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Vecino Ruidoso. Cap. III

en Gays

ALEJANDRO (El Vecino)

Me desperté en el suelo algo atontado, no había tenido energías ni para subir al sofá después de que se fueran esos dos cabrones. La mujer de mi vecino gemía y gritaba como una loca. Parece que la remilgada de mi vecina le gustaba tanto la caña como yo. Si no hubiese visto a su marido en acción esa tarde… y su polla, una polla majestuosa, pensaría que la estaban matando. Solo había visto pollas de ese tamaño en tíos negros, aunque no solían tener la dureza que tenía la de mi vecino. Los negros que había conocido con esos rabos no tenían esa dureza, tenían lo que se suele llamar “pollas de carne”. La de mi vecino era una “polla de sangre” de 24 cm, en la que se marcaban las venas como si fuesen a explotar, dura como pocas…, y yo había sido un afortunado al poder disfrutarla. O sufrido, porque habían sido unos putos bestias.

En ese momento vinieron a mi cabeza los dos polis, el carbón cuarentón de la polla corta y gorda. Seguro que era uno de esos homófobos de cojones, pero no podían decir que no a una buena mamada. Y en eso yo era un puto experto. Tíos como él llevan follándome la boca desde los 15 años, y los reconozco enseguida. Les gusta pensar que son muy machos y que nos usan a su antojo. Aunque siempre he pensado que son las putas como yo los que los usamos, provocándoles y haciéndoles adicto a una buena mamada. La pena es que esos tíos no les suele gustar follarte, vienen a descargar, rápido y efectivo. Su mente de Cromañón no les permitía follarte como les gustaría. Y siempre me dejan un regusto algo desagradable, y no me refiero a su lefa de macho que trago con verdadero placer.

Este tipo de machos viciosos es más fácil de encontrar de lo que imagináis, un poco de alcohol y salen como caracoles los días lluviosos. Los que son casi imposible de encontrar son machos como el poli treintañero. Y no me refiero por el físico, aunque hay que reconocer que estaba buenísimo: alto fuerte, peludo, con barba… salido de una puta peli porno. Y su rabo era inmejorable: grande y gordo, hasta que llegó mi vecino. Creo que es algo más gordo pero bastante más corto, aunque su capullo es desproporcionado lo que da un gustazo impresionante. Es el típico rabo que notas como el glande te abre a cada paso. Y además, me flipó su olor macho, una pena que no me hizo lamer esos sobacos tan peludos. Me imagino que todo el olería a macho.

Mientras yo recordaba a mis “violadores” (todo hay que decirlo, me follaron sin permiso, imponiendo su autoridad, por más que yo disfrutase más que ellos), Jaime seguía destrozando a su mujer, y la muy puta gritaba más que yo. Me puso muy cachondo escucharla teniendo la lefa de su marido todavía en el ojete. Me lo imaginaba dándole a 4 patas, sudando como un cabrón. Nunca me habían gustado los tíos depilados, siempre pensé que es algo para putas como yo que quieren estar depilados para machos heteros. Pero hoy cambié de idea, en un cuerpo como el de Jaime, tan definido, no quedaba nada mal. Era como una estatua griega, pero con una polla enorme, no con las minipollas que esculpían a esos colosos en la antigüedad. Jaime siempre me había parecido un pijo amargado por esa mujer mandona e insoportable, pero parece que lo había infravalorado viendo como tenía el culo. Para romperme a mi el culo hay que ser muy cabrón, y esos dos lo había sido.

Sin dejar de pensar en ellos, y escuchando como follaba mi vecino, me puse a lamer el charco de lefa que había quedado entre mis piernas. Ya estaba aguado y degradado, perdiendo esa espesura que tanto se disfruta al paladar y que impide que se trague sin saborearlo. Debería haberlo tomado cuando se fueron, paladearlo todavía caliente saliendo de mi culo, pero me dormí. Me habían dejado extenuado. Los activos piensan que poner el culo y la boca no cansa, pero aguantar rabo de tres machos es agotador.

Cuando la lefa se terminó, empecé a buscar en mi culo con mis dedos. Todavía lo tenía muy abierto después de la doble penetración que esas dos pollas, y mis dedos entraban fácilmente. No tenía consoladores, siempre me han gustado las pollas de carne, y nunca me faltaban cuando las necesitaba. Es lo bueno de ser tan puta y no tener el listón muy alto. En realidad mi listón no tenía ni puta de idea de donde estaba, lo más seguro que enterrado bajo tierra en algún descampado lleno de condones y Kleenex. En ese momento no me hubiese importado tener uno bien grande para meterme en el culazo.

Mientras pensaba eso, miré los gayumbos del poli hechos una bola a un par de metros. Fui a por ellos reptando, y me limpie la lefa casi seca de mis piernas, mis huevos… y me lo metí en el culo para que se impregnase de la lefa que podría quedar dentro. Los tuve dentro mientras me pajeaba como un loco, pensando en los huevazos colgones de Jaime chocando en esa zorra con suerte. Colgaban tanto que debía notarlos chochando en su coño. Yo no pude notarlos más que en mi barbilla, y anhelaba sentir como golpearían los míos si me follaba a 4 patas. Cuando escuché gritar a Jaime, me corrí con él. Y sacándome el gayumbo del ojete me tiré en el sofá, sudando y lleno de lefa. Lamí mi lefa, no quería que se mezclase con la poca que ahora impregnaba los gayumbos. Mi lefa nunca me ha excitado, pero oler los gayumbos me la volvió a poner dura. No tardé en correrme por tercera vez, y volver a dormirme pensando en el poli y mi vecino.

