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La ventana indiscreta-5

en Amor filial

Nota: Ante todo, pido disculpas por el retraso, pero es que "la Lumbociatica" me tiene jodido mientras sigan estos cambios bruscos de tiempo, que me relegan a la cama.

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La ventana indiscreta 5

Al día siguiente, mamá me llevó a la rehabilitación del hospital en la furgoneta que mi abuelo había alquilado como le aconsejé. Me despedí de mi madre que me dijo que se iba a la cafetería y entré en el pabellón de rehabilitación. Busqué a Ana con la mirada y la vi, ella también y se acercó a mí sonriendo. Me llevó hasta el tanque y me quitó la ropa, me quedé con unas mallas cortas que traía puestas desde casa, Ana envolvió el resto de la ropa y junto con el calzado lo metió en la bolsa de deporte colgada detrás de la silla.

En el tranque había cuatro pacientes más con sus respectivas enfermeras o enfermeros, por lo que no pudimos hablar mucho, tres o cuatro palabras sueltas, encima siempre que intentábamos una conversación aparecía la enfermera vieja, la misma que se ocupó de mi madre el día que tuvo el ataque de nervios. La reconocí y ella a mí también, la muy cínica me sonrió al verme.

—   Espabila Ana, que hoy tenemos mucho, deja la cháchara para otro momento—gruñó.

Nos cortó tantas veces que de haber podido le habría mandado a la mierda pero Ana me dijo que era su jefa. Intenté quedar con Ana cuando terminara la rehabilitación para hablar, pero me dijo que ya había quedado con su novio a la salida. Ella me dejó sobre una camilla tendiéndome una toalla para que me secara y se marchó con otro paciente.

Me sequé lo que pude y esperé, al final tuve que arroparme con la toalla para no quedarme frío, todos los fisioterapeutas estaban ocupados con pacientes por lo que tuve que esperar a que alguien terminara la rehabilitación, para que me acompañara a ir al vestuario y me ayudara a vestirme, ya que mi madre no podía pasar, debía esperarme en una salita de espera a la salida o en la cafetería.

Pasado un tiempo, los pacientes empezaron a marcharse, vi que Ana salía por una puerta y de repente me encontré sólo preguntándome si se habrían olvidado de mí. Al ver que su jefa venía hacia mí me mosqueé << ¿qué querría ahora ésta? Pensé >>. Me dijo que iba a vestirme ella y me llevó al vestuario. Me quitó las mallas cortas y dijo que tenía que secarme antes de vestirme, no me sirvió de nada que le dijera que ya me había secado yo, empezó a pasarme la toalla por el pecho y los sobacos, me cogió un brazo me secó el hombro y descendió hacia la mano, noté que restregaba mi mano por su entrepierna pero no dije nada, creí que lo mejor era mejor estar callado, terminó con ese brazo y rodeó la camilla para secarme el otro y de nuevo volvió a restregarme la mano contra su sexo.

Terminó con la mano y continuó con mi estómago y vientre pero al llegar a mi sexo lo que hizo fue sobarme la polla y los huevos.

—   Tú me has tocado a mí y ahora te toco yo a ti, creo que es lo justo ¿no? —me dijo.

—   Yo no la he tocado nada. —dije mosqueado.

—   ¿Ah… no? Pues cuando te secaba las manos bien que me has tocado el chochete con tus deditos. —contestó sonriendo.

—   Habrá sido sin querer, no me he dado cuenta. —dije para no liarla más.

—   ¡Uy pobrecito, no se ha dado cuenta! —dijo burlándose de mí y añadió— no te preocupes, eso tiene arreglo. —me dijo.

La enfermera estaba dispuesta a todo. Se bajó los pantalones del uniforme rápidamente quedándose en bragas. Pero no unas bragas de vieja (calculo que tendría alrededor de 50 o 55 años) sino parecidas a las que usaba mi madre, muy sexys. Apoyándose en mi tripa pasó una pierna por encima de la camilla y dio unos pasos hasta ponerse casi encima de mi cara. Desde abajo vi que se le marcaba el coño a través de las bragas perfectamente ya que lo tenía bastante gordo, fue inevitable que fijara mi mirada ahí.

—   ¿Te gusta lo que ves? Pues esto te gustará más. —dijo apartándose las braguitas a un lado para mostrarme su sexo.

Los labios mayores eran tan abultados que cerraban la vulva como si fueran dos tapas (era el mejor ejemplo del por qué le llaman almeja al sexo de la mujer), sólo era visible la raja que ella misma se abrió para que yo lo viera todo. Observé que los labios menores eran más oscuros que el resto, sobre todo en el los bordes y los tenía replegados contra la entrada de la vagina.

—   Ahora dime Pablo ¿te gusta o no te gusta?

Antes de contestar me lo pensé. << ¿Y ahora qué? Me dije >>, no tenía escapatoria y encima mi cerebro me empujaba a hacérmelo con la vieja << ¿por qué no? Pensé >>.

—   Sí, claro que me gusta.

—   Pues no se hable más. —dijo ella.  

La enfermera se agachó y comenzó a restregarme el chocho por la cara. Olía a sudor, a meados y a hembra, un aroma que me encantaba. Al llegar a mi boca saqué un poco la lengua para probarlo y me gustó su sabor, así que saqué toda la lengua y comencé a lamer el carnoso sexo de la vieja.  Ella agachó la cabeza para mirar y se estuvo quieta.

—   Así cariño, cómemelo todo, no le dejes nada al cabrón de mi marido. —me dijo excitada y quise satisfacer mi curiosidad.

—   ¿Por qué dice que su marido es un cabrón?

—   Porque le gusta mirar mientras sus amigos me follan.

—   Su marido no tiene culpa de eso, a lo mejor es que usted es un poco puta.

—   ¡Un poco dice! Reconozco que soy demasiado puta cariño, pero la culpa la tiene mi marido que no me da lo que necesito, si él tuviera lo que tienes tú entre las piernas lo metería en una urna y sólo le dejaría salir para follármelo y basta ya de cháchara sigue con lo que haces que estoy muy cachonda.

Una vez satisfecho por saber que la vieja estaba hecha toda una señora puta, seguí comiéndome su coño aconsejado por ella. En apenas unos minutos empezó a gemir y eso me animó, porque quería decir que no lo estaba haciendo mal.

Me gustaba ver como a la vieja le cambiaba la cara según la intensidad de placer que sentía. A veces sonreía, otras parecía echarse a llorar pero lo que más me llamó la atención fue cuando se corrió porque parecía que en vez de estar gozando estaba sufriendo, era curioso. La tía se estremecía tanto que temí que se me cayera encima, empujé con mis manos hacia arriba y tuve la suerte de ver cómo se le contraía la entrada de la vagina a consecuencia del orgasmo. Al acabar de correrse se apoyó sobre los bordes de la camilla con la cabeza agachada, mirándome jadeante.

—   Imagino que nunca has probado la miel de una mujer. —me dijo cuándo se repuso.

Negué con la cabeza << ¿La miel, qué miel? Me dije >>, no sabía de lo que me hablaba.

—   Mete la lengua dentro de mi vagina y lame, así sabrás de lo que te hablo.

<< ¡Se refería a su flujo! Llamándolo miel ¡qué poético! Pensé >>, no obstante le hice caso, metí la lengua en el interior de su vagina y lamí el flujo que había segregado durante su excitación. Era algo espeso, suave y sabía un poco salado, me gustó tanto que continué lamiendo, habría estado así un buen rato pero ella se levantó y me dijo que me iba a hacer un 69. Se dio la vuelta y se agachó agarrando con fuerza mi polla empalmada.

Volví a empezar de nuevo con mis caricias orales. Ella me masturbó un poco y enseguida noté que me la chupaba y a ratos me la mamaba, pero no se conformó con eso sólo, estaba tan excitada que me devoró los huevos literalmente, me los lamía con tanta ansia que a veces me hacía daño. Me quejé, ella gruñó algo que quizá fuera una disculpa y continuó pero con más cuidado. Ella se corrió de nuevo antes que yo y en cuanto sentí el primer latigazo de gusto en la polla me concentré en correrme, de esa manera le di lo que tanto ansiaba, ella se tragó toda mi corrida produciendo pequeños gruñidos de satisfacción; después me lamió el capullo. Una vez satisfecha me vistió pero antes de sentarme en la silla, se sentó ella en la camilla me incorporó y abrazándome me dio un morreo hasta casi asfixiarme.

—   Esto es por el buen rato que me has hecho pasar ladrón.

—   Yo tampoco lo he pasado mal. —contesté.

—   Si me prometes que el próximo día me dejas follarte, te contaré una cosa que te interesa saber. —me dijo.

—   ¿Qué me tiene que contar? —insistí.

—   El próximo día Pablo. —contestó sin ceder.

—   No es justo. —protesté.

—   ¿Qué sabrás tú lo que es justo? Que tu madre pueda comerte enterito cuando quiera eso sí que no es justo.

