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La casa de los mil polvos (2)

en No Consentido

Después de que la familia se folla por todos sus agujeros a mi madre en la playa, nos llevan a su casa, un enorme chalet en mitad de la nada, donde me tiro a Lola, la tetona madre de los dos monstruos, no sin antes haberla dado una buena mamada a su coño depilado, para a continuación mecerme en los brazos de Morfeo.

Unos ruidos me despiertan en la cama y la radiante luz del día que entra por la ventana no ayuda precisamente a que siga durmiendo.

Voces y ladridos de perro se cuelan por la puerta abierta del dormitorio.

En un momento los ladridos se vuelven agudos y rápidos, de dolor. Los han golpeado.          

De pronto dejan de oírse, han debido cerrar la puerta dejándoles fuera.

Oigo a Antón, el padre, hablando muy irritado de los perros, que no paran de molestar, y a Lola, su mujer, comentar algo que no consigo comprender, pero la conversación cesa muy rápidamente, pero ya no me puedo volver a dormir.

Al levantarme, me doy cuenta que estoy desnudo, totalmente desnudo y con una muy buena erección.

Vacilo buscando mi ropa, pero no la encuentro.

La sábana de la cama me vale y me la ato a la cintura, saliendo por la puerta, hacia las voces que me han despertado.

Ahí están Antón y Lola de espaldas a la puerta por donde entro. Él sentado, ella de pie reclinada sobre el asiento, detrás de él y con el culo en pompa. Ambos mirando a varios monitores de televisión donde se ven imágenes.

Pero, recordando la noche anterior donde me trajiné a Lola la tetona, en este momento solamente tengo en la cabeza el vestido de tirantes que lleva ahora, de falda muy corta, que permite ver casi sus nalgas.

¿Llevará bragas? Lo dudo.

Y hacia allí va mi mano derecha, hacia su faldita. La meto debajo, entre sus piernas, y ¡acerté!, sin bragas, solo culo prieto y chumino blandito.

Da un bote, acompañado de un jadeo, que indican que no estaba preparada.

El hombre se gira, mirándome malhumorado, y yo le devuelvo tímidamente la mirada, sin dejar de sobar el culo y la entrepierna a su media naranja.

Se da la vuelta hacia las pantallas, avisándome con tono amenazador.

  • Recuerda lo que te dije ayer. No nos ocasiones problemas y no los tendrás tú, así que obedece todo lo que te diga sin dudar.

No le interesa o no se ha dado cuenta que estoy sacando brillo al chocho a su mujer, que me mira entre sorprendida y excitada.

Le respondo tímidamente, sin dejar de manosearla.

  • Sí, señor. No se preocupe. Haré lo que me diga.

Lola se reclina otra vez apoyándose en el asiento de él, y yo aprovecho para colocarme detrás de ella, y, levantándola las faldas, restregar mi verga tiesa por su culo.

Mis manos van ahora a sus tetas, sobándolas a través del fino vestido.

No lleva tampoco sostén, así que la bajo el vestido hasta descubrir sus enormes tetas, y ya se las amaso a placer sin nada que se interponga, mientras continúo restregando mi nabo por sus nalgas y dentro de la raja que las separa.

Pero me parece poco, así que tanteando con mi cipote tieso, intento penetrarla por detrás en alguno de sus agujeros, hasta que, por fin, encuentro uno y ¡adentro!.

No sé cuál será, pero su dueña no me lo impide e incluso se abre de piernas y se echa hacia adelante, poniendo el culo en pompa, facilitando la penetración.

Así que moviéndome lentamente adelante y atrás, adelante y atrás, me la voy follando despacito, saboreándolo en pequeños bocados, mientras su marido permanece sentado mirando los monitores.

Tiene una mesa llena de monitores y dispositivos electrónicos llenos de lucecitas de colores donde en este momento está grabando  en varios soportes a la vez.

Pero ¿qué está viendo en los monitores y grabando?

¡Coño! ¡Si es mi madre!, ¡mi madre!, que yace tumbada desnuda de lado sobre un colchón, entre dos maromos también desnudos.

Las imágenes de mi madre se repiten en varios monitores, donde las imágenes la muestran desde distintos ángulos, todos voluptuosos, mostrando sus labios carnosos, sus firmes tetazas, sus glúteos macizos, sus piernas torneadas y su vulva apenas cubierta por una fina franja de vello castaño que transparenta su hermosa sonrisa vertical.

Parece que duermen, pero ¿duermen realmente?

En eso que ella parece despertar, se mueve un poco, y abre los ojos somnolienta.

