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Terapia sexual 8 de 12

en Grandes Series

El primer día que había pasado en mi casa desde mi vuelta no había sido como yo pensaba. Al día siguiente, Pablo seguía muy frió conmigo. Me fui a trabajar preocupada. Al regresar, ya no esperaba nada especial. En el trabajo había tenido tiempo para pensar y llegué a la conclusión de que era el precio que debía pagar por mi traición. Comimos charlando de cosas triviales y viendo las noticias. Más tarde tomamos café y me fumé un cigarrillo viendo la tele tranquilamente, pero mi hijo no iba a dejarme tranquila.

Marcos se sentó entre su padre y yo y me pasó un brazo por los hombros, estaba claro lo que deseaba, aún así me lo dijo: ---mamá, vamos a follar--- Yo no le contesté, prefería que él tomara la iniciativa, yo me dejaría hacer. Marcos empezó a besarme y ¡qué bien besa el muy cabrito! tengo que reconocerlo, en un momento mojé las bragas de excitación. Un rato después estábamos más calientes que una estufa, al ver que yo le buscaba la polla a nuestro hijo mi marido se retiró discretamente y se sentó en otro sillón frente a nosotros para ver cómo fallábamos.

Mi hijo me atrajo hacia él hasta sentarme a horcajadas en sus rodillas y me dijo: ---No pienses en nada mamá, estamos solos tú y yo--- Estuve de acuerdo, lo que pasa es que estaba un poco preocupada. Estaba más cachonda que la noche anterior y Pablo iba a comprobar la clase de puta en la que me había convertido gracias a Gerardo, eso me daba un poco de corte. Marcos me puso una mano en la nuca y me besó en la boca, inmediatamente enrosqué mi lengua a la suya y respondí al beso con muchísima pasión dejando de pensar. Cuando vio que yo le rodeaba el cuello con mis brazos totalmente entregada metió las manos por debajo de mi falda y empezó a sobarme el culo, apretándome las nalgas de una manera que me excitaba un montón y cuando sus manos se colaron por dentro de mis braguitas no me pude controlar, la temperatura de mi coño se elevó como la de un volcán. Estuvimos así un rato: morreándonos, comiéndonos la boca, él acariciándome, sobándome, apretándome el culo y metiéndome un dedo por el ano. Yo no quería aún tocarle el pene directamente para no excitarlo demasiado. Cuando despegamos las bocas, el continuó besándome el cuello, lamiendo cada milímetro de mi piel y follándome el culo con su dedo, yo le acariciaba el pelo a la vez que estiraba mi cuello para que me lamiera más. Se me ponía la piel de gallina y tenía escalofríos recorriendo todo mi cuerpo, porque me besaba con mucha dulzura.

--- Sácate las tetas mamá, dámelas. –me pidió cariñosamente cuando en realidad mis manos ya desabrochaban los botones de mi blusa dispuesta a entregarme a mi hijo en cuerpo y alma.

Marcos me desabrochó el sostén por encima de la camisa, demostrándome una habilidad que desconocía. Yo misma me bajé el sostén. Él me bajó el vestido por los hombros y me quitó el sostén para que no estorbara. Exploró mis pechos excitándose solo con verlos ---qué maravilla de tetas, eres preciosa ---dijo. Yo me agarré el pecho izquierdo y lo guié hasta mi hijo metiéndole el pezón en la boca. Sus chupeteos y lamidas en mis pezones, los sobos en mis tetas y todas las caricias que me daba, incluidos mi culo y mis muslos me provocaron un orgasmo, que aunque muy suave fue muy placentero.

Marcos me obligó a ponerme de pie y me volvió a sentar en el sofá, flotando en medio de excitantes sensaciones dejé que me desnudara. No pude evitar mirar a mi marido cuando mi hijo me bajó las braguitas, lo hizo muy despacio, admirando mi coño a medida que quedaba a su vista. Se arrodilló poniendo las manos sobre mis piernas, me acarició empezando en las rodillas subiendo muy despacio hasta mi pubis. Pablo se levantó para mirarme el sexo, me dijo que no sabía que me lo había depilado. Sentí vergüenza. (Mi marido no sabía que Gerardo me lo había arreglado a su antojo dejándome sólo un pequeño triangulo de vello cuyo vértice señalaba a mi vulva depilada completamente, a él nunca le concedí ese deseo cuando me lo pidió más de una vez). Mi hijo se entretuvo un momento acariciándome el escaso vello de mi pubis y el vientre, notando que me estremecía con sus manos, al realizar el camino inverso, me fue separando las piernas lentamente, tomándose su tiempo para deleitarse viéndome excitada, cuando hubo espacio entre mis piernas acercó su boca y comenzó a lamerme el coño.

