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Gordita Rabiosa

en No Consentido

Como es habitual por esta página empezaré por presentarme. Mi nombre es Sofía y actualmente estoy en la universidad. Vivo en un pueblo costero con mis padres. Mi padre se llama Javier y  mi madre se llama Maricruz tiene 41 años y tiene un cuerpo envidiable ya que no ha trabajado nunca y se ha dedicado a hacer mil actividades en el gimnasio. Vive cómodamente sin estresarse del ajetreo diario.

Mi padre en cambio, se pasa el día viajando, tiene una pequeña empresa de distribución de vinos y al cabo del mes hay pocas noches que duerme en casa.

Como he dicho anteriormente mi madre se conserva estupendamente para la edad que tiene y para haber tenido a dos hijas como mi hermana y como yo, aún así, después de los embarazos  tiene las caderas un poco anchas y los pechos algo caídos, sin embargo lo compensa con unos muslos tonificados y un vientre plano. En cuanto a su personalidad es una mujer, segura de si misma en círculos cerrados, pero que se vuelve más insegura en ambientes que no conoce demasiado bien. Es conservadora, aunque tiene un punto liberal, entre otras cosas debido a la vida desahogada que siempre ha tenido.

Aunque somos madre hija, en realidad llevamos una relación, muy amistosa. Mi madre quiere pensar que es mi mejor amiga y aunque no cerca de la verdad. Es  cierto que a mi madre le cuento muchas cosas, como por ejemplo, cuando  me cogí en fiestas de aquí del pueblo una cogorza impresionante y a la mañana siguiente me desperté sin ropa interior. Ella hizo el papel de madre comprensiva y prácticamente no me echó la bronca, aunque eso sí, días después me dio un sermón importante. Ella también me cuenta sus cosas, sobre todo cuando está preocupada por algo en concreto. No dejo que me cuente su vida sexual porque aparte de que creo que no es muy activa, me daría un palo enorme saber cosas de esas de mi padre sobre todo.

Este verano una amiga mía de Madrid que se llama Rita, decidió pasar los últimos días de vacaciones en el pueblo donde yo vivó, así que me puse muy contenta y me dispuse a prepararlo todo. Rita es una chica alta y rubia, la cual destaca rápidamente. No es difícil encontrarla cuando sales de fiesta con ella. Lo primero que destaca de ella es su impresionante delantera, que suele resaltar con escotes que aunque no muy pronunciados, hacen que rebosen allá por donde van. Por lo demás posee unas caderas amplias un culo generoso y unos muslos gruesos que hacen las delicias de cualquiera que le apetezca agarrar. Suele ser una chica segura de sí misma, que es capaz de hacer prácticamente lo que sea para conseguir lo que quiere, y esto se aplica también al plano de las relaciones, ya que siempre que ha puesto el ojo en una chica ha conseguido llevársela a la cama.

Es una chica muy sexual, aunque soy consciente que antepone su placer al de los demás, también he de reconocer que en alguna ocasión me ha puesto bastante cachonda, aunque no ha pasado nada. La relación por tanto entre las dos es de cierta camaradería aunque su forma imponente de llevar las conversaciones es, en ocasiones intimidatoria.

Fui a recogerla a la estación, cuando la vi bajar del autobús la conocí al instante pues no había cambiado nada desde la última vez que la había visto. Vestía un conjunto pantalón blusa, muy acorde a la época del año que nos encontrábamos, me saludo con un sonoro “cacho puta” mientras me plantaba dos generosos besos en las mejillas y enseguida nos dirigimos al coche.

En el breve trayecto hasta casa nos pusimos al día de nuestros proyectos laborales sobre todo, así como de nuestras conquistas, las cuales al menos en cuanto a las de Rita se trataba, tenían un toque morboso que siempre me gustaba escuchar. La última relación que había tenido, había sido con una Malagueña de 23 años que se había llevado a casa.Tras varias semanas de “sexo intenso” como lo catalogó Rita, se había empezado a cansar de la fogosidad de la Boquerona, y es que, esa es una de las cosas que tiene Rita, la volubilidad que tiene con sus relaciones, de las cuales se cansa enseguida.

Así que, cuando la chica le empezó a cansar, decidió quitársela de encima por lo que llamo a su madre para que fuera a Madrid a buscarla, sin embargo, cuando su madre llegó al piso, Rita cambió de idea, y decidió seducirla con métodos más o menos bruscos, resumiendo, acabo amordazada en su cama, gimiendo y pidiendo más.

