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Tres putas en casa (6)

en Orgías

Tras aquel primer lametón al ojete de mi madre, una vez que habíamos comprobado el magnífico sabor del semen que contenía, y tras una mirada de complicidad entre ambas, se dispararon nuestras ansias por degustar un poco más, y las dos nos lanzamos como posesas a apurar los restos de lefa que aún quedaban en el orificio trasero de mamá. Estábamos cada una a un lado de las posaderas de nuestra madre y la ansiedad con que las dos buscamos aquel preciado néctar hizo que nuestras cabezas chocaran la una contra la otra. Ninguna se detuvo por el golpe sino que, muy al contrario, ambas alargamos nuestras lenguas para alcanzar el objetivo. Apenas si podíamos contactar con el cálido y pastoso líquido blanco que albergaba la abertura final del tubo digestivo de mamá. Aunque podíamos rozar levemente con nuestras lenguas aquel delicioso cocktail de semen, sudor y flujos, ninguna de las dos podía hundir su lengua hasta el fondo y atrapar en su boca todo el líquido. Nos estábamos estorbando en nuestra pugna por apurar los últimos restos de la corrida. Pero ninguna de las dos cedía. Empujé mi cabeza contra la de mi hermana con el fin de conseguir apartarla y abrirme paso ante mi preciado objetivo. Siempre con la lengua bien estirada para recoger toda la lefa que pudiera. Finalmente fue mi hermana quien ganó nuestra pequeña batalla. Y lo hizo con una estrategia tan simple como empujarme con sus manos sobre mis hombros. Mi cuerpo cedió y deje vía libre a Alicia para disfrutar plenamente del contenido del ano de mamá.

¡Eso no vale, Alicia! – exclamé pensando que había hecho trampa. En seguida, recapacité y me di cuenta de que allí no había reglas como si de un juego de mesa se tratara. Ignorando mi queja, mi hermana se abalanzó sobre su objetivo y metió su boca en el ojete de mi madre, separando sus nalgas para facilitar la captura de toda la lefa que quedaba. Mamá sonreía divertida por nuestra pequeña pugna Pude oír cómo los siete tíos, ya vestidos todos ellos, comentaban una vez más lo putas que éramos.

¡Se están peleando por las últimas gotas de lefa! – exclamó uno.

¡Zorras hijas de putas! – dijo otro muy certeramente, pues es lo que éramos.

¡Glurrpp! ¡Glurrpp! – tragó mi hermana con la cabeza incrustada en el trasero de mamá.

¡Nena! – exclamó mi madre - ¡No seas mala y comparte un poco con Carol! – ordenó.

¡Sí! ¡Deja un poco para mí! – supliqué.

Alicia permanecía en silencio concentrada en rebañar el ano materno. ¡Mi gozo en un pozo! Pensé decepcionada. Se lo estaba tragando todo y no iba a dejar nada para mí. Ya me había resignado a ello cuando, para mi sorpresa, mi hermana abandonó el trasero de mamá y, sin mediar palabra, me cogió con ambas manos por la cabeza, me acercó hacia ella y, entreabriendo la boca, me mostró lo que albergaba en su interior. Aunque resultaba evidente que había dado un par de tragos a la leche rescatada del ojete de mamá, había guardado los últimos posos en el interior de su boca y ahora me los ofrecía. Sin dudarlo un momento, incrusté mi boca contra la suya y busqué las últimas gotas de lefa con mi lengua. Cuando nuestros labios se acoplaron, Alicia empujó con su lengua toda la leche caliente que tenía dentro y que, instantáneamente, se coló en mi boca. Cerré los ojos, saboreé aquel néctar de dioses y, finalmente, tragué. ¡Qué rico! ¡Qué excitante! ¡Qué forma más maravillosa de compartir una corrida! Desde el culo de mamá hasta mi boca, pasando antes por la boca de mi hermana. ¡Joder! ¡Aquello era una guarrada propia de mentes desviadas! Eso pensé. Pero, ¡qué rico estaba! ¡Qué zorras éramos las tres! ¡Cómo me gustaba todo aquello!

