro durante unos segundos, tratando de recuperar el aliento.

  • ¡Mira ahora, cabrón! – le ordené al ver que en la escena cambiábamos de postura para hacer una doble penetración – ¿Ves cómo soy yo? – pregunté mientras en pantalla me sentaba sobre uno de los actores, calzándome su rabo en el ojete y  despatarrándome para que el otro me la metiese en el culo. Cuando empezó el mete-saca, hubo un primer plano de mi cara mirando a cámara con gesto vicioso y diciendo “two hard cocks in me! I love it! Fuck me as the nasty whore I am!”  - ¿Ves? Llevo coletas, pero soy yo.

  • Sí, sí ... vale. Eres tú – dijo sacando la polla de mi trasero. A este no parecía hacerle tanta ilusión eso de follarse a una actriz porno - ¡Qué polvazo, tía! ¡Qué culo tienes, joder! – exclamó mientras miraba, ahora sí, la doble penetración que me estaban haciendo en la pantalla.

  • Son 50 pavos – dije – Has perdido la apuesta.

  • Lo sé. No me importa haberla perdido. Es dinero bien empleado. Me parece barato por follar con una pedazo de tía como tú – añadió, desplomándose sobre el butacón y comenzando a subirse los pantalones. Sacó un billete de 50 Euros y me lo dio - ¿Tienes teléfono? ¿Podría quedar otro día contigo? Eres genial y pagaría lo que fuese por otro polvo así.

  • Toma – le entregué otra de mis tarjetas en las que únicamente aparecía mi nombre y mi número de teléfono – Llámame y veré cuándo te puedo hacer un hueco. Pero, eso sí, no pienses que cobro esta miseria. Mis tarifas habituales son mucho más caras. Lo de hoy es algo excepcional, porque estoy muy cachonda y quiero follarme todo lo que pille.

  • ¡Jajaja! – se rió - ¡Me encantan las tías como tú! Te llamaré, no lo dudes – añadió, despidiéndose.

  • Llama al siguiente, ¿vale? – le pedí.

Tenía el culo pegajoso de su corrida, pero no me apetecía volver a salir para ir al baño, limpiarme bien y tener que volver a entrar. En ese momento eché en falta a Susi o a mi sobrina, que me hubieran limpiado el culito de lefa encantadas. Habrían hurgado en mi interior en busca de todo resto de semen y me hubieran dejado el ano limpio y lubricado para volver a ser follado. Un escalofrío me recorrió de arriba abajo al imaginármelo y darme cuenta de lo viciosa que era. Acababan de darme por el culo y quería más. No tenía fin. Por suerte, aún había otros dos fulanos esperando para estar conmigo. Me limpié el semen que tenía en el culo con el papel higiénico que había en la cabina y me recoloqué la ropa, esperando al siguiente cliente.

“A este último no le he comido la polla”, pensé. Me apetecía una buena mamada con corrida en la boca. “El primero se ha corrido en un condón, aunque me haya tragado su contenido, y el segundo lo ha hecho en mi culo. Sí, este siguiente se correrá en mi boca”, decidí.

El tercer tipo pasó a la cabina apenas un par de minutos después. El crédito para ver las películas ya se había agotado volviendo a su fundido en negro habitual. Repetí el procedimiento que había seguido con los otros dos anteriores, ofreciéndole mis tres agujeros para meter su polla e ir realizando el juego/apuesta de ir buscando por los canales hasta encontrarme en pantalla. Eligió mi coño, así que me despatarré sobre la butaca de la cabina y dejé que me follara en la postura del misionero, no sin antes pedirle que metiera dinero para reestablecer el visionado de escenas. Esta vez no hubo que esperar mucho para verme en acción ya que, sin esperármelo al no tratarse de uno de los DVD´s que Joaquín había metido en los canales terminados en 1, aparecí en el canal 67. Se trataba de un DVD recopilatorio de escenas con actrices simulando ser adolescentes metidas en problemas en el instituto y que resolvían con sexo improvisado. En mi escena, un actor simulaba ser un profesor que me sorprendía fumando un cigarrillo y me amenazaba con llevarme ante el director. Le ofrecía sexo a cambio y, claro está, él aceptaba encantado. El momento exacto que apareció en pantalla era un primer plano de mi coño mientras el “profesor” me lo lamía. “Eat my fucking pussy, teacher!”, le decía con cara de vicio. De inmediato, se ponía en pié y me la enchufaba en mi lubricado chochito mientras yo seguía dándole caladas al cigarrillo, tratando de simular que la nicotina me daba tanto placer o más que el pollón que me estaba follando.

