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Tercero. amor dolor sufrimiento: gozo

en Lésbicos

0708nc

AMOR DOLOR SUFRIMIENTO: GOZO

Andrea. La intimidante castigadora.

Parecía frágil e indecisa pero era una falsa impresión, además, parecía una mujer equilibrada, moderada y sobria, otra equivocada idea causada por la errónea apreciación de su apariencia.

Su verdadera personalidad era todo lo contrario y el efecto caótico que generaba en su existencia el tener que vivir fingiendo ser lo que no era, lo dejaba brotar en estas sesiones de dolor… no conseguía placer sensual propiamente sino que su placer nacía del sufrimiento que causaba en sus víctimas para, de alguna manera, hacerlas pasar por el mismo infierno en el que ella vivía inmersa.

Al final, al conseguir la extinción de su propio dolor a través del que causaba, obtenía el derecho a ser redimida también sexualmente y cuando presenciaba el gozo de Adriana al poseer a la víctima durante su turno, obtenía unos orgasmos tan perturbadoramente fuertes que se desvanecía momentáneamente. Entonces… se abrazaba a la víctima y le pedía perdón y vuelta a empezar con la acumulación del dolor por el esfuerzo de su representación de una realidad que la condenaba a su cárcel con barrotes que ella misma hacía cada vez más fuertes.

Comenzó por escupirla y abofetearla, le mordió los senos y se los golpeó. María chilló y tembló ante el doloroso tratamiento.

Todas sintieron el gozo nacer entre sus piernas. Bárbara se tocó inconscientemente. Adelkys no se tocó, sino que mordió uno de sus propios pezones llevando sus voluminosos senos hasta su boca.

Andrea, tomó una gran tijera y con ella insinuó que le cortaría los pezones. María palideció. Abrió la franelita, que recubría su pecho, en dos mitades de un solo corte rápido y decidido, luego se la terminó de romper con las manos.

Después, con mucho teatro metió la tijera entre su raja y el pantaloncito. Sudor frío. Súbitamente la elevó un poco y de un solo y certero corte, tajó la prenda en dos mitades por delante y luego hizo lo mismo metiéndole la tijera entre sus nalgas. El short se deslizó hasta sus tobillos dividido en dos mitades.

Adelkys, Adriana y la misma Andrea, que no conocían su intimidad se extasiaron en el espectáculo de su desnudez, especialmente en la gran manzana que tenía entre sus piernas. Andrea se la acarició, en primera instancia, con aire voluptuoso; todas la envidiaron; luego se la retorció con saña, la víctima se quejó.

Adelkys se levantó y con paso siniestro se acercó a la víctima y arrodillándose ante ella le besó la frente de su vulva. Luego, se levantó y dándole la espalda se dirigió nuevamente a su asiento. Las reglas no permitían las intromisiones, pero nadie le reclamó. María sintió una puntada de placer en el lugar en el que sus labios se habían posado.

Adelkys continuó acariciándose y besándose los pezones mientras miraba el espectáculo. Bárbara sonreía al ver el placer de la negra, ella misma estaba excitada más de lo que quería denotar, se llevó el dedo a su clítoris y comenzó a acariciarlo suavemente. En ese instante fue cuando Adelkys pareció darse cuenta de su existencia, se cambió de silla para colocarse a su lado y sin pedirle permiso, ni opinión, le apartó su dedo de donde lo tenía y colocó el suyo encima del clítoris. Bárbara, le apretó su brazo con sus manos crispada y le sonrió… Adelkys le contestó con otra sonrisa y empujó su dedo más adentro… Bárbara suspiró y se abrió. Siempre sería la preferida de la bella vampira.

Andrea, mientras tanto, rebuscaba entre las herramientas de tortura que ahora estaban a la mano sobre una mesa hasta conseguir lo que buscaba: Sus tenazas favoritas.

Median de punta a punta unos cuarenta centímetros, eran de acero inoxidable y de gruesas muelas en la boca de agarre. Se las mostró a María poniéndolas frente a su cara y apretándole levemente su nariz.

