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La niña mala y el motel de carretera

en Amor filial

En la tarde de un día soleado un pequeño automóvil de poca cilindrada recorre la solitaria carretera comarcal, camino de la ciudad.

Conduciendo este vehículo se encuentra Valeria, una mujer que está a medio camino entre los veinte y los treinta años, mientras que en el asiento de copiloto está su sobrino Ramón y detrás su sobrina Malena, ambos primos, siendo el primero un año mayor que la segunda.

Aún queda un buen trecho para llegar pero el vehículo recorre la carretera sin prisas, siendo adelantada por los escasos vehículos que llevan su misma dirección y sentido.

Después de la comida que mejor que una buena siesta y, mientras la mujer conduce tranquilamente, medio adormilada, los dos jóvenes se echan una cabezada de la forma más cómoda posible e incluso Malena se tumba a descansar en el asiento de atrás.

Después de más de una hora de tranquilo y sosegado viaje, la quietud queda interrumpida por un inesperado y violento exabrupto:

  • ¡Tía buena, lo que haría yo entre esas piernas. macizorra!

El vozarrón asusta a Valeria que conduce calmada y no se lo espera, haciendo que el coche haga un rápido y extraño movimiento que casi se sale de la calzada, pero que enseguida se controla, aunque despierta a un Ramón que dormía plácidamente.

Es un pequeño camión que acaba de adelantar al vehículo y, que al pasar, su conductor ha gritado por la ventanilla.

Se miran tía y sobrino perplejos, sin saber qué sucede, y el fuerte y sostenido pitido del claxon del camión que se aleja, acaba por despertar también a Malena que descansa detrás, pero, lejos de despertarse asustada, simplemente se despereza estirándose como una joven gatita.

Vuelve Ramón la cabeza hacia atrás y observa, sin esperárselo, las piernas desnudas de su prima que, con la faldita subida casi hasta la cintura, también deja al descubierto sus finas braguitas blancas bajo las que se perfila el sexo de la joven.

Además la camisa de Malena tiene todos los botones desabrochados mostrando, totalmente abierta, sus hermosos pechos desnudos, sin ningún sujetador que los aprisione.

Aunque no son muy grandes, son muy hermosos y erguidos con la forma de medio coco cada uno, y en medio un bonito pezón sonrosado.

Maravillado, sin esperar encontrarse esa lujuriosa panorámica, Ramón se queda observándola detenidamente y su tía, al ver que no se vuelve, que permanece en silencio y que el bulto frontal de su pantalón se hincha desmesuradamente en un momento, se figura, sin mirar hacia atrás, lo que sucede y la grita:

  • ¡Malena! ¡Otra vez haciendo de las tuyas, niña mala!

Malena, al escucharla, exclama tranquilamente sin hacer amago de taparse:

  • Pero tía, si solo dormía.
  • ¡Ya, ya! ¡Ya te conocemos, Malena, lo que haces!

Responde Valeria y le dice a su sobrino:

  • Y tú, ¡date la vuelta, que ya has visto bastante y vas a explotar la bragueta del pantalón!

Surgiendo su risa cristalina, Malena exclama como disculpándose:

  • Tita, yo no hago nada malo. Es él el que mira.
  • ¡Ya, y tú el que lo provoca, niña mala!

Como Ramón continúa ansioso mirando hacia atrás, su tía le reprende:

  • ¡Ramón! ¡Te he dicho que te des la vuelta y mires hacia delante, que te vas a marear!

Y sujetándole por el mentón, le gira su cabeza hacia delante, ordenando su sobrina:

  • ¡Malena, vete vistiendo y siéntate como una persona mayor que ya tienes edad!

Muy obediente, Malena, lenta y perezosamente, se abrocha uno a uno los botones de la camisa, dejando solo tres en la parte superior que permiten ver el nacimiento y el canalillo de sus pechos.

Y sentándose, se baja la falda lo suficiente para no enseñar la totalidad de sus braguitas, sino más bien solo un poquito.

Echándose hacia adelante en el asiento, lo primero que mira Malena es el bulto que tiene su primo a la altura de su bragueta, sonriendo satisfecha al comprobar el efecto que le provoca siempre que lo desea.

Pero el motor del coche en el que viajan hace un extraño ruido, y Valeria, asustada, comprueba cómo se encienden unas lucecitas rojas en el salpicadero, disminuyendo la velocidad del vehículo, al tiempo que un olor a chamusquina entra en la cabina, asustando a los tres pasajeros que chillan asustados.

  • ¿Qué pasa? ¿Qué pasa? Se está quemando. ¡Vamos a arder! ¡Aaaahhhh!!!!!

Sin saber qué hacer, Valeria, que no tiene ningún conocimiento técnico del vehículo, pero intentando mantener la calma les chilla, consiguiendo el efecto contrario:

  • ¡Tranquilos, tranquilos, chicos, que no pasa nada, que no pasa nada!

Ramón aprovecha para reprender, como siempre hace, a su prima hermana:

  • ¡Ha sido por tu culpa! Si no fueras siempre medio desnuda.
  • ¡Desnuda yo! ¡Tú, que eres un salido, un asqueroso y repugnante mirón salido!

La tía intenta mediar y les chilla para que se callen:

  • ¡Callaos, callaos los dos, ya!

¡Qué casualidad que, a la derecha, un poco más adelante, observan un taller de vehículos entre los árboles y hacia allí se dirige muy despacito el auto!

El establecimiento, de aspecto ajado, sucio y desvencijado, está todavía abierto y un hombre de unos cuarenta años y de aspecto desaliñado, vestido con un sucio y arrugado mono azul, permanece en la puerta, mirando detenidamente al utilitario que se aproxima.

Aparca a su lado y la conductora, sacando la cabeza por la ventanilla, se dirige al hombre, hablando muy deprisa:

  • Buenas tardes. Se nos acaba de estropear el coche. Aquí mismo. ¿Lo puede mirar, por favor?

El hombre recorre con la mirada el interior del coche y al ver a Malena en el asiento de atrás, con varios botones de la camisa desabrochados y enseñando el nacimiento de los pechos, se queda observándolos detenidamente, sin responder ni hacer ningún caso a Valeria, que tiene que volver a dirigirse a él.

  • Perdone, pero ¿podría mirarnos el coche? Hace un momento ha dejado de funcionar bien.

Pero el hombre ni caso, solo mira a Malena, por lo que la tía tiene que llamarle la atención:

  • ¡Oiga, oiga! Perdone, pero ¿podría mirarnos el coche?

Pero solo ahora, cuando Malena, cohibida por las miradas del hombre, se cierra la camisa, cubriéndose los pechos, el hombre, apartando la mirada, responde a Valeria, sin ni siquiera mirarla.

  • Está cerrado y hasta mañana no abrimos.

Y se mete dentro del taller cerrando la puerta.

  • Pero, oiga …

Empieza a decir la tía, pero se calla al no tener ningún interlocutor y, suspirando, exclama:

  • ¡Dios! ¡Qué hombre más antipático!

Es Ramón el que, mirando alrededor, exclama, señalando un dedo hacia una casa medio escondido entre la arboleda.

  • Mirad, allí hay un motel.

Malena y su tía se vuelven a mirar y es la prima la que exclama:

  • ¡Qué lúgubre!

Pero Valeria, sin decir nada, va a arrancar el coche, pero éste se niega a hacerlo, a pesar de varios intentos por parte de ella, por lo que exclama:

  • ¡Lo que faltaba!

