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Jugando con fuego

en Grandes Relatos

JUGANDO CON FUEGO

Por: Horny

Llegué a eso del medio día al municipio de Hierbabuena. La alcaldía estaba cerrada hasta las 2:00 p.m. así que decidí dar una caminata por la calle principal después de dejar mi maleta en el hotel y comer algo.

Como en todo pueblo que se respete, la llegada de cualquier forastero despierta curiosidad y más si es una mujer joven como yo y que a leguas se ve que es netamente citadina.

Llevaba un jean ajustado, tenis y un suéter grueso pues al ser Hierbabuena un pueblo de montaña, el frío era predominante. El jean me quedaba tan apretado que se marcaba mi rajita claramente por delante y por detrás provocando mas de una mirada. Una de esas miradas resultó ser de un hombre que jugaba billar y tomaba aguardiente en uno de los locales de la calle. El tipo no estaba nada mal así que le devolví la mirada y seguí mi camino.

Cabe anotar que en Hierbabuena no hay policía y la única autoridad es la guerrilla la cual camina a sus anchas por todas partes. En contra del deseo de la gran mayoría de sus habitantes Hierbabuena era prácticamente un cuartel guerrillero, sede principalmente de altos mandos de la cúpula y lugar para reclutar nuevos pupilos que quisieran ingresar en sus filas.

Yo al principio iba algo temerosa, pues nada raro sería que tuvieran la intención de pedirme dinero o peor aún de secuestrarme, pero afortunadamente nada de eso pasó.

Continuando con mi relato, regresé al hotel después de dar la vuelta y me puse a leer un rato. Pasadas las 2:00 p.m. me dirigí a la alcaldía y tuve una reunión con el alcalde, el tesorero y el secretario. Con mapa en mano decidimos las obras de arte que se iban a construir por vía. Le comenté que lo primero que yo debía hacer antes de aprobar los recursos por vía era una inspección visual de las mismas con el fin de hacer un inventario. Así pues, visitaría Hierbabuena cada 8 o a lo sumo 15 días durante los próximos 6 meses y en cada visita iría a una de las vías.

El alcalde puso a mis órdenes a su chofer, así que lo mandó llamar con el fin de presentármelo e informarle las nuevas. Resultó ser el hombre del billar y después de un apretón de manos quedé con el de salir temprano al día siguiente a realizar la primera visita.

A la mañana siguiente me encontré con el chofer, al cual apodaban musarañas mas su nombre de pila era Marcos. Me esperaba en el parque principal junto a una cafetería ubicada al lado de la alcaldía.

Marcos: Doctora buenos días, si la dejaron dormir?

Marcela: Buenos días Marcos, dormí de maravilla gracias, pero le regalo el doctora, dígame Marcela.

Marcos: Si le parece bien le digo doctora Marcela bueno?

Marcela: Esta bien Marcos, como prefiera. Salimos ya? Mire que el camino es largo y peligroso.

Marcos: Si va conmigo no tiene problema, yo se porque se lo digo.

Y diciendo esto partimos en un campero propiedad del papá de Marcos el cual lo tenía a disposición de la alcaldía. Marcos trabajaba a sueldo en la alcaldía. A la salida del pueblo nos cruzamos con su esposa, Sonia, el detuvo la marcha y después de despedirse de ella y de presentármela continuamos.

El recorrido que haríamos aquel día era de unos 30 kilómetros en distancia y en tiempo unas 3 horas, eso ida y vuelta. Además teníamos que parar a cada rato para tomar medidas y fotos. En esta ocasión íbamos solos lo cual no me incomodaba en lo más mínimo puesto que Marcos era un tipo supremamente divertido y un excelente conversador a pesar de su origen humilde.

Durante el recorrido tuve la oportunidad de detallarlo un poco. Tez morena algo quemada por el sol de clima frío, ojos claros en contraste, cabello castaño claro muy sedoso, mediana estatura, manos grandes, rostro vivaz, despierto. El hombre era bastante atractivo y lo mejor de todo era que a esto se sumaba su agradable forma de ser. Debía tener casi cuarenta años.

Paramos en un barrial en la mitad de la carretera para tomar las fotos respectivas. El camino estaba rodeado por montañas pobladas de árboles densos de los cuales parecía que saltaría alguien en cualquier momento. Por lo denso de aquellos bosques parecía que fuera ya de noche en algunos tramos, el paisaje era tan hermoso como aterrador.

Marcos: Doctora Marcela, ve aquel árbol sin hojas de allá? – dijo mientras señalaba hacia las montañas.