María estaba segura que eso –lo que fuera que fuera- le iba a doler mucho… mucho.

Su cuerpo aterrorizado se contorsionó todo lo que pudo ante la expectativa de dolor. Su raja susurraba una letanía rogativa. La inminencia del dolor le causaba olas de placer que la mantenían humedecida. Tenía ganas de defecar y de orinar y su garganta emitía un ronco sonido. Sudaba y tenía los ojos desesperadamente abiertos. Le suplicó que no lo hiciera.

Adriana, se levantó de su asiento y tomó algo de la mesa de los objetos de dolor. Era una bola como las de billar, pero perforada, y  por el agujero pasaba una sujeción de goma.

La pelota fue introducida en su boca y la ligadura, sujeta tras su nuca. La esfera dentro de su boca le impedía escupirla o gritar con efectos molestos para la audiencia, quienes se habían dado cuenta que los gritos eran innecesarios en éste caso: la catira irradiaba su sufrimiento hasta por los poros.

-La diabla esa de Bárbara era un genio seleccionando el material, pensó Adriana.

Adelkys sumergió aún más su dedo en el boquete de su ex amante. Bárbara pasó una mano tras la espalda de Adelkys, la atrajo hacia sí hasta que con su mano alcanzó su seno y se apoderó de su pezón… eso era lo que más le gustaba… la haría desfallecer si podía controlar su propio placer. Adriana no apartaba los ojos de su mujer y sus maniobras, ni siquiera se tocaba.

Malena estaba dispuesta a resistir el dolor, no esperaba placer y sabía que no se atreverían a hacerle daño más allá de los límites manejables para no tener que llevarla a un hospital o a una tumba al descampado. Pero con cada maldad que le hacían o se sugería, el maldito placer se le insinuaba en su vientre, lo sentía rebullir en sus intestinos y en una zona situada encima de su ombligo, casi en el final del esternón.

Cuando le zamparon la bola en la boca, tuvo que cerrar los ojos ante el dolor que su propio goce le causó quitándole la respiración por momentos. El placer que le afloró reventó entre sus nalgas, bañó su perineo y se metió entre las entretelas de su canal vaginal… -¡ay! Se le oyó decir claramente a pesar del objeto que atrapaba sus palabras y tuvieron la falsa impresión de que había sido dolor… nadie pensó que había sido goce… excepto Adelkys, quien, le ofreció su otro pezón a la boca de Bárbara y enterró su dedo completo en la pequeña vagina que ella tan bien conocía.

Sintió una boca que la mordía, la de Andrea... abrió los ojos y vio a Adelkys y Bárbara dándose placer mutuamente, entonces, comenzó a temblar sin poder cerrar los ojos para alejar la amarga visión y soltó el chorro de meados y su intestino quedó libre de heces.

En ese lugar todo estaba previsto.

Adriana, que fungía de jefe de operaciones, utilizó una manguera que ya estaba conectada a un tubo, abrió la llave y el fuerte chorro de agua fría golpeó el cuerpo de María y le metió agua a presión por todos sus recovecos hasta dejarla limpia y pulcra. Un sumidero aspiró todas las horruras. Nada importante. Que continúe el show.

Las tenazas entraron en acción.

Apretaron uno de sus pezones y el dolor la hizo rebullir y volver a la realidad, sintió el doloroso efecto que el apretón inclemente le causaba y pensó que se lo iba a arrancar, pataleó infructuosamente pues estaba como paralizada por la tensión de las correas y cadenas, sus gritos rebotaban en la bola y se perdían garganta adentro.

Soltó uno y atenazó el otro. Ese le dolió más pues no se conformó con apretarlo sino que también lo retorció. María le decía con la cabeza que no, que no se lo arrancara… volvió a soltar un chorrito de meados… Andrea reía a carcajadas… Adriana sonreía feliz…

Andrea estaba a punto de desfallecer de placer al constatar la cantidad de dolor que podía manifestar la escultural hembra.

