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La ventana indiscreta. 018

en Grandes Relatos

Capitulo18:

 

Salimos de la piscina cuando el sol empezaba a apagarse. Los cuatro llegamos chorreando a la terraza del porche que ya se había iluminado según la hora programada. Sally y mi madre entraron en casa para coger toallas. Yo estaba sentado en la silla de ruedas y mi abuelo a mi lado.

— Anda que menudo polvo habéis echado. —me dijo guiñándome un ojo.

— ¿Nos estabais espiando?

— Por supuesto, a Paulita y a mí nos pone muchísimo ver como folláis.

— Sois unos pervertidos.

— ¡Y una leche! ¿o es que tú no nos miras cuando follamos tu madre y yo?

— ¡Claro que sí!

— Pues entonces, a todos nos gusta excitarnos mientras observamos, no me negaras que es morboso ver como follan los miembros de tu familia.

— Por supuesto que no. Abuelo me gustaría hablar contigo.

— ¿De hombre a hombre?

— Sí.

— Entonces vamos a mi despacho. —dijo y empujó la silla hasta entrar en el despacho— ¿Cierro la puerta? —me preguntó y le contesté que no era necesario, lo que iba a hablar podía oírlo todo el mundo. Me dejó junto al sofá y él se sentó en el medio.

— A ver ¿de qué quieres hablarme Pablo?

— Ya sabes que Sally y yo estamos enamorados —él asintió en silencio—. Antes, en la piscina le he pedido que sea mi novia y ella ha aceptado.

— ¡Enhorabuena! Te lo dije, si la tratas con respeto y cariño puede que te lleves una sorpresa.

— Es una mujer maravillosa y cuanto más la conozco más la quiero.

— Ten en cuenta una cosa Pablo, para Sally una relación así es una novedad para ella.

— Lo mismo que para mí.

— Mejor porque estáis en igualdad de condiciones, será como empezar una nueva vida a partir de ahora.

— Lo que pasa es que ella tiene mucha más experiencia que yo.

— Escucha un consejo, nunca hagas o digas nada que la recuerde su pasado o la perderás para siempre. La experiencia que ella tiene del sexo es muy negativa, habrá tenido que luchar mucho contra sí misma para abrirse a ti. Te voy a contar una cosa que no sabes de ella, cuando llegamos a esta casa era una cría de 15 años, imagino que te habrá contado que tuvimos que falsificar su edad en el pasaporte y hacerla pasar por 18, sino no la hubieran dejado salir del país. Sólo llevaba 48 horas viviendo aquí cuando me hizo una confesión y una advertencia, me dijo que jamás volvería a confiar en ningún hombre, yo le respondí que respetaba su decisión, sólo deseaba su bienestar y que fuera feliz en esta casa, pero que si en algún momento ella comprendía que no era feliz y quería marcharse podía hacerlo libremente, yo no la detendría, y si más tarde decidía volver la puerta siempre estaría abierta para ella. Tardó casi un año en confiar en mí y hasta ahora.

— ¿Entonces qué me aconsejas? No me gustaría desilusionarla.

— El único consejo que puedo darte es que cada vez que ella aplique su experiencia cuando echéis un polvo, respóndela con amor y mucho cariño, sé tierno con ella, verá como la desarmas por completo.

— Hay otra cosa que te quiero contar abuelo, le he prometido que cuando termine de estudiar nos casaremos, ella ha prometido esperarme el tiempo que sea necesario.

— ¿Te los has pensado bien antes de decírselo? ¿o se lo has soltado todo de carrerilla?

— Lo he pensado toda lo noche, sé que no es mucho tiempo pero me da igual, no tengo prisa, pero me acordé que tú siempre me aconsejas que me marque objetivos en la vida y luche por conseguirlos, anoche me marqué dos objetivos: terminar la carrera de económica y psicología y casarme con Sally, por ese orden.

— Hijo, cada vez me sorprendes más. Te has fijado los dos objetivos más importantes de tu vida y no son fáciles, pero sé que lucharás por conseguirlos y como siempre te he dicho aquí me tienes para lo que me necesites. Pero quiero que sepas qué me siento muy orgulloso de ti Pablo.

— Me gustaría que me dieras tu opinión, es muy importante para mí abuelo.

— Está bien. Tú y Sally hacéis una pareja maravillosa. Ella es la sabiduría porque tiene más experiencia en la vida y tú eres la inteligencia y la voluntad, os complementáis perfectamente. Juntos seréis una fuerza imparable para lograr los objetivos que os propongáis. —dijo apretándome las manos con fuerza y al hacerlo vi que se le habían saltado las lágrimas.

— Joder abuelo no hagas eso o me echaré a llorar yo también.

— Es la emoción Pablo, no imaginaba que fuera a pasar por esto y me encanta. —dijo pasándose las manos por la cara.

— Tienes que ser fuerte abuelo, te necesito mucho y no me gustaría que enfermaras por una emoción.

— Hombre si son como ésta, no hay de qué preocuparse. —dijo sonriéndome.

— Papá ¿podemos pasar, traigo las toallas? —dijo mi madre al otro lado de la puerta.

— Pasad, pasad. —dijo el abuelo poniéndose de pie, ambas mujeres entraron, seguían con los pechos al aire y se habían puesto unas braguitas que las hacia terriblemente sensuales.

— ¿Pasa algo? —preguntó mamá tendiéndole una toalla a su padre.

— No pasa nada hija no te preocupes, creo que tu hijo y Sally tienen algo que decirte. —dijo mi abuelo echándose la toalla por los hombros, mi madre me miró, Sally se puso a mi lado y me cogió de la mano sonriendo.

— Le he pedido a Sally que seamos novios y ha aceptado. —empecé a decir pero ella me interrumpió dando palmas de la alegría, abrazó a Sally y la besó, luego a mí y al agacharse el abuelo le dio un cachete en el culo y ella se volvió.

— Espera que todavía hay más. —dijo él.

— Cuando termine de estudiar nos casaremos mamá.

— ¡Ay Dios mío! ¡Que me mareo! —dijo la pobre, el abuelo la cogió por la cintura sentándola sobre sus piernas, mi madre se tranquilizó un poco y pudo seguir hablando— Pero hijos eso es maravilloso, es… me siento tan orgullosa de vosotros. —dijo emocionada y se levantó de un salto repitiendo besos y abrazos.

— Sally ¿tenemos bebida para celebrar esto? —le preguntó el abuelo.

— Sólo queda sidra, como tú no bebes y yo tampoco no me he preocupado de comprar.

