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Vecino Ruidoso. Cap. V

en Bisexuales

TOLO (EL Policía)

Camino de casa todavía tengo el rabo morcillón, y mi gran capullo se marca en el uniforme. Me encanta llevar el uniforme bien ajustado para que todo dios me mire el culazo y el paquete que me marcan. No sé quien diseñará los uniformes de la Policía Nacional, pero a un tío con piernacas como yo, le sienta de puta madre. Lo he pasado de puta madre, y si no hubiese estado de servicio seguiría follando con el buenorro de la urbanización y la puta de su vecino. Aunque no se me va la cabeza que he besado a ese tío. Nunca antes había tenido la necesidad de besar a un hombre. Me había follado muchos, los había usado, los había tratado como putas. Pero nunca tuve la necesidad de besarlos. Y lo besé por necesidad, no pude evitarlo, fue superior a mí. No voy a negar que estaba de lujo y era un buen macho, como yo. Y porque no decirlo, mi polla metió un bote al besarlo. Y eso no me pasaba desde que tenía 15 años y bese a aquella guarrilla del instituto. Joder como se llamaba… del nombre no me acuerdo, pero de aquellas peras no me olvidaré en la puta vida. Y eso es lo que me tiene rallado, que tenía ese tío de especial. Porque tuve que besarlo, y porque tengo ganas de volver a hacerlo. ¿Me estaba volviendo maricón? Soy un vicioso, pero no soy maricón, joder…

Todos esos pensamientos se fueron de mi mente al llegar a casa. Al abrir la puerta, ya veo a mi pequeña princesa corriendo a mis brazos. Es la niña más guapa que ha parido padre, y no lo digo porque yo sea el susodicho. Esos rizos rubios y esa cara de pilla derrumban a cualquiera. Y sabe utilizar sus encantos para conseguir todo lo que quiere, al menos conmigo. No me extraña que mi mujer se enfade, yo soy el que le doy los caprichos y a ella siempre le toca hacer de mala. Se cabrea porque cuando ella entra en casa cansada de trabajar, la niña no va corriendo como una loca. Aunque en el fondo se siente orgullosa de que todo el mundo diga que soy un padrazo.

-          Tolo, ¿que horas son estas? – Me dice mi mujer enfadada desde la puerta de la cocina. – Y tu jovencita, ¿que haces despierta? – Riñó a la niña.

-          Tenía mucho papeleo, cariño. – La excusa del papeleo siempre cuela, la gente ve muchas películas de detectives. Es el salvaconducto perfecto para las fuerzas del orden para engañar a sus mujeres. – Tranquila que ya la acuesto yo.

Me lleve en brazos a mi princesa, y a la segunda página del cuento ya estaba dormida. Normal, eran casi las 10 de la noche, y mi pequeña no ha cumplido todavía los dos años. Tras la monserga sobre mis horarios, y que la niña no se duerme hasta que llego y bla bla, me siento a cenar mientras mi mujer habla sin parar. Sigue cabreada, pero llevo tal calentón que pruebo suerte en cuanto termino el último bocado de la cena, y me levanto a meterle mano. No se resiste mucho, estamos intentando darle un hermanito a mi princesa desde hace un mes, y follamos como locos estos días. No hay nada para subir la libido a una tía que decirle que vamos a por buscar otro crio.

Todo iba de lujo hasta que mi mujer metió las manos por el pantalón y me agarró mi peludo culo.

-          ¿Porque no llevas calzoncillos? – Me dijo evitando mis labios.

-          Hoy no me los he puesto, voy en plan comando. – Dije descarado. Llevo toda la vida siendo un mentiroso, y la verdad es que se me da de lujo. Tengo respuestas para todo.

-          Mentira, esta mañana vi cómo te los ponías. – Dijo ya histérica, empujándome a un lado de la cama. Se levantó y empezó a caminar por el cuarto. – Como seré tan tonta, ¿otra vez Tolo? Y ahora que estamos bien. No me lo puedo creer. Te dije que era la última oportunidad, ni una más… y no han pasado ni dos meses y ya estas otra vez poniéndome los cuernos.

Al no poder gritarme para no despertar a la niña, parecía que la cabreaba más todavía. Joder, la cagada había sido grande. Mi mujer me ha pillado pero bien. Me va a salir cara la chulería de regalarle los gayumbos a la puta de esta tarde. Porque seré tan teatrero, joder. Intenté mantener mi versión, y sostuve que no me los había puesto. Aunque ella estaba segura, o casi. Sabía que hay que mantenerse en la versión inicial, y sembrar la duda. Es algo que al final siempre mina la mente del que quiere mirar para otro lado. Y mi mujer llevaba mirando para otro lado toda la vida, al menos desde que la conquisté. Y es que mi mujer era la novia de mi hermano pequeño.

Si, sé que soy un hijoputa. Y la verdad es que no me arrepiento de como soy. O mejor dicho, de cómo me hicieron. Suena a excusa, pero el culpable de como soy es mi padre. ¿Y os preguntareis que fue lo que hizo ese cabronazo? Pues una cosa muy simple, casi inocente. Ponerme el puto nombre familiar.

Igual pensáis que es la excusa más tonta del mundo, pero el nombre es algo que te puede marcar para toda la vida. No se si os lo habéis planteado alguna vez, pero es algo que puede marcarte de por vida. Los padres no se dan cuenta lo que pueden hacer cuando escogen un nombre poco adecuado para sus hijos. Es muy gracioso llamar a tu hija Margarita Flores del Campo… pero estoy seguro de que a la famosa Margarita no le hizo ni puta gracia. Tuve la mala suerte de que mi padre, mi abuelo, mi bisabuelo… se llamasen Bartolomé. Además, mi madre siempre fue muy beata, todo el día en misa, y el patrón de mi pueblo es San Bartolomé. O sea que tanto ella como mi padre no tuvieron mucho que pensar. Yo creo que incluso estaba pensaban que tenía que estar orgulloso de llevarlo ese nombre.

Pensareis que hay cosas mucho peores, pero se unió el nombre y que yo no es que sea un lumbreras. Siempre he sido bastante malo estudiando, y de chaval era un niño fuertecito (por ser benévolo). Por lo tanto, desde muy pequeño mi nombre pasó a ser el peor de los insultos. Pase a ser el Bartolo de la clase, y no había día que no me llamasen tonto. Y todo empeoró cuando nació mi hermano, 2 años menor que yo. A él, le pusieron un nombre normal: David. Desde pequeño fue perfecto en todo, más listo, más guapo, delgado, ágil. Todo lo contrario a mí. Incluso físicamente no nos parecíamos nada, yo era moreno y mi hermano rubio al igual que mis padres. Mi hermano era la viva imagen de nuestro padre, y esa cualidad ayudo a que pasase a ser su favorito. Yo creo que me dio por perdido en cuanto nació él, y pasó a ignorarme desde pequeño. Por más que yo intentase llamar su atención, el solo tenía ojos para David. Y solo me hablaba para reñirme y compararme con mi hermano pequeño.