—   Se trata de mi madre y puede hacer lo que quiera. —dije cabreado.

No me contestó. Sacó una llave del bolsillo superior de su uniforme y abrió la puerta. Había gente esperando a entrar pero eso a ella no le importó y me sacó al pasillo para que fuera al encuentro con mi madre. Evidentemente no le conté nada a mamá, antes, tenía que averiguar lo que tenía que decirme la vieja, aunque no entendía nada.

Mamá empujó la silla por el aparcamiento hasta que llegamos a la furgoneta. Tanto ella como yo oíamos los silbidos de admiración de algunos y las bestialidades que le dedicaban otros y todo porque esa mañana se había puesto unos vaqueros ajustados para no enseñar nada cuando se agachaba para sentarme en el asiento o levantar la silla de ruedas. Le dije que los hombres eran asquerosos y unos gilipollas ella me dijo que no hiciera caso. Después de sentarme en el asiento del copiloto guardó la silla plegable y se sentó al volante.

Antes de que arrancara vi a Ana, un tío corriente (ni guapo ni feo) la llevaba cogida de la cintura, mamá también lo vio y se quedó quieta. Ellos se pararon y en medio del aparcamiento el tío le dio un morreo apasionado al que ella correspondió agarrándole por la nuca con una mano para empujar, pero lo más humillante para mí fue ver cómo ella le agarraba la polla por encima del pantalón; nada más ver eso le dije a mi madre que arrancara.

Dirigí mi mirada al suelo del coche porque si les seguía observando terminaría con el estómago revuelto; bastante tenía ya con el dolor que sentía en el pecho.

—   Lo siento cariño esa chica no te merecía. —dijo mamá adivinando mi estado de ánimo.

No la respondí, tenía girada la cabeza hacia la ventanilla, mirando el paisaje y llorando, cuánta razón tenía cuando me previno.

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Al llegar a casa, Sally nos informó de que el abuelo no iba a venir a comer. Como hacia bastante calor mamá me dejó sentado sobre un sillón de la terraza del porche mientras que ella iba a cambiarse de ropa y traerme a mí un calzón corto para que estuviera fresquito.

Al volver me quedé sin habla al verla, sólo llevaba puesto una de mis camisetas de tirantes y como eran grandes le llegaban a la mitad del muslo, tampoco llevaba sujetador por lo que se le marcaban los pezones descaradamente. Mamá se quedó quieta al verme embobado, luego se acercó sonriendo y con su mano me subió la barbilla ya que yo seguía con la boca abierta sin darme cuenta. Me quitó los pantalones y la camiseta dejando para el final las mallas cortas con las que hacía la rehabilitación, pero había un problema y es que me había empalmado mirándola y me daba corte que me viera así, por lo que le dije que así estaba bien.

—   Tengo que quitarte las mallas, son de lycra y te puedes escocer. —insistía.

—   No hace falta de verdad, ya me las quitaré luego. —insistí yo también.

—   ¿Crees que a estas alturas me voy a asustar por verte empalmado?

Desde luego que no se iba asustar, si me daba corte era porque no quería dar la impresión de ser un chiquillo impaciente, pero eso es lo que era a fin de cuentas, así que tuve que dejar que me quitara las dichosas mallas. Mamá se arrodilló delante de mí, se echó hacia delante agarrándome la cintura de las mallas y tiró hacia abajo, mi erección afloró en todo su esplendor, mamá pasó de ella en principio. Y digo esto porque después de quitarme las mallas, se echó hacia delante y empezó a besarme el capullo, continuó bajando por el tronco hasta llegar a mis huevos y lamerlos.

Se quedó mirando embobada cómo mi polla se alzaba hacia arriba de lo excitado que estaba, pero enseguida engulló mi capullo al primer intento. Se conoce que tenía ya tanta práctica con mi abuelo que le había cogido la medida a nuestras pollas. Me la mamaba mirándome, para ver mi reacción, en esas circunstancias me era imposible aguantarme, no habían pasado ni cinco minutos y ya quería correrme en su lujuriosa boca.

—   Me voy a correr mamá. —le avisé entre jadeos.

—   Eso es lo que pretendo mi vida, que me alimentes.

Yo, que ya estaba en la gloria al escuchar eso empecé a eyacular alimentando supongo el morbo de mamá; quien entre lamidas cortas en el capullo y apretones de polla consiguió vaciarme por completo. Se irguió y nos estuvimos besando un rato durante el cual me permitió que le acariciara el culazo, su sexo me dijo que para después de comer; luego me puso el calzón corto.

—   Oye mamá ¿le has quitado la tela protectora de dentro?

—   ¿No es más cómodo así?

—   Sí, pero ¿y si se me sale?

—   Cariño si se te sale la polla te juro que te la como. —dijo dándome un espontaneo beso en los labios.  

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Sally preparó una comida tailandesa y comió con nosotros como era habitual. Ellas se sentaron juntas y yo enfrente en la silla de ruedas. Empecé a ponerme nervioso conforme se acercaba la hora de irme a acostar, hasta ahora mamá me había regalado un anticipo de lo que me esperaba. Una vez terminamos de comer ellas tomaron café, luego recogieron la mesa y se plantaron frente a mí sonriendo.

—   Ahora cariño te llevo a la cama para que descanses la espalda. —dijo.

Sally con su habitual seriedad empezó a recoger la mesa, mamá intentó ayudarla pero no se lo consintió diciendo que era su trabajo, entonces mamá empujó la silla de ruedas llevándome a mi habitación que estaba en la planta baja para mi comodidad.

La cama que había comprado mi abuelo era muy chula, tenía dos brazos integrados en el cabecero que al abatirlos quedaban a unos cuarenta centímetros sobre la cama, eran una excelente ayuda para poder moverme. Mamá me dijo que me sentara en la cama apoyándome en el cabecero y me puso cojines detrás para que estuviera cómodo.

Mi madre se quitó la camiseta con toda naturalidad. Al ver a mamá únicamente con las braguitas me di cuenta del pedazo de hembra que era. Mirándome con una sonrisa muy dulce pasó una pierna por encima de mí poniéndose de rodillas sobre la cama y yo gocé con su proximidad. Me abracé a ella con fuerza apoyando la cabeza debajo de sus pechos y me quedé quieto con los ojos cerrados, sintiéndome el hombre más afortunado de la tierra mientras que ella me acariciaba la cabeza. Cuando se me pasó esa sensación rocé con mis labios su piel, disfrutando al ver que se le ponía carne de gallina. Besé su estómago y su vientre, amasando su culazo cuyas carnes duras me volvían loco de deseo; menudos saltos hacia arriba daba mi polla. Al moverse mi erección rozó su vulva, ella agachó la cabeza y viéndome tan erecto me miró sonriendo.

—   Vida mía ¿tanto me deseas? —me preguntó.

—   Date la vuelta. —fue todo lo que pude decirle.

Pacientemente se dio la vuelta para que pudiera gozar con esa parte de su bellísima anatomía. Hice lo mismo. Apoyé primero la cara sobre su espalda y deslicé la mano por su ingle metiéndome dentro de sus braguitas; cuando mis dedos tocaron el chocho de mamá se me saltaron las lágrimas de las muchas sensaciones que experimentaba. Ella consentía que se lo sobara, podría haberme quedado así toda mi vida pero mi cerebro me dijo que debía seguir explorando el delicioso cuerpo de mamá.

Me entretuve besando sus lumbares y sus costados, no solo se le ponía carne de gallina con mis caricias también se retorcía y reía con las cosquillas que le producía en sus costados. Me centré en su culo y sólo de saber que uno de los objetos de mi deseo por mi madre lo tenía a mi alcance para gozarlo entré en éxtasis.

Las braguitas eran tan pequeñas que no lograban ocultar sus nalgas cuya redondez besé con devoción. Aparté las braguitas a un lado y contemplé la raja que las separaba, satisfice mi curiosidad abriéndola para verle el orificio del culo. Su esfínter casi no tenía pliegues, tampoco esa zona presentaba una coloración diferente al resto de la piel dándole un aspecto inmaculado; hasta en eso era perfecta.

Me deslicé tumbándome un poco, empujé su espalda hacia delante y ella se puso a gatas apoyando la cabeza sobre mis tibias y poniendo el culo en pompa. Casi me corro al contemplar su sexo por primera vez. La vulva depilada completamente, los labios mayores eran dos pliegues de carne pero los menores eran grandes, carnosos y sobresalían de la vulva varios centímetros, no me extrañó que al estar tapado con las braguitas le abultara tanto.

La agarré por los muslos tirando de ella hasta situarla a una distancia cómoda para mí y acerqué la cara. Me inundó el aroma penetrante de su sexo, una mezcla de su propio olor, sudor y meados que me hizo desear beberme hasta la última gota. Oleadas de placer inmenso recorrieron mi polla que se impulsó hacia arriba, manteniéndose así unos segundos; mi deseo se incrementó hasta convertirse en lujuria.

