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Carta a una amante parisina (1)

en Dominación

Carta a una amante parisina

Charles Champ d´Hiers

Sagarçaçu, Baja Navarra,

Marzo 1768

Mi muy adorada, soñada y deseada Alienne:

Bien supongo, querida mía, que para cuando recibas estas pocas letras estarás ya completamente informada de cual y cómo fue el escándalo que nos obligó a mi amada esposa y a éste que te escribe a huir de París como almas que llevase el diablo, por lo que te ahorraré mi anodina versión de los hechos. Además, estoy seguro de que a estas alturas ya circulan por Versalles dos o cien versiones mucho más lúbricas y libidinosas de lo que la realidad contempló, así que permíteme querida que no desluzca con la sosa verdad la imagen que de los hechos habrá llegado a tus deliciosos oídos una vez regresada de Viena.

De mí, por lo demás, poco es lo que te puedo contar. El preboste Champolion nos ha aconsejado permanecer aquí, ostratizados en esta inmunda aldea de la Baja Navarra hasta que escampe un poco la tormenta… y las iras de su Cristianísima Majestad. Diez o doce meses en el mejor de los casos. ¡Ay querida mía!. Diez o doce meses alejado de ese precioso lupanar que es nuestra amada Versalles. ¿Para esto combatí siete años en los campos de la helada Nueva Francia?.

Maldito sea el momento en que aquella bala inglesa no atravesó mi corazón dándome una muerte gloriosa.

Sí querida mía, tan grande es mi abatimiento. Tanto que la muerte se me presenta cuan luminosa salida a todos mis problemas. Y es que, Alienne divina, este infecto lugar es el albañal del Reino y aún me quedo corto. Parnaso de brutos y Acádia de burras que son sus nativos, ellos, tercos como mulas y ellas, rústicas como las piedras de Lascaux.

Sin embargo, como el Altísimo aprieta pero no ahoga, lo que les restó de mientes se lo compensó con creces con unas anatomías privilegiadas y una belleza sencillamente deliciosa tanto en ellos como en ellas. Único consuelo, por otra parte, que nos anima a sobrevivir a mí y a mi pobre esposa durante esta temporada.

Vivo ejemplo te envío en la persona del portador de esta carta. Noble bruto fiel representante del lugareño medio, no solo lo tengas por portador de mis nuevas, sino también por causa y motivo de estas letras, que no son más que un favor que encarecidamente te he de pedir, amiga mía, si es que no me deseas ver muerto de aburrimiento en este pozo de verde vegetación y salvajes bestias tanto animales como humanas.

Naturalmente, a cambio de lo que te voy a pedir, te permito que hagas con él lo que te plazca, es lacayo mío y sé que es hombre de salud contrastada e inocencia angelical. Haz con él, querida si ese es tu deseo, pero, y esta es mi encarecida demanda, procura entretenerlo por un par de semanas, pues mi esposa y yo tenemos para su núbil esposa otros planes mucho más placenteros que las inmundas labores que le corresponderían por su posición de sierva y que mucho nos tememos, no sean del completo agrado de su macho.

Y ya que estoy en plan pedigüeño y aunque bien sé que no es necesario que te recomiende ninguna lid para con el mozo, permíteme como ejercicio para mi pobre y coartada alma el sugerirte uno o dos términos latinos que sé que manejas con la maestría de una hetaira corintia para comenzar a sazonar este capricho humano que te envío.

Baña al mozo nada más entre en tu palacio. Dómalo bajo la fusta del estropajo, pues son montaraces y bastante sucios estos lugareños. Una vez lo hayas macerado en jabón convenientemente propongo que ordenes a alguna de tus sirvientas (Silvie si la sífilis aún no se la ha llevado podría ser muy indicada) que lo seque con su lengua ante tus ojos. Disfrutaras tanto con el espectáculo de tu sierva sumisa como con el del asombrado bruto lamido.

Ya te imagino sentada en tu silla blanca observando a la pobre Silvie lamiendo cada poro del mensajero mientras tus dedos surcan inmorales tus puntos más sensibles. Dudo mucho que el mozo se resista a la imagen de una señora de tu hermosura masturbándose ante él mientras es lamido por una criada, así que podrás comprobar por ti misma hasta que punto son de viriles los machos de esta región, pues estoy seguro de que en menos de diez minutos hará de su verga fuente de blancos chorros aún sin desearlo él.

Desfogado lo tendrás más dispuesto a complacer tus deseos más íntimos: aprovecha la coyuntura para conducir al mozo hacia tu entrepierna y déjale hacer, pues, si bien son brutos e incapaces, mi mujer me ha asegurado que tienen en sus leguas la alegría de los mohicanos más lascivos.

De todas maneras, si éste que te mando no diese de sí todo lo que espero, siempre podrías educarle con el mismo éxito con el que le enseñaste a aquel precioso niño el arte de lamer aquel glorioso día de agosto del año pasado. Recuerdo indeleble por años será el de como te vi alcanzar el orgasmo entre los labios de aquel ángel púber después de dos simples lecciones prácticas.

Una vez satisfagas tus ardores de amazona hazme el obsequio de imaginarte con su verga entre tus labios, inundando toda tu boca. Hermosa pieza es la que te imagino saboreando, más bien sé que sobrada es tu arte para hacer de ella un juguete ante tu lengua. Chupa y lame cuanto te permita su natura, más no le mantengas tú con tus artes, mejor disfruta de su salvaje naturaleza, permite que sea él quien se mueva dentro de ti e incluso que te agarre la peluca hasta que se desahogue ahogándote en sus vitales líquidos.

A partir de allí, haz con él lo que te venga en gana, mientras me lo devuelvas vivo (otro escándalo daría con mis huesos en la húmeda Bastilla y ya sabes lo que aborrezco según que clases de humedad). Dáselo a tus criados para que le enseñen las artes de Sodoma, dáselo a tu anciana tía, la condesa viuda de Saint Denis, para que disfrute de tan joven tallo o quédatelo en fideicomiso, pero recuerda: al menos dos semanas, el tiempo suficiente para que mi mujer y yo disfrutemos en paz de su mujercita. Sé de sobra que serás gustosamente capaz de hacerme tan gran favor. A cambio, prometo relatarte, con todo lujo de detalles, como nos fue a nosotros en próxima carta que te hagamos llegar tan pronto como nos sea posible.

Beso tus pies querida Alienne,

Charles Champ d´Hiers, Marqués de Montreal du Loire y caballero de Su Cristianisima Majestad el Rey Luis.