Tardé unos segundos en despertar del éxtasis en que me había sumido aquella excitante y nueva experiencia. Mamá se había puesto en pié y se dirigió hacía los siete hombres. Con un gesto inequívoco que hizo con la cabeza y las manos, les indicó a todos ellos el camino de salida. El salón y el vestíbulo de mi casa se comunicaban por medio de unas puertas correderas que habían estado abiertas durante toda la orgía. Antes de atravesar dicha puerta dijo:

Bueno, ¡despedios de mis hijas!

¡Adiós, chicas! ¡Hasta la próxima! ¡Sois muy buenas! ¡Adiós! – nos dijeron varios de ellos.

Ahora, Julián, tenemos que hablar de números ... – le comentó al hombre de mayor edad. Ese mismo que en plena acción había llamado a mi madre por su nombre.

Sí, Loli ... ¿Cuánto habíamos dicho que era? – contestó el tipo mientras abandonaban el salón y mi madre cerraba las puertas correderas, impidiendo que mi hermana o yo escucháramos el resto de la conversación. Por vez primera en mucho rato en aquella estancia reinaba el silencio. Mi hermana se había apoyado en un costado del sofá con las piernas encogidas y la mirada perdida.

¿En qué piensas, Alicia? – pregunté incorporándome y avanzando hasta el sofá, desplomándome a continuación sobre él.

¿Eh? ¿Qué? – dijo saliendo de su ensimismamiento - ¿Qué en qué pienso? Pues si te soy sincera ... pensaba en mañana. Ya es lunes y hay que ir al colegio. Y ... la verdad es que no me apetece nada.

¡Ya! ¡Qué rápido se pasa el fin de semana! – exclamé.

No. No me refiero sólo a mañana. Lo que quiero decir es que no me apetece volver nunca más – especificó.

¿Nunca más? ¿Quieres abandonar el colegio? – pregunté sorprendida.

¡Sí! No creo que pueda ya aprender mucho más – comentó – Si lo piensas detenidamente ... ¿Cuántos años llevo yendo al colegio?

Pues ... desde los cuatro ... – apunté.

¡Eso es! Me he pasado más de media vida metida en una clase y ... ¿para qué? – preguntó - ¿Acaso me han enseñado algo importante para la vida?

Un montón de cosas ... supongo – dije lentamente.

¡Sí, claro! A leer, escribir, sumar y restar. ¿Eso es todo lo que me queda después de tantos años? Todo lo demás no me va a servir para nada. Y lo realmente importante lo he tenido que aprender yo solita o aquí en casa.

Alicia ... creo que te estas rayando un poco – apunté.

¡De eso nada! - exclamó muy segura – Y si no, piensa en ti misma. Has aprendido más en los últimos tres días que en el resto de tu vida. Eres una alumna de sobresaliente. Pero, ¿quién te ha enseñado a comerte una polla? ¿De quién has aprendido a follar? ¿Dónde te han explicado a ponerte un enema? ¿Quién te ha dicho cómo hay que comerse un coño? - me preguntó. Antes de que pudiera contestarla, continuó: - Quizás aún seas demasiado pequeña y no hayas apreciado suficientemente la suerte que tenemos. Pero yo lo tengo claro: quiero ser puta. Y de nada me va a servir seguir en el colegio. Me encanta follar y creo que valgo para ganarme la vida así. Además, sería absurdo que ahora que ya trabajo con mamá siguiese yendo al colegio. Más aún cuando tú ya has descubierto nuestro pequeño secreto – me explicó - ¡Está decidido! ¡No vuelvo!

En aquel momento la puerta del salón se abrió. Mamá ya había despedido a los clientes y nos sonreía con la cara iluminada. Nunca antes la había visto tan feliz. Llevaba un sobre blanco en la mano.

- ¡Mis niñas! ¡Qué bien os habéis portado! – exclamó - ¡Venid y dad un abrazo a vuestra madre! – añadió. Ambas nos levantamos y nos acercamos a ella abrazándola cada una a un lado de su escultural cuerpo. Las tres permanecimos durante segundos fundidas en un largo, tierno y sensual abrazo. Mamá nos dio un beso a cada una en la frente al tiempo que acariciaba suavemente nuestro cabello - ¡Qué orgullosa estoy de vosotras!

