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MARIA 3-Amigas Ïntimas

en Grandes Series

MARÍA 3- Amigas Íntimas.

Cuando Ricardo se fue, quedé perturbada, aturdida… paralizada por un tiempo, mi amiga Belkys me tomo a su cargo para velar por mí. Me hacia la comida, me animó a buscar trabajo y a que no me fuera a mi ciudad todavía, pues “los hombres siempre regresan” y cuando Leo regresara a buscarme, pasado su natural ataque de celos, me encontraría esperándole. Fue de gran ayuda en mi periodo de duelo. No le conté la historia completa de lo que había sucedido, sino una versión mediatizada en la que yo había sido la víctima de una trampa para apartarme de mi pareja. El asunto era, que ella ya conocía la versión verdadera y completa, por los chismes que circulaban en el pueblo. Todos conocían de mi contacto sexual con Lucas y la reacción de mi marido era considerada cosa normal: -Total un hombre sin cachos es como un jardín sin flores- opinaban unos; -A quien se le ocurre dejar realenga a una mujer tan buena, con razón lo voltearon- decían otros; -Quien fuera Lucas-decían todos.

Como tenía experiencia profesional en el trabajo de las empresas de seguros, presente mi currículo en la que existía en la ciudad y mi solicitud fue inmediatamente aceptada. El sueldo era aceptable para mantener un tren de vida lindante con la supervivencia. Eso lo acepte como parte del castigo por mi desliz mientras Ricardo regresaba.

Belkys era casada, tenía dos niños y su casa quedaba al lado de la mía; era vivaz y sincera en sus expresiones. Podías estar segura que lo que pensaba, algún día de la manera menos esperada te lo diría sin rodeos. Era como de mi edad, y no descuidaba su acicalamiento como las otras mujeres del pueblo. Con el afán de cuidarme, entraba y salía de mi casa libremente, no se anunciaba ni sentía que debía hacerlo. Le gustaba que le contara anécdotas de mi vida, que le describiera las personas que yo conocía, cómo se comportaban las mujeres y mucho más le agradaba que la enseñara a maquillarse y combinarse los atavíos.

A mí no me molestaba su presencia sorpresiva y alborotadora, con sus decires y sus risas; me sentía menos sola y más segura, pues alguien se ocupaba de mí. Me sentía protegida por su afecto. Una mañana entro de improviso sin que yo la sintiera llegar, pues me estaba duchando y me sorprendió saliendo del baño vestida solamente con unas gotas de agua que rodaban por mi cuerpo. Se quedo parada mirándome de pies a cabeza, suspendida, con los ojos muy abiertos, al fin me dijo,- ¡niña, que cuerpazo! y sin darle más importancia al asunto, cambio el tema y me siguió a la habitación. Localizada mi toalla, me cubrí lo más rápido que pude. Al parecer, no veía nada malo en verme desnuda, entre las mujeres del pueblo se acostumbraba tal cosa, yo me sentí azorada y decidí desde ese día vestirme antes de salir del baño; pero, qué va, fue imposible escabullirme de su interés por ayudarme cada mañana a vestirme antes de salir a trabajar, como si fuera mi camarera. Termine por acostumbrarme.

A más de un mes de la partida de Ricardo, ya había perdido las esperanzas de verlo regresar, estaba clara que quizás eso no sucedería, me sentía sosegada, serena y… excitable por la prolongada abstinencia que había guardado. Rememoraba con placer, lo que Lucas me había hecho sentir e imaginaba, lo que Ricardo haría con mi cuerpo cuando regresara. Si regresaba. No quería pensar ni tomar decisiones todavía. Solo deseaba relajar mis nervios angustiados por la espera. Compré una botella de whisky, decidí beberla desnuda en medio del patio fumando y brindando por mí, me emborracharía para celebrar mi libertad y me masturbaría varias veces con un consolador que me había enviado mi amiga Layla desde la ciudad,  “Para que te confortes mientras “el hombre” regresa”. De ahora en adelante me confortaría con él, para olvidarme de la necesidad de carne de hombre que atormentaba mis noches.

