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Secretos de alcoba (2)

en Confesiones

SECRETOS DE ALCOBA II

Por: Horny

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Contrario a lo que pensé inicialmente Camilo no se fue de la casa, al menos no del todo. Lo veía por instantes y parecía un muerto en vida entrando y saliendo de la casa y de mi vida, en silencio, casi sin hacerse notar. Eso me desconcertaba más porque no sabía que esperar. Sin darme cuenta me volví un poco como él, algo pensativa y sombría... y lo peor era que no podía concentrarme en nada de lo que hiciera; en el trabajo era un desastre y hasta me alejé de mis amigos.

Ya no me amas, me había dicho Camilo hacía poco, antes que dejara de hablarme... Amas mi recuerdo. Sus palabras hacían eco en mi interior estrellándose con mi silencio.

Pasé por muchas fases durante aquellas semanas. Por un momento creí que como él decía amaba su recuerdo y que me era indiferente lo que él hiciera o dejara de hacer. Luego sentí mucha rabia con él y me juré a mi misma que haría lo que fuera necesario para que volviéramos, aunque tuviera que atarlo a la pata de mi cama. Pero a la larga comprendí que no era tan simple, que aún lo amaba porque si no fuera así no estaría comenzando a resignarme a que él hiciera su vida aparte con tal de verlo feliz.

Yo no sirvo para estar sola, le había dicho un día y él, retador, me contestó qué piensas hacer al respecto? Me sentí entre la espada y la pared, cualquier cosa que dijera podía ser usada en mi contra. Si le decía que nadie podía reemplazarlo, al menos por el momento, quedaba ante él como la tonta que no podía olvidarlo, lo cual aumentaría su ego y por consiguiente su indiferencia hacia mí. Decirle que buscaría el calor que él me negaba en los brazos de otro hombre también era contraproducente porque eso cerraba cualquier posibilidad de volver con él... algún día...

En mis pocos ratos libres comencé a recorrer la ciudad, sin rumbo fijo, como recogiendo mis propios pasos, volviendo a pasar por aquellos lugares en los cuales había estado con Camilo. Cada lugar, cada cosa que veía parecía hablarme y sentía un pinchazo en el corazón al recordar, cuando en el fondo lo único que quería era olvidar para así sufrir un poco menos.

Al pasar por aquel bar recordé su último cumpleaños. Fuimos allí con otras dos parejas de amigos y nos sentamos en la parte de afuera, al aire libre. A Camilo no le gusta mucho bailar, prefiere conversar y beber hasta embriagarse... aunque no es un borrachito molesto, al contrario, el alcohol lo desinhibe. Cuando él se emborrachaba yo siembre salía beneficiada porque se le ocurrían las locuras que en sano juicio ni se le pasaban por la cabeza y prefería que yo disfrutara antes que él. Esa noche no fue la excepción y en un instante me tomó de la mano y me arrastró hacia el interior del bar. Inicialmente pensé que bailaríamos un poco pero no fue así porque seguimos de largo hacia los baños. Por suerte en el de hombres solo había un borrachito recostado contra la pared así que no hubo testigos de nuestra encantadora locura. Nos metimos en uno de los inodoros, cerró la puerta y me recostó contra ella comenzando a besarme. Me encantaba ser besada por esa boquita con sabor a una mezcla de ron y cerveza, que me bañara los labios con su saliva dulce, tibia y deliciosa. De esos labios él pasó a los otros, a los de más abajo, directamente, sin besar puntos intermedios, bajándome el pantalón y la ropa interior, introduciéndome su lengua libidinosa y dándome pequeños mordisquitos en el clítoris. Camilo terminó de embriagarse con mi propio licor hasta saciarse y saciarme a mi. Después se acercó a mi oído y me susurró que a continuación su más seria y solemne intención conmigo era romperme el culo. Y lo cumplió...

Otro día pasé por el parque donde me pidió que fuera su esposa. Él no era bueno para esas cosas y sin embargo todo había sido muy romántico, con hincada de rodilla y todo. Recuerdo que solté la carcajada recordando que él alguna vez me había dicho yo no soy de los que se casan. Él se molestó conmigo pensando que me burlaba de la situación pero no era así, era más bien una risa nerviosa, de emoción, de sentir que iba a pasar con Camilo el resto de mi vida, que a partir del si, acepto, todo sería como en un cuento de hadas... que ilusa...

