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Comiéndome su culito

en Confesiones

COMIÉNDOME SU CULITO

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Para mi este relato es la continuación de Mi reputa… ción pero también puede leerse como una historia independiente.

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Había encontrado el amor de mi vida, lo más parecido a mi “hombre ideal” ¿y ahora que? No sabía que se hacía en estos casos, si gritar de felicidad o tomarlo con calma. Opté por ambas cosas, gritar y luego quedarme calmada, recostada entre los numerosos cojines de mi cama. Me abracé a la almohada sobre la cual él había dormido… aunque dormir no fue precisamente lo que habíamos hecho la noche anterior. Sonreí. Hacía tan solo unos minutos él se había marchado para su casa y ya lo extrañaba. Se sentía agradable y al tiempo desesperante. Así que eso era el amor… que cosa extraña…

Añoraba desde ya nuestro próximo encuentro pues la primera vez que uno está con alguien nuevo no suele ser la mejor, pues los nervios a veces juegan una mala pasada.  Y por lo general en cada ocasión uno va sacando más cositas del “repertorio personal” para sorprender a la pareja.

Me sorprendí a mi misma con ganas de más…. Por lo general siempre he sido de buen apetito sexual pero nunca como para quedar con ganas después de una noche de placer y no era porque Antonio no me satisficiera, al contrario, se había portado como un león en la cama. Entonces ¿por qué ese deseo que parecía no consumirse? Al diablo con esas ideas, pensé. Tomé el frasquito de lubricante que aún yacía sobre la mesa de noche, como abandonado después de haber sido utilizado un par de veces la ardiente noche pasada. Apliqué un poco del líquido frío, viscoso y un tanto pegajoso sobre mis dedos índice y corazón y luego los apliqué a mi conchita. No lo necesitaba, estaba húmeda, mis flujos y su semen mezclado, pues habíamos terminado haciéndolo sin condón; le dije que yo planificaba, que no había peligro. Sin embargo el lubricante y su helada sensación es algo que siempre me ha gustado a la hora de consentirme.

Me acaricié suavemente, solo por encima y levemente, más que masturbarme lo que hacía era reconocer el terreno y agradecerle a mi conchita por haberse portado tan bien toda la noche, fue una verdadera heroína, resistió una a una las embestidas de esa verga colosal, recibió ese miembro agradecida, se lo comió enterito abrazándolo entre sus paredes, succionándolo, ordeñándolo hasta sacarle la última gota de leche… para enviarlo “sequito” para su casa… que rico… me había encantado… estaba satisfecha y sin embargo… mi cuerpo ardía… .

Temía volverme esclava de su cuerpo de ébano, de sus caricias y besos… que besos… aún sentía que ardían sobre mi piel, que me quemaban… y sus mordiscos… leves eso si, pero al ser mi piel tan sensible tenía algunas marcas…. No importaba, eran como pequeños trofeos, amigos de mi combate cuerpo a cuerpo.

Mi conchita se sentía inflamada al tacto pero si hubiera podido, ella me habría sonreído. Temía que si la tocaba un poco mas fuerte me dolería, por eso continué con mi placentera caricia durante largo tiempo, tendida en mi cama, en la penumbra, piernas separadas y ojos cerrados, simplemente disfrutando de ese suave contacto y recordando uno a uno los momentos vividos recientemente como si fuera mi película favorita… aunque en cierto modo si lo era…

El primer polvo había iniciado por el culito… luego por el orificio “tradicional” aunque la verdad nuestro modo de fornicar poco o nada tenía de tradicional. Lo habíamos hecho en nuestras posiciones favoritas, no muchas porque estábamos cansados pero si las suficientes como para que nuestros cuerpos comenzaran a conocerse. Suspiré y abandoné mi caricia para tomar un baño pues me estaba durmiendo de nuevo y tenía cosas que hacer. En el baño tomé de nuevo el asunto entre mis manos y terminé lo empezado en la cama… pensando en Antonio por supuesto, no quería serle infiel ni con mis dedos jejeje… aunque sonara cursi.

Durante la semana siguiente mi calentura fue en aumento. No pudimos vernos por nuestras respectivas ocupaciones pero hablamos a diario, recordando la mágica noche de nuestra primera vez y haciendo planes para la próxima. Mmmmmm, de solo pensarlo. Quedamos para el sábado siguiente desde la tarde para poder aprovechar el tiempo al máximo y sin afanes.

Por fin llegó el sábado…

Esta vez comenzamos en la ducha donde nos enjabonamos mutuamente, despacio… concentrándonos obviamente en los genitales del otro. Cada una de mis manos se posó en una nalga suya… acariciándola en círculos, resbalándose atrevidamente de tanto en tanto, entre su culito caliente para luego pasar a su verga empalmada y darle una repasadita de bolas a glande y viceversa.