Rita en lugar de mandar a la hija para Málaga,  decidió prestársela a una de sus mejores amigas, que le debía un favor. El desenfreno sexual que se produjo durante las semanas que pasaron la hija y la madre a cargo de Rita y su amiga en Madrid, intercambiándoselas y participando en tríos y orgías.

Sin embargo, el carácter voluble de Rita y los celos de la madre acabaron pasando factura a la relación y termino mandado a las dos, madre e hija a Málaga de vuelta.

La historia me había excitado en cierta medida, y empezaba a notar una pequeña humedad en mis bragas al tiempo que llegábamos a casa. Con las presentaciones, Rita cogió generosamente el culo de mi madre a la vez que le plantaba dos besos muy cerca de la comisura de los labios, a lo que mi madre sorprendida, no supo cómo reaccionar, solamente dio un respingo, y cuando quiso darse cuenta, ya se había separado.

De camino a la habitación que iba a compartir conmigo, hizo un comentario de soslayo que apenas logre entender, pero que sonó algo así como “esta no se me escapa”.

Para la noche, nos habíamos arreglado bastante, cuando mi madre anunció que había decidido salir con nosotras pero si solo salíamos a tomar algo y nos volvíamos pronto para casa. Nuestra intención en cambio era desfasar a tope y no volver a casa hasta bien entrado el día siguiente, sin embargo Rita cogió a mi madre por la cintura y le dijo:

– Claro que si cariño – Alzando la mano desde la cintura por el abdomen hasta levantar un pecho. – y ponte algo que realce estas tetitas.

Mi madre, aunque tardó en reaccionar, fue capaz de balbucear unas cuantas palabras y retirar con prontitud la mano de sus generosos pechos para salir precipitada de la habitación. Yo además no supe cómo reaccionar, no sabía si mi amiga intentaba ser amable o había algo detrás de su comportamiento. Aun así, si Rita mostraba verdadero interés por mi madre, no sabía si estaría bien decir algo o mantener la boca cerrada.

Todas estas dudas me acompañaron en el trayecto hasta la discoteca de moda, yo, en la parte delantera del taxi, me había decido por unos shorts negros, con medias muy finas y tacones y con una camiseta de cuello de barco y pequeñas incrustaciones con lentejuelas.

Mi madre por su parte había optado por un traje ejecutivo falda pantalón, con zapato bajo y una camisa ancha a la que Rita mientras bajábamos en el ascensor,  le había desabrochado dos botones de más de lo que pudiera ser decoroso para una persona de su edad. Mi madre en un momento había intentado resistirse, forcejeando con insistencia, hasta que una torta suave sobre la palma de su mano, había hecho que cejara en el intento de no desabrocharse los botones y ahora entre los pliegues de la blusa podía verse un sujetador de encaje marrón.

Cuchicheándole a su lado se encontraba Rita, que parecía bromear con su compañera de asiento, la cual, sonreía y hacía mohines de disgusto a partes iguales y no se sabía si se encontraba cómoda o incomoda con la situación. Rita llevaba un vestido verde, muy ceñido a todo el cuerpo, con un escote que no dejaba nada a la imaginación y que solo se te ocurría una palabra cuando eras capaz de mirar más allá de sus enormes pechos.

Al salir del coche para entrar la discoteca, Rita sujetaba a mi madre por la cintura en un gesto que, según lo que me pareció a mí, era más posesivo que cariñoso, sin embargo mi madre caminaba sin preocupación a su lado, quizás con la cabeza más agachada de lo normal, pero el cuerpo muy muy recto. Bebimos  y bailamos un rato, las tres juntas, Rita, se acercaba a mi madre susurrándole al oído, y de una forma similar a como había ocurrido en el coche, de primeras parecía negar con la cabeza, para luego sonreír pícaramente. Era una sonrisa que no había visto en mi madre, nunca y me hizo dudar, la verdad. Sin embargo el alcohol, empezaba a hacer su efecto, hizo que mis interacciones aumentaran y el sentido del peligro se evaporara.

Pasadas unas cuantas copas más me vi bailando a solas con Rita, la cual se encontraba también, bastante afectada por el alcohol, imaginaba que mi madre se había ido al baño, pero no recordaba en que momento o como. Rita me bailaba muy pegada, se acercaba y me susurraba cosas al oído que no lograba a entender del todo, aunque luego comprendí el significado de lo que me decía. Estaba planeando tirarse a mi madre.

Al cabo de unos minutos apareció mi madre, también ella iba bastante borracha, quizás más que nosotras dos, que estábamos acostumbradas a alternar con más frecuencia que ella, sin embargo lo que me turbó no fue eso, fue que en su visita al servicio, había perdido “voluntariamente” su sujetador.