Esa noche fuimos a un motel a pasar la noche a pesar que vivíamos juntos hacía meses. No me sentí como su prometida sino como su amante y la idea me excitaba mucho. Me empujó suavemente de modo que reboté en la enorme cama redonda tendida con blancas sábanas. Comenzó a tararear una canción muy sensual, inventada por él en ese momento, mientras se desnudaba lentamente para mí. Ese día él vestía sastre, así que primero se quitó la corbata y me ató con ella a la cabecera de la cama... ese hombre si que sabía para qué servía una corbata... Yo, indefensa, desde la cama le enviaba besos diciéndole lo bueno que estaba a medida que él perdía cada prenda. Lo primero que quedó desnudo fue su torso al lanzarme la camisa la cual traté de atrapar con mi boca sin éxito. El olor de su colonia llegaba hasta mí volviéndome loca. Se acercó inclinando su pecho a mi rostro hasta casi rozar mi boca. Traté de incorporarme con la firme intención de morderle los pezones pero lo único que logré fue lamer uno ligeramente... eso le encantaba pues toda su zona pectoral es sumamente sensible. Luego se deshizo de los pantalones, se puso de pie sobre la cama, sus piernas a lado y lado de mi cuerpo. Me quitó los zapatos de tacón y a continuación tomó uno de mis pies, vestido tan solo con las medias veladas y lo llevó a su miembro indicándome que lo acariciara con él. Lo hice muy suavemente... yo acariciaba su miembro en ropa interior y él movía su cadera como copulando con mis dedos. Me tomó luego de ambos pies con el firme propósito de separar mis piernas; intenté apretarlas sin éxito para dificultar su labor pero al final me rendí y él cayó entre ellas, aterrizando sobre mi cuerpo para frotar su pecho contra mi vestido, susurrándome al oído que le gustaba mucho como me quedaba pero que con mi permiso o sin él me lo iba a quitar... y cumplió su promesa. Fue una noche inolvidable...

Pasar por la agencia de viajes me recordó nuestra luna de miel; fue una semana de locura en su más puro estado. No recuerdo haber tenido tanto sexo en mi vida como en esos días... y la cama no fue precisamente el lugar más habitual. Durante esa semana hice realidad muchas de mis fantasías sexuales. Prácticamente no hubo lugar del hotel donde no tuviéramos sexo: en la piscina, en el ascensor (al amanecer y con unas copas encima), en la lavandería, tras unos arbustos muy cerca de la entrada principal, en la piscina y por supuesto en la alcoba. Volvimos a nuestra ciudad natal más pálidos de lo que nos habíamos ido pues fue muy poco el sol que tomamos a pesar que en la playa también tuvimos un par de encuentros incendiarios.

Que tiempos aquellos... y que triste volver a la realidad del presente...

Después de muchos días de silencio, Camilo por fin volvió a hablarme. Estaba sin afeitar, con los ojos hundidos y un poco más delgado. Se sentó a mi lado, en la cama donde yo leía mi revista favorita para distraerme un poco. La dejé a un lado y me dispuse a escucharlo.

¿En qué momento nos perdimos? – me preguntó.

Me quedé callada ante la complejidad de la pregunta. En mi interior solo sentía la enorme necesidad de abrazarlo, de que mágicamente todo volviera a ser como antes pero su mirada vacía me detenía.

¿Qué fue lo que nos pasó? – preguntó de nuevo aunque realmente no estuviera esperando una respuesta de mi parte.

Era increíble que estuviéramos en ese estado, parecíamos otras personas. Recordé lo que me había prometido a mi misma la última vez que estuvimos juntos... dije que me iba a encargar de encontrar la manera para que mi amado enfermo tuviera una recaída de la cual no pudiera reponerse nunca más, que lo iba a dejar en coma, pero de amor por mi... y ahora parecíamos enfermos los dos.