Saqué la lengua y empecé a tantear con ella la vulva, explorando cada pliegue y cada rincón, hasta besé la uretra por donde meaba. Mentalmente di las gracias a la enfermera por enseñarme a lamerle el coño. Mis caricias orales hacían gemir a mi madre y me sentí orgulloso de ser capaz de excitar a una mujer como ella. 

Pasada la primera sensación proseguí mi exploración. La textura y el sabor me enloquecían. Al darme cuenta de que le salía líquido transparente de la vagina supe que era el momento exacto para atacar el clítoris. Y lo hice como me aconsejó la enfermera vieja: titilando con la punta de mi lengua o lamiendo los alrededores y por encima. Descansaba un poco la lengua lamiéndole el esfínter del ano despacio y enseguida volvía a lamerle el clítoris.  

En pocos minutos el cuerpo de mamá empezó a estremecerse, jadeando entrecortadamente, de pronto arqueó la espalda y se corrió en medio de fuertes convulsiones, pero lo que verdaderamente me indicó que se estaba corriendo fueron las continuas contracciones de su vagina y su ano que yo recordaba perfectamente.

Siguiendo los consejos de la enfermera conté mentalmente hasta doce, sin precipitarme y luego froté despacio el capuchón del clítoris, sin tocarlo porque sabía que ahora estaba muy sensible. El resultado no pudo ser mejor, mamá volvía a correrse gimiendo como si sufriera. Conté hasta diez esta vez y en medio de sus suplicas de “más no” seguí insistiendo con mi lengua hasta que vi que se estaba corriendo de nuevo. Por último conté hasta cinco y seguí torturándola con mi lengua. El tercer orgasmo la dejó tan debilitada que se le escapó un chorro de pis mojándome la cara, entonces insistí con la punta de la lengua en su uretra y mamá me soltó dos chorros más que me bebí sin hacerle ascos (era curioso pero juraría que el pis de mi madre no olía como el pis verdadero, en realidad no olía a nada). Volvió a suplicarme que parara pero yo seguí a lo mío y metí la lengua dentro de la vagina para lamer como un cachorrito todo el flujo que manaba, aparte de salado me sabía a gloria, ni comparación que el de la enfermera; no obstante le estaba eternamente agradecido pues gracias a sus enseñanzas le hice correrse a mamá tres veces seguidas.

Después de eso ya no volvió a suplicarme que parase, la pobre se giró y se derrumbó sobre mí bocarriba. Respiraba con mucha fuerza quejándose lastimeramente, como si le hubiesen dado una paliza, estaba realmente agotada, viéndola así me hizo sentir por un momento su dueño y señor.

Tiré de sus muslos con fuerza y como me esperaba, ella colaboró pese al agotamiento logrando que su entrepierna quedara casi pegada a mi boca. Ella levantó la cabeza un momento y me suplicó con la mirada.

Como yo controlaba la situación no me apiadé, me entretuve lamiéndola el esfínter y el ano mientras se recuperaba. Observé una cosa curiosa, ella estaba tan relajada que el orificio del culo lo tenía abierto por lo que pude meterle la punta de la lengua y jugar a que le follaba el maravilloso culazo (al referirme al culo de mamá lo llamo “culazo” por lo bonito que es para mí, no porque lo tenga gordo).

Mamá tardó unos minutos en reponerse para que yo disfrutara, pero al final se irguió, se echó sobre mí poniendo medio cuerpo encima del mío y nos empezamos a besar, ella fue la que se separó diciendo que se ahogaba y reposó la cara en mi pecho huesudo.

—   Eres un ladrón cariño.

—   ¡Yo! ¿Por qué?

—   Me has robado la voluntad ¿Quién te ha enseñado a comer un coño de esa forma? Y no me salgas con que eres muy inteligente que no me lo creo, eso se aprende con experiencia, no en los libros.

—   Lo he aprendido ésta mañana, una enfermera vieja que es la jefa de Ana me ha enseñado a hacérselo antes de vestirme.

—   La madre que la parió, pasado mañana pondré una queja al director, se va a enterar esa ¿pero qué se ha creído ésa?

—   Tranquila mamá no es para tanto, yo he accedido voluntariamente.

—   ¿Y por qué has hecho eso Pablo? —dijo mirándome con reproche.

—   Para no quedar como un inocente chiquillo cuando estuviera contigo, al ver lo que pretendía me he dicho que aprendería mucho con ella y así ha sido.

—   Eso a mí no me importa, no se te ha ocurrido pensar que yo te hubiese enseñado ¡Yo quería enseñarte! Llevo más una semana imaginándolo.

—   Lo pensé mamá y te pido perdón por haberte negado eso, pero el resultado no hubiera sido el mismo, si lo piensas detenidamente sabes que tengo razón.

Mamá me miró y al cabo de unos segundos el cabreo le desapareció de la cara, en el fondo sabía que yo tenía razón, de repente su mirada se volvió pícara.

—   Y dime, esa enfermera que tú dices que es vieja ¿te gusta más que yo?

—   Por favor mamá no hay comparación aunque tiene un cuerpo estupendo para su edad y lo alta que es.

—   Así que está estupenda pues ya verás…

Se fijó en los brazos paralelos que salían del cabecero y los abatió hacia delante, me miró con picardía y en un alarde de acrobacia se sujetó con una mano al cabecero y colocó sus piernas sobre esos soportes quedando completamente espatarrada frente a mí. Me quedé tan cortado que ella misma tuvo que agacharme la cabeza con una mano y, para evitar que me hiciera daño me la sujetó mientras movía despacio sus caderas, restregándome su sexo contra mi boca.

—   Cómemelo cariño. —me pidió.

Me puse a ello con renovados deseos, mamá estaba tan excitada que apenas me costó llevarla al máximo placer.

—   ¡Qué gusto me das! Devóramelo como si fueras un animal. —me dijo.

Verla así de salida alimentó mi ego, no estaba seguro de qué me había querido decir por si acaso mordí con suavidad sus labios menores y el capuchón del clítoris tirando de ellos. Ella se retorcía de gusto haciendo una excitante coreografía. Pensé que se iba a correr de un momento a otro pero no. Se bajó de encima de los soportes y los replegó para que no nos estorbaran, luego me separó un poco las piernas y me arrimó sus pezones a mi boca. Los lamí y chupé de uno en uno maravillándome de lo duros que se le habían puesto.

Mientras yo estaba entretenido con sus pechos ella me separaba más las piernas con sus rodillas.

—   Por mí no lo hagas mamá.

—   No es por ti cariño, es por mí no quiero que nada se interponga cuando me meta tu polla y así es la mejor manera de que me entre hasta el fondo.

Dicho eso agarró mi polla restregándola contra su chorreante vulva (Casi me corro del gusto que sentí), se sentó despacio y se la fue metiendo. El calor de su esponjosa vagina me abrasaba la polla y sus gemidos me excitaban poniéndome a tope. Con mi polla metida hasta los huevos empezó a cabalgarme despacio. Le abracé pero ella me separó para echarse sobre mí pidiéndome que le mamara las tetas ¡Dios cómo gozábamos! Mamá se había puesto en cuclillas y me cabalgaba deprisa o despacio, según. A veces se detenía, me apretaba la polla con su vagina y descendía deslizándose a lo largo de mi polla, a mí eso me volvía loco.

Estando así, en cuclillas con las manos sobre mis hombros para sujetarse me follaba despacito. Me agarré a su culazo apretando las deliciosas nalgas y, mientras le mamaba los pezones le sobaba el culo aunque se me escapaban los dedos para acariciarle el ano, tanta excitación nos estaba llegando a la locura.

—   Vida mía me apuñalas con tu polla ¡Así, dame una muerte dulce! —me dijo, yo intenté separarla un poco más para verlo mejor pero ella me lo impidió pegándose contra mí.

—   Sólo es un poco, para verlo.

—   Ahora no mi vida, no te muevas. —dijo jadeando.

—   ¿Te pasa algo mamá? —pregunté un poco preocupado.

—   No cariño —dijo pero su cuerpo se estremeció y entre jadeos prolongados logró continuar—, ahora mismo estás dentro de mi útero y te quiero ahí, quitecito, para que pueda gozar. —dijo estremeciéndose otra vez.

—   Yo no noto nada especial.

—   Si te corrieras ahora mismo y yo no tomara precauciones me dejarías embarazada en un santiamén, estoy ovulando ahora mimo, me lo noto.

—   ¿Probamos? —pregunté excitado.

—   Por supuesto que no, preña a otras mujeres nunca a tu madre.

—   ¿Y por qué no puedo dejar embarazada a mi madre?

—   Hay cariño porque el feto saldría malformado o ¿no sabes eso? —dijo impaciente porque no hacía más que entretenerla.

—   Claro que lo sé mamá, no necesito una clase magistral, sólo quiero que sigas hablando, me pone muy cachondo las cosas que dices.

