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Vecino Ruidoso. Cap. IX

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VECINO RUIDOSO Cap.IX

ALEJANDRO (El vecino)

Mi vecino Jaime no se había puesto en contacto conmigo después de follarme. No sabía si había recibido mi propuesta de sumisión total, o si lo había cogido la zorra de su mujer. Y por supuesto, la pregunta de si iba en serio, o simplemente estaba jugando conmigo como siempre, rondaba mi cabeza y me tenía en un estado de angustia y excitación que se combinaban a partes iguales.

Mi cara cambió cuando esa tarde al entrar en la cocina encontré un papel con varias normas. El papel estaba arrugado, como si se hubiera mojado… y al acercar mi nariz supe que era su lefa. Mi polla se puso dura y mi culo empezó a palpitar al instante. Cuando me disponía a lamer los restos de su lefa, pude leer la primera frase de la nota en mayúsculas.

NI SE TE OCURRA LAMER MI LEFA, PUTA.

Joder, ¿este cabrón sabe hasta lo que voy a hacer, aunque no esté delante? Sumisamente obedecí y me puse a leer atentamente todo lo que decía. Lo leí tres veces seguidas para no perder detalle de todo lo que decía. Resumiendo, había tres normas básicas:

  1. Nada de SEXO.

Y eso comprendía todas las versiones de sexo que podáis imaginar… incluso la masturbación. Cada vez que me corriese sin tocarme, de cualquier otra manera estaba prohibido, debería dormir en el suelo como castigo.

  1. Seguir estrictamente una DIETA.

No tenía que tomarme batidos ni mierdas de esas, pero contenía productos que no había comido en mi vida. Principalmente proteínas y verduras.

  1. Seguir estrictamente el programa de ENTRENAMIENTO.

Me indicaba los días que debía entrenar, y que debía hacer. No creía que aguantase ese ritmo, ni por asomo pensaba hacer un entrenamiento tan bestia cuando me ordenó ponerme en forma. Entre las particularidades me indicaba que debía apuntarme a un box de crossfit, uno específico, que me pillaba bastante lejos de casa.

Después empezaban las normas secundarias. En ella me anunciaba que su mujer se había ido de casa (algo que me alegro mucho), y que de momento yo sería su criado personal (esto me hizo muy poca gracia, solo me atraía la parte de ser esclavo sexual… pero no estaba en posición de discutir). Me dejaría una lista de la compra cada dos días en casa además de un menú. Tendría que cocinar también para él. Además, tenía que limpiar la casa y hacer su colada. Solo tenía una hora de acceso al día a su casa, con lo que tendría que organizarme muy bien para poder conseguirlo.

Cuando giré la hoja, vi que había una nota escrita a mano. Como si se le hubiese ocurrido a última hora.

Nota: Como se que eres una zorra muy cerda, tienes prohibido oler mi ropa o mis sabanas e íras siempre en suspensorio negro, al box de crossfit también y te ducharás allí.

Tras terminar de leer la nota, mire mis gayumbos en los que se podía ver una mancha de lefa. Esa noche sería la primera de muchas de las que dormiría en el suelo durante ese mes.

La primera semana me costó adaptarme a la actividad que tenía que hacer. Mi casa era un desastre, entre mi trabajo y la múltiples tareas que tenía que hacer: ir al supermercado, cocinar, lavar la ropa, limpiar, tintorería,… no tenía tiempo para nada. Además había que sumar el ejercicio, los primeros 7 días habían sido rutinas para coger fondo físico, carrera nada más levantarme y de noche, muchas sentadillas, planchas y abdominales. Sorprendentemente había podido con todo, y los efectos lentamente se empezaban a notar en mi cuerpo delgado y poco tonificado.

Mi lívido estaba por los suelos, era tal el agotamiento físico y la concentración que tenía que tener para encajar todo que no pensaba en follar. Solo me excitaba al escuchar la puerta de la casa de Jaime, o verle en la cocina cenar solo y desnudo. Nunca me miraba, aunque sabía que me quedaba mirándolo todo el rato que permanecía allí sentado, leyendo un libro mientras cenaba lo que yo le había cocinado. Esas noches dormía en el suelo directamente, ya que sabía que tener un sueño húmedo era muy probable.

Aunque pensé que la primera semana sería la más dura me equivoqué. Jaime se estaba destapando como un hombre retorcido, nada que ver con esa imagen de niño pijo que tenía para el resto del mundo. Y la primera muestra de lo cabrón que podía llegar a ser lo vi en mi primer día en el box de crossfit. Como me había ordenado fui con mi suspensorio negro, me daba mucha vergüenza tener que cambiarme y que todo el mundo viese mi blanco culito. Mira que me habían follado cientos de tíos y había ido a saunas y bares de sexo, pero aquello era distinto. Un vestuario lleno de tíos, heteros en su mayoría, incluso casados, no era lo mismo.

