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Terapia sexual 11 de 12

en Grandes Series

Una tarde recibí una extraña llamada de un señor al que no conozco de nada. Lo más raro es que me citó a mí y a mi hijo para dentro de tres días en una dirección. Nada más colgar llamé a Carmen para que le diera el recado a mi hijo, como no se quiso poner al teléfono yo no le di la dirección, le dije a Carmen que si Marcos quería averiguarlo que me llamara por teléfono. Esa noche después de cenar lo hizo.

                --- Dime mamá ¿qué quieres? –fue lo que me dijo nada más atender su llamada.

                --- Hola mi vida –contesté y empecé a llorar nada más oírle.

                --- Si vas a llorar en vez de darme el recado cuelgo. –me amenazó.

                --- No cariño –sollocé limpiándome las lágrimas con la mano- ya dejo de llorar. ¿Qué tal estás? –pregunté nerviosa.

                --- No te importa como estoy ¿me das el recado de una maldita vez? –insistió cabreado.

                --- ¿No me vas a perdonar?

                --- ¿Me das el recado o cuelgo?, me estoy hartando de esto. –insistió una vez más.

No me quedó más remedio que decirle lo que me había dicho ese hombre por teléfono, quise quedar con él en la calle, pero me dijo que él subiría directamente al piso y colgó. Me quedé mirando el teléfono como si fuera mi hijo y me eché a llorar hasta quedarme dormida en el sofá. Más tarde, cundo vino Gerardo le conté la conversación que había tenido con Marcos; me consoló llevándome a cenar a un restaurante muy romántico.

…/…/…

Gerardo insistió en acompañarme, pero le dije que no, además iba a ver a Marcos después de casi cinco meses y si podía, quería hablarle de mi nueva situación. Cuando acudí a la dirección que me dio el señor descubrí que se trataba de un notario. Eso me extrañó y me puso en alerta al mismo tiempo porque que yo sepa, ni Pablo ni yo habíamos hecho testamento. Esperé al ascensor y subí al piso indicado. Una chica joven me indicó que esperara en una sala adjunta mientras ella avisaba al notario. Allí me encontré con mi hijo. Me acerqué a él con la intención de darle un beso, pero me detuvo con un gesto seco. Las tres personas que estaban sentadas nos miraron con curiosidad y para no dar un espectáculo innecesario me senté alejada de mi Marcos. Cuando nos llamaron entramos en un despacho y nos recibió un señor mayor. Se presentó como el notario y nos comunicó que nos había citado para dar lectura a las últimas voluntades de mi marido. Mi hijo y yo nos miramos sorprendidos, ninguno de los dos sabíamos nada. El notario nos dijo que el testamento se había hecho seis días antes de fallecer Pablo.

Mi marido tenía un seguro de vida valorado en 500.000 euros cosa que desconocíamos Marcos y yo. Al parecer lo tenía contratado desde cuando trabajaba. El notario nos entregó un cheque de 250.000 euros a cada uno, ya que Marcos heredaba directamente de su padre el 50 por ciento. Yo sabía que era un buen pellizco, y comenté ingenuamente cuanto nos daría de interés un banco por una cantidad así. El notario dijo que un buen pico si lo sabíamos negociar aunque nos sugirió que sacaríamos más si juntábamos los cheques. Miré a mi hijo pero él no me miró a mí.

Al terminar la reunión, esperamos al ascensor en silencio y salimos del edificio. Le dije a mi hijo que le invitaba a tomar algo para charlar pero declinó la invitación y se marchó sin decirme ni un << adiós mamá >>. Me le quedé mirando cómo se alejaba con los ojos llenos de lágrimas, luego me di la vuelta y me fui en dirección contraria.  Caminé como un zombi hasta el aparcamiento donde había estacionado, me subí al coche, bloqueé las puertas con el mando y me eché a llorar sin poderme contener más tiempo.

Había cobrado un cheque pero había perdido a mi hijo para siempre. Era un precio muy alto. Totalmente vencida por la desesperación apoyé la cabeza sobre el volante y seguí llorando. No sé cuánto tiempo llevaba, de repente me sobresalté al sentir que alguien golpeaba en el cristal de mi ventanilla preguntándome si me encontraba bien. Al levantar la cabeza para contestar solo pude gritar ¡Marcos! Mi hijo me miraba serio a través del cristal de la ventanilla.

