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Vecinas y ...2

en Lésbicos

Vecinas y….2

Zoraida y yo somos competidoras comerciales, ambas somos dueñas de galerías cercanas, peleamos por los artistas y los clientes, pero, somos grandes amigas de toda confianza desde hace diez años y nos auxiliamos mutuamente en casos de emergencia o necesidad.

Yo tengo cincuenta años, ella aparenta como cuarenta pero sé que debe tener  un poco más. Es bella, tiene buen cuerpo y si Nina no hubiera aparecido en mi vida, seguro hubiera terminado tirada en su cama una mañana cualquiera.

“Zorraida”, como la llamo, nunca ha dejado de intentar convencerme de que le dé la oportunidad de guindar sus pantaletas en el copete de mi cama. Es una bromista, pero la persona más confiable que conozco.  La mañana que Nina me llamo a la oficina nerviosa para decirme que su mama estaba hospitalizada,  Zoraida estaba a mi lado intentando introducir su mano bajo mi falda para llegar al centro de mis piernas, por más rechazo que yo mostrara, ella siempre oponía su sonrisa desvergonzada y su actitud burlona.  Era incorregible. Lo hacía solo por jugar y burlarse de mí.

Colgué el teléfono mientras arreglaba la falda que me había subido, mientras le explicaba lo que había pasado.  Me dijo, levantándose, que ella misma la acompañaría para que yo no soltara el control del negocio, pues sabíamos lo importante que era para mi futuro, la entrega que yo monitoreaba en ese momento. Era mi primer negocio internacional.

-Yo la llevo, mañana si quieres puedes ir a visitarla-dijo mientras me daba un besito y agarraba uno de mis pezones con su habitual desparpajo. Mientras salía, llame a Nina para que se preparara a partir con Zoraida.

Día siguiente por la mañana. Entra Zoraida en mi oficina con una sonrisa irónica y una faldita cortita. Sin saludarme me espeta: -¡Siéntate porque te vas  a caer de culo!

Se sentó a mi lado como siempre lo hacía, con el espaldar de su silla opuesto al de la mía, de forma que quedábamos de frente – Tu mosquita muerta, tu Nina, pues. Debe estar en este momento abierta de piernas y con la lengua de su cuñada lamiéndole la matriz- No entendí lo que quería decirme. Sonreí un poco por si acaso era una de sus bromas. De pronto comprendí que no era broma lo que me acababa de soltar. Algo sabía y  me lo decía a su muy especial manera. Mi cara era un poema: incredulidad, dolor, sorpresa. Lagrimas.

-Te lo digo de un solo coñazo, para salir rápido de eso. Desde ayer estoy pensando como decírtelo. Nina tiene una relación con su cuñada, las vi como se miraban, como se besaron y como se pusieron azoradas porque yo lo había visto-

Las lagrimas me nublaron la vista.- ¿Qué hago?, pregunte sollozando, ¿Qué hago sin ella?-

-Me vas a hacer caso. Es lo que vas a hacer, dijo con vehemencia-

-¿Qué?, reaccione-

-No vas a hacer nada. Eso harás. Uds. Se aman. Todos nos descarriamos en algún momento y esperamos que nos estén esperando con la puerta abierta cuando regresemos  cabizbajos y abrumados por la pena y el dolor. La vas a perdonar y no dirás ni una palabra de reproche el día que regrese. Ella debe saber que ya te debo haber contado lo que vi, y debe estar revolcándose en un infierno. Perdónala, no digas nada, cuando le pase la loquera que tiene con la gorda ésa, que quien sabe como la conquistó, volverá  a ti y sentaran cabeza. Serán felices. Please, hasme caso.

-No creo poder ser tan fuerte-dije moqueando.

-Todas pasamos por eso y creemos no resistir, pero el tiempo todo locura. El amor de mi vida lo perdí porque no tuve alguien que me dijera lo que yo te estoy diciendo en un momento de estúpida locura de celos y he esperado toda mi vida para salvar a alguien de cometer el mismo error. Mejor si eres tú. Espera a que siente cabeza. Ella regresara y estarán juntas para siempre-

Lloramos un rato. Ella me consolaba llorando también.

Salimos a una ciudad soleada.  Me convenció de darme un masaje relajador con una profesional. Al lugar apropiado me llevó, todas la conocían-Traigo una virgen dolorosa, anuncio-

Cuando la masajista termino con el masaje boca abajo y me dijo que me volteara, ya mis penas iban rio abajo y mi  mente relajándose se perdía en el sabor de un placer que no conocía. Unas manos se arrastraban por mi cuerpo barriendo mis amarguras. Me abrí en el momento precioso que las manos prodigiosas masajeaban el interior de mis muslos, me abrí al placer de un final que no llegaba, de un trajinar cercano y lejano de mi calenturienta vagina mojada  de aceite y de deseo. Llegue sin espasmos, suavemente, solo un leve temblor me recorrió de arriba abajo y se fijo en mi centro. Dormí arropada, sin frio ni dudas.