La excitación morbosa de María, volvió a mojar su cueva que se había calmado con el indeseado baño. El apretón cesó. La herramienta fue bajando lentamente por su abdomen, María miró a Andrea que parecía transportada a un mundo en donde el dolor era el rey… se detuvo ante su vulva, bajó la vista para mirar a los ojos a su victimaria… estaba en trance… el mordisco sorpresivo, apretó sus labios mayores, volvió a chillar.

La audiencia rebullendo en sus asientos… silenciosas, atentas, excitadas, locas por intervenir… entretenían sus deseos a su manera: Adriana ahora miraba la escena con la boca abierta presta a intervenir en lo que Andrea le pidiera, tenía ganas de poseer a la catira… Adelkys, había colocado parcialmente su espalda sobre el pecho de Bárbara para que ésta le acariciara con más facilidad su pezones que ya exudaban líquido pre orgásmico; mientras, su dedo ya estaba a punto de hacer acabar a la flaca, quizá se fueran juntas… como siempre lo hacían… antes.

El dolor no cesó cuando el apretón cedió… María respiraba por la boca, todo el aire que le era permitido por la pelota, pues su nariz estaba llena de mocos… la gran pinza estaba a la entrada de su cueva… ¡no podía ser que fuera a hacer eso! con gestos de su cabeza negando y sus ojos llorosos, le imploró que no lo hiciera… pero lo hizo.

Andrea era inexorable.

El grueso instrumento la penetró… María casi se desvanece por el dolor pues, estando adentro, para mayor sufrimiento, abrió sus muelas todo lo que le permitió el espacio interno de la vagina sin producirle una fisura.

Un gran dolor atenuado por un placer compasivo e inextricable le provocó arcadas en sus caderas, volteó a mirar al techo y gritó todo lo posible.

Su cuerpo se atirantó de tal manera que parecía de metal.

Unos labios mordían las comisuras de los suyos, pues al ser los suyos tan pulposos y grandes la retención de la bola en su boca dejaba algún espacio libre para torturarla de esta manera también…soltó un orgasmo junto con un chorro de meados a presión que le pegó directo en el pecho a Andrea.

Andrea sonriente le mostró su dedo mojado de sangre de sus propios labios. María había logrado romperla aporreando sus labios con la pelota.

María no pudo retener el llanto. Estaba aún temblando como una posesa cuando las pinzas abandonaron su cueva de un solo tirón.

Trató de aclarar su turbia mirada para precisar si entre las muelas de la tenaza llevaba colgando algo de sus entrañas. No pudo ver nada, pero le dolía como si la hubieran operado sin anestesia.

El intenso orgasmo y el dolor tan intenso la había dejado cansada, pero, ya no estaba nerviosa, el orgasmo la había pacificado.

Bárbara y Adelkys  aún rebullían en sus sillones por el placer recién obtenido, alcanzado sincronizadamente…como siempre. Andrea volvió a su puesto abrazó y besó a Adriana y le dijo algo al oído.

Apenas recuperada de su orgasmo, Adelkys se levantó, se le acercó y mordió sus labios como pudo, pues no podía besarlos por la interposición de la pelota ahora babeada y llena de moco y sangre. María trató de devolverle el tratamiento pero la pelota se lo impidió, lo que le quedó fue estregarle la pelota sobre la boca tratando de rompérsela con saña, con rabia, con celos. Lo que más le había dolido había sido ver a su amor dándole placer a la otra para atormentarla…

Adriana. La gula.

Adoraba a Andrea desde que la conoció: la había convertido en una hembra a su medida.

Se había aficionado a ese tipo de actividades para complacerla porque sabía que constituían su válvula de escape, la catarsis de su ansiedad generalizada.

Para ella, también constituían una oportunidad que se le presentaba una o dos veces al mes para poseer a una extraña y el hecho de hacerlo delante de Andrea, desde hacía algún tiempo estaba constituyendo un placer especial y adicional que no lograba de ninguna otra manera, además… proporcionarle a Andrea la oportunidad de tener esos orgasmos sensacionales que casi le producían desmayos cuando la veía fornicando con una hembra previamente dominada por ella y en su presencia, constituía algo inefable para ambas.