Abrí la puerta precipitadamente y salí del coche para abrazar a mi hijo. Nada más entrar en contacto con su pecho y sentir su calor y su olor volví a llorar, pero esta vez de alegría. Marcos me acompañó hasta la puerta del copiloto me abrió la puerta y la cerró nada más sentarme. Luego rodeó el coche por delante y se sentó al volante. Arrancó el coche sin decir adónde íbamos y la verdad es que no me importaba, iría con mi hijo al fin del mundo si era necesario. Por el camino hizo una parada frente a un restaurante chino. Se bajó y al cabo de unos minutos regresó cargado con tres bolsas de plástico que colocó cuidadosamente detrás de su asiento. Volvió a poner el coche en marcha y condujo sin decir cual era nuestro destino. Lo supe en cuanto entró en el garaje de casa. Aparcó el coche, cogió las bolsas que había comprado, me abrió la puerta y subimos en el ascensor hasta nuestro piso. Abrió la puerta y nos metimos en casa. Marcos dejó las bolsas encima de la mesa de la cocina en silencio, yo le esperé en el salón muy nerviosa, sin atreverme a decir nada, preferí esperar a que fuera él el primero en hablar.

Mientras comíamos entablamos conversación.

                --- Mamá quiero decirte una cosa y por favor, no te lo tomes mal. He conocido a una mujer maravillosa. Congeniamos a la perfección en todo y nos queremos mucho. Estoy enamorado de ella. Se llama Silvia y es médico. –dijo mirándome para ver mi reacción.

                --- ¡Vaya hijo! Eso es fantástico. Me alegro mucho por ti. –le dije un poco desilusionada.

                --- ¿De verdad que no te importa? –me preguntó.

                --- En absoluto y si quieres me gustaría conocerla. –contesté.

                --- Es lo que te iba a pedir, eres maravillosa mamá. –dijo y me besó una mano.

Marcos recogió la mesa y se ofreció a preparar el café. Mientras tomábamos café y me fumaba un cigarro me comentó que los estudios iban muy bien y que era muy feliz con esa mujer, se le notaba muy ilusionado. Marcos salió de la cocina, entró en el salón y se me quedó mirando, vi el deseo en los ojos de mi hijo.

                --- A pesar de todo mamá aún te deseo, cada vez que te miro me cuesta controlarme. –me confesó.

                --- Ya, bueno, eso te pasará y más ahora que tienes a Silvia. –contesté riéndome.

                --- Si tú quisieras… me encantaría follar contigo mamá. –dijo.

                --- ¿Y qué pasa con Silvia vas a engañarla? –le pregunté.

                --- Silvia sabe que tú y yo nos hemos enrollado –comentó- queremos sinceridad entre nosotros. Ella me ha contado que estuvo enrollada con su hermano después de divorciarse de su marido.

                --- Ah, ya ha estado casada. –comenté sorprendida, creí que era de su edad.

                --- Tiene 38 años mamá, no es una jovencita de mi edad, pero a mí me encanta. –definitivamente a Marcos le gustaban las mujeres maduras o casi.

                --- Qué puedo decirte, es tu decisión Marcos, si eres feliz ¡adelante!

                --- ¿Y tú, sales con alguien? –me preguntó tomándome de la mano y dando vueltas al anillo de pedida de Gerardo me había regalado.

                --- Sí salgo con alguien. Un hombre muy bueno que como ves me ha pedido matrimonio. –contesté.

                --- Me alegro por ti y por… -hizo una pausa mirándome y añadió- Gerardo.

                --- ¿Cómo lo sabes? –dije poniéndome colorada.

                --- Me lo imaginaba después de lo que pasó en el tanatorio.

                --- Escucha hijo, te prometo que es un hombre muy bueno, jamás le ha faltado el respeto a tu padre, ni a ti delante de mí. Dormimos juntos todos los días. –le confesé.

                --- Entonces estará a punto de venir, porque supongo que le habrás dado una copia de la llave de esta casa.

                --- No vendrá hasta las seis y sí, tiene una copia de la llave.