—   ¡Ah Sí! Pues esto te pondrás más —dijo acercándose a mi oído— me gusta tu rabo más que el de tu abuelo, tú lo tienes más duro y un poco más grande, estoy deseando que llegue el día que te puedas mover para que me des polla a todas horas —me susurró.

Sus palabras fueron las culpables de que alcanzara el clímax. Empecé a eyacular de manera muy rápida con contracciones muy fuertes. Era tanto el esfuerzo y tan intenso el placer que durante un segundo creí que me moría. Dos o tres segundos después notaba las contracciones de su vagina apretándome la base de la polla, instintivamente necesitaba metérsela hasta al fondo y le agarré por los hombros empujándola hacia abajo lo que provocó que le bombeara más lefa, al acabar de correrme noté que mi semen escurría por mis huevos  y pensé: << ¡Qué barbaridad! En mi vida me había corrido tanto >>.

Mamá tuvo que apoyar el culo en la cama porque se había quedado sin fuerzas para moverse, por lo que mi polla quedó dentro de su vagina. Los dos respirábamos ruidosamente, tratando de coger el máximo de aire; minutos después apreté su culo contra mí, mi polla que aún no se había aflojado volvió a entrar dentro de su escurridiza vagina y nos morreamos hasta que nos dolió la lengua, pero no pude impedir que la polla se me pusiera dura otra vez.

—   ¿Tienes más ganas? —me preguntó incrédula.

—   Creo que sí. —le dije provocando las contracciones de mi polla.

—   ¡Joder cómo se te estira! ¿qué te apetece hacerme?

—   Ahora mismo desearía meterme dentro de ti hasta el fondo.

Mamá se movió separando las piernas a tope y se agarró a mi cuello.

—   Vamos cariño metete todo lo que quieras. —me dijo.

Me ocurrió lo que la primera vez, mi necesidad por sentirme tan dentro de ella me llevó a abrazarla con fuerza y a la vez empujar hacia abajo con la mano que tenía sobre su hombro, luego apoyé la cabeza sobre su hombro libre, ella hizo lo mismo. Estando perfectamente acoplados el uno al otro le acaricié el culo, apretando su sedosa nalga, luego palpé la raja de su culo buscándole el ano, cuando llegué al esfínter presioné con la punta de mi dedo y se lo metí un poquito. Mamá tuvo un pequeño sobresalto y ese fue el detonante para que volviera a correrme.

—   Así amor mío, vacía tus cojones dentro de mí. —me susurró al oído.

Sus estimulantes palabras no provocaron el mismo bombeo de lefa que la primera vez.

Esa segunda corrida no fue tan potente, ni tan placentera quizá, pero fue mucho más “sentida” ya que tenía los sentimientos a flor de piel; lo mejor de todo fue notar en el dedo que tenía dentro de su culo que ella se estaba corriendo conmigo. Apenas unos segundos después, desplazó su cara frotándose con la mía hasta llegar a mi boca entreabierta, empezó a meterme y sacar su lengua pero yo se la atrapé con mis labios y chupé toda la saliva que ella me daba.

—   ¿Te has quedado satisfecha? —le pregunté al separar nuestras bocas.

—   ¿Tú que crees?

—   Yo… —no pude comenzar la frase.

Y es que después de follar con mi madre, eran tantas las sensaciones y sentimientos que sentía que se me hizo un nudo en la garganta y opté por deshacerme de él dejándole salir con naturalidad, llorando, pero de felicidad, otra cosa que no sabía.

—   Mi vida ¿qué te pasa? —dijo levantando mi cara entre sus manos.

—   Lo siento mamá, pero no puedo evitarlo.

—   ¿Qué te pasa? Dímelo por favor no me dejes con la duda. —dijo apenada.

—   Es que… no imaginas cuanto lamento ser tu hijo en este momento.

—   Pero cariño ¿por qué me dices eso?

—   Porque al ser mi madre jamás me enamoré de ti, no imaginas cuanto envidio al hombre que sea capaz de amarte.

—   ¡Oh dios…! —exclamó mamá emocionada—y tú no imaginas lo que siente una madre cuando su hijo le dice eso, eres tan dulce… y tan tierno… Jamás imaginé que pudiera atraerte de esta forma, haces que me sienta muy orgullosa de ser tu madre. —me dijo acurrucándose contra mí, minutos más tarde nos quedamos dormidos.

Despertamos sobre las siete y media. Mamá me puso el calzón corto en cambio ella permaneció desnuda, me sacó en la silla a la terraza y dijo que iba a darse un baño en la piscina; me quedé embobado viéndola caminar hacia ella.

—   A tu edad nunca te satisfaces del todo Poli. —dijo Sally que así me llamaba desde que me conoció porque no sabía decir bien mi nombre.

—   Hola Sally, estás guapísima. —le dije al verla.

Llevaba un vestido de seda con el cuello cerrado, sin mangas y con dos cortes a los lados que nacían en sus caderas y terminaban casi a sus pies. La verdad es que Sally nunca me había llamado la atención pero al verla ahora así, con toda la pierna al aire y mi mente imaginando si llevaba o no braguitas me olvidé de mi madre; dudé con la conveniencia de preguntarle o no y opté por el no, siempre la he respetado y ella a mí también.

—   No llevo Poli, no sigas pensando en eso. —dijo ella para mi asombro.

—   No sé a qué te refieres. —dije poniéndome colorado.

—   Bragas, estás pensando si las llevo o no. —dijo mirándome con seriedad.

Iba a preguntarle cómo había adivinado lo que pensaba, pero en ese momento ella dio media vuelta metiéndose en la casa. Podía haber zanjado el asunto, pero mi retorcida mente se puso a trabajar inmediatamente tratando de dar con la respuesta del por qué no llevaba bragas estando en casa ¿acaso se la follaba a mi abuelo? ¡Dios, qué tortura!

Mi abuelo llegó a casa a las siete y media de la tarde. Se agachó dándome un beso cariñoso y un apretón en la polla, al enderezarse de nuevo fue cuando vio a mamá, desnuda sobre una hamaca y aparentemente dormida y toda su atención se centró en ella. Yo le observé pero no hizo nada destacable. Sally salió a recibir a mi abuelo y se besaron en los labios, como siempre hacen.

Ella Le ayudó a quitarse la chaqueta, le cogió el maletín y dio media vuelta seguida por mi abuelo, pero éste se detuvo y se giró para contemplar a su hija otra vez. Sally apareció de nuevo quedándose tras él, parecía decirle algo porque mi abuelo asentía con la cabeza sin despegar los labios. No podía oírles porque estaban bastante separados y hablaban bajito. De pronto observé que de detrás de mi abuelo apareció la pequeña mano de Sally y le agarró la polla por encima del pantalón. Éste no se inmutó, permaneció de pie con las piernas separadas un poco; me fijé en que lo que agarraba Sally crecía a ojos vista.

Mi abuelo me miró de pronto, como si acabara de descubrir que les observaba. Dijo algo y la manita que agarraba su polla, se deslizó por el pantalón sobre toda su longitud. Los ojos de Sally emergieron de detrás del brazo de él y me miraron, algo le estaba diciendo a mi abuelo porque él asentía con la cabeza. Los ojos de Sally se ocultaron detrás de mi abuelo otra vez y éste se sujetó los pantalones. Entonces la manita bajó la cremallera de la bragueta y se introdujo dentro.

 << ¡Joder! Ver que esa mano se movía por dentro de los pantalones me mortificaba tanto que me empalmé >>.

Sally asomó la cabeza para mirarme y empezó a mover el brazo cuya mano estaba dentro de la bragueta, aunque el movimiento era lento pude adivinar que le estaba masturbando, pero la mano salió de su escondite enseguida. Mi abuelo me guiñó un ojo y él y Sally desaparecieron en el interior de la casa.

<< Sabía que estaban jugando a ponerme cachondo y si hubieran esperado sólo unos minutos más me habría corrido sin necesidad de tocarme, pero me habían dejado con las ganas ¡Qué cabrones! >>

—   ¿Qué te pasa hijo?

La voz de mi madre me sobresaltó un poco.

—   Nada, sólo pensaba.

—   ¿Y en qué piensas para estar así de empalmado? ¿En mí?

—   No. —le conté a mi madre lo ocurrido entre Sally y mi abuelo.

—   Mi padre es un pervertido, seguro que ha disfrutado viendo cómo te empalmabas.

—   ¿Crees que se folla a Sally? —le pregunté.

—   No lo creo hijo, lo sé porque yo también he participado. —me confesó sentándose en silla a mi lado.

—   ¡Joder mamá! ¿has hecho tríos con Sally y mi abuelo?

—   Sí.

—   ¿Cuántos?

—   Dos, mientras estabas en el hospital.

—   ¿Lo repetirás para que yo os vea? —pregunté excitado.

—   Seguramente no.

—   ¡No es justo mamá! Me lo he perdido todo.