En este caso, desde la noche anterior estaba deseando a la bella compañera de Bárbara sin saber que ese día sería el plato principal del menú de la sesión. Habían hecho el amor pensando, ambas, en la perra de Bárbara.

No sabía cómo se lo haría, quería hacerla gozar, para que la recordara amablemente.

Era notorio que la bella mujer estaba enamorada de la negra y a la negra, era la primera vez que la veía interesada de veras en una de las prostitutas que llevaban para el placer.

Vengarse de Adelkys siempre sería maravilloso.

En segundo lugar en el corazón de la catira, estaba la perra de Bárbara. Ahora penetraría a la deseable hembra que les había proporcionado para su placer, en su presencia para su propio goce y el de Andrea. Estaba segura que no les gustaría.

A Bárbara la odiaba pues una vez había intentado abusar de Andrea… ya estaban desnudas cuando las encontró.

Fue todo un drama que casi echa a pique su relación pero fue la propia Bárbara quien le había explicado que se había aprovechado de la debilidad de Andrea para profanarla… fue cuando decidieron iniciar con las sesiones de sadomasoquismo para liberar tensiones entre ellas… Adelkys se les había unido posteriormente.

En ese tiempo se le ocurrió que sería buena idea utilizar a la negra para darle a Andrea un poco de su propia medicina de traición… había tratado de, en un acto revanchista, acostarse con la nueva estrella, pero fue en vano… Adelkys no cayó en su trampa… aunque, para calmarla y que no quedaran resquemores, le permitió que la besara.

Esa vez, Adriana había llegado al clímax durante el beso, por la gran excitación que el deseo por la exquisita vampiresa le causaba, pero Adelkys no quiso pasar de allí.

Más nunca hablaron de eso, no quiso volver a insistir después que habiéndole insinuado algo de una repetición, Adelkys la había abofeteado: -ahora soy amiga de Andrea, le espetó.

Adelkys estaba en su lista y algún día la vería colgando de las vigas… se lo había jurado a sí misma… aunque tuviera que drogarla…para ello ya tenía un plan…

Ahora… había captado que a la catira le gustaba sufrir, la había visto retorcerse de placer ante el feroz sufrimiento que Andrea le había causado. La haría sufrir para Andrea y la poseería por detrás… para tribulación de sus  clandestinas enamoradas… la vagina no era buena idea por hoy, la debía tener aún muy abierta y no le daría placer…entonces, ese era el plan: electricidad y sexo anal.

Sin muchos preámbulos, tomó los cuatro electrodos conectados al pequeño generador portátil, los graduó a un voltaje específico, ya estudiado por ella, para evitar que el agua pudiera causar un circuito peligroso a la par de que causaría un efecto benéfico, relajante, muy cercano al placer en ambas… ya lo había probado con ella misma… para algo era ingeniera.

Colocó los dos primeros adminículos sobre los pezones de la mujer y los otros dos, mordiendo levemente los labios menores de su protuberante vulva.

Se colocó el tremendo falo de goma, que ella misma había fabricado en su empresa. Era una preciosidad voluminosa que iba atada mediante un correaje a su bajo vientre y que medía veinticinco centímetros, por unos veinte de diámetro, encendió el generador eléctrico y la electricidad hizo pegar un brinco a María.

Estaba lista. Había que esperar sólo un rato para que el tormento eléctrico la llevara al paroxismo sexual. No habría sorpresas desagradables cuando la penetrara pues ya había vaciado su intestino. La catira empezó a sacudirse y retemblar las cuerdas que la sostenían; sus gritos de angustia no salían de su boca. Estaba en punto.

Se colocó a sus espaldas, miró a Andrea que la observaba anhelante y sin darle tiempo a la mujer para entender lo que le iba a suceder… le abrió las nalgas con sus manos que le transmitieron a su cuerpo la corriente que circulaba por el cuerpo de la hembra y de improviso le enterró, sin ni siquiera saliva, su espada de goma en su colon.