Él por su parte acariciaba suavemente mis senos, decorándolos con espuma, para bajar por mi vientre y luego un poco más… mi conchita lo recibió agradecida… clamaba por esos dedos largos y gruesos, por sentir uno en su interior… luego otro… siii…, siii mi amor… gemía yo instándolo a que siguiera. Separé mis piernas un poco más para confirmarlo. Cuando me tuvo bien caliente se detuvo… me tenía justo donde quería… al borde del paroxismo… en un lento estado de agonía…

Salimos del baño después de apenas secarnos, besándonos mientras caminábamos lentamente hacia la cama. Caímos estrepitosamente, yo sobre él… mi conchita desprendiendo su inconfundible calor sin estacarse aún sobre su miembro. Yo solo lo besaba en los labios, en el cuello, en los hombros, en el pecho, más abajo… más… seguí de largo… besé el interior de sus muslos… me recogí el cabello con una banda y… procedí a hacer “veinte de garganta” jejeje aunque en realidad fueron muchas más.

Comencé despacio, como lamiendo una cucharita untada con arequipe… no por timidez sino como dulce venganza por lo del baño, por haberme dejado arrancada… Me introduje todo el glande, pasé mi lengua por todo su contorno concentrándome en el frenillo. Lo miré a los ojos, los tenía apenas entreabiertos… se limitaba a disfrutar acariciándome de cuando en cuando el cabello. Bajé un poco más aunque no sin esfuerzo por el grosor, pero el sabor era delicioso… mmmm… mi barrita de chocolate rellena de leche condensada pensé yo… seguí bajando hasta donde pude y subí de nuevo. El resto de la verga no lo dejé desatendido… ni más faltaba… lo acariciaba con una mano… o con la lengua de lado a lado. Me dediqué a pajearlo por un momento con mi mano derecha mientras me metía sus bolas en mi boca una a una acariciándolas también con mi lengua golosa e incluso un poco con mis dientes. Él me lo agradeció con una serie de gemidos que me estimularon a ir un poco más allá en intensidad y velocidad.

Para… por favor para… - me pidió en un susurro.

Hice caso omiso… me detuve un poco eso si… fui mas despacio para mostrarle mi “bondad” pero detenerme… eso no… es que no podía… no después de tener ese trozo atravesado dentro de mi boca hasta casi mi garganta… era un bocado demasiado delicioso… dejar de probarlo? Como si me pidieran que dejara mi comida favorita… nunca.

Quiero beberte todito – le dije – quiero tomarme toda tu lechesita… deseo recibirla en mi boca, en mi cara, donde caiga.

Te la voy a dar… prepárate porque te va a caer a chorros – contestó gimiendo.

La bebí toda, muy juiciosa, como una niña que se toma su vaso de leche antes de dormir… que rica… tibia y espesa… me encantó su sabor y me relamí golosa. No la pude beber toda, la demás la limpié de mi rostro y senos antes de sentarme casi en su pecho.

Tomé una fresa de la mesa de noche, las tenía listas para después de. Le ofrecí una con mi boca, momento que aproveché para darle un besito. Me sonrió agradecido.

¿Sabes como le digo cariñosamente a mi conchita?, fresita – le dije.

En ese caso déjame probar a fresita – me dijo tomándome por la cadera y levantándome un poco para poder bajar y beberme.

Quedé prácticamente sentada sobre su cara… no tuve tiempo ni de reaccionar y ya tenía su lengua dentro de mi fustigándome. Me apoyé sobre la cabecera de la cama para no caerme. Traté de separarme un par de veces pero él no me dejaba, me agarró fuertemente por la cintura y a cada movimiento mío para alejarme el respondía con un “castigo” que no era más que un suave mordisco en mi clítoris. Yo lanzaba pequeños gritos de placer… que me oigan los vecinos, pensaba… luego dejé de pensar y me abandoné al placer… solo podía sentir su lengua caliente, sus labios cerrándose sobre mi clítoris, succionándolo hasta que me sentía morir. Me estaba matando a punta de lengua…. Que rico… gemía yo esta vez moviéndome sobre su cara con cuidado de no asfixiarlo con mis movimientos circulares. Ahhhhhh… siiii… que rico me haces, gritaba yo. Él también gemía de gusto, parecía disfrutar lo que estaba haciendo y eso me excitaba más. Uno de sus dedos entró en mi culito con facilidad, luego salió de nuevo y repitió el delicioso movimiento una y otra vez. Yo estaba loca del delirio, temblaba de pies a cabeza y luego mucho más cuando comencé a llegar violentamente dejándolo bañado con mis flujitos. Sudorosa y exhausta me tumbé a su lado mirándolo como si fuera un dios.

Delicioso – le dije besándolo en los labios con sincero agradecimiento.

Apenas si podía respirar de lo agitada que estaba, pero poco a poco me fui calmando y mi respiración se normalizó. Descansamos unos minutos; primero le di la espalda y me abrazó; luego al contrario… me abracé a su espalda y comencé a besarla y acariciarla suave y lentamente.