Al día siguiente estaba muy nervioso. El poli me había dicho que vendría hoy a por sus gayumbos. Los había metido en la lavadora, para lavárselos como me había ordenado, pero no pude darle al botón de encendido. Me parecía un pecado quitar el olor de su sudor a huevos, a su culo peludo, a la lefa de los dos… Pena que mis babas hubiesen hecho que esos olores no fueran más intensos, pero estaban ahí, yo los notaba.

Me duché y limpié bien, preparándome para aquellas pollas enormes. No se como me castigaría por no haberlos limpiado, pero me daba igual, incluso fantaseaba con las distintas opciones. Pero mis fantasías se fueron transformando en frustación, las horas pasaban y no daban señales de vida. En mi locura, pensé en llamar al vecino y preguntarle si iban a venir para terminar con el tormento. Pero no lo hice.

Por fin el timbre sonó y fui ilusionado a abrir. Llevaba puesto solamente el mismo suspensorio del día anterior. Quería que viesen que mi culo o mi coño, como quisiesen llamarlo, era suyo y estaba a su disposición siempre. Mi ilusión se esfumó en cuanto abrí la puerta, y vi a los malditos evangelistas que me tocaban los huevos todos los fines de semana. Su cara fue un poema cuando vieron que iba con un suspensorio y encima lefado. Cerré de un portazo y me fui al salón a esperar otra vez.

Según pasaban las horas me sentía cada vez más gilipollas. Seguro que estarían follándose a un tío buenorro de su gimnasio o a un niñato mucho más joven que yo. Es triste sentirte viejo con 32 años, pero el mundo gay podías llegar a pensarlo. Unos machos como ellos no tienen por qué follarse a un tío como yo, delgado y poca cosa. Siempre me había pasado igual, los tíos que me gustaban tenían parejas mucho más atractivas que un servidor. Yo solo les servía para un rato, siempre había sido así. Y no sé porque empezaba en ilusionarme con machos que juegan en una liga en la que nunca estaré. Yo era como esos equipos pequeños, que tenían que conformase con que alguna vez un equipo grande venga a jugar la Copa del Rey. Venían, te daban por todos lados y no los volvías a ver.

En estos momentos en los que me sentía peor que una basura, siempre me acordaba de Isaac, el matón del instituto. El cabrón que con quince años me folló la boca por primera vez. Le digo cabrón porque se portaba como tal, aunque me hizo disfrutar tanto que nunca le estaré lo suficientemente agradecido. Me estuvo usando su ultimo curso de instituto. El tenía 3 años más que yo, había repetido un par de veces y su único interés era follarse a todas las tías del instituto. Aunque con el que más disfrutase fuese conmigo.

Primero solo me follaba la boca en los baños del instituto, pero pronto quiso probar más cosas. Y yo no iba a decirle que no. Y al poco tiempo empezó a follarme en el piso del conserje que estaba adosado al edificio del instituto. El conserje era un viejo gordo de unos 60 años, al que dejaba mirar como pago por dejarnos su cama. Aunque nuestra relación se basaba en que yo era dos agujeros para darle placer, ya sabéis lo que pasa… acabé totalmente enamorado de Isaac. Nunca hablábamos en el instituto, ni me miraba, solo cuando estábamos en la cama después de follar y echaba al viejo del cuarto. Me contaba sus planes para cuando terminase el instituto. Se iba a ir con unos colegas todo el verano de festivales, con lo poco que había ahorrado descargando camiones en la empresa de su tío. Y como siempre, me hablaba de todas las tías que se iba a follar. Creo que tenía que sentirse un macho después de haberse follado a un chavalito. Eso me ponía muy celoso, yo sabía que era mucho mejor que cualquiera de esas niñatas, que yo era el que le hacía disfrutar de verdad. Con el tiempo incluso me trataba bien, me acariciaba y me besaba en la frente después de vaciarse en mi culito. Esos gestos hicieron que me armase de valor y le preguntase si podía ir con él. Me miró muy sorprendido por la propuesta.

-          Y para que vas a venir conmigo? Tu eres todavía un niño, mis colegas son tíos de 20 años, no pintas nada.

-          Bueno, así podríamos follar sin que nadie nos mire… como hacen los… - Dije ingenuamente, sin atreverme a terminar la frase.

-          Novios? – Isaac se empezó a reír como si le hubiesen contado el mejor chiste de su vida. Y yo sentí cada carcajada como un cuchillo en mi inocencia de niño. – Tú estás flipando chaval. Tú eres mi puta, y nunca serás más que una puta para nadie. Hay gente como tú que nace para dar placer a los machos. Mi tío ya me lo dijo: “búscate un niño marica y folla de verdad, que las chavalas no saben follar hasta los 30… y algunas no aprenden nunca”. – Yo lo miraba humillado, contiendo mis lágrimas, mientras seguía dando su discurso humillante. – No te pongas triste, mi tío tenía razón, ninguna aguanta que la use como tú, ni se tragan la lefa. Y encima tú lo disfrutas, aunque veo que te has equivocado conmigo. El único marica aquí eres tu… bueno y el follañiños del conserje.

Dijo todo esto vistiéndose, mientras yo aguantaba las lagrimas como podía. Al cerrar la puerta lo sentí hablar con el conserje y me puse a vestirme lentamente. De repente la puerta se abrió y entro aquel viejo asqueroso.