Coge su bolso y, saliendo del coche, les dice:

  • Esperad aquí, que voy a ver si alguien puede ayudarnos.

Pero los dos primos no quieren permanecer dentro y salen del coche, caminando detrás de su tía, que les dice:

  • Os he dicho que os quedéis.

Pero como ni responden ni la hacen el menor caso, exclama un resignado “Vale” y continúa caminando hacia la casa, seguida de los dos.

Dentro del hotel no se ve a nadie en recepción y tiene que dar varias veces al timbre que hay sobre un mostrador viejo y rallado para escuchar un ligero “¡Ya voy!” detrás de una puerta cerrada que, abriéndose, deja paso a un hombre de mediana edad que les mira con cara de hastío.

Resulta que es el hombre que hace un rato les dijo nones en el taller, o al menos eso le parece a Malena, aunque ni su tía ni su primo parecen darse cuenta por lo que lo descarta.

  • Ustedes dirán.
  • Buenas tardes. Se ha estropeado el coche en el que veníamos y queríamos arreglarlo, pero el taller que hay enfrente acaba de cerrar y …
  • Aquí nunca ha habido un taller.

Interrumpe a Valeria el hombre.

  • ¿Cómo? Pero si está ahí, ahí enfrente.

Extrañada señala hacia atrás con el brazo, pero desde donde está no se ve, por lo que el hombre continúa hablando:

  • Nunca ha habido un taller aquí. Y no hay ninguno hasta el pueblo más cercano, a unos 50 kilómetros, pero a esta hora está cerrado. Tendrán que pasar la noche aquí. Son 50 por dos habitaciones.

Y les da la espalda para coger un par de llaves de los estantes que están en la pared.

Se quedan tía y sobrinos atolondrados, sin saber qué hacer, pero cuando ven que el recepcionista pone las llaves delante de ellos en la mesa, es Valeria la que reacciona y exclama:

  • ¡No me lo puedo creer!

Mirando a un polvoriento reloj de pared que marca las ocho de la tarde, para a continuación dirigir incrédula su mirada a su propio reloj de pulsera.

  • No pensaba que fuera tan tarde. Espere un momento que llame.

Y coge del bolso su móvil e intenta llamar sin conseguirlo.

  • ¡No es posible!

A lo que el recepcionista, sin apartar sus ojos de las tetas de su interlocutora, les indica con una voz aburrida y monótona:

  • No hay cobertura y el teléfono del hotel no funciona. Son cincuenta por las dos habitaciones, o ¿prefieres pasar la noche conmigo?

Levanta la cabeza la tía, mirando incrédula al recepcionista, y exclama sorprendida, sin responder al último comentario.

  • ¡Imposible! Entonces .. ¿estamos aislados?
  • Pueden ir en coche o caminando.
  • No tenemos …
  • Entonces caminando.

La interrumpe el hombre.

  • ¿No podría acercarnos al pueblo más cercano?

Pregunta nuevamente la tía.

  • Allí no tienen hoteles ni tampoco cobertura. Además yo no tengo coche y no me recogen hasta mañana.

Como ella se calla, mirándole abstraída, el recepcionista continúa:

  • Si quieren cenar la cocina se cierra en media hora, pero si te acuestas conmigo estoy disponible toda la noche.

Ahora es el hombre el que la mira, esperando aburrido, y Valeria le devuelve perpleja la mirada, permaneciendo todos en silencio durante varios segundos, hasta que la mujer exclama titubeante:

  • Perdone, pero la situación es tan … extraña … que …bueno … sí, vamos a tomar algo … de cenar.
  • Mala suerte. El restaurante es ahí.

Señala impertérrito el hombre, moviendo la cabeza, hacia una puerta de cristal situada a unos pocos metros de donde están, y hacia allí se encamina dubitativa Valeria, después de haber cogido las dos llaves de las habitaciones, seguida por sus dos sobrinos y por la lasciva mirada del recepcionista que se clava primero en el respingón y macizo culo de Valeria, enfundado en un fino vaquero azul ajustado, y luego en las piernas desnudas de Malena y en sus braguitas blancas que asoman un poco por debajo de la faldita.

El cipote del hombre crece y crece con la hermosa vista y con lo que le gustaría hacer con las dos, abultando la parte frontal del pantalón e incluso saliendo la punta por la parte superior.

El mal llamado restaurante es un pequeño comedor de paredes blancas desconchadas y con solo dos mesas pequeñas y cuadradas, cada una con cuatro sillas. Además hay un viejo televisor sobre un estante clavado en la pared a casi dos metros sobre el suelo. El restaurante está vacío y los tres se sientan en la mesa más próxima a la televisión.

Se acerca el recepcionista y les indica que solo pueden ofrecerles macarrones con tomate.

Mientras se miran los tres, el hombre no deja de observar detenidamente desde arriba los pechos a tía y sobrina, especialmente a esta última que va bastante más escotada.

Los tres asienten sin mucha gana, macarrones, y de beber, cerveza.

Se aleja el hombre, desapareciendo por otra puerta, dejando callados a los tres hasta que Malena, echándose hacia delante, les susurra a los otros dos:

  • ¡Qué tío más raro y que sitio más cutre!
  • Él y todo lo demás. ¡Increíble!

Responde también en voz baja Valeria.

  • La culpa de todo lo tiene Malena por ir siempre casi desnuda.

La increpa Ramón en voz más alta y la joven responde al momento casi gritando

  • ¡Sí, yo! Tú sí que eres un guarro y un asqueroso.
  • ¡Callaos los dos, ya, los dos!

Corta la discusión la tía gritándoles.

Viene el hombre, reconvertido de recepcionista a camarero, con una bandeja donde lleva tres platos de un rojo muy intenso, macarrones, y las bebidas, colocándolos frente a tía y sobrinos.

Son raciones bastante abundantes y Valeria indica a los sobrinos:

  • Como os comáis todo eso os vais a poner malos, que no se puede cenar tanto y además a saber cómo están.

Pero los jóvenes se ponen a comer inmediatamente con ansia, por lo que la Valeria, al verlo, le dice a su sobrina:

  • Sobre todo tú, Malena, que no sueles cenar mucho y luego te va a costar dormir. Ya sabes que luego tienes pesadillas.

Pero Malena sigue comiendo sin responder a su tía por lo que la mujer cambia de tema.

  • Lo que me preocupa es que no podemos avisar por teléfono a vuestros padres y se pueden temer lo peor.
  • Mejor que se vayan acostumbrando y no nos tengan tan controlados, que ya somos mayores.

Responde Ramón y su prima asiente, por primera vez en su vida a su pariente, ocasionando una pequeña discusión entre ellos y su tía.

Una vez han finalizado de cenar salen del comedor sin ver a nadie, como tampoco ven a nadie en la recepción ni camino de las habitaciones.

Se dan cuenta que las dos habitaciones están muy alejadas una de otra, cada una en una punta del piso, pero Valeria está harta y no quiere ir a buscar al recepcionista para que las cambié. Hablar con él la exaspera.

Las dos habitaciones cuentan con una cama de matrimonio de un metro y medio de ancho, además del cuarto de baño, estando una de las habitaciones próxima a la recepción, pero la otra se encuentra casi al final de un largo pasillo, cubierto su suelo por largas y desgastadas alfombras de color rojo que amortiguan el ruido que hacen sus pasos, haciendo un codo aproximadamente en mitad del trayecto.

Valeria no quiere dejar a ninguno de los dos sobrinos solo en una habitación, así que decide dormir ella en la cama próxima a la recepción y deja la otra a los dos jóvenes.

