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Sea un buen animal

en Textos educativos

SEA UN BUEN ANIMAL

Piense en la gente que le rodea. Piense en los millones de individuos que viven hoy en este planeta. Ninguno de nosotros estaríamos aquí si la naturaleza no hubiera hecho tan placentero el sexo.

Las actividades sexuales nos incluyen a todos. Todos sabemos instintivamente como funcionar en ese campo. Nadie tiene que ir a la escuela a aprenderlo. Es algo natural, sensacional, excitante, hermoso… salvo que reprimamos nuestra sexualidad o le impongamos limitaciones externas, salvo que caigamos en la trampa de pretender que estamos por encima de la sexualidad.

Que a los seres humanos les guste copular es algo natural. Les encanta besar, tocar, palpar, lamer, acariciar. Pero podemos impedir a nuestros cuerpos una actividad sexual perfecta si empezamos a juzgar nuestras actividades sexuales según criterios sociales de "normalidad", si nos preocupamos demasiado por lo sexual y creamos con ello conflictos innecesarios con nuestros instintos.

Cuando inicia usted por vez primera una relación sexual, ésta puede ser perfecta. Si está usted totalmente entregado a ella, los cuerpos reaccionan normalmente porque los que participan se lo permiten. Si sienten ustedes libremente el amor y la pasión mutuos, sus cuerpos harán de modo automático lo que saben muy bien que han de hacer. Se humedecen sin que usted tenga que incitarles a hacerlo. Experimentan sensaciones, escalofríos, respiración acelerada, erecciones, períodos de estabilidad y de estimulación intensa y orgasmos y eyaculaciones, ellos solos, por su cuenta.

Su cuerpo es un instrumento sexual perfecto "en principio", porque no le interpone usted ningún tipo de obstáculo. Pero después de llevar un tiempo de relación, es posible que permita la intromisión de pensamientos o preocupaciones exteriores. Quizás esté usted preocupado por la reunión de negocios del día siguiente. Puede que le preocupe que les oigan los niños, o quizás esté pensando en la fiesta del viernes que viene, o en otra persona con la que preferiría hacer el amor; o en el hecho de que no ha eyaculado, o en cualquier otra cosa, incluidas las grietas del techo.

Cuando su pensamiento se aleja de las actividades sexuales de su cuerpo, el cuerpo deja de comportarse como debe en las relaciones sexuales.

La cosa puede ser aún peor, puede avergonzarle a usted su sexualidad, pueden avergonzarle sus "partes íntimas", ya para empezar. La sexualidad puede parecerle a usted una cosa "sucia" (lo mismo que puede parecerle una cosa sucia orinar, defecar, sudar, etc.). Entonces, puede convertirse en un individuo impotente, "sexualmente inactivo". Ya no experimentara esos escalofríos no esa respiración acelerada, ni orgasmos. Se sentirá, por el contrario, frustrado. Adquirirá el hábito de reprimir las cosas que mas ansía su cuerpo: que le acaricien y le amen sexualmente. Y, claro está, esta frustración de su instinto sexual, esta "inercia sexual", la pagará con aumentos progresivos de tensión, depresión y quizá con todo tipo de trastornos sicosomáticos.

Si su vida sexual se encuentra en ese estado de pánico o inercia, solo puede hacer una cosa: ¡Despertar! Empezar a aceptar su sexualidad como un buen animal.

¿Ha visto usted alguna vez un animal que esté copulando con su cuerpo y que tenga el pensamiento en otra parte?. Claro que no. Los animales están en lo que están, gozan de si mismos ahora. No les inquieta que pueda sentirse celoso el perro de la casa de al lado. No les preocupa la inflación ni los plazos de la hipoteca. No tienen jaquecas. Nunca piensan que lo están haciendo por obligación. Se entregan por completo a lo que hacen. Les da igual incluso que usted esté mirando. Ellos no se avergüenzan de sí mismos. Si le da vergüenza a usted de ellos, si les separa y les persigue y les echa, quizá les de rabia, pero se irán corriendo a otro lugar y lo harán allí.

Todos podemos aprender de los animales. No tenemos por qué copular en las calles; hay, por supuesto, sitios más cómodos y más románticos. Pero si cultivásemos en nosotros mismos los mismos instintos animales a los que se entregan ellos para integrarse por completo en el acto mientras lo hacen, eliminaríamos muchas interferencias y obstáculos que ha emplazado la sociedad en el sendero de nuestras reacciones humanas naturales.

No cabe duda de que los seres humanos parecen por naturaleza más fijados en las experiencias sexuales que otros animales, más predispuestos a convertir las actividades sexuales en un arte. Ello se debe quizás a que los seres humanos figuran entre el escaso número de animales que parecen tener instinto de "unirse para toda la vida", para ver como sus hijos crecen, para cuidarlos, para cuidarse unos a otros en la vejez, juntos. Así pues, junto con esa capacidad humana de reprimir la sexualidad natural como ningún otro animal puede hacerlo, figura la capacidad para apreciar las maravillas de la sexualidad como quizá no pueda hacerlo ningún otro animal. Para llevarla al límite de su inmensa capacidad de inspiración, de intimidad y de profundidad justo ahora.