Nada más advertir que la de la escena en pantalla era yo, el fulano que me follaba cambió ligeramente su postura, empujándome hacia atrás para facilitar que me abriera aún más de piernas y aumentando el ritmo del mete-saca en mi chumino, al tiempo que me sujetaba fuertemente por las caderas. Apenas si comentamos nada sobre la pérdida de la apuesta. Gemía y resoplaba de placer girando el cuello para poder verme en pantalla y, de inmediato, volverse hacia mí. Era como si quisiera corroborar que efectivamente era yo, pero sin dejar de hundir su rabo en mis entrañas. Me gustó aquella follada. Fue el tipo que mejor me folló en toda la noche. Estuve a punto de correrme. Y lo hubiera hecho de haber continuado un par de minutos más recibiendo aquel rabo en mi interior. “Ya habrá tiempo de correrse”, me dije a mí misma pensando en que aún quedaba otro fulano esperando para follarme y que me dejaría llevar hasta el orgasmo con él, como fin de fiesta. “Me apetece más la leche de este tío en la boca”, concluí para mis adentros.

  • Nene, diez pavos más y dejo que te corras en mi boca – le animé.

  • ¡Ufff, ahhh, … sí! Pero vamos ya, que estoy a punto … - dijo entre suspiros.

Deshicimos la postura. Me puse de rodillas y me metí su polla en la boca, de espaldas a la pantalla, de modo que él pudiera presenciar la escena del monitor donde, ahora a cuatro patas, el “profesor” me follaba el culo.

  • ¡Cómo te folla ese cabrón! – exclamó a punto de estallar en mi boca.

  • Tú también me has follado de puta madre – le alabé sacando por un momento su rabo de entre mis labios y volviendo de inmediato a la tarea de mamársela. Pude saborear los flujos de mi coño en aquella polla mientras aumentaba el ritmo de la mamada en busca del estallido de lefa. Apreté mi cabeza contra su pubis, buscando que su glande me inundase la boca cuanto antes. Mis labios rozaban sus huevos cuando noté cómo su polla se contraía anunciando la inminente corrida. No quería que fuese directa a mi garganta. Necesitaba saborearla. Así que deslicé rápidamente mis labios para que su capullo pudiera expulsar la lefa sobre mi lengua y mi paladar.

  • ¡Zorra hija de puta! – exclamó el fulano en síntoma evidente de que se iba a correr - ¡Me corro, pedazo de guarra! ¡Me corro! – exclamó al soltar su leche en mi boca. Me echó una buena cantidad de esperma - ¡Cómo follas y cómo chupas, cabrona! – me alabó, antes de desplomarse sobre el butacón.

Aún tenía un último truco más antes de despedir a aquel tipo y dejar que pasara a la cabina el siguiente. Eché un rápido cálculo de las ganancias con él: “50 por la apuesta y 10 por la corrida en la boca. Aún puedo sacarle otros diez pavos más”, pensé. Me acerqué a él y, abriendo los labios, le mostré la lefa que acababa de echarme en la boca y que aún no me había tragado. El tipo se quedó sorprendido. Traté de hacerle entender con gestos mi última proposición.

  • Bof dieff pafoff be la tggago – dije señalándome con el dedo índice mi boca semiabierta, balbuciendo como buenamente pude para no tragarme la lefa antes de tiempo.

