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Confesioness

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CONFESIONES

-          Ave María purísima.

-          Sin pecado concebida.

-          Buenas tardes padre.

-          Que te preocupa Lucas? Últimamente vienes mucho a confesarte y al final no sabes ni que contar. – El cura miraba a través de la celosía al atractivo joven.

-          Bueno… es que…

-          Venga tranquilo, aquí solo estamos tu, yo y el señor. Puedes contarme lo que sea, no saldrá de aquí.

-          Me lo jura? – Lucas era un chico muy religioso y el nuevo cura que rondaba los 30 años le daba confianza, aunque le parecía muy moderno en comparación con el antiguo párroco.

-          Jajajaja… esto va más allá del juramento. Si revelo lo que me dices aquí fallaré al señor y tendría que dejar de ser cura. Es una de las faltas más graves que existen para un párroco.

-          Vale… Bueno… Es que… el otro día vi a dos personas tener sexo. – soltó de sopetón.

-          Bueno, el sexo es natural. No es nada de lo que avergonzarse.

-          Sí, pero desde entonces tengo pensamientos y sueños  pecaminosos.

-          Hombre es normal, tienes 17 años… es lo normal a tu edad. Olvidate de todos esos rollos sobre el infierno y que el sexo es malo que os enseñaba el antiguo párroco. Yo soy joven y todavía tengo muchos sueños eróticos, es algo normal y más cuando uno tiene una promesa con el señor. No hay que ser tan estricto con uno mismo. La iglesia está cambiando, no pasa nada por tener deseos. Además tu no eres cura… al menos de momento, no has hecho ninguna promesa de celibato – Dijo el joven cura.

-          Ya… pero…

-          Pero? – El cura miro al joven que miraba sus manos entrelazadas con los pómulos enrojecidos. No pudo dejar de admirar lo atractivo que era.

-          Bueno… que eran dos hombres. – El cura se sorprendió…

-          Ah, vaya… donde los viste.

-          No quiero decir nombres…

-          Tranquilo, lo que me cuentes no saldrá de aquí.

-          Bueno,… fue en el vestuario del instituto. Se me olvidó un libro y volví a por el después de salir de clase.

-          Eran dos alumnos?

-          No, un profesor con un compañero de clase.

-          Aja… Y que viste?

-          Bueno, el profesor tenía a un compañero de clase de rodillas. Y se comía su…

-          Polla?

-          Si.

-          Y que hiciste? Te fuiste?

-          No

-          Por qué?

-          Me excitó lo que vi. Y no sé por qué, a mí siempre me han gustado las chicas…

-          Bueno, los deseas a veces se despiertan poco a poco... – Igual que se estaba despertando la polla del cura haciendo una buena tienda de campaña en la sotana. Su gusto por no llevar calzoncillos bajo la sotana en verano tenía sus inconvenientes. Aunque no solía venir a confesarse jóvenes atractivos que le pusiesen en aprietos. Cuéntame lo que viste?

-          Ya se lo he dicho, dos hombres teniendo sexo.

-          No, quiero que me describas la escena. Necesito saber lo que viste, no hace falta que me digas nombres, pero si necesito saber todos los detalles. – El joven dudó, le daba mucha vergüenza describirlo… todavía se excitaba solo de pensarlo. Y no podía ver a su compañero sin recordarlo tragando aquella polla.

-          Como le dije se me olvidó un libro en el vestuario y volví a por el al finalizar las clases. Vi que alguien estaba en la ducha y reconocí la mochila de mi compañero. Y me asomé a las duchas a saludarlo. Me sorprendí al verlo de rodillas entre el vaho de la ducha caliente comiéndole la polla al profesor.

-          Te gustó lo que viste?

-          Si

-          El que te gustó? – El cura acariciaba su capullo que ya empezaba a babear bajo su sotana.

-          Ver cómo le hacía tragarse la polla entera.

-          El joven no quería?

-          Si, si quería… pero el le obligaba… era como si le follase la boca. Y tenía arcadas…

-          Como sabías que le gustaba?

-          Porque tenía la polla dura… muy dura y gemía cuando podía. Gemían los dos.

-          Te excito ver sus pollas?

-          Si – El joven se había excitado también y el desahogo de contar lo que llevaba ocultando una semana le hacía contestar sin pensar, con una sinceridad que le sorprendía a él mismo.

-          Como eran?

