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El gen de la infidelidad

en Textos de risa

Manda huevos, que diría el ministro de turno. Resulta que los hombres no somos infieles por naturaleza, vicio, ideología o instinto, no. Que los son nuestros genes, oiga. Y ni siquiera todos juntos en comandilla y sindicados, sino uno solo de ellos en concreto, el "alelo". Ahí queda eso.
Vamos, que no hay mérito alguno en tener una mujer a la que poder poner los cuernos –condición previa inapelable pero no por ello sencilla de cumplir-, ni en encontrar a otra u otras con las que consumar el delito –algo difícil aunque uno no viva en Donostia o Burgos-, ni en toda la logística pertinente de pisos francos, amigos sobornados, excusas más o menos creíbles y propinas varias de la cuenta "B". Y no hay tal mérito porque todo es cosa de un gen que, o se tiene o no se tiene. Así de sencillo.

Cualquiera lo diría. Y yo que pensaba que si nunca le había sido infiel a mi esposa era, primero porque soy demasiado vago para poder enfrentarme a todo el despliegue de medios necesarios para mantener una relación extraconyugal en condiciones y segundo, aunque ya menos importante, porque no me había surgido nunca la oportunidad, y ahora resulta que era porque no tenía el gen de marras.

O si lo tengo, lo tengo latente pero cautivo y desarmado, porque el caso es que me gustan doce de cada diez mujeres, pero como nunca me he ido con ninguna ni a por pipas, deduzco que será porque ellas no ven mi gen. Recatado que es uno mireusté.
Ahora, que tal vez no lo tenga porque ni soy actor ni soy futbolista, y todos sabemos que nadie pone los cuernos a sus legítimas más veces ni con más saña que los actores y los futbolistas. Pero no porque les entren unos pivones de aquí a Ciudad del Cabo, no, que va hombre. Lo que pasa es que tienen el gen en cuestión y eso les sobra. Ni dinero a espuertas, ni cuerpines de yogur desnatado, ni cochazos ni trajes caros, un gen unidad de infidelidad en lo universal y van que arden.

Menos mal que el estudio lo han hecho unos suecos, que son los mismos que inventaron la tuerca Spreffgensson, el tornillo Olaffsen y la llave Ingelsson -a parte claro de los premios Príncipe de Asturias y que ellos llaman Nobel-, que si hubieran sido unos científicos de un país serio ya estaría temblando.
De todas maneras, ¿qué gen tendrán las mujeres para pagarnos las infidelidades con la más estricta aplicación de la Ley Islámica?. ¿Se les podrá extirpar?.