Era sábado en la noche y Belkys nunca me hacia visitas nocturnas, pues debía atender a su esposo y sus hijos. Atranqué la puerta principal y reforcé la puerta trasera y ventanas. Era libre. Me desnudé, coloqué mi sillón favorito,  botella, vaso, hielo, cigarrillos, encendedor y mi suculento consolador, todo esto sobre una mesita en el patio. Me serví un trago, encendí un cigarrillo y me despatarre en mi cómoda silla a contemplar la oscuridad y las estrellas. Apenas empezaba cuando oí que llamaban a la puerta.

Me alarme y mi primer impulso fue no abrir y permanecer callada para que el molesto visitante desistiera y se fuera. Pero, insistían. Incluso, pensé que podía ser Ricardo que había escogido precisamente esa noche para reaparecer. Deje todo como estaba y poniéndome una bata de baño salí a despachar rápidamente al inoportuno y poder seguir con mi fiesta privada. Abrí la puerta y me sorprendí al ver delante de mí con una botella de licor en la mano y una sonrisa en los labios a mi vecina Belkys.

No tuve tiempo de nada. Pues, ella como una tromba penetro en mi casa mascullando algo que no entendí bien acerca de viajes, maridos y suegras. Sin más preliminares, se quito los zapatos y arrimo una silla hasta colocarla al lado de la que vio en el patio. Noto todos mis preparativos, incluso el consolador con sus pilas nuevas. Se volvió a mirar mi cara, sorprendida y apenada, poco a poco se le fue dibujando una sonrisa de complicidad y entendimiento en la suya. –Amiga, dijo, invíteme a su fiesta. Sonriendo azorada conteste: estás invitada. Respuesta espontánea que significaba para mí, que los planes, bueno, para otra vez serán. Ahora trataría de disfrutar de una conversación no planeada con mi amiga y de la  masturbación me olvidaría hasta que ella se fuera. Todo sea por la amistad.

Éramos dos y teníamos dos botellas, una incipiente noche y ganas de hablar que nunca faltaban. Cubierta con mi bata me senté a su lado, conversamos tranquilas de varias cosas a las que ella aportaba su sentido del humor, mientras bebimos varios tragos. En un momento me dijo: Óigame amiga, yo no soy lesbiana, me gustan mucho los hombres, pero, tu cuerpo… nunca había visto uno tan hermoso, tan blanco, que tienes todos los pelitos catires, dan ganas de morderte cuando te veo desnuda. Quisiera que me dejaras tocarlo. Me sorprendió que yo no me sorprendiera mas por lo que oía. -Está bien, conteste, te dejo, pero primero vamos a embriagarnos más-. Mi salida nos causo tanta risa, que se diluyo el ambiente tenso que su proposición había generado.

Sin decir más palabras se levanto, preparo dos tragos fuertes, me dio uno, -dijo, salud-. Me quede sentada bebiendo el trago mientras miraba el cielo. Me sentía extraña, nerviosa y emocionada, aun podía cerrar la puerta que había abierto pero no me importaba, dejaría que pasara, era excitante sentirme adorada de esa manera.

Belkys se paro delante de mí y fue lanzándome cada una de sus prendas mientras se desvestía en una especie de danza que le quedaba bien. Su cuerpo quedo al descubierto, era delgado pero bien formado, senos término medio, un culito redondo y paradito, con algunas estrías en sus muslos firmes. Se veía elegante en su desnudez. Poniendo la mano sobre su monte de Venus en son jocoso dijo, -yo también tengo lo mío, para las exigentes. El licor nos relajaba.

-Gracias amiga por todos tus desvelos conmigo, sírveme otro trago, dije, hoy celebro mi independencia. Me levante, dejé resbalar mí bata por mi cuerpo hasta que cayó a mis pies, y dando una vuelta para mostrárselo con detalle: puedes tocarlo cuando quieras, le indique. Ella por toda respuesta tomo mi mano y sonrió. Seguimos bebiendo silenciosas.