Me lo lamia despacio, con muchísima suavidad, sin posar los labios o la lengua sobre zonas demasiado sensibles, dejando que me fuese relajando y excitando al tiempo, donde sí sentí su lengua intensamente fue en mi vagina, mi hijo se concentró dándome pequeños lametazos, parecía un perrito bebiendo agua, solo que él se bebía el caldo que destilaba mi chochito. Cuando terminó de beberse mi flujo se dedicó a pasarme toda su lengua por las ingles hasta llegar a mi pubis otra vez. Se entretenía besándome, y recorría el mismo camino pero al revés hasta llegar a mi ansioso coño que ya le esperaba destilando más jugo, se me puso la piel la piel de gallina con esas caricias y tuve espasmos en mi vientre claramente visibles. Ya no me quedaban dudas de que de ahora en adelante el sexo con mi hijo iba a ser una locura, no podía compararse a lo que había experimentado hasta ahora. Pero enseguida sentí su lengua adentrándose en mi raja y dejé de pensar, ahora solo podía disfrutar de aquella comida de coño que me estaba dando y que era la mejor que me habían hecho nunca. Ni siquiera Gerardo, al que consideré un experto, se le acercaba.

Marcos se dedicaba ahora con más ganas a chuparme, lamerme y darme mordisquitos, con los mordisquitos me sorprendió porque nunca había pensado que sentirlos en una zona tan sensible pudiera gustarme, y me encantaba, me acercaba a pasos agigantados a un nuevo orgasmo, adivinando mis ansias por correrme mi hijo lamió con menor intensidad y el orgasmo que iba a llegar se desvaneció, minutos después volvió a lamer con intensidad acercándome de nuevo al orgasmo, para una vez más hacerlo suavemente y dejar que mi orgasmo nuevamente se desvaneciera, hizo lo mismo varias veces más, yo ya me estaba sobando las tetas como una loca. Mi hijo me atrapó el inflamado clítoris con los labios y como me sobresale cuando estoy muy excitada empezó a darle pequeñas succiones, tenía la sensación de que me lo estaba mamando, mis gemidos se hicieron más ostensibles hasta convertirse en jadeos y grititos debido al placer inmenso que me estaba dando con su boca, finalmente me llevó a un orgasmo bestial, como nunca había sentido, dando paso a un pequeño forcejeo: yo necesitaba cerrar las piernas debido a la brutal intensidad del clímax y él luchaba por mantenérmelas separadas, lógicamente ganó él por fuerza y yo salí derrotada. Mi hijo me espatarró y sujetándome las piernas llamó a su padre para que mirara.

Los dos me estaban mirando embobados el espectáculo que les daban mi vagina y el esfínter de mi ano abriéndose y cerrando por los espasmos de mi orgasmo. El cabrón de mi hijo me estaba viendo intimidades que ni su propio padre había visto, para mi marido era la primera en su vida que veía cómo me corría. Aunque Pablo no me preguntó estoy segura de que se moría de ganas por saber si Gerardo también me había visto tener un orgasmo. Claro que si me hubiera preguntado no le hubiese contestado la verdad, que Gerardo sí que había disfrutado de lo lindo con ese mismo espectáculo, muchísimas veces, ya que le encantaba espatarrarme para ver cómo me corría y si no, me espatarraba yo para que él lo viera porque me excitaba sentirme su puta. Cuando cesaron las convulsiones Marcos se apartó de mí. Cerré los ojos un momento para relajarme, cuando los abrí, él ya se había desnudado y tenía la enorme polla tiesa y preparada. Buscó de nuevo mi boca, aunque no tuvo que esforzarse ya que yo también busqué la suya y nos besamos nuevamente con pasión, solo que esta vez adelanté mi mano para agarrarle la polla. Estaba durísima y jugué con ella.