  • ¿Qué? ¿Qué dices? – me dijo tan sorprendido como despistado. No me entendía. Junté las palmas de mis manos para hacer una especie de recipiente y escupí sobre ellas la mezcla de semen y saliva. 

  • Que por diez pavos más me lo trago – le expliqué.

  • ¡Vale! – exclamó de inmediato, visiblemente emocionado ante mi propuesta. Para colmo, la escena en pantalla mostraba el momento en que el “profesor” dejaba de follarme y, con un giro rápido y ágil, le ofrecía mi boca abierta para recibir su leche caliente en varias y potentes ráfagas que me cruzaron la cara.

  • ¡Uhmmm! – exclamé acercando mis manos a mi boca. Lamí ligeramente su contenido - ¡Qué rica la lefa calentita, por Dios! – exclamé para adornar un poco el final del espectáculo. Los 70 Euros en total que me iba a pagar bien valían un poco más de mis habilidades. Lamí ágilmente el contenido de mis manos, como si fuera una gatita bebiendo leche de un cuenco, al tiempo que le miraba de reojo para ver su reacción.

  • ¡Joder, qué putón estás hecha! –exclamó sorprendido por mi talento.

  • ¿Te ha gustado follar conmigo? – le pregunté mientras daba otro par de lametones al semen que había entre mis manos. El tipo asintió sonriente – Entonces, creo que me he ganado esta leche … ¿no crees?  - dije en tono inocente pero pícaro al mismo tiempo. Puse las manos por encima de mi cabeza y vertí lentamente la lefa sobre mi boca semiabierta. Un hilillo pastoso se deslizó sobre mi lengua. Dejé que resbalara todo y que, poco a poco, fuera descendiendo hacia mi garganta. Y tragué,  con gesto vicioso, degustando aquella mezcla de semen y de mi propia saliva – Me encanta tragar lefa – le dije.

  • Ya lo veo – dijo sonriente y complacido por el espectáculo y señalando con la cabeza a la pantalla donde, tras regarme la cara, recogía cuanto podía con las manos para llevar hasta mi boca los restos de semen. Me imité a mí misma al verme hacer aquello en pantalla, lamiendo y succionando los restos de lefa que aún había en mis manos - ¡Qué puta eres, joder! – exclamó al verme por duplicado haciendo prácticamente lo mismo – ¡Ha sido el mejor polvo de mi puta vida! – exclamó, antes de subirse los pantalones y buscar en los bolsillos el dinero pactado.

Me dio los 70 Euros y se despidió de mí entre las más sucias y pervertidas alabanzas que hubieran avergonzado a cualquier mujer decente y que, en cambio, a mí me llenaban de orgullo. Este también se llevó una de mis tarjetas. Por cierto, fue un cliente al que sí volví a atender al menos una docena de veces en los siguientes dos o tres años. Siempre recordábamos cómo me conoció y cómo le impresionaron mi desvergüenza y mi facilidad para hacer todo tipo de guarradas.

Aún me quedaba otro tipo fuera. Era ese que me había mirado al principio de manera algo extraña, aunque no le había dado mucha importancia. Ahora sí necesitaba pasar un momento al servicio privado del sex-shop. Tenía que darme un agua en los bajos y beber algo para aliviar la pastosidad de la corrida. Esperé un poco, para dar tiempo a que el último cliente abandonara el sex-shop y que el crédito del monitor se agotara. Aún quedaban 180 segundos. “¿Cuánto dinero habrá echado este tío?”, me pregunté a mí misma. “Juraría que le he visto meter un billete de diez Euros. Eso sólo da para 10 minutos”, pensé. “Me lo he follado, se ha corrido en mi boca, le he montado el numerito de la lefa, hemos comentado la escena en pantalla y … ¡todo en sólo 7 minutos! ¡70 Euros en 7 minutos!”, cavilé mirando la siguiente escena de la pantalla y viendo cómo el tiempo descendía lentamente desde los 180 segundos. “¡Qué pedazo de zorra soy y que puta máquina de hacer dinero!”, concluí para mis adentros satisfecha y feliz por disfrutar siendo tan sumamente puta.  

