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El extraño regreso con mi madre

en No Consentido

Después de la experiencia que ha tenido mi madre en el parque acuático donde fue humillada en público y luego violada por los empleados del parque, vamos caminando para coger un autobús que nos lleve a casa.

Vemos que viene un autobús y todavía nos quedan bastantes metros hasta la parada, por lo que echamos a correr para cogerlo.

Mi madre corre delante de mí y yo aprovecho para ver como mueve el culo y las piernas, que se dejan ver debajo de su vestido de falda corta y con vuelo.

Recuerdo como se movían sus glúteos mientras se la follaban, y como gemía en cada embestida.

El autobús ha reducido su velocidad, por lo que llegamos a tiempo y logramos subirnos.

El conductor, un hombre de unos cincuenta años, mira a mi madre de arriba abajo con ojos lujuriosos, y la dice fijándose en sus tetas:

  • ¡Vaya cacho melones que gastas, mujer! Tu marido debe estar pero que muy feliz cuando le haces una buena cubana.

Me fijo en mi madre, no dice nada, pero su cara ha vuelto a ponerse muy colorada. Y sus tetazas parecen los balcones de una casa.

Me doy cuenta que el conductor cuando ha visto a mi madre corriendo hacia el autobús balanceando sus tetas al correr, ha reducido la velocidad para verla mejor.

Nos montamos en el autobús, que está prácticamente vacío.

Nos damos cuenta que el autobús no ha tomado el camino esperado.

Resulta que, con las prisas, nos hemos equivocado de autobús, así que pulsamos el timbre para bajarnos en la próxima parada.

El conductor nos mira a través del espejo retrovisor de forma hostil, mascullando entre dientes, y la dice:

  • ¿Qué te has dejado olvidado, mujer? ¿las bragas? ¿quién te las habrá quitado? Seguro que no es tu marido.

Llegamos a la siguiente parada y el autobús abre sus puertas.

Ella es la primera que se baja.

Aún no ha acabado de bajarse cuando el autobús cierra las puertas y la pilla la falda del vestido.

El autobús empieza a andar.

Ella grita y golpea la puerta, yo le digo al conductor que la ha pillado el vestido, que pare.

Pero el conductor ni caso, el autobús continúa.

Ella corre, agarrándose el vestido y a la puerta.

Un hombre aparece, corre a ayudarla, golpea al autobús, la sujeta, tira de su falda para que se suelte.

Me fijo que las manos del hombre se han metido bajo la falda de mi madre, sobre sus bragas, sus muslos, su culo.

Mi madre chilla hacia el autobús y hacia el hombre que la está metiendo mano.

De pronto el vestido se queda colgando de la puerta, dejo de ver a mi madre.

Corro hacia la parte de atrás del autobús para verla, desde el cristal de atrás la veo a lo lejos sin vestido.

Hay dos hombres con ella, la quitan el sostén, las bragas, mientras ella forcejea.

La veo un instante desnuda antes de que el autobús gire en una esquina y dejo de verla.

Oigo un ruido, veo su vestido caer al suelo de la calle, sobre el asfalto.

El conductor ha abierto un poco las puertas para soltar el vestido.

Pulso el botón del autobús para salir en la siguiente parada.

Estoy angustiado, miro al conductor que tiene una sonrisa de satisfacción en su cara y me dice:

  • ¡La cubana de tu padre tendrá que esperar! ¡Otros se la están comiendo los melones y el conejo!

En la siguiente parada, me bajo del autobús y oigo al conductor gritarme:

  • ¡Échala también un buen polvo, chaval, aunque sea tu madre! ¡Me lo agradecerás!

Voy corriendo a buscarla, recorriendo en sentido inverso el camino del autobús.

Después de unos minutos, veo el vestido en el asfalto, lo cojo y sigo andando hacia donde se soltó mi madre.

Más adelante, también en el asfalto, están uno de sus zapatos, el otro, sus bragas, su sostén. Más allá su bolso.

Las bragas y el sostén están rotos, como si los hubieran arrancado a tirones.