                --- Entonces será mejor que nos demos prisa. –dijo mi hijo. 

¿Qué podía hacer? Si a mí también me apetecía follar con él. Marcos me abrazó con fuerza y me alzó en vilo entre sus brazos. Cargando conmigo me llevó hasta nuestra cama y me dejó sobre el colchón. Sin más tiempo que perder me besó en la boca, pero ya no tenía las mismas sensaciones ni ningún tipo de sentimiento. Su beso era apasionado y estaba cargado de furia y rabia, lo sentía. Yo le respondí con todo lo que era capaz. Mientras nos besábamos Marcos me fue desnudando sin dejar que yo le desnudase a él. Me abrió las piernas y apartándome las braguitas empezó a comerme el coño con desesperación. En muy pocos minutos Marcos consiguió que me corriera intensamente y se quedó mirando cómo me corría. Acabé sin fuerzas y mi hijo empezó a lamerme los pezones y a acariciarme las tetas dándome tiempo a recuperarme.

Lo tumbé sobre la cama y yo me subí encima formando un 69. Estuvimos mucho tiempo chupándonos, lamiéndonos y mamándonos. Yo me corrí tres veces en su boca y él descargó un verdadero torrente de semen sin previo aviso, al cogerme desprevenida me salpicó toda la cara, el pelo, el cuello y hasta las tetas. Me puse perdida con la corrida de mi hijo pero no me importó porque estaba súper satisfecha. Me fui al baño a lavarme y al volver estuvimos hablando un buen rato. Después me echó un polvo de antología. Me lo hizo por el coño abriéndomelo con su poderosa polla; también por el culo y acabó llenándome el coño con una de sus habituales y abundantes corridas.

   

Más tarde, estando en la cama desnudos, me habló de juntar los dos cheques para sacarle más tajada a los bancos. Lógicamente le dije que lo dejaba todo en sus manos. Marcos hizo unos cálculos mentales y me contó que si quería podía dejar de trabajar; con lo que rentase el dinero en el banco, más la buenísima pensión de viuda que me correspondía de mi marido tenía más que suficiente. Hice un rápido cálculo mental, la propuesta era muy tentadora, pero le dije que prefería seguir trabajando, no quería encerrarme en casa y él se rió estando de acuerdo.

Me echó otro polvo, rápido y muy placentero para los dos. Miró el reloj y se levantó para vestirse, tenía que recoger a Silvia y no quería llegar tarde. Entonces se me ocurrió una idea.

                --- Oye Marcos ¿qué te parece si quedamos los cuatro para cenar una noche?, así nos conocemos todos.

                --- Por mí no hay problema, hablaré con Silvia y si está de acuerdo te llamo y te lo digo. –contestó.

Marcos se marchó y yo me quedé en casa. Guardé los cheques en una caja de mi coqueta y me senté a fumar mientras esperaba a Gerardo. Llegó un poco antes de las seis. Antes de que me preguntara nada, le conté lo del notario y lo que mi hijo y yo íbamos a hacer con el dinero. Le dije que Marcos y yo nos habíamos reconciliado al final. Y él se alegró.

                --- Gerardo tengo algo más que decirte. –empecé a decirle nerviosa.

                --- ¿Qué habéis follado? –me dijo él sin dejarme terminar la frase.

                --- Sí. No quiero mentirte, ya he mentido demasiado antes. Me gusta follar con mi hijo. –le dije.

                --- A mí no me importa siempre que sea con tu hijo. –me dijo dejándome sorprendida.

                --- ¿De verdad no te importa? –pregunté para asegurarme.

                --- ¿Me quieres Sara? –me preguntó a su vez.

                --- Te quiero y te amo con todo mí ser. –le contesté.

                --- Eso es lo que me importa. Como te dije una vez tengo una mente abierta y estoy preparado para cualquier cosa que ocurra; de eso quiero hablar con tu hijo. Si él te desea no tengo inconveniente en compartirte. Puedes follar con él todo lo que quieras y si alguna vez queréis, podemos hacer un trío. –me dijo.

                --- A mí me encantaría, follar a la vez con dos monstruos como vosotros tiene que ser la hostia –contesté excitada con la idea- pero será difícil ya que tiene novia.