Marcela: Si Marcos, lo veo.

Marcos: Pues allá hay un muerto.

Marcela: Que quiere decir Marcos?

Marcos: La guerrilla mató allá a un hombre. Lo hicieron cavar su propia tumba y luego le dieron el tiro de gracia. Dicen que le quedaron los pies por fuera y que no dejaron a sus familiares llevarse el cadáver.

Marcela: Marcos, no voy a poder dormir esta noche con esas cosas que me cuenta, en cada curva del camino alguna cosa aterradora me dice… mejor hágame reír con esas historias chistosas de hace un rato vale?

Marcos: Sus deseos son órdenes para mí, prometo hacerla reír hasta que se estalle.

Y diciendo esto reanudamos la marcha. Cumplió su promesa y no paré de reírme hasta que llegamos a nuestro destino poco más de 4 horas después.

Lo invité a almorzar, cosa que lo sorprendió gratamente pues nunca ninguno de sus "jefes" lo había hecho ni lo había tratado con tanta igualdad. Después de almorzar tomamos un café y fumamos un cigarrillo. Compramos un par de cosas para comer durante el camino y emprendimos el viaje de regreso.

Marcos: Usted sabe manejar doctora?

Marcela: Me defiendo… pero no lo hago mucho.

Marcos: Quiere manejar este cacharrito? Aproveche que yo no le hago este ofrecimiento a nadie.

Le tomé la palabra y cambiamos de lado. Soy algo "pata brava" así que hundí el acelerador hasta el fondo y manejé un buen rato como a 50 km/h por aquellas trochas donde la velocidad máxima es de unos 10 km/h por lo difícil del terreno. Me detuve mas adelante y regresé a mi lugar de pasajero.

Marcos: Doctora Marcela, estoy muy feliz porque usted manejó mi carrito, ni siquiera mi esposa había querido hacerlo nunca.

A mitad de camino nos encontramos con una camioneta repleta de guerrilleros que iba en sentido contrario al nuestro. Me dio un miedo horrible cuando ambos vehículos frenaron y mas aún cuando el que iba manejando le preguntó a Marcos si todo estaba bien y el le contestó que si, que todo iba bien. Supuse que eso sería algo así como un "santo y seña" o una clave para decir que yo no sería un problema allí. Alcancé a observar de reojo a la gente del vehículo, tres hombres adelante y en la parte de atrás seis entre hombres y mujeres de los cuales dos no pasarían de los 16 años, todos uniformados y armados hasta los dientes. Supuse que mi amabilidad con Marcos me había salvado el pellejo. Continuamos el recorrido.

Marcela: Marcos, usted tiene algo que ver con esa gente?

Marcos: La verdad si doctora, no soy uno de ellos pero hubo una época en la cual sentí que así era.

Marcela: Puede que mi curiosidad me mate un día pero cuénteme Marcos.

Marcos: Primero quiero saber en que bando está doctora.

Marcos se refería a si estaba de acuerdo con la ideología izquierdista guerrillera o con la derechista paramilitar. Decidí medir mis palabras e irme más bien por el centro. Era la primera vez en todo el viaje en que sentí miedo de aquel hombre

Marcela: La verdad me considero neutral.

Marcos: Esos son los primeros que se mueren porque hoy están acá y mañana allá.

Me quedé de piedra y preferí callarme la bocota.

Marcos: Le voy a contar para satisfacer su curiosidad, pero no se preocupe por mi, antes andaba armado pero ya no, conmigo no corre ningún peligro, hace un rato se lo demostré, usted es diferente a los demás ingenieros que han venido a trabajar por estas tierras, usted de verdad se preocupa por la gente y por hacer bien su trabajo.

Marcela: Gracias por sus palabras Marcos, cuénteme lo que quiera.

Marcos: Yo antes de ser el chofer del alcalde manejaba una de las volquetas del municipio y transportaba cilindros de gas para la guerrilla con los cuales se cometían algunos de los atentados de por aquí, créame que no lo hacía por gusto propio, o lo hacía o lo hacía, no tenía elección. Un día estaba en el campamento base que ellos tenían en otra de las veredas, ya le mostraré el sitio otro día.

Marcela: Siga Marcos, que pasó.

Marcos: Estaba sentado con ellos, dejé la volqueta prendida afuera por lo que alcanzaba a escuchar el ruido del motor. Estaba fumando un cigarrillo cuando sentí un ruido mas fuerte que el del motor. Se me cayó el cigarrillo de la boca cuando ví por una de las ventanas del improvisado cambuche dos helicópteros apache del ejército colombiano.