-¿Cómo funciona ese aparato?-pregunto

-Hoy lo iba a averiguar.

-¿Por qué: “Ibas”?

- Me da pena estando tu presente-conteste ruborizada

El licor ya nos había liberado de algunos tabúes. –Cuando estés lista me avisas para tocarte-dijo con seguridad. -Ya te dije que lo estoy.

Coloco su silla detrás de la mía. Sus manos tímidamente comenzaron a recorre mi cara, luego bajo por mi cuello hasta los senos. Solo me tocaba con la punta de sus dedos, suavemente. Me daban escalofríos. Cerré los ojos, que había mantenido  junto con todo mi cuerpo en expectativa. Mis pezones respondieron y un otro escalofrió me recorrió. Bajaba y subía por mi abdomen hasta los senos tentando cada área como si quisiera grabar sus mínimos detalles. Apoyo su cabeza en mi hombro y yo la mía sobre su mejilla. No toco mi pubis al seguir bajando, sino que siguió por mis piernas hasta donde alcanzaron sus brazos. Las rozaba con las puntas de sus dedos sin uñas produciendo un cosquilleo que me erizo la piel. Sonriendo le dije que me iba a hacer orinar; -Oríname,  fue lo que contesto; -Voy a mojar la silla, argüí; -La lavamos mañana, resolvió. Obedecí y solté el chorro.

Volvió a colocar su silla al lado de la mía y mantuvo su mano sobre mi sexo, dejando que se mojara con la orina cálida, sus dedos abrían mis labios y acariciaban mis bellos. -Me dijo, eres bella y distinta, como si fueras superior a todas nosotras, te envidiamos tus modales y tu aroma, con razón el idiota de Lucas esta como loco, yo también lo estaría. Mi sorpresa fue tremenda, pero comprendí que era esa su manera de revelarme el secreto a voces, para que supiera a qué atenerme. Amiga es amiga. Le agradecí todo con unas afables palmaditas en la mano que mantenía sobre mi sexo. -Cuestión de feromonas, le dije mirándola sonriente. Frunció la frente en un gesto que indicaba que no sabía de eso, ni le interesaban las definiciones.

-Quiero ser tu esclava esta noche, no sé por qué; dije. Ella rio sin soltar las caricias que seguía proporcionando a las partes exteriores de mi enardecida gatica. -Está bien esclava, sirva más tragos y prepárese por que la voy a hacer acabar, ¡vamos, rápido ¿Qué espera?!  Era el juego que nos mantendría a cubierto de cualquier tabú que aun temiéramos romper. Me levante quitando su mano con cuidado y note lo mareada que me sentía.- Al verme de pie, me dijo, tremendo culo que te gastas, esclava, grande y sin celulitis, se parece al de Jennifer López. -Quisiera ella, respondí, el tuyo también es muy bonito y apetitoso-. -Eso me han dicho, declaro con espontaneidad. Prepare los tragos y me prepare conscientemente para lo que pasaría.

Se arrodillo frente a mí. Comenzó por besar mis muslos. Comenzaba la parte seria. Dedos cálidos acariciaban mis senos erectos. La sensación era diferente a la que sentí con los hombres, había ternura y suavidad, mi cuerpo no era tomado, era adorado. Sus caricias dulces y suaves tenían una ternura cuidadosa con cada porción de piel que recorría su lengua, labios… dedos. Abrí mas mis piernas y acaricie su cabello crespo mientras su lengua se paseaba por mi clítoris, lo siguió haciendo hasta que me arranco un orgasmo poderoso pero extraño, pues unos fuertes latidos recorrían mi sexo hasta más abajo de mi ombligo, como producidos por un sistema de bombeo de placer que por primera vez sentía, cada latigazo de placer me arrancaba susurros y enardecía mi cuerpo el cual se movía ondulando desde mi sexo hasta que la ondulación se perdía entre mis senos. Cuando me detuve, nos miramos y reímos, yo le abrazaba la cabeza con mis brazos y ella rodeaba mi cintura con los suyos.