Tal diferencia de trato, hizo que mi madre se volcase conmigo. Y que yo odiase a mi hermano, como a mi peor enemigo. Y la realidad es que fue reciproco, el nunca entendió mi rechazo y decidió que hasta en eso iba a ser mejor que yo. Desde bien pequeño usaba sus artimañas para que me castigasen, echándome la culpa de todas sus trastadas o poniéndose a llorar sin que yo le hiciese nada. Por supuesto, nuestro padre terminaba calzándome un buen capón y castigándome cada vez que David se lo proponía.

Supongo que por culpa de mi padre fui un chico débil de mente y con una autoestima inexistente. Aprobaba raspando, pero cada año me costaba más. Tras repetir un curso, pase a tener la presión de tener a mi hermano en el curso inferior.  Y empezar el instituto no fue un revulsivo que mi madre y yo esperábamos. El inicio de curso fue igual, no me libraba de mi apodo, ya que era mi nombre. Y enseguida volví a ser el hazmerreír de la clase.

Todo cambió gracias a que el profesor de gimnasia era el entrenador del equipo de balonmano. Y vio en mí el pivote perfecto para un equipo en horas bajas. Pero no os penséis que fue como en las pelis de Disney. Los primeros meses fueron un desastre, yo no sabía jugar y aunque fuera más fuerte y alto, era lento, blando y poco coordinado. El que haya jugado a balonmano sabe lo que pasa con esas cualidades, me caían hostias como panes. Y mis compañeros de equipo también se metían conmigo.

Un día mi entrenador me encontró llorando en el vestuario. Estaba desnudo, con mi ropa empapada tirada por la ducha. No me habían pegado, pero mis compañeros me echaban la culpa de haber perdido el partido. Uno de los laterales, un chaval pequeño y rápido, era el que más se metía conmigo. Me la tenía jurada, y desde hacía un par de meses me amargaba la vida para que dejase el equipo. Ese día fue la enésima putada, y yo exploté. Se lo conté todo al entrenador, pero este no fue nada indulgente conmigo. Y le dije que no podía más, abandonaba el equipo.

-          Mira Tolo – siempre me llamaba Tolo. – Si piensas que voy a ponerme de tu parte y castigar a tus compañeros, vas jodido. La vida es dura, y comes o te comen. Así de simple. Y si no me equivoco, a ti llevan comiéndote toda la vida. No serás el tío más listo del mundo, ni el más rápido, pero eres el más fuerte del equipo. Y no se nota en absoluto. Tienes que coger tus virtudes y explotarlas. – Continuó -.  Si son unos cabrones contigo, tú debes serlo más. Se el más hijoputa del jodido instituto. ¿Que piensas hacer mañana, Tolo? Aunque dejes el equipo, seguirás viniendo al instituto. Seguirán metiéndose contigo, puteandote y riéndose de ti. Yo confio en ti. Yo sé que puedes ser un puto crack. Eres ya un hombre, mira que huevazos. Ya empiezas a tener pelos en ellos. – Me los cogió y yo me reí, mientras los sopesaba. - Venga, ven a mi vestuario que te dejo ropa. Seguro que no te quedará muy grande.

Yo no dije ni una palabra, solo dejé de llorar y grabé en mi cerebro todo lo que me dijo. Y en ese preciso instante decidí que todo iba a cambiar. Aunque no tenía ni puta idea de cómo iba a hacerlo.

En el siguiente entrenamiento todo seguía igual, mi entrenador veía como me insultaban cada vez que perdía una bola o hacía una mala defensa, pero seguía sin decir nada. En un contragolpe, en el partidillo que jugábamos al final, el lateral que se metía conmigo corría directo hacia mi portería con el balón controlado. Yo no era el único que quedaba atrás, mire al entrenador y me hizo un ligero gesto con la cabeza. Yo fui al corte, sin mirar ni a la pelota. Use toda mi fuerza y mi peso… y mi compañero salió volando hasta chocar con la espaldera del gimnasio. Fue tal el golpe que me asusté, viendo como mi compañero empezaba a llorar. Mi entrenador cogió el balón y pito falta. Grito a mi compañero que dejase de llorar y se levantase, y elogió mi falta “táctica”.

-          Así quiero que juguéis, ¡con cojones joder!, que somos el hazmerreír del campeonato.

Ese día en el vestuario todo fue igual, nada cambio. Todos se pusieron en mi contra. Yo me tuve que ir con la ropa sudada del entrenamiento, y mi ropa empapada. Pero no lloré, ni ese día, ni nunca más. Poco a poco fui siendo cada vez más duro, y en los partidos empecé a ser respetado, y algo mucho mejor… empecé a ser decisivo. Y empezamos a ganar partidos. El juego duro se contagió al resto del equipo, relegando a los jugadores más agiles a un segundo plano. Mi cambio de rol, y el estirón que di ese verano, hizo que el segundo curso del instituto empezase de otra manera.

El entrenador empezó a primar el físico, y con 16 años ya podíamos empezar a desarrollar nuestros cuerpos sin perjudicar el crecimiento. Yo me volví un animal, y los kilos de grasa convertidos en musculo hicieron que me volviese uno de los tíos más atractivo del instituto. Y siendo un tío bueno y el mejor del equipo de balonmano, por fin deje de ser Bartolo para ser “Tolo”. Incluso los profesores me llamaban Tolo. La vida se volvió mucho más fácil. Los estudios me seguían costando un gran esfuerzo, pero los profesores se volvieron menos severos conmigo. Pase a ser uno de los capitanes, y el equipo era de los mejores de la categoría. Aunque a costa de ser el equipo más sucio de la competición. El juego duro y las lesiones del equipo contrario eran ya conocidas por el resto de equipos.

