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Los matones del colegio se follaron a mi madre (2)

en No Consentido

Aquel sábado cuando me levanté por la mañana de la cama, ya estaban levantados tanto mi madre como mi padre.

La noche anterior mi padre llegó tarde del trabajo cuando mi madre ya dormía, después de haber sido drogada, desnudada, follada y sodomizada por unos matones del colegio al que yo asistía y a los que yo ayudé a que lo hicieran.

Como era su costumbre, mi padre, sin prácticamente dirigirnos la palabra, salió de casa, en teoría, a comprar el periódico y el pan, pero no volvería hasta la hora de comer.

Mi madre, que parecía que no se hubiera recuperado totalmente de la tarde anterior, aprovechó a preguntarme muy preocupada qué había sucedido ya que solamente se acordaba de que estaba merendando con nosotros cuando empezó a tener mucho calor y a marearse.

Para tranquilizarla repetí lo que me aconsejó Chicho, uno de mis acosadores y también uno de los violadores de mi madre, que ella, mi madre, al no encontrarse bien se fue sola a la cama y mis dos “amigos”, Chicho y Edu, se marcharon y nos dejaron solos.

Como me dijo Chicho, ella no se acordaba de nada, así que preocupada se fue a urgencias por si el calor y el mareo que tuvo la tarde anterior eran debidos a problemas físicos como una subida de tensión o de azúcar en sangre.

En ningún momento mencionó que hubiera sido drogada, aunque posiblemente lo pensara.

Volvió poco antes de comer y la pregunté si sabían que la había sucedido.

Me comentó que sus niveles de azúcar, tensión arterial y colesterol estaban en niveles normales. Por este motivo los médicos achacaron sus mareos a que la sentó mal algo que tomó y tuvo un corte de digestión, por lo que la recomendaron que estuviera todo el fin de semana tomando alimentos ligeros y sanos, pero eso siempre lo hacía ella, por lo que no tuvo ningún problema en seguir sus consejos.

El fin de semana pasó sin pena ni gloria, aunque yo me masturbé varias veces pensando en las tetas y en el culo de mi madre, y cómo se le movían cuando se la follaban. También estaba yo preocupado por el cariz que tomaban los acontecimientos con los matones del colegio acosándome para que les ayudara a follarse a mi madre, y por el amante que había descubierto que tenía ella: Geraldo, su profesor de aerobic.

Llegó el lunes y en el descanso de media mañana Chicho me anunció muy sarcástico que esa tarde, en la que mi madre, no tenía ninguna actividad programada de mete-saca, se pasarían por mi casa para “hablar” con ella. Todo esto me lo comentó ante las risitas y gestos burlones de Edu y de sus dos esbirros.

A última hora de la mañana, mientras estaba en clase, no me quitaba de la cabeza a mi madre, que probablemente a esa hora estaba nuevamente follando con su amante, quizá hoy tocaba en el motel donde les pillamos el pasado jueves, o en el automóvil de Geraldo, o en la propia cama de matrimonio de mis padres, o en cualquier otro sitio. Pensaba que si era tan puta, bien que se merecía un castigo, aunque no quería que fueran ellos, los que tan malos ratos me habían hecho pasar en el colegio, los que se lo impartieran.

Serían las seis y media de la tarde cuando llamaron a la puerta y esta vez fui yo el que, saliendo de mi habitación donde intentaba estudiar, les abrió. Eran Chicho y Edu, los dos hijos de puta que el pasado viernes violaron a mi madre varias veces.

Chicho, sonriendo irónicamente, me anunció:

  • Venimos a ver a tu madre, para ver cómo está.

Sonrientes entraron en mi casa, apartándome Edu con un ligero empujón, cuando salió mi madre al oír el timbre de la puerta y voces.

  • Buenas tardes, Marga. Venimos a ver cómo te encuentras, si ya estás bien.

Le dijo muy amablemente Chicho y mi madre le respondió.

  • Ah, sí, muchas gracias, chicos, me encuentro ya bien, muy amables, pero pasad, pasad, no os quedéis en la puerta.

Y les invitó a entrar, pasando los cuatro al salón, sentándose como el pasado viernes, mi madre y Chicho en el sofá, y Edu y yo en unas sillas frente a ellos.

Mi madre, que llevaba puesto un ligero vestido con minifalda, se cuidó de que esta vez no se la vieran las bragas al sentarse, al estirarse bien la falda y sujetársela con las manos.

