miprimita.com

Rapsodia Cubana

en Hetero: General

Rapsodia Cubana

Un relato de Charles Champ d´Hiers

Lunes, once.

Te miro mía mirando por la ventana. Mía contra el azul del mar. Mi Gala asomada en la ventana de nuestro dormitorio mirando el infinito azul del mar. Te miro oyendo la canción del mar y sus olas. Tu pelo moreno lamiendo tu nuca al son de esa música eterna y siempre cambiante.

Te miro y pienso que si ese mar azul e infinito fuese música no podría sonar muy diferente que el "Chan Chan" de Compay Segundo que suena de fondo en el viejo tocadiscos. Si esa música fuese tierra no podría ser mejor ni más bonita que la Cuba que te vio nacer, la Cuba que llora desde que te subiste a aquella barquichuela, aquella Cuba que si fuese mujer no podría ser menos mujer que tú.

Te miro y te recuerdo hace un rato junto a mí, ama y señora de nuestra cama, de nuestras vidas. Te veo desnuda sobre mí, rodeándome, sentada sobre mi pelvis, con tus poderosos muslos. Te veo sonriente, ama de mí y de mis deseos, mientras tus dedos hacen sufrir a mis labios con unas caricias que queman de puro cálidas que sabes que sean.

Te miro y veo tu cuerpo desnudo rivalizando en belleza con la vieja voz del son, voz de ron y noche, cuerpo de ron y sol, dueño y señor de todos mis sentimientos. Tus ojos salvajes y dorados clavados en tus dedos sobre mis labios sedientos del placer de sus caricias. Tu fina boca sonriendo lasciva ante el paisaje de un hombre atado por tus muslos ansioso de ti. Tu melena cayendo a los lados de tus suaves pómulos, acompañando cada movimiento de tu cabeza, dibujando infinitas rayas negras sobre tu piel de nácar.

Te miro y veo tu cuerpo de diosa de mil curvas de puro fuego campando sobre mi sumisa anatomía. Tus pechos, redondos y firmes, gozando del juego de tus manos sobre mí, erizándose ante tus deseos de mí. Tu culo, ardiente y duro, posado sobre mi pelvis, apoyado sobre mi pene a punto de estallar. Tus caderas, contundentes, fuente de dos bellos muslos carceleros de mi cuerpo. Tu sexo, puro fuego y agua, acariciando mi ombligo cuando a ti te place.

Te miro y te veo disfrutando de mis labios, de mi cara, de mi nariz, de mis ojos. Te veo acariciándome la boca curiosa, sintiendo los efectos de tus mimos en mi mirada, en mi expresión. Te veo dueña de mí, sabiéndolo, disfrutándolo. Te veo, sonriente, bajar tus dedos hacia mis pezones, arañando suavemente cada milímetro del camino que los separa de mi boca.

Te miro y te veo cada vez más caliente sobre mí. Me miras y me ves cada vez más deseoso de tenerte, de entrarte, de hacerte mía, aunque sabes que si alguien es de alguien, lo soy yo de ti, de tus suspiros y de tus besos. Me miras, me sonríes maternal y piadosa y levantas ligeramente el cerco de tus piernas, dejando mis manos en libertad.

Te miro y tomo tu cintura entre mis dedos mientras noto como tus manos entran mi firme verga dentro de tu cuerpo. Te veo sentirte entrada, te veo cerrando los ojos mientras comienzas a moverte suavemente sobre el eje de mi ser.

Te miro y te veo morderte los labios mientras de entre mis dedos te escurres solo para volver a ellos, contoneándote sobre mí, caliente y sibilina, sabiendo que soy tan tuyo como tu propio cuerpo.

Te miro y veo como mientras el calor comienza a invadirme desde mi entrepierna tu espíritu comienza a escapar en forma de suspiros de entre tus dulces labios. Te siento cada vez más excitada, moviéndote cada vez más salvajemente sobre mí, mientras tu boca ya no es barrera de tus jadeos.

Cierro los ojos mientras siento como tus dedos se erizan sobre mi pecho, mientras siento como un dulce espasmo de placer se apodera de los dos, mientras siento como caes rendida a un lado de mi rendido cuerpo, posando tu mano sobre mi abdomen, satisfecha, relajada, saciada.

Te miro y te veo mirando por la ventana al infinito mar. Te veo llorando por dentro por tu isla.

Pronto, mi amor. Pronto.