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Pagafantas

en Hetero: Infidelidad

N.A: Está es la primera parte de una saga que me gustaria que tuviera continuación. También me gustaría que entre todos aportaramos ideas sobre situaciones que pudiera sufrir nuestro protagosnista para luego escribirlas, por lo tanto cualquier sugerencias será tenida en cuenta y agradecida.

Ya casi no me quedaba para estar listo, me había puesto la mejor camisa que tenía, me había peinado con sumo cuidado, me había perfumado y hasta le había pedido a mi madre que me limpiara los zapatos. Aquella noche tenía que ser perfecta. Como último ritual antes de salir, me cepillé los dientes. Ya lo había hecho antes de cenar, pero consideraba que la ocasión lo merecía.

Me despedí de mi madre con un beso en la mejilla, cogí una rosa que tenía guardada en la nevera y salí rápidamente. Sabía que iba con margen de sobra pero a Aina nunca le gustaba esperar. Aunque no somos del mismo pueblo, estamos prácticamente al lado, así que no tardo más de diez minutos en llegar hasta su casa.

En el trayecto no podía pensar la suerte que había tenido. Siempre había estado enamorado de Aina, desde el colegio habíamos ido a la misma clase, pero nunca me había hecho mucho caso que digamos. Durante el instituto, seguimos coincidiendo, y yo comencé torpes acercamientos hacia ella. En mi favor he de decir que era todo un caballero con ella. Le llevaba los libros desde la parada del autobús hasta clase, en los cambios de clase, le recogía los libros del pupitre y le traía desde la taquilla los libros de la siguiente hora. Eso me permitía que compartiéramos taquilla. Me hubiera gustado también sentarme a su lado, pero ese sitio lo reservaba para su mejor amiga o para algún amigo, con el que se tuviera que contar algo.

A mí me tocaba entonces ponerme dos filas por delante suya. En realidad, a mí me hubiera gustado ponerme más cerca, pero me aconsejó estar más adelante para no perder atención de lo que decían los profesores y así poder coger buenos apuntes. Lo bueno, siempre ocurría por las tarde. Normalmente yo iba en bici hasta su casa y allí hacíamos los deberes juntos. Eran el mejor momento de mi día, porque cuando se acercaba a mí, para copiarme los deberes, podía oler su pelo. Siempre olía a flores y a polvo del camino, era maravilloso.

Durante los fines de semana y vacaciones, apenas la veía. Ella tenía muchísimas amigas y siempre estaban haciendo cosas. Además tenía unos padres muy estrictos que no la dejaban ir con chicos. Durante los veranos a veces la veía en la piscina de un pueblo que hay cerca de los nuestros. Era preciosa, la piel bronceada al sol y reluciente. El cabello oscuro, parecía brillar con muchos tonos al cambio de luz. A veces la veía con chicos, no eran muchas veces, pero los veía. Eso sí, siempre se tenían que ir a esconder a los vestuarios para hablar con ellos, o a lugares similares para que sus padres no lo supieran.

Este verano las cosas habían cambiado. Los dos habíamos acabado el instituto y yo me había sacado el carnet de conducir y gracias a eso la había llevado a algunos sitios. Por eso hoy era un día emocionante, me había comentado que había fiesta en un pueblo y habíamos acordado ir juntos. Yo no conocía a nadie, pero con ella me bastaba.

—Estoy a la puerta de tu casa—le escribí mientras paraba el coche.

—No me agobies, aun me falta para estar

No me importaba esperar, sabía que cuanto más se arreglara más guapa estaría para mí. Lo había preparado todo a conciencia, tenía una nevera portátil con hielos y con varios tipos de bebida, por si quería hacer botellón, además había seleccionado un poco de música lenta y romántica, pero actual para el viaje y, aunque me diera vergüenza reconocerlo unos preservativos en la cartera.

Después de un buen rato, la vi salir de casa, estaba radiante, llevaba un vestido negro vaporoso y unas sandalias con tacón que quitaban el hipo. Cuando se subió al coche hice el amago de darle dos besos, pero en seguida me apartó.

—Suficiente prisa me has metido ya, encima ahora no quieras estropearme el maquillaje.

Yo no dije nada. Obviamente no quería empezar una  cita discutiendo. Arranqué y puse la música y me puse a conducir. Enseguida ella conectó su móvil a mi radio y puso su música. Al principio me dejo chafado, pero que me tuviera tanta confianza para poner ella de su propia música, me dio ánimos para el resto de la noche.

Durante el trayecto no hablamos mucho, intente entablar conversación un par de veces, pero ella estaba cantando, así que no la moleste demasiado. Cuando llegamos al sitio, le ofrecí alcohol del que tenía preparado en el maletero.

— ¿Así piensas conquistar a una chica?—.Me preguntó enarcando las cejas.

—Ehh, bueno yo es que…. — tartamudee.

—O es que pretendes emborracharme para aprovecharte de mí.

Yo me había quedado totalmente perplejo, pero no sabía cómo reaccionar. ¿Era realmente eso lo que esperaba? No, por supuesto que no, nunca me aprovecharía de ella, yo solo quería que pasáramos una noche maravillosa. Quizás debería habérselo dicho, pero no lo hice. Cuando quise darme cuenta, me di cuenta que estaba bromeando. Sus preciosos ojos sonreían pícaramente.

