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San Francisco 1953

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San Francisco 1953

   Anochece en esta lluviosa tarde de primavera, estoy sentado al volante de mi coche, un Packard negro que ha conocido tiempos mejores, en la radio suena un blues lento y melancólico que me da un puntillo de sosiego, uso la manivela para bajar un par de centímetros la ventanilla y con gesto mecánico enciendo un cigarrillo Chester sin filtro, debería vaciar el abarrotado cenicero del coche pero me muevo lo menos posible para no delatar mi presencia a posibles curiosos, las vigilancias tienen esas cosas.

Me llamo Clark Simpson, mido metro ochenta y peso 85 kilos, pelo moreno abundante y cara atractiva cuando sonrío, eso al menos dicen mis pocas amigas, lo malo es que realmente sonrío poco, soy sargento de la brigada de robos de la policía metropolitana, bueno eso es ahora, pero comencé mi vida laboral siendo mecánico de coches durante algún tiempo, la guerra me convirtió en soldado de tanques durante cuatro años en los que luche por media Europa, se me daba bien y llegue a oficial tras cargarme a bastantes nazis por el camino, un camino en el que aprendí a sufrir y a odiar tras perder buenos camaradas de armas, pasada la guerra ingresé en la policía y estuve pateando calles hasta que me llego el ascenso, ahora tengo 34 años, sigo soltero y cobro 200$ a la semana por detener delincuentes, resumiendo, ni esposa ni hijos, un apartamento alquilado en un viejo edificio, un trabajo de mierda con el que sufro dolores de espalda y el convencimiento de que jamás seré rico trabajando, esa es mi historia y el motivo de mis escasas ganas de reír.

En la radio acaba el blues y comienza un swing, expulso lentamente el humo del cigarrillo y lanzo la toba por la ventanilla, pues últimamente la garganta me rasca bastante, lo hago justo a tiempo pues mi objetivo sale de la casa que llevo tres horas vigilando, es un tipo blanco, aparenta cuarenta años y mide metro sesenta, viste un viejo sombrero oscuro y un grueso chaquetón de marinero, monta en su coche, un Oldsmovile casi nuevo que desentona con su indumentaria y domicilio, lo cual reafirma mis sospechas de que ha pescado dinero abundante muy recientemente, pongo en marcha el coche y le sigo con las luces apagadas durante unos metros para que no me vea, al torcer la primera esquina doy las luces y me uno al trafico como cualquier otro coche.

Mi objetivo se llama Toni Wattser alias “el sapo” tiene antecedentes por robo y extorsión, le sigo durante varias manzanas sin llamar su atención, el tipo tras dar un amplio rodeo se dirige hacia los tinglados del pantalán de mercancías del puerto, allí el tráfico es mas de camiones que de turismos y la velocidad está limitada a 30 millas por hora, veo que reduce su marcha e imagino que buscara luces por el retrovisor, así que le doy algo de ventaja y apago las luces del coche siguiéndole casi a oscuras, tres minutos después llegamos al muelle pero mi sospechoso se detiene ante el almacén número 12, en la puerta de este hay aparcado un Chevrolet azul claro de último modelo, que desentona en el lugar más que una sesentona en un garito de striptease, voy tan lento que me da tiempo a memorizar su matrícula.

Detengo el coche en las sombras de un edificio, veo que Toni entra en el almacén me apeo del vehículo y corro hacia la pared del edificio, me detengo bajo una ventana iluminada en la parte trasera de este y escucho, mientras palpo comprobando mi sobaquera y el colt 1911 con su cargador de 8 balas del 45 siguen en su sitio, dentro están discutiendo y se escucha bastante bien el dialogo, son dos voces una de hombre mayor de tono suave y otra más joven aunque grave:

-      Parece estar todo, al menos por esta vez.

-      El último pago, recuérdalo Toni ya tienes tus veinticinco de los grandes, no habrá próxima vez.

-      Vamos teniente no seas así, has sabido invertir y tu papa te dio enchufes en la vida, ¿no querrás perder todo eso verdad? fuiste un chico malo y lo sabes.

-      Van tres pagos, uno de cinco mil y dos de diez mil, no veras un dólar más.

-      Bueno jefe esa es tu opinión, lo cierto es que quiero el doble y me los darás o cantaré, cincuenta mil pavos no es mucho dinero para ti, pero para mí es iniciar una nueva vida lejos de aquí.

-      Lárgate y olvídame, no me gustáis los chantajistas solo sois sanguijuelas.

