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La cinta de video

en Orgías

A pesar de que llevábamos ya cinco días de vacaciones en la República Dominicana, apenas si habíamos conseguido grabar 30 minutos de algo que mereciera la pena en nuestra cámara de vídeo. Y no es que nos estuviéramos aburriendo, todo lo contrario; pero cada vez que hacíamos alguna gamberrada digna de ser grabada, la cámara se encontraba guardadita en la caja fuerte de nuestra habitación.

El caso es que cuando salimos de vacaciones, les prometimos a nuestros amigos que les traeríamos la cinta de vídeo más "gore" que hubiesen visto jamás. Y no parecía que fuera a ser difícil, ya que de los cuatro amigos que al final habíamos decidido viajar, tres estaban como regaderas, y yo, el único que dejaba una novia en casa, (lo que me obligaba a portarme de una forma más decente por "el que dirán") era él mas loco del grupo. Y sin embargo, llevábamos ya cinco días sin nada que echarnos al objetivo.

De pronto, entre daiquiri y daiquiri alguien tuvo la gran idea. Hacia dos noches, habíamos visto que a partir de las doce, en la puerta del hotel se arremolinaban varias chicas jóvenes cuyos vestidos no dejaban lugar a dudas sobre la antiquísima profesión que desempeñaban… eran putas, vamos. Bueno, pues lo que había que hacer era tan sencillo como salir a la calle, convencer a una de que entrara con nosotros al hotel, lo cual no seria difícil; sobornar al portero, lo cual no seria caro; y convencerla de que nos dejara grabarle mientras se marcaba un "estriptis" en nuestra habitación, lo cual caro o barato, nos haría poseedores de una de las cintas más cachondas jamás grabadas desde que el cabronazo del Tommy Lee le dijo a Pamela eso de "sé tú misma, cariño".

Al principio a todos nos hizo mucha gracia, aunque ninguno, ni siquiera el propio creador de la idea, se la tomo muy en serio. Y nada hubiese pasado de no ser por aquella parejita de Basauri.

Como ya os he dicho, nosotros éramos cuatro chicos, pero en el hotel coincidimos con dos parejas con las que entablamos unas buenas relaciones. Una pareja era de Salamanca, el tío era majisimo, nos había caído a todos de puta madre; la novia, muy simpática también, tenia el defecto de estar como un tren. A todos nos daba mucho apuro hablar con ella, ya que no podíamos evitar mirarla con toda la lascivia que llevábamos dentro. Esto era algo que hacíamos con cualquier chica que estuviese tan buena como ella, pero en su caso era diferente, ya que no queríamos mosquear a su novio.

La otra pareja eran unos cachondos de Basauri. Un par de alcohólicos de "no te menees", que rara vez se dejaban ver por la piscina del hotel, ya que o bien estaban durmiendo la mona, o bien estaban…. Pero esa tarde, ni estaban a lo suyo ni estaban a lo otro, estaban aburridos, contemplándonos chapotear en el agua, mientras la parejita de Salamanca sé hacia arrumacos en una de las tumbonas. Fue ella la que tuvo la idea. Echar, ni más ni menos, que una partida de quinito con una de las botellas de ron que habíamos comprado la tarde anterior en Santo Domingo.

Para el que no sepa que es el quinito, le diré que es un jueguecito en el que se necesita alcohol y una baraja. Se da a cada participante una carta, y luego debe averiguar si la siguiente va a ser mayor o menor, si acierta no pasa nada, si falla bebe. Igualmente bebe si sale rey, si sale sota, si sale… que sé yo!, siempre que he jugado he acabado borracho. Explico esto, por que para nuestra sorpresa la pareja de Salamanca no conocía el juego, y es posible que alguno de mis queridos lectores sufra de la misma carencia quinitil. Media hora después ya sabían como se jugaba al quinito. Una hora después ya conocían de primera mano cuales eran sus consecuencias. Una hora y media después se despidieron de nosotros dando tumbos rumbo a su habitación. Al poco les siguieron los de Basauri.

Poco después dejamos nosotros también de jugar. Teníamos hambre, así que nos dirigimos al bufete a cenar, después, con una trompa que no nos teníamos, y habiendo anochecido ya, nos dirigimos a la playa a ver las olas. Estábamos borrachos, y no parecía que la borrachera fuera a desaparecer así como así. Además, nosotros tampoco queríamos que desapareciera Armados de valor por culpa del ron, cuando a Jorgito se le ocurrió de nuevo sacar a colación lo de la cinta de vídeo, ya no nos hizo tanta gracia. Nos miramos a los ojos, y sin decirnos mas, nos encaminamos a la calle.