He llegado al lugar donde vi como a mi madre la arrancaban la ropa interior y la dejaban totalmente desnuda.

Miro alrededor y no la veo.

Recojo toda su ropa del suelo.

No sé qué hacer, donde buscarla y no hay nadie en la calle para preguntar si la han visto, si han visto a una mujer totalmente desnuda.

Estoy pensando cuando veo a un chico, debe ser algo mayor que yo, pero está sucio y lleva la ropa rota y desgastada.

Me acerco, no sé cómo preguntarle.

El chico me mira, nota mi vacilación, sonríe y me dice:

  • ¿Estás buscando a tu madre? ¿la tetona en cueros? No paraba de chillar, de pedir socorro, de moverse y de patear. La han metido en un coche que se ha ido para allí.

Me señala una arboleda, no muy lejana.

  • Se la deben estar follando por todas partes.

Y se ríe.

Me quedo paralizado mirándole, me da miedo este chico.

No sé qué hacer, le miro y me giro hacia donde dice que han ido.

Continúa diciéndome:

  • ¡Vaya polvazos la deben de estar echando, con esas tetazas y ese culo que no paraba de gritar que se la metieran!.

Me dan ganas de pegarle, pero me contengo, ya que saldría perdiendo.

Me dice:

  • ¡Vete corriendo para allá, que aún puedes disfrutar del espectáculo de ver como se la trajinan, y quizá también puedas participar para metérsela o para que te la metan.

Y se ríe más.

Me giro y me voy hacia el bosque.

Dejo al chico riéndose.

Camino rápido, giro la cabeza y veo al chico que se aleja.

Después de unos quince minutos, llego al bosque, hay un camino a  la derecha con marcas de neumáticos y me meto por él.

Camino un rato por el camino sin ver a nadie ni ningún coche.

El bosque es muy frondoso, está lleno de vegetación, césped, árboles, pero no veo a nadie.

De pronto veo un coche, rojo.

Me escondo, no veo a nadie, me acerco poco a poco al coche, miro dentro y no hay nadie.

Oigo alguna voz un poco lejos. Me acerco, abandono el camino, bajo por una cuesta entre árboles y vegetación.

De pronto, percibo movimiento en una hondonada, bajo los árboles.

Es una mujer, está desnuda, de pies, con los brazos en alto. Debe ser ella, mi madre.

Me resulta muy extraño.

Me acerco poco a poco, sin decir nada, sin hacer ruido.

Veo sus tetas enormes, tiesas, con pezones como pitones apuntando al cielo en medio de aureolas grandes y oscuras.

Entre las piernas, nada de pelo, solo su conejo, depilado.

Me fijo que lleva los ojos tapados.

Y tiene las muñecas atadas por encima de la cabeza a una rama muy gruesa de un árbol.

Aparece un hombre.

Me paro de pronto, me agacho, me oculto sin hacer ruido detrás de un árbol.

El hombre lleva una rama fina en la mano, la da un azote despacio con la rama en el culo.

Luego otro, aumenta poco a poco la intensidad.

Ella chilla, se retuerce, se gira, la veo el culo, la debe hacer daño.

Ahora comienza a darla azotes en las tetas, más suaves que antes.

Otro hombre entra en escena, se acerca a ella por delante la agarra las tetas, se las soba, la pellizca los pezones, se los lame, besa.

Ella chilla, se retuerce.

El hombre se agacha y mete su cabeza entre las piernas de ella.

Ella se agita.

La sujeta con las manos en el culo, y mueve la cabeza, está como comiéndola el conejito.

Las piernas de ella están sobre los hombros de él, ya no se apoya sobre el suelo.

La cara de ella ha cambiado, la oigo gemir, abre mucho la boca, se humedece los labios, los ojos semicerrados.

El otro hombre la coge las tetas, los pezones, se las acaricia, pone la boca sobre ellas, las besa, chupa, lame.

Ella cada vez gime más fuerte, grita ahora, de placer, tiene un orgasmo.

El hombre que la está comiendo el conejito deja de hacerlo y se pone de pies.

Se desabrocha el cinturón, se quita el pantalón, le veo un rabo enorme tieso.