Dejamos de besarnos y nos movimos cambiando de sitio. Él se sentó con las piernas abiertas, yo me arrodillé entre ellas y seguí jugando con su polla al tiempo que la admiraba. La polla de Gerardo era grande desde luego, cuando la agarraba por la base le sobresalía el capullo y tres dedos míos más de carne, pero es que la de mi hijo sobresalía más de la mitad aún, también observé que tenía los cojones más voluminosos que su padre y que Gerardo. Mi hijo sabía perfectamente que estaba comparando mentalmente su pene con el de mi anterior amante y me hizo una terrible confesión: me dijo que su polla medía 25 centímetros cuando estaba muy cachondo como ahora, esperó a que examinara sus atributos sexuales un rato, mientras lo hacía le pregunté si se la había medido él y me contestó que no, que había sido una de sus amantes maduras que se quedó tan sorprendida como yo; no pude evitar una pequeño ramalazo de celos al escucharle.

Un rato después Marcos se incorporó y admiró mis tetas otra vez, cosa que me halagó mucho, me atrajo hacia él y me lamió los pezones, despacio, rozándomelos con la punta de la lengua, cuando creyó que estaban suficientemente duros y erectos empezó a mamármelos, lo hacía de la misma manera que le había hecho a mi clítoris ¡Dios qué gusto! En mi vida me habían mamado los pechos así. Mi hijo me estaba derritiendo de nuevo con su boca y yo sucumbía jadeando. Él se dio cuenta y paró de mamar sentándose medio tumbado de nuevo, entonces volví a jugar con su polla, subiendo y bajando el prepucio, deleitándome al ver cómo enrojecía el grueso glande; de la uretra comenzó a manar liquido preseminal formándose un gruesa gota transparente en la punta, agaché la cabeza, lamí el goterón de lefa y de paso comencé a chupar aquella polla como si fuese lo más delicioso que nunca iba a tener entre mis labios.

Me encantaba sentir el rabo de mi hijo en mi boca y me concentré en darle una inmensa mamada mientras le estimulaba los huevos con suavidad y destreza. Cuando notaba que iba a correrse me la sacaba de la boca y me agachaba para lamerle el culo, Marcos alzó las piernas para que le chupara con más comodidad. Le chupé el culo un buen rato, metiéndole a veces la punta de mi lengua en el ano todo lo que pude como hacía con Gerardo, sintiéndome igual de cerda y de vulgar, después de un rato, me comí sus huevos y cuando llegué a la punta de su polla, Marcos eyaculó. Me bombeó una docena de chorros de semen que yo recibí con gemidos placenteros. Y mi marido se corrió también viendo como gozaba tragándome la corrida de su hijo.

--- Menudas corridas te metes. –le dije aposta con la boca llena de semen para que viera como me escurría de los labios. (de nuevo recordé que fue Gerardo quien me enseñó a hacer eso diciéndome que a los hombres les encantaba ver esa escena).

--- No eres la primera que me lo dice, parece que las mujeres os volvéis locas con eso. –contestó.

--- No te negaré que me encanta sentir la corrida de un tío en mi boca, sobre todo cuando es abundante –dije sin pensar que mi marido me estaba escuchando- Me imagino que las chicas se te rifan.

--- las chicas de mi edad no saben apreciar mis corridas, les dan asco. Por eso prefiero a las mujeres maduras como tú, ellas sí que saben apreciarlas y disfrutarlas –dijo sorprendiéndome- cuando salgo por las tardes, me reúno con un amigo de la universidad y nos vamos a locales donde sabemos que abundan las maduras. Aunque en esos sitios ponen otra clase de música no me importa. Cuando le echo el ojo a una madura la saco a bailar, y más tarde nos damos el lote allí mismo, yo le meto mano y ella en cuanto palpa mi paquete me la saca y me la chupa mucho rato. Si la mujer me gusta quedamos el fin de semana para follar en su casa o en un hotel.

--- ¿Están casadas? –pregunté con curiosidad.

--- Nunca les pregunto eso mamá, es de mala educación, si le preguntas eso a una mujer madura puede que sienta remordimientos y se le corte el rollo ---dijo tan tranquilo--- Me encanta pasar las noches con maduras macizas. Algunas tiernas, cariñosas y muy tímidas, pero si las sabes manejar se convierten en verdaderas leonas. También hay otras que están muy resabiadas, saben lo que quieren y como lo quieren, con ellas he aprendido muchas cosas del sexo. Pero todas tienen una cosa en común: me recuerdan a ti, aunque claro, ellas no son tú. -aquella confesión me descolocó, lo reconozco.

