miprimita.com

Juguemos con ella

en Voyerismo

Os propongo un juego, no sé que tal saldrá pero me parece que puede ser divertido intentarlo: creemos nuestra propia historia. Sí, en serio, demos paso más allá del vouyerismo. No nos contentemos ya únicamente con observar a la protagonista, dirijamos también sus actos.

En este primer capitulo yo os presento a la protagonista, os la describo lo mejor que me sea posible, y en los siguientes vosotros decidís que queréis que le ocurra. Si esto no es realidad virtual, es que ese término no tiene significado.

Claro, alguno de vosotros podéis pensar, "nada, lo que le pasa a este "Champ" es que se ha quedado sin imaginación y esta pidiéndonos que colaboremos con él porque no se le ocurre nada". Bueno, ante esta acusación solo puedo defenderme con el único arma que más o menos se esgrimir: más relatos, que espero seguir escribiendo mientras le gusten a uno solo de vosotros (en género neutro). Y ahora…

¿Jugamos?

Bien, imaginemos a la protagonista. Edad, unos veinticinco años. Altura, no sé, tal vez un metro setenta. Delgada, pero no anoréxica, simplemente delgada. El pecho normal, las caderas normales, nada de mujerona "play-boy" de sesenta, noventa, sesenta, no. Simplemente una chica bonita, de esas que tal vez no nos hagan torcer la mirada cuando nos las cruzamos por la calle, pero con las que nos encantaría pasar el resto de nuestros días.

Sus piernas largas, finas, y, por hacerle un favor y evitarle sufrimientos (no en vano es un personaje de ficción), completamente depiladas de por vida. Los pies pequeños y delicados, con unos deditos alegres y juguetones de esos que parecen haber sido diseñados partiendo de ese rico helado de fresa. Las rodillas, rodillas, no sé, normales, con que sirvan para que pueda articular sus piernas y se pueda agachar de vez en cuando dejando, de paso, involuntariamente al descubierto esas regiones de la anatomía que algunas faldas nos permiten observar una vez cada mil años, me vale y me sobra. Y sus muslos, firmes, curvos, tentadores. En resumen: un par de piernas de esas que se ven en las cajas de las medias, y que nos obligan a terminar de dibujar mentalmente el cuerpo de su propietaria.

Su cintura, delgada, bien torneada, aunque sin pasarse. No creo que sea necesario que tenga que marcar las abdominales como si se tratase de una amazona del Mar Negro, no. El abdomen de la mujer es bonito, agradable a la vista, delicado y femenino, no creo que debamos masculinizarlo. En el centro, un simpático ombliguillo, pequeño, redondo y no muy profundo. Uno de esos ombligos en los que a uno le apetece tomarse un ron o diez. Bajo él, un pubis en suave pendiente hacia la lujuria, con vello, sí, aunque tampoco mucho, dispuesto, rizado y corto, en forma de triángulo.

Las caderas, suavemente torneadas, los pechos, firmes, un conjunto armonioso que luce tanto de pies, tumbada, recostada. Un cuerpo felino, de esos que cuando esta boca arriba parece una gatita y cuando esta sobre nosotros se asemeja a una pantera. Un cuerpo delicado, que dan ganas de abrazar, de levantar en volandas, de llevar hasta nuestra imaginación para hacerle tomar todas las posturas que disfrutaríamos con ella su la tuviésemos entre nuestros brazos. Y los pezones, muy importantes los pezones. Yo me decanto por unos pezones no muy grandes.

Los brazos, a imagen de las piernas, largos y delicados, cubiertos por un fino bello casi invisible y jalonados por una manos finas y expresivas, de largos dedos y cuidadas uñas. Unas manos de pianista, de secretaria. Unas manos capaces de dar con tanta maestría una caricia, un masaje o una buena torta si nos la hemos merecido.

El cuello largo, con la nuez poco visible, un cuello femenino columna capital de una cara de rasgos ligeramente marcados, tal vez algo eslava...

