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Putito 7: la despedida

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Putito7. La despedida.

La empresa luego de tres meses de poca actividad de mi mecancia por su alto costo, considero que mi periodo de aclimatación al sistema había terminado y sería trasladado a una lejana localidad portuaria mucho mas prospera y poblada y en donde la oportunidad de sacarme provecho era superior. Habría hombres que podrían pagar lo que se exigía por mis servicios. Con menos de un año en estas andanzas seguía siendo muy joven y cada vez menos ingenuo. Mi cuerpo, comenzado su desarrollo, se había hecho más exquisito y había aprendido a usarlo para enloquecer los sentidos con mis maniobras y mis malicias.

Tenía unos días antes de partir, especie de vacaciones, para despedirme de mis amistades. No tenía muchas. Como no tenia horario que cumplir era libre para vagar y deambular por la ciudad. Me sentía alicaído por el sentimiento de dejar la ciudad donde nací. Caminando sin rumbo, me fui llegando hasta cerca de la casa de Ferdi. Estaba sediento y afligido; pare en un comercio de víveres cercano a su casa, en el que alguna vez me había refrescado culminadas las faenas amatorias a las que nos habíamos entregado un par de veces. Quería reanimarme con una cerveza, ya me estaba acostumbrando.

No había clientes, el dueño me saludo con una sonrisa burlona de reconocimiento. Era un tipo grueso, alto, pelo entrecano, como de cuarenta años.- Quisiera que me vendiera una cerveza, le dije con desenvoltura. Acentuó su sonrisa maquiavélica al contestar: Yo quisiera otra cosa, pero pasa, te la tomas en la trastienda para evitar problemas. Abrió la puertecilla del mostrador y pase adelante, note que su expresión cambio de repente, por la que asume una persona que consigue súbitamente la solución que buscaba.

El depósito, daba a un bonito jardín, oloroso a flores, que acentuó mi tristeza por el recuerdo de la casa de mi abuela; me senté sobre unos sacos a contemplarlo mientras llegaba mi cerveza, que esperaba alejara de mi la tristeza. El hombre reapareció con una botella en la mano, criticando los clientes quisquillosos e inoportunos, me causo risa su actitud. De repente disparo: Tu eres el noviecito que tenia Fernando, el gordo que vive aquí cerca ¿no?- Nada conteste, y empine la botella para esconder mi rubor y mi aturdimiento por la sorpresa. Otro cliente demando su atención, y, al ausentarse para atenderlo, me dio tiempo para recuperar mi auto-dominio. Volvió con dos botellas. -El mismo Fernando, me describió lo que había hecho contigo-continuo diciendo, mientras me entregaba otra cerveza. Realmente parecía no darle mucha importancia al asunto. Por su mirada vi que no estaba inventando y que hablaba con sinceridad. Odie a Ferdi por lengua larga. –No hay que confiar en nadie, dijo para concluir.

 Seguimos bebiendo lentamente, empezaba a relajarme, Ferdi ya no me importaba. Regulo, que así se llamaba el bodeguero, estaba reconcentrado en sus pensamientos. Se levanto de mi lado, tomo una silla y se sentó frente a mí: Necesito que me ayudes, quiero a Fernando, me gusta, he logrado que se deje besar y me ha masturbado, pero quiero acostarme con él, y no se deja, dizque por miedo a que yo le haga daño; he sabido que pronto se mudara y quedara fuera de mi alcance. -¿Cómo te puedo ayudar?-pregunte. –Tráemelo, si estas presente no se podrá negar, porque sabemos que el te lo hizo a ti. Vi la oportunidad de vengarme del lengua larga. Acepte. Fui a buscarlo en su casa.

Fue fácil convencerlo, mi aliento alcohólico y mi actitud desenvuelta eran promesas no despreciables. Primero, debíamos ir a la tienda por más bebida, dándole tiempo a su mama de que saliera de la casa y no pudiera sorprendernos. Regulo, cerro el local con la excusa de evitarse problemas por estar vendiendo licor a un menor y pasamos a la trastienda. La trampa se había cerrado.

