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MARÍA 4-El evangelio segun Lucas

en Grandes Series

MARÍA 4-El evangelio según Lucas.

RECAPITULACION FORZADA: María se ha marchado del pueblo hace ya muchos años. Se vio abandonada por su pareja cuando descubrió que le había sido infiel. Lucas fue ése amante, logró seducirla valiéndose de una estratagema que puso en marcha habilidosamente. No es que ella no hubiera puesto de su parte, sino que la trampa ya estaba cerrada a su alrededor, antes de que ella pudiera defenderse. Era como la mosca que al verse envuelta en la tela de la araña, al ver a ésta cerca le ruega: ¡eh, amiga, sácame de este enredo!

Hay cosas que el mismo Lucas es el único que puede aclarar. Por ello, narremos un acontecimiento que tuvo lugar años después de los hechos, ya contados, y que a los que les interese el asunto, les dará una lucidez mayor para juzgar imparcialmente (si tal cosa existe) a nuestra protagonista. Allí va…

DE CÓMO LA ARAÑA SE COMIO A LA MOSCA. 

Lucas- ya entrado en sus cincuenta años de vida, se consigue a su amigo Ramón (a quien no veía desde hace diez años) después de haberse reconocido y saludado, se dirigen a la cantina en la que ambos estuvieron juntos  por última vez con María. Entre ambos, después de libadas una suficiente cantidad de copas y de revisados los asuntos más trascendentes, surgió el siguiente dialogo que transcribo tal y como yo (la autora) misma lo oí.

-Ah, compadre Lucas, termine de echarme el cuento de la catira aquella que yo le presente años atrás, propuso Ramón para animar la velada.

-La recuerdo como si juera hoy. Ella había venido con aquel ingeniero que nos ayudo en lo de los cultivos…

-Je, je, je, y usted más que ninguno sacó su ganancia de esa visita, interrumpió Ramón.

-Bueno, si usted se sigue refiriendo a la catira, pues sí. ¡Ay!, pero que diabla tan buena esa-Lucas se relamió los labios por el recuerdo.

-Pero cuente compadre, cuente, porque yo del cuento no se sino una parte.

-Gua, y ¿Cual es la parte que usted conoce?-inquirió Lucas.

-Me refirieron que usted fue el único que pudo ponerle la mano encima, por decirlo así, para no mentar la parte que verdaderamente usted le puso, y no encima precisamente- dijo Ramón mientras reía con salacidad.

-Gueno, realmente no fui el único-Lucas al decir esto se hecho para atrás en la silla.

-¿Es que hubo otro?-Ramón por el contrario, se echo hacia adelante mostrando su sorpresa.

-Realmente no fue otro-contesto Lucas reclinándose hacia delante con aires de confidencia, fue OTRA: La comadre Belkis.

-¿Belkis?, bueno, ya sabía que a ella le gustaba complacer sus antojitos con las muchachas del pueblo, pero nunca hubiera pensado que a la catira también…

-Déjeme contarle. Belkis le puso el ojo a la catira desde que la vio por primera vez el día de su llegada, pantaloncitos corticos y pegaditos que parecían no poder contener tanta carne de primera, la recuerdo, con esa franelita sudaita, que le transparentaba los senos. Todos, Belkis también, nos pusimos como locos y más todavía cuando supimos que iba a vivir prácticamente sola en ese caserón, porque el mario se la iba a pasar viajando. Belkis nos llevaba ventaja, empezó a metérsele y tantearla hasta que le sacó, que yo le llamaba la atención.

-No pare el cuento, compañero, que ésto se pone bueno- intervino Ramón de lo más divertido.

-Prosigo pues. Un día en que estábamos preparando una parrillada en mi hato para agasajar a unos amigos, la comadre se me acerca y en tono confidencial me lo refirió…. -¿Qué gana usted informándome eso comadre?-le pregunte con malicia, para recordarle que tigre no come tigre. Ella, me contestó mientras se alejaba-Que ahora: cuando usted salga es que yo voy a entrar-  Aludía a la broma que me hacia cuando me veía rondando una moza, a la que ella ya se hubiera raspado- ¡Ay!, compadre, ahora que usted va llegando, ya yo voy saliendo- Esa Belkis, era un diablo con las mujeres cuando les detectaba alguna debilidad. Yo creo que se acostó con la mitad de las mujeres de la ciudad.

-¡Y cómo iba apelar a ese hembrón!-intervino Ramón.

-La Belkis me pasaba datos y me ayudaba con la vigilancia de nuestra presa. Al parecer tenía un sitio en su casa con una tronera o ventana, que se yo, secretos de esas casas viejas, por la cual la acechaba sin que la catira supiera que se estaban hasta masturbando en nombre de ella, mientras la veían desnuita en el cuarto. Nunca quiso enseñarme el escondrijo. Mientras tanto, yo también puse la parte de mi astucia- tú muy bien lo sabes- y la catira cayó redondita la misma noche que nos dejaste solos después de presentarnos. Esa misma noche sin que yo tuviera que contárselo, Belkis  supo lo que había pasao y entonces ella hizo lo demás.

