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Malena y drácula

en Hetero: Infidelidad

ACTIVIDAD RIESGOSA PARA UNA MUJER ENAMORADA

 

Malena estaba definitivamente dentro del grupo con todos los derechos y deberes de una de las más importantes concubinas del harén de Gonzalo.

Cada vez tenía que esforzarse más, dar más. Se veía exigida a ser más obsequiosa con los clientes recalcitrantes que Gonzalo le asignaba para que ella los suavizara, los sonsacara y, en fin, los convenciera de que “hacer negocios con nosotros es la mejor alternativa”.

Se estaba acostumbrando a beber más de lo normal, a acostarse tarde y levantarse más temprano de lo habitual para cumplir sus deberes maternales que no podía ejecutar en horario ordinario a causa de sus madrugadoras llegadas a casa. Comía más de lo normal y comida perjudicial.

Ya veía como cosa normal (y sin consecuencias) el besarse y dejarse manosear por tipos prácticamente desconocidos sólo porque eran “clientes” que debía convencer de algo.

Estos ejercicios libertinos la ponían en un estado de excitación tan grande, que nunca estaba segura de poder resistirse a un pedido extra...

En fin, se estaba acostumbrando a ajustar sus principios a una actividad tan riesgosa para su condición de mujer con pareja fija, pero que le proporcionaba más dinero extra que el que necesitaba.

Los hombres con los que se relacionaba eran -casi siempre- bellos ejemplares olorosos a buenos perfumes, elegantes, ricos y que le proponían compensaciones económicas impresionantes porque se convirtiera en amante de fin de semana o porque les sirviera de compañía durante algún evento.

Eran difíciles de resistir.

La continua violación de sus preceptos morales no le causaban remordimientos de consciencia, lo que sí la perturbaba era el asunto de que Leonardo pudiera probar sus infidelidades, pues tenía proyectado que fuera su pareja definitiva después de separarlo definitivamente de su mujer.

Era el hombre de su vida y con él quería casarse. Por ello, era renuente a ser condescendiente -sexualmente hablando- con, o delante de, compañeros de trabajo que pudieran delatarla. Sólo se lo permitía delante de las compañeras del harén, pues en el grupo todas tenían rabo de paja.

Había malacostumbrado a su madre y a su hijo, a vivir de una manera tan desahogada, económicamente, que ya no le era posible retroceder a niveles más bajos de ingresos sin que ello causara una tormenta en la vida de su familia, por lo tanto, mantener esos ingresos se convirtió en el objetivo de su vida y por los que era capaz de todo.

Le refería, sinceramente y en confianza, a Shay sus inconvenientes para mantenerse continente y fiel:

-“¡coño, vieja una no es de hierro! Hay tipos a los que me resulta casi imposible resistirme…son muy bellos y hábiles, saben ponerme mala… como perra en celo ¿Qué hago? ¿Me dejo de esta vaina y que mi mamá y Félix vuelvan a lo de antes? Mi papá está enfermo y debo velar por él sin que se dé cuenta… ¡ya no hay vuelta atrás! Estoy jodida tengo que seguir... me tengo que cuidar de una barriga... y si me ponen una, se la achaco a Leonardo... ¿qué más voy a hacer, pues?”

DRÁCULA

Hubo ocasiones en las que el enardecimiento de sus ganas la arrastró más lejos de lo prudente y muchas veces la marea se la llevó mar adentro.

Sabía que de seguir así, se pervertiría totalmente –como Ámbar- y perdería el freno moral que aún la obligaba a mantener cierto recato  e impedía que se despeñara por el precipicio de la decadencia sin límites.

Una noche -como suele suceder como aviso- uno de sus clientes, que logró atraparla en uno de sus momentos de debilidad mental, le ofreció un aventón hasta su casa que ella aceptó sin tomar precauciones, y aprovechando su borrachera trató de violarla en un paraje oscuro del estacionamiento de su propio edificio, la providencial intervención del vigilante del aparcadero la salvó justo a tiempo.

Así hubo algunos que anotaban y otros que llegaban a tercera.

Otra noche se consiguió con Drácula.

Habían pasado la agradable velada bailando muy acaramelados. El negocio había sido cerrado horas antes y salieron junto con Gonzalo y algunas muchachas del grupo a celebrar.