Fui tonto al pensar que esa sería la mayor dificultad del día. Mientras el monitor, un rubio inmenso que marcaba un paquete enorme en unas mallas muy ajustadas, exponía la clase del día entró corriendo un tipo que no podría olvidar en mi vida. Entro tan rápido que no me vio, era aquel policía cabrón amigo de Jaime. Como podía haber sido tan tonto… por eso me ordenó ir a ese box en particular.

-          Tú, el nuevo. ¿Cómo te llamas? – Me gritó el monitor sonriendo.

-          ¿Perdona? – reaccioné de mi ensimismamiento. – Alejandro.

-          ¿Estás bien? Te has quedado blanco al ver a nuestro agente del orden. ¿No serás un delincuente? – Todos se rieron ante la gracia del monitor, claramente sevillano por su acento a pesar de su apariencia nórdica.

-          Pues cuando le saque el arma reglamentaria en el vestuario se va a acojonar. – Dijo un alumno que tenía pinta de seguir siempre las bromas del gigante rubio.

Ese inicio quedó en anécdota y la clase fue bastante bien. Cada poco sentía la mirada del policía en mi espalda. Aunque mi primera impresión fue que coincidir con el poli era una prueba para comprobar mi resistencia a no tener sexo en un mes, su actitud no era para nada tentadora. Más bien me miraba con rabia y no le hacía ninguna gracia que estuviera en esa clase. Más de una vez el monitor tuvo que reprenderle por hacer los ejercicios con demasiada agresividad. Yo mismo casi paro con mi cara un balón medicinal que me lanzó excesivamente fuerte.

Cuando acabó la clase, y tras dejar todo recogido nos dirigimos a los vestuarios. Yo iba muy contento, había aguantado bastante bien la clase, y me sentía orgulloso. Hasta se me había olvidado la indumentaria que llevaba.

-          Pero bueno… vaya culito tiene el nuevo. – Dijo con sorna el graciosete de la clase. Un tío de unos cuarenta, atractivo y que su rabo pareció crecer al mirarme, a pesar del anillo de casado que tenía en su mano derecha.

-          Deja al nuevo… que se ha portado como un jabato. – Una cachetada del monitor resonó en el vestuario y dejó una enorme mano roja marcada en mi blanca piel.

-          Muchas gracias. – Musité ruborizado.

El enorme rubio me rodeó con su cuerpo y pude notar como su bulto crecía y acariciaba mi nalga con el dorso de la mano.

-          En serio, lo has hecho genial. Y esto solo es el principio. – Me dijo al oído.

-          Vladimir… que te pones morcillón, deja respirar al nuevo. Venga Tolo, nos hacemos una pajita grupal, así descargas esa mala leche, cabrón.

-          Porque no te callas la puta boca. – Espetó el policía.

-          Que haya paz… es una broma. Y si tienes un mal día suelta más energía sudando, para eso también sirve la clase. – Cortó el monitor. – Venga todos a la ducha que quiero irme a mi puta casa.

Yo tuve que esperar unos segundos para poder quitarme el suspensorio, ya que tenía un empalme de cojones al sentir el rabo de Vladimir contra mis nalgas.

Tolo se fue del vestuario el primero, sin decir ni adiós, con lo que mis sospechas de que mi presencia no le agradaba lo más mínimo parecían confirmarse.

Cuando llegué a casa todo fue genial, terminé de cocinar los “tuppers” que dejaría mañana en casa de Jaime y recogí un poco. Parecía mentira que tuviese energías todavía después de la clase de crossfit, pero me sentía feliz después de mucho tiempo. Esa noche dormí en el suelo, no me había corrido, pero había pensado en Vladimir, y para mí eso ya era una infidelidad hacia Jaime.

A las dos de la mañana, alguien llamó a mi timbre. Somnoliento, sin saber muy bien que pasaba fui a abrir. Mi cara de sobado debía ser un poema, cuando un tío alto y musculado me miraba de arriba abajo con cara de cabreo.

-          Tío, tu no eres el de las fotos. ¿Estás de coña? – Me increpó.

Cuando me disponía a contestar que no entendía nada, la puerta de Jaime se abrió. Jaime totalmente desnudo y empalmado se dirigió al hombre musculado que sonrió al verle.