A todo esto, mi hermano pequeño seguía en su mundo de perfección: el mejor de clase, el base del equipo de básquet, miembro del consejo escolar, campeón de ajedrez... Incluso empezó a jugar de base con los de una categoría superior.  Compartíamos cuarto pero ni nos hablábamos. En lo único que era mejor que él, era en el aspecto físico. David seguía teniendo cuerpo de adolescente, mucho más fino y sin el volumen ni la altura que tenía yo. El era más guapo, pero una belleza muy aniñada que no lo hacía atractivo para las quinceañeras. Estaba claro que sería muy guapo en cuanto cumpliese unos años, pero envidiaba mi atractivo. Yo era de facciones más toscas, y ya empezaba a tener barba. Lo miraba de vez en cuando observarme, mirar mi cuerpo y mi miembro que iba creciendo a buen ritmo rodeado de una buena mata de pelo. Por primera vez en nuestra vida envidiaba algo de mí. Aunque por supuesto no iba a reconocerlo. Yo para putearlo dormía en bolas, y me miraba al espejo haciendo poses para marcar mis músculos.

Yo lo miraba por encima del hombro por una vez. Y es que era el ligón del instituto. Pero hasta en eso mi hermano tenía que ser mejor que yo, y se ligó a Susana, la más guapa de mi clase. Una tía un año mayor, y encima la única tía que yo no había podido conseguir a pesar de mi insistencia.

Susana era la más popular del instituto, delgada pero con buenas tetas, buena estudiante, guapa, rubia de ojos azules… vamos un pibón. Para colmo ella pasaba mucho tiempo en mi casa, ya que mi hermano no era de los que salía de noche. Y se quedaban viendo películas y documentales las noches de los fines de semana. Yo en cambio era un fiestero, un bala perdida, como decía mi padre.

Cuando terminé el instituto hice un intento de estudiar Derecho. Muy ambicioso para mí, como se encargaba de recordar mi padre cada vez que tenía oportunidad. Mi poca cabeza y mi mala vida, me pasaba el día fumando porros y saliendo de noche, hicieron que me echasen de la carrera el primer año por no aprobar ni una. El balonmano tampoco fue el salvavidas que esperaba. En cuanto el resto de chavales igualaron mi físico, ya no destacaba. No era malo, pero estaba claro que no llegaría a profesional. Encima tenía tal fama entre los árbitros (ganada con méritos), que pasaba más tiempo en los banquillos y sancionado que en el campo.

Al final me vi en casa, con 20 años y transformado en un “nini”. Mi padre me dio un ultimátum, y por dejar de soportarlo hice lo que la mayoría de balas perdidas de mi generación: opositar a policía nacional.

El primer año suspendí el teórico a las primeras de cambio, y mi padre casi me echa de casa. Mi madre tuvo que luchar mucho para que mi padre no me pusiese a trabajar. Y le juré a mi madre que me lo iba a tomar en serio. Para asegurarse de ello, mi madre pidió ayuda a Susana, la novia de mi hermano, que estaba estudiando Derecho con mucha mejor suerte que yo. Ella intentó excusarse, pero la chica perfecta no podía decepcionar a su suegra. Yo me negué en un primer momento, ya que no aguantaba a esa niñata pija, pero el enésimo desprecio de mi hermano me hizo cambiar de idea.

Decidí que me iba a vengar de mi hermano perfecto de la mejor forma posible, follándome a su perfecta novia. David estudiaba medicina, y casi no tenía tiempo para Susana, con lo que las cosas se me ponían de cara. Una vez me la hubiese tirado, se lo diría y su vida perfecta se jodería… un poco al menos.

Y el plan fue bien, muy bien… demasiado bien. Yo deje a un lado mi imagen de macarra cabronazo, y me porte como el chico sencillo y tímido que había sido hacía muchos años. Y Susana en seguida empezó a encariñarse de ese chico, que yo había enterrado hace mucho. Con lo que no contaba era con enamorarme de ella. Y es que Susana era tan perfecta como parecía. Era guapa, graciosa, lista, ingeniosa, y sabía sacar mi lado más tierno. Con ella todo era mucho más fácil, y yo era muy feliz cuando la tenía al lado.

Con el tiempo el plan para joder a mi hermano follándome a su novia, paso a la historia. Si me liaba con Susana, ella pasaría a ser una guarra. Ya sabemos como es la sociedad en estas situaciones. La mujer se lleva la peor parte. Y yo la quería tanto que no podría hacerle eso, no podría dejarla como una guarra delante de mi familia y sus amigos. Por lo que intenté dejar a un lado la atracción que los dos sentíamos.

Cuando salieron las notas y saqué mi plaza, fui corriendo a decírselo a Susana. Cuando llegué a su casa estaba en el portal discutiendo con mi hermano. Ella no solía hablarme de él, pero yo sabía que las cosas iban mal entre ellos y ya casi no se veían debido a las mil obligaciones de mi hermano. Esperé a que David se fuera, y me encontré a Susana llorando.

No sabía que decir cuando me presenté delante de ella. Y solo le dije que había aprobado, y que era gracias a ella. Ella esbozó una sonrisa, y me dijo que había dejado a mi hermano. Yo no pude aguantar más y la besé, y ella no se resistió. Esa noche la pasamos en un hotel, y os aseguro que no dormimos nada. Susana era perfecta en todos los sentidos, y yo descubrí que era mucho mejor que mi hermano al menos en una cosa.

-          Dios, no sabía lo que era un orgasmo hasta esta noche. – Dijo sudada y con sus pechos llenos de lefa.

-          Pues has tenido unos cuantos. – Dije recogiendo mi lefa de su pecho con la lengua y morreándola bien profundo, haciendo que se la tragase junto a mi saliva. Mi mano bajó hacia su coño que estaba bien abierto y húmedo.

-          Uummm, como eres tan cerdo. – dijo sonriendo cuando dejé de besarla.

-          Y bien que te gusta. Quien diría que esta niña pija era tan guarra. – Ella me empujó en broma, pero le encantaba que fuera tan burro y no tuviera tabús en el sexo.

-          Tu hermano era tan… correcto. – Dijo con una sonrisa triste.

-          ¿Que vas a hacer?

-          No lo sé, Tolo. Tú me gustas mucho, este año ha sido…

-          ¿Especial?

-          Si… creo que ya no quiero a tu hermano. Pero… -Susana se entristeció pensando en su futuro.

-          ¿Que dirán si empiezas a salir con el hermano de tu exnovio?

-          Si… Y ¿tú que vas a hacer? – Me miró tiernamente.

-          Matar a todo el que se atreva a decir algo malo de ti. – Dije saltando sobre ella y mordiéndole el cuello, ante lo que Susana dio un gritito divertida. – Y follarte hasta que amanezca.

-          No te cansas nunca… - Dijo tapándose el coño ya escocido.