Por lo tanto se encontraba con los dos botones desabrochados de más de la blusa, que seguían de la misma manera que en el coche, la diferencia era que sin sujetador, cualquier movimiento, como el que se generaba bailando hacia que sus pechos oscilaran de una manera ostensible.  Con un gesto entre cariñoso y firme, metió una mano por dentro de la blusa y agarro bruscamente un pecho, para a la vez, masajearlo durante unos segundos. La cara implorante de mi madre era un poema y yo sabía que tenía que hacer algo.

A esas alturas de la noche como comprenderéis yo me encontraba confusa y mi mente y mi cuerpo totalmente dividido. Por un lado la borrachera no me dejaba pensar con claridad, por otro lado la parte liberal de mí, no le importaba lo que mi madre hiciera. Al fin y al cabo era mayorcita y ella podría hacer lo que quisiera con su cuerpo, yo no se lo iba a recriminar, estaba segura de que yo había hecho cosas mucho peores que ella en aquel momento.  A parte de eso estaba mi padre, no lo tenía por una persona infiel, aunque pasaba muchas noches fuera de casa, por lo que es difícil evaluar esa parte en concreto de la relación. Quizás me molestaba que mi madre ni siquiera parecía haber pensado en él para nada, además, yo como su hija, sabía que me debatiría entre contárselo o no si al final pasaba algo.

También estaba el sentimiento físico en sí. La forma con la que Rita parecía ejercer control sobre mi madre, era atrayente, casi hipnótico, y había conseguido que a lo largo de la noche me fuera mojando poco a poco. Como me había quedado plantada con la boca abierta, decidí salir por la tangente e ir hacia la barra a por más bebidas, lo que haría que me despejara algo y al menos tuviera unos instantes más para pensar.

Los minutos que tardé en abrirme camino hacia la barra, no supusieron una mejora de mis condiciones mentales y no aclararon nada en mí de las dudas que yo traía, pero si solventaron al menos parte de la noche, ya que cuando quise regresar con las copas, mis dos acompañantes habían desaparecido.

El resto de la noche paso de una forma totalmente borrosa, no sé qué más pasó o que hice, solo sé que a la mañana siguiente desperté en mi cama con una resaca espantosa. Durante ese día llamé a mi madre y a Rita, pero ambas tenían el teléfono apagado o fuera de cobertura, así que no pude contactar con ellas. Pase todo el día angustiada, y me fui a la cama pensando en poner una denuncia al día siguiente, sin embargo, por la mañana, cuando salí a la calle con la intención de ir a la comisaria, me encontré con mi madre tirada en la puerta de casa. Se encontraba en un aspecto lamentable. Descalza y con las ropas manchadas y rasgadas, todo el maquillaje corrido por las mejillas y despeinada como si se hubiera peleado con un oso.

Conseguí meterla para dentro como pude y una vez se hubo serenado me empezó a contar todo lo que había pasado. Al principio había sido cortes con ella, la había piropeado y ella se había sentido alagada por ese hecho. Hacía mucho tiempo que no había recibido ningún tipo de cumplido y eso le hizo sentirse guapa. A medida que transcurría la noche, había empezado a intercalar esos cumplidos corteses y elegantes con algún otro más peyorativo. Empezó llamándola vaquita, por las tetas que tenía. Al principio le sentó muy mal, pero ella le explicaba que debía sentirse orgullosa de las tetas que tenía, que no todo el mundo podría disfrutar de ellas y que por ello debía desabrocharse la camisa.

A ella no le parecía nada bien, enseñar el sujetador como una vulgar ramera y forcejearon un instante, pero no quería parecer descortés a los ojos míos, ni le parecía tampoco bien llevarle la contraria, así que permitió que le desabrochara la blusa.

En la discoteca el acoso había subido de intensidad, ahora solamente algún piropo salpicaba una conversación en la que la mayoría de las cosas eran insultos.

– Eres una cerda que se va a dejar hacer lo que sea, con tal de satisfacer a tu coñito tragón – decía Rita

O…

– Cuando te folle ese coño, se te va a dar tanto de sí que no vas a sentir placer en lo que te queda de vida.

Estas eran algunas de las frases que soltaba.

Le pregunté a mi madre porque no había decidido apartarse de esa mujer. Ella me contestó que en primer lugar se encontraba terriblemente cachonda con las cosas que le decía Rita, y que además odiaba ser irrespetuosa con mis amigas. Por último no quería que yo fuera su próximo objetivo si ella se negaba. La autoridad que imprimía era imponente y las copas minaban su resistencia.