La agarra con las manos el culo a mi madre y la levanta del suelo.

Las tetas de ella se restriegan sobre la cara de él.

Veo como la mete el rabo entre las piernas, en el conejito, sujetándola con las manos por los glúteos y por los muslos.

Ella abre mucho la boca, la veo subir arriba y abajo, se la está follando.

La chupa las tetas mientras se la folla, cada vez sube y baja más rápido con el rabo dentro.

El hombre para y saca el rabo de su conejo.

El otro hombre la desata las manos y la sujeta para que no se caiga.

La cogen entre los dos y la llevan a un banco de madera bajo los árboles, la ponen boca arriba.

El hombre que la desata se quita también el pantalón, tiene un rabo grande, ancho y erecto.

Se acerca a ella por sus piernas, se las levanta, la sujeta por las caderas y la mete el rabo en el conejo.

Comienza también a moverse adelante y atrás, adelante y atrás, cada vez más rápido, pone una rodilla sobre el banco para facilitar el folleteo.

Ella tiene las rodillas dobladas sobre los brazos de él, que la sujeta las caderas para follársela.

Ahora la levanta las piernas, se las pone sobre los hombros y continúa follándosela.

Ella se deja hacer, no opone resistencia.

El hombre se para, emite un ruido sordo, seco, debe estar eyaculando. Saca el rabo lleno de esperma.

Ahora se acerca el otro, la incorpora un poco, la da la vuelta, la pone boca abajo, con el culo en pompa, pone una pierna sobre el banco y la mete el rabo por detrás.

Otra vez comienza a follársela mientras la sujeta por las caderas. La pega un cachetazo en el culo, luego otro, aumentando cada vez más el ritmo del folleteo.

El hombre se queda quieto, ruge, por fin ha tenido un orgasmo.

Después de unos segundos saca el rabo repleto de esperma.

He estado todo el tiempo presenciando como se la follaban y no he podido evitar nada. Tampoco lo he intentado, solamente he disfrutado del espectáculo y tengo el cipote tieso levantando la bragueta de mi pantalón.

Ella está quieta tumbada de lado sobre el banco, su culo apunta en mi dirección, mientras los hombres se ponen los pantalones.

Parece que ya han acabado de follársela.

Uno de los hombres se acerca a ella, mira a ver como está, le comenta algo al otro, recogen la cuerda y se alejan, la dejan en paz.

Toman un camino de subida hacia el coche.

Pasa un rato, los hombres han desaparecido, oigo el ruido del coche, como arranca y se aleja y ella no se mueve.

Espero un rato agachado y escondido, por si vuelven los hombres.

Ella continúa sin moverse. Empiezo a pensar que está desmayada, quizá muerta.

Me acerco poco a poco, sin hacer ruido, llevo la ropa de ella.

Huelo el esperma derramado.

Ella continua con los ojos tapados, respira, debe estar recuperándose y escuchando si ya no hay peligro.

La dejo la ropa en el suelo, cerca del banco y me alejo sin hacer ruido, detrás de unos matorrales para observarla.

Pasan otros quince minutos, y ella se mueve, se gira poco a poco, se sienta en el banco, mira alrededor, la oigo llorar.

Ha visto su ropa, se levanta del banco y se agacha para coger la ropa.

Comienza a ponérsela. Las bragas y el sostén están destrozados, por lo que los deja. Primero se pone el vestido, los zapatos y por último coge el bolso.

Empieza a andar, se dirige hacia el camino donde estaba el coche.

Sube con cuidado, se para de vez en cuando escuchando y mirando.

Yo permanezco quieto observándola en silencio.

Cuando dejo de verla, me levanto y me dispongo a seguirla.

Subo al camino, la veo a lo lejos de espaldas a mí, caminando también por él hacia la civilización.

La sigo a distancia por la carretera, intentando que no me vea.

Planeo que, cuando lleguemos a la parada del autobús me presente como si no supiera nada, para no avergonzarla y dejarla en evidencia.

Se ha desviado de la carretera, se ha metido en otro camino.