Marcela: Claro, el ruido del motor de la volqueta no dejó escuchar el de los helicópteros.

Marcos: Así mismo doctora, salí como alma que lleva el diablo y me lancé de cabeza por la ventana de la volqueta, justo antes que el campamento volara en mil pedazos… nos estaban atacando. No se como logré salir con vida y no supe a cuantos guerrilleros mataron ese día, solo se que del campamento no quedó ni el recuerdo y que yo por un milagro se lo estoy contando ahora.

Marcela: Y después de semejante aventura usted siguió trabajando para ellos?

Marcos: Afortunadamente no doctora porque el alcalde me puso a manejar la retroexcavadora.

Marcela: Jajajaja, que afortunado cambio.

Marcos: Si doctora, otro día le cuento mis aventuras en la retro.

Llegamos a Hierbabuena a última hora de la tarde. Decidí darle una propina por el servicio pero el se negó, así que le metí el dinero en el bolsillo de la camisa. Se puso colorado y me dio las gracias.

Me fui a descansar y partí al día siguiente temprano a otro municipio.

En mis siguientes visitas todo se repitió más o menos igual, hacíamos los recorridos, comíamos juntos y de paso nos íbamos haciendo cada vez más amigos.

Un día decidí hacerle un regalo, un CD de uno de sus cantantes favoritos. Lo compré porque así me nació y porque el se había portado muy bien conmigo, lo consideraba un amigo mas. Se puso muy contento cuando se lo dí, tanto que me plantó un tremendo beso húmedo en la mejilla, susurrándome posteriormente un tímido gracias en el oído. Un corrientazo me recorrió el cuerpo desde el cabello hasta el dedo gordo del pie… no se… sentir su fragancia, su aliento, su saliva en mi mejilla, su roce… fue demasiado para mi. Sin embargo le resté importancia y me fui al hotel. Al rato en la alcaldía colocaron el famoso CD en el altavoz y hasta hubo fiesta gracias a el.

En la visita siguiente estaba ansiosa por verlo. Fui esta vez en compañía de mi amiga Laura pues en aquella oportunidad aparte del trabajo iríamos a ver una famosa laguna de Hierbabuena.

Ese día salí con Laura, Marcos y el inspector de obras Luis. Partimos antes de medio día como si fuéramos de excursión, tomando cerveza todo el camino y cantando. La cerveza caía en nuestros estómagos vacíos haciéndonos reír más de la cuenta. La carretera era bastante empinada y cada vez hacía mas frío, comenzamos a ver frailejones típicos del clima páramo. Detuvimos el carro y parqueamos a la orilla de la carretera, junto a una cerca.

Compramos unas botellas de aguardiente en una casita del sector con el fin de entrar en calor y tener ánimo para la subida de la colina en la cual estaba la laguna.

Marcos me tomó de la mano todo el camino de subida, pues era bastante difícil aunque de tanto en tanto parábamos para tomar aliento y un trago de licor. Sobra decir que el contacto de su mano cálida y áspera era muy agradable para mí. Laura a su vez subía ayudada por Luis. Ellos llegaron primero a la cima y los perdí de vista. Me detuve un momento antes de culminar, para contemplar el hermosísimo paisaje que se ofrecía a mi vista, verdes montañas que me hacían creer que no estaba en un bello municipio azotado por la violencia, sino en una verde Irlanda. Marcos estaba muy cerca de mí, yo le daba la espalda y podía sentir su respiración en mi nuca.

Marcos: Doctora, es usted feliz en su matrimonio?

La pregunta me sorprendió y sinceramente no supe que responder. Supongo que el pensó que el que calla otorga y tomó mi silencio como que no era feliz en mi matrimonio, cosa que lo animó a seguir.

Marcos: Doctora, ha visto usted la novela "Pedro el Escamoso"?

Para los que no sepan el tema de esa novela es un chofer que se enamora de su jefa, así que era obvio lo que vendría después…

Marcela: Si, la he visto… por qué lo dice?

Marcos: Es que yo me siento igual que el protagonista de esa novela… como ese chofer que se enamora de la doctora…

Marcela: No se que decirle Marcos…

Marcos: No me diga nada doctora, solo permítame soñar y darle un beso…

Me dio la vuelta para quedar así frente a frente y sin pedirme permiso me azotó con sus labios. Digo me azotó porque su boca era una mezcla de suavidad y fuerza, sus labios eran ásperos por el trabajo al aire libre y lastimaban los míos, pero a la vez me besaba de un modo tan dulce, como si fuera yo un cristal en sus manos y pudiera romperme.