--- ¿Tanto me deseas? –le pregunté.

--- Ni te lo imaginas mamá.

No dijo nada más. Ajenos a la presencia de mi marido se abalanzó sobre mí y me metió la lengua hasta el fondo mientras su mano me tocaba el coño. Me chupaba la lengua de una manera que me derretía a cada segundo que pasaba. Le busqué la polla con mi mano, cuando noté que la tenía dura moví las caderas buscando el contacto con mi sexo, pidiéndole que me la metiera ya, pero el muy cabrón me evitó retirándose al tiempo que me decía que iba hacer conmigo lo que le diera la gana dándome a entender que él mandaba, totalmente fuera de mí le dije que me hiciera lo que le saliera de los cojones pero que lo hiciera ¡ya! Me hizo correrme con sus dedos, luego me colocó en el suelo y con facilidad me puso a cuatro patas. Nunca me hubiera imaginado que en ese momento iba a tener una sesión de sexo duro con mi hijo ¡la mejor de toda mi vida!

Me restregó su polla por todo el chocho, despacio, como si fuera un pintor pintando una pared imaginaria, luego me frotó el clítoris con su glande y vi estrellitas delante de mí, si seguía así, mi hijo me haría correr sin ni siquiera habérmela metido, pero se detuvo, mojó su glande en mi vagina para lubricarlo y me obligó a pegar la cara contra el cojín que había colocado, entonces me penetró de un solo golpe. Solté un grito cuando su capullo me invadió y comprendí porque me había agachado, el cojín había silenciado mi grito. El muy bestia me había empalado violentamente abriéndome la vagina de golpe a pesar de estar encharcada de fluidos, menos mal que hizo una pausa para que me acostumbrara a su tamaño. Tras esa pausa, me agarró por los pelos obligándome a incorporarme y empezó a penetrarme con embestidas secas y   muy profundas. Marcos me hacía comprender quien mandaba dándome muy duro, lo sentía tan hondo que a veces tenía la sensación de que su polla me iba a salir por la boca. Con eso consiguió que me corriera en pocos minutos, pero siguió follándome así un rato más.

Cuando se cansó de esa postura se echó sobre mi espalda con todo su peso y no me quedó más remedio que tumbarme aplastándome las tetas contra el frio suelo, me dobló la pierna derecha por la rodilla y volvió a penetrarme profundamente arrancándome un nuevo gemido. Estuvo unos cuantos minutos así y me sacó la polla. Me fijé que el tronco estaba brillante de mis jugos y él tan excitado que de la punta del glande le colgaba un goterón de semen. Alargué la mano con la intención de recogerlo con mis dedos y saborearlo, pero me detuvo sujetándome el brazo. Dirigió su polla al esfínter de mi culo con claras intenciones de metérmela.

--- Por ahí no por favor, tienes la polla muy gorda y me puedes lastimar. –le pedí.

--- Lo siento mamá pero esto es lo que me sale de los cojones hacerte. – me sonrojé con lo que me dijo, pero como me tenía dominada me resigné con el morbo añadido de ver a mi marido acariciarse la polla mientras observaba el espectáculo.

--- Esta bien, pero al menos chúpame el culo, lubrícamelo con tu saliva. –le pedí como lo haría una profesional.

No lo hizo él, de eso se encargó mi marido sorprendiéndome gratamente la verdad. Pablo se agachó, me chupó el culo y me lo lamió llenándolo de saliva, luego me metió dos dedos por el ano para prepararlo, cuando se apartó, vi que ya tenía la polla tiesa y pensé que iba a ser él el que me la iba a meter, incluso Marcos se apartó invitando a su padre a que me diera por el culo pero mi marido rechazó la oferta cosa que me desilusionó mucho, que Pablo no fuese capaz de follarme con toda la excitación del momento significaba que no me perdonaría nunca. Mi hijo me sacó de mis pensamientos, arrimó su polla a mi esfínter y empujó con firmeza. Sentí que me ardía el culo, no quise quejarme por vanidad, aguanté como pude el dolor y soporté el avance de su polla a través de mi ano. Cuando noté sus huevos aplastados contra mi sexo respiré aliviada.

