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Martita llegaba tarde y... se atascó.

en Amor filial

   Marta Pelaez tenía 18 años cuando ocurrieron los hechos de este relato, si alguien se siente molesto por el tema de la edad, que salga, gracias.

1ª Parte. Hechos.

   Marta es una jovencita rubia con una larga trenza hasta media espalda, tiene el cuerpo bastante desarrollado para su edad pues es alta y espigada, su cara es atractiva, sus pechos medianos y tersos, Marta se siente orgullosa de su cintura breve de avispa, la cual muestra siempre que pude usando tops o camisas cortas, lo único que no la gusta demasiado de su cuerpo son sus anchas caderas, pues la hacen un culo firme y grande que atrae las miradas de los chicos, eso hace que se sienta por una parte deseada, pero por otra un tanto incomoda.

Martita se había dormido tarde tras andar de botellón con su noviete Rafa y los colegas de la pandilla, al despertar aquel Lunes de Mayo, se dio cuenta de que no llegaría a tiempo al instituto, pero no podía faltar a las clases pues Fermín, su padre, se enteraría y la daría un buen castigo, era inevitable que esto sucediera, pues trabajaba como jardinero en el colegio privado colindante y se llevaba bien con el personal del otro centro.

Así pues, nuestra rubia protagonista se aseó y vistió velozmente, poniéndose un top azulón y una breve falda tableada con estampado a cuadros de vivos colores verdes y marrones, se colocó su gorra negra de una famosa marca con la visera vuelta hacia la nuca y sonrió al espejo; cargada con su mochila salió de casa a la velocidad del rayo y corrió febrilmente, no tardó mucho en recorrer el kilómetro que separaba su hogar del centro estudiantil, pero al llegar a la puerta se encontró con la verja de la entrada ya cerrada.

Dio un vistazo a su reloj de pulsera, ¡solo eran 30 minutos tarde! Podía llamar al timbre y salir airosa con una regañina y poco más, pero temerosa de su padre busco otra solución alternativa, podría entrar por la parte de atrás del muro, una vez dentro fingiría que estaba en el servicio con dolor menstrual, amparándose en dicha excusa saldría impune del castigo.

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2ª Parte. El muro trasero.

Pensado y hecho, Marta se dirigió a la parte posterior del instituto, este daba a una estrecha calle con solo un par de portales y apenas transitada de día, pero frecuentada de noche por una variopinta mezcla de fauna urbana que se dirigía a un próximo punto de venta de drogas, la rubia busco el agujero en el muro, llevaba dos años sin usar aquella entrada, recordaba su forma y aspecto, el boquete tenía el tamaño de un balón de playa grande y estaba a medio metro del suelo por lo que podría pasar fácilmente gateando, lo mejor era que podría pasar desapercibida, por fuera el hueco estaba medio oculto por un arbusto, y por dentro había un grupo de arbolitos que impedía su visión desde las ventanas de las aulas, deba a la esquina del patio que lindaba con el colegio de pago donde trabajaba su padre.

Encontró el lugar pero se llevó una sorpresa, ¡cemento fresco! Acababan de tapar el hueco, de hecho el arbusto había sido arrancado y tirado a un lado, había una carretilla con ladrillos y un cubo con cemento todavía húmedo al lado junto a varias herramientas y un mazo, vio un par de conos de color naranja y varios trozos de cinta señalizadora para evitar accidentes, el o los obreros no estaban a la vista, por lo que supuso que al terminar la ñapa habrían ido a desayunar al bar cercano, Marta consultó el reloj, habían pasado 40 minutos de su hora de entrada, no podía volver a la entrada, tardaría un rato en rodear la finca y llamar a la puerta, la sanción seria mayor.

¡Rompería el muro! Aquello esteba fresco y cerca tenía un mazo, no se lo pensó demasiado, tras arrancar la cinta roja y blanca se quitó la mochila,  tomo el mazo y de tres golpes hizo saltar buena parte del remiendo hacia dentro, comprobó el tamaño del boquete y supuso que cabría por él, así que metió la mochila con algo de esfuerzo y luego poniéndose de rodillas metió su cabeza,  al pasar se manchó ligeramente la gorra y el pelo con cemento, pero la rubia era obstinada y fue entrando los hombros poco a poco a base de contorsiones, su cintura no le dio problemas, sino más bien un alivio dado su poco volumen.