-¿Cómo se las ingenio?-interrogo Ramón, vivamente interesado.

-Primero, le mando un ramo de flores haciéndose pasar por mí. (Ya ella tomaría las medidas pa´ quel pazguato del marido las descubriera) y también una fulana tarjetica; la catira, enajenada por mis atenciones amorosas, la había guardado en su cartera y allí la olvidó. La nerviosidad era su enemigo- Lucas bebió un trago tomándose su tiempo.

-Belkis, logró que el hombre descubriera las flores y las relacionara con la tarjeta que descubrió en la cartera. El peo se forma, el hombrecito se va y la mujercita se queda, solita, a instancias de Belkis, quien ahora era dueña y señora de ésa alhaja hasta que se aburriera. Una noche la emborracho y la poseyó. Desde ese día cada vez que quería comer catira, no tenía más que servirse. ¿Qué le parece?

-Belkis se la pegó las veces que quiso y ¿usted una sola?-inquirió con sorna solapada Ramón.

No-respondió inmediatamente Lucas, como queriéndose sacar el clavo- hubo una segunda vez fue casi a juro por allá en la laguna….pero eso no se lo voy a contar.

-Y el marido, ¿se la llevo?-preguntó sin interés ya, Ramón.

-El fue quien al fin la rescató. Regreso después de seis meses, cuando ya Belkis estaba jarta de catira y se la llevo pa’ la capital otra vez. Por aquí no han venio más-dijo Lucas dando por terminada la historia. Su pensamiento ya no estaba allí, estaba en otra parte…

-Compadre, me despido, tengo cosas que me faltan por hacer-dijo Ramón, que había notado la tristeza que de pronto se había enseñoreado en su amigo.

DE CÓMO LA MOSCA SE COMIO A LUCAS

Lucas pensaba...me acuerdo como si fuera ahorita lo que paso la víspera de su partida.  La seguí hasta el mercado. El marido había regresado, quizás por el pesar de haberla abandonado tan feo. Por más cacho que le hubiera pegado, él la había traído y tenía que llevársela. Eso es lo justo.

Estaba bonita, con su ropa blanquita y su aire de ingenuidad que nunca soltaba. Me dolía que se fuera sin haberse despedido. A mi cada día me gustaban más sus formas llenitas, sus pantalones ajustaditos que rebelaban sus impresionantes nalgas que eran una belleza y que yo solamente había podido palpar. Sus hermosas y pomposas piernas causaban en mí una angustia especial, pues sabía que entre ellas estaba su fruta perfumada.

Necesitaba acercármele, sin asustarla con mi presencia que le traería premoniciones de peligro. La deseaba con dolor, quería que fuera mía otra vez, a la luz del día, para poder disfrutar de su belleza con mis ojos. No quedaba mucho tiempo, pronto se iría.

En el mercado, la veía desplazarse entre el gentío adquiriendo su mercancía. Al salir del mercado una de sus bolsas se rasgó, dejando desparramada la mercancía por el suelo. Era dios otra vez que me ayudaba. Alguno quiso socorrerla, pero al  notar mi presencia que caballerosamente se aprestaba a hacerlo, abandonaron la plaza a mi estandarte. De algo sirve ser rico en una ciudad en la que quien más, quien menos, te debe algo. Aceptó que la llevara, no sin cierta reticencia. -Es de día, la gente vio lo que paso, nadie pensara mal, cálmese-le dije como buena explicación para que abordara mi camioneta sin mucha oposición. El viaje lo hice por el camino más largo.

Sin preguntar, ni escrutar su reacción, de repente, metí la camioneta por un desvió que conducía a una solitaria represa en las cercanías de la ciudad. No la mire para no ver su expresión. Al llegar me apeé y abrí su puerta. No se quiso bajar. -Vámonos de aquí, mi marido me espera, dijo enfurruñada-Son las nueve y su marido no regresará hasta la tarde, pues está reunido en mi finca con los otros propietarios, yo también debería estar en esa reunión, refuté con seguridad, por favor, bájese, hablemos un poco, antes de que se vaya para siempre-

Bajo, sin quitar su expresión huraña.- No me gusta que me engañen, si querías hablarme, solo tenias que decirlo, no soy una niña- Yo le conteste con sinceridad, no me quería exponer a tu rechazo-.Bueno, ¿de qué quieres hablar, de lo poco reservado que eres? me preguntó-

Sabía que la situación era desesperada, era tomar o arrebatar. La tome por la cabeza y le di un beso, ella me rechazo con fuerzas-¿Qué te pasa, me quieres a la fuerza?- Estoy loco por ti, respondí con los labios semi cerrados por el deseo y el furor- Óyeme catira, no te cuesta nada complacerme, pronto te irás y no te conviene que tu maridito sepa los detalles de lo que nosotros hicimos, dije con tono supuestamente amenazante–Eres un pobre hombre, me respondió-No me importa ser lo que tenga que ser para volver a tenerte, dije como un idiota obsesionado-.

Estuvo un rato callada, mirándome con ira y amargura.