-      Sam no me des la espalda, teniente no te vayas…

Escuché pasos alejándose, seguidos de pasos precipitados y rumores de pelea seguidos de gruñidos y algún quejido, entretanto di un salto agarrándome al alfeizar de la ventana sujetándome como pude, ya que mis pies no tocaban el suelo, desde allí vi el interior del almacén divisando a dos figuras forcejeando en el piso, finalmente escuche la voz del más joven diciendo:

-      ¡Maldito seas sargento Wattser, suéltame malnacido!

-      De acuerdo Sam, -Toni se levantó sacando una navaja, dijo- vamos levanta y vete a casa, la semana que viene ven a la misma hora, trae diez mil más y la semana siguiente los quince restantes, te daré las fotos y sus negativos al recibir el pago, ahí se acabara todo.

-      Maldición, no puede ser que seas tan puerco, no me denunciaras pues tú también acabarías en Alcatraz, estas tan pringado como yo.

-      Claro que si hijo de papa, pero tú lo perderías todo, yo en cambio apenas nada pues eso es lo que tengo, ¡pagaras y callaras! recuerda que tengo varias fotos muy bien guardadas, fotos de chicas japos con botellas metidas por la vagina y un tío con un bate, junto con otras un poco más sangrientas, recuerda que tú las llamabas el antes y el después, además también recuerdo ciertos hoyos en el desierto que se usaron como tumbas.

-      Solo sacamos aquellas fotos como defensa, -dijo Sam- aquel oficial mutilado solo se vengaba de las japos por lo que sus soldados le hicieron, los demás solo nos divertíamos con ellas, todos nos follamos a unas cuantas, tú no te quejabas precisamente y tuviste tu parte de las ganancias.

-      Claro que la tuve, pero la vida da muchas vueltas y me gasté todo el dinero, luego me falló el trabajo y pensé en conseguir dinero devolviéndole sus fotos a mi viejo amigo, el tenientillo salido y rico.

-      ¡Cerdo asqueroso! Vale tu ganas, pero solo obtendrás cincuenta mil es mi última palabra, recuerda que yo también conozco a gente sin escrúpulos.

-      ¡Lárgate nene, vete a casa! no me das pena –dijo “el sapo” dándole la espalda mientras guardaba la navaja.

Aupado en la ventana vi como el hombre más joven, rubio de pelo corto y vestido con un traje claro se alejaba hasta la puerta del almacén, ahí se detuvo y metió la mano derecha bajo un trapo que había en una estantería, el movimiento fue rápido al igual que el giro de su cuerpo, un instante después aquella mano empuñaba un revolver Smith&Wesson del 38 con cañón corto, el tipo gritó:

-      ¡Sargento Toni Wattser, mírame cerdo y muere!

-      Vamos tenientillo no seas así, -dijo Toni mientras se giraba y se quedaba muy quieto.

-      Tira la navaja sapo, no eres muy listo trayendo una navaja a un tiroteo.

-      Si hubiera sabido que era un tiroteo…

-      La estupidez no es una buena excusa, ahora tira hacia mí la navaja y el sobre con el dinero, ¡con cuidado!

Vi como Toni lanzaba los objetos indicados, el joven se acercó varios pasos y cuando estaba a cinco metros de Toni le disparó dos veces al estómago, las detonaciones resonaron por el almacén mientras la figura del herido se contorsionaba cayendo al suelo, sin perder tiempo el joven se arrodillo ante el caído, apenas escuche lo que decían:

-      Vamos sapo, te vas de viaje al infierno así que dime donde están mis fotos y viajaras ligero.

-      Ya las veras en la prensa cabrón… llama a un médico o te arrepentirás, esto duele… mucho.

-      Dime donde están las fotos, contare hasta tres, uno… dos… tres.

Al tres, siguió otro tiro a bocajarro justo bajo el cinturón del caído, el cuerpo se convulsionó a la vez que el herido aullaba de dolor, debía soltarme de la ventana y detener aquello pero me detuvieron los gritos del joven.

-      ¡Yo también he dedicado a algo mi tiempo libre, se dónde vives y con quien! Visitare a tu amiga Penny, ella me dará las fotos, por las buenas o por las malas.

-      ¡Noo… no la toques puerco! Ella no sabe… nada de esto.

-      Recuerdas el campo de asiáticos, ¿recuerdas a Asuka o May-lin lo que les pasó, te gustaría ese mismo tratamiento para tu rubia?

-      ¡Déjala en paz, ella no sabe… dónde están las fotos… lo juro.

-      ¡Vamos Wattser, me aburres! volvamos a la táctica del un dos tres, justo las balas que me quedan, me cuentas lo de las fotos o disparo, uno… dos…

-      Espera, espera un momento… de acuerdo… las tiene Bill Murson.

-      ¿Aquel soldado pecoso y pelirrojo?

-      Siii… vive aquí… en la calle 33, tiene una tienda… de libros, no toques a Penny.