-Me lo trague todito, esclava, fue su comentario. Le pregunte a que sabía lo que había tragado, me contesto que a orines, entonces, mi ama, orine en su boca. Riendo me dijo que así lo creía. No nos considerábamos amantes, éramos amigas más que ninguna otra que tuviéramos.

Necesito el aparato ese, me quiero masturbar porque estoy que exploto y los pezones se me van a reventar. -Tu esclava te ayudara, mi ama, no sea que te vayas a electrocutar. Sonrió, pero mostro algo de expectativa. -Mentirosa, dijo, como para que yo desmintiera lo que había dicho. -Relájate chica, nada malo te va a pasar. Recostó su espalda en el sillón y abrió las piernas. Al encenderlo, vimos que el aparato se movía imitando los movimientos de un pene al tiempo que vibraba en varios tonos, era grueso y sedoso. -Esto va a estar bueno, dijo al cerrar los ojos.

Le puse un poco de gel que venía en la caja del aparato, y acuclillándome entre sus pierna abrí su sexo cuidadosamente con mis dedos. Era de labios finos, pelos ensortijados, color oscuro y emanaba un aroma tan sensual, que se me antojo acercar mi nariz para disfrutar mejor su olor, su clítoris rozo mis labios y pego un respingo como si la hubiera pinchado una aguja.

Coloque nuestro aliviador eléctrico de necesidades sexuales, apagado, en la entrada de su cueva que brillaba llena de jugos. Lo fui sumergiendo con lentitud para que gozara más de la penetración, cuando la mitad estuvo adentro ya ella gemía y se lo frotaba en sus paredes con sus movimientos coitales. Lo encendí, ella abrió los ojos y me miro pasmada, -Catira, me estabas haciendo sufrir-dijo antes de volver a relajarse. Su cuerpo se movía ardorosamente y en su cara, por las muecas que hacia su boca, se notaba su disfrute. -Bella catira, me decía. Lo introduje todo y note que el aroma sabroso que irradiaba su vulva me transmitía su ardor. Feromonas, pensé, antes de comenzar a sorber su clítoris, mientras el aparato al máximo de su velocidad y su tamaño se retorcía con vida propia en su absorbente y aromático interior. Sus gemidos y gritos anunciaban su goce. Las contorciones de su cuerpo, imitación perfecta de los movimientos que hacia cuando era poseída por un hombre, no dejaban duda del placer que la atravesaba de parte a parte. Al comenzar a salir su orgasmo, sus piernas duras y fibrosas fueron recorridas por un temblor intermitente pero continúo, sus manos atenazaban mi cabeza clavándola en su sexo y sus piernas me la apretaron entre ellas, su efluvio perturbador me invadía y sus jugos se derramaron por encima del consolador, creí que me iba a ahogar. Cuando soltó la opresión me dijo, ¡ya!,  apague el aparato, mientras ella respirando aun agitadamente me dijo: ¡Lo inaugure yo! -Y yo, creí que me ibas a asfixiar el día de la inauguración-dije poniendo una expresión jocosa. -Se me había olvidado decirte que mi esposo cuando me hace eso, toma sus medidas para no morir asfixiado. -Gracias por la información retardada, replique. Le pregunte que si quería comer algo, me respondió que sí, que fuera preparando algo, que cuando lograra recuperarse de lo que “yo le había hecho” me iría a ayudar. -Mírenla a ella, dije en tono jocoso, mientras me dirigía tambaleante a la cocina.

Comimos, bebimos más, reímos contándonos cuentos de nuestras vidas  y antes de que el sol despuntara, lo habíamos hecho varias veces más. El amanecer de un nuevo día nos sorprendió borrachas, desnudas y felices, en el patio de mi casa, acurrucadas en nuestras sillas para evadir los rigores del relente. Más amigas que nunca.

Fin de la tercera parte de MARÍA.

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