Las caderas y su atractivo culo eran otro cantar, el hueco no era lo bastante grande para sus rotundas nalgas, simplemente no había contado con aquello y no había hecho el hueco lo bastante ancho, para colmo de males el cemento de los ladrillos estaba fraguando y se endurecía alrededor de su cuerpo, con cada movimiento cada vez más desesperado sentía como estos arañaban su fina piel, marta gimoteaba de impotencia y desesperación, no le quedaba mas remedio que gatear en marcha atrás y salir por el mismo sitio.

En ese momento llegaron Goyo y Benito, los obreros que habían tapado el agujero, ambos cuarentones, vestían monos azules, chalecos reflectantes naranjas y cascos de plástico algo sucios, congeniaban bien tras varios años de currar juntos y eran de parecido carácter, el primero era un tipo flacucho y más largo que un día sin pan, con barba descuidada y con un tic compulsivo que le hacía tocarse los huevos cada tres minutos, el segundo era canijo, obeso y casi calvo, este se hurgaba los dientes con un palillo intentando sacar de entre ellos los restos del bocata de tortilla de chorizo, cuando lo conseguía masticaba y tragaba de nuevo en vez de escupir, era un ceremonial rutinario al que llamaba “segundo desayuno” el Benito era de la opinión de que la calle no tenía que engordar pero el sí.

Imaginemos pues la reacción de ambos, al ver un hermoso culo de chavala joven, asomando por la pared en la que habían estado trabajando… durante diez segundos ambos permanecieron quietos y en silencio… El Goyo se rascó las pelotas… el Benito se pinchó en la encía pero no se quejó.

-      ¡Menudo pedazo de culo! –Dijo Benito.

-      Hermoso de verdad, si señor, -Responde Goyo- de los que me receta el médico para la tensión.

-      Si pero nos ha fastidiado la ñapa –Contesto el primero-

-      A ver como se lo explicamos al encargaó cuando venga, -Dijo Goyo- si le contamos esto nos manda al paro por guasones.

-      ¡Oigan! ¿Quién está ahí? –Marta gritaba desde el otro lado- ¡por favor ayúdenme, estoy atrapada!

-      Pero muchacha. –Contesta Goyo- ¿Cómo se te ocurre meterte por un bujero de la tapia?

-      Llegaba tarde, ¡por favor sáquenme de aquí!

-      Espera a ver como lo hacemos sin hacerte daño. –Dice Benito a gritos.

Ambos compañeros se miran y se comprenden, tras una hora larga currando para tapar el agujero ha llegado esta puñetera cría malcriada y les ha chafado el trabajo, observando la falda tableada de vivos colores, piensan que es una alumna de las del colegio de lujo, esa pija repipi y culona merece un castigo y ellos se lo darán por no respetar el trabajo de dos currelas del montón.

-      Mira chica, esto no es fácil, -Dice Goyo- si nos ponemos a dar golpes te podemos herir.

-      Pero he de salir, ¡quiero salir…ya!

-      Baja la voz o vendrá gente y todo el mundo te vera el culo ¿quieres eso?

Marta piensa en el espectáculo que diría su padre si la pillase ahi y en esa postura, emparedada y con todo el culo de cara a la calle, ¡la castigara sin salir hasta el día del juicio final! decide hacer caso al desconocido y bajar la voz, el sigue hablándola:

-      Mira bonita, mi colega va a poner agua en abundancia y algunos paños mojados alrededor para aguar la mezcla, en media hora te podremos sacar dando un par de tirones, así que no te alarmes y confía en nosotros, en un rato estarás libre.

El flaco indica por señas a su compañero que ponga más cemento alrededor del hueco para sujetar a la chica por la cintura, este añade algo de agua a la mezcla y la bate febrilmente, mientras uno habla tranquilizando a la rubia, el otro vierte el cemento y pone algún trozo de ladrillo alrededor de su cintura, su propósito no es liberarla sino fijarla bien durante unas horas, después podrán hacer lo que quieran con ella y de paso darla una lección.