Les deja primero a los dos y luego se dirige a la suya, indicándoles antes:

  • Si queréis algo de mí ya sabéis donde estoy, pero no os preocupéis que no va a pasar nada. Ya veréis cómo esta noche dormimos tranquilamente y mañana cuando nos levantemos nos iremos para casa tranquilamente.

Es ella la que está más intranquila, pero los dos primos aparentan estar relajados, aunque en el fondo no es así, no precisamente por el extraño hotel sino pensando que se van a acostar juntos, la primera vez y toda la cama para ellos solos sin que nadie les moleste. Podrán follar toda la noche si quieren y nadie se enteraría.

Valeria se despide de ellos y les hace cerrar la puerta con cerrojo por dentro y, una vez lo escucha, se aleja caminando tan rápido como puede por el pasillo camino de su habitación.

Camina intranquila, sin escuchar ningún ruido ni ver a nadie, pero el hotel la sobrecoge, hay algo intangible que la desasosiega. ¿Habrá alguien más en el hotel además de ellos? Lo duda mucho.

Dobla la esquina y continúa sin ver ni escuchar a nadie. Su habitación está al fondo y camina a buen paso hacia ella.

Se va tranquilizando conforme va caminando, pensando que no hay motivo para estar intranquila, que está noche descansarán todos bien y mañana estarán todos más optimistas y verán todo con mejores ojos.

De pronto, cuando más tranquila se encuentra, por el rabillo del ojo percibe cómo una puerta colocada a su derecha se abre de forma repentina y algo se abalanza sobre ella, agarrándola, y metiéndola en un instante en una oscura habitación sin que la de tiempo a reaccionar ni a emitir el más mínimo ruido.

Se siente llevada en volandas, sin pisar el suelo, como si no la sucediera a ella, como si la ocurriera a otra persona y ella simplemente asistiera como espectadora a una película, a una pesadilla que no es la suya.

Como a cámara lenta ve cómo se aleja de la luz del pasillo que entra por la puerta hasta que, de pronto, la puerta se cierra dando un portazo y sumiéndola en la más absoluta de las penumbras.

Sin poder pisar el suelo e inmersa en una densa oscuridad, algo tira de la pechera de su camisa, arrancándola de cuajo los botones y abriéndosela, para a continuación quitársela a tirones, mientras otras manos la quitan rauda los zapatos y la sueltan el botón del vaquero y la bajan la bragueta, tirando del pantalón para quitárselo por los pies, mientras escucha el ruido de sus zapatos al chocar con el suelo.

Intenta chillar aterrada, pero no puede, está paralizada por el terror, y siente cómo la sueltan el sostén y se lo quitan, al tiempo que tiran de sus bragas, bajándoselas. Es ahora, cuando siente cómo se las bajan, cuando reacciona para impedirlo pero unas manos la sujetan brazos y piernas, mientras acaban de despojarla de las bragas.

Siente manos sobre sus tetas, sobre sus nalgas, sobre el interior de sus muslos entre sus piernas, que la soban de forma reiterada múltiples manos, que se introducen dentro de sus labios genitales, que la soban insistentemente el clítoris y que se introducen sin recato dentro de su vagina.

Las manos se convierten en húmedas bocas que la besan apasionadamente, en cálidas lenguas que la chupan y lamen ansiosas, en dientes que la mordisquean hambrientos, en cipotes que la penetran lujuriosos, que se la follan, que la provocan placer, que se corre … corre.

Siente que se inclina hacia atrás, cómo si se cayera lentamente, pero en lugar del duro suelo encuentra un algo, un hombre, un macho de enorme y vigoroso pene que, situado a sus espaldas, introduce el miembro entre sus nalgas, que la penetra poco a poco por detrás, que la sodomiza suavemente. Frente a ella, otra forma, quizá un hombre, palpa, se desliza con su miembro, grande y erecto, entre sus muslos, por su entrepierna, buscando la entrada a su vagina, y cuando la encuentra, lentamente también la penetra, se mete dentro de ella, y siente, como tanto por delante como por detrás, los miembros se deslizan por sus aberturas, follándola, sodomizándola.

El dolor se mezcla con el placer y el terror con el deseo, hasta que pierde aún más la noción del tiempo y del espacio.

Pero dejemos por un tiempo a Valeria y volvamos a sus sobrinos, a los que ha dejado a solas en la otra habitación.

Una vez la tía los deja solos en la habitación, es Malena la que se adelanta a Ramón y la primera que entra al baño, totalmente vestida, cerrando la puerta con cerrojo tras de sí, mientras su primo, más lento, tiene que esperar enojado, sentándose a los pies de la cama, apenas iluminada por una triste lamparita situada sobre la desvencijada mesilla de noche.

Con un viejo mando a distancia, enciende la destartalada televisión, pero el aparato, aunque emite sonidos y voces, no permite ver nítidas las imágenes.

Ramón, intentando visualizarlas de forma diáfana, cambia varias veces de canal, sin resultados satisfactorios, hasta que el mando se niega a funcionar a pesar de los reiterados intentos del muchacho, por lo que decide manipular directamente la televisión, pero, al levantarse de la cama, golpea con su hombro un cuadro colgado en la pared que se suelta y logra cogerlo al vuelo antes de que se estampe contra el suelo.

Al ir a colocarlo en la pared se da cuenta que ésta tiene un pequeño orificio por el que entra una luz más potente que la escasa que ilumina la habitación.

Colocando el cuadro en el suelo, acerca sus manos al orificio para hacer sombra y poder ver a través de él. Mira y ¡ve a su prima! ¡Y sus hermosos pechos! Retira la cabeza sorprendido, pero, al no percibir que le haya descubierto, vuelve a mirar con cuidado por el agujero, observando con detenimiento a Malena sentada en el inodoro, totalmente desnuda, orinando y con cara de despistada.

Se contempla la prima despreocupada las uñas mientras orina tranquilamente con las piernas juntas, y muestra, entre las piernas, un lascivo triángulo de un rizado y negro vello púbico.

Una vez que ha acabado la joven, se limpia entre las piernas con un servicio de papel higiénico, dejándolo caer al interior del inodoro y aprieta el botón de la cisterna, descargando su contenido de agua.

Se levanta Malena y cierra la tapa del inodoro, mostrando, a pesar de medir no más de un metro cincuenta y cinco, su soberbio cuerpo desnudo, de pechos redondos y erguidos, la fina capa de vello oscuro que apenas cubre su entrepierna, así como muslos fuertes y torneados.

Al verla de pies sin nada que la cubra, el cipote de Ramón se congestiona todavía más, poniéndose erecto y duro, pero, al entorpecer la ropa del joven la subida del miembro, tiene que ser su dueño, el que se lo coloque con la mano y consiga que apunte al techo.

Girándose grácilmente hacia la ducha, la joven muestra a su primo, sin saberlo, sus magníficas nalgas, redondas y erguidas, abriendo la mampara transparente, metiéndose dentro y cerrándola a continuación.

Allí encuentra un pequeño envase de plástico con gel y una esponja envuelta en un plástico, que saca al momento.

Coge el teléfono ducha y gira el mando del grifo, saliendo un potente chorro de agua. Poco a poco, con la mano dentro del flujo, va controlando el caudal y la temperatura del agua, hasta que, al llegar a un nivel que considera agradable, dirige el chorro primero a sus pies, subiéndolo poco a poco por las piernas hasta alcanzar sus muslos y de allí entre las piernas, vientre y pecho, recorriendo totalmente su cuerpo para a continuación enjabonarse con la esponja, haciendo una abundante espuma blanca.