--- Joder, tu chocho es maravilloso pero tu culo me vuelve loco, lo tienes muy estrecho zorra.

--- Mira que me extraña, con la de veces que me han dado por culo pensaba que lo tenía bien abierto. –contesté mosqueada por el daño que me había hecho.

--- Qué puta eres mamá, sigue diciéndome esas cosas que me ponen mucho.

--- Vamos cabrón ¿no ibas a darme por culo? Pues venga, déjate de tanta cháchara. –le dije mosqueada.

No quiso responderme, en lugar de eso, me empezó a follar igual que me lo había hecho por el coño, es decir, con penetraciones secas, profundas y bestiales, sin importarle lo más mínimo mi cara de sufrimiento. Lamentablemente para él terminé acostumbrándome a su calibre y acabé gozando como una cualquiera hasta que me corrí. Marcos me humilló delante de mi marido obligándome a limpiarle la polla con la boca, no me quedó más remedio que hacerlo, miré a mi marido y se la chupé como una verdadera puta, es decir, mirándole a la cara a mi hijo con gesto de viciosa y batiéndole el capullo con mi lengua, le excité tanto que para no eyacular me tuvo que retirar de su polla estirándome del pelo y se la solté porque el cabrón me hacía verdadero daño, que si no, le hago correrse en mi boca privándole de una nueva follada. Se mosqueó y me insultó llamándome zorra y guarra, yo le devolví el insulto llamándole hijo puta, es más; le aclaré que era eso en realidad: un hijo follándose a la puta de su madre, pero ese lenguaje lejos de cabrearnos, nos llevó a una excitación que no conocía límites.

Finalmente me tumbó de espaldas, en la típica postura del “misionero” le costó abrirme las piernas porque me resistí, pero una vez lo hizo me penetró dejándose caer con todo su peso encima de mí, ahora sí que no pude aguantarme y me corrí del gusto que me dio. Cuando empezó a follarme yo estaba sin fuerzas, desmadejada y sin ganas de colaborar, tuvo que darle la impresión de que se estaba follando una muñeca hinchable. Al menos eso creía yo porque no pensaba moverme, pero la realidad fue distinta. El cabrón de mi hijo se dio cuenta de mis intenciones y me demostró que era muy superior a Gerardo en el arte del sexo.

Detuvo la cópula permaneciendo dentro de mí, con la polla dando espasmos pero sin correrse. Y se dedicó a mamarme los pezones con esa manera que tiene de hacerlo y acabé sucumbiendo al deseo sexual que me provocaba, le cogí la cara buscándole la boca y le morreé apasionadamente mientras él solo se limitaba a estrujarme las tetas derritiéndome de placer. Y eso me llevó inexorablemente a desear aparearme con mi hijo con urgencia; como si fuera un animal. Moví mi pelvis desesperada pidiéndole que me diera polla, como lo haría una fulana. Pero él detuvo mis movimientos utilizando el peso de su cuerpo.

--- Fóllame cabrón ¿a qué esperas? –le dije más salida que una perra en celo.

--- Me parece que no, me apetece hacerme una paja hasta correrme en tu cara de viciosa.

--- Si haces eso cabrón te juro que correré a buscar a Gerardo para que remate lo que tú has dejado a medias. –dije desafiándole.

--- Si haces eso mamá te juro que soy capaz de darte una paliza que te dejo doblada. –me dijo muy encendido, justo lo que yo deseaba, ahora debía mostrarme dulce y sumisa con él para conseguir lo que tanto deseaba.

--- Entonces cariño dame tu polla, mátame de gusto, haz que me sienta una mujer en tus brazos como aquella noche en tu cama, demuéstrame que te vuelvo loco de verdad. –dije con ternura lamiéndole los labios entre frase y frase.