Sus manos desorientadas se deslizan sobre el cuerpo del hombre que tiene frente a ella y se posan en su verga, que semeja una enorme morcilla.

Ahora parece que está recobrando la consciencia, y se da cuenta que hay un hombre tumbado frente a ella, dándola la cara, no la espalda.

Aturdida, se  mueve un poco para ver mejor y se da cuenta que el hombre que tiene frente a ella está desnudo, y que su verga, aunque descansa, es de un tamaño considerable, como de una morcilla, ancha y larga.

Se voltea un poco, despacio, y  toca con su brazo al otro hombre que tiene a su espalda. Gira la cabeza y lo ve. También desnudo, tumbado de lado con su cara apuntando hacia ella.

Le mira con aprehensión los genitales, sin atreverse a tocarlo y se queda quieta, con cara de no saber ni donde está ni que hace ahí ni quiénes son estos gañanes.

Totalmente confundida, sin moverse del colchón, gira su cabeza observando toda la habitación.

No se ven muebles, ni adornos, solo el colchón directamente colocado sobre el suelo y un cubo metálico situado a casi tres metros de donde yacen.

Lo ve y se levanta con mucho cuidado para no tocarlos ni despertarlos.

Sin hacer ruido se dirige encogida hacia el cubo, con sus manos entre las piernas, sin dejar de mirar hacia los dos hombres que reposan en la cama. ¿Qué irá a hacer?

Se acerca al cubo, se pone en cuclillas sobre él, y ¡empieza a mear dentro! ¡cerrando los ojos del placer de orinar!

En ese momento el placer de mear debe ser parecido al de follar.

Oigo el fuerte ruido que hace el meado al chocar con el cubo. ¡Tenía muchas ganas de mear! ¡Tantas que casi se mea encima!

Uno de los monitores se llenan de su culo macizo, sin una pizca de celulitis, como sale el chorro de orina y, al chocar con el interior del cubo, la salpica las piernas, sus muslos, su culo, su coño.

Otra cámara la enfoca desde arriba las tetazas, inundando el monitor con sus pezones que parecen astas de toros que salen de la pantalla, perforándola.

Después de un rato, la intensidad del chorro va disminuyendo poco a poco. Ya no fluye como antes, va vaciándose.

Los dos hombres se levantan de la cama, sin hacer ruido, despacio, y se acercan a mi madre que continúa orinando con los ojos cerrados.

¡Son Junior y Toni, los dos hijos del matrimonio! ¡Los muy cabrones, hijos de mala puta! ¡No han tenido bastante con follársela y sodomizarla en la playa y en el todoterreno!

Levantan con sus manos los enormes penes y apuntan hacia mi madre, empezando a mearla encima.

La intensidad de los chorros saca de improviso a mi madre de su concentración, que desconcertada los mira y a punto la hacen caer.

Los chorros ahora apuntan a su cara, a su cabeza, impidiéndola ver y provocando su caída de culo dentro del cubo, derribándolo y cayendo mi madre al suelo con el cubo empotrado en su culo, y duchándola en su propio meado.

Les oigo reír a carcajadas, pero siguen orinando encima de mi madre que yace en el suelo, intentando escapar de los chorros, pero el cubo la impide incorporarse y los maromos no paran de dar patadas al cubo.

Poniéndose a cuatro patas, logra, con mucho esfuerzo, quitarse el cubo y lo lanza hacia uno de ellos, sin darle, pero el otro, que ya ha acabado de mear, coge una manguera que hay en la habitación y apunta a mi madre, que sale disparada hacia atrás por la fuerza del agua que la ha dado en el pecho, entre las tetas.

Cae al suelo de espaldas, pero el chorro de agua la persigue, empujándola por el suelo con su fuerte presión.

Mi madre, chillando histéricamente, logra ponerse en posición fetal situada de culo al chorro, y es precisamente ahí donde el chorro de agua se concentra, en sus glúteos, entre ellos, como si quisiera sodomizarla, y la mueve, la hace girar como una peonza, para regocijo de los dos maleantes, que no paran de gritar y de silbar.

Abren y cierran la manguera repetidas veces, aturdiendo e inmovilizando a mi madre en una esquina de la habitación.

El más joven se va hacia ella, la agarra de los pies y, tirando de ella, la arrastra sacándola de la esquina.

El mayor deja la manguera en el suelo y se acerca rápido también a ella, levantándola, poniéndola de pies y atándola las manos a una cuerda que cuelga del techo.