-          Bueno parece que tu novio se ha ido. Le has enfadado? – Yo no contesté y seguí vistiéndome. – Es mejor que dejes de vestirte.

-          Va a volver Isaac. – Dije ilusionado.

-          Jajaja… pobrecito. Tu novio me ha dicho que no vuelvas a acercarte a él, y que puedo usarte a mi antojo. – Mi cara fue de pánico.

Cogí la ropa e intenté irme. Pero una hostia en la cara me tiró al suelo, donde me puse a llorar semidesnudo. El conserje se desabrochó los pantalones lentamente, disfrutando de cada una de mis lagrimas. Un olor a polla muy fuerte inundó mis fosas nasales, haciendo que mirase hacia arriba. Una polla enorme estaba delante de mi, un hilo de precum caía de su punta hasta el suelo. Mi cara era de asombro, siempre pensé que Isaac tenía una polla muy grande. En ese momento supe que era una polla normalita, aunque el fanfarronease de ella como si fuera Rocco Sifredi.

El hombre me miró con orgullo, su pollón estaba tan duro que chocaba con su gran barriga. El olor se hizo mas fuerte cuando retiró el pellejo de su capullo, dejando ver una película blancuzca, que me dio bastante asco.

-          Mi polla ya necesitaba una limpieza, y vas a ser tu quien se la dé.

Otra hostia evitó que quitase la cara cuando la acercó a mi boca. Su cara lo decía todo, el viejo no tenía ni que hablar. Yo sabía que estaba en inferioridad y que no había nadie en el instituto a esas horas. Abrí la boca y metió su polla, inundándola de un sabor muy amargo. Me dio más asco pensar en el viejo, que el sabor de su pollón. Su grosor superaba en mucho el de Isaac, y descubrí que para ser un mamón experto me faltaba muchísimo. Me empezó a follar la boca, y yo me dejé hacer. El viejo bufaba y me llamaba putita, me decía que era muy buena puta, pero que tenía que practicar con pollas de verdad. Me decía que abriese bien la boca, y que tuviese cuidado con los dientes. Yo ya había dejado de llorar, estaba en shock y no me resistía, pero estaba muy lejos de disfrutar la situación. Si recuerdo que notaba cada una de las venas de su pollón, el capullo llenando mi garganta, como lo encajaba dejándome sin respiración hasta que tenía arcadas. Me uso de verdad, mucho más que lo que había hecho Isaac en todo aquel año. No se corrió a los cinco minutos en mi boca. Cuando por fin estaba cerca del orgasmo y pensé que aquello se iba a acabar, paró. Me tiró a la cama. Me colocó en el borde de la cama a cuatro patas, y me comió el culo. No pude evitar gemir, tenía el culo muy sensible y preñado. Y sus lametazos me daban un gusto impresionante que no sabía disimular. Isaac nunca lo hubiese hecho, no creo que ni se imaginase el placer que daba esa practica.

-          Dios que rico, y encima preñado. Sabes que tu amigo Isaac me dejaba mamársela antes de que encontrarte. Echaba de menos su lefa. – Yo solo gemía, y no me quería creer las palabras del viejo. – Teniendo en cuenta el grosor de mi polla, será como desvirgarte otra vez. – Rio el viejo.

-          No me folles… - Dije entre gemidos, mientras seguía lamiendo como si fuera su mejor manjar.

-          A ver si te enteras, tu eres una zorra. Naciste para ser follado. Y encima lo haces genial y con tu edad. Vas a ser la mejor de las putas. – Dijo mientras me estremecía al restregar su gran capullo por mi ojete. – Mírate como mueves el culo, y como buscas mi pollón.

Tristemente tenía razón, mi culo inconscientemente buscaba su enorme polla. Me la fue clavando, despacio para no romperme, aunque yo sentía que iba a desmayarme de dolor. Cuando por fin sentí su barriga, casi apoyada en mi espalda, respiré. Estuvo casi un minuto quieto, diciéndome cerdadas que no era capaz a escuchar. Yo solo intentaba relajar el culo, para que empezase a follarme. Y por fin empezó, y yo empecé a gemir como una zorra. No pude evitarlo, y me corrí… sin tocarme. Y el viejo se rio, y siguió follándome. Después correrme volvió el dolor, pero no paró hasta llenarme bien de lefa.

-          Joder, que follada. Te has portado genial putita. Ahora vístete que son las 10. Ten cuidado al salir, que no te vea nadie. – Dicho esto se subió los pantalones y se fue de la habitación.

Yo me fui a los 5 minutos chorreando lefa por las piernas. El viejo me había robado los calzoncillos y a mi ni se me ocurrió limpiarme la preñada antes de irme. Llegué a casa tardísimo, eran las 10.30. La bronca fue monumental, y me fui a la cama castigado sin cenar. Y claro, sin ducharme… por lo que mis manos fueron a buscar la lefa de mi culo y la probé. Me gustó más que la lefa de Isaac, mucho más fuerte y potente. Mi cabeza empezó a dar vueltas y más vueltas. ¿Y si era una puta de verdad? ¿Como podía haber disfrutado tanto con un viejo? ¿me habían violado, o yo me dejé?… Me dormí llorando, por mi Isaac que me había regalado a un viejo asqueroso, y sobretodo por mis dudas. Me sentía usado… me sentía una puta.