Así que con el enésimo cubata en la mano, no fue capaz de articular ni una sola objeción a la orden subyacente de quitarse el sujetador “quítate eso de ahí, que pueda sobarte las tetas de vaquita” fue lo que dijo. Cuando salió del baño con las tetas al aire y bamboleando  al son de la música, se sintió emputecer. Se había dado cuenta dónde había llegado. Realmente Rita ejercía una poderosa influencia que hacía que fuera una marioneta cachonda allá donde iba. Sin embargo, a pesar de su estado todavía era consciente de que yo me encontraba por allí y no quería que la viera en ese estado, así que aprovecho para dirigirse a Rita.

– ¡Quiero que me folles como nunca me han follado! – Dijo mi madre – pero no puede ser aquí. Llévame a otro sitio para follar.

– ¡Pídeme otra vez que te folle! ¡Quiero oírlo! –ordenó Rita con tono chulesco.

– ¡Fóllame, te lo suplico! ¡Fóllame! ¡No pares de joderme! – Volvió a pedir con voz sumisa y temblorosa.

Así que con esa breve conversación, metió su mano con facilidad en su blusa, le agarro fuerte de un pezón y tiro fuerte hacia la puerta como si la cadena de un perro se tratara sin importarle las miradas que recibían a su alrededor. Con esa explicación, un escalofrió recorrió mi cuerpo, se coló por mi ombligo, subió por mis pezones que se pusieron duros como la escarcha en un instante.

En el trayecto en taxi, las sutilezas dejaron paso a acciones más directas, Rita rompió rápidamente las bragas y empezó a hurgar en el coño de mi madre, la cual se intentó resistir, sujetando las manos de Rita, pero el placer era tan grande y la insistencia tan dura, que lo único que pudo hacer fue echar la cabeza hacia atrás y abandonarse al placer mientras peticiones de que parase se mezclaban con gemidos de placer. Cuando estaba a punto de llegar al orgasmo, Rita dejo de masturbarla, mi madre soltó un gruñido de impaciencia, alentando a su captora a que terminara lo que había empezado pero ella le dio una palmada fuerte en todo su sexo que le hizo ver las estrellas y que el calentón bajará de golpe.

– ¿No decías que no querías…? – Musitó, dejando a mi madre tirada en el coche.

Al poco,  llegaron a una habitación de hotel, mi madre algo más repuesta de todo lo que había pasado, se plantó en la puerta de la habitación.

– Mira Rita, una cosa quiero dejarte clara, si te he dicho de follar es porque quería que te alejaras de mi hija. Si quieres tendremos relaciones pero nada irá más allá

– Mira vaquita – dijo acercándose demasiado y agarrándome del cuello –, desde el momento en que te vi al entrar a tu  casa, sabía que te iba a follar así que tú nunca has decidido nada.

– Pero… – intenté objetar

– Chsst … – dijo haciendo un gesto tapido metiendo su mano entre sus piernas –, esto… me pertenece – musito mientras comenzaba un movimiento de vaivén –, así que calladita.

Las defensas de mi madre flaquearon y solo supo gemir como la perra que era. La verdad es que a mí en este punto de la conversación mis piernas me habían fallado también y había decidió sentarme y con mucho disimulo puse la mano sobre mi coño que palpitaba salvajemente, a la vez que tenía mojadas todas mis bragas.

Rita le desgarro el conjunto a mi madre y rápidamente se subió a horcajadas sobre ella, empezando a restregarse con rapidez sobre ella. Los dos coños se solapaban a la perfección y con cada envestida de Rita, mi madre no hacía más que gemir

– ¡Fóllame! ¡No pares, por favooooor! –Le suplicaba mi madre  entre gemidos.

– ¡Bfffff! No pienso parar hasta destrozarte, puta – Replicó Rita.

El ritmo de la follada se iba incrementando y Rita sobre mi madre había comenzado a azotarle las tetas con cada envestida, que tras unos minutos así, comenzaron a ponerse primero rojas, luego azuladas, para acabar de un color morado pálido. Para aquel momento, los orgasmos no se dejaban de suceder en ambos cuerpos y poco rato después ambas cayeron exhaustas.

Tras eso mi madre ya se sentía poco colaborativa, pero Rita tenía ganas de que le comiera un rato el coño a lo que mi madre se negó en un principio, sin embargo, esta, la agarro por el cuello poniéndose a horcajadas sobre su cara y sin darle ninguna opción a poder resistirse.  Tenía el coño muy sudado, de todo el esfuerzo que había hecho, sin embargo Rita insistía en que debía de ser así, que sería un bien entrenamiento a lo que iba ocurrir al día siguiente.