Mientras el pequeño la sujeta, todavía aturdida, el mayor tira del otro extremo de la cuerda, levantándola del suelo.

Ella reacciona, se da cuenta de su estado, se agita intentando soltarse, pero es demasiado tarde, sus pies patean ridículamente en el aire sin tocar el suelo y chilla, chilla, desesperada.

Un potente y ruidoso azote en las nalgas la hace callar por un instante, lo que aprovecha Junior para bajarla un poco, hasta que solamente las puntas de los dedos de los pies de mi madre se apoyan en el suelo, y afianzar la cuerda para que no baje más a su preciosa presa.

Gime desesperada e impotente, mientras los dos hermanos se mueven alrededor de ella, amenazadores como dos fieras a punto de lanzarse a devorar a una gacela atrapada.

Los sigue desesperada con la vista, con los nervios a flor de piel, haciendo pucheros para no llorar.

El pequeño se sitúa a su espalda y la da un buen azote con la mano en el culo que suena como si hubiera estallado un globo.

Ella chilla y se agita, intentando colocarse de frente a su agresor, pero otro azote la llega del otro hermano que la grita:

  • ¡Vaya culazo que tienes, zorra!

El pequeño, dándole otro azote, la dice:

  • Te lo vamos a dejar bien calentito antes de follárnoslo.

Un azote tras otro la llega de los dos hermanos que no paran de increparla y que ella acompaña con un chillido cada vez, poniéndose a llorar.

  • Culona, ¿Cuántas veces te han dado por culo?
  • Seguro que no solo tu marido.
  • ¡Culo gordo!

Una de las veces, el pequeño, en lugar de darla un azote, pone sus manos sobre los cachetes del culo de mi madre, abriéndolos para ver sus agujeros y comentar relamiéndose:

  • ¡Vaya rabazo que te voy a meter por ahí, culona! ¡Te vamos a reventar el culo a polvos!

Y la metió algún dedo por el ano, por el salto que dio mi madre, chillando de dolor.

Volvieron a darla más azotes en el culo, insultándola y humillándola.

Después de darla varios azotes en el culo, los dos hermanos se paran y mi madre rompe a llorar. Tiene las nalgas coloradas como un tomate de tanto azote.

El mayor, situado a las espaldas de mi madre, se acerca a ella, pero ya no va a su culo, sino a sus tetas, que las agarra por detrás, cubriéndola los pezones con las manos, y apretando su verga tiesa y dura sobre sus glúteos.

Empieza a moverse adelante y atrás, adelante y atrás, como si estuviera follándosela.

El pequeño se acerca y el mayor retira sus manos de las tetas de mi madre para que Toni se las agarre por delante, haciéndola chillar de dolor.

Un buen azote en las nalgas la llega otra vez por detrás. Ha vuelto a ser otra vez Junior.

Un escupitajo la llega a su boca que tenía abierta, obra de Toni que todavía la sujeta las tetas.

Ha entrado hasta el fondo, ocasionándola arcadas.

El pequeño la mira sonriendo, sin soltarla las tetas, y prepara otro escupitajo, mascando algún moco en su boca durante unos segundos.

Mi madre le mira horrorizado, cerrando fuertemente la boca, pero un fuerte apretón en sus tetas, hace que abra la boca al chillar de dolor, lo suficiente para que el lapo vuelva a entrar.

Más arcadas de mi madre y sonrisas del cabroncete, hasta que retira sus manos de las tetas de mi madre, que se ven de un rojo intenso.

Un fuerte azote en el culo por parte de Junior y una bofetada más floja en una teta por parte de Toni, la hacen otra vez chillar de dolor.

Luego otra en las tetas y otra y otra, con las tetas de mi madre balanceándose como flanes a cada azote, acompañadas de azotes en el culo y chillidos de ella.

Ahora el pequeño se acerca y la coge por la cintura, besándola las tetas coloradas.

Sus manos bajan a sus glúteos, magreándolos y agarrándolos con fuerza.

Ella se agita, chillando, intentando mantenerlo alejado, e incluso intenta patearlo, pero, al estar en una posición muy forzada, sus intentos resultan ser torpes.

Una mano de Toni va otra vez a una de sus tetas y la aprieta, haciendo chillar nuevamente de dolor a mi madre.

Tira de su pezón con fuerza, y lo estira, permaneciendo un rato estirado, para soltarlo y que vuelva a su posición original.

Se acerca el otro hermano y sujetándola por las caderas, la da un fuerte beso en los labios, logrando meter su lengua en la boca de ella.