En su recorrido la suave esponja guiada por los dedos de la joven se detienen en su vulva, que acaricia con insistencia, no precisamente para asearse, sino para darse placer, para masturbarse lenta y suavemente, como suele tener la costumbre de hacer cada vez que se ducha en la intimidad.

Pero en esta ocasión es su primo el que muy excitado lo contempla todo, y sacando su empinado miembro del pantalón, también se lo acaricia reiteradamente con ánimo de correrse.

Mientras se masturba, Malena dirige con la otra mano el chorro de agua a su macizo culo, entre sus nalgas, acariciando insistentemente con el flujo su propio e inmaculado ano lo que la produce un intenso placer, cada vez mayor.

Jadeando, gimiendo y con los ojos cerrados, disfruta de la paja que se está haciendo, mientras sus senos parecen que, a medida que crece su excitación, aumentan de tamaño y sus pezones se congestionan más y más, hasta que se corre bajo la ducha.

Su primo, a pesar de que goza observando a la joven, detiene el movimiento de su mano, no por falta de ganas de masturbarse, sino más bien para poder disfrutar de su prima más tarde y con una mayor intensidad.

Pero no es solo Ramón el que lo ha visto todo, sino que otros también lo han contemplado, como así parece percibir Malena cuando, al abrir los ojos, nota por el rabillo unos digamos movimientos imprecisos en una de las paredes de la ducha, pero, cuando fija su vista en ella, éstos han cesado y no percibe nada extraño, lo que la tranquiliza, piensa que ha sido un reflejo, pero, cuando, la joven da la espalda a la pared para salir, nuevamente se fijan en su culo respingón y como lo bambolea al salir de la ducha, así como cuando seca su voluptuoso cuerpo con una toalla.

Antes de salir del cuarto de baño, se cubre con la toalla, colocándosela de forma que la cubra desde poco más arriba de los pezones hasta un poco más abajo de sus glúteos, cogiendo después su ropa, y sale satisfecha de la habitación.

Pero Ramón, al ver cómo su prima iba a salir del baño, ha colgado rápidamente el cuadro nuevamente en el lugar que estaba antes en la pared y, disimulando, se ha sentado a los pies de la cama haciendo cómo si mirara muy concentrado las imágenes distorsionadas y en rápido movimiento de arriba abajo en el televisor.

Malena mira primero a su primo y luego, siguiendo la mirada embobada de Ramón, la pantalla de la televisión. Al ver las imágenes, asombrada abre mucho los ojos y exclama extrañada, dirigiéndose al joven:

  • Pero … ¿qué estás viendo? Si no se ve nada.

Éste, haciéndose el interesante, la miente:

  • Al principio no se ve nada, pero, si te quedas mirando un rato, se ve de maravilla.
  • ¿Qué dices? Estás loco. Te vas a quedar ciego.

Y, dando la espalda a su primo, despliega su ropa extendida sobre una de las butacas que hay en el dormitorio.

Ramón, al ver cómo le da la espalda, dirige su vista desde la pantalla del televisor a los muslos y al culo de su prima, que, al inclinarse un poco hacia delante para colocar su ropa, le muestra la parte inferior de sus preciosos glúteos e incluso la vulva entre sus piernas.

Al observarlo, los ojos de Ramón se abren de forma desmesurada, parece que van a salirse de sus órbitas, así como la boca, empezando a babear como un perro que hubiera visto un precioso manjar para devorar.

Al girarse Malena nuevamente hacia su primo, éste dirige rápido su mirada otra vez al televisor, por lo que le indica:

  • Ya puedes entrar al baño, que ya he salido.

Y le mira insistentemente, obligándole a levantarse ya dirigirse al baño, cosa que hace cubriéndose con la mano su cipote erecto e hinchado para que su prima no se de cuenta.

Una vez que Ramón ha entrado, Malena, se quita la toalla que cubre su cuerpo, y la deja a los pies de la cama, metiéndose totalmente desnuda entre las sábanas de la cama, apagando la luz de la mesilla de noche.

Se coloca en una de las mitades de la cama, dejando la otra para su primo, y se cubre hasta la barbilla con la sábana.

Intenta tranquilizarse, pero está excitada sexualmente y la cuesta dormir.

Mientras su primo se ducha, también es observado a través de agujeros en las paredes, pero está tan ansioso pensando en que ha disfrutado de la visión del culo y del sexo de su prima y que se va a acostar con ella que no se da ni cuenta.

Además contempla entusiasmado su pene erecto e hinchado apuntando hermoso al techo, y piensa, mientras se lo masajea:

  • ¡Hoy comes seguro! ¡Hoy te la follas! ¡Te follas a la calentorra de la primita!

Se tiene que contener en sus caricias, ya que teme correrse allí mismo y prefiere guardar todas sus fuerzas para follarse a Malena.

Cuando Ramón sale del baño, lo hace con una toalla envuelto a su cintura y con sus ropas en la mano, cubriéndose la fuerte erección que tiene y que levanta ostentosamente la ropa que le cubre.

Como la luz del dormitorio está apagada, mantiene la luz del baño encendida mientras camina por el dormitorio.

Lo primero que hace es ver a su prima en la cama, inmóvil, como si durmiera, tumbada de lado y tapada con la sábana hasta la barbilla. También se fija que la toalla que cubría su cuerpo está a los pies de la cama en el lado de ella.

Luego se fija que, en la butaca donde está la ropa de su prima, se encuentran sus bragas y piensa todavía más emocionado:

  • ¡Ostias, qué bien, está completamente desnuda en la cama donde me voy a acostar! ¡También quiere ella que me la folle! ¡Putita calientapollas, zorrita calentorra!

Prácticamente tira su propia ropa en el único sillón que hay libre y, acercándose nuevamente al baño, apaga la luz, quedándose a oscuras.

Tanteando en la oscuridad, llega al lado de la cama que su prima le ha dejado, y se quita la toalla, quedándose también totalmente desnudo, y la tira a los pies de la cama, metiéndose en ella bocarriba, tapándose también entre las sábanas.

Permanece un rato sin moverse y sin hacer ruido, intentando escuchar en la oscuridad a Malena, pero ésta, que tampoco duerme, permanece también inmóvil y en silencio, esperando excitada la reacción de su primo.

Pasan los minutos sin que nadie reaccione, hasta que Ramón se coloca de lado sobre la cama, mirando hacia su prima y, a los pocos segundos, se atreve a deslizar su mano bajo la sábana hacia Malena hasta que, emocionado, tropieza con algo caliente. Permanece un momento sin moverse hasta que nuevamente gira despacio y con suavidad la mano, de forma que coloca su palma y la punta de sus dedos sobre la superficie. Es lisa y está muy caliente. Como no encuentra ninguna reacción, desliza su mano por la superficie, en movimientos muy lentos y circulares cada vez más amplios, y se da cuenta que tiene su mano sobre un glúteo de su prima, un glúteo desnudo, suave, duro y muy muy caliente. Coloca su mano en mitad de la nalga y la abre todo lo que puede, abarcando casi la totalidad del glúteo, disfrutando del tacto y siente como su pene crece y crece, muy hambriento y excitado.