Mi marido observaba la escena embobado y excitado a la vez, seguro que también estaba alucinado por mi comportamiento. Y mi hijo me dio polla, todo lo que yo quería y más. Me mató de gusto haciendo que me corriera cuatro veces casi seguidas. Las sensaciones que tenía eran todas nuevas para mí. Jamás me habían hecho gozar tanto. Me sentí una verdadera mujer en sus brazos. Marcos me demostró que era cierto que yo le volvía loco provocándome un orgasmos tras otro, así me llevó a un éxtasis brutal. Después de todo eso le tocó el turno de gozar a él. Marcos me abrazó con mucha fuerza como queriendo retenerme para siempre y me dijo: ---Ya te tengo como yo quería, entregada y sumisa, ahora vas a ser mía puta y no me lo podrás impedir--- se movió dentro de mí varias veces, de pronto se tensó y empujó contra mí con fuerza, los espasmos de su polla eran muy fuertes, segundos después me regó el coño con trece potentes chorros de semen. Bueno más que el coño debo decir que me regó el útero. Nunca en mi vida había sentido lo que me hizo sentir él. ¡Joder! Fue tanto el placer que me meé de gusto mojándole su pubis. Marcos lleno de orgullo se apartó un poco.

--- ¡Mira como se mea la puta de tu mujer! –le dijo a su padre.

--- Seguro que esto no le pasaba con el cabròn ese de Gerardo. –le contestó mi marido. Yo continué meando como una cerda y cuando acabé me eché hacia atrás. Sin fuerzas, como desmayada.

Estuvimos abrazados mucho tiempo, él respirando con fuerza contra mi pecho, yo contra su cabeza. Tardé más de un cuarto de hora en recuperarme y durante ese tiempo mi hijo permaneció dentro de mí por lo que notaba los espasmos de su polla y me sentí muy halagada del brutal orgasmo que él había tenido también. Cuando al final se quitó de encima de mí me pude levantar aunque me temblaban las rodillas. Con dificultad recogí mi ropa del suelo y me encaminé desnuda hacia el baño, no sin antes recibir un fuerte azote de mi hijo en el culo. No pude por menos que sonreírle y guiñarle un ojo con coquetería porque me sentía más que satisfecha; le pertenecía mucho más que lo que le había pertenecido a su padre nunca. Mi hijo había sabido doblegarme como nadie y me tenía a sus pies.

…/…

Dejé la ropa en el suelo y me metí en la ducha directamente. Mientras aguantaba debajo del agua rememoré todo lo acontecido y noté una chispa de placer en mi escocida vagina. Me miré y vi que tenía la vulva hinchada y no de deseo precisamente. Sonriendo pensé que mi hijo me había batido el chocho como nadie lo había hecho jamás. 

Al poco entró mi marido a mear cuando ya me estaba secando, me preguntó que qué tal estaba. Y yo comencé a charlar inocentemente con él sin saber que mi marido me iba a arrancar la verdad del por qué lo hacía con Gerardo.

--- Ha sido el mejor polvo de mi vida. –le contesté con sinceridad sentándome en la taza del váter.

--- Sí, ha sido bestial. Ya he visto cuanto gozabas ---dudó un momento antes de hacerme la siguiente pregunta--- ¿con Gerardo gozabas así? –me lo temía, me dije.

--- Déjalo Pablo ¿ya qué más da? –contesté para que no insistiera y seguí secándome el cuerpo.

--- Me gustaría saberlo Sara, a mí no me da igual.

--- ¿Qué quieres ahora, los detalles, no fue suficiente con lo que te dije aquella noche?

--- Aquella noche se me revolvió el estomago, ahora es distinto.

--- ¿Y por qué va a ser distinto ahora? –pregunté pero de saber la respuesta me hubiese metido la lengua en el culo.

--- Aquella noche aún te amaba más que a mi vida… pero si no quieres hablar de eso no insistiré más. –sus palabras me entraron como un cuchillo directo a mi corazón y toda ofendida decidí contarle la verdad.

--- Vale si es lo que quieres te hablaré con franqueza, pero te dolerá escucharlo Pablo.

--- Yo solo trato de comprenderte mejor. Sara te conozco desde hace 25 años entre lo que llevamos casados y de novios. Tú nunca has sido así, algo ha tenido que pasarte para que cambiaras de esa forma.

--- La gente cambia a veces sin saber por qué Pablo ---le dije un poco avergonzada--- en mi caso tu impotencia me desesperaba tanto que mi cuerpo empezó a reclamar sexo de verdad, del que teníamos antes del infarto. Lo supe cuando al verle el pene a nuestro hijo empapé las bragas.

--- Ya, pero si Marcos te ponía tanto desde que se la viste en el baño, no entiendo por qué no lo hablaste conmigo, tratándose de nuestro hijo yo mismo te habría animado a follar con él y tú no habrías calmado tu desesperación con otro hombre.