Los días siguientes busqué a Isaac por los baños, me paseaba por su clase ante las miradas de sus compañeros, extrañados por la presencia de un chico de dos cursos por debajo en su pasillo. El me ignoraba, pero yo insistía y lo seguía y lo observaba de lejos esperando que necesitase usarme. Toda esperanza de recuperarme se esfumó el día que lo vi entrar al baño con un chaval un año menor que yo. No me lo podía creer, ya tenía otro… era verdad que yo solo era una puta para él. Me sentí muy tonto, y lloré como nunca había llorado en mi vida.

Aquel mismo día me escapé de casa a las 8, con una excusa tonta, evitando que mis padres viesen mi cara llorosa. El viejo no se sorprendió cuando abrió la puerta y me encontró allí. Ni me atreví a mirarle la cara, iba en un chándal viejo y zapatillas. Solo pude ver como su pollón daba un bote, antes de hacerme pasar con una caricia en la cabeza y echando su gran barriga a un lado.

Cuando terminé de recordar ya casi había anochecido, y me encontraba en penumbra en el salón, sentado en el sofá de cuero negro y con los gayumbos del poli en mi mano. Los tiré con rabia al suelo, y me lamenté de mi vida. Me sentí imbécil, pensando que podía importar a unos tíos que solo me habían usado como una vulgar puta. Fijo que me dijo lo de los gayumbos para que me hiciese ilusiones. Ese tipo de tíos llevaban toda mi vida usándome como una vulgar puta, y yo no aprendía. O no quería aprender.

Fui a la cocina a comer algo, no había ni comido para estar bien limpio y no vomitar en esas pollas que merecían un monumento. Así somos las putas, solo pensamos en los tíos que nos van a follar. En estar disponibles para que nos usen la boca y el culo hasta el límite. Sentado a oscuras en la cocina, mientras me comía un triste sandwich vi entrar a Jaime. Iba sin camiseta, con el pantalón corto sin gayumbos, marcando su pollón en relajación. Estaba serio, casi cabreado. Su mujer entró en la cocina gruñendo como solía hacer. Parece que el polvazo del día anterior no había servido de nada. En dos años no los había escuchado follar prácticamente, y ni de coña al nivel de la noche anterior. ¿Sería porque estaba cachondo después de follarme? ¿Se la habría follado mientras pensaba en mí?... Joder Alejandro, ya estas fantaseando otra vez con tíos inaccesibles. Toda mi vida repitiendo la misma historia desde Isaac.

Los múltiples psicólogos a los que he ido para intentar enderezar mi vida me decían lo mismo: falta de autoestima. Me decían que hasta que no me quisiese a mí mismo, no iban a encontrar a una persona que me tratase bien. Que buscaba tíos cabrones que me tratasen mal, porque pensaba que era lo que me merecía. Otros directamente me decían que era un masoquista con tendencia autodestructiva.

La verdad es que no se si tienen razón. Yo creo que he nacido para servir a ese tipo de hombres. Ese es mi lugar, así de simple… o igual soy adicto a las pollas. Más de uno de mis psicólogos acabó con un buen empalme después de contarles mis hazañas. Y uno llegó a echarme de su consulta después de que le chupase la polla, mientras mi madre esperaba en la sala de espera. Mi madre se fue indignada, ante la falta de profesionalidad por darme por perdido después de un mes de tratamiento. La verdad es que no le hizo gracia que escupiese su lefa en la foto familiar que tenía en el escritorio.

Esa noche decidí que se había terminado mi vida de puta, no me iban a usar más para tirarme como una colilla.

Pocos días después me encontraba con el culo lleno de lefa y riéndome de mi mismo, recordando la promesa que había hecho unos días atrás. Mi absentismo de pollas había durado unos tristes días… ni una mísera semana. Aunque lo llevaba mal, me forzaba a recordar la sensación de malestar que había tenido cada vez que uno de esos cabrones pasaba de mí. Veía la cara de Isaac en primer lugar… y luego la de decenas de tíos que habían pasado por mi vida. Incluso había hecho una lista de todos los tíos con los que me había ilusionado. Solo los que llegué a pensar que les gustaba aunque solo fuera como su puta. Una lista de todos los tíos que me habían dado leche era imposible, aparte de por la longitud, porque no sabía el nombre de la mayoría de los tíos que me habían usado. Contactos de páginas web, cruising, saunas, bares sexuales… Leía la lista una y otra vez, recordando mi propósito.

En realidad, creo que hubiese ido mejor, si mi último desencanto no hubiese vivido justo enfrente. Lo espiaba y me pajeaba como un quinceañero pensando en él. Iba a la cocina a oscuras y lo miraba cenar, o sentado mientras leía. Nunca entendí porque leía en la cocina, supongo que escapaba de su arpía de mujer. Por lo tanto, simplemente me auto-engañaba. Seguía deseando que me follase un tío que me había pasado de mí, y encima me castigaba sin follar con otros.

Y todo mi esfuerzo se fue al traste también por culpa de Jaime, por evitarlo, exactamente. Harto de espiarlo como un lunático, decidí intentar no coincidir con él. Me fui a cenar a un kebab cerca de mi casa, así no estaría en casa cuando Jaime cenase con su mujer. Cené tranquilamente, y bebí mucha cerveza. En uno de mis viajes al baño para vaciar la vejiga vi a dos chavales de ventipocos mirarme y cuchichear. La verdad es que no le di más importancia. Pero mientras volvía a soltar lastre media hora después, los dos entraron al baño. Los miré, y supe que algo iba mal cuando uno de ellos se quedó en la puerta y el otro se acercó a mí con cara de cabrón.

