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Pervirtiendo a su mujercita (y 6)

en Orgías

Pervirtiendo a su mujercita (6)

Por Charles Champ d´Hiers

¿Me permitís el siguiente baile, princesa?

El tono socarrón de Luis sobresaltó casi tanto a Andrés como a la destinataria del mismo.

La voz de Laura intentó emitir un susurro suplicante, pero una lengua, aquella misma lengua que antes le había hecho sentirse en el paraíso, estaba de nuevo lamiendo con maestría cada recoveco de su intimidad.

Pero… ¿Qué hacéis aquí los dos?. –La voz de Andrés sonó casi más asustada por el temor a ser descubiertos que molesta por aquella intromisión en su intimidad.

Tranquilo, hombre, que hemos dejado a su "maridito" bien dormido y arropado. Nunca a sabido beber ese capullo.

El tono soberbio y chulesco de Luis causó un extraño efecto en Laura, que en lugar de sentirse ofendida oír aquellas palabras, sintió como su libido se despertaba dentro de su cuerpo con todas sus fuerzas. Aquel "maridito" suyo era un cornudo y estaba recibiendo el trato que se merecía. La había dejado sola y desamparada. A ella, que jamás le había fallado. A ella, que le amaba con pasión.

Las manos de Laura se cruzaron tras la nuca de Luis y atrajeron su boca sedienta hacia sus labios descerrajándole un largo y prolongado beso de tornillo que volvió a encender los deseos de Andrés.

Luis notaba como los masajes de la lengua de su amigo Carlos hacían mella en aquella mujer, pues lo que había empezado siendo un espectacular y violento beso estaba pasando por momentos a ser un jadeo contra sus labios mientras sus manos iban perdiendo fuerza en su presión.

Andrés no pudo aguantar mucho la contemplación de la escena de aquella mujer preciosa mujer entregada a los deseos de sus dos amigos, uno manoseando sus pechos y besándola con furia y el otro atacando enconado aquel conejito del que acababa de salir él mismo.

El vientre empapado de él mismo estaba hirviendo cuando deslizó su mano por él. Pasó la sábana para secarla, y una vez hecho esto, se lanzó a lamer aquel divino cuerpo en compañía de sus dos amigos. Parecían tres vampiros succionando la sangre de una hermosa doncella, sedientos de ella, arremolinados en torno a su anatomía.

El primero que la penetró fue Carlos. Su enorme tranca entró con facilidad por aquel cedido agujero, deslizándose hasta tocar con sus huevos el ano de su amiga. Una vez dentro, comenzó a bombear con fuerza, buscando correrse lo antes posible. Estaba tan excitado que no tuvo que esforzarse mucho: un par de minutos después arrojaba al interior de aquel cuerpo un cálido chorro de esperma que fue recibido con otro orgasmo por parte de Laura.

Cansado ya de lamer, Luis fue el siguiente en penetrarla. No se molestó en limpiarla un poco antes, sino que se la metió directamente, sin más paliativos. Para entonces Laura estaba ya tan lubricada que no deseaba otra cosa que ser penetrada sin pausa. Le parecía estar siendo saciada por una enorme verga sin fin dedicada tan solo a proporcionarla todo el placer que ella pudiese aguantar.

La polla de Andrés apareció de pronto frente a sus labios. Ella sonrió con una cara de zorra impresionante, la besó y se la introdujo en la boca de un golpe. Jamás se había sentido tan caliente, follada por la boca y el coño como su fuera una cualquiera. Y encima por amigos de su esposo.

Andrés sacó su pene cuando lo sintió ya a punto de estallar de placer y, sin apartarlo de delante de la cara de aquella mujer, le lanzó un soberbio chorro de esperma contra la nariz y los labios. El contacto de aquel líquido espeso y caliente aguzó el placer que Laura estaba sintiendo en cada vez mayor medida desde su cintura, haciéndole sentir un nuevo orgasmo aún mayor que los anteriores.

Luis cayó rendido sobre su empapado cuerpo cuando se movió por última vez dentro de ella. Después llegó la calma.

El primero en levantarse fue Carlos. En un momento estaban los tres en pie, estirándose las chaquetas de sus trajes, tratando de ver con la escasa luz exterior si estaban muy manchados, y comenzando a ser conscientes de lo que acaban de hacer.

Tan solo Andrés la besó antes de salir de la habitación. Luego, agotada, sudada y pringada de esperma, Laura escuchó como la puerta de la calle se cerraba por fin, dejándola sola en aquella enorme cama de matrimonio.

Su esposa estaba tendida sobre su lecho, convertido en un mar de sábanas revueltas y sucias del esperma de sus amigos y sus propios fluidos. Hacía rato que se había quedado dormida, rendida de agotamiento. Así estaba más guapa que nunca.

Su pelo, revuelto y sucio, cubría su cara y su cuello, su cuerpo desnudo, con el camisón hecho rebujo a su lado, lucía bajo los brillos azulados de la calle como si se tratase del de una estatua.

Se había propuesto dar un paso más. Ya no le valía con contentarse solo leyendo relatos eróticos: ahora deseaba hacer de su vida y de la de su mujer un relato, su propio relato. Aquella noche, entregando a su mujercita a la lujuria de sus amigos, había dado el primer paso, pero… aún le quedaba mucho por hacer.

Besó la cara de su esposa y, sin desvestirse, se tumbó a su lado, disfrutando de su calor, disfrutando de su olor.

 

Bueno, hasta aquí he llegado, ahora ya no sé si continuar… ¿qué os parece?

champdhiers@yahoo.es