El tipo que quedaba aguardaba junto al mostrador. No parecía tan impaciente como los otros; cosa que me sorprendió, ya que llevaba esperando ya un buen rato, viendo cómo el resto pasaban uno a uno a follar conmigo.

  • Enseguida estoy contigo, nene – le dije en tono seductor, al tiempo que acariciaba su mejilla con mis largas uñas de porcelana – Voy a refrescarme un poco – añadí – Vete pasando a la cabina, que no tardo nada.

Joaquín me abrió el aseo y pasó conmigo mientras me arreglaba un poco para el último cliente de la noche. Me senté sobre el bidé a darme un agua tanto en el coño como en el culo. Mientras lo hacía pensé, con un poso de tristeza, que aquella noche tocaba a su fin. Follaría con este último tipo y tendría que irme a casa a dormir, tan cachonda o más que cuando había salido en busca de pollas. Hubiera deseado más gente en el sex-shop. Muchos hombres dispuestos a follarme hasta caer rendida. No quería parar. Nunca tenía suficiente. ¿Era una puta o una enferma?

Bebí agua y me miré al espejo para colocarme un poco la melena. No creo que al tipo que me esperaba en la cabina le importase mucho si llevaba el pelo perfecto o si estaba un poco alborotado, pero una siempre quiere estar lo más guapa posible. Joaquín ya no tenía tanta conversación como antes. Se notaba que estaba cansado. Eran más de las cinco de la madrugada. Saqué la pasta que había recaudado.

  • Joaquín, ¡toma! – le dije entregándole los 230 Euros que había recaudado (80+70+70) – Esto es lo tuyo. Es todo lo que he cobrado hoy – añadí. Por un momento me sentí como una puta barata dándole toda mi recaudación a un proxeneta. Nunca había tenido un “chulo”.

  • Pero … ¿no dijiste que íbamos a medias? – preguntó extrañado con los billetes en la mano.

  • Lo que le saque a este último para mí, ¿vale? – propuse – A ver si tiene ganas de dejarse la pasta conmigo.

  • Como quieras, reina – me dijo, al tiempo que me repetía que fuese por allí siempre que quisiese, que era un placer verme y demás halagos habituales.

Salí del aseo y me dirigí a la cabina, donde el último tipo me esperaba. Pretendía repetir lo mismo que con los anteriores, salvo que él me propusiese algo distinto. Al verle más calmado que al resto, pensé que quizás pudiera darme más caña y, al margen de otras guarradas que pudieran ir surgiendo, llegar al orgasmo y así volver a casa más tranquila para poder conciliar el sueño. Pensé en que cualquier mujer con problemas de insomnio se tomaría una infusión, un relajante muscular o una pastilla para dormir. Yo, en cambio, salía de casa como una perra en celo en busca de pollas que meterme en cualquiera de mis agujeros hasta caer rendida de cansancio.

  • Bueno, nene … - dije al entrar en la cabina y cerrar la puerta tras de mí - … no sé si estos te han ido contado lo de nuestras apuestas. ¿Se te ocurre alguna para hacer conmigo? – pregunté en tono vicioso al tiempo que le empujaba sobre el butacón – Te advierto que llevo toda la noche follando pero aún no me he corrido – le dije sonriente – Espero que tú puedas conseguirlo – añadí mordiéndome el labio inferior con gesto vicioso.

  • Estoy abierto a lo que me propongas – dijo con aplomo.

  • ¿Qué te parece si ponemos el vídeo en funcionamiento y buscamos un canal en que salga yo, mientras me follas por el agujero que más te apetezca? – propuse,  como a los anteriores tipos.

  • ¿Y cuánto me va a costar perder esa apuesta?

  • 50 Euros – dije. De inmediato me di cuenta de que el tipo estaba dando por hecho que iba a perder la apuesta – Pero … - dije reaccionando e inmediato - dime: ¿cómo sabes que la vas a perder?