Después de ese cálido y tierno beso caminamos un poco más para encontrarme frente a frente con uno de los lugares más hermosos que he visto. Casi ni me podía tener en pie por la borrachera pero atiné tomar unas cuantas fotos de ese pequeño paraíso.

Nos sentamos con Marcos en una roca a conversar de cosas que ni me acuerdo, solo recuerdo a Laura que nos decía que nos fuéramos ya porque dentro de poco comenzaría a anochecer y no quería que nos cogiera la noche por allá arriba.

Solía ser muy testaruda así que le dije a Laura y a Luis que fueran bajando y que nosotros los alcanzábamos en unos minutos. Laura y Luis bajaron con algo de dificultad pues Laura usaba unas sandalias poco apropiadas para esos menesteres.

Perdí la noción del tiempo con Marcos en ese lugar. Recuerdo todo lo que pasó por pedacitos… recostándome en la roca me subió la blusa para comenzar a chupar mis pechos con avidez y pasar sus manos morenas por mi blanca piel… sentía luego esas mismas manos apretando mis nalgas por encima de la ropa… sus dedos enredándose en mi pelo, acariciando mis cuello y hombros… su boca y su lengua penetrando con suavidad pero con pasión en la mía…

Con el poco de cordura que me quedaba lo separé de mi y le pedí que nos fuéramos porque o si no se me iba a congelar el culo sentada en ese piedra, además ya estaba completamente oscuro.

Nos paramos y acomodamos nuestras ropas dirigiéndonos hacia el camino de regreso. En ese instante algo nos detuvo y era la espesa negrura. Es lo más oscuro que he visto en mi vida, no me podía ver ni la punta de la nariz. Sentí terror… y si no podíamos bajar de allí y nos tocaba pasar la noche?... deseché esos pensamientos de mi cabeza y traté de enfocar mis ojos en algún punto. Muy a lo lejos vimos una luz muy tenue de una casita, lo raro era que esa luz se movía, la veía bailar. Comenzamos a caminar con dificultad, abrazados para apoyarnos el uno en el otro. Nuestros pies por momentos se hundían en el fango, pero nos desviábamos un poco y continuábamos. De repente pisé mal y me solté de el para rodar cuesta abajo no se cuantos metros y caer en un revoltijo de brazos y piernas en medio de la maleza. Fue entonces cuando la luz nos alcanzó; se trataba de una linterna, eran Laura y Luis que habían regresado a buscarnos.

Logré ponerme en pie y me bajaron entre los dos hombres. Laura alumbraba el camino con la linterna.

Desperté al día siguiente y no había una sola parte de mi cuerpo que no me doliera; estaba completamente llena de morados y la cabeza me daba vueltas por la cantidad de licor ingerido. Afortunadamente Marcos no me vio en ese estado tan lamentable, suficiente había tenido con el bochornoso espectáculo del día anterior. Lejos estaba de imaginarme que al lado de Marcos me pasaría más de una cosilla desagradable…

Sobra decir que Laura estaba furiosa conmigo, casi no quería ni hablarme.

Marcela: Amiga perdóneme, mire que anoche no era yo.

Laura: Si Marcela no se preocupe, se que fue un lapsus, pero ni se imagina lo que me pasó a mi.

Marcela: Que le pasó Laura?...

Laura: Se acuerda al menos que Luis y yo bajamos primero?

Marcela: Si, claro…

Laura: Yo ayer llevaba ropa poco apropiada para ese paseo y bajé toda mojada, me subí al carro con Luis para buscar una linterna pues comenzaba a oscurecer. Me sequé con una toalla pequeña que tenía Marcos en el carro y comencé a conversar con Luis. Alrededor de una hora después se hizo de noche y comencé a preocuparme por ustedes pues aún no bajaban.

Marcela: Tanto tiempo pasó? Le juro que no me acuerdo.

Laura: La linterna se cayó al suelo y se apagó. Luis se agachó a cogerla y le dio algo, se desmayó no se… pensé que estaba de bromas y comencé a sacudirlo, pero no se inmutaba. Comencé a llorar, estaba desesperada, ustedes allá arriba perdidos, borrachos y yo con este hombre que parecía muerto.

