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Joder, que puta es la guerra (9) Kokura 1945

en Hetero: General

   Tenéis mi más sincera admiración por la exterminación de esos 11.000 idiotas de ojos oblicuos.

   Frase del almirante William F. Halsey, felicitando a sus tropas por la toma de la isla de Peleliu, octubre de 1944.

   ¡Matad japoneses!, ¡matad japoneses! y después ¡matad más japoneses!

   Lema de las US South Pacific Forces, acuñado por el Almirante William F. Halsey.

      Japón, ciudad de Kokura 9 de Agosto 1945.

   Hiroshi keto era capataz de una cuadrilla de trabajadoras en una fábrica adyacente al astillero naval, tenía mucha suerte pues había sido herido en china en 1938, a raíz de aquella herida perdió un trozo de estómago y le destinaron a trabajos leves en casa, una vez en las islas del archipiélago japonés, hizo un curso intensivo de mecánica y fue destinado a su actual empleo, dirigiendo a su cuadrilla de 12 mujeres que se pasaban el día montando piezas de torpedos para la marina del emperador.

La vida para Hiroshi fue cada vez mejor, era joven pues solo contaba 24 primaveras, era moreno y media casi metro setenta lo cual para un asiático no estaba nada mal, su cuerpo era delgado por culpa del racionamiento pero firme y fuerte como un junco; no solo estaba alejado de los frentes de batalla sino que veía como el resto de los hombres eran reclutados y enviados lejos de sus casas, aquello dejaba a su disposición multitud de mujeres solas y con poco dinero, ni que decir tiene que el bueno de nuestro protagonista sacaba el mayor provecho a la situación pues tenía un buen sueldo, además de ser joven y bien parecido.

Otra cosa importante para él era el factor suerte, efectivamente la suerte le acompañaba siempre en cada cosa que hacía, era el único superviviente de su antiguo pelotón, su herida pese a la importancia cicatrizo rápidamente, cuando se presentó para su actual empleo fue uno de los tres elegidos para ocupar la vacante, a pesar de haberse presentado casi 100 personas para ese puesto; la ciudad de Kokura no había sido bombardeada nunca desde que él vivía allí, en la fábrica había accidentes claro está, pero nunca en su sección ni a ninguna de las trabajadoras de su cuadrilla.

Hiroshi salía de juerga tras el trabajo como los demás capataces, dos veces por semana volvía a casa con una botella de Sake y alguna joven con la que compartirla, en cuestión de sexo la naturaleza le había dotado bien y la práctica le aportó maestría, los años de guerra iban pasando y los tíos desaparecían, las viudas necesitadas abundaban y nuestro amigo no paraba de darle al tema, la única pega era que las chicas querían repetir y algunas incluso cazarlo para ellas, pero nuestro protagonista estimaba demasiado su soltería.

El resultado fue que cada vez salía menos, respetaba a las mujeres de su cuadrilla de trabajo pero a estas les llegaron rumores, así fue como Haruka se interesó por él, aquella mujer de unos treinta años con un físico espectacular pese a sus pequeños pechos, no paro de insinuársele harta que una noche se lo tiro en los vestuarios, la mujer lo comento a sus compañeras y una semana después fue su amiga Sakura la que quiso probar el cimbel de Hiroshi.

Sakura es un nombre muy común, sería el equivalente a Carmen en nuestro idioma, solo que aquella japonesita de ojos castaños almendrados rodeados de una carita preciosa de tez fina y suaves mejillas, alojaba una boca de lo más sensual con la que sabía hacer maravillas una vez que se ponía a mover la lengua y no precisamente hablando, su primer beso le supo divino y la primera mamada le llevo rápida y directamente a la cima del monte Fuji, donde explotó de pura dicha como un volcán lácteo, salpicando la cabeza de la joven, su cara y cabello le recordaban a los almendros en flor salpicados de motas blancas.

Pese a no querer enamorarse de nadie Hiroshi se rindió ante las dotes feladoras de Sakura, esta era virgen y solo se entregaría a un hombre tras casarse, con lo cual solo daba anticipos orales y manuales, esta tenía 22 añitos y “amigos” desde los 16 lo cual la hacían una experta en cierto tipo de… anticipos, cuando el bueno de Hiroshi quería algo más salía a la calle o recurría a Haruka, esta no se hacía de rogar y daba unos revolcones apoteósicos a nuestro joven amigo.

El tiempo pasó y llegamos a la fecha concreta, 9 de agosto de 1945, tres días antes una bomba atómica había estallado en Hiroshima, las noticias eran escalofriantes pese a llegar censuradas, todo el mundo pensaba en que podían ser los siguientes a los que les tocase la china, algunos se deprimían, otros se escondían o desertaban, otros chingaban como locos antes de que el mundo se acabase, las personas reaccionaban de mil maneras distintas, buena parte de la población se encontraba en estado de shock, por los comentarios que boca a boca llegaban desde Hiroshima.