¿Te han comentado algo sobre nosotras? – la pregunté separando mi cuerpo de ellas y deshaciendo así el triple abrazo. Quería saber si habían notado mi poca experiencia o la menor de dilatación de mis agujeros, al menos en comparación con mi hermana y, por supuesto, con mi madre.

Algo me han dicho ... – susurró mamá añadiendo suspense al asunto.

¿El qué? – pregunté - ¿qué te han dicho?

Pues que sois cojonudas – dijo - ¡Les habéis encantado! De hecho, varios me han pedido el teléfono para concertar nuevas citas. Y algunos han mostrado interés por verse con vosotras – añadió.

¿Significa eso que ya estoy en el negocio familiar? – pregunté ilusionada.

Yo no he dicho eso, cariño – atajó – Tú y yo aún tenemos que mantener una pequeña charla. Después de la cena hablaremos ¿vale?

De acuerdo – asentí.

¡Toma, Alicia! Esta es tu parte – le dijo a mi hermana mientras sacaba del sobre blanco unos cuantos billetes. Alicia extendió la mano y cogió el pequeño fajo. Contó el dinero y sonrió a mamá.

¡Gracias! – exclamó.

De gracias, ¡nada! Es tu dinero – contestó - ¡Te lo has ganado! Y muy bien ganado. ¡Ah, por cierto! Luego te comentaré algunas citas que les he dado a varios de estos tipos para la semana que viene – añadió guiñando un ojo – Bueno, luego hablamos, ¿vale?

Sí, mamá – contestó Alicia – Además, tengo que comentarte una decisión que he tomado – dijo mientras me miraba de reojo. Se refería a lo de dejar el colegio.

¡Perfecto! – concluyó mientras dirigía su mirada hacia el reloj de pared que había en el salón - ¡Uy, qué tarde! Me voy a pegar una ducha rápida que aún tengo que preparar la cena – dijo, mientras se acercaba a las escaleras que conducían al piso de arriba. De pronto se detuvo y exclamó girándose hacia mí: - ¡Con tantas emociones, casi se me pasa! No creas que me olvido de ti, cariño. Julián es un buen cliente mío desde hace años. Era el organizador de la "fiesta". Había contratado únicamente a dos putas para esta despedida de solteros, así que mi intención no era cobrarle más de lo que habíamos acordado – me explicó – Tu intervención ha sido toda una sorpresa. Pero a la hora de pagar, todos han estado de acuerdo en abonar algo más por el "extra" que han recibido gracias a ti. Así que .. ¡Toma! ¡Esto es para ti! – me dijo extendiendo un par de billetes verdes.

Alargué la mano y los recogí. Eran 200 Euros. No podía creerlo. Habían pagado más de lo estipulado en agradecimiento a mis servicios. ¡Qué ilusión! Mi madre me contemplada feliz al ver que su hija pequeña estaba aprendiendo a ganarse la vida. Sonreía embelesada mientras estudiaba la reacción de mi rostro ante aquella inesperada sorpresa. Yo no sabía qué decir. Quise dar las gracias, pero estaba tan emocionada que las palabras no me salían. Antes de que pudiese pronunciar el más mínimo sonido articulado, mi madre había desaparecido del salón, escaleras arriba.

¿Lo ves , Carol? – me dijo mi hermana - ¿Has visto cuánta pasta? Lo tengo muy claro: no vuelvo al colegio. Esta noche se lo diré a mamá. Y dicho ésto, siguió idéntico camino al de mi madre, escaleras arriba.

