miprimita.com

Raï

Un relato de Charles Champ d´Hiers

Esta vez la pantalla blanca del monitor de mi ordenador no me va a dar ningún miedo, no, esta vez no voy a perderme en el blanco infinito de su blanco absoluto. Esta vez no. Esta vez no, porque suena en mi vieja radio el suave raï de Jamal Adbalikur y, como siempre que oigo sus dulces notas, me acuerdo de ti y me acuerdo de Fez y me acuerdo de mí y me acuerdo de nosotros dos.

Y me acuerdo de cuando los dos teníamos dieciséis años, y me acuerdo de cuando la casa de tus padres olía a frutas y a menta, y me acuerdo de cómo aquella tarde estabamos los dos solos y de cómo tu temblabas frente a mí y de cómo yo temblaba frente a ti.

Y me acuerdo de aquel beso dulce y largo en el que nos fundimos mientras el raï nos fundía con nuestras raíces y nuestro futuro. Y me acuerdo de como, de alguna manera, ambos supimos mientras nuestras lenguas se abrazaban, que después de aquel beso vendría algo más que otro largo beso.

Y recuerdo como ambos separamos nuestros labios siendo ya conscientes de lo que íbamos a hacer. Tu mirada dulce aunque asustada se clavó en mis ojos tan asustados como los tuyos y tus manos comenzaron a soltar los botones de tu blusa mientras yo desabotonaba mi camisa sin mirar otra cosa que tus ojos marrones e infinitos.

Y nos veo a ambos, de pie, el uno frente al otro, despojándonos nerviosamente de nuestra ropa. Tras las camisas, tu sujetador, mis pantalones, los tuyos, mi calzoncillo, tus braguitas. Tu cuerpo desnudo al fin frente al mío, desnudo al fin, frente al tuyo.

Tus pechos suaves y dulces, aquellos pechos a los que antes había regalado alguna furtiva caricia se mostraron ante mis ojos en toda la lozana plenitud del cuerpo que acaba de florecer, tus caderas casi aún de niña, tu culo redondo y bonito, tus piernas firmes, casi atléticas, saludaron a mis ojos por primera vez con el mismo nerviosismo con el que mi pene completamente levantado saludó a tu pubis desnudo.

Y aún siento lo que sentí cuando sentí tus pezones clavándose sobre mi pecho en nuestro primer beso desnudos. Y aún siento como el tacto desnudo de tu piel abrasó por primera las yemas de mis dedos. Y aún siento la suave piel de tu espalda siendo surcada por mis manos torpes e inexpertas, como siento aún la placentera sensación que me produjo el roce de tus dedos por mi espalda, como siento aún el sofoco que me subió cuando mi pene tocó tu suave abdomen mientras ambos nos fundíamos en un largo beso abrazados bajo el raï y la tarde de Fez.

Y sueño viéndote de nuevo tocándome nerviosa el pene por primera vez, y siento de nuevo el enorme placer que tus inexpertos dedos me produjeron con sus inocentes primeras caricias. Y vuelvo a sentir el mismo calor abrasador dentro de mi cuerpo cuando sin separar mis labios de los tuyos deslicé mi mano tras tu culo en busca de tu entrepierna.

Y aún veo tus ojos abriéndose frente a los míos mientras separábamos nuestros labios, y aquella sonrisa tuya. Solos tú y yo, desnudos los dos, nerviosos, inexpertos, amantes. Solo tu cuerpo desnudo frente al mío, solo mi cuerpo desnudo frente al tuyo. Solos, casi sin saber que hacer, pero sabiendo como hacernos sentir cada vez más el uno al otro.

Nos veo sentándonos en el enorme sofá tras arrojar las eternas revistas españolas y francesas al suelo, nos veo acariciándonos nerviosos sin saber muy bien como, y oigo tus palabras como si me las volvieses a susurrar al oído. Enséñame a tocarte. Y me veo tocándome el pene avergonzado ante tus dulces ojos de princesa, y me veo tomando tu delicada mano y rodeando con ella mi pene y me veo moviéndote la muñeca de arriba abajo.

Y aún, mientras el raï inunda mi cuarto, me veo frente a ti, arrodillado en el suelo ante tus piernas mientras abrías ante mis ojos tal vez el mayor misterio de la naturaleza. Y veo tus dedos jugando con suavidad sobre tu cuerpo abierto. Y veo como acerqué a él mi lengua, y como sentí el calor de tu cuerpo húmedo frente a mí. Y siento aún tus lánguidos dedos rendidos entre mi pelo rizado.

Y aún sonrío cuando nos veo tratando de entrar los dos en el sofá buscando alcanzar aquel delicioso número por primera vez, y siento tus muslos abrazando mis orejas y tus labios besando tímidamente mi pene por primera vez. Y noto el sabor de tu cuerpo inundando mi boca, mientras con tus besos y las cortas caricias de tu lengua me hacías sentir como nunca antes jamás imaginé que nadie pudiese sentir.

Y aún tiemblo cuando separaste tus piernas de mi cara, giraste dificultosamente hacia mí y me lanzaste aquella mirada excitada y decidida. Y aún tiemblo como temblé aquel día cuando tu cuerpo desnudo comenzó a latir bajo el mío mientras abrías tus piernas por primera vez a mi cuerpo.

Que difícil es hacer lo difícil más difícil aún, pero que bien lo lograron aquellas dos lágrimas tuyas cuando, casi asustado, más temeroso de no hacerte daño que deseoso de hacerte sentir placer, entré por primera vez dentro de ti.

Te veo aún empujando con tus manos mi culo hacia tus caderas, obligándome a no huir, a entrar hasta ti. Sigue. Que difícil es seguir cuando el dolor es quien precede a uno.

Te recuerdo, pues nunca te podré olvidar, con los ojos húmedos clavados en los míos, mientras vencías poco a poco al primer dolor moviéndote bajo mi cuerpo mientras yo comenzaba a deslizarme dentro de ti cada vez con más facilidad.

Y aún siento aquel largo abrazo en el que nos fundimos cuando tus jadeos comenzaron a llegar rítmicamente a las orillas de mi cara cada vez más tensa por el placer. Y aún siento aquel beso en el que nos abrazamos cuando, por primera vez descubrimos juntos lo que solo el placer más delicioso puede hacer sentir a los mortales.

Aún veo tu sangre sobre el sofá de tus padres, tus lagrimas de dolor y placer, mis besos sobre cada milímetro de tus labios. Aún los veo cuando Jamal Adbalikur me hace recordar aquel día.

Y ni el blanco de la pantalla de mi ordenador, ni los años, ni la vida me podrán robar aquella tarde en Fez en la que tus padres nos dejaron solos y tú naciste para mí y yo nací para ti bajo el suave rumor del raï.

Te amé, te amo y te amaré y nada ni nadie me podrá robar mi amor por ti.