Benito es todo un profesional, hace el trabajo rápido y bien, rellena los huecos e incluso da una cierta curva a los bordes para que no arañen la cintura de la joven, una vez acabado contempla su obra y el hermoso culo que sobresale de ella, pero le interrumpe la voz de Goyo diciendo:

-      Tráete la tienda de la furgoneta antes de que alguien nos vea, no queremos acabar en comisaria.

-      ¡Caramba! Es verdad, si nos pilla la pasma con un culo emparedado a ver que decimos.

Diez minutos después han acercado la furgoneta, tras aparcarla subida un poco en la acera han montado una de esas pequeñas tiendas de plástico típicas de las obras, esta tiene el tamaño de una cabina de teléfonos, cumple a la perfección su objetivo, que no es otro que mantener a sus ocupantes al amparo de miradas indiscretas, ocultar la escena y de paso dar algo de sombra-

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3ª Parte. El peaje.

Martita sentía murmullos y ruidos a su espalda, aquello la tenía ceñuda y bastante preocupada, sentía fresco en el culo pero se resentía de dolor en las rodillas por culpa de la postura, la voz de Goyo la informó de que habían puesto una tienda de plástico y que podía estar tranquila pues nadie la podría ver, también la hizo levantar alternativamente ambas rodillas, bajo las que metió un par de chalecos doblados para amortiguar sus doloridas articulaciones; pero minutos después sintió roce de manos en sus nalgas, alguien estaba trasteando con la falda volviéndola hacia arriba, embutiéndola en el agujero entre su cuerpo y el cemento para no arañar la suave cintura femenina, aquello alarmó a nuestra protagonista que dijo en voz alta:

-      ¿Oigan, que hacen ahí atrás?

-      Veras chica –Contestó Benito- nos has fastidiado el trabajo de la mañana, es justo que recibas un castigo.

-      Considéralo un peaje de paso –Añadió Goyo- no te resistas y dolerá menos.

-      Sois unos cerdos, ¡soltadme!

-      De eso nada bonita –Dijo el gordo- te has cargado nuestro agujero y ahora te toca pagar la reparación.

-      Eso es –Apostilla el delgado- hoyo por hoyo y diente por diente, ya lo dice la biblia, así que calla y disfruta del castigo.

Marta se contonea débilmente pues siente el cemento arañando su cintura, gimotea y llora de impotencia sintiendo cuatro manos callosas acariciando su hermoso trasero, grita una vez más:

-        ¡Dejadme en paz! Por favor os lo pido, ¡no volveré a hacerlo!

-      Ya lo imaginamos –Contesta Goyo, añadiendo entre risas- ¡por eso hay que aprovechar la ocasión.. jua jua jua.

Benito se ríe con ganas coreando a su colega, sus manos no permanecían ociosas, está concentrado, sobando diestramente aquel hermoso pandero femenino, mete los dedos bajo la tela del tanga verde y tira de ella suavemente, la cinta se incrusta entre los mofletes, la fina tela se pega al monte de venus hundiéndose un centímetro en la raja del sexo, la visión es excitante, el hombre no se lo piensa y recorre con un dedo aquella raja hundida, escucha como su dueña gime de frustración, la tela toma un color más oscuro al mojarse.

-      ¡Puercos, cerdos, soltadme! –Grita Marta.

-      Si sigues alborotando te acabaran oyendo –Dice Benito- no te gustará ser la comidilla de tus compañeras de colegio.

-      Comentaran esto durante meses –Apostilla Goyo- grita y la vergüenza te perseguirá durante mucho tiempo, te señalaran por la calle y se reirán de ti.

-      Solo te queda aceptar y callar –Añade Benito- pagaras tu peaje y te soltaremos sin más rollos, nadie sabrá nada y nada diremos, tú lo consideraras un polvo más y todos contentos, ¿no serás virgen?

-      ¡No! ya superé esa enfermedad infantil y tengo novio, pero… ¡prometed que me soltareis!