-          Acabo de empezar. – Le dije agarrando mi rabazo bien duro.

Aunque mi hermano intentó volver con Susana varias veces, ella lo rechazó siempre. Seguimos nuestra relación a escondidas. Mi estancia en la academia de policía hizo que fuera sencillo, pero no podíamos mantener esa situación eternamente. Y el momento de hacer pública nuestra relación llegó. Y como podéis suponer, fue una bomba. Mis padres se pusieron de parte de mi hermano, y yo quedé como el malo de la película. Por lo que, en cuanto tuve destino me fui de casa. Y Susana se vino conmigo.

Los primeros años con Susana fueron la hostia. Yo seguía practicando el nudismo en mi casa, y con Susana por allí rondando tenía el pollón siempre mirando al techo. Follábamos como leones, y mi chica resulto estar a la altura de un tío vicioso como yo. Le encantaba mamar y, menos que le diese por el culo, me dejaba hacerle de todo. Uno de mis mayores vicios era llenarle el coñito de leche y luego comérselo hasta que se volvía a correr como una loca.

El resto de la historia es muy típica. Susana empezó a trabajar de abogada, las jornadas de trabajo interminables y la rutina hizo que la hoguera inicial se fuera apagando. Aunque de vez en cuando los rescoldos se avivasen. Pero yo necesitaba mucho más sexo que el que teníamos. Y aunque la quería mucho, la cabra tira al monte. Y yo era un cabrón de cuidado, jeje. Empecé a echar alguna canita al aire… y a la tierra… y al mar. Y como todo se puede liar más, todo empeoró cuando me pusieron a Antonio de compañero.

Antonio era el típico policía con cierto tufo a Torrente, y con muy mala fama. Un tío racista, machista y facha como el solo. A eso hay que unirle: que bebía de más, que se drogaba de vez en cuando con lo que incautaba a los chavaletes y que se follaba todo lo que pillaba. Con cuarenta y cinco años ya estaba divorciado dos veces, y tenía trapicheos con más de un garito con el que pagaba los caprichos de sus tres hijas. Vamos, una joya de poli.

A la semana de estar patrullando con él, fuimos a cubrir el robo de una tienda de ropa interior. Una chica de veinte años nos atendió muy nerviosa. Un chaval de unos 20 años le había sacado una navaja y se había llevado mercancía por valor de casi mil euros. La verdad es que no le estábamos haciendo ni puto caso de lo que decía. La niña estaba para reventarla a pollazos. Bajita , morena y con unas tetas enormes que centraban toda nuestra atención. Era imposible hablar con ella sin mirárselas e imaginarte con la cara enterrada en ellas. Hicimos el informe, sin ninguna prisa. Antonio tonteaba y se hacía el chulito delante de ella. Le prometimos que pasaríamos por allí en la ronda diaria para asegurarnos que todo estuviera bien. Según salimos de la tienda Antonio me dijo: “te apuesto los desayunos de toda la semana a que en una semana nos está haciendo una cubana a los dos”. Yo acepté encantado, aunque la chica tenía pinta de guarrilla, no creía que se atreviese a follar en horas de curro con los dos. La semana siguiente pagué los desayunos. Eso sí, con gusto.

Y es que parece ser que Antonio tenía el don de detectar a las cachondas que se volvían locas por un uniforme. Y todo hay que decirlo, estábamos muy buenos. Antonio a pesar de los años se mantenía, y tenía un atractivo de la hostia. Encima su forma de follar me ponía muy cerdaco. Tenía una polla gorda y corta que les habría bien el coñito y que le permitía follar bocas sin problemas, algo que disfrutaba en demasía. Antonio tenía una agenda envidiable, que le encantaba compartir. De primeras fue en horas de curro, con mamadas o folladas rápidas con sus amigas. Esos polvos me sabían a poco, solía ser vestidos para no perder mucho tiempo y que no daban margen a ver a Antonio en acción de verdad.

Por lo que con el tiempo, empezamos a ir después del curro a hacer esas visitas. Joder vaya polvos, a los dos nos ponía muy cachondo compartir una putita. Aunque a él se le iba el morbo en cuanto descargaba. Normalmente se corría y se piraba, aunque a veces se quedaba a mirar como reventaba a alguna tía buena. A los cinco meses de estar patrullando juntos ya teníamos 5 o 6 coñitos fijos que nos alegraban las jornadas, y alguna noche que otra.

Un día fuimos a la tienda de ropa interior a ver si todo iba bien, y a corrernos en las tetazas de la veinteañera. Pero me llevé una decepción al ver a un chico de 25 años, el típico cachitas, pero algo amanerado. Yo tenía intención de irme, pero Antonio empezó a hablar con el chico. Y tras preguntarle por la chica, que estaba de vacaciones, le pidió que le fuese a buscar algún modelo de calzoncillo para un regalo.

-          Hoy nos quedamos sin mamada. – Le dije por lo bajo.

-          Eso es lo que tú te crees, campeón. – Me dijo y sonrió el muy cabrón.

El chico volvió con un buen muestrario: boxers, calzoncillos suelto, slips clásicos, otros más modernos… Tras preguntarle mucho y tontear un poco más, Antonio se lanzó a la yugular de su presa.

-          Me gustan estos, se los quería comprar a mi compañero Tolo, pero tengo miedo de que no le entre este paquetazo. – Dijo agarrándome el paquete, ante mi sorpresa.

Si yo me sorprendí, el chico se puso rojo como un tomate y empezó a tartamudear frases sin mucho sentido.

-          Mira, yo creo que lo mejor es que se los pruebe. – Decía sin soltarme mi pollón que empezaba a ganar volumen.

-          Es que… no se pueden probar… yo creo que esta talla…

-          Venga, enróllate, que os estamos vigilando la tienda como si fuéramos seguratas privados.

-          Bueno, vale… puedes pasar a los probadores.

-          No, mira es que estamos de servicio, y si nos pillan probandonos gayumbos nos metemos en un buen lio. No podemos ir al almacén. Cierras la tienda 5 minutos y se los prueba.

-          Bueno... de acuerdo. – Dijo muy mosqueado.

El chico fue a cerrar la puerta con cara de susto, pero marcando un buen empalme en los pantalones pitillo. Antonio me giño el ojo, y yo le seguí el rollo. Estaba muy nervioso, pero cachondo como hacía mucho que no lo estaba. Una vez en el almacén me quité las botas y los pantalones.

-          Quítate esos gayumbos de abuelo que llevas, que estos boxer son muy ajuntados y tienes que probarlos sin nada. – dijo Antonio sobándose el paquete dejando clara sus intenciones, aunque siguiese con el jueguecito.