— Da igual, tráete la sidra y brindaremos con ella. —dijo el abuelo, mi madre y Sally salieron a buscar la bebida y copas.

— Esta tarde me dijiste que querías que viera unos informes. —le recordé a mi abuelo.

— ¡Hostias es verdad! Se me ha ido el santo al cielo hijo y los necesito para mañana, bueno, déjalo.

— De eso nada tú dámelos y yo esta noche los leo y mañana tendrás mi informe en tu ordenador antes de irte a trabajar. —le dije.

— Mañana me quedaré aquí todo el día por que vienen los de seguridad, vendrá el chofer a buscarlos.

— Necesitaré que me dejes trabajar aquí porque tendré que consultar algunos libros.

— Esta es tu casa, ya lo sabes, ¿ves ese maletín marrón que está en el suelo, al lado de la mesa? —me indicó él, le respondí que sí— pues dentro están los informes, no hay nada más así no hay peligro de que te confundas. Son las memorias de dos empresas distintas con sus balances correspondientes, estas empresas no son de aquí, una está en Méjico y la otra en Venezuela y se dedican a la explotación de petróleo, me interesa sobre todo los márgenes y los costes y por supuesto me gustaría saber si serán viables a medio y largo plazo. —me explicó dejándome muy sorprendido y lleno de curiosidad.

— ¿De dónde sacas tú todo eso abuelo? —pregunté sonriendo.

— Pablo. Ha llegado el momento de que te enteres de todo —empezó a decirme— esas empresas son de mi propiedad, pertenecen a una corporación que he creado, la misma empresa de seguridad que vendrá mañana también es mía. Cuando empieces a estudiar te enseñaré como está configurado el “lobby” Sabes lo que es un Lobby ¿no?

— Sí abuelo.

— De momento con saber eso te basta. —dijo dejándome con más curiosidad todavía pero así es mi abuelo, ya estoy acostumbrado.

— Aquí están las copas y la sidra. —dijeron Sally y mi madre entrando en ese momento.

El abuelo descorchó la botella de sidra y llenó las copas que le tendieron mi madre y Sally repartiéndolas después.

— Propongo un brindis —dijo el abuelo—. ¡Por los novios! —entrechocamos nuestras copas y bebimos un poco de su contenido.

— Me gustaría proponer un brindis. —dijo Sally y la miramos esperando a ver qué proponía.

— Yo quiero brindar por Francisco, por todo lo que ha hecho por mí, gracias a ello he podido conocer a Poli. Por ti Francisco, nunca te podré pagar el favor que me hiciste pero cuentas con todo mi cariño. —dijo Sally y volvimos a entrechocar las copas emocionados con  su brindis.

— ¿No quieres brindar tú Pablo? —entonces Sally se agachó para recordarme una cosa muy importante que había olvidado, me dijo que era el mejor momento de dar la noticia.

— Tenemos otra noticia que daros. —dijo Sally.

— ¿No me digas que estás embarazada y voy a ser abuela? —dijo mi madre.

— No Paula, todavía es pronto para eso, la noticia que tenemos que daros es mejor que eso, deberíais sentaron tú y Francisco —se miraron entre ellos extrañados pero obedecieron. Sally se agachó para plegar los reposapiés de la silla y me colocó los pies en el suelo, mientras, yo bloqueé las ruedas de la silla con las palancas de freno. Me agarré a los brazos de Sally y con esfuerzo logré ponerme de pie. Sally se giró y me agarré a sus hombros, y así caminé paso a paso hasta mi madre y mi abuelo. Los pobres no hacían más que llorar. Sally me besó en la boca sonriendo y esperamos a que se tranquilizaran.

— ¿Desde cuándo? ¿cómo ha sido? —preguntó mamá atropelladamente.

— Ha sido esta tarde, en la piscina. —dijo Sally.

— Cariño entiendo que no quieras darle importancia pero hay que contarlo como ha sido —le dije yo—. Ha sido gracias a ella, Después de estar nadando unas cuantas veces, nos hemos puesto tiernos, Sally me invitó entonces a que le hiciera el amor, pero me extrañó que fuera ella la que se apoyaba sobre la pared de la piscina, me dijo que me agarra a sus hombros, así no me hundiría, casi íbamos a hacerlo cuando de pronto noto que ella enrosca sus piernas en mi cintura, me puse nervioso pensando en que nos íbamos a hundir los dos, lo que no sabía es que ya en ese momento me estaba sujetando con mis propias piernas, estaba tan excitado que no me di cuenta. En fin cuando terminamos Sally me dijo tan tranquila que me hallaba de pie, que todo el tiempo había estado de pie sin darme cuenta, no podía dar crédito a lo que me decía, pero era la pura realidad, tenía ganas de chillar por la alegría pero ella me pidió que no dijéramos nada para daros una sorpresa más tarde. Resumiendo, si ahora estoy de pie es gracias a la maravillosa mujer que tengo a mi lado, ahora sí que me gustaría proponer un brindis. —mamá se levantó rápidamente y empezó a repartir las copas— ¡Por Sally! El ser más maravillosos que conozco. —dije alzando mi copa, el abuelo y mi madre me acompañaron en cambio Sally no podía porque estaba llorando de emoción, le di mi copa a mi abuelo, abracé a Sally con fuerza y la besé en la boca con más ganas que nunca.

Mi madre nos abrazó también besándonos a los dos, el último en unirse al abrazo fue mi abuelo, éste me pidió que me apoyara en mi madre y apartó un poco a Sally para abrazarla.

— Cariño hace un momento tú brindabas por mí agradeciéndome todo lo que he hecho por ti y ahora ¿cómo te agradezco yo lo que has hecho por mi nieto? —Sally no dijo nada pero el abuelo prosiguió— yo sé que tú no crees en los milagros, pero yo sí y te digo que el destino nos tenía reservado aquel encuentro hace casi 11 años, yo te ayudé a ti para que después tú ayudaras a mi nieto ¿te das cuenta de lo caprichoso que es el destino? —Sally asintió mirándole— entonces Sally permíteme que te diga eres un milagro para esta familia. —Sally emocionada besó en los labios a mi abuelo, sin más intención, sin embargo el abuelo puso una mano sobre su nuca y la otra sobre su culito y apretándola contra él empezó a morrearla a base de bien, Sally no tuvo otro remedio que contribuir al morreo con la misma pasión que recibía, mientras, mamá y yo les miramos sonriendo hasta que dejaron de besarse, Sally se acercó a mí enseguida.