-      Te prometemos que a la hora de comer serás libre –Dijeron ambos al unísono.

-      Vaaaalee, pero daros prisita y nada de anales, no lo he probado ni tengo ganas de ello, ¿llevareis condones?

-      Alguno tenemos –Contesta Goyo- no te preocupes y disfruta de esta experiencia.

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4ª Parte. Recibiendo el castigo.

La falda había cambiado de utilidad, Goyo había vuelto la prenda hacia el boquete a fin de proteger la cintura de Marta del roce contra el cemento, ella agradeció el gesto con un suspiro de alivio, pero seguía atenta a lo que transmitían sus sentidos; Benito seguía acariciando metódicamente su conejo, de un tirón rompió la tela inferior del tanga, la prenda quedo ahí contrastando con su color contra la piel como un cinturón absurdo, el hombretón se deleitó viendo por primera vez aquel chochete húmedo y rosado, se chupo un dedo y fue abriendo camino entre aquellas paredes, la lubricación aumentaba así que un momento después añadió un segundo dentro de aquella raja; Marta sentía los dedos ir y venir, una y otra vez dentro de su rajita cada vez más mojada, sintió como el clítoris se hinchaba, su tamaño aumentaba a la vez que su sensibilidad, entretanto Goyo no paraba quieto, este alternaba algún azote con caricias sobre la tersa piel de las nalgas femeninas.

Ambos compinches decidieron cambiar de posición, al estar la chica arrodillada las opciones eran limitadas, el delgado anunció su pretensión de comerse el coño de la joven, así que Benito le cedió el puesto, rápidamente Goyo se tumbó en el suelo boca arriba de tal forma que aunque sus pies sobresalían del tenderete, su boca quedaba enfrentada al sexo de Martita, antes de comenzar a lamer aquella suculenta raja el hombre se deleitó contemplándola y soplando en la hendidura, el chochete de Marta era bonito, sin pelo y con los labios prietos a la vez que algo hinchados, el bultito del clítoris asomaba lo suficiente de su funda reclamando una atención urgente, el larguirucho se relamió y pasó al ataque.

Al otro lado del muro, la cabeza de Marta era un caos de sentimientos, era consciente de su situación, aquella violación más o menos consentida para no montar un escándalo comenzaba a agradarla, había empezado a encontrar un placentero morbo al sentir unos dedos anónimos en su vulva, su culo y vientre no paraban de ser acariciados y su calentura aumentaba, deseaba algo mas pero nunca lo diría, cerró los ojos al sentir una lengua recorriendo su monte de venus, sintió dedos abriendo las carnes y aquella lengua entrar lamiendo sus labios vaginales, gimió de placer y dejo colgar la cabeza, instantes después la sintió rebañándola por dentro e iniciando una penetración de la más placentera, el constante movimiento de aquella lengua la hacía disfrutar de un placer intenso.

Al otro lado, el gordo Benito veía poco de lo que hacía su colega, pero notaba la reacción gimoteante y temblorosa de la chica, si bien él había estado acariciando los mofletes de aquel culo, quería participar más activamente así que agachado como estaba arrimo la cara al deseado culo de Marta y escupió en el agujero, tras pasar un pañuelo por la zona, arrimo su cara y lamio con placer el pequeño agujero estriado, su lengua lamio una y otra vez la zona al compás que la de Goyo, finalmente se decidió a empujar un poco metiendo la punta y haciéndola vibrar.

Una nueva sensación se presentó de improviso para Martita, esta sentía más humedad en su ano, otra lengua y unos dedos se insinuaban por aquel lado, la sensación de placer aumentaba por momentos, sus rodillas temblaron incontroladas, sintió algo metiéndose en su culo venciendo la resistencia del esfínter, gracias a la abundante lubricación de la saliva de Benito, no podía creer que tenía dos lenguas dentro de su cuerpo comiéndola coño y ano a la vez, su cuerpo reaccionaba bien ante tal estimulo sintiendo su orgasmo aproximarse rápidamente, la chica dio un tirón a su top azulón subiéndoselo con lo que sus tetas quedaron al aire, dejó una mano en el suelo para apoyarse pero dedico la otra a acariciarse alternativamente los pezones, su placer aumentó y el orgasmo tan morboso como deseado se presentó de improviso llenándola de placer.

