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El Closet

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EL CLOSET

Por: Horny

A Monchito, espero que aquí veas reflejada tu propia historia.

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Manuel nunca había estado en una cita a ciegas y por eso en esta ocasión estaba tan nervioso, como siempre que hacía algo por primera vez. Hacía dos meses había conocido a Raúl... bueno... desde hacía dos meses conocían sus voces por teléfono pero nunca se habían visto en persona. Y el momento de encontrarse había llegado porque ninguno de los dos podía esperar mas.

A las 9:00 p.m. en punto, la hora acordada y en el lugar acordado (un bar de moda del norte de la capital) se presentó Raúl. Manuel lo reconoció enseguida por la descripción que detalladamente le había dado el día anterior de la ropa que llevaría puesta para la cita. Raúl era de mediana estatura, ni muy alto ni muy delgado, cabello rapado para disimular cierta calvicie incipiente, moreno.... Iba vestido informalmente. Pidió una copa, miró su reloj y luego en todas direcciones del bar, ansiosamente, como buscando algo. Manuel miró hacia otro lado y sus manos comenzaron a sudar. Por primera vez se daba cuenta del error que había cometido al concertar esa cita con Raúl... era un error porque Raúl pensaba que durante dos meses había hablado por teléfono con una mujer y no con otro hombre.

*******

Dos meses antes...

Manuel se encontraba tumbado en una cómoda silla mecedora frente a la casa donde vivía con sus padres en un pequeño pueblo a media hora por tierra de la capital, llamado Puerto Amor. La pequeña familia había acondicionado la casa como un hospedaje dada la situación económica no muy buena de los últimos tiempos. Hacía calor y Manuel se sentía abochornado y aburrido pues en un día como aquel no resultaba mucho que hacer. Había solo un par de clientes hospedados pero no daban mayor problema. Minutos antes había terminado los quehaceres del hogar en los cuales siempre le colaboraba a su mamá la cual por la edad no tenía mucha agilidad para ciertas cosas.

Solía cambiar las sábanas y toallas de las 5 habitaciones que tenía el pequeño hospedaje, barrer, lavar la ropa y la loza de vez en cuando y al terminar le gustaba sentarse donde estaba ahora para ver pasar la gente y entretenerse un poco imaginando cómo serían sus vidas.

En esas estaba cuando sonó el teléfono. Él lo contestaba siempre que estaba en casa y no dejaba sonar mas de dos veces. El timbre constituía en si mismo una pequeña pausa en la acostumbrada rutina diaria.

¿Aló? – contestó con su suave voz.

Hola – dijo un hombre al otro lado – ¿es la casa de la familia Pérez?

No señor – contestó Manuel – está usted equivocado.

Ah – exclamó el extraño – disculpa...

No hay problema.

Y diciendo esto ambos colgaron. Manuel aún no se había acomodado de nuevo cuando el teléfono volvió a sonar. Era el extraño de nuevo, ¿se habría vuelto a equivocar?.

¿Aló? – contestó de nuevo Manuel con su siempre suave voz.

Hola – dijo el otro – disculpa que te llame de nuevo, te sonará loco y extraño pero algo me impulsó a hacerlo, tienes una voz muy bonita y si no te molesta me encantaría saber más acerca de la dueña de tan bella voz.

Así que de eso se trataba, pensó Manuel para sus adentros... lo había confundido con una mujer y no era raro pues su voz era sumamente suave y dulce excepto cuando la fingía para parecer mas masculino.

Decidió entonces seguirle la corriente para ver hasta cuanto le duraba el juego. Suavizó la voz aún mas y la conversación continuó.

¿Y cómo te llamas? – preguntó el extraño.

Manuela – mintió Manuel (bueno... solo mintió a medias) - ¿y tú?

Raúl – contestó el hombre al otro lado de la línea – Sabes? en cierto modo me siento feliz de mi equivocación al marcar el "número de la familia Pérez" – continuó el en medio de risas. Por cierto, tú debes conocer a la familia Pérez porque en un pueblo tan pequeño como Puerto Amor se deben conocer todos entre sí.

No creas – contestó Manuel – no sé hace cuanto no vienes por estos lados pero Puerto Amor ha crecido mucho; y si, conozco mucha gente pero no a la mayoría; casi somos unos 5.000 habitantes.

Es verdad – prosiguió Raúl – yo vivo en la capital, muy cerca realmente... tengo 35 años, trabajo en una inmobiliaria.... Sabes? esto de la confusión telefónica ha sido especial para mi. Siento como si te conociera de toda la vida o como si fuera cosa del destino el estar hablando contigo.