— Era la mejor manera de agradecérselo y os prometo que me he quedado muy a gusto. —dijo el abuelo mirándonos.

— Ya se nota, ya, se te ha puesto la polla toda tiesa. —soltó mi madre y todos nos echamos a reír.

— Hombre hija entiende que un cuerpo como el de Sally despierta muchas cosas. —dijo el abuelo en su defensa.

— Nos hemos dado cuenta papá, no hace falta que insistas. —dije mi madre estirándole de la erección y volvimos a reírnos.

— Oye yo tengo hambre. —dijo el abuelo para disimular.

— Como que son las diez y cuarto de la noche. —dije viendo la hora en el reloj del escritorio del abuelo.

— Entonces vamos a cenar ¿no cariño? —le dijo a mi madre.

— ¡Anda tira! Que como te tire yo, te vas a enterar —le dijo mamá dándole un azote en el culo desnudo—. ¡Espera! Mejor ayuda a Pablo a salir a la terraza  y yo ayudo a Sally con la cena. —besé a Sally en los labios y me puse detrás de mi abuelo, apoyándome en sus hombros y empezamos a caminar despacio hasta la terraza.

— Pablo mejor siéntate aquí, estarás más alto y no te dolerá la espalda. —me dijo el abuelo deteniéndose junto a la silla.

— ¿Y tú?

— En esta otra silla. —dijo señalando la que estaba frente a la mía.

— Y ellas ¿dónde se van a sentar?

— Aquí, en el sofá.

— Ahí estarán más bajas, se tendrán que poner de pie para coger la comida.

— Mejor, así les veremos el culito mientras cenamos. —me dijo guiñándome un ojo.

— Sigues cachondo ¿eh? —le pregunté sobándole la polla desde atrás.

— Mucho ten en cuenta que era la primera vez que me rozaba con Sally. —contestó mirando cómo le acariciaba el miembro

— Dime una cosa abuelo ¿te gustaría echarle polvo a Sally? —le pregunté sobándole los huevos.

— Sería un idiota si lo niego pero todo depende de ella, y de ti también, siempre se mantenía al margen cuando nos poníamos a jugar.

— Eres muy considerado, pero si pudieras se la clavarias hasta el fondo, te conozco.

— ¿Y qué tiene eso de malo? Tú ya se la has clavado a tu madre ¿no?

— Aun no, no se deja, lo más que me ha consentido ha sido chuparle las tetas o estrujarle el culazo.

— Pues eso debe cambiar, si yo me follo a Sally tú deberías poder follarte a tu madre, es lo más justo.

— Pero ya la conoces, dice que nuestra relación se dañaría y todo ese rollo, o sea, que tú podrías tirarte a las dos mujeres, en cambio yo tendría que matarme a pajas mientras os observo, no sería justo ¿no crees?

— Eso es verdad, tendremos que hablarlo durante la cena, hay dudas que tienen que ser despejadas. —dijo moviendo lentamente las caderas.

— Te gusta que te toque la polla ¿eh?

— ¿Y a quién no? A mí por lo menos me encanta, deberíamos dejarnos de tanta hipocresía y tantos tabúes, si a nuestro lado se encuentra una mujer que te agrada deberíamos poder solicitar que nos hiciera una paja sin que se escandalizara, ella también tendría derecho a hacerlo, la vida sería mejor así ¿o no?

— Tienes toda la razón abuelo. ¿Sabes una cosa?

— Me encanta sobarte los huevos. —dije amasándolos con la mano.

— Se me ocurre una cosa mejor que ésta, siéntate. —dijo y me senté, entonces él se puso frente a mí, se agarró la tranca con la mano y me la ofreció, un tuvo que decirme nada para que yo me pusiera a mamársela inmediatamente, es lo que llevo soñando desde los 13 años.

— Ya veo que te gusta mi polla. —me la saqué de la boca para poder hablar.

— No se trata de tu polla, a ver si te crees que se la chuparía a cualquiera, lo hago porque eres tú.

— ¿Sabes lo que podríamos hacer?

— ¿Qué?

— Podríamos dormir una siesta juntos, tú y yo y enrollarnos. Te haría mis famosos 69 que tanto enloquecen a tu madre y después me follaría ese culito que tienes, lo haría poniéndote primero a cuatro patas, después tú echado y yo encima, para que notaras mi peso mientras te follo el culo.

— ¿Lo dices en serio?

— Claro que sí.

— ¿Abuelo me dejarías que yo también te follara el culo?

— Nunca me lo han hecho pero tratándose de ti haría una excepción.

— Podríamos hacerlo esta noche.

— ¿Cómo vamos a hacerlo esta noche y a ellas qué les decimos?

— Tenemos la excusa perfecta. —dije excitado por la genial idea que se me había ocurrido.

— ¿Cuál?

— Yo tengo que repasar los documentos que me has traído y delante de ellas te pido que te quedes conmigo para ayudarme ¿Quién iba a sospechar?

— No es mala idea. —dijo pensando en mi proposición.

— Es una buena idea y lo sabes.

— Por mí no hay problema, pero lo dices tú, si lo hago yo tu madre podría mosquearse, es muy astuta.

— No te preocupes.

— Bueno pues entonces deja ya de sobarme porque si me corro y se me pasan las ganas entonces ¿qué?

— Vale. —dije pero antes de soltarle le lamí la punta del capullo del que ya manaba liquido preseminal. Poco después escuchamos el carrito de la cena y al poco aparecieron ambas mujeres, colocaron varios platos sobre la mesa, agua y vasos, yo le ayudé con los cubiertos, fue lo único que me dejaron hacer. A continuación ellas se sentaron en el sofá, casualmente Sally se sentó al lado del abuelo y mi madre a mi lado, y al ver que el asiento quedaba un poco bajo respecto a la mesa mi madre protestó.

— Joder nos habéis dejado el peor asiento, aquí estamos demasiado bajas.

— Es para que a Pablo no le duela la espalda. —dijo mi abuelo.

— Entonces todo arreglado. —dijo mamá enseguida.

— Di que no Paula lo han hecho a posta. —dijo entonces Sally.

— ¿Por qué íbamos a hacerlo a posta? —preguntó el abuelo.

— Di la verdad Francisco, no pasa nada. —insistió Sally entonces miré a mi abuelo con curiosidad.

— No sé qué verdad quieres que diga cariño. —respondió él que no entendía lo que pretendía Sally.

— Nos has hecho sentarnos aquí a posta, así tendremos que levantarnos para alcanzar la comida y tú podrás darte una alegría viéndonos el culo, sobre todo el mío.

