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Piedras preciosas 2

en Control Mental

Aconsejo leer la primera parte, antes de leer esta. Muchas gracias a todos los lectores y a los que comentan y me envian correos. Se admiten sugerencias.

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Desde su llegada de Grecia las clases para Tara pasaban mucho más deprisa que de costumbre. Y no solo porque había tenido que dejar de estudiar, sino porque las clases eran mucho más entretenidas.

Era la tercera hora de clase y Tara ya había perdido la cuenta de los orgasmos que llevaba. Abierta de piernas en la última fila, tenía a todos los tíos de su clase empalmados esperando a que le tocara su turno de follarla. Al lado de Tara se encontraban Nuria y Jess, dos de sus amigas íntimas las cuales empalmadora y recipiente de corridas respectivamente. En la parte delantera del aula, una profesora de ojos vidriosos daba la clase ante un mar de ojos vidriosos. La profesora con la blusa desabrochada hacia botar sus voluptuosas tetas anilladas con unas cadenas y unos pesos. Con cada explicación que daba se bamboleaban rítmicamente.  Sus bragas por la mitad de los muslos se empapaban continuamente fruto de las humedades que emanaban de su coñito el cual se encontraba penetrado por un vibrador encendido a media potencia. El lenguaje biológico se mezclaba en numerables ocasiones con gemidos y jadeos, consecuencia de los orgasmos que la abordaban cada pocos minutos.

Con el enésimo orgasmo de Tara, sonó la bocina que indicaba la hora del almuerzo, el chico que hasta hace un momento estaba penetrando a Tara soltó un gruñido y se corrió, soltando tres chorros de abundante semen hacia la garganta de Jess que rápidamente tragó, dejando la polla del chico impoluta. Toda la clase se visitó, incluida la profesora a la cual Tara ordenó que se dejara el vibrador metido, y salieron hacia el almuerzo.

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Susana  estaba ultimando los detalles de los lugares que visitarían mañana y no quería olvidarse nada. Había tenido una extraña sensación en el autobús cuando en un alarde de amabilidad le había prestado su sitio a Tara. No sabía cómo explicarlo, pero como poco había sido extraño. Ahora que lo pensaba fríamente se sentía un poco ridícula por haberle dejado el sitio, no a una alumna sino a la mochila que llevaba. Cuando rememoraba el momento, recordaba que entonces sí que había tenido todo el sentido para ella, sin embargo ahora no lo tenía. A partir de ahora debería tener más cuidado con esas cosas, no quería que los alumnos le perdieran el respeto y mucho menos que pensaran que favorecía a una alumna.

Un pequeño golpeteo en la puerta interrumpió la tranquilidad de su habitación.

-          Hola profesora – Saludo Tara. – Sé que es muy tarde pero quería comentarle un asunto.

-          La verdad es que sí Tara, deberías estar metida en la cama, será mejor que lo tratemos mañana el asunto. Vuelve a tu cuarto

-          Verá es que es eso profesora… - Titubeo. – Las chicas con las que estoy en la habitación se ríen de mí.

-          Eso es muy grabe Tara – contesto Susana con un gesto compungido. – Además es muy raro… si con Jess y las otras chicas siempre te has llevado bien.

-          Si pero… - dijo mirando alternativamente a un lado y a otro. – Es por las piedras que cogí, mire – dijo enseñándoles las piedras que llevaba en una mochila. – Me han dicho que soy una tonta por querer cargar con semejante basura.

-          No te preocupes Tara, iré a hablar con ellas.

-         Vera profesora, sabes que tengo razón – dijo manteniendo aun las piedras en la mano. – pero no querría que me acusaran de chivata.

En este punto de la discusión Tara sabía que se movía entre arenas muy movedizas y decidió actuar con cautela.

-          Si usted dejara que yo durmiera aquí….

-          TARA ESO ES INTOLERABLE

-          Profesora, lo sé, pero sabes que tengo razón

-          No puedo permitir que una alumna duerma en mi habitación – Dijo Susana todavía enfadada pero reduciendo el tono de voz. – no es por mí, ya lo sabes, si a mí no me importa, es lo que diría la gente si se entera. Podría haber acusaciones muy graves

-          Lo sé, profesora y sabes que tengo razón, pero nadie se enteraría

-          Supongo que podríamos hacer una excepción, el caso es que…. Solo hay una cama

-          Sabes que tengo razón, - dijo sosteniendo las piedras más cerca de Susana – pero podrías dormir en el suelo como hacen las perras y sabes que tengo razón

-          Es altamente irregular, pero tienes razón, puedo dormir en el suelo.

