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Putito 6. el burdel2.¿si o no?

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Putito: El burdel 2-¿Si o No?.

La violencia solapada era común en el negocio. Las prácticas intimidantes del personal de servicio para obtener favores sexuales de los pupilos eran inevitables en un ambiente cargado de sensualidad y relajación- a pesar de que estas actividades podían ser castigadas con la expulsión. El ecosistema era efervescente y propicio para agitar las pasiones. No cabe imaginar otra cosa, día y noche veían deambular nuestros cuerpos desnudos al alcance de su mano sin poderlos tocar. La costumbre del trato con bellos ejemplares desnudos día y noche, hacia el trabajo de mitigar los ardores, pero siempre había quien se salía de madre temporalmente a la vista de un delicioso cuerpo sin otro ropaje que el del deseo que lo rodeaba. Cuerpos, reservados para satisfacción de los que pudieran pagar sus altos precios y casi siempre anhelantes de un deleite que calmara sus pasiones soliviantadas por la diaria tarea de dar gozo a hombres que, casi nunca, devolvían el favor a nuestros cuerpos insatisfechos.

 Mi cuerpo estaba enfebrecido por la pasión que se alojaba en cada uno de mis poros. Soñaba con Ambrosio, con Bartolo y con todos los que me habían poseído. No tenía la masturbación como aliviadero pues la fuente de mi placer estaba  en el interior de mi cueva. Necesitaba comprar un pene de plástico o fabricarme uno.

Yo, por ser el más joven de la manada era respetado, hasta cierto punto, por los empleados y mis compañeros. Además, pensaban que estaba reservado para algún harem fabuloso y no era conveniente meterse en problemas habiendo tanta carne a la mano, aunque la mía era especialmente deseable para todos por ser la fruta prohibida. Mi cuerpo había florecido, mis nalgas y mis piernas habían tomado formas aun mas turgentes, mi piel de melocotón se había hecho más delicada, mi continua expresión de deseo reprimido, al tiempo que candorosa e ingenua, eran  carnadas que arrastraba sin darme cuenta de los estragos que causaban en los hombres que me miraban deambular. Un pez pico.

El portero era un negro grande y fuerte que me hacía gestos lascivos y obscenos con su boca cuando me veía. Yo le tenía algo de miedo por su porte gigantesco, su cara fea y sus gestos burlones, pero no porque se  mostrara más agresivo que el resto. Un sábado en la madrugada me retiraba a mi habitación después de la rutina nocturna, pasaba por un pasillo obscuro cuando sentí que alguien saltaba de un escondrijo y me rodeaba con sus brazos inmovilizándome, una mano tapo mi boca y mi nariz impidiéndome respirar y gritar. Era el negro, lo supe cuando hablo:-¿quieres que sea por las buenas o por las malas? Con la cabeza hice un gesto afirmativo. Estaba aterrorizado. –ok, espérame mañana en tu habitación, no le cuentes a nadie, si lo haces atente a las consecuencias. Me soltó y se fue.

El domingo no se trabajaba y casi nadie se quedaba en el club. Espere en mi cuarto, en medio de la mayor angustia, su aparición. Temía la rudeza que pudiera utilizar y de la que me habían contado que en casos parecidos, habían utilizado con otros pupilos que se habían negado a condescender en la violación.

 Me levante a abrir la puerta y el negro entro. Apenas me miro, se quito la franela, no hagas ruidos, me dijo, no puedo salir de aquí hasta que obscurezca, si me descubren aquí adentro me botan y tú la pagaras. Abrió mi nevera y se sirvió de mi comida hasta quedar saciado. Eructó y se saco el pantalón. Su enorme cuerpo desnudo se mostro ante mí, agarro su gran pija con su mano y esgrimiéndola ante mi rostro me dijo,- bueno putito, a lo nuestro, esto es para ti.

El arma que tenía en sus manos, era alargada y no muy gruesa, la cabeza era brillante. Primera vez que veía uno sin prepucio. Todo en el gigante negro era de grandes proporciones, sus piernas parecían torres, el pecho inmenso, los brazos puro musculo y las manos y dedos eran descomunales. Quizá por ello su pene no me pareció tan grande dentro de esa súper estructura.

Al acostarse en la cama esta crujió, yo me sentí como una pequeña motita a su lado. Era caliente y sus manos me quemaban al sentirlas tocando mi piel. –es verdad lo que cuentan, dijo, pareces un melocotón, eres suave, no tienes ni un pelito. Sus dedos me recorrían dándome cosquillas;- Tienes el culito más lindo que haya visto y he visto bastantes, puedes creerme. Eres un angelito y te tengo muchas ganas desde hace tiempo, voy a hacer que me recuerdes. Fue dejando que perdiera el temor que yo demostraba. En este plan pasamos un gran rato, el hablándome con zalamería y yo entrando en confianza, sus enormes dedos acariciaban mi piel. El hombre sabía lo que hacía. –Vas a hacer feliz a este negro, mi ángel putito, tienes unas bellas piernitas, tus nalguitas merecen un beso.