Mi madre mueve como puede la cabeza, para quitárselo de encima, pero una mano de él va a la parte de atrás de la cabeza de ella, sujetándola para que no la quite, mientras que la otra la sujeta la mandíbula para que no la cierre.

En  mi concentración he dejado de follarme a Lola, que se retira discretamente, arreglándose el vestido.

Pero el padre ahora se ha fijado en mí, sacándome de mi concentración de ver lo que hacen a mi madre a través de los monitores.

Se levanta y me agarra con fuerza de un brazo, empujándome hacia una puerta próxima donde pone sobre mis manos un pasamontañas  y un vibrador en forma de pene gigantesco.

Confuso veo como abre la puerta y me empuja dentro de una habitación iluminada.

¡Coño! ¡Si es mi madre la que veo de espaldas, de culo!, ¡estoy en la habitación donde están humillando a mi madre!

Sus glúteos colorados están en tensión así como sus fuertes piernas, y muestran unos músculos que ignoraba que tuviera tan marcados, todavía más al brillar al estar húmedos.

Me fijo también en la blanca planta de sus pies, que veo desde atrás, y me recuerdan a una erótica bailarina de ballet danzando de puntillas.

Oigo una puerta cerrarse a mi espalda y los dos hermanos me miran torvamente, dejando de sobar a mi madre.

Me doy cuenta que estoy completamente desnudo y me giro para huir hacia la puerta por donde he entrado, pero ¡no hay puerta! ¡se ha mimetizado con la pared!

Vuelvo la cabeza hacia dónde está mi madre, y veo como el hermano mayor, totalmente empalmado, se acerca a mí, con cara de pocos amigos.

Temo que me golpee, y levanto los brazos para protegerme la cara, pero Junior lo que hace es arrebatarme el pasamontañas que tengo en mis manos y me lo coloca bruscamente, tapándome la cabeza, pero permitiéndome ver por sus agujeros, mientras me escupe con desprecio:

  • ¡Gilipollas!

Y tirando de mí me acerca a mi madre que me da la espalda, me empuja, choco con ella, desplazándola, y haciéndola chillar de dolor al levantarla los pies del suelo.

Pierdo en el envite el vibrador que tengo en mis manos y cae al suelo ruidosamente, dando botes por toda la habitación.

Oigo detrás de mí a Junior exclamar con desprecio y furia mal contenida:

  • ¡Torpe! ¡Gilipollas!

Intento sujetar a mi madre para que no sufra y descanse de estar de puntillas, pero mis manos van instintivamente a sus tetas, agarrándose a ellas.

Al notar su forma y dureza, así como sus pezones pétreos y empitonados, bajo mis manos enseguida por vergüenza y ¡la sujeto por la entrepierna! Palpo su vulva y su entrepierna y están húmedas, chorreando. ¡La oigo gemir! ¿de placer?

Oigo al hermano pequeño decirme:

  • Te gusta su coño, ¿eh? A ella le encanta que se lo manoseen, ya lo has visto.

Avergonzado, subo las manos y la abrazo por la cintura para finalmente cogerla las tetas por la parte de abajo, como soportándolos, mientras apoyo mi verga tiesa en su culo macizo.

Un fuerte olor a hembra en celo inunda mis sentidos.

Parece que se ha parado el tiempo y muevo mi cabeza, dirigiéndola hacia arriba y mirándola a la cara.

Ella gira a su vez la cabeza lentamente y me mira aterrada, con un hilillo de baba escapando de su barbilla, como diciendo:

  • ¿Quién es éste? ¿Qué más van a hacerme ahora?

Los dedos de Toni tiran de sus pezones, haciendo que chille mitad dolor, mitad placer.

Soltando uno de sus pezones, comienza ahora a darla pequeños azotes en sus tetazas, haciendo que gima de dolor en cada golpe, pero en sus gemidos son distintos, como los maullidos de un gato y pienso que comienza a gustarla.

Junior entra otra vez en escena, llevando en su mano el dildo en forma de pene que se me cayó.

Se acerca a ella y empieza a restregarlo por la parte inferior de su pelvis, intentando metérselo entre las piernas, pero mi madre mantiene unidos muy fuertemente sus muslos, impidiendo que la penetre.

El mayor, luciendo una media sonrisa torcida, la dice:

  • No te hagas la estrecha, que sabemos que te gusta que te la metan por el coño. Pero si lo que quieres es jugar para tener un mayor placer, por nosotros no hay problema, te vamos a follar igual.