Estas semanas han sido una pesadilla – le dije y a partir de ese momento no pude callarme para asombro de Camilo - ¿Te ha pasado que de tanto pensar en alguien confundes la realidad con la fantasía? Te cuento que a mí me está pasando y no es algo agradable. Es tan fácil firmar un papel... cualquiera puede hacerlo, para legalizar ante los hombres una unión o para anularla, difícil hacerlo ante Dios, imposible borrar un amor en un segundo.

Su mirada ausente me enardeció

Si te quieres ir, pues vete – le dije furiosa – la puerta nunca ha estado cerrada.

Una de sus cejas se curvó como respuesta.

Si, acaba de irte de una buena vez, pero no lo hagas a cuentagotas porque así es más doloroso. Vete también de mis sueños, ¿qué haces metido en ellos? No recuerdo haberte invitado, ¿qué haces mientras duermo, colándote en mis pensamientos para hacerme promesas que despierto no puedes cumplir?

Me encantaría que supieras donde me encuentro en este momento: justo unos metros antes de la puerta al infierno. Así que has cumplido tu objetivo, me destrozaste la vida, el corazón, los sueños y las ilusiones.

Hace un mes estábamos haciendo el amor en nuestra cama, aunque imagino que para ti fue solo sexo. Ahora ni me hablas y hace tiempo no usas conmigo ese diminutivo cariñoso que reemplazaba mi nombre, eres un extraño, eres nadie, no se si alguna vez te conocí,¿quién rayos eres?

Aún no sé que hice tan mal, en qué pude haber fallado, en qué me equivoqué para que me pagaras de esta manera, con tu olvido, con tu desprecio... he llegado a pensar que hasta me odias realmente como me gritaste la otra vez, porque la manera como me tratas es como se trata a los enemigos.

Para cuando terminé de hablar estaba llorando. Me sentía vencida, derrotaba, ya no me intentaba salir victoriosa en un juego sin sentido donde el único premio era el olvido de Camilo y mis lágrimas. Me dejé caer sobre la almohada presa de una debilidad que no podía controlar.

Para mi sorpresa Camilo también empezó a llorar aunque con menos ímpetu que yo. Sin embargo su llanto me dolió mucho.

No llores por favor, no soporto verte así, no nos hagamos más daño, te lo suplico – le dije. Estoy cansada de repetir esta misma escena una y otra vez, de las frases gastadas... estoy cansada de llorar.

Solo vine a decirte que entre morirme sin ti y morirme a tu lado prefiero lo segundo – me dijo él.

Sus palabras me dejaron fría y tuve que esperar un instante para comprender a ciencia cierta lo que significaban.

Lo siento Camilo – le dije – muy bonitas tus palabras pero llegaron demasiado tarde, me duelen tus lágrimas, me duele esto que se que ambos sentimos pero no puedo volver contigo. Si el amor fuera suficiente para que un matrimonio funcionara créeme que no lo dudaría, pero amar no es suficiente, se necesita mucho más que eso para poder vivir juntos y yo lo que quiero es VIVIR con mayúsculas no simplemente sobrevivir por el hecho de haberme acostumbrado a tu cuerpo y sentir a veces que no soy capaz de estar sin beber de él.

¿Entonces significa que no? – preguntó él – ¿que este es el fin?

Prefiero que lo tomemos como un nuevo comienzo para ambos – le contesté – como una oportunidad de darnos cuenta que podemos hacer por nosotros mismos. Por otro lado siento que no soy capaz de olvidar todas las porquerías que me has hecho; puedes pensar que soy una rencorosa si eso te hace sentir mejor pero lo hago por tu propio bien porque si volviéramos muy seguramente te haría la vida imposible con mis reproches.

En ese momento, sin decirme nada salió de la habitación solo para regresar un instante después con una maleta en la cual comenzó a empacar sus cosas. Un viento helado me atravesó el alma, me sentí desfallecer al comprender cómo sería realmente mi vida sin él, prácticamente pasó frente a mis ojos y lo que vi no me gustó.

Camilo – le dije – por favor no te vayas, olvida lo que dije hace un momento. Se que soy una incoherente, que en un momento digo una cosa, al siguiente otra... pero de lo que si estoy más que segura es de mis sentimientos hacia ti y que no soporto el hecho de perderte.