--- No te dije nada porque yo misma no lo tenía claro. Se trata de nuestro hijo Pablo y no lo veía bien.

--- Ya, los malditos tabús ¿no?

--- En ese momento supongo que sí.

--- ¿Y ahora no te da corte?

--- Ahora no, ahora solo deseo que me meta su enorme polla.   

--- Osea, que el tamaño a ti sí te importa. –dijo Pablo.

--- Siempre he pensado que eso era una tontería, ahora sé que no es así, pero eso solo no basta. Yo no sabía que un hombre supiera excitarme lo suficiente como para que pierda la cabeza. –comenté. ¡Joder necesitaba fumar con urgencia!

--- No creo que fuera solamente eso Sara, tiene que haber algo más. Conmigo también te excitabas mucho y nunca has perdido la cabeza. –mi marido no se conformaba con una simple explicación y no me quedó más remedio que decirle la verdad.

--- Mira cariño los dos lo hemos pasado muy mal con tu enfermedad. Tú te desesperabas y yo también, pero al mismo tiempo sin saber por qué deseaba cada vez más volver sentirme mujer, Lo mismo que me sentía contigo antes de la enfermedad. Yo no lo echaba de menos, te lo juro, pero mi cuerpo sí. Es una sensación muy rara, como si otra persona distinta a mí estuviera atrapada también en mi cuerpo. Esa tarde no tenía nada premeditado, te lo juro. Gerardo me invitó a tomar café en su casa para continuar la charla. Acepté su invitación porque necesitaba desahogarme con alguien y él era educado y me trataba correctamente. Me escuchó atentamente mientras yo le contaba mis desgracias, sin saber por qué también le conté lo desdichados que éramos en la cama a causa de tu impotencia. Quizá por eso me confié tanto. Cuando terminé de contarle mis problemas con mucha sutileza me llenó de halagos. Que si soy muy guapa, que si tengo un cuerpo muy sensual. Yo sabía que trataba de seducirme y eso me excitó. Cuando vi que me miraba las piernas con deseo y se empalmaba me puse como una moto.

--- ¿Y sólo con eso perdiste la cabeza? –preguntó mi marido.

--- No desde luego. Todo empezó cuando me besó. La sensación era morbosa y muy excitante. Me derretí con su boca. Encima cuando le toqué la polla por encima del pantalón y noté que estaba muy dotado quise follar con él. Quería saber que se siente con una polla así de grande. Aún así, hubo un momento en el que me di cuenta de lo que estaba pasando y quise pararlo, te lo juro.

--- ¿Y por qué no lo hiciste? –me preguntó.

--- Ya era demasiado tarde, Gerardo ya estaba encima de mí. –contesté.

--- No me vengas con esas Sara, si hubieras querido te lo habrías quitado de encima, lo que pasa es que no quisiste, deseabas continuar ¿no es así?

--- Sí, claro que quería hacerlo. Me abrí de piernas y cuando noté que me penetraba perdí el control por completo. No te imaginas lo que se siente cuando te entran 20 o 21 centímetros de carne dura y palpitante. Lo que sé es que dejé de pensar en ti y me centré únicamente en el placer que sentía. Me corrí en cuanto me metió su larga polla, fue entonces cuando me di cuenta de cuánto necesitaba sentir a un hombre dentro de mí. Un hombre como él que me apretaba con fuerza contra su cuerpo al mismo tiempo que me follaba. Y lo hacía de maravilla, me parecía un experto en ese momento. Hizo que me corriera varias veces. Cuando lo hizo él, fue maravilloso. La sensación que tuve al sentir los latidos de su polla mientras me bombeaba su semen, fue extraordinaria, nunca antes lo había sentido. El primer polvo con otro hombre distinto a ti había sido una experiencia única. Pero Gerardo no se conformó con eso; me volvió a follar. El segundo polvo fue todavía mejor que el primero y durante el tercero me desvirgó el culo, disfruté muchísimo mientras me follaba el culo. Cuando terminó conmigo estaba destrozada, pero más que satisfecha.

--- Por eso decidiste continuar ¿no? –me preguntó.

