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VECINAS. Nina cuenta su parte(2da. parte: Zoráida)

en Lésbicos

Vecinas. Nina cuenta su parte. (Segunda parte: Zoraida)

Mi madre murió. Mi hermano no resistió su partida, por su condición de adicto y también partió. La herencia es suficiente para  soportar los gastos que se presenten de ahora en adelante.

Con Karen, fue difícil explicarme. No quería aceptar que yo no le pertenecería mas, que le pertenecía a otra. Fue una época difícil, pero fue cediendo y comprendiendo. Al final también me dejó partir de su voluntad de retenerme como pareja, nada de resignación, era como si pensara: ¡Veremos!

Yo no había hablado con Maddi desde el día que “Zorraida” me trajo a Caracas, me daba miedo enfrentar su ira caliente. Tenía que dejarle enfriarse y mientras,  yo también enfriaba mi asunto. Un día, monté en mi camioneta (que me había traído Maddi) a mis sobrinos y a Karen. Arrancamos para Valencia. Para que Maddi. Que fuera lo que Dios quisiera.

Llegamos anocheciendo. Dejamos a los muchachos acomodándose en mi apartamento, y nosotras temblorosas cada una por diferentes razones, pero decididas, nos dirigimos al apartamento de Maddi. Karen quería conocerla y a mí me parecía más fácil explicarme con la prueba de mí arrepentimiento y de mi voluntad de someterme, representada por la presencia de Karen quien no me dejaría mentir y disiparía toda duda.

Quien abrió la puerta fue Zoraida. El pavor de haber llegado demasiado tarde me produjo un escalofrió. La perra esa, apenas nos vio, lanzó una carcajada de triunfo. Ya yo había entrado en busca de mi mujer. Maddi, salió de la cocina con un delantal sobre su ropa y dejó caer el tenedor que tenía en sus manos por la sorpresa. Zorá seguía riendo mientras decía: ¡te lo dije, te lo dije! Era la única que había captado la verdadera naturaleza y la esencia de la escena que tenía ante ella. Inmediatamente, tomó el control.

-Siéntese, mientras sirvo algo de beber- dijo con total dominio de sí misma y de los otros personajes de la obra-

-Nina, ayúdame con el servicio, me ordenó haciéndome señas de que pasara al bar con ella-

Miré a Maddi, quien estaba perpleja y paralizada, mirándome a mí y a Karen alternativamente.

Servimos los tragos y los repartimos.

–Por un feliz regreso, brindó levantando su copa, Zorá-

El ambiente se fue aquietando. Pero prevalecía el silencio. Todas estábamos sentadas en los cómodos sillones de la sala, que yo tan bien conocía. Seguía el silencio mandando. Zorá (siempre) se levantó y puso música. Nos quito los vasos vacios,  me hizo señas de que fuera nuevamente su ayudante de barman. Regresamos y los repartimos.

-Bailemos, me (casi) ordenó-  No me pude negar. Se me pegó como una sanguijuela, lo que me hizo reír fue la actitud de gigoló que utilizaba conmigo.- ¿y ustedes, no bailan?, grito riendo dirigiéndose a Karen y a Maddi- Respondieron que no con la cabeza.

-Bueno, entonces, no se quejen después, dijo enseriándose, mientras les indicaba con la barbilla que era yo lo que estaba en juego. Me besó con ganas para que vieran. Me apretó más. Yo sentía su pubis enterrándose en el mío- (- Te estás pasando, le dije al oído-)

-En broma,  le dije en voz alta, ¡vámonos mamacita, que Maddi ya no me quiere!-

En ese momento se disparó una especie de iluminación instantánea. Todas entendimos lo que estaba pasando.

-Siguiendo el teatro, Zorá, me abofeteó duro (¡coño, me dolió!) y me lanzó con rudeza hacia el asiento donde estaba sentada Maddi, mientras decía algo como: ¡aaah, es a ella a quien quieres, perra!