Ferdi estaba nervioso y a la defensiva. Se notaba estresado y quería que nos fuéramos. Yo, en cambio, como me sucedía con las bebidas alcohólicas, y ya llevaba varias cervezas, me puse alegre y me dieron ganas de danzar. En voz alta dije, como para un público,- Quiero desnudarme y bailar; de todas maneras, Regulo ya sabe que he estado con Ferdi y quiero mostrarle a el también, mi cuerpo desnudo. Ferdi miro a Regulo con ojos abiertos por la sorpresa de la indiscreción descubierta. Mi desenfado, rompió el hielo y mi desnudes tenía un aire de adorno impúdico. Realmente, yo no deseaba tener relaciones con nadie, solo bailaba y reía de felicidad como un espíritu sano que ha logrado apartar los nubarrones de la tristeza y recuperar la alegría de la vida. En medio de mi danza los apremie a que desnudaran sus cuerpos sin inhibiciones y preste mi colaboración halando las piernas de sus pantalones. Ya sonreían divertidos con mis cómicas piruetas de baile.

Mis bocas se hicieron agua, a la par que entendí lo del miedo de Ferdi. Regulo se gastaba una vara de proporciones más que regulares. Era blanca, larga y su cabeza era del mismo grosor que su robusto cuerpo. Mas grande que la de Ferdi, menos que la de Ambrosio y parecida a la de Bartolo. El recuerdo de Bartolomé, me hizo suspirar. A Ferdi se le veía confundido, opte por ayudar a romper el equilibrio, tome su mano y sin resistencia de su parte la puse sobre la tranca de Regulo, quien pego un respingo de emoción cuando los dedos regordetes masajearon su prepucio. Para que quedara bien clara la situación, dije en son de broma-Yo los declaro marido y mujer.

Se trenzaron en un abrazo que los llevo a un largo beso. Yo intuía lo que Ferdi sentía en ese momento, el era siete años mayor que yo, tenía un cuerpo muy curvilíneo, moreno y peludo. Sus posaderas eran opulentas, duras a pesar de su tamaño, de piernas gruesas y su gordura solo sobresalía en su barriga. Regulo, ya estrujaba con sus manos ambiciosas sus carnosas protuberancias  y recorría con ardor su espalda mientras paseaba su lengua por su cara, como si quisiera asegurar su posesión marcando el territorio con su saliva. Su mazo nunca fue soltado por su cómplice amoroso, al contrario, era masajeado con placer.

Ferdi, bajo dándole besos por todo el cuerpo, hasta que estuvo a la altura del garrote totalmente envarado que lo apuntaba, lo tomo con decisión e introdujo todo lo que pudo en su boca y comenzó a mamarle mientras le masturbaba. Regulo lo sostenía por la nuca y con los ojos cerrados se movía en una especie de copula bucal. Mi colita latía emocionada ante una escena, nunca presenciada por mí.

Regulo, lo saco de la boca que lo ordeñaba, y se arrodillo junto a Ferdi. Empezó a darle besos cortos mientras lo rodeaba. Sabíamos lo que ahora buscaba, la emoción me excitaba. No hubo resistencia cuando Ferdi fue colocado en cuatro patas. Me acerque para no perderme nada de lo que iba a pasar, disfrutaba de la morbosa sensación de observar que le hicieran a otro lo que tantas veces me habían hecho a mí.

Ferdi abrió su esplendido y abundante rabo con sus propias manos, dejo ver un agujero muy oscuro y muy grande, con toda certeza podría decirse, que por ese conducto ya habían entrado algunas cabezas, que habrían sido sepultadas profundamente en su- por lo que se veía- acogedor interior, al ritmo progresivamente invasor de algunos troncos traicioneros, pues solo atacaban por la retaguardia. Fue ensalivado profusamente y relajado con la introducción de dedos que hurgaron con alevosía su tierno interior. Ferdi no tenía más de veinte años y su anillito por mas usado que fuera, mantenía su rigidez.