-          Hola puta. – Lo miré con extrañeza, ni idea de quien era ese niñato. – Veo que no te acuerdas de mí. Muy mal. – Dijo negando con la cabeza.

Yo lo ignoré, mientras apretaba mi vejiga para terminar lo antes posible y evitando su mirada. De repente, sentí un líquido caliente en mi pierna.

-          Pero qué coño haces! – Di un salto hacia atrás al sentir el meo de aquel capullo mojar mi pantalón. Con las ganas que tenía, mi meada no se cortó y salpiqué yo también.

-          Serás cerdo. – Recuerdo esas palabras a la vez que su mano se estrellaba en mi cara.

Me pegó con la mano abierta, pero con todas sus fuerzas, y acabe de rodillas en el charco de meos que habíamos provocado los dos. Los insultos del que me había pegado y las risas del otro retumbaban en mi cabeza. Me había dado en todo el oído, y estaba tan atontado que ni sentía como me meaba por todo el cuerpo. Lo siguiente que sentí fue una mano en el cuello, y mi cabeza golpear contra la pared.

-          No te acuerdas de nosotros? – Me dijo a dos palmos de la cara. Yo solo pude negar todo rojo. – No recuerdas que te estábamos dando polla y nos interrumpieron unos putos maderos?

Joder, en ese momento me di cuenta. Eran aquellos niñatos que habían ido a darme rabo aquella tarde. Entonces asentí, con la de tíos que pasaban por mi casa, ni los había reconocido. Tampoco tenían nada especial, solo me dio morbo que dijesen que eran heteros. Esos heteros que tienen perfil en Grindr, siempre he pensado que son maricones que solo quieren dar morbo a putas como yo. Y la verdad es que les suele funcionar.

-          Pues ya estas terminando el trabajo. – Y tras soltarme se sacó el rabo del pantalón.

Yo tosía intentando recuperarme, hasta que un pollazo en la cara me recordó que me podía caer otra hostia como no espabilase. Al cabrón del niñato le había puesto a cien darme de hostias y tratarme como una puta. Su polla, normalita y bastante torcida a la derecha, estaba totalmente dura. Aunque empecé a mamar como un cabrón, seguía dándome hostias y soltándome lapos y flemas bien espesas.

-          Joder tío, no le sueltes flemazos que luego voy yo y me da asco. - Se quejaba el otro niñato mientras se tocaba el rabo.

-          Tu cállate y vigila la puerta. Encima a la puta le gusta, verdad? – Me dijo restregándome sus lapos por el pelo, mientras carraspeaba preparando otro.

-          Joder… que cabrón eres. Venga córrete pronto que al final va a venir alguien a ver que pasa en el baño.

-          Ya voy joder… que prisas tío, así no hay quien disfrute con esta puta. – El chaval aceleró la follada de boca y se descargó en mi boca gimiendo y temblando como si estuviera en una peli porno. Y por la poca leche que pude degustar, era un orgasmo totalmente exagerado.

-          Venga tío aparta, que al final me voy a correr pajeándome. – Dijo el otro apartándolo y metiéndome una mierda de polla en la boca.

Tuve que apretar los labios para sentir un rabo delgado y que no llegaba a los 15 centímetros. Me follaba con fuerza la boca, pero con esa mierda de polla lo único que hacía era joderme la nariz contra su pelvis. Si pensaba que iba a tener arcadas con esa mierda de rabo lo llevaba claro. El único consuelo que tuve fue que tenía el rabo bien sucio. Fijo que venía con requesón, aunque no me pude verlo con la cara llena de lapos. Pero yo reconocía ese sabor desde que le limpié la polla al viejo conserje. Y la verdad, es que lo disfrutaba con devoción. Se corrió rápido, y me dejaron allí tirado en el suelo lleno de meos. Me levanté y me mire al espejo. La imagen era dantesca, tenía la cara y el pelo lleno de lapos, alguno de un tono verdoso, mi cuello y el lateral de la cara enrojecidos de los golpes. Me palpé el oido que me dolía y pitaba ligeramente, y un chichón empezaba a notarse en la parte de atrás de mi cabeza. Aunque no os lo creáis, sonreí. Desde hacía días luchaba contra mi naturaleza, y ella había venido a ponerme en mi sitio en forma de dos niñatos hijos de puta.

La sonrisa se me quitó al notar toda mi ropa meada, con un potente olor. Era imposible salir sin que todo dios se diese cuenta de que algo había pasado en los baños. Saqué del bolsillo los 20 pavos que llevaba, estaban todos meados. Me armé de valor y salí del baño. Con un golpe en la barra dejé el dinero en el mostrador, y me fui sin decir adiós. Por suerte, solo estaban el dueño y el negro que ayudaba a las viejas en el super.

Llegué a mi urbanización y saludé al portero con un gesto, aunque el muy capullo me ignoró como siempre, otro cabrón que no le gustan los maricones. Subí por las escaleras a toda prisa para no cruzarme con ningún vecino y según entré, encendí el ordenador. Me desnudé a toda prisa y me dirigí al baño para darme una ducha. Antes de entrar cambié de idea, me senté frente al ordenador y puse un anuncio en todas las páginas de contacto que conocía.

“Puta meada se deja preñar por cualquiera, único requisito que tengas pollón”. Una foto de mi culo preñado y mi cara llena de lefa, tanta lefa que era difícil reconocerme, completaron los perfiles.