Marcela: Amiga lo siento, no sabía…

Laura: Afortunadamente reaccionó unos minutos después y me dijo que iba a subir a buscarlos. Yo no quería volver a subir, ya estaba seca y estaba muy oscuro pero por otro lado no podía dejar que el subiera solo porque podía desvanecerse de nuevo, me dijo que sufría no se que enfermedad y le daban esos desmayos de repente.

Marcela: No se lo puedo creer…

Laura: Créalo porque así fue, yo casi me muero del susto. Menos mal los encontramos y todo terminó bien entre comillas. Se acuerda que anoche botó un zapato?

Marcela: Que me voy a acordar, ni de mi nombre me acuerdo… lástima mis zapatos favoritos, perfectos para escalar y caminar… Y como me bajé del carro? Alguien nos vio?

Laura: Que si alguien nos vio? Por supuesto, el alcalde y la esposa, ya sabe que para entrar al pueblo solo se puede por un lado y preciso a esa hora estaba todo el mundo en la calle. Y usted se bajó descalza, con un zapato y las medias en la mano, en un estado tan lamentable que me da vergüenza ajena.

Marcela: Amiga estoy muy apenada, perdóneme por involucrarla en mis locuras.

Laura: Ya, ya, no importa, lo importante es que está bien, mas bien piense como se va a ir porque descalza no puede.

Marcela: No se preocupe, traje unas sandalias.

Bajamos a desayunar y una de las mesas estaba ocupada por 4 guerrilleros uniformados. Laura nunca había visto uno en toda su vida y no sabía si seguir y sentarse o devolverse a la habitación y encerrarse.

Marcela: (en un murmullo) Actúe como si nada, haga lo que yo hago y no demuestre miedo.

Laura: Siiii…

Marcela: (dirigiéndome a los guerrilleros) Buenos días.

Laura saludó también y ellos nos devolvieron el saludo. Nos sentamos y nos sirvieron el desayuno.

Laura: Yo por aquí no vuelvo nunca…

Marcela: Cállese Laura y coma… y ni se le ocurra voltear a mirar, yo le advertí antes de venir acá como eran las cosas, esto no es un campamento de verano.

Terminamos de desayunar, nos despedimos y tomando nuestras cosas nos fuimos para la alcaldía. Faltaba un par de horas para que saliera el bus así que estuvimos allí un rato y luego fuimos a tomar un café. Nos encontramos allí con Marcos el cual se sentó con nosotras como si nada hubiera pasado.

Regresé a la semana siguiente, nerviosa, sin saber como sería un nuevo encuentro a solas con Marcos. Coincidencialmente él estaba de cumpleaños por esos días así que decidí invitarlo a tomar unos tragos y a bailar como regalo.

Hice el show de mi vida bailando en un lugar donde todo el mundo se conoce, donde cualquiera podía avisar a la esposa de Marcos, donde mi reputación y hasta mi vida estaba en juego, con un hombre que aparte de ser el chofer del alcalde era un hombre comprometido igual que yo y con hijos. En ese momento no medí las consecuencias de mis actos (de nuevo), simplemente me dejé llevar por el momento y me besé con Marcos delante de todo el mundo.

De allí salimos abrazados para buscar un lugar más tranquilo para poder estar solos y dar rienda suelta a la pasión que nos embriagaba. Nos fuimos nada mas ni nada menos que para la plaza de toros ubicada en las afueras del pueblo (el licor y el deseo lo hace cometer a uno estupideces). Trepamos la cerca y nos sentamos en un rincón sobre unas gradas. El frío era espantoso pero eso de momento no nos importaba, solo queríamos devorarnos el uno al otro de inmediato.

Saqué su verga del pantalón y comenzamos a besarnos mientras yo acariciaba sus bolas y miembro, pero todo fue inútil, el frío no permitió que se le parara, nos dio algo de risa y continuamos besándonos para entrar en calor. Nos abrazamos recostados contra una pared, tiritando de frío y completamente ebrios, éramos un par de borrachitos, dos niños tontos y testarudos luchando contra el frío y con las hormonas alborotadas, pero nada podíamos hacer, no había ningún lugar donde pudiéramos estar a solas y calientes al mismo tiempo así que decidimos irnos. Me acompaño al hotel y se marchó tambaleándose por la oscura y solitaria calle.

A partir de ese día nada fue igual, no había señora en el pueblo que no me mirara mal, hasta el saludo me retiraron y murmuraban a mis espaldas. Es que no era para menos, Marcos al fin y al cabo era oriundo de aquella región y estaba respaldado por todos, pero yo era la intrusa, la mala del paseo que había venido a destruir un matrimonio y para los más exagerados, a destruir a una comunidad entera.