-          Perdona tío, te dije el piso equivocado. – Dijo Jaime mirándome con esa puta sonrisa de chulo. – Y ¿tus amigos?, porque tu solo no creo que aguantes esto. – Dijo cogiéndose la polla.

-          Están de camino. Joder tío, parecía grande en foto, pero esto no me lo esperaba.

-          Alejandro, ábreles cuando lleguen que yo estaré ocupado.

Mi cara de gilipollas le hizo mucha gracia al cachitas de mierda que se iba a follar Jaime.

-          ¿Qué es tu sirviente o qué? – Dijo divertido.

-          Está a prueba todavía. – Dijo ignorándome. - Te has limpiado bien el culo, perro.

-          Claro que si, amo.

Los vi desaparecer y yo miré mi rabo, tristemente duro ante la humillación. No sé cómo me imaginé ni por un segundo que Jaime iba a estar un mes sin follar, esperándome. Pero aquello era demasiado humillante, encima tendría que hacerle de portero de sus perros.

Cuando llegaron otros dos tíos clónicos al primero, mis ojos estaban muy hinchados de llorar. Cuando caí rendido de sueño, todavía se escuchaban los gemidos de los tíos que recibían la enorme polla de Jaime. Jaime se los follaba en la habitación contigua a mi casa, y que aquel pequeño tabique solo amortiguaba mínimamente el sonido. Como podéis imaginar dormí en el suelo pegado a aquel frio muro.

Mi cara cambió cuando al despertarme un bol de cereales humedecidos se encontraba en la mesa de la cocina junto a un vaso de leche con un “posit” pegado. “Como te has portado bien, hoy tienes ración doble de leche.”

Devoré esos cereales con devoción, saboreándolos con una sonrisa. A pesar de la humillación se acordaba de mí, y eso era suficiente para mí. Premiaba mi esfuerzo con su esencia. Mientras lamía el bol totalmente concentrado, y me corría del gusto, sonó un mensaje de whatsapp en mi móvil.

“Veo que te ha gustado la lefa de mis perros. La mía está muy dentro de sus culos”.

Miré por la ventana y lo vi, con el móvil en la mano y sonriendo ante mi cara. Me hizo una foto y saludo exageradamente, como si yo fuera un niño de 5 años. Estaba claro que disfrutaba humillándome.

Esa noche fue la primera de muchas durante ese mes. No todas, está claro que Jaime también necesitaba dormir. Yo los vi a todos y cada uno de los tíos que se follo. Aunque algún día vi como rechazaba a su ligue de esa noche y yo lo disfrutaba. Pero nunca vino a follarme, solía oír la puerta de su casa cerrarse y como no volvía hasta la mañana siguiente.

Quería que viese y escuchase a todos los tíos que se iba a follar, mientras yo tenía que estar sin siquiera masturbarme. Como podéis imaginar también pasó alguna tía, y más de una se fue llorando dejándolo con el calentón, y Jaime empezó a centrarse básicamente en el género masculino. Venían tíos de todo tipo, grandes, pequeños, peludos, lampiños, algunos venían en gayumbos directamente de la calle… Jaime no tenía limites en como humillar a la gente por poseer su rabo aunque fuera un día. Y por supuesto, yo era el menos indicado para juzgarlos.

La noche que más me asombro lo retorcido de la mente de Jaime fue una noche en la que llamaron a mi puerta un hombre de unos 45 y un chico que tendría unos 20. Me sorprendió que el hombre no era muy atractivo, era masculino pero no estaba en forma, algo imprescindible para Jaime según lo que pude observar ese mes. Además, aunque el chico era sumamente guapo, muy pelirrojo, pero parecía algo delgado para sus gustos.

Los acompañe al piso del Jaime, donde el los esperaba desnudo como siempre, con sus potentes piernas abiertas y su polla descansando en uno de sus muslos. Jaime había ido solicitando más y más cosas. Ahora, a parte de abrirles, tenía que hacer de recepcionista y tratarle de usted.

-          Pueden pasar. – Dije antes de disponerme a irme como me tenía enseñado.

-          Espera Alejandro, todavía no te vayas. Tengo que comprobar unas cosas. – Dijo, haciéndome una señal. – A ver los carnés.

Yo estaba sorprendido ante la actitud de Jaime que miraba los carnés de ambos, sin yo entender por qué. Sonrió antes de tirarlos en el sofá.

-          Desnudaros.

Y los dos lo hicieron rápidamente, el chico siempre mirando al suelo como un buen sumiso. Me sorprendió que el hombre a pesar de una barriga algo prominente tenía unas piernas muy potentes, y un buen rabazo duro como el hierro babeaba litros de lefa. Jaime hizo una seña al chico para que diese una vuelta y admiró conforme su fibrado cuerpo blanquecino y cubierto de pecas.