 Tome el aparato agresor entre mis manos- pues no quería perder la oportunidad de acariciarlo, aunque fuera un momento- coloque su cabezota en la entrada y allí la mantuve, mientras, Regulo se aferro con ambas manos a las caderas y de un solo envión, sin aviso ni protesto, zampo la cabeza en el hoyo que se distendió por la saliva y la dejo entrar cobardemente, pues, no opuso ninguna resistencia por lo sorpresivo del ataque. Ferdi, gimió fuertemente y tuvo un movimiento de rechazo al intruso, pero Regulo sabía lo que quería, no soltó el aferramiento de sus manos y avanzo ambas rodillas medio paso manteniendo la penetración. Entonces, para mi sorpresa, propino una dolorosa nalgada en cada cachete que dejaron la marca de sus dedos estampada en las rubicundas posaderas, al tiempo que le gritaba-¡quédate quieta, perra! Y con otro gran empujón completo el empalamiento de su víctima.

 Ferdi absorbió el doloroso enterramiento, además del dolor de las nalgadas;  para librarse de la angustia de una penetración tan súbita y dolorosa intento sacárselo levantándose y poniéndose de rodillas, pero resbalo, lo que facilito el trabajo de Regulo, pues al tenerlo en esa posición lo termino de sentar en sus caderas, pasando las manos por debajo de las axilas y empujándolo hacia abajo por los hombros. Sus jugosas nalgas ahora se apretaban contra las ingles y la cadera de Regulo.

Ferdi seguía intentando salirse pero lo mordieron en el hombro con saña- ¡quieta, te dije! Dejo de luchar, estaba sentado sobre la cadera de Regulo, con su vara totalmente clavada, un par de fuertes brazos lo retenían y su hombro seguía siendo mordido.

¡Si eres tan macho, has gozar a tu perra, maldito!-grito Ferdi.

El mordisco ceso, y el movimiento de mete y saca se regularizo manteniendo la opresión hacia abajo por los hombros. Solo se oían sus anhelantes respiraciones, las obscenidades que se intercambiaban y el golpeteo de las sudas nalgas contra las caderas. Eran dos cuerpos grandes unidos por el deseo mutuo recién descubierto, los insultos que se lanzaban mantenían viva la llama del deseo y el placer que se daban se veía en el rictus de sus caras. Me puse delante de Ferdi y vi que su boca gritaba groserías para incentivar el deseo de Regulo.

Regulo ya avisaba que iba a llenarlo de leche y Ferdi  cerró los ojos mientras se dejaba llevar, tomo mi mano y me indico que lo masturbara, así lo hice, pero por muy corto tiempo pues al poco rato exploto con tanta fuerza que su semen me alcanzo. Gritando  groserías parecía próximo a zafarse con sus alocados movimientos, pero la presa no podía escapar pues Regulo, había llegado a su paroxismo y bombeaba leche dentro del agujero que lo enloquecía y respondía sus vulgaridades con igual ímpetu.

Todo ceso. Al soltarse, Ferdi dejo caer su cabeza hacia adelante y las apoyo sobre mis piernas, allí quedo respirando sudoroso y aun diciendo insultos en voz baja y entrecortada. Regulo, aun con su mazo metido entre las nalgas, rehusaba sacarlo. Parecía recién terminar de escalar el Everest por la extenuación que mostraba, reía feliz. Dándole un último golpazo en sus nalgas, lo saco bruscamente junto con algo de leche que pudo escurrirse pues el agujero se cerró herméticamente casi inmediatamente, como para no dejarla escapar.

Un cuerpo se derrumbo junto al otro, febriles aun, respirando anhelantes aun, sudorosos se abrazaron y aun se decían obscenidades mientras se besaban.

Me vestí y salí, necesitaba urgentemente alguien que me sacara todo el torrente de deseo que había acumulado. Mi agujero estaba que ardía, mis nalgas querían ser acariciadas, mis piernas estaban temblorosas por la tensión. Necesitaba ser poseído de emergencia.

Fin de la séptima parte. La despedida.                            

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