-          Si, será lo mejor. – Y me bajé los gayumbos delante del chico, que estaba enfrente mío, escoltado por Antonio en el pequeño almacén.

-          Joder… - Exclamo el chico, relamiéndose al ver mi pollón.

-          Venga, ayúdale a ponerse estos. No seas tímido, que estamos entre hombres – Le dijo empujándole del hombro para que se agachase.

Yo le dejé ponérmelos levantando un pie y después otro. Lo vi mirarme mis pies peludos del 45, y luego fijar la mirada en mi pollón que empezaba a descapullarse solo. Cuando llegó a mis huevos peludos el boxer de licra no subía más, claramente era una talla menor de lo que debería llevar.

-          Le queda muy pequeño – susurro el chico.

-          Naa… yo creo que le vale. Acomódale los huevos y la polla. – Dicho esto, el chico me miró y se dispuso a meter mis huevos y mi rabo estirando el gayumbo todo lo que podía. – ¿Pero que haces? – Antonio le dio una colleja. – No ves que tiene el rabo babeando y va a mancharlos. Tendrás que limpiársela antes. Venga lámesela, que lo estas deseando.

Yo lo miré con morbo, estaba muy salido, y mi polla dio un bote en la mano del chaval. Me miro a los ojos como pidiendo permiso, y yo asentí. El chaval lamio la gota y la degusto lentamente. Antonio le animo con su mano a que comiese mucho más. No se hizo de rogar y media polla desapareció en su boca. ¡Joder como mamaba! Con su lengua jugaba con el pellejo de mi polla y me daba un gusto indescriptible. Cuando el chaval se fue a sacar su rabo para pajearse, Antonio le dio un puntapie en los huevos desde atrás.

-          Putita, la otra mano la vas a usar en algo mejor. – Y le posó el rabo en el hombro. Poniendo se a mi lado empezó a pegarle pollazos en la cara, mientras yo gemía con el mamadon que me estaba dando. – Te dije que iba a haber mamada. - Se rió Antonio, yo solo pude sonreír con los ojos cerrados.

-          Y es la mejor que me han dado nunca.

-          ¿Las putas maricas sois las mejores, verdad zorrita? – El chico no respondía a los insultos, pollazos y cachetes que le daba mi compañero. Parecía estar disfrutando incluso más que yo.

-          ¿Te entrará entera? – Dije en plan cabrón, y le clavé mi pollón hasta que enterró su nariz en mi pelambrera. – Aspira olor a macho, zorra.

-          Ese es mi Tolo, veo que vas pillando de que va esto, jajaja. Déjame un poco a la zorra que la vas a ahogar con ese pollón.

Le estuvimos dando rabo más de media hora, agarrándo con una mano el culo del otro y ayudando en la follada de boca que el chaval aguantaba con gusto. Y nos corrimos en su boca los dos. El cabrón del chaval se agarraba a nuestros culazos de machos en cuanto veía que íbamos a soltar la lefa, y se la tragó toda la muy zorra. Nos fuimos bien descargados, y con unos gayumbos de marca nuevos cada uno. Ya en el coche proseguimos la patrulla.

-          Vas muy calladito, Tolo.

-          Joder… nunca había hecho nada con un tío.

-          Eso no es un tío, es una boca, una zorra. Hay que verlo así, nosotros no somos maricas. Que no se te olvide.

-          Ya… bueno, eso ya lo sé tío, pero es raro. ¿Y lo habías hecho más veces?

-          Jajaja, claro Tolo. Mi primo me la mama desde que tengo 14 años. Una zorra de cuidado, y su marido otro tanto. – Yo lo miraba con cara de gilipollas, sin querer creérmelo. Pero Antonio no solía tirarse faroles.

-          Joder… Me dejas a cuadros tío. Aunque ha sido la mejor mamada de mi vida. – dije colocándome mi rabo que seguía duro. - ¿Y le has dado por culo a alguna de estas “zorras”?

-          Que va tío. A tías de verdad si, y a un par de travelos. Pero un culo peludo… que va. – Dijo con cara de asco. – ¿No me jodas que le hubieses partido el culo a esa zorra?

-          Bueno… nunca he petado un culito y el chaval estaba en forma. – Antonio me miro unos segundos, y empezamos a descojonarnos de risa los dos.

-          Anda que no tienes tu vicio. Vaya bestia he despertado. - Dijo dándome un apretón de huevos.

Aquella semana no volvimos a la tienda de ropa interior. Nos follamos a una mami cachonda y muy necesitada, cuyo marido no estaba nunca en casa; y una mamada de una camarera de un garito. Pero yo seguía dándole vueltas a la mamada del tío de la tienda. Encima sabía que el viernes era el último día de vacaciones de la chica habitual, y ya no estaría más.

El viernes cuando terminé el curro, me fui al gym a desahogar e intentar quitarme malas ideas de la cabeza. Cuando llegue al vestuario, y tras correr 15 km, estaba empapado de sudor. Era tarde, casi las 9.30. Cuando iba a sacar la toalla para ducharme, cerré la mochila y me fui a toda prisa a la zona comercial.

Cuando el dependiente se agacho a echar el cierre de la persiana, yo me puse a su lado. El se asustó de primeras, aunque se le pasó rápido al ver mi polla bien marcada en el pantalón de algodón gris bien sudado. Nunca entreno con gayumbos, será exhibicionismo o comodidad, no lo sé. Y me encanta llevar ropa que marque bien el sudor. El se levantó y sonrió.

-          ¿Como te llamas?

-          Fran.

-          ¿Vives cerca?

-          A unos 5 minutos. Pero mi novio llegará en un rato, 45 minutos o así. – Dijo mirando el reloj.

-          Pues será mejor que nos demos prisa.

Caminamos juntos sin hablar. Subiendo al piso pude admirar su culazo. Estaba realmente bueno el cabrón. Cosa que comprobé cuando llego a casa y se quitó la camiseta a toda hostia. Yo en cambio me tiré en el sofá, y dando una patada al a mesa de centro me abrí de piernas.

-          Venga tío, date prisa que mi novio llegará en breve.

-          Cállate, y quítame las zapas zorra. – Mi cara de mala hostia, le hizo dudar de si había hecho bien en llevarme a casa. Pero ver al macho que tenía en el sofá, le hizo obedecer.

Me quitó las zapas que le hice oler, y vi su polla dura como nunca.

-          Desnúdate y ponte a lamer.