Desliza ahora lentamente la mano, totalmente abierta, siguiendo la curva de la nalga de Malena y llega al muslo de ella. Duro, caliente, muy caliente. Tiene ella la pierna doblada hacia delante, y, al deslizar Ramón su mano, se da cuenta que no es solo una sino las dos, las piernas que tiene dobladas Malena. Continúa Ramón deslizando su mano por el muslo de su prima, acariciándolo y disfrutando de la suavidad de su tacto hasta llegar a su rodilla. Se entretiene un momento sobándola y, echándose hacia delante, sigue hacia los tobillos y los pies de ella. Aguanta unos segundos allí, acariciándolos, para comenzar ahora a subir la mano por el muslo de Malena, pero, por la parte interior, hasta que, al llegar a la altura del sexo de su prima, intenta introducirse entre sus piernas para meterla mano directamente en su coño, pero la joven mantiene las piernas cerradas, fuertemente cerradas, y, aunque lo intenta, Ramón no puede penetrar con su mano entre las piernas, no puede acceder a la vulva de Malena, así que opta por subir hacia las tetas de su prima, recorriendo vientre y abdomen, pero choca con los brazos de ella que, doblados, mantienen sus senos protegidos entre ellos. Intenta penetrar entre sus brazos, pero están tan juntos y tan apretados que no puede acceder a los pechos de la joven.

Mientras ha recorrido con sus manos el cuerpo cálido de Malena, Ramón ha restregado de forma continua su verga erecta por los duros glúteos de su prima, excitándose cada vez más, así que, descendiendo su mano a las caderas de la joven, sujetándola ahí, opta por presionar con su cipote sobre las nalgas de ella, moviéndose adelante y atrás, adelante y atrás, como si la estuviera follando, excitándose cada vez más, pero, cuando está a punto de llegar al orgasmo, se detiene, no quiere correrse sobre los glúteos de ella, quiere metérsela en la vagina, desea follársela, por lo que se detiene en su balanceo, intentando que su pene se tranquilice y deje de palpitar a punto de eyacular.

Desliza su mano por los glúteos de su prima hasta alcanzar la separación de los dos cachetes y de allí a la zona donde se unen con las piernas. Está prieto, pero, presionando logra meter un par de dedos, alcanzando la vulva de su prima, que da un pequeño respingo al sentirlo, pero no dice nada. Está húmedo, muy húmedo, lo que excita aún más al joven.

Una vez localizado su objetivo, se mueve ahora Ramón un poco hacia los pies de la cama y coge con la mano su miembro duro y erecto, dirigiéndolo hacia la zona por donde ha logrado penetrar con los dedos, entre las piernas de Malena, directamente a su húmeda vulva. Coloca el cipote sobre la zona y presiona para entrar, lográndolo poco a poco, pero la joven, al sentir que están penetrando en su vagina, se voltea lo suficiente para que la verga de su primo salga de su cuerpo, moviéndose ridículamente en vacío, y la coge con la mano, empezando a menearla vigorosamente, queriendo masturbar al joven, pero Ramón, temiendo que le haga daño, coge la mano de su prima, deteniendo sus movimientos, y la suplica ansioso:

  • ¡Por favor, Malena, por favor, deja que te la meta, por favor! ¡No te haré daño, solo quiero metértela un poquito, solo un poquito, por favor, por favor! ¡No puedes dejarme así! ¡Voy a reventar!
  • ¿Te has vuelto loco? Me puedes dejar embarazada.
  • ¡No, no, ya verás como no! ¡Déjame, por favor, déjame que te la meta, aunque sea un poquito, solo un poquito!
  • ¡Ponte al menos un condón!
  • ¡No he traído! ¡No sabía que fuera a metértela! ¡Por favor, un poquito, déjame que te la meta solo un poquito!

Malena, asustada por la actitud psicótica de su primo, teme que la viole y, pensando rápidamente, le dice angustiada:

  • ¡En el pasillo, al lado de la habitación de la tía, hay una máquina con condones! ¡Vete ahora mismo allí y coge una caja! Te estaré aquí esperando. ¡Venga, date prisa!

No recuerda que hubiera allí ninguna máquina expendedora de preservativos, pero se le acaba de ocurrir para intentar alejar a su primo.

Tampoco Ramón lo recuerda y así lo dice dubitativo a su prima.

  • No lo recuerdo.
  • ¡Que sí, que sí, que hay una, seguro! ¡Vete corriendo así como estás y yo te estaré esperando aquí mismo!

Ramón se levanta de un salto de la cama como impulsado por un resorte, y, en la oscuridad se lanza hacia donde piensa que está su ropa, tropezando con el sofá, y efectivamente toma de su pantalón un monedero y se lanza con él hacia la puerta de la habitación, abriéndola, y corre rápido por el pasillo hacia donde supone que debe estar la imaginaria máquina, dejando la puerta de la habitación abierta a sus espaldas y sin haber cogido la llave de la habitación.

Malena, que se ha levantado también completamente desnuda de la cama, observa desde la puerta cómo su primo se aleja corriendo desnudo por el pasillo, y, mirándole las fibrosas nalgas, exclama en voz baja, cerrando la puerta a sus espaldas sin hacer ruido:

  • ¡Adiós, tonto del culo, tonto de la polla!

Sabe que, por la urgente necesidad de follársela, se ha marchado sin llave por lo que tendrá que ser ella la que le abra la puerta, lo que no piensa hacer. Le augura una noche durmiendo desnudo en el pasillo, lo que la provoca una fuerte risa.

La parece que alguien también se ríe pero al fondo de la habitación. Supone que es el eco de sus propias carcajadas por lo que no le presta importancia.

Sin contener sus risas, se mete en la cama, con la mente puesta en los glúteos de su primo, quedándose dormida al momento.

Ramón corre deprisa por el pasillo, bamboleando su cipote inhiesto, adelante y atrás, al mismo ritmo que sus zancadas.

No encuentra a nadie en su camino, doblando la esquina sin aminorar el ritmo, y, cuando va llegando a la altura de la habitación donde su tía ha elegido dormir, le parece escuchar unos gemidos, pero está muy ocupado, pensando en encontrar la máquina expendedora de preservativos para comprar varios y tirarse a su prima, pero no la encuentra, no está ni en el pasillo ni, sacando la cabeza con cuidado por la puerta de la recepción, en ésta.

Como no encuentra ni escucha a nadie en la recepción, pasea por ella desnudo, buscando la máquina expendedora, e incluso intenta entrar en el restaurante, pero está cerrado, por lo que parándose, dubitativo, piensa:

  • ¡Qué incordió! Y ¿ahora qué hago? Quiero tirarme a Malena, pero no tengo los condones para hacerlo. Condición que puso ella para dejarse follar.

Camina ahora por el pasillo, por si, con las prisas, se ha dejado atrás la máquina, sin saberlo.

Escucha nuevamente gemidos y, buscando su origen lo encuentra en la habitación de su tía.

  • ¡Qué extraño!

Piensa, acercando su cabeza a la puerta para escuchar mejor. Se agacha y mira por el agujero de la cerradura, encontrando … ¡un formidable culo!

¡Un hermoso culo blanco que se mueve arriba y abajo, arriba y abajo, encima de la cama, y un enorme cipote que aparece y desaparece dentro de su vagina! ¡Están follando! ¡El hombre tumbado bocarriba y la mujer, situada de espaldas a la puerta y de rodillas, sube y baja, una y otra vez, haciendo que la verga inhiesta del hombre entre y salga de su vagina!

  • ¿Mi tía? ¿Es mi tía la que está follando?

Piensa Ramón, excitado por lo que ve y dudando si es a su tía a la que ve follar.

Le excita sobremanera cómo se agitan los glúteos de la mujer y cómo el rabo desaparece y aparece dentro la vagina.