Chicho la comentó lo preocupados que se quedaron, él y Edu, cuando ella se puso muy colorada, se mareó y se fue a descansar. Dijo que querían avisar a un médico pero yo, su hijo, les comentó que no hacía falta, que enseguida se recuperaría, así que se marcharon. Hoy lunes al preguntarme, les dije que ya estaba bien y que todo había pasado.

Por supuesto, todo lo que decía era mentira, pero mi madre parecía que se lo tragaba todo, y pasó a explicarles la visita que hizo al médico y las pruebas que la hicieron, sin detectar nada anormal, por lo que supusieron que fue un corte de digestión del que ya estaba recuperada.

  • Confío que no fueran los pastelitos que trajimos como regalo.

Comentó Chicho, haciéndose pasar por inocente.

  • No, no, por supuesto que no. Sería alguna cosa que tomé en el almuerzo, posiblemente la lechuga que, a veces, me sienta mal.
  • ¡Qué alivio! Pensábamos que era por nuestra culpa.

Exclamó hipócrita Chicho y, tras escuchar a mi madre negándolo, continuó.

  • Ya que estamos aquí, queríamos comentarle también los problemas que ha tenido su hijo en el colegio.
  • ¡Ah!, ¿qué problemas? Mi hijo nunca me ha comentado nada, a pesar de que le preguntaba continuamente.

Repuso mi madre asustada, y Chicho continuo muy serio.

  • Uno grupo de chavales mayores que él le molestaban continuamente. Vimos como le insultaban y empujaban, se le colaban en la fila del comedor, se limpiaban las manos manchadas en su ropa, le quitaban el bocadillo y el dinero que llevaba, le quitaban la mochila que llevaba y vaciaban su contenido en el suelo.

Mentía descaradamente el muy hijo de puta, era él y sus “amigos” los que me acosaban.

  • No lo sabía. Pero ¿tú no hacías nada, hijo?

Me interrogó chillando asustada mi madre, pero Chicho respondió muy serio en mi lugar.

  • Eran mucho más grandes y fuertes que él. No podía hacer nada, ya que si lo hacía sería peor, le patearían y golpearían.

Se detuvo un momento el joven, pero antes de que mi madre, con lágrimas en los ojos, me volviera a preguntar, continuó muy serio con sus mentiras.

  • Nosotros no quisimos inmiscuirnos. No queríamos ser nosotros también unos abusones y pensábamos que todo se resolvería por sí mismo, como siempre ocurría en estos casos, pero una mañana al ver cómo, en un rincón del patio, riéndose de él e insultándole, le obligaron a bajarse los pantalones y a masturbarse. En este momento decidimos intervenir y …
  • ¡Dios mío! ¡No lo sabía! ¡Qué humillante! ¡Qué vergüenza! Pero … ¿Por qué no me dijiste nada, cariño?

Interrumpió chillando histérica mi madre, y Chicho, sin dejar qué yo respondiera, reanudo su monólogo.

  • Como te iba diciendo, Marga, al ver lo que habían obligado a hacer a tu hijo y que se disponían a violarlo, tuvimos que intervenir, impidiéndolo.
  • ¿A violarlo? ¡Dios santo!

Chilló mi madre horrorizada, llorando copiosamente, al tiempo que se cubría el rostro con sus manos.

  • Sí, eso iban a hacer, le iban a dar por culo, a violarlo salvajemente, pero nosotros, Edu y yo, lo impedimos y, desde que está con nosotros, desde que nosotros le cuidamos, no corre ningún peligro.

Finalizó muy orgulloso Chicho su monólogo y mi madre, agradecida, le dijo, entre sollozos:

  • ¡Gracias, Dios mío, muchas gracias!

Y se acercó a Chicho para darle un beso de gratitud, que Chicho recibió más efusivamente de lo que mi madre esperaba, al recibirlo con la boca abierta, y, atrayéndola hacia él con una mano en su espalda y otra en sus nalgas, la metió la lengua hasta el fondo de su boca.

Por el ímpetu del abrazo la falda de mi madre se levantó y la mano de Chicho se metió debajo e incluso bajo sus bragas, sobándola directamente las nalgas a placer, mientras que, por delante, se podían ver las bragas de ella, así como la totalidad de sus torneados muslos en tensión.

Sorprendida, los ojos de mi madre se abrieron mucho pero no reaccionó para quitarse de encima al joven y, cerrando los ojos, parecía que cedía a los lúbricos intereses de Chicho que la morreaba con pasión.

La mano del joven que sobaba las nalgas de mi madre, subió a las tetas de ella, y, metiéndose por el escote del vestido, presionó hasta que un par de botones saltaron, para bajarla a continuación el sostén por delante, descubriendo sus voluptuosos pechos.