Hacia las 09:10 sakura se quejó al caerle en un pie una pieza de metal, Hiroshi se precipitó en su ayuda llevándola al dispensario de la fábrica a la vez que ordenaba al resto de la cuadrilla que volviera al trabajo, el medico la reconoció de inmediato y tras ponerle un vendaje fuerte en el tobillo la recomendó volver a su hogar y descansar el resto del día, Hiroshi la acompaño al vestuario para que se cambiara pero cuando se disponía a salir la melodiosa voz de Sakura le contuvo:

-      No te vayas Hiroshi, ven y mírame.

-      No debo Sakura, ya sabes… las demás podrían venir.

-      No vendrán, son muy disciplinadas, es ahora o nunca, ¡ven amor mío!

Se tirase a quien se tirase o en brazos de la consoladora Haruka, la verdad es que nuestro protagonista estaba enamorado de Sakura hasta las cachas, aquella joven le traía loquito, así que al volverse viéndola quitándose la bata y abriendo las piernas delgadas pero muy bien torneadas dejando entrever sus blancas braguitas, no dudo y se acercó a ella sintiendo como su verga crecía de deseo.

Ella estaba sentada en un banco al lado de su taquilla, se arrodillo frente a la joven besándola en la boca a la vez que la abrazaba con su brazo izquierdo, la mano derecha comenzó a hurgar en la braga apartándola para dejar paso a sus dedos inquietos tocándola el chochete, Sakura mordió suavemente el labio del hombre mientras un suspiro salía de su boca al sentir los dedos penetrándola suavemente, sus pezones reaccionaron al frotar sus pequeños pero firmes senos contra el pecho de Hiroshi, este no se detenía y mientras besaba a la joven acariciaba su nuca con la zurda a la vez que meneaba diestramente los dedos de la diestra buscando el clítoris mojado bajo la braga.

Mientras recibía caricias, Sakura sentía su calentura crecer cada vez más, debía ser suya ahora, ya no le importaba nada más que el cariño de Hiroshi, sus manos descendieron soltando el cinturón del joven manoteando a ciegas, hasta que consiguió soltar el pantalón y tocar la dura superficie cálida de la verga enhiesta, el empujaba sin cesar de acariciarla, ella dirigía el prepucio a su grieta sin parar de besar la boca de su amor, con la braga echada a un lado el prepucio entro en contacto con la vagina, resbalando arriba y abajo por los empapados labios vaginales abiertos y dispuestos a la placentera intrusión.

-      Métemela Hiroshi ¡por favor!

-      No sé si… ¿estas segura?

-      Si… lo estoy, te necesito ya mismo, vamos entra. –dijo ella entre jadeos.

El hombre no se hizo de rogar, él también la deseaba y empujo suave pero firmemente alojando el prepucio dentro de ella, la vagina se adaptaba rápidamente al miembro tras un pequeño dolor, ella sentía como el temor se disolvía envuelto en placer que la llegaba a oleadas, las arremetidas de la verga eran acompañados por gemidos de dicha de la morena, los movimientos se acompasaron pero el banco era pequeño y acabaron ambos en el suelo, sin detenerse apenas volvió a meter su verga húmeda de flujo y sangre arremetiendo con ganas, el movimiento de pistón dentro y fuera les transportaba a un mar de dicha, ambos gemían acercándose al orgasmo, sus cuerpos eran deseo puro, los dos amantes se miraron viendo el placer reflejado en la cara del otro y tras varios minutos de pasión el orgasmo común los alcanzó sumergiéndoles en un maremágnum de jadeos y placer sin fin a la vez que ambos se corrían simultáneamente sin dejar de mirarse a la cara, en sus oídos resonaba el sonido de los gemidos del otro.

-      ¡Hijos de mala madre, puercos! Se lo diré al encargado –era Haruka gritando desde la puerta del vestuario- ¡así que follando en los vestuarios como perros ya veréis!

-      Espera Haruka, ven todo se puede explicar. –dijo Hiroshi levantándose y vistiéndose, Sakura se tapaba como podía.

-      Una mierda vas a explicar, -los ojos de Haruka brillaban de furia- me pones los cuernos con la niñata esa.

-      Sabías que Sakura y yo éramos nov… ¡espera!

La mujer dio la vuelta y salió seguida por Hiroshi que a trompicones se colocaba la ropa, debía alcanzarla antes de que los denunciase al jefe de la cadena de montaje, ambos bajaron la escalinata metálica que conectaba los vestuarios con la gran nave de la fábrica, rápida y algo torpemente la mujer en la precipitación del momento golpeo a una trabajadora que manejaba en ese momento un soplete, esta se giró debido a la violencia del golpe, sin darse cuenta de que la llama del soplete quedaba cerca de la cola del gato gris que tenían como mascota, este corrió despavorido con su cola en llamas, directamente hacia la lavandería donde cayó sobre unos trapos manchados de grasa.