El obedeció, y se puso a lamer como un loco. Repasando la planta, metiéndose cada dedo en la boca. Como lo disfrutaba el cabrón. Y yo disfrutaba viendole obedecer y servirme como un ser superior. Su rabo estaba a mil, tenía un pollón interesante que bababa precum sin control. El chaval se notaba que iba al gym, porque tenía todo el cuerpo definido, aunque no era ni la mitad que yo. Le dejé disfrutar un poco más, hasta que mi polla pidió atención.

-          Joder, como huele. Que peludo eres cabrón. – El chaval gemía como un loco oliendo mi polla humeda.

-          Anda come rabo como el otro día, que se te da genial.

Y empezó a comer, mientras yo jugaba con mis pezones, y me erguía para meter mano a ese culazo fibrado. Tenía algo de pelo, pero era un culo delicioso. Su culo morenito recibía mis nalgadas con gemidos que amortiguaba mi pollón.

-          Mamás muy bien, pero quiero ese culo.

-          Tío, suelo ser activo, y tú eres muy pollón.  – Dijo y siguió mamando.

-          No lo has entendido chaval, no era una pregunta. – Dije cogiéndolo y tirándolo al sofá, donde se acomodó a exponiéndome su culo. Activo y tres cojones… pensé viendo como arqueaba la espalda. – Anda que no tienes ganas de rabo.

-          Tío ten cuidado, y ponte goma.

-          ¿Tú tienes gomas? – Me señaló un cajón del armario. – Y donde coño quieres que me ponga esto. – Dije al ver el condón de publicidad. – Te preño y te jodes. – E intenté empitonarle el culo, pero se quitó con un grito de dolor.

-          Joder tío, ¿Qué qué haces? Cómemelo un poco antes, o no entra ni de coña.

Me quedé un poco descolocado. Fijo que Antonio no se follaba tíos por esto, ¿comerme un culo de un tío? Mis prejuicios duraron poco, estaba muy cachondo para pensar en eso. Y enterré la cara en el culazo de aquel chaval, y empecé a darle lengua como si fuera el coñito de Susana lleno de mi lefa. El chaval gemía como un loco, y enseguida empezó a ceder al empuje de mi lengua. Eso me animó, y seguí zampando y dándole hostias a ese culazo tan duro. Al rato me pidió rabo, y no me lo pensé. Le tapé la boca y empecé a empujar hasta que mis huevos chocaron con los suyos.

-          Joder tío… nunca he estado más lleno. Siento tu capullazo.

-          Ufff… dios qué apretado, es mejor que un coño.

Fue decir esas palabras, y la puerta de la casa se abrió. Al ser un piso tan pequeño se entraba al salón directamente. Y me encontré con la polla dentro de mi primer culo, y el novio del empalado mirándonos sin saber que decir.

-          Mierda tío… suéltame. – Yo por supuesto ni me plantee dejar que se escapase de mi pollón. Y lo tenía perfectamente cogido por la cintura.

-          ¡Pero qué coño es esto! – Grito el novio de mi nuevo amigo.

El chaval era afeminado, bastante más que el dependiente que tenía empalado. Era un chico bajito, muy delgado y con las cejas demasiado depiladas. La verdad es que no me gustó nada. Pero yo tenía claro que mi primera experiencia en un culito no iba a durar 15 segundos.

-          Es uno de los polis del otro día.

-          Es uno de los hijos de puta que te obligaron mamársela.

-          Vaya, ¿os habéis pajeado recordándolo? – Dije con sorna. – Porque yo no recuerdo haber obligado a nadie. Bien que te tragaste la lefada de los dos sin pedírtelo.

-          ¿Pero que está diciendo, Fran? Vamos a denunciarle.

-          Fran, dile a tu novia, – dije recalcando la “a” – que tiene dos opciones: sentarse y mirar cómo se follan a su novio o salir y esperar fuera. – Y moví ligeramente mi polla en el culo del dependiente, que soltó un profundo gemido.

-          Cari… por favor… espera fuera. – Dijo gimiendo por el gusto que le daba mi polla.

Yo sonreí y empecé a follarle con más ganas. Sus gemidos no se hicieron esperar, seguidos de un portazo. Lo folle duro, con fuerza, y aunque se quejaba, el chaval aguantó como un campeón. Su culo me apretaba tanto que no tardé mucho en llenarle de lefa. Hacía mucho que no tenía un orgasmo tan fuerte y tan largo. Descargué siete chorrazos que llenaron su culo a saco. Y se cuántos chorros fueron, porque cada uno fue una descarga que atravesaba mi cuerpo hasta la coronilla. Cuando saque mi rabo, su culo estaba tan abierto que la lefa se salió y calló al suelo. Tuve la tentación de lamérselo, pero me contuve. Ya había roto muchos tabús esa noche.

Me vestí rápido y me fui sintiéndome extraño por lo que había hecho. Antes de salir, pude ver el sofá lleno de lefa. El cabrón se había corrido mientras lo follaba, y echó tanta leche o más que yo. Al salir, su novio estaba llorando en el rellano, y me miró con odio. Yo los escuché discutir mientras bajaba, y en cierta medida me sentía culpable. Pero el morbo de petar un culo, comerlo, que me lamiesen los pies y sobre todo portarme como un cabrón… Esto si era sexo.

Y ahora que sabéis como me volví un cabrón, y como empecé a follar con tíos, volvamos al presente. Allí estaba yo, durmiendo en el sofá, desnudo y con un empalme de cojones. Y lo triste es que empecé a pensar en Jaime, en lugar de en mi mujer. Cuando iba a empezar a pajearme, mi mujer apareció en el salón asomando la cabeza.

-          ¿Estas dormido? – dijo suavemente.

-          No, cariño. Como voy a estar despierto después del pollo que me has montado sin razón. – Aquí empezaba la fase dos de la táctica del mentiroso: victimizarse.

-          Me juras que hoy te fuiste sin gayumbos.

-          Que si, Susana. Perdí una apuesta con Antonio, y tenía que ir en plan comando. – Fase tres, justificar la situación. Mañana tendría que hablar con Antonio, por si acaso.

-          Bueno anda, ven a la cama. – La pobre hasta se sentía culpable. – ¿Todavía estas así? – Dijo al ver mi empalme.