El relato de mi madre se detuvo durante un par de minutos, su aspecto seguía siendo lamentable, pero parecía que contar lo que le había sucedido, le estaba ayudando a superarlo. Al contrario que a ella, a mí el relato de lo que había sucedido, me había producido una inexplicable excitación, así que decidí ir a refrescarme, aunque cuando cerré la puerta tras de mí solo pensé en acometer contra mi rosada vulva.

Mi respiración se veía terriblemente alterada, y fantasías sobre la humillación y la dominación pasaban por mi mente de una forma frenética. Antes de alcanzar un máximo de excitación, una sensación de peligro acudió a mí, decidí parar de masturbarme, porque no quería que mi madre se enterar de lo que estaba haciendo en el baño. No es que ella no supiera que yo lo hacía de vez en cuando, pero me parecía difícil de explicar cómo podía haber encontrado un momento para masturbarme justo cuando ella me había estado contando una experiencia a priori tan desagradable. Volví enseguida al salón para que me siguiera contando.

Después de recibir el néctar de Rita en varias ocasiones, ambas cayeron dormidas hasta bien entrada la noche, en el que mi madre despertó de una duermevela con el sonido de un “clic” que indicaba un collar de perro o mejor dicho un collar de vaca, porque tenía una pequeña campana como las que llevan las vacas. Mi madre no sabía de donde había salido pero en el momento que intento quitarse recibió un fustazo y luego una serie de fustazos más que dejaron el culo igual de rojos que las tetas.

Rita dejo cubrir algo su desnudez con las ropas que había traído aunque estaban bastante desmejoradas y enseguida salieron una delante y la otra le seguía a cuatro patas hacia una localización desconocida.

A  partir de aquí todo degeneró, la llevó a una casa abandonada medio en ruinas, que estaba okupada por un grupo de chicas con una estética muy punk. Trajes de cuerpo, botas piercings, cabezas semirapadas  etcétera.

La obligaron a desnudarse completamente y la hicieron desfilar a cuatro patas mientras mugía como una  vulgar vaca y se paseaba balanceando las tetas mientras las presentes se desternillaban de risa y la grababan con el móvil. La hicieron mear en una esquina a cuatro patas como si estuviera en el campo y luego por turnos se sentaba frente a ella y la “ordeñaban” desternillándose de risa ya que le tenían prohibido  quejarse y solo podía hacerlo mediante mugidos.

La llevaron a otra parte de la casa okupa la tumbaron en un colchón raído y viejo que olía a meados y se la empezaron a follar por turnos. Mientras una le follaba el coño otra se le ponía el coño en su cara para que la aliviara oralmente. Esa fue la peor parte. Las okupas parecía que no se habían lavado en varios días y sus coños olían a meados que en un principio hicieron que a mi madre le dieran arcadas, aunque con la boca llena de coño, le fue imposible siquiera pensar en vomitar.

Las horas iban pasando y a medida que los coños iban pasando por su cuerpo, se le había olvidado todo lo que había alrededor, solo pensaba en el placer y los orgasmos que se le iban sucediendo uno tras el otro. Los coños dieron paso a las pollas de goma cada vez más grandes que iban dilatando su estrecha vulva acostumbrada al pequeño pene de mi padre y la iban dejando más insensibilizada.

Una vez se hubieron cansado de ella, le anillaron los pezones con unos aros bien gruesos y grandes para que recordara quien eran los propietarios de  la vaquita. Luego la echaron de la casa con las pocas prendas que llevaba, que se encontraban en un estado lamentable y casi desnuda, desorientada, con los pezones doloridos  y chorreando fluidos por sus orificios camino sin rumbo durante la noche hasta que al final reconoció una parte de la ciudad y fue capaz de llegar a casa.

Cuando terminó el relato, dejó la mirada en blanco y se quedó callada. Yo sabía que debía consolarla, pero con la última parte relatada había sufrido un pequeño orgasmo sin siquiera haberme tocado, y estaba delirando literalmente teniendo fantasías de dominación y humillación.

Rita no ha vuelto a aparecer y desde aquel día, todavía intentó localizarla, más que para pedirle explicaciones con el deseo profundo de que me haga a mi algo como lo que le hizo a mi madre. En mis noches de soledad son frecuentes las fantasías donde me trata como una vaquita o como cualquier otro animal de granja. Este fin de semana voy a viajar a la capital a ver si soy capaz de encontrarla donde vivía antes.

Fin