Me quedé pensativa mientras contemplaba el dinero que había ganado y, lentamente, me dirigí hacia mi habitación. Mientras me duchaba, sopesé todo lo que había sucedido aquel fin de semana. Tres días antes no era más que una niña buena, obediente, estudiosa ... y virgen. Ahora, en cambio, había vivido las experiencias más excitantes de mi corta vida. Todas juntas. Casi sin tiempo para ir asimilándolas. Tenía claro que mi vida había cambiado. Que ya nada volvería a ser igual que antes. Había perdido toda mi inocencia de golpe. Pero también se había abierto ante mí un mundo maravilloso, excitante y placentero. A pesar de llevar la contraria a mi hermana en lo de dejar el colegio, sabía que ella tenía razón. ¿Qué iba a sacar en claro toda un puta como mi hermana en el colegio? Sería una pérdida de tiempo. Mi madre ya la había incluido en el negocio de forma oficial. Así que ... ¿qué podrían aportarle a Alicia las aburridas clases del colegio cuando podría emplear ese tiempo en follar como una loca e hincharse a ganar dinero? Porque ... es que ... además, se ganaba mucha pasta. Yo, casi sin proponérmelo, había ganado doscientos sesenta Euros en dos sesiones. Y eso que era una principiante. Calculé el dinero que mi hermana habría ganado: 500 Euros aquellas misma tarde; 50 por la mañana con los chicos del baloncesto; 60 la tarde anterior; más lo que habría cobrado en mi sesión de iniciación del viernes; y lo de antes con mamá cuando las descubrí. ¡Joder! ¡Qué dineral! Y encima, ¡disfrutando a tope! Estaba claro: no había color entre perder el tiempo en el colegio y disfrutar siendo toda una puta.

¡Carol! – gritó mi madre desde el piso de abajo sacándome de tan profundas cavilaciones - ¡A cenar!

Salí de la ducha y bajé a la cocina con mi albornoz por única ropa. La cena ya estaba preparada sobre la mesa de la cocina. Y mi madre y mi hermana me esperaban sentadas. Lo cierto es que estaba hambrienta. Era normal, después del intenso ejercicio que requería satisfacer a siete machos a la vez.

Durante la cena, hablamos de cosas triviales. Sabía que, después, mi madre tendría una larga charla conmigo. Cuando terminamos de cenar, las tres pasamos al salón y nos sentamos en el sofá. Mamá puso la mano sobre el muslo de Alicia.

Bueno, nena ... ¿qué es eso que querías contarme? – preguntó.

Pues que he decidido no ir más al colegio. Lo dejo. Creo que es una pérdida de tiempo – explicó sin rodeos.

¡Perfecto! Si es lo que quieres, tienes mi permiso – respondió mamá para mi sorpresa. No había puesto objeción alguna. Aún estaba tratando de asimilar la facilidad con que mi madre había aceptado la decisión de mi hermana, cuando mi madre añadió. – Además, si sigues yendo al colegio no ibas a poder atender a la clientela que ya te tengo preparada. Es lo que quería decirte, Alicia. Has gustado mucho a mis clientes. No sólo a los de hoy. Y tengo citas concertadas para ti para los próximos quince días – explicó.

¡Qué bien, mamá! – exclamó Alicia.

Cobrarás algo menos que yo – añadió – Pero es normal. Todavía te estás haciendo un hueco en este mundillo. Pero, no te preocupes. Si trabajas bien, pronto tendrás un caché muy superior al mío.

No importa, mamá. Me parece bien.

Mañana por la mañana van a venir un par de clientes míos que quieren conocerte. Pero tendrás que encargarte de ellos tú sola. Yo estaré en casa pero no intervendré – continuó - A ver qué tal te arreglas, ¿vale?

No quedarán decepcionados – aseguró mi hermana – Por cierto ... – añadió - ¿cuándo me llevarás al club? Me pongo cachonda sólo con pensar en trabajar en un puticlub – explicó.

De momento tendrás que olvidarte de eso. A veces hay redadas de la policía y aún no eres mayor de edad. Eso podría traer problemas. No sólo a los dueños del burdel, sino también a nosotras – explicó – Si te pillan prostituyéndote y averiguan que ya también soy puta, podrían quitarme tu custodia legal y enviarte a un centro tutelado para menores. Y lo último que quiero es que te separen de mí – continuó – Así que tendrás que esperar hasta que cumplas los 18, ¿vale, cariño? De momento es preferible que trabajes aquí en casa con clientela de más confianza. De todos modos, por si acaso, tú di a todo el mundo que ya eres mayor de edad – concluyó mi madre.