Un tirón más fuerte en uno de sus pezones es suficiente para que chille y se desconcentre, aflojando sus muslos y permitiendo que Junior coloca una pierna entre las de ella y pueda restregar el dildo directamente por toda su vulva, comenzando a metérsela.

Chilla, desesperada y excitada, negando la evidencia  de que se la están metiendo:

  • ¡No, no!

 Una vez dentro, sin sacarla del todo, Junior se la saca y se la mete una y otra vez.

Los chillidos iniciales de ella, ahora son jadeos y gemidos. La está masturbando.

Sus pezones se congestionan e hinchan, aumentando de tamaño y adquiriendo un color más oscuro.

Su cara está arrebatada, con la boca semiabierta, los ojos semicerrados y las mejillas coloradas.

Pero no dejan que acabe por correrse.

El pequeño la suelta los brazos atados a la cuerda, haciendo que yo la abrace por el pecho para que no caiga al suelo.

Toni la coge por debajo de los brazos, por los sobacos y el mayor, sacándola el dildo, por las piernas.

Tengo que cambiar mi postura y uno de mis brazos la sujeta por las piernas y la otra por la espalda.

Siempre guiados por los dos hermanos, la llevamos en volandas hacia el colchón que está a pocos metros en el suelo.

Ella se resiste, chillando y moviéndose como una loca, escurriéndose lentamente de los brazos de Toni, y, si no se cayó al suelo fue porque yo la sujetaba.

Nada más dejarla bocarriba sobre el colchón, los dos hermanos se tiran encima de ella, sujetándola, pero ella se resiste, pateando y golpeando con sus puños, pero el mayor logra colocarse entre sus piernas, mientras su hermano, besuqueándola las tetas, la sujeta las manos sobre el colchón.

Mi madre chilla impotente, agitándose, intentando escapar, pateando como puede a Junior.

Yo, impotente, no sé qué hacer, estoy paralizado, dudando si intentar ayudarla a escapar o sujetarla para que la violen a placer.

Un grito del mayor, ordenándome que la sujeta las piernas, me saca de mi duda y, como un autómata me lanzo de rodillas sobre el colchón, sujetándola como puedo las piernas.

Junior coge con una de sus manos su verga tiesa y, tanteando, se la mete a mi madre en la vagina.

Un fuerte chillido semejante a un “No” escapa de la boca de mi madre, acompañado de un sollozo desesperado.

Sujetando las piernas de mi madre, presencio a pocos centímetros como entra el enorme cipote en su coño. Y como se agita mi madre al notarlo dentro, pero enseguida el movimiento frenético del mete-saca ocupa toda mi visión, y me doy cuenta que me excita enormemente ver como se la follan.

Pero Junior no quiere acabar tan pronto, así que, con la polla dentro, se detiene mirándola con una sonrisa cruel y la dice:

  • No te preocupes, zorra, que ya te hemos follado muchas veces. ¿Qué crees que estábamos haciendo desnudos los tres toda la noche sobre el colchón? ¿durmiendo? ¡Ja!

Ella le mira con los ojos desorbitados, escapando hilillos de saliva de su boca, sin poder articular palabra.

Junior comienza ahora a moverse lentamente, adelante y atrás, adelante y atrás, follándosela.

Nuevamente intenta mi madre un par de veces patearle, pero mis brazos lo impiden, sujetando sus piernas.

El mayor, sin parar de moverse, la mira sonriente las tetas y exclama:

  • ¡Vaya par de melones que tienes zorra! ¿Cuántas veces se habrán corrido sobre ellas?

Mi madre va a responder, pero antes de que lo haga, un escupitajo verde y espeso se le mete en la boca abierta, entrándola hasta las entrañas.

Tose y la entran arcadas, que celebran los dos monstruos riéndose a carcajadas.

Después de haberla escupido un lapo, Junior se prepara uno nuevo.

Un enorme hilo de densa saliva baja lentamente de la boca de Junior a la de ella, que no puede apartar la cara, cayendo poco a poco sobre su boca, mejilla y barbilla.

  • ¡Cerdo asqueroso!

Y le devuelve rabiosamente el escupitajo que le da a Junior en mitad del rostro.

El mayor, siempre con su polla dentro, la sujeta las dos muñecas con una sola mano y con la mano libre la abofetea fuertemente en la cara.

  • Ahora ¿qué?, zorra. ¿Qué es lo que me decías? ¿Qué te gusta cómo te follo?

El hermano pequeño no ha dejado ni un instante de chuparla y lamerla las tetas, que están brillantes de tanta saliva y sudor.