En cuclillas no deja de mirar por el agujero de la cerradura, pero, al apoyarse en la puerta, está se abre sin que Ramón pueda evitarlo, aunque la pareja continúa follando, como si no hubiera sucedido nada, por lo que el joven, una vez que se ha dado cuenta que pasa desapercibido, se pone en pie y, desde el marco de la puerta entreabierta, observa a placer las brillantes nalgas de la mujer y cómo folla.

El sube y baja de la mujer no descansa, y Ramón, cada vez, más atrevido, deja atrás el marco de la puerta y se acerca a la cama. De observarla los glúteos en movimiento, pasa a sus deslumbrantes tetas, a sus hermosas y enormes tetas que, erguidas, se mueven arriba y abajo al compás de sus movimientos de sube y baja.

Y se fija ahora en su rostro, reluciente por el sudor y por vicioso placer que siente. Al principio no la reconoce, pero dejando de mirarla las tetas durante un momento y fijándose en su rostro, lo hace. ¡Es Valeria, su tía Valeria la que se están follando! ¡Su tía, su propia tía! ¡Y vaya tetas y vaya culo que tiene!

Estira alucinado sus brazos y posa Ramón sus manos temblorosas de deseo sobre las tetazas de su tía.

¡Están calientes, muy calientes! ¡Húmedas, suaves, resplandecientes por el sudor! ¡están para comérselas a bocados! ¡y esos sabrosos pezones color café con leche, hinchados que salen de unas aureolas casi negras! ¡están duros como piedras!

Juguetea con ellos entre sus dedos, como si fuera un niño jugando entusiasmado con sus canicas, haciendo que la atención de su tía se dirija al propio miembro erecto de su sobrino.

Se detiene Valeria en sus movimientos de folleteo y desmonta del cipote que goza de su sexo, para tomar a continuación la verga inhiesta de Ramón.

Se sienta a continuación la mujer a los pies de la cama, y empieza a lamerle el miembro a su sobrino mediante lengüetazos largos, suaves y lentos que lo recorren de arriba abajo y de abajo arriba, incidiendo especialmente en su muy encarnado glande, como si fueran un dulce y rico helado, sin dejar de sobárselo con sus manos. Luego se lo mete en la boca como si fuera ella una lactante y la verga del joven, la tetilla de un biberón, acariciando con sus turgentes labios toda la longitud del congestionado miembro.

Ramón, alucinado, no se lo puede creer, le parece totalmente irreal lo que le está pasando, pero no por ello quiere dejar pasar la oportunidad de que su propia tía le coma la polla, así que, sin dejar de observarla, coloca sus manos sobre la cabeza de ella, dirigiéndola.

No solamente la observa lascivo la cara de viciosa que pone, sus voluptuosos labios sonrosados y brillantes que acarician con delicadeza su verga, sino también sus fantásticas y erguidas tetazas, que relucen totalmente empapadas de diversos fluidos.

Es increíble que no haya apreciado en su justa medida ese par de melonazos que se suelen esconder bajo la ropa de su tía.

A punto está ya de correrse dentro de la boca de la mujer, cuando ésta se detiene, sacándose el miembro, y, sin dejar de sujetarlo con una mano, se tumba bocarriba sobre la cama, atrayendo la verga de su sobrino hacia su vulva, abiertos sus labios vaginales de par en par, y se lo introduce directamente en la húmeda y dilatada vagina.

Una vez dentro, se apoya el joven en sus brazos sobre la cama, y está tan excitado que un par de movimientos bastan para que Ramón se corra bestialmente dentro de su tía.

Durante casi un minuto mantiene cerrados sus ojos gozando de su polvazo, abriéndolos cuando alguien le sujeta por un hombro, apartándolo bruscamente de la mujer.

Sus ojos van de las enormes tetazas desnudas de su tía a la puerta de la habitación, y, levantándose de la cama, hacia allí se dirige, sin fijar ni un momento su mirada en el rostro del que le aparta de Valeria, sabiendo con total certeza que va a ocupar el puesto que él deja dentro del coño de su tita.

Como en una nube sale al pasillo, caminando por él, con la mente en blanco, hacia la habitación donde ha dejado a su prima.

Lleva Malena bastante tiempo durmiendo. Está tumbada en la cama como a ella le gusta, de lado y con las piernas dobladas hacia delante.

Entre las brumas del sueño, percibe ligeramente que la tocan el culo y cómo este liviano contacto, al que prácticamente no presta ninguna atención, se convierte poco a poco en un sobe cada vez más insistente en sus nalgas y en sus muslos. Piensa que es nuevamente el pesado y salido de su primo, que está otra vez sobándola, y se cubre instintivamente con los brazos sus pechos y acerca más sus muslos a su vientre para cubrirse mejor su sexo. Sin embargo, los sobes alcanzan esta vez también sus tetas y su vulva, a pesar de que se cubre, por lo que, adormilada, se queja débilmente:

  • Déjalo ya, primo, duérmete, que estoy cansada.

Pero el sobe machacón continúa, sin escuchar ni una palabra, y la produce ya dolor, por lo que, todavía medio dormida, para evitar que la amasen los senos y el sexo, se gira hacia el colchón, poniéndose bocabajo sobre la cama, y es ahora cuando siente cómo se tumban sobre ella, cómo un cálido aliento sacude su nuca, y cómo un cipote enorme, duro y erecto se posa sobre sus nalgas, y las recorre, intentando entrar entre ellas.

Intenta cerrarse de piernas, pero algo entre ellas se lo impide e incluso, la cogen por el interior de sus muslos y se las separan más, sintiendo de pronto cómo el cipote ahora tantea entre su entrepierna y, al encontrar la entrada a su vagina, se cuela poco a poco dentro.

Al sentirse penetrada, la joven, sorprendida, emite un agudo chillido, abriendo mucho los ojos y la boca.

Antes de que pueda quejarse u ofrecer resistencia, siente cómo el miembro se desliza por el interior de su vagina, adelante y atrás, adelante y atrás, una y otra vez, mientras la presión que aplican sobre su cuerpo la deja totalmente inmovilizada bocabajo sobre la cama.

No se atreve a decir ni a hacer nada. Está muy asustada. ¿Es éste su primo, el que se la está follando? ¿Tiene la fuerza y la experiencia necesaria para follársela como lo está haciendo?

De pronto, tiran hacia arriba de sus caderas, levantando su pelvis del colchón, y poniéndola a cuatro patas, reanudando a continuación el movimiento de mete-saca-mete-saca, ahora más profundo que antes, hasta el fondo, una y otra vez.

Manteniendo el culo en pompa, dobla los brazos, escondiendo su cabeza entre ellos y lo apoya sobre el colchón, mientras aguanta las continuas embestidas a las que está siendo sometida.

Estas acometidas van poco a poco subiendo de intensidad, moviendo la cama que choca una y otra vez contra la pared.

La joven, cada vez más excitada, poco a poco deja de reprimirse y gime, jadea e incluso chilla por el placer que siente al ser follada.

Sin embargo, extrañamente, ni un solo sonido sale de la boca del que se la está follando.

La sujetan por las caderas mientras la embisten una y otra vez, pero de pronto siente que unas manos se colocan sobre sus senos, sobándolos, y otra sobre el clítoris acariciándolo insistentemente. También sus nalgas y sus muslos, así como sus labios y el interior de su boca son objeto del sobeteo de manos, de nuevas manos, pero ¿cuántos hay en la habitación con ella?, ¿cuántos?