Mi trabajo se complicó bastante por mi estupidez porque no hubo persona que no se enterara de mi romance con Marcos. Afortunadamente el alcalde era un hombre sensato y no mezclo el trabajo con lo personal.

Llegar a Hierbabuena no era fácil, había que tomar dos buses destartalados desde la cabecera departamental porque si se llevaba carro se corría el riesgo de que se lo robaran o quemaran. Primero se tomaba un bus hasta un cruce de caminos; allí tocaba bajarse y esperar el siguiente que venía de otro municipio. Había días en los cuales uno perdía el bus número dos y debía sentarse en una piedra mínimo dos horas a esperar el bus siguiente o rezar para que subiera algún otro vehículo que lo pudiera acercar. En una ocasión tuve que subir en un camión de cerveza, acostada en la parte trasera sobre las canastas muerta de miedo porque la subida es a través de las montañas por una carretera angosta, a un lado montaña y al otro abismos de mas de 200 metros.

En la visita siguiente me ocurrió algo bastante particular. Como cosa rara perdí el bus numero dos y pasó un camión de ganado vacío. Me dejaron subir en la parte de atrás en medio del estiércol y me senté sobre un bulto de arroz. Lo cuento a manera de anécdota mas no porque tenga algo que ver con el tema de este relato que es mi relación con Marcos.

Ese día llegué oliendo a estiércol y muy cansada así que me fui para el hotel dispuesta a comer algo y meterme en la cama de inmediato. Así fue, a eso de las 6 p.m. me retiré a mi cuarto para leer un rato. Un par de horas mas tarde golpearon a mi puerta, era Marcos y estaba borracho como siempre.

Marcela: Que hace aquí Marcos, está loco? Alguien lo ha visto entrar?

Marcos: No se preocupe doctora, nadie me ha visto.

Marcela: Cómo supo que había venido hoy?

Marcos: La ví llegar en un camión y esperé que anocheciera para venir a saludarla, no aguanté las ganas de verla.

Marcela: Estamos jugando con fuego Marcos, usted mas que nadie sabe que en un pueblo pequeño como este todo se sabe, seguro ya todo el mundo está enterado que usted esta acá.

Marcos: Solo unos minutos y me voy.

Marcela: Esta bien Marcos pero hablemos allí afuera en el balcón.

Marcos: No doctora, allí podría vernos alguien, mejor en su alcoba, le prometo que me quedo cinco minutos y me voy.

Marcela: Solo cinco minutos Marcos.

Los cinco minutos se convirtieron en una hora. No tuvimos sexo porque Marcos estaba ebrio y yo no quería que sucediera de ese modo, solo nos acostamos frente a frente y nos acariciamos un poco por encima de la ropa.

Marcos: No le parece excitante todo esto doctora?

Marcela: No Marcos, me da miedo porque he escuchado lo que la guerrilla le hace a los hombres que se portan mal con sus mujeres.

Marcos: A mi no me hacen nada, yo se porque se lo digo.

Marcela: Usted es uno de ellos? Dígame la verdad Marcos.

Marcos: (bastante molesto) Acaso me ve el fusil o el uniforme? Le repito que no soy uno de ellos.

Marcela: Esta bien Marcos, cálmese, solo le pido que comprenda mis temores, yo nunca me había visto envuelta en una situación como esta.

Marcos: La entiendo doctora, perdóneme por ponerme así. Mas bien béseme quiere?

Tomé su cara entre mis manos y lo besé dulcemente.

Nuestra felicidad duró poco porque escuchamos voces afuera. Era nada mas ni nada menos que su esposa buscándolo. Apagamos la luz y pegamos la oreja a la puerta en silencio. No logramos escuchar nada pero a el le daba terror salir y con razón… ella podía estar afuera esperándolo y eso sería desastroso.

Nos quedamos allí en silencio y a oscuras y a el por el miedo se le pasó la borrachera. Allí sentados en el piso al lado de la puerta los minutos parecían horas. La idea de jugar con fuego ya no me parecía tan atractiva, tenía mucho miedo de las consecuencias que nuestra locura podría acarrear.

Como a eso de las once decidimos que lo mejor era que el saliera por la ventana puesto que la dueña del hotel había cerrado la puerta del mismo con llave y el no se podía quedar allí a pasar la noche. Era un segundo piso y por consiguiente riesgoso que el saltara, pero no había de otra. Nos despedimos y el se descolgó como un gato por la ventana. Apenas tocó el piso me guiñó un ojo y dio media vuelta dispuesto a marcharse. Cual no sería nuestra sorpresa cuando vimos a Sonia, su esposa esperándolo allí abajo en medio de la oscuridad…

Sonia: Así lo quería pillar desgraciado.