Junior vuelve otra vez a moverse, a follarla, pero más rápido que antes, a cabalgarla intensamente.

Las enormes tetas de mi madre se bambolean descontroladamente ante las embestidas del mayor, moviéndose sin parar, ahora aquí, luego allí.

Los maullidos de gata en celo se convierten en rugidos de tigresa copulando, y chilla a pleno pulmón, retorciéndose de placer, ante los ojos asombrados de todos.

No sé si la gusta más que la meta el rabo en su conejito o que la coman los melonazos.

Pero lo mismo que sube, baja, y después del orgasmo viene la calma, y se queda como inerte, como si estuviera desmayada, con una extraña sonrisa de satisfacción.

El mayor la desmonta, dejando la entrada a su vagina como si fuera una gruta que llevara al centro de la tierra, de la que escapan borbotones de esperma.

El pequeño mirándome, mueve la cabeza hacia ella y me dice con desprecio:

  • Ahora, tú.

Y como titubeo, me grita:

  • ¡Qué te pongas, coño, que te la folles ya!

Un fuerte bofetón en la cabeza me deja atontado.

Una voz detrás de mí me grita:

  • ¡No has oído, gilipollas, que te la folles ya!

Es Junior, el mayor, que, agarrándome fuertemente por la parte posterior del cuello, me obliga a levantarme y a ponerme de rodillas entre las piernas de mi madre.

  • ¡Venga, coño, que es para hoy, gilipollas!

Me apremian, y, temblándome las manos, cojo mi verga tiesa con las manos y la dirijo hacia la entrada a su vagina.

Como no atino, a pesar del enorme agujero que tengo frente a mí, los dos hermanos se ríen a carcajadas y el mayor me vuelve a dar otro fuerte manotazo en la parte de atrás de la cabeza.

Me saltan las lágrimas, consciente de lo que me obligan a hacer, y se la meto en la vagina.

Mi madre al notar otra vez como la penetran, chilla, intentando recular e impedir que se la follen, pero Toni la retiene sujetándola por el pelo, mientras Junior la agarra por los tobillos, tirando de ella y acercándola a mí, que ya, sin vacilar, se la meto hasta el fondo.

Noto su interior blando y húmedo, más bien pringoso.

La sujeto por las caderas y empiezo a bombear, como ya he visto varias veces que lo han hecho con ella.

Se agita, intentando huir pero la inmovilizan brazos y piernas, y yo continúo con mi rápido movimiento, adelante-atrás, adelante-atrás, para acabar cuanto antes, aunque la situación me excita sobremanera.

Mis potentes y rápidas arremetidas hacen que sus melones se balanceen nuevamente, amenazando en salir botando en todas las direcciones por toda la habitación.

Me viene desde muy dentro una oleada de placer que aflora en un fuerte orgasmo que me obliga a gritar, a desfogarme, notando como un río de esperma inunda el interior de mi madre.

En mitad del espasmo veo como mi madre me mira con una mezcla de desprecio y vicio, y en ese preciso momento una mano desde atrás agarra mi pasamontañas  y me lo quita.

La cara de mi madre se descompone en un instante, y, con todos sus músculos en tensión, me chilla de forma desgarradora, acompañada de una lluvia de saliva:

  • ¡Tú, tú, mi hijo, mi hijo!

Salto hacia tras como un resorte, sacando de un tirón el cipote del interior de mi madre, y, todavía de rodillas, me tapo con las manos la cara, encogiéndome hacia adelante.

No quiero ni ver ni que me vean. Solamente una inmensa vergüenza me atenaza y deseo en ese momento morir, desaparecer de este mundo  como si nunca hubiera existido.

Las carcajadas de los dos hermanos inundan la sala, casi rompiendo mis tímpanos, mientras mis ojos se inundan de grandes lagrimones que anegan mi cara y entran a raudales por mi boca abierta en un grito silencioso de desesperación.

  • ¿Qué he hecho? ¿Qué he hecho? ¿Qué he hecho? ¿Qué he hecho? ….

Un fuerte golpe en un costado me quita el aire de mis pulmones, y caigo de lado en medio de fuertes dolores, pegando con mi cabeza contra el suelo.

Antes de perder la conciencia veo a mi madre pegada a la pared, sentada encogida en el suelo con sus piernas dobladas en posición fetal y agarrándoselas fuertemente con los dos brazos.

Un zumbido fuerte me aleja de este mundo, y la vuelta del zumbido me hace regresar a la realidad, ¿o no?

