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Pervirtiendo a su mujercita (5)

en Orgías

Al cabo de un par de minutos regresaron a la sala su esposo y sus dos amigos. Su pobre esposo. Luis sonreía triunfalmente mientras se frotaba las manos enérgicamente. Laura y Carlos estaban sentados en sus sillas, respirando un poco aceleradamente él y ella un poco despeinada, tal vez, pero tal y como les habían dejado, como si nada hubiera ocurrido allí.

Laura cielo, es que no tienes hambre. – El tono meloso de su esposo sonó especialmente dulce.

No, cariño. –acertó a decir ella.

A Carlos le mudó el color cuando vio como Laura acercaba sus labios empapados en él hacia los de su esposo para propinarle un cálido beso de buenas noches. Ya no vio como se levantaba, ni como se despedía de todos con un ligero mover de la mano, ni como se disculpaba por tener que irse a la cama pues estaba muy cansada. No vio nada más, tan solo tenía sitio en su mente para pensar en como nunca se había dado cuenta de lo terriblemente pervertida que podía ser aquella mujer que era la mejor amiga de su esposa.

El tacto de las sábanas en su piel le sentó como una bendición. Estaba agotada físicamente, le dolía la cabeza, le quemaba su piel, pero sobretodo, estaba absolutamente desorientada, perdida. En tres horas había cambiado su vida completamente. Completamente. Se sentía igual que aquellos que después de un accidente sufren un ataque de amnesia.

El vino, el cansancio y el dolor de cabeza le hicieron quedarse dormida casi inmediatamente. Fuera, aún sonaban las voces de los amigotes de su esposo, pero a ella ya no le importaba. Ya no le importaba nada.

En la sala, la marcha de Laura, aunque al principio fue recibida con muestras de dolor, en el caso de Luis casi excesivas, permitió a los amigos cambiar sus temas de conversación por otros más propios de la ocasión.

Luis, que se encontraba cómodamente recostado en el centro del sofá, lanzó una pícara mirada hacia sus tres amigos y les comenzó a hablar con un tono muy bajo, como si tuviera miedo de poder ser oído por su esposa.

No quiero que penséis que mi vida sexual es aburrida, ni nada por el estilo, pero debo confesaros un secretillo: desde hace unos meses me he aficionado a leer relatos eróticos en Internet.

Las caras de sus compadres se iluminaron sonrientes, detalle que a éste no se le escapó.

Bueno, veréis. El caso es que mi Laura, aunque es una mujer guapisima, es una santa, incapaz de atreverse a nada en el sexo más allá de lo puramente convencional… Pero bueno, no vayáis ahora a comentar nada de esto, ¿eh?

A Luis se le atragantó el trago de ron que se estaba llevando al coleto, comenzando a toser de forma nerviosa. Carlos comenzó a darle de torras en la espalda, disimulando con su gesto un creciente rubor.

El caso es que hará cosa de dos meses –continuó el anfitrión cuando vio que su amigo se recuperaba- entré en una web llamada "Todorelatos punto com". No podéis ni imaginaros el montón de relatos que allí hay. Relatos para todos los gustos y escritos tanto por hombres como por mujeres. De verdad, alucinaríais leyendo alguna de las historias de Peli, Rosa Rosae, o Aliena del Valle, mi favorita por cierto, que describe unas –y para decir lo siguiente bajó mucho el tono de voz- mamadas que son "in-cre-í-bles". Y no solo eso, es que todas sus historias son fabulosas. Incluso las que escribe poniéndose en el papel de un hombre. Es la leche, de verdad.

Sí –comentó Andrés- en una ocasión yo también visité una de esas páginas. Recuerdo que leí un relato muy bueno de un escritor de nombre francés… Charles Champolion, creo.

A sí –replicó el cornudo con el desdén propio de quien ha bebido ya dos copas de más y comienza a escasearle tanto el buen gusto como la buena educación- sería Charles Champ d´Hiers. No me gusta nada: es un cursilón con aires de grandeza. Fíjate, hasta dice que es marqués. Un "pringao" es lo que es.

A Andrés no le hizo mucha gracia que descalificaran de una forma tan cruel e injustificada a quien a él le había parecido un gran escritor, y tal vez porque también él llevaba dos copas de más, se levantó muy ofendido y dando un bufido dijo que se iba al cuarto de baño.

Cerró de nuevo la puerta de la sala a sus espaldas, y con un paso más que inseguro, se dirigió hacia el servicio. Sin embargo, al pasar junto a la puerta entornada del dormitorio de la pareja, no pudo evitar la tentación de mirar en su interior.