— Te equivocas Sally, lo que pretendía era que Pablo no se hiciera daño en la espalda. —le aclaró el abuelo.

— Eso también y ya de paso… ¿a qué tengo razón? —dijo Sally sonriendo con picardía, era la primera vez que se lo veía hacer.

— Te ha pillado papá, confiésalo. —dijo mi madre.

— Bueno sí, pero te aseguro que sólo pretendía lo mejor para Pablo, que os vea o no el culo cuando os levantéis no tiene importancia.

— Entonces si no tiene importancia no se te ocurra mirarnos. —dijo Sally sonriéndole con un poco de maldad.

— No os miraré, no te preocupes.

— Bien, entonces empecemos a comer. —dijo Sally. Miré a mi abuelo y él al mirarme a mí me guiñó un ojo « ¡Qué cabrón! Sally tiene razón y le ha pillado». Pensé.     

— Qué buena pinta tiene todo Sally. —dijo el abuelo empezando a comer.

— Paula me ha ayudado así que el mérito es de las dos y me ha dicho que mañana ella se encargará de hacer la comida, asegura que os vais a chupar los dedos.

— ¿Y qué manjar piensas cocinar Paulita?

— Huevos fritos con patas fritas.

— ¡Ay la madre que me parió! Te como a besos cariño dijo el abuelo levantándose, se puso delante de Sally para besar a mi madre, si Sally no llega a echarse hacia atrás le hubiera restregado el miembro por la cara, no obstante, al echarse hacia atrás para volver a su sitio el abuelo tropezó y cayó sobre Sally, se sujetó con las manos sobre la pared para no aplastarla con su cuerpo pero sus genitales rozaron la cara de Sally, aunque ésta no le dio importancia «¡Qué zorro eres abuelo». Me dije.

— Por lo que veo esa comida os gusta.

— Siempre se ha dicho que era la comida de los pobres cuando pasó la posguerra, pero hoy se ha popularizado tanto que lo come todo el mundo y se considera un manjar.

— A mí me parece que tiene mucho colesterol. —dijo Sally.

— Por eso lo comeremos tres o cuatro veces al año, no hay que abusar. —dijo mi madre.

— Ya estoy deseando probar ese manjar. —dijo Sally levantándose para servirse un poco más de comida en su plato. Al hacerlo puso su culito en pompa y el abuelo con mucho disimulo se deleitó  mirándole. Poco después la que se levantó fue mi madre y al echarse hacia delante quedó el culo quedó en pompa, yo fui más descarado que mi abuelo porque deslicé la mano por dentro de sus braguitas y le apreté la nalga.

— Me tenías ganas ¿eh? —me dijo mamá.

— No puedo evitar sucumbir a tu culazo. —le dije y le cogí una mano y se la besé.

— Estás muy cariñoso, a lo mejor tendría que pensar que intentas seducirme. —dijo mamá riéndose.

— Sólo cariñoso mamá, no pienses mal.

— ¡Piensa mal y acertarás! Eso dice el refrán. —dijo ella mirándome.

— Piensa lo que quieras. —dije haciéndome el ofendido. Me extrañó que Sally no dijera nada, sólo me sonrió como si no la importara, y era así de verdad, la caricia que le había dado a mi madre no tenía importancia. Seguimos cenando, charlando y gastando bromas más o menos picantes hasta que Sally volvió a levantarse para alcanzar la comida, entonces el abuelo metió su mano por dentro de sus braguitas y le apretó la nalga, ella ya se había servido pero permaneció quieta dejándose tocar por el abuelo y por la cara que ponía imaginé que le estaba tocando el conejo, a los pocos segundos mi abuelo dejó de tocarla y ella se sentó, me miró y sonrió.

— Estamos en paz. —me dijo el abuelo.

— De eso nada, Pablo sólo me ha acariciado el culo y tú le has tocado también el chichi a Sally, eso no es estar en paz.

— Yo sólo le he acariciado el culito ¿a que sí? —dijo el abuelo refiriéndose a Sally.

— La verdad es que me has acariciado una nalga pero también me has tocado el chichi como dice Paula. —dijo Sally y al terminar de hablar me miró.

— Haberte callado mujer un poco de trampa hace más picante el juego.

— Lo siento, no lo sabía. —se disculpó Sally.

— No podías saberlo cariño, eres nueva, siempre te has mantenido al margen cuando nos poníamos a juagar así. —le dije yo quitándole importancia.

— Es que no me sentía unida a vosotros como para jugar a esas cosas, no pretendo ofenderos con mi respuesta. —explicó Sally.

— Y no nos ofendes cariño —mamá la abrazó— todos lo entendemos, ahora que tú y Pablo sois novios todo es distinto ¿a que sí? —dijo mamá y ella asintió.

— A mí también me gusta jugar a estas cosas, desde que vine a vivir aquí con Francisco, no he tenido un solo orgasmo, quería olvidarme del sexo para siempre, me asqueaba y me traía muy malos recuerdos, pero cuando Poli despertó mis sentimientos mi cuerpo reaccionó, el primer orgasmo después de tanto tiempo me lo hizo Poli y fue maravilloso. Nunca en mi vida me habían tratado con tanta ternura, jamás había sentido todo el cariño que él me daba, en ese instante me enamoré de él sin darme cuenta. Esa noche me ocurrieron cosas que jamás había experimentado. Dejé a Poli en la cama para que se durmiera, yo me fui a la cocina y me tumbé en mi colchoneta.

— ¡Un momento Sally! ¿Te refieres a que duermes en el suelo? —le pregunté sorprendido y mosqueado.

— Estoy acostumbrada cariño, no me importa.

— Pero a mí sí ¿por qué no duermes en cualquiera de las camas de arriba? —le pregunté casi con reproche por que no la entendía.

— Si lo hiciera no estaría a tu lado y de esta forma sí. Mientras tú duermes yo te visito y me paso horas mirándote.

— ¿Y por qué no me despiertas?

— Porque me conformaba con mirarte. —el argumento de Sally me desarmó completamente y no supe qué decir cómo iba a enfadarme con esta mujer, no podía, escuchar lo que estaba diciendo acrecentaba todavía más mi amor por ella.

— Sigue contando más cosas por favor. —le rogó mi madre emocionada.

— Aquella noche, tumbada en mi colchoneta, empecé a pensar que Poli me rechazaba, que no le gustaba y me puse a llorar. Estuve llorando mucho tiempo hasta que me dije que tenía que hablar con él y si me quería ya no lloraría más.