Marcos: Yo le puedo explicar mi amor, no es lo que usted esta pensando.

Sonia: (sollozando) Que mi amor ni que nada. Usted ni siquiera sabe lo que yo estoy pensando. No me toque…

Todo esto lo escuché apoyada en la pared junto a la ventana, aterrorizada y sin poder moverme.

Sonia: (dirigiéndose a mí y mirando hacia la ventana) Doctora salga que esto lo tenemos que arreglar ya mismo.

Marcos: Vámonos Sonia, arreglemos esto en la casa.

Sonia: (llorando mas fuerte) No me toque desgraciado, no quiero ni verlo.

Marcos: Mire el escándalo que esta armando, vámonos ya no sea terca.

Yo seguía parada escuchando, lógicamente no iba a asomarme por esa ventana, habría sido peor. Solo rogaba para que Marcos convenciera a su esposa y se la llevara de allí. Esto era como una pesadilla, como una bola de nieve que había ido creciendo y creciendo y que ya no podía parar.

Dejé de escuchar voces, solo el llanto de Sonia alejándose del lugar. Quería morirme, me sentía muy mal, culpable de haber destruido un hogar, culpable de no haberme limitado a hacer mi trabajo profesionalmente… culpable, culpable, culpable…

Me acosté pero no pude dormir, el llanto de Sonia eran como un puñal en mi pecho. Que remordimiento el que sentí aquella noche... No podía enfrentar a todo el mundo al día siguiente, sus miradas de reproche, sus dedos señalándome como la puta que era. Tenía que marcharme al día siguiente en el primer bus que salía a las 6 a.m. aunque eso implicara dejar botado el trabajo por ahora.

Me fui para Bogotá al día siguiente y ya en mi casa y en mi cama me sentí a salvo. La pesadilla de la noche anterior parecía mentira y no quería pensar más en eso. Pero inevitablemente tenía que regresar a Hierbabuena por última vez con el fin de recibir y liquidar las obras.

Durante toda la semana tuve tiempo de tranquilizarme antes de regresar al pueblo de modo que cuando llegó el momento ya estaba concentrada en el trabajo y nada mas.

Cual no sería mi sorpresa cuando al bajarme del bus ví a Sonia rodeada de sus tres pequeños hijos a pocos metros de donde yo estaba. Sin lugar a dudas me estaba esperando no para hacerme un escándalo ni mucho menos sino para demostrarme con su actitud que era toda una dama, algo muy lejano de lo que yo era puesto que mi actitud dejaba mucho que desear. Miré para otro lado y me fui para el hotel con la cabeza baja en medio de una nube de murmullos.

De milagro me dieron una habitación ese día en que lo único que quería era ponerme una bolsa de papel en la cabeza. Dejé mis cosas y me fui para la alcaldía sin mirar a nadie. Estuve reunida con el alcalde por varias horas puesto que esta sería mi última visita. Cuando terminamos el mismo insistió en que debía hacer el último recorrido por la vía principal para ver los trabajos terminados. A regañadientes tuve que acceder puesto que obviamente debía ir con Marcos y eso sería como echarle mas leña al fuego, pero que podía hacer?

Salí con Marcos una hora después y ya fuera de la cabecera municipal me sentí mas relajada.

Marcela: Cómo le acabo de ir su tu esposa? No le puso problema para venir hoy?

Marcos: Me fue muy bien doctora…. Ella sabe que es mi trabajo y que debo limitarme a cumplir ordenes pero eso si, me dijo que en el pueblo no me le podía acercar a usted.

Marcela: Es lógico, era de esperarse…

Marcos: Sabe? El hijo mayor no es mío…

Marcela: Cómo? Qué quiere decir?

Marcos: Como lo oye doctora, por muchos años viví engañado creyendo que ese hijo era mío. No se si usted me entienda pero ella prácticamente me amarró con ese hijo. A mí nunca me ha gustado estar mucho tiempo en el mismo sitio pero por ese hijo que ni era mío me fui quedando y quedando, luego vinieron los otros dos, esos si son míos. Hace poco me enteré de la verdad y aunque yo al niño lo quiero como si lo hubiera engendrado el engaño es lo que mas duele.

Marcela: Lo entiendo Marcos, no sabe cuanto… pero sabe que me siento un poco mejor al saberlo? No es que justifique lo que hicimos pero al menos no me siento como una bruja.