-          El hombre la tenía grande y gorda, con un gran capullo. Y mi compañero normal, muy dura, arqueada mirando hacia arriba sin ni siqueira tocársela. Tenía las manos en los muslos del profesor para no caerse con las embestidas.

-          Normal? Como la tuya?

-          No, la mía no es normal. – Dijo el joven en un susurro.

-          Porque no es normal?

-          Yo la tengo muy grande… me hacen bromas sobre eso, mi padre dice que es malo, que el deseo se puede apoderar de mi y alejarme del señor. Que no es buena señal que tenga un pene tan grande. Por eso tengo que rezar mucho.

-          Vaya… bueno yo diría que es algo de lo que estar orgulloso, no hagas caso al carca de tu padre. Bueno y que fue lo que te excitó, el hombre mayor o el joven?

-          Bueno… los dos… la situación.

-          Explícate.

-          Me gustó a ver como lo dominaba, como lo forzaba y ahogaba con su gran polla.

-          Ok, y te quedaste mirando?

-          Si

-          Cuanto tiempo?

-          No lo sé. Casi media hora.

-          Y estuvo medía hora follándole la boca?

-          No… al rato lo cogió contra la pared y le empezó a follar el culo.

-          Te excitó?

-          Si… - el joven apenado bajo la cabeza y vio su polla durísima y una mancha en su pantalón de deporte blanco que hacía que se empezase a trasparentar el capullo.

-          Descríbeme la escena.

-          Lo tenía contra la pared, le agarraba con el brazo del cuello y le follaba muy duro…

-          Y el joven disfrutaba?

-          Creo que sí, gemía y se quejaba… pero su cara era de placer.

-          Y el adulto?

-          Mucho… se le veía muy excitado.

-          Y tú?

-          También.

-          Que hacías? Me acariciaba la polla…

-          Te corriste?

-          Si… casi sin tocarme – El cura estaba también al borde del orgasmo, jugando disimuladamente con su polla.

-          Y ellos?

-          Sí, mi compañero mientras lo follaban y el profesor en su culo. Cuando se corrió me fui, tenía miedo que me pillasen.

-          Entonces, no te vieron?

-          No

-          Y no se lo has contado a nadie?

-          No

-          Ok. Déjamelo a mí… y al señor claro. No se lo cuentes a nadie. Te encuentras mejor?

-          Si… pero.

-          Pero, ahora tengo sueños.

-          Como son esos sueños… que pasa en ellos?

-          Sueño en lo que pasó… y… bueno… me uno a ellos.

-          Te pones a comer polla?

-          NO,… bueno… no se… sale algo dentro de mi… y les hago comer mi polla a los dos… soy muy bestia… los follo y les ordeno que se follen… No se… me vuelvo malvado.

-          Malvado porque?

-          Me gusta verles atragantarse, que les duela cuando les clavo mi pollón… me gusta hacer daño.

-          Pero ellos disfrutan? Tienen sus pollas duras en el sueño?

-          Si…

-          Entonces les das placer, no?

-          Bueno si, pero se quejan… yo soy muy bestia y disfruto mucho… me asusta ver lo que hago en sueños.

-          El sexo es complejo, no todo es lo que parece, hay miles de matices y gustos… ya lo irás sabiendo. Dios nos hizo para disfrutar y dar placer.

-          Me alegra escucharlo.

-          Bueno, hoy no podemos seguir más… otro día continuamos.

-          Y la penitencia? – El cura se veía nervioso, con mucha prisa y excitado.

-          Ah, es verdad… reza el padre nuestro hasta que puedas salir sin asustar a ninguna beata. – El joven miró su gran polla dura y transparentando su cabeza de lo húmeda que estaba. Cuando volvió a mirar, el cura ya no estaba, solo vio su gran cuerpo ir hacia la vicaría.

El cura en cuanto entro en su despacho cerró la puerta con llave. Se quito la sotana quedándose totalmente desnudo solo con las sandalias. No era un cura al uso, medía 1,90 y había jugado a balonmano hasta hacía un par de años lo cual se notaba en su musculoso cuerpo y sus potentes piernas. Era rubio y tenía cara de bueno cuando se afeitaba, aunque siempre solía llevar una frondosa barba algo más anaranjada que su pelo. Tenía el cuerpo cubierto de una espesa mata de pelo, sus piernas pecho y algo por los hombros… en el culo tenía una pelusa rubia muy clara que cubría sus potentes y abultadas nalgas.