— ¿Por qué no me dijiste nada al día siguiente? —le pregunté.

— Porque tenía miedo, pensaba ¿cómo me va a querer a mí si puede tener a todas las mujeres que le dé la gana? Ten en cuenta que sin querer te oía hablar de tus aventuras en el hospital, parecías muy ilusionado ¿cómo te ibas a fijar en una mujer tan simple como yo?

— Me duele oírte Sally. —dije notando un nudo en la garganta.

— No quiero que te duela Poli pero es la verdad. Se me pasó el miedo cuando me hiciste el amor en la piscina, tus ojos reflejaban tanto cariño que todas las dudas desaparecieron. —dijo terminando de hablar, hice intención de levantarme porque tenía que abrazar y besar a esa mujer.

—  

— ¡No espera! Que me levanto yo. —dijo Sally levantándose, rodeó la mesa y se agachó para abrazarme, yo además empecé a besarle y cuando dejamos de besarnos le dije «Te amo» por lo menos veinte veces, ella me besó en la frente y regresó a su sitio, al pasar junto a mi abuelo éste la detuvo por la cintura.

— Ven que te dé un beso. —dijo él.

— Sólo si no se te pone el pito tieso. —dijo ella riendo.

— Eso no puedo prometértelo chiquilla, tienes un cuerpo muy excitante. —y sin decir nada más la echó de lado sobre su regazo y empezó a besarla en la boca.

Tanto mamá como yo mirábamos un poco emocionados, cuando vi que sus lenguas se movían en el interior de la boca del otro comencé a excitarme, mamá me cogió la mano por debajo de la mesa. El abuelo deslizó la mano por el interior de las braguitas y amasó el culito de Sally. Mi madre me apretó con fuerza la mano, nos miramos y me di cuenta de que estaba excitándose igual que yo. Sally se movió poniéndose boca arriba y separó las piernas invitando a mi abuelo y éste aceptó la invitación deslizando la mano por su entrepierna.

Mi madre me soltó la mano y palpó buscándome el miembro, la guié a donde deseaba y al notar que estaba empalmado y muy duro me miró sonriendo, dándome un apretón en el pene con la mano. Yo también quise aprovechar ese momento y deslicé la mano por encima de su muslo buscando el contacto con su coño.

Finalmente mi mano se posó encima de la tela de sus braguitas, noté en mis dedos la humedad de su sexo, entonces ella me sujetó la mano y nos miramos, movió la cabeza de un lado a otro diciéndome que no, yo le rogué con la mirada pero ella no me soltó la mano y volvió la cabeza para seguir mirando a mi abuelo.

Mi abuelo frotaba el gran clítoris de Sally haciéndola gemir de gozo, de vez en cuando metía un dedo en su vagina y al sacarlo se lo chupaba.

— ¿Quieres que llegue hasta el final? Le preguntó.

— Me gustaría pero no es el momento todavía. —dijo Sally.    

— Entonces será mejor que lo dejemos aquí, si sigo no podré controlarme. —dijo él.

— Es mejor así. —dijo ella levantándose, le besó en la cabeza y volvió a sentarse al lado de mi madre que rápidamente retiró las manos, lo mismo que yo.

Seguimos cenando en silencio y yo no hacía más que preguntarme por qué mi madre no me dejaba tocarla, no lo podía entender. Si en una de estas mi abuelo y Sally se ponían a follar qué pretendía mi madre ¿Qué mirara nada más? Ella se excitaba lo mismo que yo, por eso me había agarrado el pene ¿por qué no podía hacer yo lo mismo con ella? Harto de darle vueltas al tema decidí coger “el toro por los cuernos” 

— Escuchadme un momento —dije consiguiendo la atención de los tres— me gustaría debatir tranquilamente una cosa que considero importante.

— Pues adelante. —dijo mi abuelo.

— Hace un momento tú y Sally os besabais y tú abuelo le has metido mano. La escena me ha excitado un montón y a mi madre también —dije mirándola ya que ella me ha agarrado la polla sin embargo cuando yo le iba a tocar no me ha dejado.

— Pablo no se puede obligar a nadie a hacer algo que no desea. —dijo el abuelo.

— Eso lo entiendo abuelo, lo que quiero saber es lo que piensa ella.

— Ya sabes lo que pienso sobre eso Pablo, lo hemos hablado.

— Sí mamá, me pediste que te respetara y si tú decidías jugar conmigo yo tenía que aguantarme, hasta ahí lo entiendo, pero esto es distinto, se trata de jugar los cuatro. Imagina que un día Sally y el abuelo se ponen cachondos y deciden echar un polvo ¿te excitaría mirarlos?

— Mucho, claro que sí. —respondió ella.

— Yo también me excitaría, es lo lógico. —razoné.

— Sé a dónde quieres ir a parar hijo y la respuesta es no, por mucho que me excite no follaré contigo, en vez de eso me juntaré con Sally y entre las dos haremos disfrutar al abuelo.

— ¿Y eso lo ves justo? —le pregunté.

— Me da igual si es justo o no, te dije que tú y yo no follaríamos nunca y no tengo nada más que decir.

— De acuerdo mamá, te agradezco tu sinceridad al menos sé a qué atenerme.

— ¿Me estás amenazando? —me preguntó sonriendo con superioridad.

— Jamás se me ocurriría amenazarte mamá, no pienses cosas raras.

Mi abuelo y Sally habían guardado silencio, tampoco esperaba ayuda de ellos. Mi abuelo tenía razón, no se puede obligar a alguien a hacer algo que no desea pero yo sí podía hacer algo, y lo haría a la primera ocasión que mi madre intentara jugar conmigo, la iba a tratar con el mismo desprecio que ella me trataba a mí.

Se me quitaron las ganas de comer y me eché hacia atrás en la silla.

— ¿No vas a comer más Poli? —me preguntó Sally.

— No tengo más ganas.

— Has comido poco, deberías hacer por comer un poco más. —insistió ella.

— No insistas cariño —dijo mi madre— está mosqueado por lo de antes y lo paga con la comida, es como un niño. —dijo rematando su odioso comportamiento.

Tiré la servilleta sobre el plato y con un poco de esfuerzo logré levantarme poniéndome de pie.

— ¿A dónde vas Poli? —me preguntó Sally.

— Al despacho tengo que hacer un trabajo que el abuelo necesita mañana a primera hora, cuanto antes empiece antes terminaré.

— Tu abuelo no va a ir a trabajar mañana, no mientas. —dijo mi madre.

— ¡Vale ya Paula! Te estás pasando y mucho. —gritó el abuelo.