Así comenzó un incendio que se propagó por una de las secciones relativamente pequeña de la fábrica, naturalmente todo el mundo corría en dirección a la salida, mezclándose con el equipo de contención de incendios que entraba en dirección contraria, el humo aumentaba al haber grandes cantidades de aceite y grasa, aquello se convertía rápidamente en confusión, carreras y gente tosiendo, para acabar de complicar la cosa empezaron a oírse las sirenas que anunciaban un ataque aéreo.

Los trabajadores salían de la gran nave industrial, los coches de bomberos se acercaban añadiendo más confusión al cuadro, todos buscaban un refugio antiaéreo, de la fábrica salía una espesa nube de humo negro que trepaba perezosa hacia el cielo pues aquel día soleado, claramente veraniego lucia despejado y apenas hacia viento, a consecuencia de aquello el gran penacho negro era claramente visible a kilómetros.

La defensa antiaérea detecto tres aviones B-29 evolucionando sobre la ciudad, rápidamente abrieron fuego sobre ellos, pero sin más resultado que ver como los aparatos se alejaban sin bombardear nada, el incendio no tardó mucho en ser apagado, los responsables fueron identificados entretanto, cuando se dirigían a las oficinas de dirección les freno un súbito resplandor lejano que les cegó momentáneamente, eran las 11:02 de aquel 9 de agosto de 1945, la ciudad de Nagasaki acababa de ser destruida.

Los tres implicados fueron detenidos e interrogados por la implacable Kempeitai (policía secreta) acusados de sabotaje y señalar un blanco estratégico a los aviones estadounidenses, durante días fueron maltratados pero el final de la guerra llegó acabando con su sufrimiento, Sakura e Hiroshi acabaron casándose y teniendo un par de críos, Haruka se lió con un secreta pues encontraba un cierto placer por ser atada, el gato de la fábrica acabo en una cazuela de menestra durante la gran hambruna que siguió a la guerra.

Estos protagonistas jamás supieron que gracias a ellos salvaron su ciudad del holocausto atómico, jamás sabrían que paso sobre ellos ni como sus actos cambiaron la historia.

Jamás supieron que:

El alto mando norteamericano había ordenado el bombardeo de Kokura como blanco principal de su bomba de hidrogeno apodada “Fat man” (hombre gordo) los motivos eran malévolamente simples, la ciudad de Kokura de 51.600 habitantes, está situada sobre un istmo de tierra que conecta las dos principales islas del archipiélago japonés Houshu y Kyushu, la ciudad contaba con una gran industria bélica además de albergar uno de los mayores arsenales de la marina nipona.

Las ordenes eran claras, se debía localizar el arsenal y soltar la bomba directamente sobre el a fin de magnificar la explosión, se pretendía crear tal cráter que las aguas al avanzar cortaran la estrecha franja de tierra inundando los restos de la ciudad y por tanto la conexión entre las islas, literalmente cambiarían los mapas de Japón.

El avión que lanzaría la bomba de hidrogeno era un B-29 llamado Bock´s Car, pilotado por el comandante Chales W. Sweeney, le acompañaban dos aparatos más con cámaras y equipo que hacían el papel de señuelo para las defensas niponas e interceptación de cazas; la pantalla de radar del aparato líder señalaba la proximidad de Kokura, se armó el artefacto y se abrieron las compuertas de la bodega de carga, la tripulación se colocó las gafas protectoras oscuras para no quedar cegados por la inminente explosión.

El milagro sucedió cuando el bombardero no localizo el blanco, efectivamente la zona del arsenal era la única zona en toda la ciudad que no podía verse, la causa era un pequeño incendio que liberaba una espesa nube por la zona impidiendo ver dicho arsenal, parecía increíble que en un día claro y despejado la única cosa oculta fuera dicho blanco pero así sucedió, las ordenes eran tajantes, o se lanzaba sobre ese punto o se pasaba al blanco secundario.

El bombardero dio tres pasadas desde distintas trayectorias pero el blanco seguía oculto por aquella oportuna nube de humo, la defensa antiaérea comenzaba a dispararles, el operador de radio informó de la localización de una transmisión entre cazas, los japoneses estaban dirigiendo aviones hacia ellos, el comandante Sweeney dio la orden:

-      Suspendan lanzamiento.

Se cerraron las puertas de la bodega de carga, el B-29 varío el rumbo y procedió hacia su blanco secundario, a las 11:02 estallaba la bomba sobre la ciudad de Nagasaki matando a 73.000 personas, este hecho aceleró el fin de la segunda guerra mundial. Japón se rindió el día 2 de Septiembre de 1945, la matanza había concluido.

¿Fue casualidad o la sempiterna suerte de Hiroshi? Bueno amigos eso no se sabrá nunca, como todos los relatos de esta serie los datos son ciertos pero los personajes no, (salvo el piloto del B-29) lo cierto es que el incendio ocurrió.

Encontrareis más información sobre esta y otras historias en un libro titulado: Hechos insólitos de la segunda guerra mundial, autor Jesús Hernández, publicado por inédita editores, recomiendo su lectura.

¡Sed felices!

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