                --- Bueno, pues que se la traiga y follamos los cuatro a la vez. –comentó.

                --- A lo mejor se da el caso; he quedado con Marcos para cenar los cuatro, así nos conocemos. –le dije.

                --- Me parece una idea estupenda.

Gerardo había hablado en serio porque me folló con la misma pasión e intensidad habituales. Más tarde mi hijo me llamó y quedamos para el día siguiente. Gerardo me sugirió el restaurante romántico que habitualmente frecuentábamos él y yo, me pareció una idea genial y se lo dije a mi hijo. Cuando colgué me puse mimosa con Gerardo hasta encelarle y me echó otro polvo de película.

Con los tiempos que corren no hacía falta reservar mesa, aún así, Gerardo y yo nos presentamos veinte minutos antes de la cita por si acaso. Mi hijo y Silvia aparecieron puntuales. Lo mejor fue verles la cara a ella y a Gerardo cuando se vieron. Mi hijo y yo les preguntamos casi a la vez si se conocían y al ver que se reían dimos por supuesto que así era ¡eran hermanos! Marcos estrechó la mano de Gerardo y me besó en la boca, Silvia besó en la boca a su hermano y a mí, dejándome un poco confusa. Mi hijo me miró y yo a él, no dijimos nada pero estábamos pensando lo mismo: ella era la morena que visitaba a Gerardo los fines de semana. Más tarde nos lo confirmaron ellos mismos. O sea, que Gerardo nunca me había considerado su entretenimiento como pensaba Marcos. Al parecer Silvia había asistido a unos cursos en la universidad de medicina y en la cafetería conoció a Marcos; desde entonces salían juntos.

La cena transcurrió con una amena y tranquila charla aclaratoria por parte de los dos hermanos. Al parecer, Silvia se había refugiado en casa de su hermano huyendo del maltrato de su marido. De lunes a jueves dormía en el hospital haciendo turnos de noche y el fin de semana iba a casa de su hermano, donde además encontraba consuelo como mujer. Tomamos café y decidimos tomar una copa en mi casa tranquilamente. Lo más asombroso es que Marcos seguía viviendo con Carmen y su hijo y no sabía donde vivía Silvia porque siempre se acostaban en hoteles y resultó que ella seguía viviendo en casa de su hermano, o sea, en el mismo edificio que yo. Cuando nos dimos cuenta del lío que suponía explicarlo nos reímos los cuatro a carcajadas.

Como he dicho, los cuatro fuimos a mi casa y la de mi hijo. Allí en vez de una copa, me ofrecí a preparar café; todos nos apuntamos como si lo necesitásemos como algo vital. Los cuatro hablamos de nuestros proyectos. Gerardo dijo que nos casaríamos posiblemente antes de las vacaciones de verano, por mi parte no tuve nada que objetar. Marcos dijo mirando a Silvia que aún le quedaba un año para terminar económicas y luego encontrar un trabajo estable, ella no dijo nada, entonces mi hijo nos sorprendió a los tres prometiendo a Silvia que cuando tuviera un trabajo estable le pediría casarse con él. Antes de decir nada Silvia miró a su hermano, como si le pidiera permiso o consejo.

                --- Por el trabajo no te preocupes Marcos, deja que yo me encargue de eso. –dijo Gerardo sorprendiéndome a mí y a mi hijo.

                --- ¡Vaya! No sé qué decir, la verdad es que tenía pensado que cuando acabara la carrera iba a montar una asesoría con mi amigo Sergio. –contestó Marcos.

                --- Es el hijo de mi compañera y amiga Carmen. –aclaré yo.

                --- Bueno, conociéndote a ti supongo que tu amigo será de fiar, no tengo inconveniente en ocuparme de él también, siempre que acabéis las carreras con un notable. –puntualizó Gerardo.

                --- ¡Joder! Eso que me pides es muy difícil. –protestó Marcos.

                --- Lo sé, pero si te esfuerza lo conseguirás, ya me lo agradecerás más tarde. –dijo Gerardo muy seguro de sí, hablaba con una seguridad que me tenía perpleja.

                --- Cariño, fíate de mi hermano, si él dice que puede hacerlo lo hará, te lo aseguro. –le dijo Silvia a mi hijo.