--- Sí. A partir de ese día mi vida cambió. Me sentía más hembra que nunca. Al llegar la tarde me ponía cachonda pensando en Gerardo y en cuanto te dormías corría a su piso para follar. Al volver a casa tú me preguntabas donde había ido, te contaba cualquier excusa y como te lo creías todo no supe detenerme ---al ver la cara de mi marido me sentí mal, le estaba haciendo mucho daño escucharme--- Pablo no quiero seguir hablando de esto, para ti es una tortura y no merece la pena, aunque veo que te has excitado, si quieres te la chupo. –le dije pero me rechazó.

 --- No insistas Sara, como tú bien dices: ya no merece la pena ---soltó un largo suspiro--- Bueno… al menos tú has salido ganando con todo esto, primero follas con Gerardo porque tenía la polla larga y ahora follas con nuestro hijo que la tiene aún más grande ¿no? No te puedes quejar Sara, ahora te sentirás muy mujer. –dijo mi marido y salió del baño.

Me dolieron tanto sus palabras que empecé a llorar. Ya me había advertido que no lo iba a tener fácil, ahora estaba segura de que debía acostumbrarme a los desprecios de mi marido, era su manera de vengarse de mí. Volví a meterme en la ducha y gracias al agua caliente me recobré, aunque sus palabras no se me olvidarían nunca. Mi hijo apareció desnudo en el baño. Entró en la ducha conmigo y empezó a besarme y acariciarme todo el cuerpo. Los dos jugamos con nuestros sexos sin pretender llegar al orgasmo, al menos a mí no me apetecía. Pero Marcos me tocó el coño utilizando sus dedos maravillosamente, entre eso, sus lamidas y chupeteos en mis pechos, logró que me corriera dos veces. Luego me puso de rodillas y empezó a follarme la boca diciéndome que me iba a dar el biberón. Y me lo dio minutos más tarde llenándome la boca abundantemente. Gracias a él mis penas se fueron diluyendo por el desagüe, como el agua.

…/…/…/…

Carmen, mi compañera de trabajo seguía preocupándose por mí, íbamos juntas a desayunar, a veces a comer y también de compras. Nos hicimos más intimas. Cuando estaba con ella le contaba todo lo que estaba sufriendo con el comportamiento de mi marido y ella trataba de consolarme pero sin darme la razón porque a fin de cuentas yo era la única culpable de esa situación. Un día me hizo una pregunta que se venía guardando desde se enteró que había regresado a casa, era la pregunta que más me temía que hiciera porque no estaba segura de lo que iba a contestar.

                --- ¿Te puedo hacer una pregunta intima? –me dijo una tarde sentadas en una cafetería tomando un café.

                --- Sí, por supuesto. –le dije.

                --- ¿Sigues teniendo sexo?

                --- Sí, por supuesto.

                --- ¿Con quién? Antes de responderme quiero que sepas que no es por cotilleo, ni por morbo, es solo por curiosidad. –tardé un rato en responderle.

                --- Con mi hijo Carmen, me acuesto con Marcos y antes de que te escandalices quiero decirte que es maravilloso.

                --- Osea, que habéis seguido el consejo de aquella doctora. –dijo sin escandalizarse.

                --- Al pie de la letra, sí.

                --- ¿Y qué se siente? Imagino que será igual que con cualquier hombre ¿no? –preguntó llena de curiosidad.

                --- No Carmen, no se siente lo mismo, es maravilloso, es fantástico, es único, así podría estar toda la tarde. –contesté y ella puso cara de contrariedad.

                --- Me das envidia ¿sabes?

                --- Te lo estás perdiendo Carmen, deseas hacerlo con tu hijo, lo leo en tu cara.

                --- Sí, no te voy a mentir. Lo que pasa es que no tengo tu valor, soy una cobarde lo reconozco. Llevo varios años mirándole y excitándome, a Sergio le pasa lo mismo. Sufro por él, sé que me desea tanto como yo a él, pero no nos atrevemos a dar ese paso. –la confesión de Carmen no me sorprendió, quizá me la esperaba tarde o temprano.

                --- Mira Carmen no te reprimas, abre tu mente y déjate guiar por tus sentimientos.

                --- ¿Es lo que has hecho tú? –me preguntó.

                --- Sí. –le mentí.

                --- No sé, lo intentaré y si pasa algo te prometo que te lo contaré. –nos despedimos con un beso en la mejilla.

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