Se gustaban. Tan estrechamente bailaban que ella sentía claramente su puyón picando reiteradamente el hocico de su gata, que para ese momento estaba completamente emocionada, maulladora y receptiva, debido a la insistente caricia en sus propios labios.

La dueña del precitado animalito, estaba alegre en exceso debido a las continuas libaciones y había dejado de presentar una defensa seria ante el ariete que arremetía contra las puertas de su castillo.

Cuando trataba de eludir -mediante movimientos de retroceso de su popa  los pinchazos en su bajo vientre- él anulaba sus intenciones defensivas mordiéndole el cuello suavemente con dientes, lengua y labios.

Ella dejaba de defenderse, se le erizaban los pelitos de la nuca y por el contrario se le aproximaba más, víctima de una debilidad indescriptible que la asaltaba desde adentro… desde alguna parte de sus senos le salía el calorcito que la debilitaba.

El tipo no chupaba sangre, chupaba fuerzas y resolución de luchar.

Ella ya no sabía si era peor para su voluntad –casi inexistente en esos momentos- el ataque directo a la indefensa gata o los mordiscos draculianos.

Ella contaba con el último recurso capaz de salvarla de que Drácula la llevara a su castillo: al regresar a la mesa le pediría a Gonzalo que la llevara a casa debido a un malestar que había sentido súbitamente…allí terminaría todo. Se despediría y… salvada.

Pero…

Un tufo casi imperceptible, al principio; pero que iba aumentando sensiblemente con el tiempo; comenzó a causar alarma entre los asistentes a la discoteca: era olor a quemado.

La música cesó y por los altavoces ordenaron que desalojaran el local ordenadamente por la puerta de emergencia debido a que un desperfecto en las cocinas había producido “un pequeño y controlable incendio” que ya estaba siendo sofocado,  pero… por normas de seguridad, debía seguirse el procedimiento prescrito para estos casos.

-En cuanto “el pequeño incidente” sea dominado podrán regresar al interior del club a buscar sus pertenencia… es solo cuestión de pocos momentos.

Esos pocos momentos fueron suficientes.

En medio del intenso estado nervioso que a Malena se le disparó a su máximo pico, y el ímpetu por abandonar el recinto -aunque ella aparentaba mantener el autocontrol- se dejó arrastrar de la mano por Drácula en busca de la salida.

Este, con poco esfuerzo y mucha habilidad -por los malos pensamientos que ya llevaba- logró que salieran entre los primeros a la playa de estacionamiento -bastante amplia y obscura- del establecimiento, dónde debían esperar a que las cosas fueran solventadas por el personal del club.

El barullo y las tinieblas que los rodeaban -nadie se explicó el por qué habían apagado las luces del estacionamiento en vez de encenderlas para evitar más caos- no contribuyeron a calmar a Malena.

Drácula imperceptiblemente la llevaba más lejos musitándole palabras maternales.

La mayoría de las personas se habían quedado apostadas en el área cercana a la puerta del local para poder entrar a buscar rápidamente sus pertenencias en cuanto finalizara la prohibición de entrar… Drácula, en cambio, la iba arrastrando lejos de allí, poco a poco, con la explicación de que era mejor estar lejos de la entrada por si acaso una explosión de gas en las cocinas…eso es muy peligroso, le decía, y ella con el pánico que tenía, se dejaba llevar pues estaba protegida por un experto de varios incendios.

-Además, en cuanto permitan la entrada la gente se empujaría y se causarán daños por la premura, sin sentido, por recuperar sus cosas.

Ella se dejó conducir dócilmente.

Llegaron así, a los confines del aparcadero, hasta la parte más obscura y solitaria del mismo, que era donde estacionaban sus vehículos los empleados.

Inmediatamente, Drácula reanudó sus manejos con su cuerpo y su puya en la parte inferior de Malena.

La había adosado a un carro estacionado y se apoyó sobre ella emparedándola entre la carrocería y su cuerpo que la acosaba por delante.

Ella, al principio, le dijo su proverbial “Deja” pero él no le hizo caso y entre palabras y lengua la fue retrotrayendo al estado de excitación que tenía antes del siniestro.

Reanudó sus mordisquitos en el cuello y pronto la leve oposición que ella había opuesto al principio cesó.

