MARÍA 6. GAETANO
Después de mi triunfal debut, salimos a cenar a otro sitio para celebrar. Layla, estaba que moría de la risa cada vez que rememoraba la escena pasada-hubieras visto la cara de puta sinvergüenza que tenías, parecías una diabla enterrándote ese tubo, hasta yo quería probar ese tubo para ver qué era lo que tenía, comentaba lo mejor que podía porque los ataques de risa no la dejaban hablar- Gaetano y Carlo, sonreían, pero con una significación que más bien parecía la actitud del avaro ante un tesoro encontrado por casualidad. Yo, seguía medio drogada.
El embotamiento mental que tenía por el licor raro que me dieron los bailarines, se me pasó con un buen filete y unas copas de vino. Gaetano bailaba melosamente conmigo: su descubrimiento. Layla y Carlo, partieron, seguimos bailando, pero, Gaetano estaba a punto de violarme, tal era su excitación y yo reventaba de ganas de que lo hiciera, final de la celebración pública. Salimos a celebrar en privado.
Apenas nos introdujimos en la camioneta, conducida por su chofer, éste partió raudo a nuestro destino, nosotros partimos hacia el paraíso. A duras penas logré que esperara a que llegáramos para hacerme suya. Bajamos del vehículo al llegar a una casa en las afueras, entramos en ella en volandas, riendo y besándonos y bajándome el vestido para que el chofer no viera mis nalgas.
El desmadre de nuestras ganas se desbordó. La sutil tela que me envolvía desapareció. Mi cuerpo enfervorizado y provocativo quedó expuesto. Sus manos lo atenazaban y se hundían en sus grietas más profundas. Mis nalgas se abrieron ante la autoridad de sus manos inmersas entre ellas, apartándolas, tanteándolas para deleitarse con su volumen, dureza y cálida temperatura. Nuestras bocas hacía rato que se habían acoplado y nuestras lenguas se relamían mutuamente.
Como pude, extraje de su pantalón la vara que pronto me mediría, y la acaricie con emoción. Fui quitándole la ropa pieza por pieza. Sus manos no cesaban de explorarme. Sentí la ansiedad de su tronco duro y lucio puyando mi entrada. El paraíso estaba cerca.
Me llevó en brazos hasta la cama sin dejar de lamer mis pezones. Hundió su boca en mi jugosa frutica y en menos de un minuto me arrancó de mis entrañas entumecidas el quejido final en el que todas mis angustiantes frustraciones fluyeron a la puerta de mi subterráneo. Había olvidado esa sensación de plenitud que solo se obtiene de un orgasmo claro y preciso, él, lo paladeó como buen catador.
Abrí los ojos en medio de mis estremecimientos vertebrales que recalaban en mi vientre, acumulando allí su delectación maravillosa. Quería más. –Métemelo, por favor-
El hombre era un experto. Ya parecía haberle cogido el tiempo a mis rincones. Sabía donde quedaba cada parte, y como sonaba cada una. Me volteó lentamente como se hace con un bistec en la parrilla, cuando ya está listo por un lado. Me puso de medio lado, colocó su pecho sobre mi espalda y se metió entre mis piernas. Ya yo no tenía dudas sobre lo que me esperaba, pues su reluciente cabeza, exigentemente llamaba a la puerta de mi orificio posterior.
-Desde que vi al tubo violando tus nalgonas, me propuse violarte por ese lado, dijo con voz ahogada como pidiendo permiso-
-Házmelo con cuidado, respondí a su pedido con voz delicada, como pidiendo clemencia-
Se lo mojó con mis jugos vaginales, me embocó y sentí su calorcito y dureza,- soy tierna y delicada por allí a pesar de que mis nalgas parezcan decir lo contrario, le recordé quejumbrosa-
Sentí la entrada de su cabeza indolente a mis súplicas y con un -¡ay!- le di la bienvenida. Sabía que no sería tan malo, pues ya tenía experiencia por allí, con Lucas que había sido el primero, me había gustado bastante. Pero nunca está de más hacerse la inocente y remilgada, pues siempre rinde frutos.
Se detuvo ante mi gritico, esperó unos segundos antes de seguir avanzando. Sentía como su tallo separaba mis nalgas y éstas lo estrechaban entre ellas. Era una sabrosa sensación de dolor-placer ya olvidada pero que pronto recobró mi cerebro. Lo bueno no se olvida.
-¡Entró todo! Dije en voz alta- Sentía su pubis afeitado con sus pelitos puntiagudos que raspaban mis nalgas y mi ano. Estaba hasta el fondo. Yo sabía que eso me gustaría mucho, si lo hacía correctamente. Así fue.
Con su sabiduría de mil batallas, comenzó a buscar ese lugarcito, ese movimiento que exalta a la máxima potencia el gustico especial ese que me sale solo cuando mi pareja logra conseguirlo. Él lo buscaba con ahínco, hasta que lo encontró en su lugar donde había estado olvidado desde Lucas para acá. Se lo hice saber claramente, para que no hubiera dudas-allí, allí, papi, allí-
Me empezó a trabajar el clítoris también más agresivamente, su tronco torció el camino de su taladrante cabeza para que no abandonara la zona erógena de la que se había posesionado. Me quería dar todo el placer que pudiera, me alagó su disposición tan caballerosa. Yo estaba gozando con todas sus atenciones, me aferraba a sus gruesas piernas tratando de impulsarlo más adentro y más rápido. Le decía vulgaridades indicándole que me estaba llevando al cielo de los fornicadores sabios. Me meneaba todo lo que podía, quería todo.
El estruendo de un ruido lejano, que se acercaba a mi puertita y que había partido de mi ombligo, reventó en mis entrañas que desataron toda su vulgaridad de entrañas golosas con un orgasmo fabuloso. Me oriné la cama. Su comunión conmigo llegó momentos después, con furor, desbordó mi agujero anonadado con su semen viscoso.
Nos dormimos abrazados y compenetrados. Me lo hizo otra vez antes del amanecer.