Es posible que ésa sea la causa de que los humanos sean capaces de pasar horas estableciendo contacto, jugando, subiendo, caminando por lisas llanuras de estabilidad y de alcanzar las cimas de estimulación intensa, orgasmos mutuos, de bajar de nuevo, de descender de las cumbres cogidos de la mano… porque sus instintos les dicen que toda experiencia animal es una imagen de toda su vida unidos, toda su vida juntos, una afirmación de lo que han sido y serán el uno para el otro, una celebración del hecho de que como animales están casados para siempre.

O puede que gente que no tenga ningún deseo de unirse para toda la vida pueda satisfacer sin problemas sus instintos sexuales por el simple procedimiento de reaccionar a ellos cuando surgen de modo libre y auténtico, cuando no se interponen en el camino de su vivir y amar ahora consideraciones morales o éticas.

Pero ya proceda esa increíble capacidad humana para convertir el amor y la sexualidad en una plasmación artística del vivir el instante presente de la institución humana del matrimonio (en el sentido de un compromiso para toda la vida de cuidarse mutuamente), o ya proceda simplemente de la capacidad humana innata para consideraciones y cuidados insólitos en toda situación, todo ser humano que busque el amor sin límites puede alcanzarlo a través de sus propios instintos animales básicos.

Pero, tanto si desea usted volver a la relación erótica original con su pareja de cuarenta años, como si tiene veinte años y esté aún tanteando el terreno, tanto si es de clase alta como de clase baja o de clase media, puede usted lograr la paz mental en el terreno sexual y cultivar sus experiencias sexuales hasta el máximo de su capacidad como ser humano si tiene en cuenta lo siguiente:

Libérese de sus ideas rígidas de cuándo, dónde y cómo han de tener lugar las relaciones eróticas. Deje de intentar planearlas. Acepte que cualquier lugar, cualquier momento o situación es perfecto si se sienten atraídos y están de acuerdo en que es un buen momento y es un buen lugar. Si ritualiza usted sus relaciones sexuales limitándose únicamente a cuando están los niños dormidos, sólo por la noche o en una habitación determinada, limita usted sus impulsos libres y espontáneos.

Hágalo en el coche, en la cocina, donde le apetezca. Si necesita intimidad absoluta, deje que sus instintos no preparen su cuerpo hasta que su cuerpo sepa que tiene la intimidad que usted desea. No considere malo nada que sienta y tenga ganas de hacer mientras sus instintos le digan que no perjudica a nadie con ello.

Cuando se sorprenda usted hablando solo o hablando con otro de sus proezas o hazañas sexuales, deténgase. Si habla y presume constantemente de sus actividades sexuales ejercerá una presión sobre si mismo, obligándose a ser fiel a ese estatus sexual imaginario, o a esa imagen sexual que intenta usted proyectar hacia otros, en vez de satisfacer sus instintos sexuales internos según su mejor idea personal del tipo de animal que es.

Si lleva usted algún tipo de inventario mental de los hombres o mujeres que ha "conquistado"… libérese inmediatamente de él. Considere más bien su vida amorosa pasada como una serie de películas en las que ha intervenido. Conserve en la memoria las películas que le gusten; paladéelas y saboréelas. Aprenda de ellas. Las que no le gusten olvídelas de una vez.

Solo hay un inventario de su vida sexual en este mundo, y es, según mi opinión, su propio inventario de si ha gozado usted de su sexualidad animal, cuándo y cuánto.

Revise sus tabúes personales respecto a la sexualidad. ¿Vacila usted a la hora de acariciar a otros seres humanos? Acariciar es un instinto del que no hay por qué avergonzarse. ¿No se atreve a mostrar afecto sexual por su marido cuando hay alguien delante? ¿Le da miedo que la vean besarle, acariciarle o abrazarle?

¿Qué otros tabúes tiene usted?

Un tabú es una actitud que ha adoptado usted que indica que ciertas áreas de su posible experiencia le han quedado prohibidas sólo porque otros, un grupo de individuos "mas importantes" han decidido que esa zona es sagrada, que está impregnada de un cierto poder sobrenatural y maligno del que sólo pueden liberarle ellos si desea disfrutar de sus frutos prohibidos.

Si permite usted que los publicitarios, los siquiatras o cualquier otro le dicten los tabúes sexuales que ha de tener, olvidará usted que en su mundo sexual personal y privado no existe nada que no sea aceptable o que sea incorrecto. Todo lo que parezca bueno, todo lo que ambos disfruten y gocen, es perfecto.

Si inicia usted una relación sexual, asegúrese de que deja de pensar y esforzarse. ¡Láncese simplemente a hacer! Si su pensamiento está centrado en el puro amor sexual hacia la otra persona en ese momento, podrá usted alcanzar cumbres elevadísimas en su experiencia sexual.

Deje libre a su cuerpo. Déjele hacer lo que él sabe perfectamente hacer.

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