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La ventana indiscreta. 011

en Grandes Relatos

Capítulo 11:

Despertamos sobre las siete y media. Mamá me puso el calzón corto en cambio ella permaneció desnuda, me llevó en la silla de ruedas hasta la terraza y dijo que iba a darse un baño en la piscina; me quedé embobado viéndola caminar desnuda.

— A tu edad nunca te satisfaces del todo ¿verdad Poli? —dijo Sally que así me llamaba desde que me conoció cuando yo tenía 5 años porque no sabía pronunciar bien mi nombre.

— Hola Sally, estás guapísima. —dije al verla pero no creo que entendiera lo que estaba pensando al mirar a mi madre, porque la observaba orgulloso de que fuera mi madre, sin pensar en nada más. Dejé de pensar en eso y me fijé más en Sally.

Llevaba un vestido de seda con el cuello cerrado, sin mangas y con dos cortes a los lados que nacían en sus caderas y terminaban en sus pies. La verdad es que nunca me había fijado en ella porque toda mi atención estaba puesta en mi madre, es verdad pero ahora al verla así, con toda la pierna al aire me di cuenta de que merecía mi atención. Viéndole toda la pierna desde la cadera imaginé que no llevaba braguitas, evidentemente no se lo iba a preguntar, siempre la he respetado y ella a mí también, además, no sé por qué pero su presencia me intimidaba un poco, quizá fuera porque no nos teníamos confianza al no conocernos lo suficiente.

— Las llevo Poli, así que no sigas pensando en eso. —dijo ella para mi asombro.

— No sé a qué te refieres. —dije poniéndome colorado.

— Estás pensando si llevo o no braguitas. —dijo mirándome con su dulce sonrisa.

« ¡Joder! ¿Cómo podía saber en lo que estaba pensando? ». Ella dio media vuelta metiéndose en la casa sin darme la posibilidad de preguntárselo. La parte retorcida de mi mente se puso enseguida a trabajar tratando de dar con la respuesta del por qué me había dicho eso, aunque otro pensamiento ocupó mi mente « ¿se la follaba mi abuelo? ». En caso de que fuera así no quedaba nadie libre para mí, el muy egoísta tenía acaparadas a las dos hembras de la casa.

*

El abuelo llegó a casa un cuarto de hora después. Se agachó dándome un beso cariñoso y un apretón en la polla, al enderezarse de nuevo fue cuando vio a mamá, que estaba desnuda sobre una hamaca y toda su atención se centró en ella. Yo le observé pero no hizo nada destacable. Sally salió a recibir a mi abuelo y como siempre hacen se besaron en los labios, al observarles me di cuenta de que el beso era parecido al que mi madre me daba a mí cuando me saludaba y me quedé extrañado, no era el beso que se dan dos personas que ya han follado antes.

Ella Le ayudó a quitarse la chaqueta, le cogió el maletín y dio media vuelta entrando en la casa, mi abuelo la siguió pero antes de entrar se giró para contemplar a su hija una vez más. Sally apareció de nuevo quedándose tras él, parecía decirle algo porque él asentía con la cabeza sin despegar los labios. No podía oírles porque estaban bastante separados y hablaban bajito.

Mi abuelo me miró de pronto, los ojos de Sally emergieron de detrás del abuelo y me miraron mientras le susurraba al oído, luego ella se ocultó otra vez detrás del abuelo, tras eso dieron media vuelta y desaparecieron en el interior de la casa; yo me quedé pensativo. «Seguro que la muy chivata ya le ha contado lo de mi madre y yo».

— ¿Qué te pasa hijo? ─la voz de mi madre me sobresaltó un poco.

— Nada, sólo pensaba.

— ¿Y en qué pensabas? ¿En mí?

— No, lo siento. Ha venido ya el abuelo — y bajando la voz añadí: — primero pensaba en si el abuelo se follaba a Sally y luego al verla cuchicheando al oído del abuelo y mirándome, he pensado que le estaba chivando nuestro encuentro.

— Te voy a contestar a las dos cosas, primero: Mi padre no es tan pervertido como crees, la quiere y la respeta como a una hija. Y segundo: Sally no tiene que chivarse de nada porque yo misma le contaré a mi padre lo que hemos hecho, sin darle más importancia, así que quítate de la cabeza esos pensamientos, ahora somos una familia diferente, pero familia al fin y al cabo, debemos querernos y en ese cariño vale hasta tener sexo si nos apetece, pero nadie conspira contra nadie en esta casa ¿me has comprendido?

— Perfectamente mamá y te prometo que no tendrás que abroncarme nunca más. Me he comportado como un tonto al pensar  que ella era una especie de…

— ¿Esclava sexual de tu abuelo? —dijo mi madre interrumpiéndome— pues no hijo, y será mejor que te quites esa idea de la cabeza, es humillante y la pobre ya ha sufrido mucho.