La cosa fue lenta al principio, como ya sabéis hay mucho calientapollas y pajeros en estás páginas, pero a las 2 de la mañana ya tenía a un viejo dándome rabo mientras otro picaba al timbre. Me pasé toda la noche follando, muchos venían, me preñaban y se iban. Otros se quedaban mirando tomando birras y recargando para volverme a follar. A las 6 de la mañana llegaron un par de ellos con sus perros con pinta heteros. Uno se fue, no por mí, la escena de un viejo mirando mientras un niñato con un rabo enorme me batía el culo lleno de lefa, le superó. Es lo que tienen los “heteros discretos”, en cuanto se les pasa el calentón o ven gente se acojonan. Al otro en cambio le gusto tener público, ató al perro a la mesa y quitándose los pantalones fue directo a follarme la boca con el rabo bien duro. Cuantos heteros me han follado con el perro mirando, pensé alegre.

Ese día falté al trabajo, estaba fuera de mí y quería más pollas. A la una de la tarde decidí que ya era suficiente. No se el número de tíos que me habían follado. El salón daba asco, lleno de latas y colillas. En el suelo había más de una meada, el sofá estaba lleno de lapos, sudor y lefa. Y yo… os lo podéis imaginar, en la puta gloria jejeje.

Tras dormir unas horas entre meos, me duché y abrí mi desolada nevera. Pensé en pedir algo de comida, pero cambié de idea cuando vi las cervezas vacías tiradas por todos lados. Necesitaba birra para mis machos preñadores.

Fui al super, y vi al negro que estaba en el kebab anoche, pasé a su lado mirando hacia otro lado mientras me abría la puerta y me saludaba. Yo, ni caso. Al salir me di cuenta de que me había pasado comprando birras, a los 20 metros tuve que parar para repartir el peso y recuperar la circulación de los dedos de las manos. Con que coño hacían las putas bolsas de plástico, con alambre, joder que daño hacían.

-          Deja que te ayude. – El negro se me había acercado y se disponía a coger parte de las bolsas.

-          No tengo dinero para darte. – Dije muy borde.

-          No hace falta, ahora no haber casi gente, puedo ayudar sin pagar. – Me dijo sonriendo. Teniéndolo tan cerca me resultó enorme. A su lado parecía un niño.

-          No es necesario de verdad. – Aunque claramente necesitaba ayuda.

El me ignoró y se puso a caminar hacía mi portal. No hablamos, el llevaba lo más pesado, aunque en sus enormes y callosas manos parecía muy ligero. Se paró junto al portal y esperó a que abriese. El portero lo saludo amigablemente, mucho más que a mí, que me dedicó una mirada entre el asco y el desprecio. Aunque teniendo en cuenta que llevaban toda la mañana entrando tíos de lo más variopinto a mi casa, no me extraña. Es la putada de las urbanizaciones, que no tienes intimidad.

-          Muchas gracias. Ya puedo yo solo. – Le dije en la portería.

-          Te lo llevo hasta casa, no problema para mí.

-          Ya, pero no quiero que me lo lleves a casa. – La sonrisa de aquel hombre enorme, que parecía tener buen corazón, se esfumó y me miró con tristeza. Podría decirse que con decepción. – Es que la casa está echa un asco, y no quiero que la vea nadie. – Dije para suavizar mi bordería, y además era cierto. Todavía no había limpiado el desastre de la psuedo-orgía o bukake en diferido.

-          Ok, no preocupar. Te entiendo. Por cierto, Jasim me dio esto para ti, ayer no esperar a por la vuelta. – Me dio el dinero que había sobrado de mi agitada cena de anoche. Y la sensación de culpabilidad por como lo había tratado creció exponencialmente.

-          Perdona… - Le grité cuando ya salía del portal, ofreciéndole cinco euros del dinero que me acababa de dar.

-          Khalid, me llamo Khalid. – Me dijo sonriendo de nuevo. – No es necesario.

-          Pues déjame invitarte a cenar. – Mi propuesta le sorprendió tanto a mi como a él. Y tardó un rato en contestar.

-          Ok, a que hora vengo a tu casa? – Yo la verdad es que pensaba invitarle a un kebab, pero no supe decir que no.

-          A las 10… tengo que limpiar la casa. – Él sonrió y se fue.

Cogí las bolsas mientras veía al portero farfullar, seguro que nada bueno. Cuando pasé a su lado, solté un buen lapo en el pulido suelo bien cerca de sus pies y lo miré con desprecio. Este capullo había pasado a ser mi enemigo.

Khalid llegó puntual, con lo que me pilló con la cena a medio hacer, y las ventanas abiertas de par en par para ventilar el olor a sexo y meos que yo seguía notando. Aunque era literalmente imposible después de la paliza que me había dado limpiando.

Khalid resultó ser un Sol de tío, me ayudó a terminar la cena mientras tomábamos unas cervezas. Bueno, él se había traído sus cervezas 0,0% ya que era musulmán. Resultó ser un tío muy interesante, con una vida muy dura. Su familia había muerto en la guerra, aunque no quiso contarme mucho más de su infancia. Era de Nigeria, aunque se había ido del país con 15 años. Y tras un par de años viviendo en Nador, consiguió saltar la valla de Melilla y acabó en Madrid. Hablaba un español muy aceptable, solo le patinaban los tiempos verbales, y a parte hablaba inglés, francés y árabe. Me parecía imposible que un hombre con mayúsculas como él estuviese desperdiciado llevando bolsas de la compra.