A mi me pasa lo mismo – contestó Manuel – es algo increíble pero agradable.

La charla continúo mas o menos en esos términos durante mucho tiempo, hasta que se dieron cuenta que había pasado más de una hora en la cual se conocieron un poco más.

Manuela – dijo Raúl – hacía tiempo no me sentía tan a gusto, este rato se me ha pasado volando.

Hablar contigo me ha alegrado la tarde – dijo Manuel – me encantaría que se repitiera.

Y se repitió, no una sino muchas veces durante los dos meses siguientes. De hablar trivialidades pasaron a cosas más profundas, hablaron de sus sueños y deseos mas profundos, de lo que les gustaba y lo que no... y Raúl nunca sospechó que Manuela era en realidad un hombre. Manuel por su parte cada día se sentía mas atraído hacia Raúl y en consecuencia no se atrevía a confesarle la verdad por temor a ser rechazado.

Hablaban casi a diario por espacio de una hora o mas. Por lo general Raúl llamaba en las tardes desde la oficina aunque Manuel le había pedido que lo hiciera en las noches. Raúl decía que desde la oficina le quedaba más fácil y siempre ponía excusas para hablar en las noches. A Manuel le era indiferente la hora en realidad con tal de hablar con Raúl, cada vez que sonaba el teléfono su corazón brincaba y cuando comenzaba a hablar con el ponía cara de tonto y hablaba con la típica voz con la que hablan los enamorados, esa voz suave, melosa e insinuante. Raúl no se quedaba atrás y poco a poco e inevitablemente sus charlas se trasladaron hacia el terreno sexual.

Manuela – dijo Raúl – nunca te he visto pero te deseo.

También te deseo – contesto Manuel – el solo hecho de escucharte me excita... últimamente no hago otra cosa que pensar en ti.

A mi me pasa lo mismo Manuela – prosiguió Raúl – a diario me masturbo pensando en ti. Me rompo la cabeza tratando de imaginar cómo eres físicamente aunque a estas alturas ya no me importe, abrazo la almohada pensando que eres tú y solo sueño con el momento en que pueda hacerte el amor en todas las formas posibles.

De verdad no te importa cómo sea físicamente?

No Manuela, no importa cómo seas por fuera.

Ese día tuvieron sexo telefónico por primera vez y fue estupendo. Ambos tomaron el auricular con una mano mientras con la otra tomaron sus respectivas vergas. Manuel la acarició primero por encima del pantalón durante largo tiempo (previamente había cerrado la puerta para tener mas privacidad), luego la sacó completamente, estaba tiesa y en su máxima expresión, en un estado que ya era natural desde que hablaba con Raúl. Comenzó a acariciarla suavemente, no fuera que terminara antes de tiempo. A la vez escuchaba como Raúl le decía que deseaba meterle su verga hasta el fondo.

¿Cómo es tu conchita? ¿la llevas al natural, rasurada...? – le preguntó Raúl.

Manuel no contestó y desvió hábilmente la charla hacia el sexo anal para que Raúl pensara en su culito y no en una vagina que solo existía en su imaginación.

Mmmmm, me encanta el sexo anal – dijo Raúl entusiasmado – y me fascina que a ti también te guste.

Raúl dentro de si pensaba que no existía mujer como aquella, que compartía sus mismos gustos y fantasías y lo mejor de todo, que no había tenido el menor reparo en iniciar una amistad telefónica que se había convertido en mucho mas.

Continuaron hablando y excitándose cada vez más con sus palabras y con lo que ambos imaginaban. Manuel aceleró un poco mas los movimientos ascendentes y descendentes de su mano sobre su verga. En la punta comenzaron a brillar pequeñas gotas de fluido preseminal las cuales esparció ansiosamente por todo el glande lo que le proporcionó gran placer. Al otro lado de la línea Raúl le decía como su verga entraría lenta y suavemente por su estrecho y cálido canal. La voz de Raúl, la manera como le hablaba y las cosas que le decía provocaron que Manuel no pudiera demorar su clímax por mucho mas tiempo. Su verga parecía un volcán en erupción y sus gemidos anunciaron a Raúl que se había corrido. Ambos tuvieron su orgasmo, el primero de una serie de muchos que ocurrieron gracias al maravilloso invento del sexo telefónico.

Las cosas iban bien entre ellos, pero una relación tan intensa no suele mantenerse en el mismo punto por mucho tiempo, debe pasar al siguiente nivel, al plano físico y así fue que Raúl le pidió o mas bien le suplicó a Manuela que se conocieran. El cómo o el donde no importaba, solo el cuándo y Raúl quería que fuera pronto, de ser posible ese mismo día.