Yo permanecía inmóvil en el sofá, junto a mi madre, escuchando atentamente cómo planeaban el futuro de mi hermana en el mundo de la prostitución. Mientras ellas continuaban charlando pensé en el día siguiente. ¿Sería capaz de aparecer por clase como si nada de aquello hubiera pasado? ¡Vaya aburrimiento! Me tiraría todo el día repasando en mi cabeza lo vivido aquel fin de semana. ¿Podría atender a los profesores sabiendo que mi hermana estaría en casa cepillándose a dos tíos? Mi imaginación volaría hasta el salón de mi casa tratando de formar parte de aquella escena. Y entonces ... sucedió. Me di cuenta de todo. De lo que quería hacer con mi vida. ¿Qué pintaba yo en el colegio cuando lo que realmente ansiaba era follar por todos mis agujeros? Mi hermana tenía razón: las cosas realmente importantes las había aprendido de Alicia y de mi madre, y en mi propia casa. Entonces lo entendí. Yo también dejaría el colegio y me prostituiría en casa. Tenía que decírselo a mamá. Si había aceptado la decisión de mi hermana, también tendría que aceptar la mía. Al fin y al cabo ella misma me había dicho lo orgullosa que estaba de mí. Me había visto haciendo disfrutar a sus clientes, que incluso habían pagado un extra por mí. Eso significaba que era buena. Que tenía madera de puta.

¡Mamá! – exclamé interrumpiendo la conversación entre ella y mi hermana - ¡Mamá! ¡Yo también tengo algo que decirte!

Adelante, hija – respondió.

Pues ... verás ... – titubeé – Que ... yo también quiero dejar el colegio y ser puta – dije algo nerviosa. Ella me miró y sonrió. Me contempló unos segundos y dijo.

¡Qué feliz me hace oírte decir eso, cariño! – dijo llena de orgullo – Durante todos estos años en los que os he ocultando cuál era en realidad mi trabajo, siempre tuve el deseo de que llegara este momento. El día en que mis dos hijitas decidiesen seguir los pasos de su madre. El día en que poder compartir con vosotras escenas como las de esta tarde – explicó emocionada. Estaba a punto de llorar de felicidad, pero se contuvo, no sin cierto esfuerzo. Tomó aire y continuó: - Es un orgullo para mí que las dos queráis dedicaros a esta profesión que tantas y tantas satisfacciones me ha dado.

Aquellas sinceras y emocionadas palabras de mi madre no hicieron sino confirmar la decisión que había tomado unos segundos antes. Ya no había duda. Quería ser como ella. Quería pasar el resto de mi vida rodeada de pollas a las que entregarme en cuerpo y alma. Quería ser tan puta como ella. Mi madre se serenó por un momento y continuó con su pequeño discurso.

Alicia me ha demostrado durante meses su valía. Desde que me descubrió un día trabajando en casa y se unió a la "fiesta", ha demostrado firmeza en su decisión de abrazar esta maravillosa profesión. Su talento ha sido confirmado por muchos clientes que vienen reclamando sus servicios desde hace tiempo. Además, según ella misma me ha contado, durante los últimos meses se ha cepillado a medio colegio. Cobrando, por supuesto. Una buena puta no folla gratis ni aunque le apetezca. Todo ello me ha demostrado que sabe lo que quiere. Que su decisión está muy meditada – explicó – Por eso, aunque nada me haga más ilusión en el mundo que ésto, tengo que decirte que creo que aún no estás preparada – sentenció muy seria.

¿Cómo? – pregunté estupefacta - ¡¿Qué no estoy preparada?!

Sinceramente ... creo que no – concluyó.

Pero .. tú misma has dicho que esta tarde he estado muy bien – argumenté – Incluso que alguno de ellos te ha preguntado por mí ... para citarse conmigo ...

Tienes poca experiencia – dijo – Esta tarde ha habido varias cosas que no habías probado nunca, ¿a qué sí?

Sí ... vale ... pero ...

¿Cuánto tiempo llevas follando? – me preguntó.

Bueno ... en realidad ... empecé el viernes – reconocí. Quise mentirla, pero me habría descubierto. Además mi hermana estaba allí, escuchando en silencio, y ella sabía toda la verdad.

¡Joder, nena! ¿El viernes? – dijo sorprendida - ¿Sólo llevas tres días follando y ya tienes claro tu futuro?

Pues ... sí – respondí.