  • Porque sé quién eres – respondió  muy seguro de sí mismo.

  • ¿Ah, sí? – pregunté extrañada y retándolo a que me explicará quién era. Quizás me había reconocido. En Estados Unidos, durante mi etapa en el porno, sí me había ocurrido alguna vez por la calle o en algún restaurante (al margen de las típicas convenciones y eventos donde acudían fans y pornoadictos). Pero nunca me había pasado en España. Además, ya habían pasado muchos años desde la última escena que había rodado – A ver … dime …

  • Tú has trabajado en el porno – comenzó – Según la página Internet Adult Film Database sales en unas 160 películas y has usado varios nombres artísticos. En activo desde 2.002 hasta el año pasado – me explicó – Pero en realidad no hay escenas nuevas desde 2.004, aproximadamente. La mitad de esas 160 películas son recopilaciones. Te he visto en casi todas esas escenas. Tu perfil era lo que llaman allí una “girl next door”. Es decir, una “vecinita” joven y facilona que cualquiera podríamos tener en nuestra comunidad de vecinos – me explicó ante mi asombro. Se lo sabía muy bien – Tu especialidad eran las escenas anales. En casi todas tus escenas te follan por el culo. Aunque también has hecho dobles penetraciones, lésbicos, gangbangs, … un poco de todo – concluyó.

  • ¡Joderrr, nene! – exclamé sorprendida – Has acertado en todo. Nunca me habían reconocido en España.

  • Ni siquiera si realmente eras española, aunque en la portada de algunos DVS´s te promocionaban así. No he encontrado información tuya al respecto. Ni procedencia, ni nombre real, ni edad, … ni por qué te retiraste en tu mejor momento.

  • Sí, lo cierto es que no me gustaba que se supieran determinadas cosas – expliqué ciertamente halagada por el hecho de que me hubieran reconocido como la actriz porno que un día fui – Me retiré porque quería volver a España con mi familia y dedicarme a lo que realmente me gusta.

  • ¿Y qué es? Si puede saberse - me interrumpió, con gesto curioso.

  • A ver, nene … que llevo follando toda la noche en la cabina de un sex-shop. ¿Tú qué crees? – dije con ironía – Soy puta – concluí sin darle tiempo a decir nada.

  • Me das una alegría – dijo sonriente – Porque mi mujer y yo somos muy fans tuyos – me explicó.

  • ¿Cómo? – pregunté extrañada.

  • Sí, nos gusta mucho el porno y seguimos a unas cuantas actrices desde sus inicios. La mayoría son de tu época, que pensamos que es la mejor de todas – me explicó – Actrices que hacen de todo, como tú. Ya sabes …  Alicia Rhodes, Jamie Brooks, Georgia Peach, Missy Monroe, Bibi Fox, Aubrey Addams, Jessica Moore, Julie Night, ... Rubias, cuerpos naturales, buenos traseros, ... y que hagan de todo.

  • Sí, las conozco a todas. Con Julie Night he follado unas cuantas veces, tanto delante como detrás de las cámaras - precisé – Éramos buenas amigas.

  • Conozco esas escenas. Las hemos visto infinidad de veces – reconoció – Con Julie Night tienes una muy buena en las hamacas de una piscina compartiendo a un negrazo. Tú llevas un bikini dorado y unas plataformas blancas.

  • ¡Uhmmm! Veo que te fijas en los detalles – dije complacida. No era muy habitual que un hombre se detuviese a ver si una actriz porno a la que están follando el culo mientras le come el coño a otra actriz llevaba tal o cual bikini, plataformas o zapatos planos - ¡Me gusta! – le alabé.

  • Lo cierto es que cuando te he visto no he tenido dudas de que eras tú, salvo que tengas una hermana gemela – me comentó. De momento, decidí no hablarle de que mi hermana Alicia se dedicaba al porno y que mi sobrina Bárbara estaba esperando a cumplir la mayoría de edad para comenzar a follar delante de las cámaras – Y ahora que me dices que eres puta, espero poder contratarte.