Ella volvió a sentir el calorcito que emanaba de sus pezones y comenzó a estregar el hocico de la gata contra el pitón de su acompañante.

Los nervios, los mordisquitos y lengüetadas en su cuello, minaron su voluntad de tal manera que esta volvió a desaparecer tragada por la boca de su gata que maullaba fuertemente.

Ese día Malena -quien solía vestir pantalones o faldas cortas pegadas al cuerpo- estaba vestida con una bata amplia, sedosa y larga que le había obsequiado Gonzalo el día anterior y había querido estrenarla precisamente ese día para demostrarle que le gustaba, aunque no fuera su estilo.

Sintió que con mucha maña y con mucho disimulo, el hábil Drácula había logrado irla subiendo casi imperceptiblemente y ya había llegado a su cintura dejando sus piernas y su bajo vientre al aire libre. Lo supo porque sintió el aire frio de la noche refrescando sus partes inferiores tan recalentadas por el roce y la excitación.

Trató de bajar la bata con sus manos pero un leve mordisco de Drácula se lo impidió, entonces, por el contrario, subió sus brazos y le rodeó el cuello abandonando esa plaza al enemigo.

Los sabios mordisquitos a su cuello que menudeaban viciosamente, sus dedos que magreaban sus pezones y sobre todo: su feroz pica que en carne viva se restregaba contra su gata tan atontada y rendida que ya ni maullaba: la llevaron a la sabia conclusión de que ya no había salvación.

Miró alrededor: todo estaba obscuro, solitario y en silencio. Cerró los ojos y se entregó.

Él le bajó las pantaletas sólo hasta medio muslo -quizá con el cuidado de que no se fueran a arrastrar en el piso y su suciedad… palpó su ponchera abultada, dilatada y húmeda y…la penetró con un dedo.

Ella se estremeció y su boca buscó la suya.

Volvió a morderla en el cuello mientras tomaba el trozo de carne que tenía preparado desde hacía rato y…la penetró.

Ella abrió los ojos, pero él no lo supo, pues todo era oscuridad y concentración en sus asuntos mordisqueativos  y penetrativos.

La gata de Malena estaba tragando la carne a grandes bocados, a despecho, de que no se había podido abrir lo suficiente debido al cepo de sus pantaletas. El intruso había apartado las ninfas y ya conocían los secretos más profundos de su recinto mágico.

Carne invasora y pliegues internos de la penetrada, se adhirieron en un solo sonido húmedo que era todo lo que se oía, además de los leves suspiros y susurros propios de las copulaciones de Malena que eran acallados con la boca y lengua de Drácula, cada vez que ella subía el volumen.

A lo lejos, se escuchaba el barullo de la gente agolpada frente a la puerta de la discoteca. Allí cerca, los grillos habían callado y se oían pujos, sonidos de carne contra carne y murmullos de besos y de lengua en lengua.

Él estaba callado, solo mordía, chupaba y empujaba a velocidad máxima su pinga dentro de ella. Adentro y afuera, adentro y afuera…

Malena tomó aire:

-por favor… no me… acabes adentro… te lo suplico…

-te lo prometo…

Entonces lo rodeó con sus brazos, apretó fuertemente su vulva contra el pubis del hombre y soltó el orgasmo. Un chillido se le escapó de su garganta reseca.

Él la apretó por las nalgas para sentir el temblor de sus entrañas desbordadas, a través de la agitación que, sus enormes posaderas, le trasmitían a sus manos. Apretó con fuerza, impulsó toda su herramienta hacia lo profundo de ese mundo interior y soltó el chorro.

“Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo” parecía ser uno de sus lemas draculianos.

Drácula con una mano en cada una de las robustas nalgas de Malena, siguió impulsándose dentro de ella. Aún tenía ganas ¿cómo saciarse de algo tan cómodo y receptivo? Iba rumbo al segundo orgasmo de la noche.

La acolchada brecha de Malena no quería soltarlo, lo atenazaba como a veces le sucedía especialmente cuando estaba nerviosa o asustada.

El tipo se movía de forma frenética y técnicamente perfecta e inolvidable, los mordisquitos en el cuello ahora eran más fuertes, pero sólo le clavaba los dientes, no la succionaba: solo la mordisqueaba con lengua, labios y a veces le raspaba un poco con sus afilados colmillos y era en ese momento cuando ella sentía desvanecerse.