—   Cariño, a veces lo justo es terriblemente injusto, pero la vida es así, de todas formas no te preocupes, estoy segura de que tu abuelo te invitará a sus depravadas fiestas alguna vez, ya lo verás. Oye ¿quieres que te calme la calentura?

—    Ahora no mamá, si nos ve el abuelo estoy seguro de que querrá follarte y te separará de mí.

—   Será si yo lo consiento.

—   No puedes hacer nada mamá, son los privilegios del “macho alfa”.

—   Tu abuelo no tiene ningún privilegio sobre mí y ese rollo sobre la manada no son más que chorradas.

<< Miré a mi madre con ganas de decirle que no eran chorradas pero me lo pensé mejor y opté por guardar silencio >>.

Esa misma noche, mamá se comió sus propias palabras. A la hora de acostarnos, ella se vino conmigo como hace siempre desde que llegué a casa. Nos enrollamos y cuando más excitados estábamos, apareció mi abuelo y le dijo que subiera a su dormitorio, ella le dijo que no, él la cogió por un brazo y poniéndola de pie se la llevó.

Mamá se dejó arrastrar sin oponerse, pero al salir de mi habitación volvió la cabeza y me miró. No dijo nada, pero sus ojos y el gesto de su cara mostraban una excitación brutal. Les seguí con la mirada hasta que doblaron una esquina, me sentí tan decepcionado con mi madre, que mi erección se derrumbó como un castillo de naipes y mi excitación desapareció como el humo; al dormirme ni siquiera imaginé si se les había unido Sally.  

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El martes estaba muy mosqueado con mi madre. No le pedí explicaciones del porqué había preferido irse con mi abuelo en vez de quedarse conmigo, ella tampoco me las dio, actuaba tan tranquila, como si no hubiera pasado nada la noche anterior. En vista de la actitud tan despreocupada de mi madre, decidí castigarla con no enrollarme con ella, aunque fuera yo el más perjudicado.

Después del desayuno mi madre intentó enrollarse conmigo, besándome y metiéndome mano por dentro del calzón, al ver que no obtenía ningún resultado insistió, hasta que se dio cuenta que yo no quería colaborar y en vez de pedirme explicaciones, que sería lo normal, optó por irse a tomar el sol; se tiró así toda la mañana. Su comportamiento altanero me encabronó todavía más y, cada vez que quería mear llamaba a Sally en vez de a mi madre.

Por la noche, me di cuenta que dejarse llevar por el orgullo era un defecto que debía corregir. Cuando mi madre me llevó a mi habitación le pedí perdón por haberme comportado como un niño malcriado, ella me escuchó sin decir nada. Cuando terminé de hablar me echó los brazos al cuello y empezó a besarme y yo a sobarle las deliciosas tetas.

Hicimos un alto para que nuestras bocas descansaran, entonces le pregunté si se iba a quedar conmigo toda la noche conmigo, me contestó que sí, cuando le pregunté si se iría con mi abuelo, me contestó que no, que esa noche era toda mía y volvimos a besarnos. Metió la mano dentro de mi calzón para agarrarme la polla y darme apretones mientras me besaba, yo metí la mía dentro de sus bragas y le sobaba todo el coño sintiendo que mis dedos se humedecían.

Cuando mejor estábamos apareció mi abuelo. Sólo tuvo que mirarla para que ella se levantara de la cama y le siguiera mansamente. Esa noche odié a mi madre.

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Al día siguiente, miércoles, mi madre me llevó a la rehabilitación. Durante el trayecto no intercambiamos ni una sola palabra, entre los dos se había abierto un espacio que sin duda con el tiempo se haría cada vez más grande.

Nada más entrar en el pabellón la jefa de Ana se me acercó sonriendo, cosa que ya me esperaba. Cuando me metí dentro del tanque había dos pacientes más con sus respectivas fisioterapeutas, pero para la vieja fue como si no existieran, no se cortó un pelo a la hora de agarrarme la polla, cualquier excusa era buena para tocarme, con disimulo eso sí.

Lo mejor empezó cuando salieron los pacientes dejándonos solos, como ya no tenía que disimular se acercó a mí sonriendo.

—   ¿Hacia dónde cargas tu polla normalmente, a la derecha o a la izquierda? —me preguntó metiendo la mano por dentro de mis mallas.

—   Dímelo tú, me la estás tocando ahora mismo. —le contesté.

—   Cómo me gustaría comértela ahora mismo, junto con éstos. —dijo apretándome los huevos al referirse a ellos.

El cabreo con mi madre me empujaba a enrollarme con ella, así que como estaba a mi lado sólo tuve que meter la mano por la pernera de su bañador para tocarle el chochazo. Ella me confesó que yo le ponía, entonces le pedí que me hiciera una paja, pero ella dijo que no era el lugar ni el momento adecuado, tuve que darle la razón y lo dejamos, pero ella ya sabía que también me ponía.

Me sacó del tanque para continuar los ejercicios en una camilla, me llamó la atención que no se aprovechara para tocarme mientras me secaba. Supongo que al estar rodeados de más gente y a la vista, había que ser más cuidadosos y ella lo era, pero al moverme las piernas volvió a la carga. Siempre que podía me tocaba la polla, ella decía sonriendo que era accidentes y al mismo tiempo me agarraba la polla con toda la mano.

Los dos acabamos los ejercicios muy excitados. Me dijo que antes de ir al vestuario habría que esperar a que casi todos se hubieran marchado y se fue. Esta vez no tuve que esperar mucho, la vieja vino cuando solo quedaban cuatro personas, dijo que esos pacientes no irían a los vestuarios y entonces me llevó a mí. Pasamos por delante de Ana que me miró apurada <>.

La enfermera cerró la puerta con llave, me tumbó sobre una camilla y sin miramientos me quitó las mallas dejándome desnudo y se desnudó ella también. Al observarla << me dije que para ser una vieja tenía un cuerpo muy deseable a pesar de sus años ¡Vamos! Que tenía un polvo y yo se lo iba a echar >>.

Pasó una pierna por encima de mí, se sentó sobre mi vientre “a caballo” y después de asegurarse que no me hacía daño se agachó. Me miró unos segundos como lo haría un lobo a su presa y me estampó su boca contra la mía, su lengua entró rápidamente enroscándola a la mía como si fuera una serpiente. Tenía la boca tan abierta como las fauces de una leona, abarcándome la mía por completo, si me hubiera tapado la nariz me hubiese asfixiado; no me intimidó, empecé a estrujarla el culazo sorprendiéndome que lo tuviera duro.

Al cabo de unos minutos ella empezó a menear el culo, restregándome su húmeda vulva contra mi polla, el calor de ésta y el frescor de su culo me producían una sensación tan excitante que mi polla empezó a ponerse tiesa. De esa forma empezamos una conversación mezcla de perversión y lujuria.

—   ¡Vida mía como me pones!

—   ¿Y cómo te pongo?

—   Muy salida, estoy como una perra en celo por tu culpa. Fíjate si estoy salida por ti que sería capaz de matar a tu madre y a tu abuelo para adoptarte y tenerte sólo para mí.

—   ¡Joder! Eso es una bestialidad.

—   ¡Coño! Que no lo digo en serio, es porque estoy muy cachonda.

—   Ya lo sabía. —Dije mordiéndola el labio inferior.

—   Eres malo conmigo.

—   Tú sí que eres mala ¿No te remuerde la conciencia por follarte a un niño?

—   ¡¿Niño?! ¡Ja! Un niño se habría echado a llorar pidiendo socorro, pero tú no, tú gozas conmigo.

—   ¿Y por qué no iba a gozar? Estás muy buena para ser una vieja.

—   Una de cal y otra de arena, eres un cachondo y ¿sabes lo que les hago a los cachondos?

—   No ¿qué?

—   Me como sus cojones.

Se levantó, se dio la vuelta para hacerme un 69 y volvió a agacharse para empezar a morderme los huevos con mucha delicadeza. Yo me agarré a sus muslos y me quedé acojonado al verla la vulva ¡Vaya chochazo tenía la vieja! Empecé por morderle los gruesos labios mayores, estirando con los dientes hacia un lado para abrirle el chochazo, luego me ayudé con las manos para abrirle la almeja y continué lamiéndole toda la vulva a base de lametazos prolongados, desde el clítoris hasta su ano. Así estuve un ratito, luego abrí con mis manos la raja de su culo. Los alrededores del ano tenían un color más oscuro que el resto de la piel, no me importó, estaba muy cachondo para sentir escrúpulos. Lamí los alrededores del ano y jugué con el esfínter.

Noté que tenía la polla como una piedra, ella consideró que tenía que follarme porque se levantó dándome la espalda, me separó todo lo que pudo las piernas y se sentó en medio de mis piernas, sobre mi polla que entró como un misil hasta el fondo. Se quedó quieta moviendo únicamente el culo adelante y atrás despacio; dejé que gozara un poco antes de hacerme con el control de la situación; cosa que sucedió segundos más tarde.