Manuel evitó el tema lo más que pudo hasta que Raúl casi se enojó sospechando que el deseo de conocerse no era mutuo. Al final Manuel tuvo que ceder sin saber como iban a terminar las cosas. Accedió pensando al menos en ganar tiempo mientras se le ocurría algo aunque en el fondo sabía que solo había dos posibles salidas, la primera desaparecer y la segunda confesar toda la verdad por muy cruda que esta fuera... o ambas alternativas: confesar y luego desaparecer.

Y el día del encuentro había llegado. A escasos metros de Manuel estaba Raúl esperando a una mujer que nunca llegaría, mirando el reloj cada vez más impaciente, pidiendo otro trago porque no había mas remedio y ya eran las 10:00 p.m. ... una hora tarde pensó él... la esperaría quince minutos más... o no, ya no valía la pena, no llegaría, a lo mejor algo le había pasado o simplemente se había arrepentido. Triste y desilusionado terminó su trago de golpe, pagó y se fue seguido por la atenta mirada de Manuel.

Al día siguiente Raúl llamó de nuevo como casi todas las tardes, aunque esta vez pidiendo una explicación. Manuel estaba preparado para esto y decidió confesarle a Raúl toda la verdad.

Te esperé durante una hora – dijo Raúl – y nunca llegaste. ¿Qué te pasó?

Allí estuve Raúl – contestó Manuel – solo que no me atreví a acercarme, sentí miedo.

Eso no puede ser – dijo Raúl – te habría visto, te habría reconocido. Y miedo de qué? De mi? De ti misma?

Es más complejo que eso... ¿Viste a un hombre blanco, velludo, gordito y de lentes, sentado solo en una mesa cercana? – continuó Manuel con dolor – pues ese... ese... ese era yo.

No me tomes del pelo Manuela, ¿a dónde quieres llegar?

Perdóname Raúl, perdóname por mentirte todo este tiempo. No soy Manuela, soy Manuel, soy un hombre y no una mujer.

Pero... – balbuceó Raúl – y tu voz, lo que hablábamos, las cosas que me decías... no... es imposible.

Lo siento Raúl – dijo Manuel – ahora debo colgar, no me siento nada bien dadas las circunstancias.

Manuel colgó primero, luego Raúl que estuvo por espacio de unos segundos como pegado al auricular después de semejante confesión irreal, desconcertado ante lo que acababa de oír. Lo invadían fuertes sentimientos encontrados. Por otro lado Manuel se sintió destrozado, no sabía de donde había sacado fuerzas para decir la verdad. A la vez se sentía aliviado, como si se hubiera sacado un gran peso de encima... aunque eso significara no volver a hablar con Raúl. Le quedaba el consuelo de haberlo visto de lejos y el recuerdo de esas intensas charlas telefónicas.

*******

Manuel siempre se había sentido atrapado, como una mujer en un cuerpo de hombre y aunque se sentía satisfecho de su apariencia (sus piernas le gustaban mucho por ejemplo) en ocasiones lloraba al sentirse solo, diferente, en un mundo que no le pertenecía, en ocasiones rechazado. Esa era una de esas ocasiones.

Durante las siguientes semanas no hubo un solo día en que Manuel no pensara en Raúl, en que no deseara que fuera él cada vez que sonaba el teléfono. Pero durante un mes entero no llamó... hasta ese día...

Hola – dijo Raúl con esa voz tan familiar para Manuel.

Hola – contestó Manuel tímidamente.

Solo llamo para decirte que lo he pensado bien y de todos modos quiero conocerte.

Manuel no podía creer lo que escuchaba, le parecía increíble. Quedaron para esa misma noche a las 9:30 p.m. en el mismo lugar de la vez pasada.

Y allí se encontraron, se sentaron en la barra y después en una mesa para hablar con mayor privacidad. Al principio estuvieron bastante callados, simplemente tomando su copa, examinándose algo asombrados y avergonzados, especialmente Raúl.

No eres el único que tiene secretos – dijo Raúl – lo estuve pensando y quiero confesarte que nunca te llamé en las noches porque soy un hombre casado y con dos hijos pequeños.

Manuel se sorprendió ante esa confesión aunque muy en el fondo sospechaba algo por el estilo.

¿Y ahora que? – preguntó Manuel.

No lo se – contestó Raúl – simplemente no lo se, a lo mejor estoy loco, a lo mejor lo estás tu mas que yo, el caso es que siento que no puedo echar a la basura los últimos meses y no se que consecuencias pueda traer. Te repito ahora lo que te dije una vez: no me importa cómo seas por fuera.