Al empezar a sobárselos y a tirar de sus pezones, mi madre reaccionó con más energía, logrando separarse un poco, pudiendo tomar una bocanada de aire, pero, antes de que pudiera decir nada, la boca de él cubrió nuevamente la suya, y la lengua del joven se volvió a meter dentro de la boca de ella.

Mientras la morreaba con pasión, la empujó con su cuerpo, obligándola poco a poco a tumbarse bocarriba sobre el sofá, con él encima.

La falda de mi madre, totalmente enrollada dejaba ver la totalidad de sus hermosos muslos así como sus pequeñas braguitas.

Una vez tumbada, sin dejar de morrearla, tiró del vestido y, haciendo saltar todos los botones, se lo abrió del todo, dejando expuestas a nuestras miradas su cuerpo, sus tetazas bajo las que se encontraba su sostén, y sus braguitas, que apartó Chicho de la entrepierna de ella, dejando al descubierto su vulva depilada.

Se soltó Chicho el cinturón de su pantalón y empezó a bajarse la bragueta, ¡quería follársela allí mismo, en el sofá, delante de su propio hijo!, pero mi madre, al percatarse de sus intenciones y sentirse menos presionada por el joven, le empujó desesperada, haciéndole caer al suelo.

Libre de Chicho, mi madre se irguió y se giró rápido, sentándose en el sofá mirando hacia el joven, al tiempo que se cubría con el vestido sus melones y sus braguitas.

Tenía el rostro hermosísimo, pero encendido de un color rojo intenso, provocado por la enorme vergüenza que sentía, y miró a Chicho que se levantaba del suelo y a mí, para volver su mirada al joven, al tiempo que balbuceaba entrecortadamente :

  • Yo … yo … yo no quería … entendiste mal.
  • ¿Mal? Entendimos todos bien, tú, yo y todos nosotros, incluido tu hijo. Lo que quieres es que te follemos.

Bramó Chicho, con el rostro rojo de ira, y mi madre, intimidada, solo pudo decir en voz muy baja, apenas audible:

  • No … no … yo no.
  • No te hagas ahora la estrecha, puta, que sabemos que tu profesor de aerobic te folla todos los días. Lo hemos visto los tres. Sí, tu hijo también, y te hemos tomado fotos con el móvil mientras lo hacías. Si quieres que la estancia de tu hijo en el colegio no sea una auténtica pesadilla y que tu marido no reciba tus fotos follando, vas a hacer todo lo que yo quiera. ¡Todo!. ¿Entiendes, puta?

Continúo el joven, gritando, y mi madre, con los ojos y la boca muy abiertos, permanecía en un estado de shock.

  • ¡Y ahora desnúdate, puta! ¡Ahora!

Como mi madre no reaccionaba, Chicho exclamó, al tiempo que se acercaba amenazante a ella.

  • ¡Está bien! Si así lo quieres, será un placer.

Y la agarró por las muñecas para que dejara de sujetarse el vestido, pero ella, forcejeando no se dejaba, e incluso se inclinó hacia delante, colocando su pecho sobre sus rodillas dobladas, por lo que Chicho, al no conseguirlo, agarró el vestido de ella por detrás y, tirando, lo pasó por encima de la cabeza de mi madre, dejándola su espalda desnuda. Siguió tirando con toda su fuerza, levantando a mi madre del sofá, haciendo que finalmente mi madre cediera, soltando su vestido que se quedó en las manos del joven.

Sentada en el sofá, cubriéndose con sus manos los pechos, y con las bragas desplazadas, enseñando su sexo, mi madre esperaba encogida la siguiente andanada que no se hizo esperar.

Tirando con rabia el vestido contra una pared próxima, se fue Chicho otra vez contra ella, y, agarrándola por la cabeza, tiró de ella, y mi madre, chillando, dejó al descubierto sus tetazas bamboleantes, aferrándose con sus manos a los brazos del joven, que la logró tumbar de lado sobre el sofá, y una vez hecho, la soltó la cabeza, y la cogió rápido las bragas que, tirando de ellas, se las quitó en un instante.

Con las bragas en la mano, el joven las olió con placer durante unos segundos mientras no dejaba de observarla el coño a mi madre, que, enseguida, se sentó nuevamente, tapándose con sus manos la entrepierna y las tetas.

Me arrojó a mí las bragas que, al no esperarlo, me dieron en el rostro, pero enseguida las cogí en mis manos, sin dejar de mirar lo que venía a continuación.

Empujándola por los hombros intentó Chicho tumbarla hacia atrás, pero, mi madre, agarrándose a sus muslos no cedía y, el joven, al no conseguirlo, la agarró por los tobillos y los levantó, haciéndola girar sobre su propio culo, para, a continuación, colocar las piernas de ella sobre el sofá, quitándola los zapatos.