Se acercó a mí y me tomó de las manos.

¿Acaso no vale la pena que lo intentemos de nuevo? – me preguntó él – como tu dices el amor no es suficiente para que una relación funcione pero juntos somos fuertes, somos dinamita mientras que separados ocurre lo contrario, ¿no lo has sentido?

Si, vaya que si – le dije sonriendo por primera vez en meses.

Se tumbó a mi lado y tomó mi rostro entre sus manos mirándome fijamente. Su mirada había cambiado, no era la mirada de un extraño sino la del hombre del cual me había enamorado hacía años.

Tenía miedo que me rechazaras, por eso traía esa cara hace un rato – me dijo él sonriendo – después de todo no me he comportado muy bien últimamente. Por otro lado, tu eres más fuerte que yo.

Te equivocas – contesté – solo en apariencia, es una coraza que utilizo para protegerme de los demás y eso te incluye. La realidad es que sin ti soy como una niña desvalida.

Y como si fuera una niña me besó tiernamente, como no lo hacía desde que éramos novios y es que en realidad ese beso sellaba un nuevo comienzo, como si volviéramos a ser novios otra vez pues era necesario empezar de ceros.

Señora – me dijo él – ¿puedo hacerle el amor?

Por favor caballero – le dije estrechándolo entre mis brazos fuertemente olvidando por completo todo lo malo que había pasado entre los dos.

Nos desnudamos despacio el uno al otro. Besamos mutuamente nuestros ojos inflamados por el llanto, nos acariciamos con suavidad y ternura, como si fuéramos tan frágiles que temiéramos lastimarnos pero a medida que tomamos confianza esa suavidad fue cediendo paso a la pasión, al afán por poseernos de nuevo después de tanto tiempo sin tocarnos.

Me hizo un masaje en todo el cuerpo con la firme intención de consentirme como lo necesitaba. La crema hidratante penetró en mi piel caliente, al masajear cada centímetro de mi cuerpo. Yo boca arriba, él se sentó encima de mi pelvis, me frotó los senos, llenó mis pezones erguidos de crema blanca hasta que quedaron brillantes y húmedos. Bajó por mi vientre, y se entretuvo un poco a los lados de mi monte de Venus, rozando apenas mi vello púbico. Luego se giró y comenzó en mis piernas. Me las separó para poder acariciar mis ingles, justo donde empiezan mis labios. El calor se mezcló con la crema. Luego bajó por mis muslos, amasando bien la piel, arrancándome suspiros de placer. Se inclinó hacia delante para llegar a mis rodillas y mas abajo ofreciéndome una vista privilegiada de su culito y sus huevos. Se inclinó del todo y llegó a mis pies, mis tobillos, las plantas, entre los dedos, todo lo llenó de crema y de sus caricias. En esos momentos estaba casi en trance, me encantaba....

Pero venía lo mejor. Me pidió que me diera vuelta y repitió el proceso. Se sentó en mis nalgas, sus huevos se acomodaron plácidamente sobre ellas. Masajeó mis hombros y mi espalda durante varios instantes. Pero sus manos impacientes  se dirigieron hacia mis nalgas, tan solo un minuto. Se giró y se centró de nuevo en mis muslos; en esos momentos su verga tocaba mi rajita. Ahora era él quien tenía una vista privilegiada de mis labios y mi circulito. Separó bien mis piernas y mis tesoros se abrieron dulcemente para él, mientras que continuaba su masaje piernas abajo. En ese instante le llegaron mis fragancias y se tuvo que contener para no abalanzarse sobre mi. De nuevo llegó a mis pies y sus manos cedieron el lugar a su boca. Mordisqueó uno de mis tobillos, lamió la planta de mis pies, la mordió un poquito y luego se metió uno a uno mis deditos en su boca, su lengua jugó con ellos, haciendo mini felaciones. Yo no pude evitar lanzar unos suspiros que lo animaron a hacer lo siguiente.