Mi espalda es una de mis zonas erógenas – me dijo.

Le contesté con más besos y caricias solo con la yema de los dedos. Luego mi lengua se unió a la función lamiendo su piel y bebiéndose su sudor en cada beso. Anochecía. Poco a poco nos acomodamos de modo que él quedó bocabajo y yo sentada sobre sus nalgas.

Ya vengo – le dije y salté corriendo de la cama para su asombro.

Fui corriendo hasta la cocina y volví con un hielito. Le sonreí picaramente a medida que me acercaba con el elemento de “tortura”. Esta vez alterné mis besos cálidos con la helada caricia del hielo. Por suerte le gustó y se dejó hacer. La lengua y el hielo fueron bajando por su bien formada espalda hasta sus nalgas donde el plan era detenerse un buen rato.

Me encantan tus nalgas – le dije metiendo mi lengua entre ellas.

Me sumergí en ese mar de sensaciones, lamiendo ávidamente pero despacio. Luego introduje el hielito. Al principio dio un respingo y luego se relajó. Lo acaricié solo por fuera… su interior estaba reservado solo para mi lengua inquieta y atrevida. Con el calor – el del ambiente y el de nuestros cuerpos - el hielo terminó por derretirse.

Ponte en cuatro, como un perrito – le dije – quiero comerme bien ese culito de durazno

Él obedeció sin protestar. En esa posición tuve más fácil acceso a su cavidad secreta, cubierta de un suave y delicado vello. Él tenía la cara entre la almohada, sofocando sus gemidos aunque no siempre podía lograrlo y uno que otro se le escapaba. Una de mis manos acunó sus bolas un buen rato y luego se deslizó hacia delante para palpar el estado de su verga. Estaba a explotar, la punta, completamente empapada.

Me tienes chorreando – gimió tratando de escapar de mi lengua.

No se lo permití, lo tomé por la cadera moviéndola hacia mí, acompasada y rítmicamente. Efectivamente estaba chorreando; las gotas sobre la sábana lo confirmaban. Ese era mi premio.

Me tienes tenaz – gimió de nuevo - estoy a punto de llegar y ni siquiera te la he podido meter… esto nunca me había pasado.

Este también es el primer culito que me como – respondí – y me encanta.

Cuando se sintió al borde del éxtasis se zafó de mi abrazo, me tomó por los hombros y violentamente me tumbó sobre la cama metiéndome la verga de golpe. Ahhhhh… gemí yo al sentirla atravesarme. La sentí más larga y gruesa que nunca y él… estaba enardecido y me clavaba sin piedad.

¿Me querías torturar no? – me dijo – pues ahora te voy a dar mucha, mucha verga ¿la quieres?

Siii – gemí – dámela toda, me encanta, eres lo mas rico que me he comido, soy tuya, clávame….

Me hizo caso, me embestía como un animal, gruesas gotas de sudor se escurrían de su rostro y caían sobre mi cara. Mis manos se aferraron a su espalda, clavándole ligeramente las uñas. Mis piernas también lo envolvieron aunque él no tuviera la más mínima intención de escapar de esa cárcel.

Ahhhhh, estoy llegando de nuevo – le dije – dame tu lechecita.

Te la voy a dar… - contestó – Ahhhh…. Ahhh…

En medio de intensos gemidos y espasmos se derramó en mi interior y cayó exhausto encima de mí aplastándome deliciosamente con todo su peso. Estábamos completamente pegados por el sudor. Tardamos mucho en cambiar de posición. Estábamos rendidos… cansados pero satisfechos y eso era lo importante.

Me violaste – me dijo en broma.

No escuché que te quejaras en ningún momento – respondí besándolo.

Me comiste el culito delicioso… y que curioso, esa zona siempre fue tabú para mí, como que no me gustaba que me tocaran ahí, como si eso me fuera a hacer menos hombre.

¿Y qué te hizo cambiar de opinión? – pregunté.

Un par de cosas… un programa que vi hace unas noches, donde explicaban el por qué de ese gusto que los hombres podemos llegar a sentir sin que seamos homosexuales ni nada de eso, sino que es una zona llena de terminaciones nerviosas que la mayoría se pierde de explorar. La segunda razón es porque hace 8 días, cuando estuvimos juntos por primera vez te dije que yo de ti me dejaba hacer de todo y ya ves… no tengo nada de que arrepentirme y mucho que ganar.

Yo también me dejo hacer lo que tu quieras… - le dije guiándole un ojo – tu solo pon a funcionar tu imaginación… estoy dispuesta a hacer realidad todas tus fantasías.

Y yo las tuyas… - respondió.

Nos fundimos en un cálido y dulce abrazo que duró hasta que nos repusimos para seguir nuestra inagotable tarea de procurarnos placer en todas sus formas.

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