                --- Está bien, prometo intentarlo con todas mis fuerzas. –contestó Marcos un poco serio.

                --- ¡Así se habla! –exclamó Silvia estampándole un señor beso en la boca.

                --- Sé que mi hijo lo conseguirá. –dije yo muy segura.

                --- Ya veremos. –dijo Gerardo.

                --- De todas formas, no sé por qué tengo la impresión de que tu exigencia es algo más que por el trabajo. –dijo Marcos a Gerardo.

                --- Si quieres verlo así –empezó a decir Gerardo- considéralo también el pago por acostarte con mi hermana. –le dijo Gerardo serio. No me gustaba el cariz que estaba tomando la conversación, ahora más parecía una pelea de gallos que una conversación tranquila.

                --- Entonces también es justo que yo te pida un pago por mi madre. –contestó mi hijo mosqueado.

                --- Me parece que estoy cansada y se está haciendo tarde. –intervine yo tratando de suavizar la cosa y dar por terminada la reunión. Marcos y Gerardo me fulminaron con la mirada.

                --- Espera un momento Sara deja que hable tu hijo, no me importa lo que me pueda pedir siempre que sea razonable. –comentó Gerardo desafiando claramente a mi Marcos.

                --- Esto os cae grande –intervino Silvia- Gerardo déjalo ya, por favor. –le pidió a su hermano.

                --- No intervengas Silvia, deja que hable tu novio. –insistió tozudo Gerardo.

                --- Quiero que me chupes la polla, aquí y ahora, delante de ellas. –soltó Marcos.

                --- ¡Marcos por dios! –le increpé por la humillación que quería someter a Gerardo, en cambio Silvia no dijo nada, se limitó a sonreír y eso me llenó de rabia.

                --- Parece que te hace gracia Silvia. –la increpé.

                --- Pues sí, me gusta la idea de ver a mi hermano comiéndose el pollón de mi chico. –dijo ella tan tranquila. Cuando miré a Gerardo y vi que también sonreía no comprendí nada de nada.

                --- ¿Te la sacas tú o te la saco yo? –preguntó Gerardo decidido.

                --- Gerardo no tienes por qué hacer nada. –dije intranquila.

                --- Sácamela tú. –le dijo mi hijo que seguía sentado en el sofá con Silvia a su lado.

Gerardo se levantó y se aproximó hasta él. Contuve la respiración temiéndome lo peor. Ambos se miraron un momento y después Gerardo se arrodillo en el suelo. Con toda tranquilidad desabrochó los vaqueros de mi hijo y le bajó la cremallera de la bragueta. No podía creer lo que estaba viendo. Gerardo le sacó los pantalones a Marcos tirando de los bajos (pues éste ya se había descalzado) y los arrojó sobre una silla, luego agarró los calzoncillos por la cintura, me miró sonriendo, miró a su hermana y procedió a bajárselos. Me levanté rápidamente y me senté al lado de Silvia notando como me crecía la excitación. Gerardo le bajó los calzoncillos a mi hijo lentamente, como si fuera haciendo un “estriptis”. Se los sacó y los arrojó encima de los pantalones. Marcos tenía las piernas apretadas pero no podía contener la hermosura de su sexo. Con la misma tranquilidad Gerardo le fue abriendo las piernas despacio hasta dejárselas separadas.

Ante nosotros apareció la enorme polla de mi hijo en estado morcillón, con los huevos reposándole sobre el asiento. Gerardo estiró la mano y le agarró el pene.

                --- ¡Joder! No me extraña que vuelvas locas a las mujeres, menudo cipote tienes cabrón. –dijo Gerardo comprobando asombrado la polla que tenía en la mano.

                --- Deja de hablar y chupa. –le dijo mi hijo sonriendo.

                --- Vamos Gerardo, chúpala y pónsela dura para que pueda disfrutar de ella. –le pidió su hermana visiblemente excitada.

                --- ¡Un momento! Yo también quiero disfrutarla. –protesté yo cachonda perdida.