Lentamente, como para no espantar la presa adormecida, bajo su cara y su bocona se poso levemente en mi colita. Comenzó a lamer cuidadosamente las nalgas y piernas, mientras murmuraba palabras ininteligibles. Mi cuerpo sediento de caricias sabrosas, que no acudían a él desde que Bartolo me poseyó, se abrió a sus exploraciones relajadamente. Ya sabía que no me dañaría, no temía, lo deseaba. Su boca subió con lentitud por mi espalda, rodeo mi cuello, bajo por mis tetillas hasta mi abdomen. Mi cuerpo respondía con entusiasmo,  temblores producidos por las cosquillas que me recorrían, terminaron de entregarme por completo a su dominio. Siguió hacia abajo por la vía que junta mis muslos con mi vientre, estábamos muy calientes, lengüeteaba mis muslos al bajar por ellos hasta mis piececitos de querubín, estos, lo extasiaron y largo rato estuvo saboreándoles de mil maneras.

La corriente de placer que ese lamido me causaba bajo por mis piernas hasta hallar mi perineo y allí explotaba en oleadas sucesivas, de mi garganta salía un ronroneo continuo que se acentuaba de acuerdo a la señal que llegaba a mi zona erógena. Mi concentración era total en su lengua acariciando mis pies. Sentí desilusión cuando dejo de lamer, fue algo momentáneo, su boca comenzó a subir hasta mis bolitas. Sus brazos empujaron mis rodillas hacia mi pecho quedando mis nalgas, raja y agujero expuestos a su escrutinio, indefenso.

Cuando beso mi zona anal, inconscientemente se me salió un fuerte gemido y empuje mi agujero hacia su boca,-Ah!,  Su majestad quiere más. Trato de introducir su lengua en mi botoncito que a pesar de todo lo que había pasado, a mi edad, era flexible y se recuperaba con facilidad, sus esfuerzos por lograrlo me hicieron llegar a la cúspide y sin poderme contener le deje saber por mis gritos y convulsivos movimientos que me había llevado al cielo del placer.

Se levanto siempre sonriendo en su triunfo y me mostro con sorna su cabeza circuncida, me puso de lado y se coloco detrás de mí. Abrió mis nalgas y sin llegar a introducirlo lo coloco entre ellas, su cabezota apuntaba directo a mi ojito, sus brazos me rodeaban inmovilizándome. Comenzó a intentar meterlo con suaves movimientos de mete y saca, muy lentamente. Desesperantemente, en cámara lenta, cuadro por cuadro, milímetro a milímetro metía y sacaba. Me enloquecía, yo hacía intentos por enterrármelo con mis movimientos pero él no lo permitía, me mantenía atrapado con el férreo cerco de sus brazos. Así siguió largo rato, su cabeza entraba completa, la dejaba allí un rato y entonces la sacaba.

Nuestros suspiros de placer era lo único que se oía en ese combate silencioso. Mi ojito transmitía señales de placer a mi zona erógena interior. Ya no cabía más placer en mi agujero, pero él no permitía que se desarrollara más. Iba a explotar de deleite con el goce reprimido en mis entrañas. Comencé a insultarlo, le decía que me lo metiera si podía, que me cogiera como un hombre, luego, le rogaba, le prometía mi cuerpo cuando él quisiera, pero no me hacía caso, seguía mortificándome con su enloquecedor sistema.

Su método hizo efecto sorpresivamente, sentí una explosión en mis entrañas y el placer me llego como un rio desenfrenado que inundo todo mi interior, temblando logre moverme un poco para enterrármelo mas cuando el soltó mi abrazo para contener mis gritos con su mano en mi boca. Sus movimientos lentos duraron unos segundos más, y de pronto lo dejo correr hacia adentro mientras soltaba su caliente carga. Mi convulsionado cuerpo se conmovió al máximo, mis clímax eran indetenibles, solo resollaba y me movía como un gusanito atravesado por un alfiler que lo mantuviera aferrado a su centro de gravedad.

El negro me soltó pero no lo saco de mi agujero, hasta que desinflado salió por sí mismo al impulso de mi anillo atenazador que expulsaba al intruso para que saliera la cantidad de semen que me había inyectado. Riéndose, me dijo que mi rabito era cálido, acogedor, cerradito y como un guante de piel se aferraba al contorno de el miembro que en el entrara. Me dijo que me iba a hacer rico si lo administraba bien. Se quedo dormido rodeándome con su corpachón cálido y grande que me hacía sentir querido y protegido.

Por mi parte no pude dormir, pues cada vez que me movía mis sensibles nalgas rozaban su abdomen o muslos y me llegaban nuevas sensaciones voluptuosas. Su vara volvió a enderezarse. Trate de metérmela estando su dueño dormido. Este se despertó y sin pedir permiso, que no requería, la introdujo de sopetón y moviéndose lentamente, como acostumbraba, comenzó a arrancarle un agónico orgasmo prolongado a mi carne altamente sensibilizada. El clímax no cesaba, se extendía por mi cuerpo, lo hacía moverse intermitentemente, mis nalgas sudadas se movían al impuso de una pasión que no deseaba que terminara jamás.

Le rogué que me dejara, que ya no podia acabar más. Me lo saco sin llegar a su culminación y lo acerco a mi boca reseca y con pocas lamidas su tronco se conmovió y trague su leche. Me dijo- para que no olvides a lo que sabe un palo de negro.

Me quede dormido. Cuando desperté, ya no estaba.

Fin de la sexta parte.

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