Me acerco más rápido a la desviación,  veo que se ha acercado a una fuente y se lava la cara.

Me acerco despacio, esperando que acabe de lavarse.

Mira a todas partes, se quita el vestido, lo deja sobre unos matorrales y comienza a lavarse el cuerpo.

La veo su culo, sus tetas, sus piernas, todo increíble y pienso que no me extraña que se la follaran.

También pienso que pueden volver los hombres de antes para continuar follándosela, y me entra pánico.

Oigo un coche, viene por la carretera, me escondo, el coche se para y echa marcha atrás, la han visto, el coche gira y se mete en el camino donde está ella.

Me quedo un rato quieto, sin saber que hacer, oigo voces.

Espero un poco más, las voces ya han parado, salgo del escondite y me acerco otra vez al desvío.

Veo un coche aparcado, no es el de antes, no la veo a ella ni a nadie.

Las ropas de ella continúan donde las dejo. Mi madre está desnuda.

El coche aparcado se balancea con un movimiento rítmico. ¿Se la están follando otra vez, pero ahora dentro del coche?.

 Una de las puertas del coche está abierta, pero no puedo ver su interior.

Espero unos diez minutos. El coche ya no se balancea.

Veo a un hombre que se incorpora, sale del coche con el pantalón y los calzoncillos bajados. No es ninguno de los otros dos hombres. Comienza  a colocarse el pantalón.

Ahora es ella la que sale del coche, está desnuda, la han vuelto a echar un polvo.

El hombre la dice algo, que si quiere que la lleve a algún sitio. Ella no contesta.

El hombre sube al coche y se va.

Me escondo hasta que pasa.

Ella está otra vez lavándose. Cuando acaba se pone la ropa y continúa caminando hacia las casas.

Ha llegado ya a la parada del autobús, no hay nadie más esperando.

Mira los horarios y si ve el autobús venir. Cruza la calle y se mete en un portal, me resulta extraño. De vez en cuando saca la cabeza por si viene el autobús. Se ha escondido por si pasan otra vez los hombres de antes.

He tomado la decisión de acercarme donde está ahora y, como si no hubiera pasado nada, hacer como si me la encontrara por casualidad.

Me acerco al portal y no está ahora allí. ¿Dónde se habrá metido?.

Entro en el edificio por si la veo en algún pasillo o escalera.

Oigo voces, me quedo escuchando, ruido que no se a que corresponde.

Me acerco a la puerta de una vivienda de donde salen los ruidos.

Me apoyo a la puerta para escuchar mejor y se abre un poco. No estaba bien cerrada.

Oigo con más claridad el ruido, sale de una habitación.

Entro despacio, sin hacer ruido y miro dentro de la habitación.

Un hombre de espaldas, sobre una cama que no para de hacer ruido, de moverse, de chocar con la pared una y otra vez.

Debajo otra persona, una mujer, ¡mi madre!, desnuda totalmente, boca arriba, atados sus manos a la cabecera de la cama y sus pies a los pies de la cama con su cuerpo en forma de X, en su boca una mordaza para que no grite, sus ojos cubiertos con una antifaz.

El hombre también desnudo, se la está follando. Veo sus pelotas y su polla entrando una y otra vez en el conejo de mi madre.

Me quedo perplejo, ¡otra vez se la están follando!.

Me quedo mirando, sin hacer ruido, como se la folla.

Por primera vez me deleito viendo en detalle el cuerpo de mi madre, sus tetas enormes con aureolas grandes y oscuras, sus pezones como pitones apuntando al techo, sus piernas largas y torneadas, su conejo jugoso en el que aparece y desaparece la polla del hombre.

El vestido, los zapatos y el bolso de mi madre están esparcidos por el suelo.

El hombre para y yo salgo rápido sin hacer ruido de la casa, cierro la puerta pero preparada a abrirla otra vez sin ruido.

Al rato, otra vez ruido de cama.

Vuelvo otra vez a mi posición.

Ahora ella está boca abajo, con el culo en pompa, y el hombre se la mete por detrás, como he visto hacer a los perros.