Me agarró del rabo y me llevó como un perrito hasta la habitación. Se la clavé en cuanto llegamos a la habitación, clavándosela por detrás. La tenía contra el espejo del armario y veía como se formaba el vaho con cada gemido. Le agarraba las tetas y se las estrujaba, ella se quejaba pero estaba muy mojada, notaba como apretaba sus piernas para darme más gusto en el rabazo. Como me hubiese gustado clavársela en ese culito todavía virgen. Y no sé por qué, pensé en la polla de Jaime, esa enorme y perfecta polla, entrando en el culito de mi mujer. Y no pude evitarlo, me corrí.

Nunca me había pasado pensar en un hombre mientras estaba con Susana. Ella se sorprendió de que durase tan poco, suele aguantar mucho. Y aprovechando mi atontamiento me empujo en la cama. La muy cachonda, se puso a comerme la polla mientras me ponía el coñito lefado a la altura de la boca.

-          Ya puedes comer bien, que yo no me he corrido todavía. – Dijo juguetona antes de engullir mi capullo con restos de lefa y sus jugos.

-          Te vas a enterar. – Y me lancé a comer aquel coño que también conocía.

Le comí el coño como hacía tiempo que no lo hacía. Creo que en parte para reafirmar mi heterosexualidad. La hice correrse dos veces, y me entregué tanto, que ella tuvo que dejar de mamar ya que no podía trabajarla bien con tanto gemido.

Al acabar mi trabajito, Susana estaba totalmente extenuada de placer. Me encanta esa sensación de paz total que se te queda después de echar un señor polvazo. Aunque en mi caso, el que llegaba al Nirvana solía ser mi amante. Susana trepó hasta mi hombro y se acomodó contra mi cuerpo. Al subir su pierna, su rodilla chocó contra mi rabo, que pidiendo atención miraba al techo.

-          Joder cariño, me has dejado sin energías. Y mira como estas tu todavía. – Dijo agotada a mi oído, tras darme un casto beso de agradecimiento en mi barbuda mejilla.

-          Tranquila, pero me debes un buen mamadón. – Le dije besándola suavemente.

-          Eso está hecho. Pero puede darte otra cosa. – La miré con incredulidad, pensando que hablaba de sexo. – Otro hijo. – Dijo sonriendo.

-          ¿Estas embarazada? – Dije incrédulo, y ella asintió.

Yo me volví loco de alegría, y la abracé, la besé, besé su tripita que en breve tendría a mi bebé. Susana, me mandaba bajar la voz, para no despertar a nuestra princesa y sonreía viéndome tan eufórico. Dormimos abrazados, como las primeras noches que pasamos juntos.

Por la mañana, Susana estaba mirando como dormía. Y lo primero que vi fue su cara seria.

-          Buenos días, ¿Por qué estas tan sería?

-          Tolo, vamos a tener otro hijo. Y no voy a aguantar lo que pasó la otra vez.

Yo la miré en silencio, ya que sabíamos a que se refería. Durante el primer embarazo la engañe tanto, que se enteró que le ponía los cuernos. Los meses en que ya no le apetecía follar por la incomodidad del embarazo yo estaba más salido que nunca. No sé por qué, igual el saber que no podía follar me hacía necesitarlo más. Y aunque llevaba mucho tiempo poniéndole los cuernos, bajé las defensas. Di mi móvil a más de una de las putitas que nos follábamos, y putitos también. Y me pilló un par de conversaciones en las que nos habíamos mandado fotos subidas de tono, por decirlo de alguna manera. En esa ocasión no servía de nada mentir, y tuve que arrastrarme y justificar los engaños por mis necesidades fisiológicas.

El nacimiento de la niña volvió a traer la paz a nuestro matrimonio. Y con el tiempo volví a engañar a mi mujer.

-          No te volveré a perdonar, Tolo. Y hablo en serio. Lo de los calzoncillos de ayer no me lo acabo de creer, y te juro que no volveré a mirar para otro lado. Me iré, y me llevaré a tus hijos conmigo.

-          Pero Susana…

-          Ni una palabra. Se que ha habido más, no quiero saber cuántas más. Pero no voy a permitirlo otra vez.

Se levantó, arrancándome la sabana que nos cubría y se fue al baño, dejándome desnudo y con un sentimiento de angustia. Nunca había visto a Susana siendo tan tajante, serena y con las cosas tan claras. Tragué saliva, y decidí que no habría más. No podía perder a mis hijos.

Ese día estuve todo el día pensando en el tal Jaime, y en si se acordaría de que había dicho que volvería a por mis gayumbos a casa de su vecino. Era pensar en él, y me empalmaba. Pero la cara de Susana venía a mi mente para bajarme el calentón. Esa tarde estuve muy callado, la verdad es que casi me alegraba de no volver a coincidir con ese tío que había despertado algo nuevo en mi interior. No estaba preparado para sentir algo por un hombre. Y es que a él lo veía como a un macho de verdad, no como a los putitos que usaba para dar placer a mi pollón.

Los días siguientes fueron duros, aunque follaba con Susana, tenía la tentación de mi compañero Antonio para tenerme caliente a diario. El cabrón cuando vio que no entraba en sus juegos comenzó con la táctica de tentarme mandándome videos de las folladas que le metía a sus amigas. Y cuando vio que yo no cedía, se cabreó de verdad. Casi ni me hablaba, y ya no me contaba nada de sus trapicheos. Como no me interesaba llevarme mal con él, al final tuvimos que hablar del tema.

-          Joder Antonio, ya sabes porque no quiero follarme a tus putitas. Susana me tiene cogido por los huevos, y no dudará en cortármelos si la vuelvo a engañar.

-          Venga Tolo, no me tomes por gilipollas que llevas engañándola toda la vida. Y solo te ha pillado una vez y porque fuiste gilipollas. – Me dijo cabreado.

-          Y me volverá a pillar si le pongo los cuernos.

-          Pues ten cuidado joder.

-          Cómo tú, ¿verdad? – El me miró conteniendo una hostia. Estaba divorciado dos veces, y podéis imaginar el porqué. – No te voy a juzgar, sabes que a mí me mola follar tanto como a ti. Pero no quiero perder a mi familia. ¿No puedes follar solo?... ¿Tanto me echas de menos? – Dije intentando ponerle un poco de humor al asunto.

-          Tu te piensas que es porque ahora tengo que follar a solas… No es eso Tolo. Tu sabes muchas cosas por las que me echarían del cuerpo. Joder, que me meterían en la cárcel si me descuido. Y te juro que si eso pasa, te mato. Como estés así de raro porque estás hablando con asuntos internos… ¡Dios!, no sé lo que te haría.

-          Pero que dices Antonio. Yo no voy a hablar con nadie.