Mientras se preparaba para dormir Susana dejo entrever que quería coger alguna manta y la almohada para dormir en el suelo, sin embargo, Tara hábilmente se había acostado en la cama sin dejar a la profesora posibilidad alguna de recuperar sus mantas. Cuando la profesora se dirigió al baño, tropezó sin querer con la maleta abierta de la niña, esparciendo todo el contenido por el suelo y dejando a la profesora tirada en el suelo.

-          PERO MIRA LO QUE HAS HECHO PERRA INUTIL – Dijo tara al ver tiradas por el suelo todas sus pertenencias incluidas las piedras.

-          Lo siento, ha sido un accidente

-          RECÓGELO TODO. y NI SE TE OCURRA LEVANTARTE – Dijo al ver que la profesora tenía intención de levantarse. -  Tu sitio está en el suelo -.

Con los ojos, con un aspecto ligeramente vidriosos, Susana se apresuró a recoger, todas las pertenecías de la joven y cuando terminó ni siquiera se molestó en levantarse, sino que se quedó de rodillas esperando.

-          ¿No ibas al baño? – pregunto Tara – Pues ve, pero no se te ocurra levantarte, que las perritas caminan a cuatro patas. Suficiente que te dejo ir al servicio como las personas.

La profesora se dirigió a cuatro patas al baño y con una mano levanto la tapa del servicio, sin embargo una vez levantada, se dio cuenta que no era posible hacer pis a cuatro patas por lo que se dirigió a la ducha. Se metió en ella y levantando una pierna comenzó a hacer pis, aunque irremediablemente sus rodillas se empaparon. Resignada salió de la ducha y se dirigió a su sitio en el suelo.

  

Cuando volvió a su sitio se acurrucó como buenamente pudo y Tara le dio las buenas noches.

-          Buenas noches perrita

-          Buenas noches ama

Pasados unos minutos, Tara se encontraba dando vueltas en la Cama y no era capaz de dormir, por lo que decidió llamar a su profesora que respiraba ya acompasadamente

-          Profesora perra – llamó Tara.

No se oyó ningún signo proveniente del bulto  en el que dormían su profesora.

Tara alzo la voz  - Profesora,  ¿Estas despierta? –

Silencio.

Tara se levantó de la cama y pegó un puntapié al lugar donde dormía. Un gruñido le indicó que se encontraba más o menos despierta, así que la agarro de los pelos y la subió a la cama mientras seguía dándole patadas

-          Mira, profe de mierda. Te voy a explicar cómo van a funcionar las cosas a partir de ahora. Tú eres una putita de mierda, y cada vez que te diga una cosa, la vas a cumplir. ¿Está claro?

Susana intentó forcejear para librarse de la llave que la inmovilizaba sin embargo, Tara fue más rápida y con un ágil movimiento alcanzó la bolsa de piedras, extrajo una y se la puso delante de los ojos.

-          Si, señorita Tara – contesto Susana con los ojos ya totalmente vidriosos

-          Muy bien perra – dijo Tara. – pero a partir de ahora me llamaras ama

-          Vale ama, entendido.

-          Muy bien, pues ahora como me has hecho enfadar, y me ha tocado levantarme a despertarte, vas a recibir tu primer castigo

-          ¿De qué se trata ama?

-          Ya lo verás y para que aprendas lo vas a recibir sin estar controlada por las piedras. Eso si antes te voy a atar.

-          Como quieras ama

Tara desnudo a la profesora, cogió un par de cinturones y ató las piernas y brazos de Susana mientras ella dócilmente esperaba. La colocó a 4 patas y entonces le retiró las piedras de la vista.

Cuando Tara retiró las piedras, los ojos de la profesora tardaron un poco en volver a su estado natura, quizás más que las veces anteriores, lo que le hizo pensar a Tara que el efecto duraría mas cuanto más larga fuera la exposición a dichas piedras.

Pasados unos instantes Susana pareció darse cuenta de lo que sucedía y empezó a balbucear y a forcejear.