Dejó mis pies para ir hasta mis nalgas. Puso una mano sobre cada una y comenzó a acariciar, a separarlas, a amasarlas suavemente y otras veces un poco más fuerte. Mi agujerito lo miró, sonriente, rodeado de una fina capa de vello, de una manera realmente tentadora. Un poco más lejos mi sonrisa rosada también llamó su atención. A sus manos se unió su boca, mordiendo levemente mis nalgas, saboreando el contacto con mi suave piel. Mientras sus manos mantenían mis globos separados permitiéndole acceder a rincones más secretos. Su lengua se paseó por la raja, de arriba abajo y de abajo a arriba, jugando con los pelitos, mordiéndome la cara interna de las nalgas, esas que protegen la entrada tan deseada. En esos momentos nuestros corazones estaban a mil, se aceleraron para luego detenerse, de esa manera que solo le ocurre a los enamorados, su verga palpitando y cosquilleando, su lengua a escasos milímetros de tan preciado objetivo, rozando ese anillito de piel de apariencia rugosa pero de textura incomparablemente suave. Mi aroma lo embriagaba y deseaba posar la punta de su lengua en mi círculo mágico, presionar levemente para ser succionado hacia lo más secreto de mi interior, descubriendo un universo sensorial único.

Pero lo que hizo fue acostarse sobre mi, su verga firmemente entre mis nalgas, su capullo buscando el calor y el sedoso tacto de mi ano. Una vez en posición, nos quedamos unos segundos quietos, acostumbrándonos al contacto de nuestros cuerpos calientes. Poco a poco su cuerpo comenzó a moverse, como si tuviera voluntad propia. Mis caderas giraron suavemente y Camilo no tardó en sentir una leve presión sobre su glande. Sin darnos cuenta y sin lubricante su verga se fue abriendo camino por el estrecho canal. Muy poco a poco, siguió su rítmico movimiento, sus caderas girando al compás de una música que solo nuestros cuerpos podían oír mientras se aventuraba un poco más adentro. La presión aumentó en su glande, el calor también. Se fue enterrando poco a poco. Nuestra respiración se tornó entrecortada, él con miedo de hacerme daño y de romper la magia del momento. Poco a poco su verga fue siendo tragada por mi ano y pronto su glande se fue abriendo camino. Unos segundos quietos y lo mas difícil pasó. Entonces empezó a moverse un poco mas, empujando un poquito. Yo también me movía, mis caderas buscando su pelvis para comenzar a gemir de placer, comenzando a tocarme y diciéndole lo empapada que estaba. Le pedí que me pusiera la mano ahí, cosa que hizo. Le dije que nunca había estado tan mojada y era verdad, un autentico charquito entre mis piernas en homenaje a él.

Para ese momento Camilo tenía la mitad adentro y el resto entró mas fácil y mas rápido. Empezó entonces movimientos de mete y saca, primero lento pero nuestro ritmo aumentó al compás de nuestra excitación. Le anuncié que me iba a correr, lo cual precipitó su clímax. Camilo sintió que de su interior brotó un chorro que no parecía acabar. Por mi parte exploté cuando sentí su leche tan dentro de mi.

Luego, unos instantes de silencio, de quietud. Era increíble el calor, su verga bañada en su leche, prisionera voluntaria de mis estrechas y aterciopeladas paredes. Poco a poco comenzó la retirada para no hacer daño y este gesto también fue súper placentero, no solo para mi sino para Camilo también. El resultado, su verga brillante, reluciente con su leche, pero sin ninguna otra mancha, mi ano blanco, unas gotitas se escaparon, la habitación impregnada por las fragancias intimas, producto de un momento increíble e inolvidable. Los dos, con una enorme sonrisa de idiotas…

Esa noche vivimos una pequeña luna de miel, nos amamos despacio pero esa lentitud solo nos excitó más, lloré en sus brazos, gocé en ellos como nunca, lo amé y me entregué a él abismándome en sus ojos negros y profundos.

A la semana siguiente para variar peleamos de nuevo y como cosa rara por una tontería. Al menos dejé de ver en mi relación con Camilo la solución, la respuesta a todos mis problemas y creo que a él le pasó lo mismo. Como siempre, lo mejor de esas peleas son las reconciliaciones, cuando cada noche nos encontramos en nuestra cama para amarnos sin importar nuestras diferencias.

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