Gerardo me miró sonriendo, abrió la boca, se metió el capullo dentro. A duras penas lo abarcó, y sin dejar de mirarme empezó a mover la lengua. Silvia y yo soltamos un gemido de envidia. Aguanté mirando unos segundos en esa postura y acabé echada sobre las piernas de Silvia para verlo más de cerca. Gerardo movía la lengua entorno al capullo, lamía el frenillo y recorría todo el tronco hasta la base, a mí se me hacía la boca agua y empecé a mojar las braguitas. Gerardo siguió chupando, lamiendo y mamando un poco más la polla de mi hijo antes de ofrecérmela. No hizo falta que estirara el cuello, él me la acercó y yo sólo tuve que abrir la boca para llenármela de carne. Mientras gozaba chupando el cipote de mi hijo noté una mano hurgándome el coño. Me figuraba quien era pero aún así volví la cabeza para mirarla. Silvia era quien me estaba masturbando. Gerardo se apartó para que yo disfrutara, se levantó dejándome el sitio y yo me arrodillé entre las piernas de mi hijo.

Mientras le chupaba la polla veía como Silvia le despojaba de los pantalones y calzoncillos a su hermano, cuya polla saltó toda tiesa en el aire.

                --- También estás bien servido. –dijo Marcos a Gerardo.

                --- 22 centímetros de carne dura –dije- yo misma se la he medido.

                --- Nada que ver con los 26 centímetros de mi chico. –contestó Silvia orgullosa.

Yo no pude opinar pues no se la había medido a mi hijo. Seguí con lo mío y mirando a la vez como Silvia se la comía a su hermano mientras éste se desnudaba. Estuvimos así unos minutos, Silvia y yo nos miramos y nos comprendimos a la perfección, sin decirnos nada cambiamos nuestros puestos. Ella se arrodilló y como pudo engulló el glande de Marcos, yo me senté en el sofá y agarrando a Gerardo por el culo le atraje contra mí para comerme su deliciosa polla. Gerardo empujaba con suavidad y su larga polla se deslizaba un poco por mi garganta hasta tocar casi el esófago, como ya estoy acostumbrada no me importa que me haga eso. Silvia paró de chupar y empezó a desnudarse, mi hijo se quitó la camiseta. Acto seguido, Silvia se puso detrás de Gerardo y empezó a chuparle los huevos, Marcos se puso tras ella y la empaló el coño poco a poco. Ella comenzó a gemir y a jadear a medida que mi hijo se la follaba. Entonces Gerardo se dio la vuelta, a su hermana le metió la polla en la boca y yo me puse a chuparle el culo mientras, aunque de vez en cuando miraba como se la follaban Marcos y Gerardo. Sentía envidia de ella, yo también quería que me hicieran eso.

Tras un rato, Silvia se apartó, Marcos me colocó a gatas sobre el asiento y me la enchufó por el coño de un solo empujón lo que me provocó un fuerte gemido y un tremendo orgasmo; Gerardo aprovechó para empezar a follarme por la boca. Minutos después, paramos. Gerardo se sentó, yo encima de él y agarrándole la polla me la metí por el coño, Silvia empezó a lamerme el culo, metiéndome de paso dos dedos para dilatarme el ano, cuando lo tuve bien ensalivado, ayudó a mi hijo a que me empalara el culo hasta el fondo. Por fin tenía a los dos monstruos para mí sola. Tras unos segundos de desconcierto, los dos se acoplaron perfectamente, minutos después me corría escandalosamente. En cuanto acabé de correrme me quité y se puso Silvia. Era impresionante ver como la enorme polla de mi hijo dilataba el ano de su novia. En cuanto empezaron a moverse la pobre no tuvo más remedio que correrse, la pasó como a mí.

Entonces decidimos pasar a mi habitación y proseguir en la cama, yo dije que los cuatro íbamos a estar un poco apretados, pero a nadie le importó. Silvia y yo nos tumbamos en la cama y separamos las piernas, Marcos me la metió a mí sin contemplaciones, Gerardo hizo lo mismo con su hermana. Qué morbo, me supuso ver a mi pareja follando con otra ¡qué gozada! Los dos hombres parecía que compitieran por ver quién aguantaba más. Marcos me apretujaba contra él y me la metía hasta el fondo con un ritmo moderado, Gerardo hacia lo mismo con Silvia. Tanto ella como yo nos corrimos casi a la vez, pero ellos siguieron un poco más, luego decidieron cambiar de pareja. Gerardo vino a mí y mi hijo se fue con su novia.