–Ok, hazme lo que quieras, estoy en tus manos, a cambio quiero dinero, mucho dinero, dijo con extraña sonrisa, sino, tendrás que intentar violarme y eso siempre trae malas consecuencias, aparte del hecho, de que no lo disfrutaras tanto, como si yo colaboro-

Le dije que le daría el dinero y me le acerque con apetito de su cuerpo, ella retrocedió-Primero el dinero, dijo, extendiendo la mano en ademan imperativo-

Corrí a buscar la chequera y estuve a punto de echarme para atrás debido a la alta cantidad que exigió. -Considerémonos socios en mis futuros negocios, dijo- mientras yo rellenaba el cheque, no sin vacilación. La lujuria me cegaba. Al entregárselo lo miro con detenimiento y lo guardó en su cartera.

Miró a su alrededor y escogió  un bosquecillo cercano cubierto con algo de grama. Yo mientras tanto saqué una manta que siempre cargaba conmigo, por si acaso. Al volver, la vi sacándose la ropa con cuidado de no ensuciarla. Iba desvelándose ante mí la maravilla de ese cuerpo magnifico que deseaba más que a nada en el mundo. Mientras la miraba, me iba despojando de mis prendas de vestir; mi excitación era feroz. Totalmente desnuda, se arrodillo sobre la manta  mientras me miraba de una forma extraña, sin sonreír, y me ordeno con un ademan de sus dedos que me le acercara. Obedecí automáticamente.

Sus manos tomaron mi pene y mirándome a los ojos con su aire de ingenuidad, comenzó a chupármelo con verdadera maestría hasta que me saco junto con un alarido de gozo la leche que había reservado para su penetración. Caí arrodillado a su lado sin fuerzas.

Se levantó y puso su raja en mi cara, mientras aferraba mi nuca con sus manos para incrustar la olorosa fruta en mi boca, lamí su abismo secreto con delicia. –Soy tu puta, hazme lo que quieras, goza tu inversión, dijo con mordacidad-

Me re-excite mientras le mamaba como un cachorro su cálida y húmeda hendidura. Decidí tomarla por detrás, para que su dolor acallara mi sentimiento de haber caído en una trampa que no veía con claridad.

Ella al principio denotó el miedo que mi intención explícita le causó, no se atrevió a oponerse, al metérselo con furia, el dolor se notaba en sus estremecimientos que moderaba para que yo no los notara y no darme el placer de verla claudicando.

-Te duele, ¿verdad?- la mortificaba yo; ella como respuesta solo denegaba con la cabeza que tenia sumida entre sus brazos. Su dolor del principio, pronto, se le transformo en un goce exigente que me arrebato el placer de la venganza. Mi semen se derramó en su interior, dejándome el placer, pero no la satisfacción de la venganza por su supuesta actitud desdeñosa, que -sin querer aceptarlo- yo mismo había provocado.

Se volteo boca arriba y se me volvió a ofrecer, abriendo sus piernas y mostrándome su cara, que denotaba lo que había gozado con mi acto, me dijo con osadía -No sabía que me gustara tanto por allí, desde ahora no voy a perder esa otra alternativa placentera, gracias por la lección- y después de mirarme con una seriedad odiosa, cerro sus bellos ojos, ofreciéndoseme. Su sexo voluminoso y pletórico de delicias conocidas me esperaba, otra vez.

Tomó mi mano y la hizo recorrer sus senos erguidos y duros. –Siente su calor, me dijo con sonrisa hipócrita- Iba a morderlos cuando unos ruidos extraños, de cosa que se arrastra, revelaron la presencia de personas o animales muy cerca. Nos levantamos recelosamente y  sin dejar las prevenciones fuimos retrocediendo hasta la camioneta. Nos vestimos apresuradamente. Había caimanes en la zona, por la cercanía de la represa, mejor era no investigar. El temor alejó su encono y mi deseo.  Regresamos en silencio.

 –Gracias por el dinero, me dijo cuando bajaba del vehículo con sus bolsas de comida en las manos y mi cheque en la cartera, siempre te voy a recordar-

 – ¿No y que somos socios?, le pregunté con algo de esperanza-

– Claro, ripostó riendo desvergonzadamente, yo puse el cuerpo y tú pusiste el dinero- Se revolvió con presteza como si hubiera olvidado un detalle, ¡Ahhh! porsiacaso  te advierto: -y  zambulló su cabeza por la ventanilla de la camioneta, para hablarme con su cara, cerca de mi cara, tanto que podía paladear su aliento divino- yo puedo terminar de perder a mi marido si tú me acusas, pero tú puedes perder la mitad de tus fincas si tu mujer se divorcia al enterarse de la razón de este tremendo cheque que me distes. Ni te atrevas a anularlo.

-Adiós Lucas, verdaderamente fue un placer haberte tenido dentro de mí- y sin hacer más caso de lo que pudieran pensar los vecinos, me dio un beso tan sabroso y largo, que me arranco la rabia que sentía y me dejó enfermo de amor para siempre.

Todo había concluido. Solo me quedan bellos recuerdos de María. Han pasado los años y sigo esperando a ver si viene a buscarme.

FIN de la cuarta parte de MARÍA...

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