María berreó, movió su cadera hacia adelante tratando de evitar el estupro anal pero el inevitable movimiento en sentido contrario, la llevó hacia atrás nuevamente y el inmenso pene la invadió en la totalidad de su extensión. María pataleaba, chillaba y temblaba angustiada por el dolor.

En ese momento, Adriana encendió el motor vibrador del adminículo.

Comenzó una nueva fase en la historia de María.

La cosa vibraba dentro de ella suavemente y en diferentes tonos. La fuerte corriente que circulaba por su cuerpo, ahora, le parecía un masaje que la recorría por dentro y por fuera.

No podía voltear para mirar la cara de Adriana, quería saber si gozaba como ella estaba empezando a hacerlo… miró, en cambio, la cara de Andrea, cuando Adelkys vio la dirección de su mirada también volteó a mirarla y ambas se extasiaron en su contemplación. Sufría, se estremecía, se tocaba su vientre con sus manos temblorosas, miraba ora, a María sufriente y gimiente, ora, a Adriana que la hacía gozar para ella…

Adelkys no pudo evitarlo: puso su mano sobre la conejita de Andrea, ésta la miró y le sonrió. Le zambulló un dedo abruptamente y Andrea en el temblor telúrico de sus capas más intensas se soltó en medio de gritos y quebrantos.

Cayó de la silla, ellas se apresuraron a auxiliarla… pero no tenía ningún mal… sólo placer inmenso… miró hacia Adriana instándola a que acabara con aquello, Adriana lo captó, aumentó al máximo la vibración de su aparato reproductor incrustado en el culo de María y Andrea fue testigo de cuando la catira bella, gritó de placer y derramó su orgasmo sobre el sucio piso que recogió sus flujos y sus meados.

La cadera de la catira aún se movía de atrás hacia delante -como perro sin perra- mucho tiempo después de que Adriana le hubo desenchufado el tremendo falo de entre sus nalgas.  

Adriana corrió hacia los brazos de Andrea y se unieron en un profundo beso.

Fue Bárbara quien apagó la maquina eléctrica sin mirar a María:

-tu turno, le dijo a Adelkys.

Adelkys. La de nadie. La de todas.

Era una solitaria que amaba su libertad y amaba a las mujeres. Sus preferencias sexuales estaban definidas: le gustaban las que gozaban con el sufrimiento, las flacas y que le estrujaran los pezones. La independencia.

Pero… le encantaban las flacas… eran su obsesión. Bárbara había sido su obsesión. Adoraba su manera de someterla: era la única a quien se lo permitía… generalmente ella era la que dominaba, la que poseía, la que exigía… pero no con Bárbara.

La catira… ¡coño! La catira… la María estaba empezando a dolerle como nunca nadie le había dolido… le había atraído debido a su debilidad patente, al amor que notoriamente sentía por ella y a que a esa catira de cuerpo hermoso -pero grueso para sus gustos- podría convertirla en su esclava. El asunto era que ella estaba sintiendo que sería la catira la que la esclavizaría a ella.

Había que curarse de ello, y ponerse a salvo de la debilidad que crecía en su alma.

No quería enamorarse… mentiras… ya estaba enamorada… quería huir…

Era imposible mirarla y no soñar con ella a sus pies en su poltrona favorita mientras esbozaba una de sus pinturas… había que escapar de esa fascinación que desde la noche anterior sentía… de esas ganas de no seguir luchando, de entregarse al amor que crecía en ella…

La catira colgaba estragada, embotada, envilecida, de sus correas. Le debían doler mucho sus muñecas…

Se levantó de su sitio y sin dar tiempo a nada, tomó su inmensa y pesada correa y comenzó a azotarla sin piedad.

Le golpeaba sin mirar: las piernas, la espalda, el vientre, lo único que evitó fue su cara y sus senos.