Abracé a Gerardo y le besé apasionadamente en la boca frenando su ímpetu, a mi lado Silvia hizo lo mismo con Marcos. Ahora todo fue más normal, más sosegado ya que ellos nos empezaron a hacer el amor. De todas formas Gerardo me cambio de postura para no estar siempre en la misma y cansarse; pude ver que mi hijo y su novia también cambiaban pero con menos frecuencia que nosotros. Tras un buen rato y haberme corrido dos veces, Gerardo no pudo más y empezó a correrse en mi coño, acabó derrumbándose sobre mí que sentía perfectamente los espasmos de su polla. Los dos nos dedicamos a mirar como follaban su hermana y mi hijo. Pasó un rato y Marcos seguía trajinándose a la pobre Silvia que le suplicaba que se corriera de una vez y la dejara descansar, tras oír eso, él empujó con más fuerza, se tensó y entre jadeos empezó a llenar el coño de su novia con su corrida y cuando pareció que había acabado vino, me la metió a mí y se corrió también dentro de mi coño. Enseguida me la sacó y volvió a enterrársela a Silvia por el culito. Ahí se derrumbó sobre ella mientras terminaba de correrse. Marcos me había echado solo tres lechazos, pero el cabrito me hizo jadear de gusto.

                --- Joder Marcos, no puedo competir contigo, me rindo. –dijo Gerardo riendo.

                --- Acepto tu rendición. –contestó mi hijo.

                --- ¿Amigos? –preguntó Gerardo tendiéndole la mano.

Marcos se la estrechó y ambos se dieron una palmada en el hombro sonriendo, tras eso empezaron a tocarse la polla mutuamente, algo que a Silvia y a mí nos dejó con la boca abierta. Estuvieron sólo un rato tocándose y volvieron a echarse con nosotras, cada uno con su pareja. Silvia parecía una chiquilla al lado de mi hijo a quien no paraba de hacerle mimos y darle besitos por toda la cara, se ve que estaba muy enamorada de Marcos y eso me emocionó. De pronto Gerardo se incorporó sentándose con las piernas cruzadas sobre la cama y nos pidió que le imitáramos.

                --- Escuchadme chicos –les dijo a Marcos y Silvia- yo tengo la intención de vivir aquí con Sara, así que no tengo inconveniente en que vosotros viváis en mi casa, si os parece.

                --- Es el mejor ofrecimiento que me han hecho nunca. –dijo mi hijo besando en la boca a Silvia que estaba entusiasmada. Yo también le besé en la boca a Gerardo agradecida por el gesto que había tenido.

Antes de que se hiciera más tarde, Silvia y Marcos se despidieron y se fueron a su nueva casa. Gerardo y yo nos dispusimos a preparar café y charlar un poco.

                --- Me asombras y te quiero por eso –dije entrelazando mis manos por detrás del cuello a Gerardo- tu generosidad y comprensión me conmueven cariño, me gustaría darte…

                --- No me des las gracias Sara porque me ofendes, he hecho lo que debía. Somos dos parejas y tenemos dos pisos, ellos se quieren ¿qué problema hay en que les regale mi casa?

                --- Ninguno por supuesto, yo también podía haberlo hecho. –le dije.

                --- ¿Y qué más da? Si vivimos en esta casa o en la otra, las dos son iguales, aunque espero que no te molestes si hago una pequeña reforma.

                --- En absoluto, mi casa es tu casa amor mío. –dije arrimándome contra él para besarle en los labios.

Gerardo me besó apasionadamente y luego me dio la vuelta, me alzó la pierna derecha por el muslo y le ayudé a que me la metiera por el culito. Solté un ronco gemido al sentirle.

                --- Solo me he corrido una vez, mi reina. –me dijo Gerardo.

                --- Entonces todavía te queda mucha cuerda cariño. -le dije.

Estuvimos hasta las cuatro de la mañana haciendo el amor, sin importarnos que al día siguiente tuviéramos que trabajar, ya que era viernes y comenzaba un largo fin de semana.

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