El zumbido deja paso a unos chillidos histéricos de mujer. ¡Mi madre!

Un terrible dolor está aprisionado dentro de mi cabeza y algo caliente moja mi rostro, sabe a sangre. ¡Mi propia sangre!

Abro lentamente los ojos y una neblina me impide distinguir nada.

Poco a poco se va disipando y unas formas borrosas adquieren movimiento a pocos metros de mi cara.

Al principio no logro descifrar lo que veo, solo siento un dolor muy intenso, pero allí están, otra vez follándosela.

Tumbado bocarriba está uno de los dos hermanos, el mayor. Sobre él, mi madre, de rodillas, reclinada hacia adelante, prácticamente tumbada bocabajo. Detrás de ella el hermano pequeño, en cuclillas moviéndose adelante y atrás, adelante y atrás, sacando y metiendo su cipote una y otra vez del culo de ella, que se mueve descontrolado por las embestidas.

¡La está sodomizando mientras el mayor se la folla!

Una sinfonía de rítmicos sonidos a tres bandas. Los dos hermanos resoplando y jadeando. Ella chillando y jadeando.  Y semejante al repicar de tambores, el sonido de cojones chocando contra el perineo y culo de una mujer, ¡mi madre!

Intento incorporarme pero el primer movimiento me produce tal dolor en el costado que me inmoviliza y, si acallo mis gritos de dolor, es por no alertar a las dos bestias.

A mi derecha hay una amplia venta que da a un jardín, está cerrada pero de fácil apertura.

Se me ocurre una idea, parece imposible pero estoy desesperado.

En el suelo a menos de un metro de donde estoy, está volcado el macizo cubo metálico donde mi madre orinó.

Sin pensármelo dos veces, lo cojo y me dirijo directo y sin hacer ruido hasta los tres cuerpos en movimiento.

Levanta la cabeza el pequeño viéndome venir, pero, haciendo un veloz movimiento de molinillo con el cubo, le propino un fuerte golpe en mitad de la cara que le lanza desmadejado hacia atrás, salpicándome de sangre.

Sin darle tiempo a reaccionar, poniéndome rápidamente de rodillas sobre el pecho del mayor, le incrusto el cubo en mitad de la cara, que lo recibe con cara de estupefacción.

Suena como un globo cuando revienta y nos riega de sangre a mi madre y a mí.                                   

Viendo que Junior no se mueve y que una catarata de sangre sale de debajo del cubo, cojo a mi madre  e intento que se levante, pero está conmocionada.

Me levanto y, sin pisar el reguero de sangre del pequeño que cubre el suelo, me acerco a la ventana, abriéndola. Es un bajo.

Agarrando a mi madre por las tetas y por el culo consigo que reaccione y que se ponga de pies.

Tiro de ella hasta la ventana en el preciso momento que oigo abrirse una puerta a mis espaldas.

Me giro y es el padre que, completamente desnudo, entra hecho un basilisco con una enorme erección entre sus piernas.

No pienso más y empujo a mi madre, que se cae por la ventana, tirándome yo a continuación.

Nada más caer al suelo, ya estamos levantados, huyendo de la ventana antes de que nos agredan.

¡Mi madre ya parece recuperada! ¡Se mueve ágilmente, bamboleando sus tetazas, quizá motivada por el pánico que siente, que sentimos!

Echamos a correr, buscando una salida.

Mi madre delante, moviendo rápidamente sus glúteos que, a pesar del momento, me hipnotizan.             

Bruscamente se gira, cambiando de dirección, pero el balanceo de sus melones no me deja pensar, solo mirárselos embriagado hasta que me fijo en unos enormes perros que nos persiguen.

Veo como ella se sube a un árbol, aprovechando las ramas que llegan casi hasta el suelo, y la sigo literalmente volando para no ser devorado por las fieras.

Levantando mi cabeza para ver las ramas donde me agarro, es el culo de mi madre el que atrae mi atención como un imán. Y más que sus glúteos el agujero que se ve entre ellos y la vulva que sobresale hinchada de tanto polvazo que la han echado.

Se para en su ascensión y mira hacia abajo, viéndome como, en mi subida, observo absorto sus dos jugosos agujeros.

Chocando sus duras nalgas contra mi rostro, me obliga a detenerme pero mis manos son más ágiles y en un pis-pas ya están sobando las deseadas aberturas, sin preocuparme ni pensar en nada más.

Un sobresalto evidente percibo en mi madre al principio, pero lo pasa como si no sucediera nada, aunque mi insistencia empieza a tener su premio y su vulva comienza a lubricar.