-          Suéltame, ¿Qué pasa? – Dijo Susana, al momento que se le abrían los ojos y parecía recordar. – Hija de puta, suéltame

-          Muy mal profesora – Dijo Tara, que se encontraba detrás suya, colocándose un arnés.  – ahora voy a follarte un poco el coñito para que sepas quien manda.

Cuando Tara introdujo el consolador en el coñito de Susana, lanzo un pequeño grito de sorpresa, seguido de más insultos. Tras esto, Tara decidió coger sus braguitas que yacían a un lado de la cama y metérselas en la boca.

Los gritos e insultos ahogados fueron dando paso a gemidos y a un acompasamiento de las dos cinturas que se fueron moviendo como si fuera una.

Con los primeros jadeos cada embestida la fue acompañando de un azote en el culo, que después de varios minutos se puso completamente rojo. Cuando el ritmo se fue incrementando y los jadeos se hicieron más intensos, Tara sacó el arnés de golpe del coñito de su profesora, dejándola a punto de correrse, tras lo que se oyó un gemido de súplica. Para que terminara de correrse, Tara golpeo la vagina de Susana con su arnés de tal manera que termino por correrse en un largo gemido.

Tras esto, Tara desató a su profesora, la arrojó de una patada de la cama que cayó como un trapo viejo, y se quedó durmiendo.

Tara apagó la luz.

Y se durmió.

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Una vez llegadas de clase, Tara y sus amigas se encontraban en la habitación. Estaban desnudas y habían estado “probando”  los consoladores que tenía Tara. Después de una serie de orgasmos las chicas se habían quedado relajadas mientras tomaban unos refrescos con Vodka que amablemente había preparado la madre de Tara, la cual sirvió, como no, en pelotas.

-          Tara… - Dijo Jess en un tono cauteloso

-          Dime

-          ¿Te caigo mal o algo? – Preguntó Jess

-          No, para nada ¿A qué viene esa pregunta?, ahora que estamos relajadas

-          Perdona, Tara – contestó. – pero es que… he notado que me dejas como una sin cerebro, y yo no quiero ser como tu madre. No es por faltarla al respeto, que me encanta lo que hace, pero por favor yo no quiero ser como ella.

-          A ver que me entere – Dijo Tara con suspicacia. – Me dices que te encanta lo que hace, pero no te gustaría ser como ella

-          Sí, es que, no sé pero no me siento bien, no queriendo hacer una cosa y sentirme obligada a hacerlo.

-          Ahh – dijo tara abriendo los ojos y esbozando una sonrisa. – Ósea todo se reduce a no comernos el coño a las demás

-          No, tam- tam- tampoco es eso Tara, si si me gusta comeros eso, pero preferiría hacerlo sin ser una descerebrada

-          Perfecto – Comento Tara con una gran carcajada. – Entonces hagamos un trato. Yo no te “descerebro” como tú lo llamas, pero tú nos vas a comer el coñito a todas las que estamos aquí.

La cara de Jess era un poema, sus ojos azules se llenaron de lágrimas y el labio superior le empezó a temblar. Quiso articular palabra pero la mano de Tara ya estaba sobre su cabeza y el movimiento era imparable. Con terrible delicadeza ella la  guió hasta su coñito y sin decir nada se puso a dar pequeños lametazos al sexo de la chica

-          Hazlo un poco mejor, sé que puedes – Dijo Tara. – De hecho ya lo has hecho mejor.

Un estallido general de carcajadas se oyó en la habitación mientras Jess se esforzaba en la ya húmeda rajita de Tara. Con el pasar de los minutos la velocidad de la lamida era más intensa y Tara comenzó a jadear fruto de la excitación. Cuando estaba a punto de llegar al orgasmo la agarró del pelo para guiarle en la comida final soltando un gemido intenso y corriéndose en su boca.

Con el orgasmo de La chica el resto de compañeras comenzó a pasar por la boca de Jess de manera que todas tuvieran sus minutos de gloria. Con la finalización de la última corrida, Tara aplaudió a la chica y comentando:

-          Muy bien Jess. Lo has hecho casi tan bien como mami y sin ser una descerebrada.

Un coro de carcajadas resonó en su cuarto.

-          Ahora para que veas que no soy cruel, podrás disfrutar de mami.

-          Gracias Tara, te lo agradezco – Dijo mientras se abría de piernas y esperaba que la Madre de Tara comenzara con su trabajo.