Bartolo al día siguiente se mostro compungido y asustado por lo que me había hecho. Me rogo lo perdonara y sobre todo no le contara nada a su eminencia. Yo me comprometí a callar, pero que me volviera a montar aunque fuera una vez más, se negó a comprometerse y desde ese día casi no me hablaba. Tal era el miedo que le inspiraba la reacción de Ambrosio. Me sentía incomodo y afligido por perder un amigo y el mejor amante. Perdí la emoción por trabajar y a pesar de que cumplía a cabalidad mi obligación, algo se había roto dentro de mí. Decidí visitar a Ferdi.

Mi visita fue inesperada. Lo encontré en compañía de un tipo mayor que él, continuaron conversando sobre cosas que pronto me aburrieron, como si yo no existiera. Sin venir a cuento y de manera sorpresiva, Ferdi me dice: Robert quiere vernos haciéndolo para tomar unas fotos. Yo me quede frio y sin respuesta. Mi silencio fue tomado como señal de aprobación y mientras Robert preparaba sus equipos de fotografía, Ferdi me tomo de la mano y me condujo a su habitación.

Me desvistió en silencio, sin mirarnos. Se desvistió y se acostó boca arriba y en el momento que Robert entro (desnudo también) cual todo un director de cine, ordeno: comienza a mamárselo. No me atreví a decir nada, me sentía atrapado en una red. Comencé a mamarlo automáticamente, Ferdi se dejaba y el otro daba órdenes y tomaba fotos. Luego de un rato, ordeno que me acostara de espaldas sobre el pecho de Fer y me introdujera lentamente su pene para hacer unas tomas.

Fui enterrando con lentitud cada milímetro de su carne en mi ano lubricado con saliva de Robert, lo engullía gustosamente con hambre y con la sensación morbosa de ser observado. La sensación de la saliva en mi ano me trajo el recuerdo de Bartolo y eso acicateo mi deseo. Pensando en el comencé a mover mi cadera y arqueando el cuerpo me lo enterraba y desenterraba a mi gusto. Me sentía una mariposa clavada por un alfiler. Mi cara se transfiguro en una máscara de placer para Bartolo, perdido el autocontrol grite y gemí mientras acababa.

Robert dejo de tomar fotos y acariciando su verga comenzó una rápida masturbada mientras Fer llegaba casi al clímax, ambos acabaron al mismo tiempo, uno, dentro de mí y el otro encima de mi rostro. Me saque el pene aun chorreante para que fueran tomadas las últimas fotos de mis nalgas bañadas de líquidos y mi agujero rezumándolo. Perdido el recuerdo de Bartolo, yo no sentía más deseo.

Robert, se vistió y salió sin despedirse. Ferdi quiso volver a intentarlo. Perdido mi interés, me negué, y me fui. En la esquina me esperaba Robert, me regalo una buena cantidad de dinero y me explico que con las fotos me conseguiría clientes adinerados. Quedamos en vernos el domingo siguiente. La proposición me gusto y me arranco una sensación de goce desconocida. Iba a ganar dinero con mi placer.

Lo ocurrido con Robert no lo comente, con Bartolo asumí una actitud vengativa, me le insinuaba desnudo, le decía que tenía un novio más sabroso, le rozaba con mis nalgas su bulto, y le hacía ver que se lo perdía porque quería.

 Asistí a la cita según lo previsto, me hizo saber que había algunos interesados. Pero, uno de ellos era el que más me convenía. Acepte ir a verle inmediatamente, tal como Robert me propuso. Me llevo a una casa bonita y elegante, un portero nos recibió con efusividad y respeto hacia Robert. Nos condujo por una serie de salones alfombrados hasta una habitación cuya puerta labrada al abrirse mostro una riqueza y un lujo nunca imaginados por mí. Un caballero impecablemente vestido de negro, fumando una pipa de agradable aroma se levanto de la mesa done despachaba con un secretario, el cual se retiro, y se acerco mirándome con interés pero sin emoción. Dijo: parece más joven de lo que pensé, pero por su figura vale la pena intentarlo: su precio será alto.

Robert, espera afuera, voy a conversar con el joven. Pregunto mi edad, se la dije. Dio unas vueltas a mi alrededor.- aquí harías lo que haces en el hotel de Ambrosio, dijo (me sorprendió que conociera mi relación con Ambrosio)- pero ganaras cien veces más. Calle, estaba asustado en manos desconocidas, lo noto en mi expresión, tomo mi mano y sonrió bonito. Me ofreció un refresco que tome con manos temblorosas. – yo seré tu protector si te quedas, nada te faltara, nada te asustara, solo darás el placer que sabes dar y ganaras mucho dinero del que dispondrás cuando quieras.

Desvístete-dijo. Con la lentitud propia del nerviosismo comencé a hacerlo sin chistar y como ya había aprendido que les gustaba a los hombres. Mi cuerpo oloroso aun a jabón de baño se mostro en todo su esplendor ante su mirada escrutadora. Poso una mano sobre la piel de mis muslos, como catando su sabor, toco mi abdomen y mis nalgas con lentitud y conocimiento del que chequea una pieza de carne de primera. Se dio cuenta de su dureza, tersura y temblor de excitación. Noto que mi carne era voluptuosa y mis sentidos estaban tomados por la concupiscencia. Sentí un ramalazo de placer al sentir sus dedos hurgando mi piel enfebrecida por la falta de amo.

Me senté junto a él, desnudo y febril. Te he escogido-dijo- entre mil. Tienes tu punto de goce dentro de ti y no en otra parte. Solo conseguirás la culminación del placer con un hombre que logre dar con ese punto y lo logre excitar con su pene. Eso vale mucho dinero. Recordé que Ambrosio me dijo algo parecido. Notaba mucha relación entre Ambrosio y el caballero de la pipa. Me sentí más relajado, estaba entre amigos conocidos.

Al tocar un timbre, apareció un señor de bata blanca. Se arrodillo ante mí y comenzó a explorar mis partes internas y externas con atención profesional me hizo algunas preguntas acerca de mi cuerpo y mi familia. El señor de la pipa miraba, apartado de pie, esperaba un dictamen. El de la bata se levanto y haciéndole una seña de complicidad, indicándole lo bello que yo era, le dijo:-esta como una rosa sin espinas.

Fin de la cuarta parte.