-          Más te vale, porque con la gente con la que trato no se juega, y eso implica que conmigo tampoco. – Me acojoné por primera vez de verdad, ya que vi que Antonio tenía miedo.

-          En que líos estás metido… - Su mirada fue asesina. – Vale Antonio, no quiero saberlo. Y no tienes que preocuparte por mi, ni nadie. No hay más de lo que te he dicho. Estoy rato por Susana, y por que ha amenazado con dejarme.

-          Eso espero… Venga Tolo, dame un abrazo. – Mientras me abrazaba me susurró al oído. – Sabes que sales muy bien en los videos que he grabado mientras follabas.

-          Que putos videos… - Dije extrañado, intentando revolverme.

-          Te concentras mucho mientras follas, tengo hasta un video del ultimo polvo con esa puta escandalosa y el vecino que tan cachondo te puso. Me dieron ganas hasta de pajearme, pero ver como probabais vuestra lefa me dio mucho asco. ¿Eres maricón, Tolo?

-          Tu te habías ido… que coño dices.

Antonio saco su móvil y me enseñó el video, justo en el momento en que Jaime y yo nos dábamos un buen morreo.

-          Como ves, no me fui aunque escuchases la puerta. No te sorprendas tanto, es un truco muy viejo.

-          ¡Eres un cabrón! – Mis mandíbulas no podían aguantar más presión de la rabia que tenía dentro.

-          Solo me cubro las espaldas. Y ya sabes donde pueden acabar estos videos: tu mujer, internet, tus compañeros… Tengo tantas opciones… – Me amenazó, y por fin me soltó dándome un beso irónico en la mejilla. – Bueno, me voy a follar a la de la tienda. Te veo en media hora. No te aburras.

Me quedé quieto en medio de aquel parque en el que habíamos hablado alejados de miradas indiscretas. Aquello no me lo esperaba, el siempre decía que nada de móviles, ni fotos, ni nada que nos incrimine. Pero este cabrón debía estar metido en movidas mucho mas grandes de las que yo pensaba, y necesitaba un salvoconducto contra mi.

A partir de entonces me volví en el guardaespaldas de aquel capullo. Encima me dijo que ni se me ocurriese pedir un cambio de compañero, porque podrían sospechar e investigarle. Entre la falta de sexo (aunque seguía follando con mi mujer) y la tensión en el trabajo, estaba realmente jodido. Solo el embarazo me ilusionaba de verdad.

Mi vida llena de vicio se había vuelto monótono y aburrida. Me solía quedar en la calle o en algún bar mientras Antonio descargaba tensiones follando o arreglaba alguno de sus marrones.

Pero todo cambión por un maldito cumulo de coincidencias, como suele pasar en los peores desastres. Cuando un avión se estrella, suele ser por varios errores en cadena y alguna coincidencia desafortunada (como un día muy frio, o un viento de cola impertinente), y juntos hacen que se inicie una reacción en cadena que acaba en desastre. Y aquel día empezó mi reacción en cadena.

Antonio se había pedido vacaciones y yo m encontraba en la comisaria recogiendo denuncias. Esa fue la primera coincidencia. La segunda fue que a mi compañera se le colgó el ordenador en mitad de la tramitación de una denuncia. Un tío no dejaba de quejarse ante mi pobre compañera, que estaba a punto de sacar su pistola y acabar con la mierda de vida de aquel ser con pinta despreciable.

-          Tiene algún problema, señor. – Dije poniéndome al lado de ellos.

-          Pues esta niña, que no tiene ni puta idea de manejar un simple ordenador. – Tuve que apretarle el hombro a mi compañera para que no saltase.

-          Tolo, me esta fallando el ordenador y se borran los datos cada vez que cambio de pantalla. – Se disculpó.

-          Ok, tranquila. Yo me ocupo del señor. – Dije indicándole mi mesa al cuarentón de pelo ralo y grasiento.

Se acomodó ante mi sitio abierto de patas y colocándose lo huevos de una manera que me desagrado notablemente.

-          Joder la puta niñata esa, ni la “o” con un canuto sabe hacer. – Me dijo en plan colegueo el muy gilipollas.

-          Le puedo comentar una confidencia. – Se aproximó, pensando que iba a darle la razón. – Mira gilipollas, si vuelves a faltar el respeto a mi compañera te llevaré a una celda, y dejaré que te de hostias y luego te meteré mi porra reglamentaria por ese culo gordo que tienes.

-          Pero que coño… - Se echó hacia atrás cabreado. Pero se calló ante mi gesto de silencio con mi dedo.

A partir de ese momento, todo fue como debería haber ido desde el principio. El muy capullo venía a denunciar la rotura de una ventana en su domicilio. Era el conserje de un colegio, y vivía en un apartamento adosado al colegio. Esta era la tercera coincidencia, y el inicio del huracán que se aproximaba y yo ni vislumbraba. Me dio todos los detalles, incluso nombre y apellidos del supuesto vándalo. Si no me hubiese dado el nombre, todo se hubiese quedado en una denuncia para que pagase el seguro. Pero con tanto detalle me tocaría ir al día siguiente a ver al niñato que le tiró la pedrada. Cuando se fue, mi compañera se aproximo a mi escritorio con una taza de café.

-          Muchas gracias, si no te lo llevas creo que hubiese vaciado el cargador en ese saco de mierda.

-          Nada… no te preocupes. Era una tontería, un tema de vandalismo. ¿Puedes creerte que ese asqueroso es conserje? No llevaré a mis hijos ni de coña a ese instituto. Que mal rollo me ha dado.

-          ¿Hijos? Pensé que tenías solo una niña. - Dijo mi compañera apoyada en mi mesa. Dios, se le marcaba todo el coño en el pantalón, seguro que iba con tanga o sin bragas.

-          Bueno, no quería decirlo todavía. Susana está embarazada.

-          Vaya, felicidades. Veo que ese paquetón sigue en forma. – Dijo posando su pie entre mis piernas. – Si necesitas más agradecimiento que el café por lo de hoy, solo tienes que decirlo. – Me dijo al oído la muy zorra.

Yo no supe que contestar, y solo la vi alejarse moviendo ese culito a cámara lenta. Dios, con lo salido que estaba me la follaría encima del escritorio con el comisario mirando. Pensé que ni en la oficina estaba a salvo de tentaciones. Y eso que no tenía ni idea de lo que se me venía encima.

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Como siempre, y a pesar de ser repetitivo, gracias de los comentarios y los mails que me enviais. Si alguien se dedica al mundo literario, y tiene tiempo para aconsejarme sobre mis relatos, que se ponga en contacto conmigo.