Mira, cariño. Te seré sincera. Pensaba que tenías más experiencia que tan sólo tres días. Desde luego, está claro que tienes madera, porque es difícil mostrar tanta habilidad con tan poca experiencia. Eres muy joven, y si tienes claro lo que quieres, estoy segura de que acabarás siendo una gran puta. Pero, tómate tu tiempo. Un buena puta tiene que moldearse desde abajo. Poco a poco – me explicó - ¡Aprende de tu hermana! ¡Haz como ella! Sigue un tiempo en el colegio. Fóllate a tus compañeros. Ve cogiendo experiencia y aprendiendo de cada situación. Aprende a comportarte, a moverte, a hablar, a calentar a los tíos y a complacerlos como toda una puta – me aconsejó.

¡Tengo una idea! – exclamó Alicia – Mira, hermanita, yo opino como mamá, aunque también te entiendo a ti. Pasé por lo mismo no hace mucho. En seguida quise abandonarlo todo y dedicarme a follar a lo grande. Como mamá. Pero creo que debes aprender aún muchas cosas por ti misma – explicó – En realidad lo tienes muy fácil: yo no voy a volver al colegio y allí hay un montón de tíos acostumbrados a mis servicios. Con mi ausencia queda todo un mercado a tu alcance. Sólo tienes que llegar al colegio y ofrecer tus servicios. Algunos ya te conocen y, en estas cosas, la voz se corre en seguida. De todas maneras, con decir que eres mis hermana y, después, dejarles contentos, en seguida se olvidarán de mi y te convertirás en la puta "oficial" del colegio. Eso te permitirá ir cogiendo experiencia.

¡Muy buena idea! – exclamó mamá.

Sí ... quizás tengáis razón ... – dije no muy convencida – Si no hay otra alternativa ...

Es lo mejor que puedes hacer, cariño. Si dentro de unos meses has progresado, no dudaré en dejar que te unas a nostras, ¿vale? – me prometió – Convertiremos esta casa en el mejor burdel de la ciudad.

Estoy deseando que ese día llegue – sentencié.

Bueno, hijas, se me está haciendo tarde y está noche tengo que ir al club – dijo mamá – Y aún tengo que vestirme – añadió. Se puso en pié después de darnos un beso – Cariño, ya me irás contando qué tal te va, ¿de acuerdo? – me dijo sonriendo – Y, tú, Alicia, prepárate para las doce. A esa hora llegarán los dos clientes que te he dicho.

Sí, mamá – dijo mi hermana – Hasta mañana.

Hasta mañana – respondió mamá abandonando la habitación mientras el cansancio acumulado en la larga sesión vespertina me hacía bostezar.

Un rato más tarde, ya en la cama, pensé en lo que me esperaba al día siguiente. Sopesé cómo debería ser mi llegada al colegio. La nueva Carolina, muy distinta de la que todos conocían. Para empezar, me vestiría de la forma más provocativa que pudiera. Quería que el cambio fuera radical. Que nada más llegar todos supiesen que allí estaba yo. Sabía que sustituir a mi hermana no era una reto fácil. Por eso, si quería conseguirlo, debía empezar con buen pié. Debía prestar mucha atención a todos los detalles: mi forma de caminar, de mirar a los chicos, de insinuarme. Tenía que comportarme de forma que todos vieran que bajo aquel frágil y delicado aspecto de niña buena, latía el corazón de toda una zorra. Una vez que consiguiese eso, todo sería más sencillo. Podía preguntar a Alicia para que me regalase alguno de sus sabios consejos, pero recapacité y pensé que si mamá quería que aprendiese ciertas cosa por mí misma, debía mantener al margen a mi hermana.

Puse el despertador a las 6:30 de la mañana. Dos horas antes de que empezasen las clases. Necesitaría tiempo para vestirme y maquillarme para la ocasión. Después, me fui quedando dormida, presa del cansancio, mientras mi mente fantaseaba con cómo sería mi vida a partir de la mañana siguiente.

 

 

 

P.D.: A partir de ahora, la serie "TRES PUTAS EN CASA" queda aparcada hasta que Carolina adquiera la experiencia suficiente que su madre le exige para ejercer junto a ella y su hermana. En breve, abriré una nueva serie de relatos paralelos a las historias ya publicadas, bajo el título "CAROLINA, LA NUEVA PUTA DEL COLEGIO", en donde se narrarán todos las vivencias de esta joven de 16 años hasta convertirse en eso que tanto ansía: una auténtica puta.

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