  • Bueno, en realidad, por eso estamos aquí – expliqué – Lo de las apuestas no es más que la excusa para cobrar por mis servicios.

  • Pero … entonces … ¿te prostituyes aquí? – preguntó.

  • No. Lo de hoy ha sido algo ocasional. Conozco a Joaquín desde hace años, me he quedado un poco a medias con la clientela de esta noche – le expliqué – y me he venido aquí a ver si me sacaba unos Eurillos extras y me saciaba de pollas.

  • Ya entiendo – dijo mirándome muy sonriente y visiblemente excitado después de oír lo que le iba contando sobre mí.

  • Suelo atender clientes en mi casa – le expliqué, sincerándome. No era habitual este tipo de conversaciones con clientes, pero me había halagado tanto que me hubiera reconocido que, sin saber muy bien cómo, le estaba contando mi vida – También atiendo clientes a domicilio. Ya sabes, en hoteles, despedidas de soltero, grupos y esas cosas – continué – Antes del porno estuve haciendo la calle y trabajando en burdeles.

  • Joder, me dejas flipado. Siempre prensé que dejaste el porno porque te casaste con algún ricachón, como sé que han hecho otras muchas actrices – me explicó.

  • ¡No! La verdad es que soy puta por vocación – reconocí sonriendo. Me gustaba estar teniendo aquella conversación entre polvo y polvo. Me sentía cómoda con aquel tipo. Y halagada, muy halagada; más allá de los simples elogios de los clientes del tipo “qué buena estás”, “follas como los ángeles”, “qué zorra eres” y expresiones de ese tipo. Aquel hombre era un verdadero admirador de mi trabajo.

  • Entonces … si eres puta … ¿puedo contratarte? – preguntó con cierta timidez.

  • Para eso estamos aquí – sonreí con picardía acariciándole el abultado paquete de su entrepierna – A ver, ¿qué quieres que te haga? – pregunté dispuesta a sacarle la polla y volver al trabajo.

  • Eh … esto … verás … ¿te vendrías a casa conmigo?

  • ¿A tu casa? – pregunté extrañada – Follemos aquí y ahora – sentencié, desabrochándole la bragueta del pantalón.

  • ¡Espera! – deja que me explique.

  • ¡Adelante! – soy todo oídos dije sentándome sobre uno de los brazos de la butaca – Soy toda oídos.

  • Verás … he tenido una cena de empresa y al terminar he venido a este sex-shop para comprarle un regalo a mi mujer – me explicó – Nos encanta ver porno y … cómo te diría yo … solemos imitar algunas escenas. Elegimos una escena que nos ponga muy cachondos y tratamos de reproducirla lo más parecido que podamos – hizo una pausa – Es nuestra fantasía. Por eso conocemos tan bien la carrera de todas esas actrices que te he mencionado, incluida tú.

  • Ya entiendo – asentí.

  • Solemos hacer cosas en pareja. Ella se viste como la actriz de la escena que hayamos elegido e intentamos imitar todo lo que hagan. Hemos intentado hacer algún trío contratando a alguna puta del Este, del perfil que nos gusta, … rubias y con buen trasero. Pero nunca ha salido demasiado bien porque se niegan a hacer algunas cosas, no entienden bien el idioma o simplemente no son capaces de comprender en qué consiste nuestra fantasía – explicó - Mañana es el cumpleaños de mi mujer y quería sorprenderla con alguna prenda excitante o con algún juguetito con el que poder imitar alguna escena de las que tanto nos gustan – continuó – Pero … entonces apareciste tú y … ¡qué mejor regalo que una actriz porno para una de esas escenas!

  • ¿Quieres contratarme para que hagamos alguna de mis escenas de mi época en el porno … con tu mujer … y en tu casa? – pregunté.

  • Eso es – afirmó a la espera de mi respuesta.

  • Pues … - hice una ligera pausa valorativa - … la verdad es que … ¡me encanta la idea!

    Continuará …

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