Permanecieron en silencio durante largos minutos, ambos con el corazón agitado sin atreverse a nada mas que a mirarse de reojo. Manuel miraba a Raúl pensando para sus adentros que comenzaba a amarlo, sintiendo que era el hombre que había esperado toda su vida.

Raúl por su parte repasaba mentalmente su vida matrimonial, evaluaba sus convencionalismos, lo que consideraba tradicional. En realidad lo hacía una vez mas y por última vez porque durante el último mes en su interior no había hecho otra cosa que debatirse entre lo que consideraba apropiado y lo que no.

Vamos a otro lado – dijo Raúl de repente poniéndose en pie.

Manuel, sorprendido lo siguió sin decir palabra. Se subieron al carro y Raúl condujo hasta llegar a un edificio de apartamentos. Allí se bajaron y el silencio solo fue roto cuando llegaron a la habitación 5016.

Este lugar – comenzó Raúl – puede decirse que es mi "apartamento de soltero", donde vengo cuando quiero divertirme con alguien o simplemente estar a solas.

Es muy bonito – dijo simplemente Manuel, pues estaba muy nervioso.

Se sentaron y al calor de unas copas Raúl le confesó a Manuel que en la adolescencia había tenido una brevísima experiencia homosexual con su mejor amigo, pero que esta había sido tan desagradable que había decidido dejar de lado esa posibilidad. Hubo muchas preguntas de parte y parte, se hicieron confesiones que nunca habían hecho a nadie más y un par de horas después estaban riendo del incidente que los había llevado a conocerse.

Contrario a lo que muchos pudieran pensar, no hubo sexo aquella noche aunque si se despidieron con un cálido y apasionado beso que hizo pensar a Raúl que este si era el hombre indicado para llevar a cabo todas aquellas fantasías que lo atormentaron durante años.

*******

Al día siguiente Raúl llamó de nuevo y le pidió a Manuel que se encontraran en el apartamento a las 8 p.m. esa misma noche, que necesitaba decirle algo importante. Manuel se preparó para la ocasión tanto física como mentalmente.

En la mañana Manuel bebió más café y agua de lo normal y sin embargo fue al WC mucho menos de lo habitual. Tenía ganas de ir, pero se contuvo y se tomó una cerveza, hacia calor y tenia sed, además estaba nervioso por la cita de esa noche y el alcohol lo tranquilizaba un poco. Mientras se la tomaba se fue quitando la ropa y se quedó desnudito, viendo la tele y bebiendo como si no pasara nada. Pensando en Raúl empezó a fijarse en su miembro. Estaba en estado normal. Descubrió el glande, suave y rosadito. Lo hinchó y lo deshinchó jugando con él. Abrió su agujerito pero no vio humedad. Mojó su dedo con saliva y lo acarició, la humedad rápidamente fue absorbida por la piel que quedó más brillante. Su cabeza bullió anticipando lo que iba a seguir.

Hacía tiempo no tenía un episodio dorado y la idea cada vez le resultaba más excitante. La presión en la vejiga aumentó, también su excitación. Terminó la cerveza. Las cosquillas se mezclaron con las ganas de mear. Era una sensación muy agradable, por lo que decidió prolongar la delicia tomándose una segunda cerveza. De nuevo jugó con su miembro, entre sorbo y sorbo. Echó saliva en su mano y la llevó a su verga, parecía como si todos los nervios de su miembro se despertaran, fue algo escalofriante. Tras unos sorbos de la segunda cerveza decidió liberar la presión. Fue al WC y soltó un largo chorro, potente, bastante pálido. El alivio fue inmediato, pero sabía que no era mas que el primero en una larga serie de meadas.

Al terminar recogió una gotita que había quedado colgando del agujerito y la depositó en la punta de su lengua. Volvió de nuevo a su cerveza y a jugar con su verga. Quedaron algunas gotitas más que salieron cuando abrió la raja y las esparció por su glande. Siguió hinchándolo para ver si salía presemen. El cosquilleo estaba ahí, pero no se veía ninguna gota blanca. Con el pulgar y el índice masajeó el glande y tras unos instantes su recompensa fue una diminuta gota incolora e insípida. A esas alturas se estaba poniendo duro, algo que no le convenía todavía para lo que tenía en mente.