—   Date la vuelta para que pueda comerme tus tetas ¡So guarra! —le ordené unos minutos después.

Ella giró la cabeza mirándome sorprendida pero no se lo pensó, se dio la vuelta despacio para no tener que sacarse mi polla y se echó hacia mí poniendo sus tetas a mi alcance. Me lancé como un felino atrapando un pezón con mi boca ¡qué gordos los tenía! Lo mordisqueé con cuidado, lo lamí y lo succioné con fuerza estirándolo con los labios; luego salté a por el otro.

—   ¡Me matas Pablo! ¡Me matas! —pronunció entre jadeos.

Estaba tan cachonda como pretendía, pero si quería someterla del todo tenía que emplear las palabras con sumo cuidado. Con un brazo la atraje contra mí y con la otra mano sujeté su nuca contra mi hombro.

—   Si pudiera moverme te clavaría a la camilla a base de pollazos, da gracias a que no pueda moverme porque te ibas a enterar. —le dije al oído.    

Mis palabras surtieron efecto, nada más decirlas empezó a correrse como una loca. Su cuerpo se agitaba como si le hubiera dado un ataque epiléptico, tal como me decía, le toqué el coño con las manos al tiempo que volví sobre sus pezones, volvió a correrse jadeando y bufando, no me dijo nada más, pero yo seguí haciendo lo mismo que antes: frotaba despacio alrededor del clítoris y mamaba sus tetas, sin querer hice que su orgasmo se prolongara más y más, hasta que me suplicó: “—Ya vale cariño, me estás matando—“.

No me apiadé de la pobre vieja, seguí castigándola a base de prolongar su agonía todo lo que pude hasta que noté que se meaba la muy guarra, entonces sí dejé de torturarla.

Se quedó sobre mi hombro sin moverse, escuchando sólo su respiración agitada, pasaba el tiempo y como seguía sin moverse, pensé que se había dormido y se me ocurrió una idea para despertarla. Le palpé el culo con las manos, separé sus nalgas y la toqué el ano.

—   No cariño, que estoy muy sensible.

—   Perdona, creí que te habías dormido.

—   Ya ves que no, pero me has dejado sin fuerzas, ningún tío de todos con los que he estado me han dejado así.

—   ¿Eso es un cumplido?

—   El mejor que se me ocurre, pero si no me has entendido te lo diré más claro: eres el mejor amante que ningún hombre de todos los que me han follado, nunca nadie ha hecho que me meara de gusto, tú sí ¿me has entendido ahora?

—   Perfectamente, me hace sentir orgulloso, pero hay algo que quiero decirte.

—   ¿Qué?

—   Aun no me he corrido.

—   ¡Ay pobre! —exclamó y se irguió rápidamente con la intención de follarme otra vez pero yo no se lo permití, quería saber lo que se siente cuando tienes el poder sobre una persona, como mi abuelo con mi madre.

—   ¡No, no me folles! —dije deteniéndola— retrocede y haz que me corra con la boca, que yo pueda verlo.

Hizo lo que le pedía sumisamente, se sentó entre mis piernas y se agachó sobre mi polla.

—   No te olvides de decirme guarrerías mientras lo haces, me excitan mucho. —le recordé.

—   ¡Me encanta comerte el rabo! ¿te gusta así? —decía engullendo mi capullo y masturbándome deprisa.

—   Sí… pero no me masturbes tan rápido, déjame ver un poco más.

—   Eres un cabrón pervertido. —dijo ella consciente de que hacia mi voluntad.

—   Lo sé ¿y qué vas a hacer?

—   ¡Yo, nada! conozco tu juego, por algo soy más vieja. Me pone que me trates así, vas a ser el primero que me doblega, jamás se lo consentiré a otro, sólo a ti porque creo que eres un hombre en el cuerpo de un niño.

—   ¿Y tu marido?

—   Por ese no te preocupes, es mi cornudo particular, se excita mirando cómo me follan otros hombres y consiente que le domine.

—   Bien, ahora dame gusto.

Y la tía se afanó. Deslizaba su lengua desde la punta hasta los huevos y volvía al principio dándome pequeñas lamidas como un gatito, así una y otra vez. De vez en cuando frotaba mi frenillo por toda su lengua, o me masturbaba agarrándome la polla con fuerza y estirando de ella, también me mamaba el capullo y me succionaba el agujero de la uretra, imagino que se deleitaba chupando mi líquido preseminal.

—   Sabes delicioso, dame tu lefa cariño, no te aguantes.

—   ¿Por qué tengo que dártela?

—   Porque soy tu puta y tú mi macho, si te doy gusto tienes la obligación de premiarme.

—   Entonces ¡Tómala, ya me viene! —le dije, porque sus palabras eran más estimulantes que verla mamar de mi polla.

Ella me atrapó el glande con la boca reteniéndolo con los labios apretados. Mi polla comenzó a bombear lefa en rapidísimas contracciones. Sentí un gusto enorme que me duró tres o quizá cuatro segundos, pero fueron suficientes para quedarme sin fuerzas y derrumbarme hacia atrás en la camilla incapaz de aguantar erguido.

La vieja me pagó con la misma moneda, continuaba ordeñándome con la boca y con la mano, provocándome fuertes convulsiones por tener la punta del glande muy sensible, mis quejidos no la detuvieron, la vieja me masturbó hasta que consiguió que de nuevo mi polla se contrajera y le bombeara lefa cuatro o cinco veces más.

<>.

Sonrió satisfecha al verme agotado, trepó hasta mi cara y volvimos a besarnos, mordiéndonos los labios y la lengua.

—   ¿Cómo te llamas? —le pregunté recordando que ni siquiera sabía su nombre.

—   Rosa.

—   Pues encantado Rosa —le dije y pregunté— la primera vez que nos vimos dijiste que me contarías algo, ¿te acuerdas?

—   ¡Ah…! En realidad es una tontería.

—   No me importa.

—   Pues resulta que Ana le contó a todo el mundo que tú tenías una superpolla, por eso pasó lo de aquella noche que tú sabes, tenía mucha curiosidad por saber si tu polla era tan especial como decía Ana.

—   Aquella noche os pasasteis, los dos tíos que vinieron contigo se follaron a mi madre.

—   Uno es mi marido, Pedro, el otro se llama Antonio pero le llamamos Toni, se lo cobraron por ayudarme. Lo siento, son cosas que pasan.

—   Supongo que sí. —dije.

—   Escucha Pablo, Ana está muy enamorada de su novio, en realidad es su pareja porque viven juntos. Parece una mosquita muerta pero su picadura puede hacerte mucho daño, no para de contar a todo el mundo que le pregunta, que piensa divertirse con tu polla todo lo que pueda, no seas tonto y olvídala.

—   No si yo…

—   Sientes algo por ella, te lo noto en la mirada por eso te advierto, cuanto más lejos mejor.

<< ¡Joder! No me esperaba eso de Ana, pero Rosa tenía razón, cuanto más lejos mejor. No iba ser víctima de su engaño ni de cualquier otra ¡A la mierda las tías! ¿Quién las necesitaba teniendo mujeres como Rosa rendidas a mis pies? Me dije y me hice un juramento: No volveré a enamorarme de una tía joven en mi vida>>.

—   Bueno mejor será que salgamos, llevamos mucho tiempo. —dije.

—   Sí —dijo desilusionada— pero antes déjame despedirme de tu polla.

—   Vale pero date prisa.

Rosa se agachó para besarme la polla y los huevos, al final tuve que retirarle la cabeza porque ya intentaba ponérmela dura de nuevo.

Ella sacó la ropa de la bolsa de deporte poniéndola sobre la camilla, cuando me iba a poner la camiseta alguien golpeó la puerta metálica de la entrada “—Pablo ¿estás ahí? —“.

—   ¡Hostias es mi madre! —dije reconociendo su voz.

 Sonó el móvil de Rosa, al cogerlo me dijo que era su marido.

—   Está con tu madre detrás de la puerta.

—   ¡La cagamos! —dije.

—   ¡De eso nada! Tú estate tranquilo que la responsabilidad es toda mía. —dijo Rosa y cogió las llaves de su uniforme para abrir la puerta.

—   ¡Un momento, que estás desnuda! —le advertí pero ya era tarde, estaba abriendo la puerta.

Entró mi madre hecha una furia y detrás Pedro, el marido de Rosa al que reconocí al instante como el enfermero que la sujetaba por la entrepierna; Rosa volvió a cerrar la puerta y echó la llave.

—   ¡Qué le estás haciendo a mi hijo so puta! —gritó mi madre al vernos desnudos.

—   Si se calma se lo explico enseguida, como ve él está perfectamente. —dijo Rosa que aun estando desnuda no perdió la compostura como mi madre. 

—   Mamá no me pasa nada, tranquilízate por favor. —le pedí.

—   ¡Qué me tranquilice dices! ¡le voy a sacar los ojos a esta puta!