— ¿Acaso no es verdad? Me dijiste que mañana pasarías aquí todo el día porque va a venir la empresa de seguridad.

— Y así es pero mañana a las ocho vendrá mi chofer para recoger el maletín con los informes que elabore Pablo.

— ¿Y por qué no me lo has dicho?

— No tengo por qué, eso sólo nos importa a Pablo y a mí.

— ¡Vaya! Ahora resulta que tienes secretos conmigo. —se quejó ella y por su actitud supe que al final acabaría montando una bronca, así que volví a sentarme.

— Los mismos que tienes tú conmigo. —le echó en cara el abuelo.

— Yo no tengo ningún secreto contigo papá. —aseguró ella levantando un poco la voz.

— ¿Estás segura?

— Completamente.

El abuelo se levantó de la silla y caminó hasta entrar en la casa, regresó a los pocos minutos trayendo en la mano una grabadora pequeña y un micro casete.

— Ésta es la cinta del contestador automático que está en mi despacho, anoche bajé de madrugada a beber un poco de leche y entré en el despacho, había olvidado meter unos documentos en mi maletín.

— ¿Y qué tiene que ver todo ese rollo con que te mienta? —preguntó ella muy segura de sí misma.

— Cuando iba a salir del despacho —prosiguió el abuelo con tranquilidad— vi que la lucecita del contestador parpadeaba, eso quería decir que alguien había dejado un mensaje grabado.

— Sería de la policía por el asunto del desgraciado de mi marido. —dijo ella.

— Eso mismo pensé yo hasta que lo escuché. —dijo el abuelo tranquilamente.

— Bueno y al final de quien era el mensaje.

— Escúchalo, creo que es para ti. —dijo el abuelo que a continuación puso la pequeña casete dentro de la grabadora, ajustó el volumen al máximo para que todos pudiéramos escucharlo y le dio al “play”.

«Paula, cariño, soy Rosa, me gustaría que te pensaras lo de acompañarme a la fiesta, lo ibas a pasar de puta madre. Me han dicho que vendrán seis tíos negros que tienen pollas de caballo, como a ti te gustan. Aún tengo el sabor de tu coño en mi boca (risas). Anda  chochito acompáñame y si quieres tráete a tu hijo, nos lo follaremos hasta dejarle vacío. Un besazo y llámame por favor, te estaré esperando ansiosa.»

El abuelo detuvo la grabación porque no había más. Mi madre permanecía con la boca abierta y tenía la cara tan blanca como la leche.

— ¿Quién es esa tal Rosa Paulita? Y ¿a qué fiesta quiere que la acompañes? A mí me parece que se trata de una orgia por lo que ha dicho. —dijo mi abuelo con tranquilidad pero mi madre seguía muda y decidí que si no se atrevía a hablar lo haría yo asumiendo la culpa, yo la había obligado y debía asumir las consecuencias. Sally me miraba y pese al color tostado de su piel vi que estaba pálida también.

— Estoy esperando una explicación Paulita.

— No tengo nada que explicarte papá, no se me ocurre nada. —dijo ella hablando por fin.

— La fiesta de la que habla ¿es una orgía?

— Sí, pero no pensaba ir, se lo dije pero ella sigue insistiendo.

— Y por qué te propuso ir a esa fiesta, no creo que se acercara a ti y te lo dijera así, sin más.

— No, claro que no.

— Entonces explícamelo y cuéntame también por qué tiene el sabor de tu coño en la boca, tengo curiosidad aunque imagino que será porque te lo ha comido ¿no?

— Sí.

— Y tú ¿se lo has comido a ella?

— Sí.

— Eso no me lo has contado

— No

— Por qué

— No quería hacerte daño

— Te agradezco que seas tan considerada Paula. ¿pensabas ir a esa fiesta

— Ya te he contestado que no y a ella también le dije que no pensaba ir.

— Entonces por qué le diste el teléfono de esta casa

— No se lo he dado, lo buscaría ella en la ficha de Pablo.

— Entiendo, entonces esa tal Rosa trabaja en el hospital ¿no?

— Sí, era la fisioterapeuta de Pablo.

— Escucha abuelo, la culpa de todo la tengo yo. —dije sufriendo por mi madre.

— No te metas Pablo por favor esto es entre tu madre y yo.

— Es que fue culpa mía abuelo, es la verdad y si me dejas explicarlo lo entenderás. —insistí desesperado porque no quería escucharme, sólo yo podía evitar el disgusto a mi madre.

— No hace falta que me defiendas Pablo, sé hacerlo sola. —dijo mi madre asumiendo toda la culpa. La miré y comprendí que estaba decidida a auto inmolarse.

— Has dicho que no me dijiste nada para no hacerme daño ¿tan malo es lo que ocurrió?

— Para mí sí, me avergüenzo de ello.

— Entonces tienes secretos conmigo ¿no? 

— Sí, pero ya te he dicho que no te lo conté porque sabía que te iba a hacer daño.

— Conoces el refrán que dice “La verdad os hará libres”.

— No lo conozco, pero en este caso a ti no te haría libre, te causaría mucha pena.

— Bien, dejémoslo así. Ahora vamos a recoger la mesa y me voy a dormir mañana tengo que madrugar. —dijo el abuelo poniéndose de pie.

A continuación tapó su desnudez con la toalla y empezó a recoger las cosas de la mesa. Sally también se puso en pie y empezó a recoger, mi madre en cambio se quedó mirando al infinito sin parpadear. Estaba de perfil a mí, su cara tenía un gesto de pena y sufrimiento que le daba la apariencia de una vieja. No me atreví a hablarla pensando que era lo mejor, así que me levanté agarrándome a la mesa y a la silla, saludé a mi madre con “Buenas noches” pero no me contestó, la miré un momento y luego me dirigí al interior de la casa con paso inseguro. No tuve mucho problema porque me iba agarrando a todo lo que encontraba a mi paso, al final llegué hasta el despacho de mi abuelo, encendí la luz y agarrándome a la librería logré por fin sentarme en el sillón de piel.

Cogí el maletín que me había dicho mi abuelo y conecté su portátil, saqué los documentos y empecé a leer.

A los pocos minutos apareció Sally por la puerta.

— Anda que menudo susto me has dado cuando no te visto en la terraza.

— Ya he dicho que tenía que estudiar unos informes que me ha traído mi abuelo. —contesté, Sally se acercó hasta mí poniéndose a un lado del sillón, como si leyera por encima de mi hombro pero yo sabía que no era así.

