ESCLAVO SEXUAL IX
Por: Horny
CONTINUACIÓN DEL RELATO ESCLAVO SEXUAL VIII
Continué mirando a Alex por unos minutos con el pequeño látigo de cuero en la mano. Me sentí como el amo a punto de domar un potro o castigarlo por algo que hizo mal. Fue un momento sublime el previo al castigo, me excitaba verlo tan nervioso y a la vez como esperando y deseando que posara mi severa mano encima suyo. Prolongué ese momento lo mas que pude hasta que sentí que iba a explotar.
Marcela: Desnúdate y túmbate en el sofá boca abajo.
Mientras se despojaba de su ropa yo lo miraba con deleite disfrutando su vitalidad, su piel sudorosa, sus temblores. Se acostó en el sofá como le había ordenado y ni siquiera se atrevió a mirarme para no saber en que momento ni como comenzaría el castigo.
Marcela: Mira Alex, ha llegado el feliz momento en que te permitiré estrenar el hermoso látigo que compre para disfrutar contigo. Por esta razón puedes colocarte el castigo.
Alex: (sin titubear) Un latigazo por cada minuto que llegué tarde.
Su respuesta me convenció de que Alex disfrutaba de este juego tanto o mas que yo, que pensaba que el dolor y el placer van de la mano, que son uno solo y se complementan, que no se puede concebir verdadero goce sin una pequeña dosis de sufrimiento.
Sin embargo decidí rebajarle el castigo e incluso premiarlo por ser tan complaciente. No quería ser ni que el pensara que era una ama injusta y déspota, aunque ganas no me faltaban.
Marcela: Te daré un latigazo por cada cinco minutos que tuve que esperarte, diez en total, pero serán mas severos que si hubiera tenido que darte cincuenta.
Alex: Si señora.
Me quité la bata bajo la cual solo tenía un picardías o baby doll rojo y apretando el látigo fuertemente con mi mano derecha tomé aire y comenzó el flagelo.
Cada latigazo ya fuera en las nalgas o en la espalda provocaba en Alex pequeños gemidos y estremecimientos. Lo golpee allí para dejarlo marcado como se marca el ganado en los establos. Para rematar, le propiné un latigazo en la delicada zona de la planta de los pies con todas mis fuerzas pero ni por esto grito. Soportó estoicamente su castigo conciente de que lo merecía.
Yo terminé sudorosa por el esfuerzo, con el pelo revuelto y el negro maquillaje que rodeaba mis ojos algo corrido. En mi mano quedó la marca del látigo y si esto no me recordaba lo que acababa de hacer si lo hacían las rayas rojas inflamadas en la espalda de mi esclavo.
Marcela: Mírame Alex.
A pesar de los golpes era un hombre fuerte y se giró hasta quedar de medio lado en el sofá. Su verga semi erecta se empalmó por completo al verme vestida como a el le gustaba.
Me levanté un poco el picardías para dejarle ver como me quedaba una tanga del mismo color la cual había comprado el mismo día que el me acompaño al sex shop. Si no hubiera llevado nada puesto habría dado lo mismo pues apenas si cubría mi rajita por delante y por detrás el hilo se perdía entre las nalgas.
Marcela: Puedes pedir un deseo Alex.
No lo pensó mucho para decirme:
Alex: Quisiera ser esa tanga que se mete generosamente entre sus nalgas y lamerla mucho, mucho rato mientras la veo retorcerse de placer y correrme en seco de solo mirarla y probarla.
Sus palabras me excitaron sobremanera pues hasta en esos momentos en que le permitía desear algo pensaba en proporcionarme placer. Hubiera podido pedir algo para el en especial, algo que yo pudiera hacerle pero una vez mas me demostraba que era el hombre que toda mujer desea en lo mas profundo de sus fantasías.
Marcela: Eres un buen esclavo Alex, MI Alex Siéntate y abre las piernas.
Obedeció sin demora y yo me acerqué a el y levantando el picardías de nuevo de manera que su cara quedó a unos centímetros de la tanga en la cual quería convertirse. Tomé su cabeza en mis manos y le acaricié el cabello; después del castigo se me había despertado el instinto maternal con Alex, deseaba mas que nada que el se sintiera a gusto a mi lado, que no quisiera tener otra dueña mas que yo.
CONTINUARÁ