-      ¿Sabes? no te creo, ¡Tres!... BANG.

Aquello fue demasiado debía intervenir, sin duda debido a los nervios me solté de la ventana sin mirar donde aterrizaba, cayendo en mala postura sobre unas latas con el consiguiente escándalo, me incorporé vacilante al mismo tiempo que sacaba la pistola de la sobaquera y me dirigí hacia la entrada del almacén no muy rápido pues me había torcido el tobillo en la caída, dentro sonó una quinta detonación y ruido de carrera, antes de llegar a la puerta salió el rubio metiéndose en su coche como una exhalación.

-      ¡Alto, Policía –Grité apuntando hacia el coche con mi arma.

El Chevrolet azul se pone en marcha derrapando y lanzando hacia mí un alud de grava suelta, a tan corta distancia estos guijarros me hacen el efecto de una perdigonada, eso no impide que antes de que el coche se aleje demasiado le pegue un tiro, este impacta en la parte trasera cerca de la matricula que ya había memorizado, pero no evita que el vehículo se aleje hacia la ciudad.

Enfundo el arma y entro en el almacén, el sobre con el dinero no está pero si la navaja, veo la figura de Toni Wattser en el suelo sobre un charco de sangre, este tiene el chaquetón abierto y aún vive pero boquea como un pez fuera del agua, me arrodillo ante el examinando sus heridas, ¡cinco balazos! Tres en el estómago, uno en el vientre y otro en el pulmón izquierdo, se muere rápidamente pues veo en su boca sangre oscura con burbujas de aire.

-      Tranquilo Toni, soy policía y he puesto en fuga a su agresor, dígame su nombre por favor ¡quién es y porque lo ha hecho!

-      ¡Un medico… por dios un médico.

-      Es tarde amigo, no llegaría a tiempo pues tienes cinco tiros y estas muy mal, ese tipo te mata y se va de rositas, dime algo.

-      Se llama Sam McOglin… era mi teniente durante la guerra… estábamos en Nuevo Mejico… en un campo de concentración… para japoneses americanos… familias enteras pasando hambre… chicas fáciles para… prostituíamos a las jóvenes… algunas murieron… las enterramos eran… mucho dinero fácil… tomamos fotos  de estas… las tiene Bill Murson, pero mi mujer Penny… ella no lo sabe, ¡Protéjala! yo no pue…

Un estertor salió de su boca salpicando sangre, el cuerpo se convulsionó un par de veces y su cabeza cayó hacia atrás, estaba muerto; llame por la radio del coche y no tardaron en presentarse varias patrullas, una ambulancia el forense y el juez, amanecía cuando acabe mi informe en comisaria, mi cuerpo pedía una cama a gritos, me puse el sombrero y levante el cuello del impermeable, salí del edificio y encendí un chester, el día era gris y lloviznaba empapando silenciosamente la ciudad, la garganta me rascaba y tenía los ojos enrojecidos, inhale profundamente una calada mientras me dirigía al coche, suponía que pasarían el caso a homicidios y me dejarían en paz, no sabía lo equivocado que estaba.

Continuara?

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Hola amigos, me apetecía hacer un relato tipo Bogart, ya sabéis detectives, años cincuenta y pelis en blanco y negro, tipos duros fumando y chicas fáciles, no olvidemos que durante la II guerra mundial el número de chicas americanas desvirgadas y embarazadas alcanzo niveles astronómicos, al igual que las bodas con los soldados que regresaban vencedores, cuando el mundo quedó en paz aquellas mujeres no podían volver a ser las mojigatas de antes, la mayoría ya sabían lo que era un polvo bien echado y muchas lo buscaban.

En Estados Unidos si existieron los campos de concentración para desplazados de origen asiático, allí tras quitarles sus casas y propiedades, se internaron a los ciudadanos de origen Japonés, Chinos, Hawaianos, Coreanos, Vietnamitas y en general cualquiera que tuviera rasgos orientales, la excusa era evitar linchamientos por las calles tras la infamia de Pearl Harbour, pero la realidad era que el gobierno no se fiaba un pelo de ellos, en general el trato en los campos era moderadamente bueno para estas personas, se llegaron a reclutar hombres de dichos campos para formar regimientos de infantería, muestra de la poca confianza que el ejército tenía en su fidelidad a la bandera de las barras y estrellas, es que no fueron empleados en el pacifico sino en la campaña italiana contra los alemanes con bastante eficacia.

Este relato es fruto de la enfermiza mente de su autor, cualquier parecido con personas hechos o nombres es meramente casual, espero que lo disfrutéis y dejéis comentarios si queréis una segunda parte, cuidaos y no olvidéis ser felices.    

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