La catira no gritaba ni chillaba, solo lloraba y lloraba. Desconsolada, lloraba y se estremecía de dolor ante la arremetida de los fuertes golpes que la removían en sus ataduras.

Se retorcía de dolor y -aunque no se entendían- se notaba que por medio de sus palabras (asordinadas por la bola que tenía atravesada en su boca) y sus gestos, le pedía que hiciera con ella lo que deseara porque era suya y para eso había venido...

María soltó un flato y un orgasmo al mismo tiempo. Y luego otro orgasmo… y luego otro…

Adelkys estaba arrodillada en el piso, a sus espaldas, llorando en silencio… sin que ella pudiera ver el sentimiento que la poseía.

Adriana y Andrea miraban la escena sin comprender, pero Bárbara también lloraba…porque había comprendido.

María estaba mareada de tanto dolor y del sufrimiento mayor que era la actitud despreciativa de Adelkys al haberla golpeado sin acariciarla aunque fuera un poco… sólo un poco…¿era mucho pedir?...¡coño! sólo un poco… y sobre todo, por haber contemplado el amor que le hacía a Bárbara delante suyo, como un insulto.

Se desvaneció.

Al despertar estaba en el piso, libre de ataduras, Bárbara sostenía su cabeza sobre su regazo y le acariciaba la frente mientras con el balanceo de su cuerpo, la mecía como a una niña enferma.

Todas las demás se habían ido. Incluyendo a Adelkys.

-¿se fue? Preguntó María con sus labios tumefactos.

-ven, levántate para que nos vayamos -le contestó Bárbara mientras le ayudaba a incorporarse- dos dias de descanso y estarás como nueva… en mi casa te pondré emplastos que te mejorarán rápidamente…

Le seguía hablando mientras la ayudaba a levantarse, pero sobre todo le hablaba para que olvidara su sufrimiento… la negra no la había poseído como ella esperaba… y esa, había sido su única razón para haberse prestado al sacrificio humano.

-¿hace mucho…?

-sí, hace mucho que duermes…

-¡No! ¿Que si hace mucho que se fue?

Articulaba con dificultad las palabras debido a su garganta reseca y su boca hinchada… había sido ella quien la había mordido con más fuerza, se llevó los dedos a su boca como para rememorar sus suaves labios oscuros…

-sí… la maldita se fue… olvídate de ella… bebe esto, le gritó Bárbara.

María bebió con desesperación todo el vaso de agua con limón: eructó… -gracias… ¿y ahora?

-¿ahora? Ahora, nos vamos a mi casa, desde allí llamaré a Lobe, le explicaré… algo… te excusará de trabajar por el día de hoy que por si no te acuerdas es viernes; llamarás a tu madre y le explicarás… algo… descansarás el fin de semana y en cuanto estés mejor regresas a tu casa… el lunes a trabajar y a tu vida… ese es el plan.

-buen plan… ¿Lobenia sabe de estas cosas?

-¡no! Y no debe saberlo… es secreto… tú tampoco sabes nada… ¿entiendes?... por eso te pagamos… eres una simple puta contratada para que se preste para nuestras cosas… por cierto, estás en deuda conmigo, te desmayaste antes de complacerme… eres una imbécil, todo por el amor de esa perra maldita de Adelkys… que no merece ni un suspiro, mucho menos lágrimas y ni pensar que merezca el sufrimiento de alguien… ella no quiere a nadie… se ama a sí misma… ha destrozado muchos corazones, porque no vamos a negar que es espectacular… pero hasta allí… un día… un día…

María se revistió con una bata de baño que Bárbara le entregó. El espíritu le dolía más que la carne.

-¿tú también estás…? Preguntó a Bárbara con lágrimas en los ojos.

-¡no! Yo no estoy un coño, ¿oíste? Yo no estoy un coño… y se puso a llorar a moco suelto… repetía cada tanto: ¡yo no estoy un coño! Para convencerse, pensó María, que también empezó a llorar.

-¿y a ti que te pasa? Le preguntó Bárbara.