Sus nuevos clímax llegaron casi al mismo tiempo.

Todo había sucedido en menos de diez minutos.

Ambos quedaron en estado de gracia.

Se habían regalado mutuamente varios orgasmos maravillosos que les quedarían para contárselos a los amigos por lo inusitado de la situación en que se produjeron.

Malena respiraba agitadamente. Lo separó bruscamente de su cuerpo abotagado por la fatiga, el placer saciado y el vacío que había dejado la desaparición de su tensión nerviosa.

La bata se desenrolló por sí sola y volvió a cubrirla, la pantaleta regresó a su sitio merced al esfuerzo de sus propias manos. La raja estaba babosa.

-te dije que no me acabaras adentro y lo hiciste dos veces… ¡eres malo! Le dijo aún entontecida.

-no pude, no pude  -le dijo él tratando desesperadamente de explicar su falta de palabra, mientras acomodaba su propia ropa- tú misma me lo impediste… no lo pude sacar porque apretabas…

-ay, sí…tremenda excusa… ¡aléjate! déjame arreglarme… ¡dame tu pañuelo! ¡ay sí…Qué vivo, eres!

Con el trapito enjugó lo mejor que pudo su gata que aún saboreaba el placer intenso por el que había pasado.

Se arreglaron en silencio: ella haciéndose la brava y él digiriendo la reprimenda, pero relamiéndose de placer.

Se dirigieron nuevamente hacia la entrada en la cual la gente ya empezaba a moverse con el fin de entrar a recoger sus cosas.

Allí los esperaba Gonzalo.

-¡coño! ¿Dónde se habían metido? Tengo rato buscándolos, preguntó intrigado y mostrando su preocupación.

-nos alejamos hacia atrás para evitar peligros en caso de una explosión siempre previsible en estos casos que…

Gonzalo lo cortó:

-¿estás bien? preguntó dirigiéndose a ella que se veía aun desorientada y trastornada por todo lo que había pasado en tan pocos momentos.

-sí, estoy muy asustada… tú sabes cómo son mis nervios… me iba a poner a llorar y todo…respondió tratando de sonreír.

Sentía el semen de Drácula -eructado por su gata ahíta de  líquido seminal- brotando de ella y rodando suavemente entre sus rajas, humedeciendo su perineo y la parte interna de sus muslos.

Gonzalo le entregó la cartera que el mismo había recuperado y sin hacer caso a Drácula le dijo:

-¡vámonos! Estás muy pálida…

Se despidieron, con un insulso saludo, del feliz Drácula y con un: “gracias por haberla cuidado, se te agradece”, que le expresó Gonzalo sin mucho sentimiento.

Quince minutos después, Malena abordaba el ascensor de su edificio que la conducía a su séptimo piso.

Su raja lubricada por la doble ración de semen que le habían inyectado, le avisaba que ya no había nada que hacer para prevenir una preñez.

Al acostarse -después de lavarse profusa y compulsivamente- (como siempre lo hacía en estos casos de emergencia) se preguntó: -¿para qué tanta lavadera que lo que hace es irritarme la gata?... para haber  quedado preñada, he tenido tiempo más que suficiente… ni que me lave con ácido sulfúrico lo evitaría, si ya está hecho… ¡no joda!

Una carcajada que fue inspirada por este pensamiento flotó en el aire de su habitación durante unos segundos.

Eso era claro indicador de que su forma pragmática de pensar había retornado desde el abismo de la ansiedad, el pánico y la obsesión.

-¡qué fácil me cogieron…!  Ja, ja, ja… y fue divino… ¡que bolas! – se decía escondiendo su cara en su almohada para que le sirviera de sordina a sus carcajadas y no despertar a nadie en la casa.

-Me echaron dos polvos y yo acabé dos veces en un ratico… no me había pasado… ja, ja, ja… debe haber sido el miedo… y esos mordisquitos que son verdaderamente un peligro para la humanidad… el tipo estaba bueno y lo hacía divino… bonito se sentía… ja, ja, ja… dígame si me convierto en vampira, porque estoy segura de que hoy me lo hizo un vampiro…ja, ja, ja…

Fin de: Obligaciones extracontractuales y Drácula

Por: leroyal

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