Mi madre intentó enganchar por el pelo a Rosa, sin tener en cuenta que ésta era un poco más alta y que encima tenía los brazos más largos. Rosa Se movió con agilidad, dio un paso atrás y le sujetó las manos a mi madre, la giró y la empujó hacia atrás. Mamá trastabilló y cayó sentada sobre la camilla, pero se levantó y saltó con la agilidad de un gato enganchando por los pelos a Rosa, ésta gritó de dolor por los estirones que le daba mi madre. Le dije a su marido que las separara pero éste no se movió, siguió observando la pelea.

—   ¡Suéltame el pelo, loca! —chillaba rosa.

—   ¿Loca Yo? Y tú guarra. —le soltó mi madre agitando la mano con la que agarraba los pelos de Rosa.

—   ¡Ya me has hinchado los cojones! —dijo Rosa.

Rosa golpeó la entrepierna de mi madre con su puño y ésta gritó de dolor soltando el manojo de pelos de inmediato para ponerse las manos en la zona dolorida. El golpe de Rosa había sido efectivo, mamá no sólo se quejaba, se la doblaron las piernas y quedó sentada en el suelo agachada por el dolor.

—   La madre que la parió, menudo estirón de pelo me ha dado esta loca. —dijo Rosa frotándose la cabeza.

—   ¡Joder Rosa te has pasado! —dije yo viendo la cara de sufrimiento de mi madre.

—   ¡Y ella qué! —exclamó cabreada.

—   Eres una hija de puta, me has hecho mucho daño. —dijo mi madre con voz de sufrimiento.

—   ¡Y tú una gilipollas! ¿qué pretendías pija de mierda, dejarme calva?

—   Mamá —dije intentando llamar su atención pero no se callaba, seguía insultando a Rosa.

—   Hazle caso a tu hijo y podremos hablar. —le recomendó Rosa frotándose la cabeza.

—   ¡cállate puta! ¿no te da vergüenza abusar de mi hijo?

—   mamá —repetí y como seguía le di un grito— ¡Mamá vale ya joder!

Mi madre se cayó de golpe mirándome sorprendida.

—   Rosa no ha abusado de mí, hemos tenido sexo consentido y muy gratificante —Rosa me dio las gracias y mamá la fulminó con la mirada— Te lo dije, no sé si te acuerdas pero te lo dije. Ella es quien me ha enseñado a comer un coño y me trata con muchísimo cariño.

—   Yo no recuerdo que me lo dijeras.

—   Pues te lo dije.

—   Tu amiga me ha pegado Pablo ¿eso te parece bien?

—   No, no me parece bien pero has sido tú la que ha empezado estirándole de los pelos.

—   Pero yo no la he hecho tanto daño. —dijo empezando a llorar.

—   Ven que te miro. —dijo Rosa tendiéndole la mano.

—   ¡Aparta tu mano de mí, asquerosa! —dijo mi madre rechazando su ayuda.

Intentó levantarse ella sola tirando de su orgullo, pero el dolor se lo impidió por lo que terminó agarrándose a la mano tendida de Rosa, ésta la ayudó a ponerse de pie y la ayudó a sentarse en la camilla, cuando intentó pasarle una pierna por encima de la camilla, mi madre volvió a la carga.

—   ¡Te he dicho que no me toques, puta!

—   Mira sólo pretendo ponerte cómoda para poder examinarte, soy enfermera.

—   Tú no eres enfermera, eres una zorra.

En vista de que con mi madre no había manera, la sujeté por los hombros y tiré de ella hacia mí para que apoyara su espalda en mi pecho.

—   ¿qué intentas hacer? —me preguntó furiosa.

—   Que estés cómoda y dejes que te mire, nada más, pero si no quieres ya puedes marcharte, yo saldré dentro de un rato. —le dije rindiéndome.

—   ¡Vas listo! Si crees que te voy a dejar aquí sólo con la zorra ésta. —dijo.

Ella misma levantó las piernas apoyando los pies separados sobre la camilla.

—   ¡Venga ya me puedes mirar! Pero te advierto que como me hayas hecho algo malo te denuncio por agresión.

Rosa aguantó todas las burradas que le decía mi madre, llenándose de paciencia se sentó en la camilla y metió la mano por debajo del vestido de mi madre para quitarle las bragas. Pedro se colocó al lado de Rosa para mirar.

—   ¿Y ese que hace mirando? —protestó mi madre dirigiéndose a Pedro.

—   Éste, como tú dices es mi marido y da la casualidad de que también es enfermero.

—   ¡No quiero que me vea el coño! —exigió mi madre.

—   Pues entonces cierra los ojos y asunto arreglado. —le recomendó Rosa terminando de quitarle las bragas dejándolas caer al suelo.

Rosa recogió el vestido sobre la cintura de mi madre y se agachó entre sus piernas para examinarla, supongo que no encontró nada anormal por eso empezó a besarle el sexo a mi madre pillándola por sorpresa. Mi madre reaccionó intentando levantarse pero yo la retuve sujetándola por los hombros con fuerza por lo que permaneció recostada sobre mí.

—   ¡Te exijo que no me hagas eso! —exclamó mi madre.

—   Tranquilízate, no veo que te pase nada malo, ni siquiera tienes la vulva hinchada así que te estoy dando besitos de “cura sana”. —le explicó Rosa.

—   Pues no quiero tus besos. —afirmó mi madre.

Como quieras dijo Rosa, entonces arrimó su boca al coño de mi madre y empezó a comérselo.

—   ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! —se quejó mi madre.

—   ¿Te duele mamá? —le pregunté preocupado.

—   No. —contestó quejándose.

—   Entonces ¿por qué te quejas tanto?

Se lo pregunté sabiendo de antemano por qué se quejaba pero quería que ella me lo dijera.

—   Porque me está gustando —dijo en voz baja.

—   Entonces disfrútalo y no te preocupes.

Rosa continuaba sus chupeteos y lamidas tanto en el coño de mi madre como en su culo. Al cabo de unos minutos noté que mi madre cedía, se relajaba y gozaba con la comida de coño que le hacía Rosa. Pedro se había puesto nuestro lado desnudo y estaba entretenido desabrochando los botones del escote de mi madre, ella miraba cómo se los desabrochaba sin decir nada, pero lo que más miraba era la polla tiesa de éste mordiéndose el labio inferior, yo creo que mi madre calculaba cuanto le iba a gustar tenerla dentro. Pedro terminó de desabotonar el vestido a mi madre y al abrirlo vio al igual que yo que no llevaba sujetador, tras reponerse de la sorpresa le sacó las tetas al aire.

—   Disfruta mamá. —dije y me agaché para besarla.

Mamá no me rechazó, aceptó mi beso y me dio su lengua para que jugara con ella mientras Pedro le lamía los pezones. Al sentir los primeros gemidos de mi madre en la boca dejé de retenerla. Ella no intentó nada salvo coger con sus manos la cabeza de Pedro y guiarle de un pezón a otro para que se los chupara por igual. Al mismo tiempo la boca de Rosa seguía causando estragos en mi madre. Como ya estaba la situación muy caliente <>.

Dejé de besarla para hablarle en un susurro.

—   El pobre Pedro tiene la polla tiesa por tu culpa, harías bien en chupársela.

—   ¿Tú crees?

—   Sí mamá, lo creo. Cógele por el culo y cómele la polla.

Mamá separó la cabeza de Pedro de su pecho, este se enderezó y ella lo cogió por el culo atrayéndole contra ella y cuando tuvo su polla al alcance de su boca se la tragó y empezó a chupársela ¡Joder qué morbo me daba verla chupar la polla a otro tío! Me iba a explotar la polla de tanta excitación pero como no podía hacer otra cosa me puse a sobar las tetas a mi madre, estirándole los pezones a veces porque sé que le gusta.

—   Fíjate cómo le cuelgan los huevos mamá, seguro que te mueres de ganas por chupárselos. —le hablé de nuevo al oído.

 Ella me obedeció como una buena chica, soltó la polla de Pedro y se lanzó a por sus huevos, paseando la lengua por toda la redondez de uno y de otro, los besó y sin que le ordenara nada se agachó para lamer por debajo del escroto. No me hizo falta saber lo que hacía, la cara de un Pedro gratamente sorprendido era suficiente pista para adivinar que le estaba lamiendo el culo.

Lamentablemente el placer que sentía el pobre Pedro duró muy poco, mamá soltó un quejido seco y se echó hacia atrás, contra mi pecho para arquearse alcanzando su clímax. Su cuerpo empezó a sacudirse, a veces con violencia, jadeaba entrecortadamente, se irguió quejándose para luego desplomarse contra mi espalda.

—   ¡Basta por favor! —suplicó la pobre.

Yo sabía que Rosa seguiría insistiendo por todo lo que le había insultado, así que mi pobre madre iba encadenando un orgasmo tras otro. Pedro hacia como yo: gozar viendo cómo se corría.