No tardamos en ver a una prostituta, era alta, delgada y negra como la noche. Parecía bastante guapa. Lorenzo se acerco a ella y le habló abiertamente de nuestros planes. Desde la distancia veíamos como ella le decía algo, y luego como él volvía con el rabo entre las piernas (nunca mejor dicho). En pocas palabras le había mandado a paseo. No convenía ponerse borde, porque aunque estábamos borrachos, no éramos gilipollas, y sabíamos que su chulo podía estar rondando por los alrededores, y eso no era nada bueno.

Probamos con dos más. Fueron dos nuevas negativas. Desesperanzados nos dirigimos de vuelta al hotel. Habíamos estado casi dos horas por ahí deambulando y no habíamos logrado nada.

Poco antes de llegar a la puerta vimos una figura que nos era familiar: era la del cuerpazo de la chica de Salamanca, y por la manera en que andaba, parecía estar tan mal como nosotros. Nos acercamos a ella y le preguntamos que qué le pasaba. Sonrío y nos dijo que estaba tan borracha que no podía dormir, así que había dejado a su novio en la cama y se había ido a pasear. Luego llegó el momento en el que le tocó a ella hacer la embarazosa pregunta de que hacíamos nosotros a esas horas deambulando por ahí. Lo lógico hubiera sido mentirle, cualquiera en sus cabales le hubiera dicho que estábamos paseando, que se nos había perdido una lentilla, que sé yo, todo menos la verdad. A mí, sin embargo, no. A mí se me ocurrió decirle francamente la verdad.

Desde luego su primera reacción fue la de sorprenderse, pero al poco ya estaba llorando de la risa. Desde luego debíamos formar los cuatro, todo borrachos y derrotados, una estampa de lo más hilarante. Pero como digo, el ron nos había dado valor, así que no contento con meter la pata una vez, decidí meterla una segunda:

-No te rías tanto, igual a ti te gustaría ser la protagonista de nuestra cinta.

Al tiempo que Salva me daba una patada en la espinilla, que aun me duele, ella dejo de reír y se puso muy seria. "Tal vez sí". Esa fue su respuesta. "Tal vez sí". Mi corazón empezó a latir muy fuerte, y por las caras de mis tres amigos, los suyos debían ir a la misma velocidad. Parecía increíble, pero en un minuto habíamos llegado a la habitación, nos habíamos sentado en la cama y habíamos encendido la cámara, que ya estaba, indiscreta, preparada para fijarse firmemente en las suaves curvas de su cuerpo. Ella permanecía de pies, frente a nosotros, sonriendo.

-¿Estáis?-pregunto-y comenzó a moverse lentamente.

Hasta ese momento no nos habíamos fijado de verdad en lo buena que estaba. Debía tener unos 28 años, media un metro setenta y cinco, y tenia el pelo tan negro como sus ojos. El sol le había ya bronceado de una forma sorprendentemente rápida su cuerpo, aunque no se le notaban las marcas del biquini a penas.

Descubrimos poco a poco, lentamente, que tenia un cuello largo y fino, unos hombros perfectos, un par de pechos redondos, que sin ser exageradamente grandes, desde luego no eran pequeños, y que estaban jalonados por dos minúsculos pezones oscuros que parecían estar a punto de estallar. Su vientre era liso como una tabla, y ella lo sabia, ya que no paraba de contornearlo, sin que apareciese ni una arruga fuera de lo normal.

El momento cumbre fue cuando se bajo la braguitas. Las deslizó lentamente por sus largas piernas, y parecía que aquel descenso no iba a acabar jamás. Tenia unas piernas atléticas, perfectas, suaves y doradas, y sobre ellas se asomaba fanfarrón un pequeño triangulillo de bello púbico, convenientemente acotado para entrar dentro de aquellos increíbles tangas que tanto nos habían hecho sufrir. Una vez termino de desnudarse, comenzó a bailar mas despacio, acariciándose todo su cuerpo, y acercándonoslo poco a poco, entre sonrisa y sonrisa para que pudiésemos verlo con mas detalle. De pronto, cogió a Lorenzo de la mano. Lorenzo, que hasta ese momento había sido el cámara, dejó la misma sobre su cama y se puso a su par sonriendo.