Al otro lado del muro, Goyo sintió un sabor distinto en su boca al recibir la corrida de la chica, Benito no dejaba de acariciar y lamerla el ano, las contracciones y temblores del cuerpo femenino se tornaron mas violentos, además los gemidos de Marta alcanzando el clímax eran claramente audibles para ambos hombres, despejando sus dudas acerca de dar un paso más en el castigo de aquella jovencita.

Benito se levantó y tomo la cartera de Goyo de la que sacó un condón, vio al abrirse la bragueta que su instrumento estaba totalmente empalmado, este era un reflejo de su dueño, pues aunque solo media 16 Cm. era bastante grueso, el hombre se colocó la goma en el aparato mientras su colega salía de debajo de Marta dejándole el sitio libre, el gordo no dijo ni pio arrodillándose ante aquellas nalgas, acerco su miembro al ensalivado y recién corrido conejo de la joven y empujó suavemente entrando en ella.

Marta se había quedado medio grogui por la violencia del orgasmo alcanzado, su cuerpo colgaba del agujero de la tapia, tenía los ojos cerrados y la respiración aun agitada, había sentido a los hombres moverse allí atrás pero ignoraba sus manejos, de repente se sintió tocada en las caderas mientras algo se insinuaba abriendo los labios vaginales, le siguió la sensación de algo gordo entrando despacio en su vagina, ella nunca había estado tan llena de carne, sintió como las paredes de su coño se adaptaban al intruso, hasta sentir aquellas pelotas gordas haciendo tope contra la entrada, entonces el movimiento dentro de ella fue aumentando de cadencia, antes de poder protestar por la follada de que era objeto el placer volvió a dominarla, solo atinó a decir:

-      ¿Llevareis gomas…aahh… puestas?

-      Si nena –dijo Goyo- mi colega lleva condón así que estate tranquila y pásalo bien que luego voy yo.

Benito arreciaba en sus caderazos, aquel coño joven se ajustaba a su verga como un guante ceñido, aferro casi con violencia las manos en las caderas de la chica impulsándose en cada envite que daba, sentir la mirada de su colega mientras follaba le daba un extra de morbo, imaginaba a Marta tocándose las tetas a la vez que se mordía los labios para no gritar de gusto, pero escuchaba nítidamente sus suspiros de placer, aquello le excitaba cada vez mas mientras hundía incesante la verga en aquel túnel baboseado y empapado de flujo, no se contuvo demasiado pues la sensación de presión y humedad se hizo más intensa tras un repentino tirón, ¡aquello era la hostia! Sentía mejor el calor de la chica y la presión, el mete y saca alcanzo su máxima velocidad, la sensación de placer se hizo intensa, Benito sintió un orgasmo como pocas veces había alcanzado, dejándose ir eyaculo como pocas veces lo había hecho, dejo ir su carga láctea en abundantes y fuertes chorros dentro de la vagina de Marta.

La chica se estremecía gritando anunciando a su vez su disfrute, había gozado siendo usada por aquella gruesa polla. La frenetica follada le había proporcionado un placer rápido que su cuerpo reclamaba desde las primeras manipulaciones, se había corrido con las lenguas, pero su coño había reclamado algo más contundente, aquel polvo era lo que necesitaba, sentir algo llenándola rítmicamente y una sensación muy cálida al acabar, como de algo derramándose dentro de su cuerpo, supuso que el condón la daría aquella sensación pero la libraría de problemas.

Al otro lado Benito reculó para salir del coño usado, sacó el miembro seguido de un borbotón de esperma que goteaba de la vagina de Marta, el hombretón vio el condón roto, enrollado en la base de su miembro y comprendió, ahora sabia porque al final del polvo sentía todo más caliente y su placer fue tan intenso, miro a su compañero y dijo en voz baja:

-      ¡Puñetas! Se rompió la goma, ¿cuánto hace que la tenías, gañan?