Marcos: Doctora, traje una cometa, quiere que la elevemos juntos?

Me sorprendió un poco con eso pero acepté encantada; con Marcos me sentía como una adolescente irresponsable y si esta era muy seguramente la última vez que nos íbamos a ver al menos quería llevarme un bonito recuerdo de la relación.

Detuvo el carro a la orilla del camino y nos bajamos con la cometa. Nunca he conocido un lugar donde el viento sople mas fuerte como en Hierbabuena y sin embargo ese día parecía que no hubiera, la bendita cometa no quiso elevarse del suelo mas que unos pocos metros. Después de varios intentos infructuosos decidimos dejarlo así y sentarnos un rato sobre la hierba a conversar y disfrutar del atardecer.

Marcos: Doctora, nunca me cansaré de decirle lo hermosa que es, el hombre que esté con usted es muy afortunado.

Marcela: Yo opino que su mujer es afortunada al tenerlo a usted pues a pesar de saber toda la verdad nunca le ha reprochado nada. Los cuatro somos afortunados aunque no seamos unos santos…

Marcos: Puedo darle un beso de despedida?

Marcela: Bueno pero en la mejilla.

Se acercó a mí rodeándome con sus piernas y brazos y comenzó a besarme en la mejilla, muy cerca de la oreja. Ese hombre con un solo beso lograba encenderme y mas porque lo que comenzó a darme fue mas que piquitos, parecían mas bien lametones cerca de mi oreja. Escuchaba su respiración entrecortada mientras me apretaba más contra su cuerpo como si no quisiera que ese momento terminara nunca.

Su boca comenzó a bajar por mi mejilla hasta llegar a mis labios entreabiertos. Nos besamos con indescriptible pasión, hacía frío y sin embargo nos acostamos sobre la hierba mirándonos. Se me olvido el resto del mundo cuando sus manos se metieron bajo mi suéter acariciando mi espalda y el se olvido de su vida cuando las mías palparon su pecho y abdomen. El clima no nos permitía desnudarnos pero nos desvestimos a medias para sentirnos.

Comenzamos a masturbarnos mutuamente, tomé su verga con una mano mientras el introducía un dedo, luego dos y posteriormente tres en mi chochito húmedo. Me levantó el suéter y comenzó a chupar mis tetas y a lamer el canal entre ellas hasta llegar a mi ombligo. Mientras tanto yo hacía verdaderos esfuerzos con mis manos en su verga, lo pajeaba como podía y sin embargo esta no se empalmaba, no se si porque tenía la cabeza en otro lado o por el frío. En todo caso el no pudo penetrarme, supongo que fue mejor así…

Empezó a lloviznar, primero suavemente y después más fuerte, cosa que nos obligó a dejar nuestros juegos y regresar corriendo al carro.

Marcela: Ya debemos regresar Marcos y cuando eso suceda todo habrá terminado, yo no voy a volver a Hierbabuena.

Marcos: No me diga eso doctora, nos podemos encontrar en la capital o mejor aún podemos irnos a vivir juntos.

Marcela: No sea absurdo Marcos, ambos sabemos que eso no puede ser.

Marcos: Pero yo la amo doctora.

Marcela: No diga eso Marcos, ni yo lo amo a usted ni usted me ama a mi, simplemente decidimos vivir algo, enamorarnos del amor y ya, si lo piensa bien ninguno de los dos arriesgaría nada por el otro. Piénselo y verá que tengo razón.

No nos dijimos palabra durante todo el camino de regreso. Al llegar al pueblo nos despedimos y ya, se acabó nuestra corta aventura. Antes de irme le dejé con una persona de confianza en el hotel un sobre que contenía una fotografía aérea del pueblo junto con una nota y algo de dinero que sabía que necesitaba.

Lo último que supe de él fue que su papá decidió vender el carro y el alcalde lo nombró conductor de la única ambulancia del municipio.

Durante mi estancia en Hierbabuena pasaron muchas mas cosas que no relaciono para no extenderme más. Han pasado dos años de eso y aún recuerdo con nostalgia el pueblito, pienso sobre todo como hubieran sido las cosas si yo me hubiera portado bien pero otras veces pienso que todo en la vida tiene su razón de ser pues los errores que cometemos si los aprovechamos bien nos sirven para madurar. A mi me quedó de experiencia no que debo ser fiel sino que debo medir las consecuencias de mis actos para no hacerle daño a nadie con las decisiones que tome.

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