El culo de mi madre se mueve por las acometidas del hombre, adelante y atrás, adelante y atrás.

Su culo redondo y respingón brilla por la luz de la lámpara, y me entran unas ganas enormes de estar yo también sobándolo, restregando mi polla por ese culo maravilloso para finalmente metérselo hasta el fondo, como he visto hoy mismo que se lo han metido muchas veces.

Varios azotes en su culo, que suenan como aplausos al espectáculo que estoy viendo, avivan mi deseo

El hombre ruge como un león, saca la polla tiesa y enorme, y vierte un océano de esperma sobre el culo de mi madre. Un intenso olor a esperma inunda la habitación.

Este es el aviso para que salga de la casa, y así hago sin hacer ruido y encajando la puerta como estaba antes, para esperar en la escalera sin perder de vista la puerta.

Pasan varios minutos y la puerta se abre.

Empujan a mi madre fuera de la casa, está totalmente desnuda, sus tetazas botan como pelotas de baloncesto.

Luego tiran al suelo del pasillo toda su ropa, para cerrar a continuación la puerta.

Recoge la ropa y se la lleva a la entrada del portal.

Veo como se la pone rápidamente y a continuación sale corriendo de la casa.

Yo voy detrás.

El autobús está llegando, es el que queríamos coger.

Corro detrás, ella se monta y cuando las puertas van a cerrarse consigo entrar yo también.

La veo sentarse por la mitad del autobús, me ve y se alegra, me acerco, me deja sentarme el primero y se pone en el asiento más cercano al pasillo.

La digo que la había perdido en el autobús y ahora la he vuelto a ver cuando llegó el autobús siguiente.

Parece que se lo cree, y no me comenta nada de lo que realmente la ha pasado, solo que estaba esperando que llegara el autobús siguiente para encontrarme otra vez en casa.

Ya se ha hecho de noche y continuamos en el autobús. Estamos solamente ella y yo en el autobús, además del conductor.

En una parada, entran dos muchachos de algo menos de veinte años.

Pasan cerca de nosotros y no paran de mirar a mi madre, para ponerse en los últimos asientos.

Les oigo cuchichear algo.

Uno de los chicos se acerca a mi madre.

La dice algo al oído.

Ella no entiende muy bien.

El muchacho se lo vuelve a repetir.

Oigo que se vaya atrás con ellos sino quiere que nos ocurra algo.

Se pone colorada, me dice que me quede en mi sitio y no me mueva, que no mire para atrás, que enseguida vuelve.

Se levanta y se va para atrás.

No miro para atrás, oigo ruidos, miro hacia adelante, y veo lo que ocurre detrás a través de un espejo que está delante en posición elevada.

Están en los últimos asientos de detrás.

Ella está tumbada boca arriba sobre los asientos más próximos a las ventanas laterales, sus piernas sobre los respaldos de las sillas.

La veo las tetas, tiene desabrochado  el vestido y no lleva nada debajo.

Uno de ellos está sentado en la última fila, colocado mirando hacia las ventanas laterales.

Su polla aparece y desaparece dentro del conejo de mi madre. Se la están follando otra vez.

El otro está de rodillas en el asiento de delante de mi madre, mirando hacia atrás y sobándola las tetas con las manos.

El conductor también está contemplando el espectáculo, colocando el espejo retrovisor para verlo de la mejor forma posible. No dice nada, pero le gusta. No para de mirar cuando puede.

Cuando acaba el muchacho, el otro ocupa su lugar y otra vez comienza el baile del mete-saca-mete-saca.

Una vez los muchachos finalizan de follarse a mi madre, tocan el botón de parada y se acercan a la salida, no sin antes decirme la suerte que tengo al tener una madre tan sabrosona.

Veo a través del espejo que mi madre se coloca otra vez el vestido y se sienta conmigo como si no pasara nada.

Milagrosamente llegamos a nuestra parada sin que echaran a mi madre más polvos y de ahí a nuestra casa.

Esa noche soñé con una granja llena de pollos y conejos que atacaban a mi madre que corría desnuda huyendo. El final es obvio.

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