Asustada se deja llevar y alcanza el orgasmo, un violento y placentero orgasmo, que origina que la desmonten y dejen de sobarla y de sujetarla.

Sin que la sujeten por las caderas, se desploma bocabajo sobre la cama y, sin atreverse a moverse, piensa cada vez más aterrada: ¿quién me ha follado? ¿cuántos están aquí en la habitación aprovechándose de mí?

De pronto, en un instante es volteada y colocada bocarriba sobre la cama, y emite un ligero chillido de sorpresa y terror.

No puede ver quién o qué lo ha hecho dada la profunda oscuridad que reina en la habitación.

No se mueve, casi ni respira. Todo está en silencio y sin una pizca de luz.

De pronto, la vuelven a separar lentamente las piernas e intenta chillar, presa de un pavor irracional, pero unas manos la cubren la boca, ahogando sus chillidos.

Siente cómo nuevamente la penetran por la vagina, lenta e implacablemente. Llega hasta el fondo y vuelve a salir, otra vez dentro, fuera, dentro –fuera.

Unas manos la sujetan, esta vez también brazos y piernas, pero incluso siente algo húmedo sobre sus senos, sobre sus pezones. La están lamiendo las tetas y la gusta, la encanta. Las tiene muy sensibles e incluso más de una vez se ha corrido solamente toqueteándose los pechos, especialmente los pezones, y ahora, alguien se los está trabajando a fondo con su lengua, con su boca.

Y chilla, nuevamente chilla, pero de placer, aunque no escucha sus chillidos, es como si lo hiciera en el vacío.

De pronto, escucha a su primo, que exclama un “¡No te lo vas a creer!”, mientras empuja la puerta de la habitación y entra.

En ese momento se enciende la luz de la lamparita e ilumina a Ramón que entra completamente desnudo y con la polla hinchada y erecta, pero al ver a su prima tumbada bocarriba sobre la cama, también totalmente desnuda, con las piernas abiertas de par en par y apuntando con su coño hacia él, sus ojos se dilatan y abre la boca sorprendido, exclamando entre balbuceos:

  • ¡La puta, luego te to cuento!

Y se sube a cuatro patas sobre la cama, metiéndose entre las piernas de Malena, y penetrando en un instante la extremadamente húmeda vagina de su prima.

Sin poder emitir ni un solo sonido, siente la joven cómo se desliza el miembro erecto de su primo por las estrechas y lubricadas paredes del acceso a su vagina, hasta que chocan los cojones del joven con el perineo de ella, produciéndola auténtico placer. Un placer que considera morboso y malsano, realizado en contra de su voluntad por un miembro de su propia familia.

El rostro de Malena permanece escondido entre las sombras, ya que la luz de la lámpara es la única parte de ella que no ilumina, pero su primo no se da ni cuenta, bastante ocupado está follándose a su primita.

Siente la joven cómo la levantan las piernas, poniéndolas alrededor de las caderas de Ramón, facilitando que el cipote de su primo entre hasta el fondo cada vez que se lo mete

Apoyado en sus brazos, el joven observa entusiasmado los pechos de su prima y cómo se desplazan adelante y atrás en cada una de sus embestidas, así como su tiesa y dura verga entrando una y otra vez en la lubricada cueva de su prima.

La habitación se inunda del rítmico tam-tam que hacen los cojones de Ramón al chocar con el perineo de su prima, acompañado por los acompasados jadeos del joven cada vez que la penetra.

Poco a poco va aumentando el ritmo hasta que, al final una oleada incontenible de placer surge de sus entrañas, explotando en forma de una catara de esperma que inunda la dilatada vulva de su inmóvil prima, que experimenta, aunque en silencio, también ella un nuevo orgasmo.

Intenta todavía Ramón continuar follándosela, pero no puede mantener la dura erección, y ya solo le queda disfrutar, y así hace, cerrando los ojos y gozando durante varios minutos del polvazo que la ha echado, moviendo débilmente todavía sus caderas negándose a dejar de copularla.

¡Ya tenía ganas de echar un buen polvo a la putita y calientapollas de su prima! ¡Se lo tenía merecido tanto ella como él!

Cuando ya ha descargado todo lo que lleva dentro, la desmonta y se tumba bocarriba a su lado en la cama, apagándose en ese momento la luz de la lamparita sin que nadie aparentemente lo haya hecho, dejando toda la habitación en la más absoluta oscuridad y a los dos primos dormidos al instante.

Pasa el tiempo y en la oscuridad de la noche, el ruido de una puerta mal engrasada despierta a Malena en su cama. Abriendo levemente los ojos contempla la luz que entra por el marco de la puerta. Se niega a despertarse y cierra nuevamente los ojos, pero la puerta está ahí, abierta, y, si alguien entra, la pillará indefensa en su cama. Se da cuenta que está desnuda, completamente desnuda encima de su cama, y, si alguien entra, la verá así, con sus senos, su sexo y su culo expuestos a las miradas y a los deseos del que entre, de los que entren.

Somnolienta gira su cabeza al tiempo que tantea en las sombras con su mano, y palpa algo, quizá un cuerpo. Supone que es su primo, que duerme al lado de ella, tumbado de lado dándola la espalda, y … le está tocando una nalga, ¡está desnudo! ¡duerme desnudo en la cama donde también ella duerme desnuda!

No recuerda nada nítidamente desde que se acostó, dejando a su primo corriendo desnudo por el pasillo y cerrando la puerta a sus espaldas.

Pero la puerta está ahí, abierta, y hay que cerrarla antes de que alguien se cuele dentro y les haga cosas malas.

Somnolienta se levanta y tambaleándose se encamina en la oscuridad hacia la luz que sale de la puerta abierta. Siente que la manosean suavemente el culo, las tetas, los muslos, entre las piernas, que la soban, pero supone que es un sueño, que está soñando, que es un extraño sueño erótico, quizá una pesadilla, y solo quiere cerrar la puerta antes de que alguien se aproveche de ella, de ellos, también de su primo.

Ahí está la puerta delante de ella, parece que la luz que entra del pasillo ya no es tan cálida, sino que cambia a una luz verde, y … ¡alguien cruza rápidamente por delante de la puerta sin detenerse! ¡dura un instante!

Da asustada un respingo, parándose en seco, pero nadie pasa ahora por delante de la puerta. Duda si ha visto algo, pero la ha parecido que era alguien desnudo, sin ropa, con una enorme polla de más de medio metro de longitud.

Asustada se queda paralizada, esperando acontecimientos, pero, como nada sucede, se acerca a la puerta para cerrarla. Se acerca al marco de la puerta y saca con precaución su cabeza, mirando en la dirección en la que la persona ha pasado, pero … no hay nadie.

Se mantiene un rato mirando sin que nada pase, y voltea su cabeza en la otra dirección del pasillo y … ¡un rabo enorme casi choca contra su rostro! ¡Cubierto de abultadas venas azules! ¡Largo y grueso como un gigantesco pepino apunta directamente a su rostro! ¡Y su dueño está desnudo detrás de él!

  • ¡Aaaaahhhhh!

Aterrada chilla al darse cuenta de lo que está viendo, y se echa instintivamente hacia atrás, saltando hacia dentro de su habitación y, al hacerlo, algo duro y alargado se introduce en su propio agujero del culo.

Chilla ahora de dolor y sorpresa, saltando automáticamente ahora hacia delante y dejando atrás lo que se había introducido en su propio ano, cayendo de pies al pasillo.

Nada más aterrizar, solo piensa en huir, y echa a correr, completamente desnuda, por el pasillo, todo lo deprisa que puede, sin mirar hacia atrás, dejando atrás su habitación y al dueño del enorme rabo que acaba de ver.

