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Mostrando a mi novia (1)

en Voyerismo

¿Un pervertido?. Sí, tal vez lo sea. ¿Acaso no tenemos todos alguna pequeña perversión?.

La mía, la principal al menos, comenzó una calurosa noche del pasado verano. Mi novia y yo, que nos habíamos apoderado de la casa de sus padres aprovechando que éstos se habían ido una semana de vacaciones a Tenerife, llevábamos tres días dedicados a hacer el amor, a comer y a dormir, que no es mala manera de pasar el tiempo.

Sin embargo, aquella noche no me podía dormir, así que me levanté y me conecté a Internet en busca de algo que me ayudase a pasar el rato… y vaya si lo encontré. El caso es que no recuerdo muy bien como accedí a aquella página, lo que sí puedo recordar es que sorprendió mucho la cantidad de cabrones que andan sueltos por el mundo.

El único objetivo que tenía aquella página era el de mostrar a todos los internautas del mundo las fotos de centenares de mujeres dormidas o simplemente cazadas despistadas en situaciones poco decorosas como cambiándose, duchándose, etc.…(fotos sacadas, por cierto, por sus novios o maridos, sus hermanos e incluso sus hijos, o al menos, eso decían) para que luego, cada cual, diese su opinión.

Lo primero que pensé fue que todo era un timo, y efectivamente, en muchas de las fotos se podía observar claramente como las "fotografiadas" posaban descaradamente, algunas con demasiada profesionalidad para pasar por amateurs, pero no en todas, no. En otros muchos casos, se podía ver con claridad como aquellas mujeres habían sido fotografiadas no ya sin su consentimiento, sino siquiera sin su conocimiento.

Sin embargo, lo que más me sorprendieron fueron los comentarios que dejaban los visitantes, en su mayoría hombres, aunque no siempre. "Esta tía esta buenísima, se lo comería todo". "Ay mamasita ahoritita ya te daría para que supieras lo que es bueno", en incluso algunos en inglés y francés.

El caso es que las fotos, los comentarios, y la idea de imaginarme lo que dirían de mi novia me llevaron a caer en la tentación casi sin darme cuenta. Y creedme que no miento, pues cuando empecé a ser consciente de lo que estaba haciendo ya era demasiado tarde: armado con su cámara digital, me acerqué a la cama, le quité la fina sábana de lino que cubría su bonito cuerpo desnudo y comencé a sacarle fotos.

Al principio pensé que sería mejor sacarle solo fotos de espaldas no fuera que le fuese a buscar algún problema, o que sé yo, si alguien la reconocía, y de hecho, en cuanto quedé satisfecho con las doce o trece fotos que le había hecho, la tapé de nuevo y me volví al ordenador para descargarlas rápidamente.

Sin embargo, cuando comencé a ver el impresionante culo de mi novia acaparando las catorce pulgadas del monitor, volví a perder la cabeza, agarré de nuevo la cámara y me planté otra vez junto a los píes de la cama.

Ella aún estaba boca abajo, pero no me costó mucho girarla sin que se despertara. Afortunadamente para mi perversión, mi novia tiene el sueño menos ligero que podáis imaginar. Entonces, de nuevo le quité la sábana, le cubrí un poco la cara con su melena morena para que no se la pudiese reconocer con facilidad y de nuevo me lancé a hacerle fotos.

Las primeras se las hice tal como estaba tumbada, pero a medida que la iba fotografiando me iba poniendo cada vez más caliente, así que enseguida, aunque con sumo cuidado, comencé a hacerle tomar las más diversas poses según se me iban ocurriendo. Que si una con las piernas más abiertas, que si otra con la mano sobre su pubis, que si otra más tapándose los pechos con el brazo izquierdo.

Cuando me di por satisfecho, dejé la cámara sobre la mesita de noche, me puse de rodillas sobre su cuerpo, con una pierna a cada lado de su cintura, aunque sin rozarla siquiera y me masturbé como si fuera la primera vez que lo hacía. De hecho, estaba tan excitado, que el primer chorro de esperma que salió disparado de mi pene fue a caer a escasos centímetros de su cara, aunque sobre la sábana que cubría el colchón. El resto conseguí que cayera solo en mi mano izquierda.

Estaba tan excitado, aún después de haberme corrido, que apenas sequé la sabana del colchón con la que de nuevo cubría el cuerpecito de mi novia, me lancé de nuevo al ordenador a colgar las fotos que le había hecho en Internet.

Quince minutos después ya engrosaba la nómina de los cabrones que eran capaces de violar la intimidad de sus parejas para goce del resto de la humanidad.