— ¿Qué pasa? —Pregunté sin mover la cabeza de los documentos.

— Tu abuelo está destrozado Poli. He intentado consolarle en la cocina pero me ha pedido por favor que no lo haga, es como si deseara sufrir.

— Pues no te creas que mi madre está mejor que él, si la miras verás que parece una vieja, como si la hubieran caído los años de golpe.

— Qué mal rollo Poli, si tu madre y él no se arreglan será una tragedia para todos.

— ¿Por qué dices eso? —pregunté sorprendido.

— Después de esto ¿qué será de la familia? ¿de todos esos ratos en los que los tres jugabais? no te imaginas la envidia que sentía mientras os veía, erais tan felices…

— No te preocupes cariño, yo te seguiré amando pase lo que pase. —dije, entonces dejé de leer, pasé el brazo alrededor de la cintura y apoyé la cara sobre su estómago para darle cariño y ánimos.

— No sé, tengo la impresión de que nada volverá a ser como antes. —dijo ella.

— ¡No digas eso! No sea que pase de verdad. —dije sintiendo un escalofrío que me recorrió la espalda.

— Te vas a quedar mucho tiempo

— No lo sé cariño, terminaré lo antes que puedas

— Haz el trabajo como debes, no quiero que por mi culpa te equivoques —me dijo dándome un beso en la cabeza— me voy a dormir Poli.

— Vete a mi cama, así cuando vaya a acostarme podré abrazarte.

— No es momento para eso, dormiré donde siempre.

— Por favor Sally espérame en la cama, me darías una alegría muy grande.

— Yo creo que pasará más que eso, me abrazarás, se te pondrá el pito duro y querrás hacérmelo.

— ¿Y eso es malo?

— No poli, pero esta noche no es prudente.

Nos dimos un beso en la boca y me quedé mirándola hasta que salió del despacho segundos después vi pasar a mi madre, «se va a dormir». Pensé, perdonándole que no me diera un beso como hacia siempre al irse a dormir. Me quedé embobado mirando hacia la puerta, extrañado por no ver a mi abuelo, minutos después volví a centrarme en la lectura de los informes.

Terminé de escribir la última página de mi informe, era la número 24, la repasé como había hecho con las anteriores y luego guardé el informe. Cerré el portátil, el reloj del escritorio marcaba las tres y cuarto de la madrugada. Me levanté y me dirigí hacia la puerta agarrándome de nuevo a la librería, apagué la luz y mirando hacia la cocina me dirigí allí pero cuando llegué no vi a Sally, tampoco había nada parecido a una colchoneta en el suelo, entonces sonreí «Al final ha decidido esperarme en mi cama». Pensé y me encaminé hacia mi habitación.

No encendí ninguna luz, la que entraba por la ventana fue suficiente para ver que Sally tampoco estaba ahí. Se me borró la sonrisa de golpe « ¿entonces dónde está?». Me dije. Pensando en eso caí en la cuenta de que la luz de la terraza seguía encendida. Había un sensor de presencia luego si seguía encendida es porque había alguien y me encaminé hacia la terraza.

Al salir vi que allí estaban Sally, mi madre y el abuelo, los tres en silencio.

— ¿Qué hacéis aquí? —pregunté pero todos permanecieron en silencio, me senté en la misma silla, los miré y volví a preguntarles.

— Estamos hablando Pablo. —dijo el vuelo.

— Pues a mí no me lo parece, estáis más callados que en un funeral —dije tratando de hacer un chiste pero no se rió nadie— ¿no me vais a explicar lo que pasa? ¿Sally me lo puedes explicar tú?

— No sé lo que pasa Poli, casi acabo de llegar y estaban así, en silencio y sin hablar.

— ¿Mamá me lo quieres decir tú?

— No me apetece hablar en este momento. —me contestó sin mirarme.

— Abuelo me vas a contar lo que está pasando. —él por lo menos me miró y después se puso de pie.

— Vete a dormir Sally, es una tontería que te quedes aquí. —dijo.

— Me quedo aquí haciendo compañía a Paula.

— Te lo agradezco cariño pero prefiero estar sola. —dijo mi madre sonriéndola. Sally se levantó esperaba que se acercara a mí pero permaneció de pie.

— Me gustaría deciros una cosa. —dijo mirando al abuelo y a mi madre alternativamente.

— ¡Sois patéticos! ¡Parece que os gusta sufrir sin necesidad! —empezó a decir levantando la voz— ¡Os queréis! Se os nota en la mirada y por culpa del maldito orgullo no sois capaces de perdonaros. ¡Mírame Paula! —gritó a mi madre y esta la miró un poco impresionada—. Ahora di que es mentira que quieras a tu padre— le pidió pero mi madre no despegó la boca, entonces Sally muy cabreada la sacudió por los hombros con fuerza— ¡Reacciona Paula! ¡No te rindas! ¿Quieres o no a tu padre? ¡Contesta!

— ¡Sí! ¡Claro que le quiero! —gritó mi madre.

— Y tú Francisco ¿Quieres o no a Paula? ¡Contesta! —le gritó también al abuelo.

— Sí, la quiero. —respondió él.

— Entonces si os queréis qué os impide perdonaros —dijo mirando al abuelo— ¿tan malo es lo que ha hecho que no merece tu perdón? —le preguntó pero él guardó silencio y ella añadió: —Francisco yo era una puta cuando me rescataste de la calle, nunca te lo oculté, pero tú me perdonaste, me trajiste a tu casa y me has cuidado todos estos años y ahora ¿no puedes perdonar a tu hija? ¿qué puede ser peor que una puta? Yo te lo diré ¡Nada! —Sally terminó de reprochar al abuelo y se dirigió a mi madre.

— Y tú Paula, cual ha sido tu pecado ¿tener un momento de locura y follar como un animal? ¿O hiciste algo peor y por eso no te atreves a decírselo a tu padre? ¿mataste a alguien?

— ¡No por Dios! —exclamó mi madre.

— Ahora mismo os vais a ir al dormitorio y tú —le dijo a mi madre— le vas a contar a tu padre lo que hiciste. Y tú —dijo mirando a mi abuelo— la vas a escuchar y después la perdonarás, eso es lo que hace un padre. Por muy malo que sea lo que ha hecho un hijo siempre se merece el perdón, sin reproches.

— No lo entiendes Sally, no hace falta que ella me cuente nada, yo la perdono porque es mi hija pero también la quería como mujer y eso lo cambia todo, puedo perdonar a la hija pero no a la mujer. —dijo el abuelo y al escucharle se me calló el alma a los pies.