Desnudo en su despacho se miró la polla… la cual daba botes y sus grandes pezones estaban erizados haciéndolos más oscuros. Ese chaval lo había excitado al máximo, tenía que pajearse, se chupo los dedos y se metió dos de golpe en el culo provocándose ese dolor placentero que tanto le gustaba, a la vez se pellizcaba el pezón izquierdo muy fuerte, tiraba de él y se imaginaba a ese joven con cuerpo de adulto violándolo y follándolo a lo bestia. No se quería tocar la polla, porque sabía que se correría al instante. De todas maneras el orgasmo llego solo estimulando su culo al meter el 4 dedo. Varios chorros de espesa lefa cayeron en el suelo, y se agacho a lamerlos dejando su peludo culo expuesto y su ano aún palpitando y pidiendo más guerra. Cuando acabo de lamer se levantó y se puso la sotana… Tenía que ir a hablar con su colega Ramón.

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Lucas llego a casa sudando por el ya incipiente calor de finales de Mayo que azotaba la capital. Saludo a su madre y fue directo al cuarto de sus padres. Al entrar encontró a su padre cambiándose.

-          Que haces… no sabes llamar. - Gritó su padre tapándose. Su padre era muy religioso, y decía que mostrarse desnudo era pecado.

-          Perdón, venía a ver a Juan. – Dijo el joven girándose. El bebe de un año de edad empezó a llorar ante los gritos del padre. – Ven aquí pequeñin. – Cogió a su hermano en brazos y salió del cuarto mientras escuchaba a su padre farfullar.

-          María, tienes al niño amariconado, todo el día con su hermano en brazos. Eso son cosas de mujeres. – grito el padre desde la habitación.

Los padres de Lucas eran una pareja perfecta de puertas para fuera, pero muy desgraciada dentro del hogar. Su padre un beato insufrible, para el que todo era pecado. Trabajaba en un banco y en breve sería director de sucursal. Ella ama de casa, por suerte había vuelto a quedarse embarazada ante un desliz del marido que prácticamente no tenía sexo con ella. Ella deseaba tener más hijos, pero su marido no estaba por la labor. Y tras tener a su primogénito había prácticamente dejado de tener sexo con su mujer para no tener más hijos. Últimamente había empezado a estar extrañamente activo sexualmente, y como consecuencia había nacido el pequeño Juan. Para él era un gasto y un fastidio que le quitaba horas de sueño. En cambio Lucas adoraba al pequeño, y ayudaba en todo lo que podía a su madre.

-          Que tal hijo? Como llegas tan tarde – La madre beso la frente de su hijo mayor, que ya había calmado al pequeño y dormía contra su pecho.

-          Bien, he ido a la iglesia a confesarme.

-          Últimamente vas mucho… Que tal el nuevo cura. A tu padre no acaba de gustarle, dice que estos curas modernos van a acabar con la iglesia.

-          Bueno… a mí me da confianza, se puede hablar con él. Para papá todo es pecado…

-          Venga vete a ducharte, déjame a Juan que la cena está casi lista. Hueles a tigre… porque no usas el desodorante que te compré?

-          No me gusta, me irita la piel, encima yo creo que no huelo mal. – Se olió su sobaco, olía a sudor pero a el le parecía un olor muy agradable. Se quitó la camiseta y fue hacia el baño.

-          Otra vez desnudo… que te he dicho. – Gruñó su padre, que no pudo evitar mirar a su atractivo hijo.

Tanto años evitando la tentación y ahora la tenía en casa. No sabía de dónde había sacado esa genética. Con 17 años ya era más algo que él y mucho más fuerte, se le marcaban todos los músculos y ya tenía pelo en el pecho. Y además esa… esa polla. El día que lo pilló masturbándose con 15 años ya le medía 17 cm mínimo y un grosor que no era normal. Lo había llevado a ver al párroco que le había dado un buen sermón y lo castigo a ir a ayudarlo en la misa de siete durante un mes, aunque se veía ridículo de monaguillo con su tamaño. Aunque lo intentaba, no podía evitar ver el hombre en el que se estaba transformando su hijo, y excitaba pensando en el… imaginando como tendría ya esa enorme polla que no había vuelto a ver. Como para el masturbarse era pecado, cuando su deseo era incontrolable tenía sexo con su mujer… a la que prácticamente no tocaba tras su primer embarazo. Sabía que sus pensamientos sobre su hijo eran un gran pecado y que el señor lo castigaría… y vaya que lo hizo… con otro hijo varón. Como podía ser tan mal cristiano.