-          Y entonces ¿crees que aguantará la putita?

-          Claro señor, llevo años entrenándolo. – Dijo el hombre orgulloso.

-          Bueno, acércate nene, a ver si es verdad. A ti te follaré si quedo contento. – Dijo Jaime con displicencia.

Antes de que el joven diese un paso, el hombre lo cogió fuerte del brazo.

-          Ya te puedes portar bien hijo, que yo también quiero catar ese pollón. – El joven miró pícaro al que parecía ser su padre y asintió.

-          Y tu que coño haces ahí parado. Vete ya, puta. – Me airó Jaime.

Solo os diré, que el joven se portó muy bien a juzgar por los gemidos del padre.

Al final llegó el día, hacía un mes que toda mi vida había cambiado. Había cumplido a rajatabla todo, ni yo podía creérmelo. Me miré en el espejo completamente desnudo, me tensé y pude distinguir como mis músculos se empezaban a definir. Incluso una tableta de chocolate empezaba a aparecer en mi plano vientre. Me sentía muy atractivo, y extrañamente muy agradecido a Jaime. Como podía tener ese sentimiento por alguien que me humillaba a diario y me usaba de criado personal… mi cerebro no podía entenderlo, pero mi polla y mi culo lo entendían perfectamente.

Me puse un suspensorio, acomodando mi polla que se había endurecido al pensar en Jaime. El no poder descargar más que con poluciones nocturnas, hacía que recordase los 15 años cuando mi polla se ponía dura con cualquier mínimo estímulo. Todo el camino hacia el box lo dedique a pensar cómo se pondría en contacto Jaime. O si tenia que ser yo el que le dijese algo.

Al llegar al box hacía un calor sofocante, y solo encontré a Vladimir hablando airadamente por teléfono y sudando profusamente sin camiseta. Me quedé allí esperando mirando las gotas de sudor que salían volando cada vez que gesticulaba o daba un golpe en la mesa. Estaba claro que en aquellas condiciones y en verano era imposible realizar la clase.

-          Pero que puto calor hace aquí. – Dijo Tolo a mi espalda soltando su mochila con estruendo.

Yo no respondí, seguía sin atreverme a hablar con el policía, y esperé a que Vladimir colgase el teléfono.

-          Tío se ha jodido la bomba de calor y ya ves como está esto. El técnico no puede venir hasta mañana. O corto la luz y nos quedamos a oscuras o nos jodemos de calor. ¿No habéis recibido el mail de que no había clase? – Dijo mientras el policía chequeaba su móvil.

-          Pues no joder. Vaya mierda, llevo todo el puto día esperando a soltar tensión aquí.

-          La parienta sigue con embarazo de riesgo.

-          Si tío… llevo casi un mes sin follar. – Dijo claramente contrariado.

-          Bueno, os propongo una idea… ¿Conocéis el “Bikram Yoga”? Hacer yoga a 40 grados. – Aclaro ante nuestra clara de gilipollas. – Pues vamos a hacer “Bikram crossfit”.

-          Tío, tu estas loco. Nos va a dar algo con este calor.

-          Que no joder, que será divertido. Nos damos duchas frías cada poco, y el powerade bien fresquito va por mi cuenta, que la nevera si funciona. ¿Tú te animas, verdad chiquitín? – Me dijo, abrazándome con un brazo y llenándome de su sudor.

-          Si, vale. – Musité.

-          Venga Tolo, no seas marica. – Intentó herir el orgullo de macho alpha del policía.

-          Ok, venga. Pero como me dé algo te denuncio. – Dijo sonriendo por primera vez desde que yo iba a la clase.

-          Pues ya está. Cierro las persianas mientras os cambiáis, que no quiero que vean a tíos aquí sudando sin camisetas.

-          ¿Sin camisetas? – Dije dudando.

-          Claro nene, cuanto crees que te va a durar seca, si ya estas sudando. Y bueno, Tolo que es una fuente la tienen empepada sin empezar a moverse.

Miré al policía y vi como la mancha de sudor de su pectoral empezaba a avanzar hacía las grandes manchas que se veían bajo su sobaco.

La clase empezó con sentadillas y burpees, en los que no podía dejar de mirar como el sudor inundaba el pecho peludo de Tolo y las gotas recorrían su prominente y recta nariz. Me excitaba ver como se relamía el sudor que empapaba su barba, buscando reponer de manera inconsciente algo de líquido. Vladirmir me pilló mirando más de una vez y me sonreía cómplice. A la vista de su bulto, también a él le excitaba la situación.