-      Joer tío –contestó el flaco- un mogollón de tiempo, sabes que estoy casado y esta es la clásica goma de “por si acaso” que nunca se usa.

-      Bueno pues se limpia con un clínex y chitón –respondió Benito- tírate a esta zorra, nos iremos sin contárselo y a otra cosa.

-      ¡Y una polla me voy a meter ahí, con toda tu leche dentro! –dice Goyo mosqueado- ¡se lo has dejado como un bebedero de patos! debías llevar semanas sin descargar a gusto.

-      ¡Es que yo también estoy casado, so burro! –responde el gordo- ya sabes el dicho: follas menos que un casado, no follar con la santa esposa es normal.

-      Mira tío –alega Goyo- se voy a meter por detrás y punto, a fin de cuentas esto es un castigo y tiene un pompis de lo más apetecible, la enculo rapidito y nos piramos.

-      Vale venga, acaba que va a venir el encargaó y nos pillara, dale mientras salgo y vigilo.

Dicho y hecho, Benito sale de la tienda y se recompone la ropa, enciende un cigarrillo y se apoya en el coche controlando la calle. Entretanto Goyo se ha sacado el miembro, este es también parecido a su dueño es decir largo y delgado, mide 19 Cm de largo y es tan grueso en su tronco como el tapón de una botella de agua, si bien la cabeza es algo más gorda, armado con semejante instrumento y un tarro de grasa el hombre se arrodilla ante el culo de martita, mete dos dedos en el tarro y reboza el ano de la chica con el lubricante, metiendo un dedo lo suficiente para que ella de un respingo y diga en voz alta:

-      ¡Oiga, el culo déjemelo en paz! Habíamos dicho que nada de anales.

-      Cállate o te oirán en el colegio –dice Goyo- ¿no querrás que tus amigas te vean así?

-      No quiero que me la meta por ahí, dolerá mucho.

-      Solo duele al meter la cabeza –contesta el flaco, a la vez que sitúa el miembro contra el agujerito- ¡tal que así!

De un fuerte caderazo ha metido medio capullo dentro de la chica, esta grita en parte por la sorpresa y en parte por el dolor.

-      Relaja el esfínter y te dolerá menos –Dice Goyo- la vas a tener dentro tanto si quieres como si no, así que relájate y disfruta del polvo.

-      Ahhh duele mucho… paraaa yaa.

-      Ni hablar bonita, ya va para dentro ¡Marinero… avante toda!

Sin hacer caso a los gritos, el hombre se coge firmemente a las caderas de su víctima y empuja, la grasa cumple su función resbaladiza y ayuda en la penetración, el miembro sigue entrando despacio pero constantemente. Marta le siente entrar en ella, el proceso es largo y doloroso, solo cede un poco cuando comienza a relajar el esfínter y descubre una sensación nueva de placer extraño, el hombre azota sus nalgas, ella comienza a disfrutar las arremetidas viriles, siente la verga llenándola por completo, su capullo golpeándola muy dentro en cada estocada, los gritos de Marta se suavizan y cambian de dolor a placer, Goyo arremete ahora con más velocidad sintiendo como su verga se hunde ya sin dificultades en aquel estrecho túnel, su dueña gime, grita, se mueve violentamente arañándose la cadera pero ajena al dolor, su placer aumenta a la par que el de su violador, ambos se corren casi a la vez, ella tras varios violentos espasmos se queda finalmente quieta, derrengada, agotada con un poco de saliva cayendo de su boca, su cuerpo está inmóvil colgando del boquete, mientras el hombre por fin se corre rellenando sus tripas con varias chorretadas de espesa leche caliente.

Fin de la primera parte.

Bueno amigos, algunos preguntareis donde está el amor filial en esta historia, pues está en la segunda parte de la misma, cuando papi vea un culo como el de su niña asomando de una pared y se la tire sin saber a quién pertenece. La exposición del tema ha sido un poco larga, espero que os haya gustado la descripción y la forma de hablar de los dos currantes, la historia es morbosa y da para mucho, esta primera parte son más de 4100 palabras, espero no tardar mucho en hacer la segunda, entretanto…

¡Sed felices! 

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