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Homenaje a dos valientes

en Gays

Suena Vivaldi desde los altavoces de la cadena. Su "Primavera". No es mala la elección. Su música parece formar parte de la decoración de la sala. Filtrando sus armoniosas notas por entre los libros de la pequeña estantería, rebotándolas contra la pantalla del televisor, dejándolas dormir sobre la mesilla y los sillones, posándolas en los cálidos nudos de la alfombra. No, no es mala la elección.

Te observo observando el viejo álbum de fotos. Historia sobre tus rodillas. Recuerdos prensados entre las hojas negras del cuaderno y las finas láminas de plástico que te separan de tu pasado. Imágenes de momentos agradables, que te traen a la memoria toda una vida. La tuya. La vuestra.

Aquellas primeras fotografías grises, fiel reflejo cromático de los últimos años negros. Caras felices a pesar de todo y aún a pesar de todos. El valor de otras luchas. El silencio de tu lucha. Lo primero era lo primero, decían. Años grises. Años de hipocresía de todos los colores.

Los primeros ochenta. Que horror, que pelos. Aún sin salir del armario, si acaso a lo sumo, entreabriendo tímidamente la puerta. Pero al menos ya se sentía entrar un fino hilo de aire dentro. Y aquellos conciertos. Y aquellas fiestas. Cuanto histrionismo. Nunca te sentiste punta de lanza, nunca te identificaste con aquellos que lo eran, pero ahora no puedes reprimir una sonrisa cómplice cuando observas esas caras pintarrajeadas, dispuestas a todo. Años de movida. Años en movimiento.

Y luego la sombra del estigma. La enfermedad divina de los que no tienen más dios que el odio a lo distinto. El negro de la muerte lloviendo sobre todo y sobre todos. ¿Cuántos fueron?. ¿Cuántos cayeron entre el desconsuelo y la incapacidad?. Amigos, gentes de bien, luchadores unos, ocasionales otros. Años negros, años de luto casi diario.

Pero tampoco aquel maldito virus criminal pudo acabar contigo. Las fotos cada vez más vacías de viejos amigos, pero siempre repletas de nuevas caras. Sonrisas. Siempre sonrisas. Obligados a sonreír. Sonriendo hasta el paredón, como te dijo aquella cara blanca antes de dejarte. La vida debía seguir. ¿Pero por qué costaba tanto seguir viviendo?. Años de tristeza. Años de valor.

Ya habían caído muchos dentro de la trinchera. ¿Por qué seguir emboscado?. ¿Acaso hacías algún mal a alguien?. No, tú no saliste: tú desvencijaste las bisagras de ese oscuro armario de una patada. Un despido y dos infartos de castos y melindrosos corazones. Buena caza la tuya aquellos primeros meses. Sí, no es fácil ser libre, se vive con más dificultades, pero se duerme mejor.

Aquella punta de lanza, te gustase o no, ya eras tú. Respirando valientemente donde antes solo podías mirar, sin querer ofender, pero sin consentir que se te ofendiera. Y cada vez más miradas solidarias a tu lado. ¿Quién necesita la caridad?. ¿Quién puede vivir sin solidaridad?. Años de lucha, siempre han sido años de lucha.

Días de orgullo. Orgullo descarado. Martillo de conciencias, despertador de sonámbulos. Nunca te sentiste punta de lanza, aunque sabes que nunca dejaste de serlo. Con ley o sin ella, con el favor de los vecinos o sin él, la vida en pareja siempre es un buen consuelo después de la batalla de cada día. Se acabó el entrar en su casa pasadas las once y salir antes de las seis. Pareja de hecho tal vez aún no, pero de hecho, una pareja.

Años de arco iris. Al final debían de llegar. Siempre después de toda tormenta, unas veces antes, otras después, acaba saliendo el insolente arco iris. Años de codazos por salir todos en la foto. Años de ellos y ellas. Años de estupideces de diverso jaez. En fin, mejor tenerlos al lado que enfrente.

Y tras el pasado, el negro del futuro. Un negro de esperanza. El plastificado negro de un sinfín de hojas limpias de fotos. Tan solo cartulina y plástico a la espera de ir rellenándolas con nuevos recuerdos. Años de esperanza. Años de igualdad.

El ruido de la cerradura nos devuelve a la realidad a los dos. Sales sonriente a la puerta. Un largo beso es tu único saludo. Por un momento ves en sus ojos el brillo de la sorpresa agradable. La antesala enmarca la antesala de vuestro amor libre.

Yo aquí os dejo. No es vuestro amor el mío, aunque ojalá fuese mío vuestro valor. Yo ya os dejo, aquí, solos; aunque solo aquí, porque fuera, entre todos, entre tantos, vuestra lucha siempre será la mía, y vuestro orgullo, el mío. El nuestro.

¡¡VIVA LA LIBERTAD!!