Tras el agotador calentamiento, y un trago de bebida. Tocó la primera ducha fría, que me vendría genial en todos los sentidos. Fuimos corriendo al vestuario y cada uno recibió el refrescante líquido con alivio. Al salir nuestros pantalones estaban empapados y mojaban el suelo del vestuario.

-          Mierda, no había pensado en esto. – Dijo, pensativo. – Me vais a joder el parqué. Fuera pantalones. – Tolo y yo dudamos. – Joder, que estamos entre machos.

-          Yo es que voy con suspensorio.

-          Joder, espera que tengo yo uno por aquí. – El sevillano se lo puso, tras quitarse las mallas empapadas con dificultad. – Ya estamos igual.

Pero claramente no estábamos igual, mi polla no era para nada comparable a aquel monstruo que difícilmente entraba en aquel pequeño trozo de tela.

-          Y ¿tu? ¿también vas con suspensorio? Venga que nos quedamos fríos. – Dijo con sorna. Y salió al box y lo seguí.

Casi se nos salen los ojos cuando salió Tolo con un gayumbo blanco, empapado que dejaba ver perfectamente su enorme rabo y la gran mata de pelo que la rodeaba. Además, el gayumbo estaba claramente dado de si, y si no fuera porque la humedad hacía que se pegase a su piel, este raramente se mantendría en su posición. La imagen de su peludo culo transparentado por la tela era embriagador. Se distinguía claramente como la densidad de pelo aumentaba hasta perderse en una mata de pelo que recorría su raja.

El resto de la clase fue parecida, solo que no había más que intercambios de miradas en un silencio muy tenso cargado de contenido sexual. Mientras tanto, nuestras pollas crecían al ver como botaban dentro de nuestra escasa ropa interior. En realidad, mi polla llevaba a tope desde que vi a Tolo salir en gayumbos. Y el bulto de Vladimir hacía que la tela se separase de su cuerpo dejando ver por el lateral parte de ella y de sus huevazos. El que peor lo estaba pasando era Tolo. Su gayumbo no podía contener aquel pollón, y terminaba más de un ejercicio con el rabo fuera. El se lo colocaba lo más dignamente que podía ante nuestras esquivas miradas. En el fondo estaba orgulloso con su rabo, aunque mi presencia allí lo cohibía y todavía no sabía porque razón.

-          Bueno, ahora solo queda un ejercicio. ¿Cuál te vas a comer primero? – Dijo Vladimir bajando el gayumbo de Tolo y sacando su rabo del suspensorio.

-          Pero ¿qué haces? – Dijo Tolo intentando guardarse su rabo duro, sin apartar la mirada del rabazo de Vladimir que se lo sobaba con cara de morbo.

-          Venga Joder… que estamos entre machos y estamos todos calientes. Mira que culo. – Me giró dándome dos fuertes cachetadas. – No me digas que no te apetécete.

Tolo me miraba con su rabo duro, que había vuelto a escaparse esta vez por la goma superior. Dudó unos segundos mientras Vladimir manoseaba mi culo y le enseñaba mi ojete. Yo estaba bloqueado, sabía que no podía pasar nada. No el último día de mi mes de prueba. Eso no me podía pasar a mí.

Tolo finalmente reaccionó y se fue al vestuario. Dejándome solo con Vladimir, que retorcía mi brazo y me agarraba fuerte. Podía sentir su polla tan gorda o más que la de Tolo y Jaime intentando abrirme el culo. Hace un mes, seguro que me habría relajado y dejado que me follase. Pero no dejaba a de pensar en Jaime, en que mi culo le pertenecía.

-          Estás loco Vladimir. No me esperes más por aquí. – Dijo Tolo que salió como una exhalación.

-          Lo estas deseando, Tolo. No lo niegues.

Tras un portazo, yo seguía allí. Atrapado por aquel gigante que estaba claro que no me iba a dejar ir tan fácil.

-          Por favor, no me hagas nada. Tengo que irme.

-          Tu no te vas a ningún sitio.

-          Por favor, déjame irme. – Dije casi llorando y apretando el culo para que su enorme polla no me entrase.

-          Vaya, parece que te vas a resistir. – Se aproximó a mi oído y me dijo. – ¿Sabes que uno de mis fetiches es follar a zorras inconscientes?

No pude ni digerir lo que esa frase implicaba, cuando su enorme bíceps presionaba mi cuello y mis pies se separaban del suelo. A partir de ahí todo fue oscuridad.