-          Y dónde vives?

-          Tengo un piso alquilado a 10 minutos de aquí. Vivo con varios emigrantes como yo. Pero solo ser 4, no vivimos muchos como otros amigos. Yo tengo mi habitación con baño. – Dijo con orgullo.

-          Joder, no sabía que el negocio de ayudar a las señoras con las bolsas fuera tan lucrativo. – Le dije riendo.

-          Hago otras ayudas mejor pagadas. – Dijo riéndose y agarrándose el paquete.

Yo lo miré ojiplático. La verdad es que había venido bien vestido, no como suele estar en su “trabajo”. Se notaba que tenía más dinero del que quería aparentar. Pero me molesto mucho su insinuación. Se pensaba que yo era un putero, en mi vida había pagado por follar. Alguna vez me había robado, pero claramente eso era un pago involuntario.

-          Creo que te has equivocado conmigo. No soy de esos. – El me miró extrañado.

-          Yo ver muchos hombre venir aquí, hombres feos y gordos, y salir sonriendo. Soy muy observador, no creo que me equivocado. – Me dijo más serio.

-          Entran los hombres que a mí me da la gana, pero no pienso pagar por follar por muy bueno que estés. – Dije muy serio y levantándome como invitándolo a irse. Se levantó y me sonrió.

-          Yo no querer dinero. Tu invitarme a cena y yo traer el postre. – Dijo sacando su enorme polla negra del pantalón.

Su mano me ayudo a arrodillarme delante de aquel monumento, el Karma por fin era bueno conmigo. Engullí la polla hasta la base, y noté como crecía y se endurecía hasta clavarse en mi garganta. El gemido del subsahariano no se hizo esperar.

Lo siguiente que sentí fue un líquido caliente inundándome la garganta. Al no esperarlo me atraganté, y el cortó su meada, dejándome tosiendo y con su pollón apuntando a mi cara. Cuando me calme, volvió a acomodar su rosado capullo en mis labios. Su polla era impresionante, enorme y muy oscura excepto el capullo. Circuncidada y muy recta, sin venas prominentes. Era tan grande como la de mi vecino, pero no tan dura. El me sonreía, meciendo sus caderas restregándomela por los labios. Era un puto dios de ébano, con la piel tan oscura, que parecía que sus dientes brillasen. Abrí la boca y engullí aquel rabazo. Khalid empezó a mear lentamente, no había ido al baño en toda la noche y ya sabía por qué.

-          Así puta, gusta verdad? – Yo solo asentí sin apartar la mirada de su precioso y varonil rostro. – Yo oler ayer tu ropa, vi baño y vi tu polla dura en los pantalones. Soy muy observador, sé que tu ser una puta muy sucia.

Todo lo decía acariciándome la cara, no como los bestias de los niñatos de ayer. Me trataba con cariño, pero nunca se me hubiese ocurrido desobedecer. No suelo tragar meos a las primeras de cambio, tengo que estar muy cachondo y que un cabronazo me obligue. Con Khalid lo tragué todo, y os aseguro de que fue la meada más larga que he visto en mi vida. Tras la meada, me cogió y me morreo con sus gruesos labios. Dios que labios! No volvimos a hablar en las siguientes dos horas. Me folló muy duro, contra la pared, a cuatro patas, bote en su polla mientras descansaba en el sofá… Y solo se corrió después de que yo me hubiese corrido tres veces. Me lleno la boca y compartimos la lefa como dos amantes cómplices. Tras descansar un rato abrazados, sudando como cabrones, me puse a lamerle.

-          Quieres más? – me dijo levantando el brazo para que lamiese su sobaco lleno de pelo muy rizado.

-          Tengo sed.

-          Tengo reponer liquido si quieres más meos. – Me dijo divertido.

-          Tranquilo, estoy lleno de meos. Pero quiero lamerte entero. – Khalid era un amante considerado, aunque follase como un león. Y esa mezcla me gustaba.

Me dejó lamerle un rato, sabía fuerte y me encantaba. Lo que más disfruté fue su culo enorme, muy duro, sin bello… Dios, me recordaba a un caballo pura sangre. Se le marcaban todas las fibras de sus músculos, y así sudado parecía un semental después de ganar una carrera. Cuando se cansó, me cogió como una pluma y me lanzó al sofá. Volvió al rato con un vaso de agua y un empalme impresionante.

-          Te ha excitado mi cocina?

-          Yo ver a tu vecino follarse a su mujer. Muy bestia, muy macho… Y ver el primer pollón blanco más grande que el mío. – Dijo agitando su polla.

Me sorprendió lo que me dijo… y me jodió. Sí, después de follar como un loco en las últimas horas me dolió que Jaime se follase a su mujer. Y esa sensación me frustró mucho. Estaba claro que por más que follase no iba a olvidar a mi vecino. Por suerte, los gritos de su mujer me sacaron de mi bucle de pensamientos pesimistas.

-          Te han visto?

-          Si. – Dijo empezando a reírse. – No sé porque ella pagarme si tiene ese pollón en casa.

-          Que esa arpía te ha pagado por follarla? - Dije todo sorprendido.

-          Un par de veces, antes de tener bebe. Yo tener mucho negocio en esta urbanización. Pero tu gratis.

Mi cara de sorpresa le hizo mucha gracia al negraco, que encima tenía una risa muy contagiosa. Para nada le pegaba a un tío de casi dos metros, parecía la de un niño pequeño. Encima me halagó en demasía que a mí me había follado por gusto, no por dinero.