El cuerpo de Laura, completamente destapado y cubierto tan solo con un fino camisón yacía boca abajo sobre la cama como si lo hubieran lanzado desde un sexto piso, iluminado con la tenue luz exterior que se filtraba a través de la ventana. ¿Podría ser cierto que aquella preciosidad fuera la ninfómana que le habían dicho en aquel mail?.

Cuando se quiso dar cuenta estaba frente a los pies de la cama observando el azulado cuerpo de perfectos trazos que respiraba profundamente ante sus ojos. Era realmente preciosa. Sus piernas eran infinitas, suaves y bien torneadas, su culo, redondo y macizo, y con aquellas braguitas de niña, parecía la fruta más tentadora que jamás hubiera visto. Su espalda, fina y suave, iba a terminar en un delicado cuello cubierto casi totalmente por aquella preciosa melena de pelo negro que aún dejaba ver restos de lo que antes había sido un moño.

Su cara, brillaba con luz propia en aquella constelación de belleza. Tenía una nariz delicada y respingona y unos labios sensuales y apetitosos que nada tenían que envidiar a aquellos ojos color miel que ahora permanecían sellados por el sueño.

No pudo evitar la tentación de pasar casi con devoción sus dedos por aquella indefensa piel cálida y suave. Su corazón latía con fuerza mientras sus dedos se deslizaban sobre las pantorrillas, los muslos, la espalda y el culo de aquella bella durmiente.

El cosquilleo que el tacto de aquellos dedos causó en Laura provocó que esta, inconscientemente, se diera la vuelta. A Andrés casi se le rompió el corazón, pero para su alivio, cuando ya estaba a punto de arrojarse al suelo, oyó como la sosegada respiración de la mujer recuperaba su cadencia normal.

El nuevo espectáculo que se presentaba ahora entre penumbras era, si cabe, aun más embriagador. Al moverse, el camisón había quedado desplazado, dejando a la vista un precioso pecho de perfectas proporciones, adornado por un bonito pezón.

Andrés tragó la poca saliva que podía quedarle en la boca y acercó sus dedos hacia aquel impresionante seno. Primero solo lo rozó, pero luego, loco ya de excitación, comenzó a sobarlo con más decisión.

Aquella impresionante burbuja de carne temblaba entre sus dedos mientras el pezón iba cada vez poniéndose más duro, acariciando servicial, la palma de su mano, cada vez más ansiosa de asir todo el pecho entre sus dedos.

El contacto de aquellos labios no sorprendió a Laura, sino que al contrario, le agradó sobremanera. No entendía que pasaba, tal vez todo fuera un sueño, pero la sensación de aquella lengua explorando todos los rincones de su boca era demasiado agradable como para despertar.

A pesar de estar vestido, Andrés pudo notar el calor que emanaba del cuerpo de aquella mujer en cuanto se tumbó sobre ella. Su mano derecha, saciada ya de haber estrujado aquellos pechos se lanzó a la carrera a liberar de las braguitas el dulce pubis de su confronte. Sus dedos cruzaron veloces por entre la tela y la piel y se sumergieron entre aquellos tórridos labios.

Laura ya no pudo seguir fingiéndose en un sueño cuando se sintió penetrada, aquello no podía no estar pasando. La imagen de la cara de Andrés apareció entre la luz azulada de la ventana jadeando por la excitación contra su barbilla. Un grito se ahogó en su garganta: el que le provocaron aquellos dos dedos dentro de sí. Suspiró profundamente. La excitación de aquel masaje y los efectos del vino la disuadieron de cualquier resistencia.

Sus piernas se abrieron lentamente dejando el camino expedito para su amante, después de que éste, tras curvar su felina anatomía, le ayudara a quitarle aquellas angelicales braguitas. Andrés no tardó en bajarse la bragueta del pantalón y penetrarla con fuerza tras verla quitarse el fino camisón para goce de sus ojos. Su verga entró por entre las paredes de aquella vagina con suma facilidad. Laura estaba completamente empapada.

Cuando sintió que los empujones de Andrés cobraban vigor contra su pelvis, arqueó sus piernas y las cruzo entre las de su amigo, acompasando los movimientos de su cuerpo a los suyos.

El orgasmo les alcanzó a los dos prácticamente a la vez. Primero a ella, que apagó su pasión en un frenético beso en la boca de su compañero, luego él, que tuvo la precaución de sacar su pene de dentro de ella para ir a correrse sobre su plano vientre con un sordo y callado jadeo.

Después, extasiado, cayo rendido a su derecha, sobre el lado de la cama que solía ocupar siempre su amigo.

 

 

Si os ha gustado… continuará.