La escucho jadear y, entre jadeo y jadeo, suplicarme bajito:

  • ¡Que soy tu madre! ¡Que soy tu madre!

Pero nada, que yo sigo dale que te pego, entrando y saliendo los deditos, arriba y abajo, adelante y atrás.

Y donde entran los dedos, entra la boca y la lengua, así que entre dedazo y lengüetazo mi madre se corrió, chillando sin cortarse lo más mínimo, como una mona en celo subida en un árbol.

Unos gritos desde abajo distraen mi atención y me devuelven a la realidad.

El padre, Antón, aparece corriendo completamente desnudo y pegando voces amenazándonos. A pocos metros detrás viene Lola, su mujer, también en pelotas, con sus enormes balones botando incansablemente.

Debajo nuestro, a los pies del árbol donde estamos, están de guardia dos enormes perros, gran danés.

Al ver aparecer a su dueño tan iracundo intentan quitarse asustados de su paso pero uno de ellos, más torpe, no lo consigue a tiempo, haciendo que Antón tropiece con sus patas traseras cayendo al suelo bocabajo, golpeándose con las raíces del árbol en la cabeza.

Queda tendido semiinconsciente con su culo en pompa, de forma que el perro con el que tropezó se acerca para olerle el culo, sumándose el otro a continuación.

Lola, chillando como una histérica, intenta retirar a los perros a manotazos, pero la dentellada de uno de ellos la alcanza de refilón el brazo, arrancándola un agudo grito de dolor y haciendo que lo retire rápidamente.

Pero para el perro no es suficiente y, viendo como la mujer retrocede asustada, se abalanza sobre ella, empujándola y tirándola al suelo.

Ya en el suelo Lola se pone a gatear, intentando alejarse del perro, pero éste, más rápido, se adelanta y mete su hocico entre las cachas del culo de ella que chilla asustada.

Lola, viendo que no puede huir, cambia de estrategia y se queda quieta, intentando supongo que el perro no la muerda, lo que éste aprovecha para continuar oliéndola cada vez más insistentemente e incluso lamiéndola el culo y el chocho.

En ese momento me doy cuenta que si Lola y su marido no llegaron antes al rescate de sus hijos fue porque estaban follando. Por eso Antón venía con una tremenda erección y ahora los perros no dejan de olerles y lamerles su culo y su sexo.

A pesar del miedo que siente, la mujer no puede ahogar sus gemidos de placer, y es que el perro la está masturbando a base de húmedos lengüetazos.

Por la forma en que crece y crece la verga del perro, está claro que el aroma y el sabor le sobreexcitan sexualmente, se la ponen a mil, y, antes de que la mujer pueda impedirlo, pone sus patas delanteras sobre ella y la monta por detrás, comenzando rápidamente a moverse adelante y atrás, adelante y atrás, follándola.

Oigo a Lola ahogar un chillido, no atreviéndose a más por si la muerde, pero no puede impedir jadear y gemir por la bestial follada a la que la está sometiendo.

Pero el otro perro no se queda atrás.

Alentado por el comportamiento de su congénere y por lo que huele, saborea y ve, sin olvidar un más que probable sentimiento de venganza, se la mete de un golpe por detrás al hombre, haciendo que, a pesar de estar inconsciente, pegue un pequeño brinco hacia delante, y enseguida empieza con el típico baile del mete-saca-mete-saca acelerado, sujetándole eso sí con sus patas delanteras.

A pesar del espectáculo porno al que mi madre y yo estamos asistiendo como espectadores de excepción en primera fila, tenemos que aprovechar para marcharnos antes de que dejen de sodomizarlos y los desmonten, por lo que descendemos con cuidado del árbol y pasamos entre las dos cópulas despacito y sin molestarles.

Siempre recordaré como se movían las enormes lolas de la Lola cuando el perro se la follaba y como su gigantesco culo se agitaba por las arremetidas del chucho. Lo que me hubiera gustado estar en el lugar del perro y volver a follarme esos dos agujeros negros que tenía entre las columnas de sus piernas.

La suerte no nos abandonaba y encontramos el todoterreno de la familia aparcado junto a la puerta del chalet con las llaves puestas.

En un pis-pas nos vemos dentro, yo como conductor y mi madre como copiloto, conduciendo, eso sí, muy lentamente y con mucho cuidado por mi falta de experiencia.

Con las prisas nos olvidamos de nuestras ropas pero quien las quiere cuando nos espera un largo camino a casa en el que parar continuamente para echar unos buenos polvos.

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