Esa noche follamos hasta que mi culo aguantó. No fue mucho más, no me hubiese importado que me violase a la fuerza, pero en cuanto Khalid vio que me dolía mucho no quiso seguir. Nos dormimos en el salón. A él le salían los pies del sofá, pero enseguida empezó a roncar.

Me desperté en la cama soló. Me decepcionó un poco, pero me fui directo al trabajo, con mucho sueño e incluso agujetas en todo el cuerpo, sobretodo en las mandibulas.

Al volver del trabajo no me pude aguantar y fui a invitar a Khalid a “cenar”. Me sorprendió su negativa, había sido tan cariñoso conmigo, me había follado tan bien, que su respuesta de “no soy maricón” no me la creí. El me intentó convencer, de que le gustaba follar con hombres pero muy de vez en cuando. Los dos años que había estado en Marruecos pasó mucha hambre en todos los sentidos, y probó el sexo con hombres. Y como todos sabemos eso no se olvida. Yo le intenté convencer, me había besado con pasión, eso no lo hace un hetero. Pero él me dijo que no, que Alah no lo veía bien. Que una cosa es jugar de vez en cuando, y otra es dos días seguidos. Se negó en banda, incluso se molestó por estar discutiendo tanto tiempo en la puerta del supermercado.

El cabreo que me pille fue impresionante. Era la excusa que me faltaba para que pasasen de mí. Ahora era el mismísimo Alah el que venía a joderme y humillarme. Otro tío al que unir a mi lista. Y podéis imaginar como intenté quitarme el cabreo… con más pollas. Denigrándome follando con cualquiera, dejándome usar mear y maltratar por cualquier viejo, gordo o niñato. Si todo el mundo pensaba que era una escoria que no merecía más que desprecio, no iba a quitarles la razón. Y lo que es más importante, iba a disfrutarlo.

Fue tal mi sensación de vacío, que al día siguiente fui a buscar al viejo conserje que me follaba en el instituto. Por desgracia, abrió la puerta un hombre mucho más joven. Un tío bastante grimoso, de esos calvos que no lo habían admitido y se peinaban para delante, con barriga cervecera, y con los dientes amarillentos.

-          Que quieres… el colegio está cerrado. – dijo mientras se abrochaba los pantalones. Fue escuchar su voz, y viajé 15 años atrás.

-          Isaac?

-          Quien coño eres tú. – Dijo con desprecio.

-          Alejandro…

-          Que alejandro? – Aquel tío asqueroso que hace años había sido el guaperas del colegio me miraba intentando recordar. – Hostias, mi putita. – Dijo sonriendo.

-          Me tengo que ir… - Dije avergonzado.

-          Espera! Que pena que hallas crecido, si hasta te tienes que afeitar. – Me dijo cogiéndome la barbilla con su asquerosa mano, que olía a rabo. – Venías a ver al viejo? Ha muerto hace años. Ya tendrás que estar desesperado para buscar a ese asco de tío.

Una voz de niño que salía desde el interior de su apartamento, nos interrumpió. Y me echó visiblemente nervioso. No se daba cuenta de que él se había convertido en aquel viejo pederasta, al que tanto despreciaba. Mi cabreo fue tal que cogí la primera piedra que vi, y la lancé contra la ventana, rompiendo el cristal biselado. Empecé a correr como un loco, escuchando los gritos de Isaac insultándome. Me sentí vivo por primera vez desde que discutí con Khalid.

Como siempre en mi vida, las alegrías duraron poco. Mientras esperaba que las puertas del ascensor se cerrasen, una mano las paró. Y pasó lo que era inevitable, después de un mes, coincidí con Jaime.

Su cara fue de incomodidad total. Venía de hacer ejercicio, todo sudado. El cabrón estaba tan guapo que casi se me olvida que lo odio. Entró en el ascensor mirando al suelo y se puso detrás de mí. Supongo que para no tener que mirarme la cara. El silencio fue muy incómodo, y continuó durante el largo pasillo hasta nuestras puertas. Parecía que alguien había decidido alejarlas aquella tarde… se me hizo eterno el pequeño rellano. Cuando ya teníamos abiertas las puertas, Jaime rompió el silencio con un susurro.

-          Porque? – Yo me giré, sin entender a qué se refería. – Porque te dejas follar por tíos tan despreciables.

-          Y que coño te importa. – Quien se creía ese tío, que me había ignorado después de llevarme al cielo, para juzgar mi vida.

-          Tú vales mucho más. – Dijo mirando al suelo.

-          No lo bastante para ti y tu amigo el policía. – Dije entrando en casa.

Cuando me disponía a cerrar le pedí que esperase. Fui rápido a por algo que no quería más tiempo en mi casa. Sabía perfectamente donde estaba, debajo de mi almohada. Cuando llegué a la puerta lo vi nervioso. Putos heteros, nos tratan como putas y luego se ponen nerviosos en cuanto nos ven con pantalones.

-          Devuélveselos a tu colega. – Dije lanzándole a la cara los gayumbos usados por el policía.

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Gracias por las acogida del capitulo anterior, y espero que este os guste tanto o más. 

Agradecer también los comentarios, y a los que me escriben al mail. Aunque cada vez se comenta menos, es una motivación para quienes escribimos y un impulso en daros textos de calidad e imaginativos (aunque no siempre se consiga).

Feliz año, y felices pajas.