¿Por cierto?, ¿y la raza de nuestra protagonista?. Tal vez una rubiaza nórdica y de ojos claros, o tal vez una asiática exótica y sensual. No, mejor aún: tiremos por la calle del medio y apostemos por una mezcla de todas. Propongo una latinoamericana, de cualquiera de aquellas naciones hermanas. Una mujer que lleve por sus venas la sangre del indígena irredento que ya cantamos admirados en la "Araucana", del esclavo liberto e imparable traído de África y forjador de América, del conquistador íbero armado de hierro y Fe, portador de la historia de griegos, fenicios, cartagineses, romanos, lusitanos, celtas, godos, árabes y bereberes y la lascivia del mediterráneo compulsivo que nunca dejará de ser, y como no, del emigrante llegado de la fría Europa del norte, del polaco, del sueco, del alemán. Indómita mujer ha de resultar de esta mezcla, vive Dios.

Su piel, pues, morena y cálida. Sus ojos, oscuros, profundos, sabios, con un pequeño ramalazo de la mala uva de los del sur cuando se les toca las narices. Ligeramente achinados. Sí, algo oblicuos. Su pelo, corto, una melena morena y lisa hasta la nuca, fácil de peinar, pero que cuando se revela es capaz de cubrir con el flequillo mediante una salvaje cortina su bella cara. Su cara, gatuna, de labios sensuales y carnosos. Rojos y jugosos. Labios de fresa para morderlos durante años. Y la nariz suave y dulce, de mulata salerosa y dicharachera.

Bueno, no me negareis que nos ha quedado una señorita la mar de impresionante.

Ahora queda lo mejor: vestirla. Tampoco es cuestión de dejarla salir a la calle desnuda. Siempre he creído que lo mejor de una mujer desnuda es haberla visto desnudarse lentamente, aunque claro, esa es mi opinión.

Comencemos por las medias. Nunca pantys, unas medias de color oscuro, negras tal vez, hasta más allá de la mitad de sus muslos. ¿Unas inocentes braguitas de niña o un salvaje tanga?. Difícil elección. Tal vez un tanga.

Por favor, querida, levanta tu pie derecho. Así. Y ahora el izquierdo. Gracias. Y ahora, mientras surco con mis dedos la infinidad de tus piernas y lamo tu piel con la tela del tanga permite que disfrute de tu olor, dulce y suave. Estaría horas, pero son solo segundos. Al final, la prenda aterriza sobre tu dulce sexo, posándose en él tal vez algo bruscamente. No, no ha sido sin querer, no he podido evitar seguir tirando hacia arriba mientras contemplaba como se dibujaban en el tejido tus labios desnudos. Preciosa, estás preciosa.

Ahora, un sujetador. ¿O no?. Realmente no tienes tanto pecho como para tener que llevar uno. Esta bien, te dejaremos sin él. Una blusa blanca de botones, con los dos primeros y el último suelto hará maravillas sobre tu bello cuerpo. A la vista el ombligo y el nacimiento del canal que separa ambos senos. Primero un brazo, y luego el otro, eso es. Abotonamos lentamente mientras vemos caer el atardecer sobre la meseta de tu cuerpo. No es fácil, pero venzo a la tentación y termino de taparla.

¿Falda o pantalones?. Casi mejor, así como esta ahora, unicamente vestida con unas medias y una blusa. No, seamos serios. Una falda escocesa, como las de los uniformes escolares, pero con la cintura algo recortada, para que se te pueda ver la cinta del tanga. Una falda de tablas con el suficiente vuelo como para poder provocar un accidente si juegas a ser Marilyn.

Y, el toque final: dos coletas. Poco maquillaje, algo de color en los párpados, un tono cálido, y una fina capa de lápiz de labios sobran. Resultado, estás turbadoramente bella e infantil. Al menos así para este primer relato, dispuesta a someterte a la voluntad del primer lector que quiera hacer de ti lo que le plazca. ¿Te atreves?.

Sí, te arde el cuerpo esperando sentada en ese banco del parque a que algún lector te ordene levantarte y pasar a formar parte de su imaginación. O tal vez alguna lectora. Tal vez alguna mujer desee hacer de ti el objeto de sus más húmedos deseos. ¿Estás dispuesta?.

Yo también.

Esperemos, esperemos los dos.

Si quieres participar, escríbeme a champdhiers@yahoo.es

Si prefieres montarte el sueño solo, en la intimidad de tu interior, también me doy por más que satisfecho. Que disfrutes.