— Yo lo he intentado todo, le he perdido perdón, le he suplicado hasta de rodillas pero no quiere escucharme.

— Lo entiendo —dijo Sally desalentada— ¿Y qué solución proponéis? —dijo mirando a uno y a otro.

— No hemos propuesto ninguna, las cosas seguirán igual. —dijo el abuelo.

— Igual no, di la verdad papá, ya no me quieres en tu lecho y yo no puedo vivir con ese rechazo, haré lo que te dije antes, Pablo y yo nos iremos de esta casa mañana por la mañana. —al escuchar a mi madre me puse malo, iba a dar mi opinión pero se me adelantó mi abuelo.

— No digas tonterías Paula ¿Y vuestra seguridad qué? —dijo el abuelo, a mí no me parecía convincente y seguro que a mi madre menos porque contestó encogiéndose de hombros.

— Me da igual, que pase lo que tenga que pasar. —dijo ella al final.

— ¿Y de qué vas a vivir? Dime. —la pregunta y el tono de mi abuelo enfurecieron a mi madre.

— ¡Me meteré a puta si es preciso! —exclamó ella muy alterada, luego se serenó y añadió: — ¿qué te crees, que no habrá nadie que pague por echarme un polvo teniendo este cuerpo?

— ¿Crees que esa es la solución? ¿Y tu hijo qué? —dijo el abuelo tratando de ablandarla.

— Por mi hijo no te preocupes, si es necesario se encargará de las cuentas que para eso es muy listo. —el comentario despectivo de mi madre fue la gota que colmó el vaso.

— ¡Pero qué cojones os pasa! ¿Estáis hablando en serio? ¿de verdad mamá serias capaz de trabajar de puta? Te acojinarías en el momento que vieras al primer cliente, y tú abuelo ¿no se te ocurre otra cosa para convencerla? ¿O es que no te da la gana? ¿de qué cojones ha servido el brindis por la familia? ¡Sois unos hipócritas! ¡habéis destruido mi futuro y el de Sally en un segundo por vuestro puto egoísmo! ¡Me dais asco los dos! ¡Estoy harto, de ti mamá, con tus jueguecitos y tus desprecios después y de ti abuelo, con esa superioridad que te sale por las orejas! ¡A la mierda la familia! —grité y empecé a caminar hacia la puerta de salida.

— ¿Poli a dónde vas? —me preguntó Sally.

— No lo sé Sally pero no puedo seguir aquí.

— Entonces espera que estás desnudo. —me recordó y me miré sonreí.

— Por favor Sally tráeme una camiseta y un pantalón, el que encuentres.

Sally entró corriendo en la casa, regresó al poco tiempo vestida con un pantalón de mallas negro y una camiseta y me tendió la ropa que le había pedido. Me puse la camiseta rápidamente y le pedí que me ayudara con los vaqueros. Sally los agarró por la cintura y tiró hacia arriba pilándome sin querer el miembro con la bragueta.

— Espera un poco que me he pillado la polla. —le dije, Sally bajó un poco el pantalón y metió la mano por dentro acomodándome los genitales.

— Tener el pito grande es malo.

— Yo creía que te gustaba.

— Y me gusta Poli, me gustarías igual si lo tuvieras pequeño, te amo a ti no a tu pito, eso es un accesorio.

— Es la primera vez que oigo a una mujer llamar accesorio a la polla y mira que tiene nombres. —dije y nos echamos a reír.

— Pues otro más. —dijo encogiéndose de hombros.

— Yo creía que las pollas grandes os gustaban más.

— Pues te equivocas, es mejor un pito de tamaño normal, te lo puedes meter enterito en la boca sin que te ahogue. No te imaginas lo desagradable que es que te metan algo grande por la boca. A la hora de follar un pito pequeño da el mismo gusto que uno grande o quizá más porque no es doloroso, y si te lo hacen por detrás no te duele, sólo es una pequeña molestia al principio que enseguida se pasa.

— Cariño eres una enciclopedia sexual. —le dije besándole los labios.

— No te burles, si preguntaras a cualquier mujer y esta fueran sincera me daría la razón. —dijo devolviéndome el beso.

— No lo olvidaré, te prometo que en cuanto pueda me cortaré un trozo grande para tenerlo a tu gusto. —ella me agarró por la entrepierna.

— Este pito se queda como está, es el que tienes y a mí me vuelve loca —me dijo y añadió a continuación— ¿A dónde vamos?

— Tú quédate, yo me voy a dar una vuelta, esta casa me ahoga ahora mismo.

— Estás loco si piensas que voy a dejarte sólo. —dijo cogiéndome la mano.

— Te recuerdo que puede ser peligroso, la mafia puede estar acechándonos. —dije bromeando.

— No digas tonterías, ¡anda vamos! —dijo caminando despacito.

Llegamos a la puerta de entrada y me la quedé mirando.

— ¿Qué pasa Poli?

— Estoy pensando en cómo vamos a abrir la puerta. —le dije entonces ella metió una mano por el escote de la camiseta y sacó unas llaves atadas por una cuerda.

— Menos mal que yo había pensado en eso. —me dijo agitándolas en el aire.

— ¡Qué haría sin ti mi vida! —le dije y agarrándola por el culito le estrujé las nalgas a la vez que la besaba dándole mi lengua, me sorprendí al notar que su mano me sobaba el miembro por encima del pantalón y empecé a empalmarme.

— Ya vale Poli —dijo poniéndome la mano en la boca—, se te está poniendo el pito duro.

— Tienes razón.

Sally se adelantó unos pasos, abrió la puerta pequeña con las llaves y me tendió la mano. Crucé la puerta detrás de ella y me llevé un corte. Había cuatro coches de la policía parados a los lados de la puerta y tres agentes vigilaban de pie fuera de los coches. En cuanto nos vieron salir se acercaron.

— ¿Ocurre algo? —me preguntó el agente.

— No, solo queremos dar una vuelta, es que necesito caminar un poco ¿sabe? —el policía me miré extrañado, seguramente pensaba que con el terreno que había dentro de la casa a qué salíamos nosotros.

— No es una buena idea, ya sabéis por qué ¿no?

— Sí, pero le prometo que no iremos muy lejos.

— No os alejéis mucho, que yo pueda veros. —nos advirtió, le dimos las gracias y empezamos a caminar hacia la izquierda, la calle hacia un poco de pendiente, a unos doscientos metros vi lo que parecía un parque infantil y le dije al policía que iríamos hasta allí.

— Pero más lejos no. —volvió a advertirnos.

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