Ella le puso sus manos sobre los hombros, delicada pero autoritariamente, obligándole a que se agachara. Cuando él quiso darse cuenta tenia su conejo delante de la boca. Ahí, de rodillas, con el cuerpo de aquella chica enfrente, se le pasaron las ganas de sonreír, la borrachera y todo lo demás que pudiese pasársele por la mente. Y a nosotros también La chica comenzó a acercar su pubis a la boca de él, hasta que ya no pudo más. Al principio él no sabia que hacer, pero poco a poco fue abriendo lentamente su boca y sacó la lengua, que fue a parar justo debajo de la caliente rajita de ella. Comenzó a mover su legua lentamente, mientras ella le acariciaba el pelo.

Comprendimos que estábamos de más, así que muy a nuestro pesar nos levantamos lentamente. Ella se dio cuenta, y nos ordeno que nos detuviésemos. Luego, separándose lentamente de Lorenzo se tumbo en la cama de la que acabábamos de levantarnos, y nos hizo un gesto con la mano para que nos acercásemos.

Jorgito y Salva se pusieron de rodillas frente a su cuerpazo desnudo y comenzaron a lamerle los pezones, a Lorenzo le había bastado tiempo para volver a sus quehaceres conejiles. Yo me quede de pies, mirando como bobo aquella escena De pronto noté su mano en mi paquete. Me estaba acariciando lentamente, mientras entre suspiros me preguntaba sí tenia algún problema. De hecho si, tenía dos, uno se llamaba Sandra, y era mi novia, el otro era que apenas si me quedaba sitio para mí, entre tanta cabeza.

Era mi primera orgía, y estaba un poco fuera de lugar Ella, solicita, halló la solución a mis males. Tras sentarme junto a su cara, me hizo bajarme el bañador, apoyo su cabeza sobre mis muslos y comenzó a lamerme la verga muy lentamente de arriba abajo. Fue Lorenzo el primero en cambiar de postura. Tras un ágil movimiento hacia el cajón en el que habían guardado los preservativos, saco cuatro (muy considerado él), y se enfundó con asombrosa elegancia uno de ellos. Noté pronto el efecto que su pene causo en ella al entrar en su cuerpo, ya que su boca perdió el compás, y su cara cada vez se torno mas excitada.

Las manos de ella se movían torpes entre los falos de mis otros dos amigos, y ya solo me daba algún que otro beso en el pene; por el contrario suspiraba mucho y profundamente. No pude evitar compararla con aquellas actrices porno que mientras son folladas por dos tíos, son capaces de hacer una mamada a un tercero, dos pajas a dos mas, y una tarta de manzana para su hijo de 7 años. Ella no, ella solo podía suspirar.

Lorenzo se corrió dentro de ella al poco rato, y nada mas salirse de su caliente cuerpo, entro Jorgito. Yo mientras le acariciaba el pecho obnubilado, notado excitado todos sus movimientos. Ya debía de haber tenido un orgasmo, pero ahora estaba teniendo otro.

A Jorgito le siguió Salva, y a él yo. Note como mi polla se metía sin dificultad en su conejo caliente, y note como todo mi cuerpo vibraba al hacerlo. Aun le sobraban a ella arrestos para moverse como un animal en celo. Fuera, dentro, fuera, dentro… no quería cambiar de postura, solo correrme, sentir un orgasmo grandioso dentro de ella. Y lo sentí. Después, ella se dio la vuelta, y mientras le lamía el pene a Salva, indico a Lorenzo que ahora se la metiera a cuatro patas. De nuevo la penetró, pero ella no parecía tener bastante. Esta vez Salva se corrió en su boca, y la visión de su esperma goteando por las comisuras de sus labios nos excito aún más.

Aún estuvimos tres cuartos de hora más. No quiso que le entrásemos por detrás, pero tampoco nos importó mucho, ya que parecía que ninguno de los cuatro eran suficientes para calmar su hambre Al final, al séptimo u octavo orgasmo, pareció quedarse más tranquila. Estábamos agotados. Cuando Jorgito se corrió por última vez dentro de ella, se deslizó a fuera de la cama y se dirigió a la ducha. Mientras todos los demás estábamos jadeando en la cama, ella se ducho, volvió a por la ropa, nos mando un beso por el aire, y nos pidió que no dijéramos una palabra.

La cinta se quedó en una papelera del aeropuerto de Punta Cana, convenientemente rota. Desde ese día, hasta que nos marchamos tres después nadie dijo no media palabra al respecto. Si fuera por la cara de flipados de mis amigos, pensaría que fue un sueño, pero no, no lo fue.