Escuchando horrorizada los rápidos pasos que la siguen y cómo unas manos palmotean reiteradamente sus nalgas. Dobla veloz la esquina del pasillo, percibiendo cómo una puerta se abre a su derecha y … de pronto … se queda paralizada en su carrera.

Una fuerza desconocida la retiene y la hace girarse hacia la puerta abierta de par en par y allí en la más absoluta oscuridad reina una presencia que no ve, pero que la siente, y todos los pelos de su cuerpo se erizan, como si estuvieran electrizados, tirando de ella obligándola a ir hacia la oscuridad, hacia la puerta, a entrar, y en ese momento escucha a su primo gritar aterrado a lo lejos:

  • ¡Malena, Malena! ¿Dónde estás?

Sacándola súbitamente de su trance y emprende nuevamente la carrera, dejando atrás la puerta y alcanzando la habitación de su tía.

Golpea desesperadamente con manos y pies sobre la puerta, mientras chilla histérica tan fuerte como puede:

  • ¡Tía, tía, abre, abre! ¡Socorro, socorro!

Pero mira aterrorizada hacia atrás y no ve a nadie, .. a nadie. Nadie.

Escucha cómo abren la puerta y la cabeza de Valeria aparece detrás, pero Malena, trastornada, la empuja violentamente para entrar, accediendo a la habitación y cerrando la puerta tras ella.

Muy nerviosa, a punto del infarto, intenta explicar a su tía lo que la ha sucedido, pero solo la salen balbuceos incontrolados, hasta que de pronto se da cuenta que Valeria está también desnuda, totalmente desnuda de los pies a la cabeza, y se calla, sin entender absolutamente nada, viendo también la actitud extremadamente sosegada de su tía y ésta la dice, con una voz monótona, apenas audible:

  • Vente con nosotros a la cama.

Y señala hacia la cama, dirigiendo Malena su mirada hacia allí.

¡Un hombre! ¡Un hombre está tumbado totalmente desnudo encima de la cama! ¡Es el recepcionista, el del taller o el del restaurante o los tres a la vez!

Aterrada, Malena se echa hacia atrás, y el hombre, sonriendo perversamente, la dice, agarrándose su enorme cipote con una mano y agitándolo como si fuera una manguera:

  • Vente a la cama, niña, que tengo de sobra para las dos.

Malena no sale de su asombro y chilla histérica:

  • ¡Noooooo!

Y, dudando si salir nuevamente al pasillo, opta por entrar corriendo al baño, cerrando con cerrojo la puerta tras de sí.

Intenta coger algo del baño con lo que defenderse, pero no encuentra nada, y, quedándose quieta, escucha a su tía decirla, a través de la puerta, con una voz extrañamente calmada.

  • Abre, Malena, abre, que no te pasará nada. Ya verás lo bien que te lo pasas, lo bien que nos lo pasamos.
  • ¡Noooo, vete, vete, fuera, fuera!

Chilla Malena histérica.

La voz de su tía insiste durante casi un minuto, hasta que de pronto, se calla.

Al rato se escuchan ruidos que la joven, después de un rato, logra darse cuenta que son producidos por la cama. Y al ser acompañados por jadeos, gemidos y chillidos de mujer, se da cuenta que están follando, que se están follando a su tía.

Los ruidos continúan durante un buen rato, aumentando de intensidad para luego cortarse de pronto, para volver nuevamente a crecer. La parece a Malena que las voces no son solamente de un hombre, sino que hay varios, que son varios los que se follan incansablemente a su tía.

Agotada, se mete en la bañera, sentándose en el suelo con las piernas acurrucadas sobre su pecho, y se queda dormida, profundamente dormida.

De pronto, se despierta asustada. Todo está oscuro. Alguien golpea una puerta. Es la voz de su primo que grita aterrado. Quiere entrar, ¿dónde?

Alguien a su lado se levanta. Una luz aparece de pronto. Una puerta se abre y una figura se recorta en la luminosidad. Debe ser Ramón el que entra.

Encienden una luz que la ciega. Aparta su rostro, cubriéndose los ojos con las manos.

Su primo, muy nervioso, intenta explicar algo que ella no entiende, pero no se dirige a ella. Escucha la voz de su tía que también alterada responde.

No entiende nada, no sabe ni donde está ni qué hace ahí.

La luz se apaga y la más absoluta oscuridad inunda todo. Alguien se tumba a su lado, y a su otra lado también alguien se acuesta.

Está completamente desorientada, tumbada bocarriba sin saber qué hacer. Solo escucha, sin atrever a moverse. Escucha que alguien respira fuertemente a su lado, ¿duerme?

Piensa que son su primo y su tía los que están acostados con ella, pero ¿sobre una cama?

Mueve ligeramente sus dedos, que tocan suavemente su muslo. Moviendo solo ligeramente sus manos, intentando pasar desapercibida, tantea en la oscuridad con sus dedos. Tiene los muslos desnudos. No lleva bragas, ni nada que la cubra el sexo. Tampoco lleva nada sobre los pechos. ¡Está completamente desnuda!

Avergonzada, se cubre con una mano la entrepierna y con el otro brazo los senos, permaneciendo inmóvil.

Poco a poco se va quedando dormida y sus manos lentamente se desplazan, se mueven curiosas sobre los dos cuerpos que están tumbados al lado de ella, uno a cada lado. Están tumbados bocarriba y ninguna ropa les cubre las caderas, … ¡ni la entrepierna!

Los dedos, las manos de Malena investigan el sexo de los que están acostados a su lado. Lo toquetean, lo manosean con descaro, sin miedo, ¿sin miedo?. Pero … si son dos cipotes, ¡dos cipotes!

Entonces, ¿su tía?, ¿dónde está su tía?

Los cipotes son largos, muy largos y … de pronto .. ¡cobran vida! ¡se endurecen y se levantan al instante! ¡apuntando al techo, no … a la cabeza de sus dueños! ¡qué se voltean hacia ella, hacia Malena! ¡se tumban encima, quitándola el aire! ¡siente sus duros y erectos miembros sobre ella, sobre su vulva, cómo la penetran insaciables en la vagina!

  • ¡Aaaaaaahhhhhhh!

Chilla aterrada Malena, y su agudo chillido se convierte en un zumbido, en el sonido que hace un despertador.

De un brinco se sienta aterrada. Por la luz que la ilumina se da cuenta que está en una cama.

Respirando agitadamente, intenta comprender lo que ocurre, sintiendo su cuerpo bañado en sudor y cómo su corazón bombea a mil.

La luz que entra por la ventana ilumina su propia cama, está ella sentada sobre la cama de su propia habitación, en su propia casa.

Y la puerta de su habitación se abre, apareciendo su tía, su tía Valeria, que, sonriendo, la dice alegremente:

  • ¡Venga, dormilona, arriba! ¡Que nos espera un largo viaje!

Se marcha, dejando la puerta del dormitorio abierta, y Malena, todavía respirando muy rápido, intenta comprender lo que ocurre.

Poco a poco se va recuperando y olvidando los pocos recuerdos que tiene de la noche, y recordando que anoche tenía hambre y cenó un plato lleno hasta arriba de macarrones con tomate.

También recuerda que hoy la espera un tranquilo viaje en el coche de su tía, acompañado por su primo Ramón.

¡Se levanta alegre y contenta! ¡Seguro que hoy disfruta del viaje, especialmente calentando al tontorrón de su primo!

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