Al mismo tiempo, Zorá (siempre), le ordenó con un ademán exasperado a Karen que saliera a bailar. Mi sorpresa es indescriptible, al ver que  Karen no solo no hace ninguna oposición, sino que con una sonrisa de simpatía y entendimiento, ha caído en sus brazos y se ha dejado abrazar como si se conocieran desde tiempos inmemoriales, como si  le hubiera entregado sus defensas. Me dio un poco de celos. No tuve tiempo de pensar más, Maddi con autoridad de propietaria que descubre que el destino le devolvía su prenda perdida, me haló por un brazo y me llevó al medio de la sala. Su cuerpo se pegó al mío y yo me hundí en el de ella. La música sonaba suavemente.

Seguimos bebiendo y bailando. Creo, que queríamos quemar hasta los últimos rescoldos la inseguridad que nos abrumaba. Nadie había definido nada, las cosas más o menos estaban definidas pero nada era seguro. Nadie sabía exactamente con quien se quedaría al final. No era cuestión de una partida para una noche, estaba en juego (así lo presentíamos) algo más valioso. El misterio del amor es el máximo afrodisíaco. ¿Quién dice que no?

Karen, comenzó a quitarse la ropa. Zoraida la miraba como gato a ratón sin dueño. Yo la había traído, era mi responsabilidad y mi acompañante aun,  procedí a secundarla, quitándome la mía. Maddi, casi que impide que lo hiciera, allí delante de las otras, pero Zora me defendió, -¡Déjala, quieres!, dijo en tono reprensivo- Ella quería saber cómo era la ciruela que esas dos se habían comido. Tenía derecho, había salvado la noche y quizás nuestras vidas.

Comenzamos a bailar desnudas, Zorá insistía con Karen, no quería soltarla ya.  Sus besos duraban tanto tiempo y sus cuerpos se frotaban tanto que no sé como aguantaban. Lo de Zoraida con Karen parecía amor a primera vista.

Yo, mientras, dejaba que Maddi me aturdiera con sus besos, sus arrumacos, sus dedos recorriéndome completa y su muslo frotando mi alhaja mientras bailábamos. Pero, quería hablar con ella. Quería saber lo de ella y que supiera lo mío. Sus apremios por mi posesión absoluta me transmitían una sensación de sosiego, de que ahora todo estaba bien y en su sitio.

Cinco de la mañana. Zoraida y Karen  son un solo bulto que se mueve, se estremece y  palpita al unisonó, encima del sofá.

A esa hora ya nosotras habíamos aclarado nuestras vidas. Sabemos todo. Reconocemos nuestro amor y las razones de lo que pasó. Estamos en la cama. Maddi, me dice que quiere enseñarme algo nuevo, que a ella le han enseñado.- ¿Quién?-pregunto con vehemencia incorporándome como una tigra- La veo asustarse.

-Nadie, solo lo vi en internet, dice dudando de si le creeré-

-Hazme pues, digo- Tengo que aprender a controlarla, pienso, esa es la zorra de la Zorá que me la pervirtió. Tengo que regresarla al redil.

Me acuesta boca arriba, me abre las piernas y ella sobre mí, ha enterrado su vagina en la mía y mientras frotaba mutuamente nuestros labios, sus piernas abiertas, se cruzan con las mías, una acaricia mi abdomen, mientras la de atrás se enterraba entre mis nalgas. Cerré los ojos mientras dejaba que los momentos premonitorios del orgasmo me exaltaran, sus murmullos me nombraban, me ahogaban, me  arquee buscando llegar hondo  y me solté. Alcancé el paroxismo en el mismo instante que ella. Nuestros fluidos se mezclaron otra vez.

Todo era nuevo, hasta esa manera de poseerme  nueva y avasalladora que me gustaba más que la anterior. Mejor no averiguar donde había aprendido, solo tenía que abrirme a la nueva experiencia que me esperaba. Teníamos toda la vida por delante.

Nos levantamos como pudimos, estábamos débiles y contentas. La sala permanecía silenciosa, buscamos rastros de Zorá y de Karen. Estaban en el balcón desnudas y abrazadas mirando el amanecer. Se voltearon al sentirnos. Sonrieron y fue Karen quien habló:

-Pensamos sentar cabeza, dijo. ¿Y, ustedes?-

AHORA SI SE ACABÓ.

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