Se centró en terminar la cerveza y en disfrutar de la presión en su vejiga mezclada con el zumbido en su capullo. Antes de acabar la bebida supo que había llegado el momento. Se dirigió a la bañera, la cerámica blanca y fría acogió su cuerpo y mente calientes. Buscó una postura adecuada y tras unos segundos estaba sobre su espalda, los hombros y la cabeza apoyados contra el final de la bañera. Su miembro aún estaba blando pero creciendo. Levantó sus piernas, tomo el miembro en una mano y esperó unos segundos. El corazón le latía fuerte, la respiración rápida, la cabeza ligera, estaba realmente excitado y fue como si mentalmente se estuviera corriendo. Sintió que el líquido estaba a punto de salir. Se relajó, respiró fuerte y al cabo de unos segundos una lluvia cálida golpeó su torso y  barbilla. De inmediato lo llenó de su fuerza y de su calor, cubriendo su cuerpo de su humedad secreta. La lluvia cayó potente y se preparó para disfrutar cada segundo y cada sensación única.

Movió su verga y el licor cayó sobre su cara, tuvo que cerrar los ojos. Abrió la boca y ésta se llenó de ese calor y de ese sabor tan particular. Hacía tiempo que no lo probaba y nuevamente no le disgustó. Un poco salado y siempre en su mente la imagen de un vino (había probado algunos que sabían peor). Obviamente no pudo tragar todo lo que entraba. Dejó que llenara su boca y luego desbordara por sus labios iniciando su recorrido por su cuello, bajando por el torso para juntarse con la lluvia anterior y luego bajar en cascada por sus ingles, por su vello púbico hasta llegar a morir en un charco bajo sus nalgas y sus piernas. Muchos segundos estuvo así, pero el chorro aun tenia fuerza. Tragó un poquito mas, lo degustó para intentar retener el misterioso sabor en su memoria y dirigió su lluvia de nuevo por su cuerpo, sus pezones (mmhhh, eso fue genial) y su vientre. Estaba completamente empapado, su corazón y respiración iban más rápido que antes. Poco a poco la fuente se apagó. Menos de un minuto de intenso y cálido placer. Cuando al final se apagó, quedó tendido unos segundos, recuperándose, pero al tiempo preparándose para la segunda parte del plan.

Masajeó su miembro, el cual por supuesto no se libró del aguacero y estaba brillante por su propio licor. Entonces si que creció, se fue poniendo duro, justo lo que quería para el final. A pesar de que su cuerpo empezó a sentir frío por el licor que se secaba, su mente y su verga estaban aún calientes. Cerró su mano en torno a su tallo y meneó suavemente, sintiendo como palpitaba, el relieve de cada vena caliente sobre la piel de su mano. Aceleró el ritmo, estaba muy cerca ya pero quería prolongarlo lo más posible. Tras unos minutos así, se llevó un dedo a su agujerito. Dio la casualidad de que aun había un charquito de su lluvia y se mojó en él. Aquello era un festival de sensaciones excitantes. La punta de su dedo entró sin dificultad al estar todo aquello tan lubricado. Con  la otra mano continuó el masaje mientras su dedo se fue enterrando más y más en su interior. 

En ese instante el placer era máximo y sintió que no iba a aguantar mucho mas. Con su dedo entero dentro del agujero, dobló de nuevo las rodillas para acercar su glande lo más posible a su rostro. No era cómodo, pero estaba tan caliente que aguantó esa postura unos instantes, su dedo ahora entrando y saliendo de él al ritmo que marcó la otra mano sobre su verga. Tenía su punta rosa a pocos centímetros de su cara, el objetivo era recibir una nueva lluvia, esta vez blanca. Y no aguantó más y la explosión se produjo. Un largo chorro blanco y espeso llenó sus labios, sus mejillas. Tuvo tiempo de pasar su lengua por los labios cuando un segundo chorro cayó directo en su boca. Sin pensar tragó el elixir caliente y salado, su sabor: puro sexo. Picó un poco al bajar por su garganta. Otro chorro sobre su cuello, sus mejillas. Otros más pequeños fueron saliendo hasta que se quedó vacío, tiñendo su cuerpo de blanco. Se pasó la lengua de nuevo por los labios cubiertos de leche. Permaneció acostado unos momentos, extremadamente satisfecho, disfrutando de esos segundos antes de que llegara el bajón.

Antes de limpiarse se salió un momento a mirarse en el espejo. Su cara surcada por manchas blancas, escurriéndose hacia el cuello, su miembro durísimo, el glande hinchado con gotas de leche colgando, el tallo igualmente con restos de su leche. Todo esto se vino a sumar al dorado pálido de antes. En su boca una mezcla de sabores tremendamente poderosa, en la que sin duda dominaba el del semen. Uno de sus dedos despidiendo un aroma aun mas salvaje...

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