Al verse mi madre, bocarriba sobre el sofá, totalmente indefensa, se revolvió para intentar escapar pero Chicho, subiéndose de rodillas sobre las piernas de ella, lo impidió. Sujetándola por las muñecas, empujó con fuerza y se las puso sobre el sofá, pero, al girarse, dejó una pierna libre a mi madre, que, posiblemente de forma fortuita, le propinó un fuerte rodillazo en la entrepierna, haciendo que exhalara fuertemente, cayendo encogido y bocabajo al suelo.

Al verse libre mi madre, se incorporó rauda del sofá, como impulsada por un resorte, pero Edu, que se había levantado también rápido de la silla donde estaba, la atrapó por la cintura antes de que huyera, cayendo ambos al sofá.

Mi madre, tumbada bocarriba sobre el sofá, le propinó desesperada un montón desordenado de golpes con sus puños en el rostro del joven que le hicieron retroceder, dejándola libres las piernas que utilizó para patearle el pecho y la cara, impulsándole hacia atrás, y haciéndole caer al suelo.

Se incorporó nuevamente mi madre del sofá y el joven también del suelo, atrapándola, cuando salía corriendo del salón, pero ésta, cogiendo un pequeño jarrón que teníamos sobre un mueble, le propinó no uno sino dos fuertes golpes en la cabeza, que le hicieron caer inconsciente al suelo.

Histérica, al verle indefenso en el suelo, se agachó y todavía le dio dos o tres potentes golpes con el jarrón en la cabeza, haciendo que brotara de forma copiosa una sangre muy roja y fluida que se esparció por todo el suelo de la habitación y que también la salpicó a ella.

Completamente desnuda y respirando profundamente, se acercó tambaleante a Chicho que se quejaba, encogido en el suelo, tapándose con sus manos los genitales, y, poniéndose rodillas al lado de él, le asestó no uno ni dos, sino tres fuertes golpes en la cabeza, haciendo que se callara al momento y un río de sangre brotara de su cabeza.

Luego, metiendo la mano en el bolsillo del pantalón del joven, sacó el móvil y, moviéndose por los menús, debió seleccionar las fotos que la habían tomado en el hotel y las borró, limpiando a continuación con la camisa el móvil y dejándolo donde lo había cogido. Después se dirigió a Edu e hizo lo mismo con su móvil.

Finalmente, mirándome fijamente, cogió el teléfono y, sentándose completamente desnuda en el brazo del sofá, llamó a la policía. Simulando que estaba histérica, chilló indicando que dos hombres habían intentado violarla en su casa y que los había golpeado, dejándoles inconscientes. Dio la dirección y colgó.

Entonces, sin dejar de mirarme fijamente, me dijo muy seria:

  • Otra vez me dices lo que te ocurre y tu madre lo solucionará.

Yo, sentado en la silla sin moverme todo el tiempo, asentí acojonado con la cabeza, sin atreverme a decir nada.

  • Nunca menciones a la policía ni a nadie, incluido a tu padre, que he borrado las fotos de los dos móviles de estos canallas.

Se calló, sin dejar de mirarme, y yo asentí aterrado con la cabeza.

  • Y nunca menciones a la policía ni a nadie, incluido a tu padre, que me has visto con alguien que no sea tu padre.

Volví a asentir cuando dejó de hablar, aunque continuó para decirme finlamente:

  • Todo esto lo he hecho por tu bien y por el mío. No te olvides. Si comentas algo será ir contra ti y contra tu madre.

En ese momento se escuchó que llamaban ruidosamente a la puerta de la calley mi madre, cogiendo el vestido que estaba tirado en suelo, se cubrió con él las tetas y el sexo. Se acercó a la puerta y la abrió, chillando como una histérica. Era la policía.

Tanto Chicho como Edu nunca salieron del coma y fallecieron a causa de los golpes que les dio mi madre, pero ella salió indemne al haberse defendido de una violación. Fueron muchos los que dijeron a la policía que me habían estado acosando durante meses, incluso mencionaron que les vieron cuando me obligaron a bajarme el pantalón y a masturbarme antes ellos. Los dos esbirros que formaban con Chicho y Edu la pandilla que me acosó fueron expulsados del colegio, no sin antes, para defenderse, declarar que tanto Chicho como Edu estaban planeando violar a mi madre, y hacerla su puta.

Cuando acabó el curso escolar nos cambiamos de ciudad ya que mi padre pidió otro destino.

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