— ¿Qué le ocurrió?

— No soy quien para contarlo, sólo ella puede hacerlo si quiere pero antes debes demostrarle cariño y que puede confiar en ti.

— ¡No es justo mamá! Podías contármelo tú, no se lo voy a decir a nadie. —protesté como un niño.

— A veces lo justo es terriblemente injusto, así es la vida, de todas formas estoy segura de que si hablas de Sally con tu abuelo, él te dirá si puedes o no acercarte a ella, ya te he dicho que es mucho el respeto que la tiene y yo también por supuesto.

— Tampoco he pensado en acercarme a Sally, sólo la observo.

— Pues hazlo con respeto. —el consejo de mi madre me sonó más a advertencia y guardé silencio.

*

Esa misma noche, a la hora de acostarnos, mi madre me llevó a mi habitación empujando la silla de ruedas, una vez allí, me ayudó a acostarme y me dio un beso de buenas noches, entonces apareció mi abuelo para darme también las buenas noches.

— Si necesitas algo ya sabes, toca el timbre y Sally acudirá.

— Y por qué no vienes tú o mamá en vez de ella.

— Porque ha sido Sally la que se ha ofrecido a cuidar de ti, quiere hacerlo por eso te ha prestado su habitación, ahora ella duerme… bueno en realidad no sé dónde duerme pero ella siempre estará a tu lado, aunque no la veas.

— O sea que esta habitación es suya. —repetí sorprendido.

— Así es.

— Pero ¿Y dónde duerme? Tienes más habitaciones ¿no? —pregunté lleno de curiosidad.

— Ya te he dicho que no lo sé, sabe que hay seis habitaciones en la casa pero ella es como es y yo la respeto, si ella quiere dormir cerca de ti tendrá sus motivos —respondió mi abuelo zanjando el tema.

— ¡Anda Paulita! Vámonos a la cama. —dijo dando un azote en el culo a mi madre.

— Me gustaría quedarme a dormir con él. —dijo ella con gesto de súplica.

— Está bien que cuides de tu hijo, es lo natural, pero debes acostarte sólo conmigo, tú misma lo dijiste en el hospital o ya no te acuerdas.

— No seas egoísta papá, también deseo estar con mi hijo. —comentó mi madre mirándome y esa mirada me sobrecogió.

— Escúchame Paulita no me he enrollado con nadie desde que estoy contigo, sólo con la doctora esa y fue delante de ti ¿harás tú lo mismo?

— Tienes razón papá. —contestó mi madre acercándose sumisamente al abuelo para abrazarle, éste también la abrazó sobándola el culazo.

— Pablo si tienes necesidades sexuales dímelo y contrataré los servicios de una profesional de lujo para ti o más de una si lo deseas. —me dijo.

— Joder abuelo te lo agradezco pero no estoy tan desesperado como para meter putas en tu casa.

— Pero cómo vas a contratar a una prostituta de lujo para Pablo, todavía es joven para eso. —protestó mi madre tratando de protegerme.

— Que yo sepa no hay una edad determinada para echar un polvo, yo eché mi primer polvo a los quince años —dijo el abuelo y me hizo una advertencia─. Otra cosa Pablo, en el caso de que se te ocurriera pensar en Sally para follártela ¡olvídate! Ella es una mujer especial y se merece que la amen y la traten con cariño no como a una puta y otra cosa, cuando hables de esta casa no digas “mi casa” considérala tuya también porque es donde vais a vivir tu madre y tú ¿entendido?

— ¡Sí, señor! —contesté haciendo un saludo militar a mi abuelo en broma.

— A mí no me vaciles chaval. —dijo el abuelo riendo.

— Yo creo que se merece un castigo ejemplar. —dijo mamá.

— Pues vamos a dárselo. —dijo el abuelo.

En medio de risas y grititos, mi abuelo me inmovilizó un brazo y mi madre el otro, luego se agacharon y empezaron a morderme el pene y lo que podían por encima del calzón. Los ruidos atrajeron a Sally que entró en la habitación y al ver lo que ocurría se echó a reír.

— Será mejor que salgas de la habitación Sally. —le recomendó el abuelo.

— ¿Por qué? —preguntó ella riendo.

— Porque nos vamos a comer sus genitales, se lo merece por vacilón. —dijo mamá.

— Me gustaría quedarme. —dijo ella.

— Por mí no hay problema ¿tú que dices Pablo? ¿Te importa que Sally te lo vea “todo”?

— Hombre me da un poco de corte.

— ¡Mejor! Así el castigo será más cruel. —sentenció mi madre.

— Entonces Sally tendrás que ayudarnos. —dijo el abuelo.

— ¿Y qué hago? —preguntó ella.