—   ¡Será guarra! —gritó Rosa echándose para atrás de repente— ¡Pedro ven, corre! —llamó a su marido y cuando éste estuvo a su lado añadió— ¡Mira cómo se mea!

Yo también vi los chorros tipo sifón que soltó mi madre mojando la tripa de Rosa, Pedro le tocó el coño a mi madre y ésta soltó otro chorro mojándole la mano, cuando se la chupó dijo que no era pis.

Poco a poco recobramos la compostura. Rosa se había sentado frente a mi madre también con las piernas a cada lado de la camilla. La vi observándonos y de repente tiró de un brazo de mi madre separándola de mí, antes de que la pobre pudiera protestar Rosa la estaba morreando y la zorra de mi madre lo aceptó acariciando las tetas y los pezones a Rosa, la cual le devolvió las caricias; cuando despegaron sus bocas Pedro le quitó el vestido a mi madre sacándoselo por la cabeza.

—   ¡Joder qué pasada! —opinó mamá habiéndose olvidado de cómo empezó todo.

—   Me alegro que lo hayas disfrutado. —contestó Rosa.

—   Es que tu manera de chupar ¡da gloria!

—   Tú sí que sabes a gloria. —le dijo Rosa.

—   Bueno y ahora ¿qué? —preguntó mi madre— tu pobre marido está a punto de reventar.

—   Pues encárgate de él que yo lo haré de tu hijo. —propuso Rosa guiñándome un ojo.

—   ¿Y por qué no al revés? Me gustaría hacerlo con mi hijo. —confesó mi madre.

—   Pero yo prefiero hacerlo con Rosa. —le dije rechazándola.

—   Vale hijo. —dijo completamente desilusionada.

Me jodió verla así, sabía que mi rechazo le estaba doliendo más que el golpe que le había propinado Rosa, pero de nuevo mi maldito orgullo me impidió montármelo con mi madre.

Mi madre se puso de pie para quitarse de en medio y se quedó a mi lado, no sé por qué insistía, lo único que sacaría mirando cómo nos enrollábamos Rosa y yo sería un ataque de celos maternos. Rosa se deslizó por la camilla pegándose a mí.

—   ¡Hola vida mía! ¿me has echado de menos?

—   No imaginas cuánto. —le dije acariciándole un pecho.

Rosa y yo empezamos a enrollarnos. Besándonos despacio, dejando que nuestro deseo fluyera y después empezamos a morrearnos con la pasión habitual. Pedro se puso al lado de mi madre para meterle mano. Rosa empezó a sobarme la polla masturbándome despacio, yo metí mis dedos en su entrepierna para jugar con su coño. Cuando la excitación alcanzó su pico máximo ella se puso de pie, me agarró la polla y la sujetó contra su coño mientras se sentaba. Mi madre se agachó detrás de Rosa para ver cómo le entraba mi polla y claro, estando en esa postura tan provocativa Pedro se la metió desde atrás de un solo empujón. En ese momento se podría decir que ¡Ya estábamos los cuatro conectados!

Yo me agarré al culazo de Rosa apretando sus duras nalgas mientras ella botaba sobre mi polla, Pedro sujetaba a mi madre por las caderas como si ésta se fuera a escapar y la embestía con fuerza. La habitación se llenó de gemidos y jadeos.

Al poco rato oí que mi madre le decía a Pedro que la dejara echarse en el suelo, éste le dijo que estaría más cómoda en la camilla pero ella insistió, explicándole en voz baja que quería que yo viera cómo se la follaba otro hombre.

—   Parece que tu madre quisiera darte celos. —me dijo Rosa hablando bajito en mi oído.

—   Yo también lo creo.

—   Pues eso no es normal. —comentó.

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Pedro extendió una toalla grande en el suelo, mamá se echó de espaldas con las piernas separadas, y al tiempo que se frotaba el coño con la mano le invitaba a Pedro a que la montara. Aunque no quería tuve que mirar y el morbo me puso tan a tope que hasta Rosa lo notó y se quejó.

—   Tranquilo mi vida. —me dijo.

—   ¿Te he hecho daño? Porque…

—   ¡No! Es sólo que te siento muy dentro de mí y tu polla ha engordado de repente.

Rosa y yo permanecimos abrazados y literalmente pegados, sólo hacía falta que ella moviera un poco el culo para que yo sintiera sus entrañas en mi capullo. Por el rabillo del ojo vi que mi madre estaba pendiente de nosotros, por lo que decidí hablarle bajito a Rosa, decirle palabras perversas al oído para excitarnos a tope.

—   Rosa qué buena estás joder, cuanto me gustaría disfrutar de todo esto. —le susurré apretando su culazo.

—   ¿Por qué quieres darme por culo?

—   Por haberme pervertido, so golfa.

Ella que estaba más excitada que yo se dejó llevar.

—   Y te voy a seguir pervirtiendo todo lo que pueda.

—   Si haces eso terminaré siendo tu esclavo sexual.

—   Y yo en tu puta.

—   ¿Y qué hacemos con tu marido?

—   Que me limpie la lefa del coño después de que me folles.

—   ¡Dios Rosa! me voy a correr. —le avisé.

—   Hazlo cariño, abrásame las entrañas con tu lefa.

Su respuesta nos hizo alcanzar el clímax casi a la vez. Mi polla empezó a contraerse rápidamente, pero cuando sentí las contracciones de su vagina entré en éxtasis, en concreto hubo una contracción que me duró dos segundos por lo menos, durante los cuales mi polla no cesó de bombear semen. El esfuerzo que me supuso casi me mata. Esos segundos fueron tan intensos que me quejé como si realmente me doliera, Rosa lo notó todo, porque también se quejó.

Me quedé literalmente sin fuerzas, lo más curioso es que seguía empujando los hombros de Rosa hacia abajo, al darme cuenta la solté y le abracé el culo. Por encima del hombro de Rosa vi que Pedro había montado a mi madre y se la estaba follando, pero ésta seguía pendiente de nosotros << ¡Joder! Que pesada, me dije >>, y se me ocurrió pincharla. Metí mis dedos por la raja del culo de rosa y cuando localicé el ano, le abrí las nalgas y le metí el dedo despacio para que mi madre lo viera. Ver que yo gozaba con otra mujer le jodió tanto que dejó de mirar, buscó la boca de Pedro con la suya y empezó a besarle.

Mientras nos recuperábamos nos entretuvimos besándonos y viendo follar a Pedro y a mi madre.

—   Qué suerte tiene tu marido que puede moverse—dije notando una punzada de envidia al ver cómo empujaba contra el coño de mi madre.

—   No te preocupes cariño, dentro de poco tú podrás hacer lo mismo, aunque si por mí fuera en un mes te arreglaba. —contestó Rosa pero no le presté atención, en ese momento mi madre se estaba corriendo, Pedro la embistió unas cuantas veces hasta que se quedó quieto, empujando contra ella y bufando; ver a otro tío corriéndose dentro de mi madre me dejó indiferente, sólo sentí excitación por el morbo, pero nada más.

Rosa se movió y yo solté un quejido contra su hombro.

—   ¿Te he hecho daño cariño?

—   No, es que al moverte algo me ha rozado el capullo y me ha dado un gusto de muerte.

—   Te pone ver como follan a tu madre ¿eh?

—   Sí.

—   ¿Quieres correrte más? —preguntó ella y yo asentí con la cabeza.

Ella procuró moverse como lo había hecho antes y a la segunda consiguió rozarme le capullo de nuevo, en el acto mi polla empezó a dar contracciones.

—   Así mi vida, dame toda tu leche, vacíate dentro de mí. —me susurraba Rosa acariciando mis pezones con los dedos para estimularme. Logré eyacular cinco veces, después me aflojé y Rosa me acunó un poco. Volví a mirar por encima de su hombro y vi que mi madre y Pedro ya no se besaban, la muy zorra sacaba la lengua para que Pedro se la chupara o la rozara con la suya, pero pronto se cansaron. Entonces él se incorporó, su menguante polla salió del coño de mi madre goteando semen; tuve que cerrar los ojos de lo mucho que me dolió verlo. Si lo que sentía eran celos ahora comprendía mejor a mi madre. 

Una vez recuperados, mi madre y Pedro se empezaron a vestir, Rosa me vistió a mi primero, mientras me ponía la camiseta yo jugué a apretarle los pezones, luego me puso los vaqueros y antes de vestirse me arrimó una teta a la boca, agradecí su gesto mamando y lamiendo el pezón, pero enseguida me retiró el pecho de la boca y me dio un beso en los labios, luego se puso el uniforme.

Ahora todos sonreíamos tan amigos, la batalla sexual había liberado todas las tensiones. << Es curioso el poderoso efecto que tiene el sexo en las personas: es capaz de unirlo todo o de deshacerlo todo, pensé >>.

Salimos los cuatro al pabellón de rehabilitación, Pedro empujaba mi silla, mamá y Rosa charlaban como si fueran viejas amigas.

Fin de la 5ª parte.

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