Me agarró del brazo y me dirigió hacía la muchedumbre, y enseguida hacia la barra donde pidió un ron caramelo para ella. Pagué gustosamente y para mi pedí una cerveza sin alcohol y ella salió corriendo entre la gente. El resto de la noche pasó más o menos de la misma manera, Aina se acercaba corriendo a donde to estaba, me arrastraba a pedir una copa y se volvía a ir corriendo. No es que me lo estuviera pasando mal, me divertía a mi manera. Atesoraba esos breves momentos que pasaba con ella. He decir que me había esperado otra cosa, que me hubiera gustado intimar con ella, preguntarle cosas o incluso bailar alguna canción. Pero no me importaba, como digo me lo estaba pasando bien.

En un par de ocasiones, cuando se acercó a pedir una copa, aparecía con un chico. Era el tipo de chico que yo sabía que no le gustaban a Aina, cachas y sin cerebro, así que le invitaba también a él a una copa. Yo lo veía como una especie de premio de consolación, ya que sabía que no podía estar con ninguno de ellos y además nosotros nos íbamos afianzando en la relación. Al momento se volvían a ir juntos.

Cuando la fiesta estaba acabando, Aina volvió a acercarse. Iba con un chico de la mano, al verme me abrazo y me susurró al oído que yo era el mejor y que si podía acompañarla a casa del chico, que él no tenía coche y que no podía irse a casa. En un principio me molesto, pero de la forma que me había susurrado, no podía más que significar una cosa, así que accedí.

Durante el trayecto a casa del chico, los dos iban en el asiento de atrás. Yo no quise interrumpir, ni saber que hacían allí, así que tardé un poco en encontrar donde vivía, pero tampoco pareció importarles.  Era en un pueblo, un tanto alejado de donde habíamos estado de fiesta, en la parte de arriba de una colina. Cuando llegamos imaginé que el chico se bajaría y nos podríamos ir a casa, sin embargo, ambos se bajaron. Yo me quedé allí plantado sin saber qué hacer. Cuando llegaron a la puerta de su casa vi que hablaban, como si se estuvieran despidiendo, Aina le rodeaba con los brazos y se reía y él intentaba besarla. Al poco él se metió en casa y ella volvió corriendo al coche. Yo suspiré aliviado.

—Oye—me dijo asomando colando la cabeza por un resquicio de la puerta —, Iván no tiene preservativos y sin ellos no voy a follármelo. ¿No tendrás uno por ahí?

En ese momento no sé lo que le contesté. No sé siquiera si le contesté algo, solo que diez segundos después, salía con dos preservativos que le había dado y la promesa de devolverme alguno si le sobraban.

El tiempo pasaba lento, yo estaba agotado física y mental mente. No entendía las señales que me había mandado. No sabía que había hecho mal o si había hecho algo mal. Repasé mentalmente la noche en busca de algo en lo que hubiera metido la pata, pero no encontré nada. Por no saber, no sabía si tenía que esperarla. Intente repasar la conversación que habíamos tenido cuando le di los preservativos, pero no recordaba nada que me hubiera dicho.

Por dos veces cogí el móvil y teclee su número. Me lo sabía de memoria desde que su padre le había prohibido tener chicos en el whatsapp, pero molestarla me impedía llamarla. En una de esas veces que tenía el móvil en la mano, noté movimiento fuera del coche y vi que alguien salía de su casa. Era Aina. No sabía el tiempo que había pasado pero me alegre de que volviera.

Cuando abrió la puerta, me pareció que tenía la cara triste, se veía como si hubiera estado llorando y tenía parte del rímel y el pintalabios corrido. Dejó sin decir nada los preservativos al lado de la palanca de cambios y me miró. Yo no sabía qué hacer, quería consolarla y que supiera que estaba ahí, pero también quería demostrarla que era un tío, así que me lance a besarla.

Me sorprendió que fuera tan reticente, enseguida abrió la boca y me dejo meter la lengua. Me desagradó un poco que en su boca tuviera gran cantidad de saliva, pero estaba encantado, explore los rincones más secretos de su boca, y ella los míos. Su boca sabía un poco a miel, tenía un sabor dulce delicioso, y sabían igual que sus labios, sobre los que no había parecido caer ni siquiera una lagrima.

Aquello pareció durar tan solo un instante, cuando nos pusimos en marcha, yo era el hombre más feliz del mundo, a mi lado Aina sin embargo meditaba. No sé si por lo que había pasado durante la noche, en casa del chico, o conmigo, pero yo sentía que había ganado un punto.

—Iván me ha follado—comentó solemnemente—, me ha follado el culo y el coño.  Me ha desvirgado el culo y me ha dolido mucho. Encima ha insistido en hacerlo sin condón.

Yo estaba perplejo no sabía que decir, así que no dije nada.

—Después—continuó—, me ha hecho chuparle la polla, para que supiera a que sabía su culo. En ese momento me hadado asco, pero luego me ha gustado. Igual que lo de follarme el culo. Nunca pensé que me gustaría tanto. Después, al final de todo, se ha corrido en mi cara y en mi boca.

Continuará....