— Quítale el calzón mientras su madre y yo sujetamos a esta fiera.

— ¡Un momento! ¡Esperad un momento! —pedí pero no me hicieron caso. Sally se subió a la cama de rodillas, metió los dedos de ambas manos por la cintura de mi calzón y empezó a bajármelo. Se quedó un momento mirándome el pene que estaba empezando a empalmarse y luego me quitó el calzón del todo.

— Tiene una buena polla ¿Eh? —comentó el abuelo.

— Sí tiene un “pito” muy gordo. —confirmó Sally.

— ¡Venga! Empecemos a devorar. —dijo mi madre. Tanto ella como el abuelo se agacharon sobre mi entrepierna, yo sólo les veía las cabezas y a Sally mirando con interés. De repente noté que me mordían el tronco del pene.

— ¡Un momento! ¡Eso no vale! —protesté.

— Pues te aguantas. —dijo el abuelo sin mirarme. Otra vez noté que me mordían el tronco y otra boca el capullo, sentir los dientes en mi prepucio me daba un gusto de muerte, de buena gana hubiera levantado el culo para que me comieran más, lo intenté por si acaso pero no pude. Cuando se cansaron de morderme el pene pasaron a morderme los huevos. Ahí las sensaciones eran más intensas, alguien me mordía la piel del escroto mientras otra boca me lamía los huevos constantemente. Yo también participaba en el juego haciendo  como que me dolía. Gritaba y suplicaba que no me comieran más, movía la cabeza de un lado a otro de la almohada como si estuviera desesperado y al levantar la cabeza para observarles me llevé una sorpresa. Sally se había agachado, supuse que para mirar más de cerca aunque también podía estar participando sin que me diera cuenta. El caso es que tanto “mordisco”, “chupeteo” y “lamida” me provocaron unas ganas enormes por correrme, pero a posta me callé y no dije nada.

— Sally apártate un poco que está a punto de correrse. —dijo mi madre ¿cómo podía saber ella eso? El caso es que alguien empezó a chuparme el capullo con fuerza, jadeé con fuerza y contuve la respiración unos segundos y de pronto exploté, empezando a eyacular como una bestia. Una mano me agarró la polla y empezó a pajearme provocándome violentos espasmos en el vientre y el estómago que hacían que casi me incorporara, y esa mano de quien fuera no dejó de pajearme hasta que me dejó seco, literalmente. Después noté lenguas (no sé cuántas) lamiéndome el sensibilizado glande, eso sí que fue una tortura y al final tuve que suplicar que pararan de una vez, y pararon sí, pero después de torturarme hasta que la polla se me quedó flácida. Entonces los tres levantaron las cabezas para mirarme.

— ¿Qué te ha parecido el castigo? —me preguntó el abuelo.

— Terrible, jamás imaginé una tortura semejante. —dije entrecortadamente.

— Mentiroso, pero si te has corrido de gusto. —dijo mamá.

— No ha sido por gusto mamá, ha sido por la tortura. —dije y rompí a reír, los tres se me unieron y estuvimos un rato riéndonos. Cuando la risa se nos fue pasando vi que Sally entraba en el baño y pensé que era muy sospechoso « ¿Habría sido ella quien me había pajeado hasta vaciarme? No lo sabía con seguridad». El abuelo se sentó a mi lado sobre la cama.  

— Escúchame Pablo, Sally está muy necesitada de amor. No  sabe lo que es estar enamorada de alguien, si llegases a sentir algo  profundo por ella asegúrate antes de que tus sentimientos no te engañan, si sólo buscas su amistad sé sincero con ella y verás cómo se abre a ti.

— Abuelo puedo preguntarte algo.

— Claro que sí.

— ¿Te la has follado? —le pregunté sorprendiéndole.

— ¡Jamás! —afirmó con rotundidad y molesto por mi pregunta.

— Perdóname si te he molestado.

— Estas perdonado pero no vuelvas a hacerme esa pregunta, nunca más.

— No la haré abuelo.

— Entonces hasta mañana entonces. —dijo. Se puso de pie y le susurró algo al a oído de mi madre. No sé qué le diría pero a ella se le encendieron los ojos, le sonrió y le agarró el paquete dejándose arrastrar mansamente por su padre.

La actitud de mi madre me hizo darme cuenta de que tener otro rollo con ella era imposible «Al menos me queda la enfermera vieja». Pensé consolándome.

Sally salió del aseo con el pelo negro suelto, se paró mirándome y yo me quedé deslumbrado al verla porque me parecía más guapa que antes.

— Hasta mañana Poli, si necesitas algo llámame y vendré enseguida.

— Oye Sally ¿puedo hacerte una pregunta?

— Claro.

— ¿Dónde duermes?

— Por ahí. —contestó saliendo de la habitación.

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