La esperaría.

Desperté relajada y tranquila. Me vistieron y me llevaron al salón. Zoraida estaba allí, conversando animadamente y todas reían de sus ocurrencias. Pidió un whisky para mí y me senté a verla terminar sus cuentos.

Nos sentamos juntas a disfrutar de la música y del ambiente fino y delicado que imperaba.

-Te tengo una sorpresa, dijo muerta de la risa- volteo y llamo a alguien que yo no veía.

Una muchacha casi desnuda se paro ante nosotros. Zoraida  me miro riendo y mientras la señalaba con una mano me dijo: Mira lo que te compré. No respondí nada.- Un clavo saca otro clavo comadre, me dijo-

-Ven siéntate aquí, le dijo a la joven, indicándole el lugar al lado del mío, y tú, señaló a otra mujer  alta y de bellas formas, siéntate aquí, dijo mientras señalaba su lado-

Me sentía incomoda por decir lo menos, pero el masaje, la bebida y la presencia de la bella que me acompañaba fueron haciendo efecto. Bebimos, conversamos y fuimos entrando en confianza. Zoraida había desaparecido.

Miriam, que así se llamaba mi pareja, me dijo que tenía derecho  a ella toda la noche pues la señora Zoraida  había pagado espléndidamente. Yo le respondí que no iba a usar de ese derecho. Ella se puso triste pues pensó que no era mi tipo, que si quería buscaría a otra compañera y sin darme tiempo a detenerla se levanto y al rato trajo tras ella a cuatro, cinco o seis compañeras ¡no lo sé!,  Pues cuando vi a “esa” mujer parada frente a mí quede sin habla.

Era negra, alta, hermosa y me miraba como si quisiera comerme. La señalé temblorosa, el resto de ellas se esfumó.

Me haló por un brazo y me llevo a bailar. Se me pego y su perfume inverosímil me caló los huesos. Estaba en sus manos ya no me podía devolver. ¡Al carajo Nina!

Desde el primer momento me sentí su posesión. Ella lo supo inmediatamente. Me arrastró a su camastro en una de las habitaciones del lugar. Era una habitación desalmada, como Séfora también lo era. Que yo Iba a saber lo que era tirar, me dijo con una pronunciación fragante a cangrejos vivos, antes de arrancarme la ropa y poner su fruta, olorosa a cacao, en mi boca.

Chupé con pasión para hacerla feliz, para hacerla gozar. Sucumbí a su efusión que me violaba la boca. La sentí derramarse en mis labios. Luego sus pezones me llenaron la boca de un raro liquido que me turbó la tranquilidad del alma para siempre. Sentía el olor de sus nalgas que se apretujaban contra mí, erótico. Era una vorágine de sensaciones olfativas, gustativas y táctiles pues los aromas de su cuerpo complementaban la sensación de suavidad de su piel sedosa, aromática.

Me dejo descansar, antes de sumir su boca en mi cuello, besar mi boca, mis orejas y arrastrar ese caudal de enardecimiento de mis sentidos hacia abajo, lentamente, arrastrando mis pezones en su carrera hacia la muerte, en mi abdomen sentí el primer orgasmo, más abajo el segundo y cuando toco mi clítoris con su sabia lengua la explosión me hizo arquear el  cuerpo y deje salir un chorro de orines. Nunca me había pasado.

Siguió hacia abajo por mis piernas. Hasta llegar a los pies, le pedía que por favor no me abandonara, que volviera a subir, me obedeció y otra sacudida orgásmica me hizo temblar gravemente. Ella, reía. Me volteo y bajando por la espalda su lengua penetró mi ano sacándome sensaciones que no sabía que existían y que me hubiera pesado haber muerto sin conocerlas. De haberlo sabido. Me quede harta con el último clímax y me dormí arropada por su piel.

Era de día. Zoraida sentada en una silla contemplaba mi desnudes adormecida.

-Si hubiera sabido lo buena que estás, relevo a la negra, bromeó-

-Eso no es una negra, es el diablo, replique desnuda y sonriente-

-Bueno, vámonos, ya sabes lo que le hace falta a la Nina. Con dos lecciones más de Séfora, te vuelves una experta-

Parece el fin.

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