-me duele…

-claro que te duele… eso duele…contestó Bárbara sin precisar si se refería a la llaga del amor o al dolor del cuerpo que la sucia de la Adelkys no le había tocado a la catira… ni como limosna… ¡pobre catira!, pensó… ¡pobre yo!... ¡mierda!

Ambas iban caminando abrazadas envueltas en sus llantos.

Subieron las escaleras con alguna dificultad para María, pues su vagina le dolía y su culo le ardía… el pellejo de la espalda, sobre todo, le escocía por los correazos y sus pezones, estaban hinchados… ¡son unas salvajes! Pensó… ¡pero más loca yo!

De pronto vieron surgir ante ellas la figura de Andrea, quien traía un vaso con agua en una mano y en la otra una pastilla.

Alargó sus manos ofreciéndole a María lo que en ellas traía. Tragó la píldora, bebió el agua y le devolvió el vaso: -gracias, Andrea.

Andrea se le acercó y acarició su cara.

Bárbara sonreía: - Esa Andrea siempre la misma, pensaba.

Andrea sacó de su bolsillo un frasco con más pastillas y se las alargó a Bárbara: -una cada seis horas, le dijo.

Luego abrazó a María y le besó la mejilla. Adriana de lejos observaba inexpresiva.

-¿regresarás a… visitarnos? Preguntó Andrea estrujándose las manos, nerviosa y afectada por el emotivo momento. Generalmente las mujeres que utilizaban no se comportaban así, tan elegantes… tan…

-claro, contestó María, nada personal… ¿no?

Adriana se acercó entonces.

Le entregó un sobre a Bárbara y le dio la mano a María: -esperamos que regreses… a visitarnos…

María sonrió y le respondió para sorpresa de todos:

-fue divino… pero para la próxima, necesito que tengan preparadas unas muletas… Bárbara es muy incómoda y refunfuñona.

Lobenia, esa noche la fue a visitar, le dijeron que una pea había sido la culpable de todos sus males:

-se salió del carro en una curva por estar payaseando y por no haber cerrado bien la puerta…

Nadie supo si Lobenia lo había creído pero hizo como que sí…

Colofón.

Era domingo en la mañana.

Lobenia les había dispensado su vista diaria. Trajo recetas para el dolor de los golpes y consejos de viejas. Le dio a María el día lunes libre adicionalmente.

Cuando Bárbara y ella se quedaron solas, se arrebujaron en la cama… María estaba mejorando con emplastos, calmantes, ungüentos y cariño. Ya casi no le dolía… el cuerpo.

-¿de verdad volverías? Preguntó Bárbara de repente como si se hubiera acordado de repente de algo que le faltaba averiguar.

-sí.

-¿eres loca o qué?

-¿cómo eres capaz de preguntarme eso?

-es verdad… es verdad… las locas somos nosotras… ¿el dinero…no?

-por dinero no lo haría…

-¿y entonces? Refunfuñó Bárbara.

-lo haría por el extraño placer…

-… y porque Adelkys te…

-no. Tampoco. No por ella. Realmente es por el placer… intenso y especial… me envicié… nunca había sentido tanto…

-y por Adelkys… insistió Bárbara sonriente.

-¡ay cállate!... abrázame…

-te abrazo… mira cómo te abrazo… pero… por Adelkys… ¿no?

Ambas se echaron a reír a carcajadas.

-la podemos compartir, dijo Bárbara.

-¿verdad?... ¿no te pondrías a llorar?

-¡ay cállate! ahora te digo yo.

-Barbi, me estoy durmiendo, hazme cariñitos en la cabeza.

-te he dicho que no me llames así… toma tus cariñitos, idiota.

-ok… te quiero mucho, aunque seas mi rival…

María se quedó dormida. Bárbara se quedó sonriente, se arrimó a su espalda hasta apoyar su vientre contra sus nalgasas y sumió su cabeza en el hueco de su cuello, para que el sueño la sorprendiera en el aroma de su catira.

Final.

 

 

 

 

 

 

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